Julio de 1936 en Valencia.

La rebelión en la III División Orgánica.

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La III División Orgánica comprendía Castellón, Valencia, Alicante, Murcia y Albacete. Y por tanto, estaba en su zona la base naval de Cartagena. La III División Orgánica, Valencia, estaba a las órdenes de Fernando Martínez-Monje Restoy.

En Valencia, los generales Fernando Martínez-Monge Restoy, jefe de la III División; Mariano Gamir Ulibarri, Jefe de la Brigada 5ª de Infantería; Eduardo de Cavanna del Val, Jefe de la 3ª brigada de Artillería; y el general de la Guardia Civil Luis Grijalbo Celaya eran gubernamentales. También los coroneles Velasco, Fornals, Tirado y Fernández Bujanda, eran gubernamentales. Era cosa sabida que los jefes no se rebelarían. Pero en infantería y en caballería había muchos oficiales partidarios de la rebelión, sobre todo en el Regimiento Guadalajara.

Emilio Mola había planificado en mayo, que Manuel Goded Llopis, comandante General de Baleares, se llegara a Valencia a hacerse cargo de la dirección de la III División. Contaban con el apoyo de Derecha Regional Valenciana, que había prometido 50.000 hombres, que nunca pudo reunir, y con Falange Española. En el levantamiento progresivo que había planificado Mola, Valencia se levantaría el 19 de julio a las 19:00 horas. A última hora, Goded fue enviado a Barcelona, y la siblevación de Valencia se quedó sin un jefe reconocido por todos los rebeldes.

         El 18 de julio en Valencia.

En Valencia, el 19 de julio, empezó una huelga general, convocada por CNT y UGT. Los obreros y huertanos habían ocupado las calles de Valencia, y no cabían actuaciones militares débiles.

El golpe de Estado era previsible: El 11 de junio, unos falangistas habian entrado en Unión Radio de Valencia, calle Juan de Austria, y habían exhibido pistolas, y anunciado la revolución nacional-sindicalista. Era un alarde provocativo que logró poner a casi todos los valencianos en contra de los rebeldes. El 12 de junio hubo manifestación popular contra el fascismo, y CNT puso en alerta a sus milicianos. Los falangistas habían realizado “una machada” al anunciar su golpe por la radio, pero una completa estupidez que llevó a los dirigentes falangistas valencianos a la cárcel, y no estuvieron disponibles el 18 de julio, cuando les necesitaban los rebeldes. Como los carlistas eran pocos, el apoyo civil a la sublevación fue muy escaso el 18 de julio.

En esos días, Manuel Goded pidió una más alta participación en el golpe, y dirigir la sublevación en Barcelona. Cuando triunfara en Barcelona, tomaría Valencia y Cartagena, lo que significaría probablemente que Goded pasase a comandar el nuevo Gobierno resultante del golpe. Valencia perdió el líder de prestigio reconocido por todos.

Entonces, los rebeldes valencianos buscaron como coordinador de la rebelión al general Manuel González Carrasco, un africanista que había estado en Regulares, general desde 1924, pasado a la reserva en 1931, complicado en el golpe de Sanjurjo de 1932, y reintegrado en el servicio activo en 1936 por decisión judicial.

González Carrasco, que residía en Madrid, se llegó a Valencia el 18 de julio, y se puso en contacto con el comandante Bartolomé Barba Hernández, jefe de la UME, que debía ayudarle en el golpe en Valencia. Ambos se escondieron en espera de la orden de comienzo del golpe. Dependían de Barcelona. Goded, una vez dominada Barcelona, debía enviar hombres y armas hacia Valencia y Cartagena. Pero cuando el 19 de julio, los rebeldes valencianos supieron que Goded había fracasado en Barcelona, cambiaron sus actitudes, y el 23 de julio, el gubernamental Fernando Martínez-Monge Restoy, dominaba la ciudad.

El 18 de julio, las cosas empezaron a ir mal para los rebeldes en Valencia: el coronel Jesús Velasco Echave, del Regimiento de artillería Otumba 9, se declaró fiel al Gobierno de la República. Las esperanzas rebeldes se centraban en los dos regimientos que estaban situados en La Alameda: Regimiento de Caballería Lusitania 8, y Regimiento de Infantería Guadalajara 10.

Y en la noche del 18 de julio, CNT y UGT ya conocían los proyectos de sublevación, y declararon huelga general indefinida y total, y en la mañana del 19 de julio, las calles estaban cortadas por barricadas de sacos terreros, y estaban defendidas por milicianos armados. Para la ocasión, habían conformado una Alianza Obrera, ocuparon el puerto y se apoderaron de cuantas armas había en esas instalaciones. También habían creado un Comité Unificado de Huelga. Este Comité se dirigió al Gobernador Braulio Solsona Ronda y le exigió armas. La huelga general no impide por sí misma una sublevación militar, pero la estorba, y desmoraliza a muchos soldados.

La situación de la ciudad de Valencia era especial porque todos los regimientos de las distintas ciudades de la División esperaba los sucesos de Valencia, pero a su vez, los militares de Valencia esperaban el resultado de los sucesos de Barcelona. Todo iba a ir en cadena, cualquiera que fuese el resultado en Barcelona.

El 19 de julio, el general Manuel González Carrasco, encargado de hacer la sublevación en Valencia, decidió salir de su escondite, y atacar Capitanía General. Era muy mal momento para la sublevación, porque en esas horas, los valencianos supieron que Goded había fracasado en Barcelona. También se supo que habían cambiado dos Presidentes del Gobierno de España, y que se habían repartido armas en Madrid. En el momento en que González Carrasco iba a salir, oyó por radio que Goded había sido detenido en Barcelona, y recogió velas, abandonó la sublevación y huyó de Valencia. La sublevación no podía empezar peor para los golpistas valencianos.

González Carrasco dejaba tirados a los militares rebeldes. Ya se habían concentrado frente a Capitanía General, en Plaza de Tetuán, unos 50 jefes y oficiales que pedían la dimisión de Martínez Monje y la entrega del mando a González Carrasco. El hecho fue decisivo para el fracaso de la rebelión. La noticia de la huida de González Carrasco dejaba desconcertados a los militares valencianos.

Por el contrario, se declararon fieles al Gobierno de la República los Guardias de Asalto, muchos Guardias Civiles, el comandante Joaquín Pérez Salas, el capitán de la Guardia Civil Manuel Uribarry Barutell y el capitán Atilano Sierra.

El 19 de julio, el capitán de la Guardia Civil, Manuel Uribarri Baturell, organizó las milicias populares sindicalistas, y sitió los cuarteles militares rebeldes sitos en La Alameda. Los sindicatos de Valencia tomaron entonces las calles, mientras los militares sublevados decidieron esconderse en diversas casas particulares, pensando que iban a ser fusilados en cualquier momento.

Ante este caos, el Gobernador Civil de Valencia, Braulio Solsona no sabía qué debía hacer ante el desorden en la calle. Su deber era cortar los desórdenes, pero los revoltosos aparecían como defensores de la legalidad republicana. Los sindicalistas pidieron armas a Braulio Solsona, pero éste se las negó, al tiempo que les decía que los militares eran fieles al Gobierno, y que no tenía sentido lo que pedían.

Ante la dejación de funciones del Gobernador, la decisión sindicalista anarquista fue iniciar la revolución libertaria: empezaron bloqueando todos los cuarteles de Valencia, para que no pudieran salir las tropas de ellos, y ardió la iglesia de los Santos Juanes, y en los siguientes dos días, sobre todo el 21 de julio, ardieron casi todas las iglesias de la ciudad. Al tiempo, los religiosos y curas católicos eran perseguidos, y en alguna ocasión, muertos. El panorama era desolador.

A su vez, la Derecha Regional Valenciana, estaba completamente desorientada tras decir Luis Lucia Lucia, su jefe, que sería fiel al Gobierno. El 19 de julio domingo, Luis Lucia Lucia, líder de Derecha Regional Valenciana, emitió un telegrama al Gobierno en el que condenaba la rebelión, pero simultáneamente convocaba a reunión a los tradicionalistas, los falangistas y los de Renovación Española, lo cual no podía tener otro sentido que iniciar la rebelión. Parece que lo dijo para despistar a los gobernantes, pero los despistados fueron sus seguidores. La estratagema de desinformación, desconcertó a sus partidarios, tanto como a los gubernamentales.

Luis Lucia, complicado en la trama civil de la sublevación, huyó a El Maestrazgo, en donde las fuerzas gubernamentales le encontraron meses más tarde, y le encarcelaron. Fue perdonado, y se pasó a territorio rebelde. Al llegar a zona franquista, los rebeldes lo encarcelaron por no haber realizado la rebelión en Valencia, lo que significaba traición. El arzobispo de Valencia, Prudencio Melo, habló con Franco, y éste ordenó perdonarle. Luis Lucia Lucia será más tarde conocido como padre del cineasta Luis Lucia Mingarro.

Una vez fracasado el golpe de la Derecha Regional Valenciana, Valencia quedó en manos de Izquierda Autonomista Republicana, que dirigía Vicente Blasco Ibáñez.

Tras la tontería de los falangistas de amenazar por la radio y delatarse, y el cambio de última hora del líder militar rebelde, Goded, la huida del nuevo líder militar, González Carrasco, y la sorprendente declaración de Luis Lucia, la rebelión tenía pocas oportunidades en Valencia. En esas condiciones, la huelga y las barricadas obreras, cobraban mucha importancia.

         Finales de julio en Valencia.

El 19 de julio de 1936 fue un momento de total desconcierto en Valencia. Fernando Martínez-Monje ordenó a los cuarteles el envío de tropas a Madrid para defender al Gobierno, mientras los obreros estaban en las calles.

Ni las tropas salieron a socorrer Madrid, ni los militares iniciaron ningún golpe de Estado, ni trataron de dominar las calles frente a los sindicalistas. La situación era de indefinición, pues no se sabía si había empezado una revolución obrera, si se defendía al Gobierno, o si triunfarían los golpistas. La indefinición perduró hasta el 29 de julio, en que los anarquistas y ugetistas asaltaron los cuarteles.

El 20 de julio, los sindicatos iniciaron su revolución, y crearon un Comité Unitario Revolucionario, que tomaba las funciones del Gobernador Civil, y un Comité de Huelga, que tomaba la dirección de las empresas y abastecimientos de la ciudad. Se adueñaron de los edificios de Teléfonos, Correos, Telégrafos y de Unión Radio, y de los espacios circundantes a los cuarteles militares. También vigilaban las carreteras de la Región Valenciana. Pronto colectivizaron las fábricas valencianas.

Mandaban en el Comité Unitario Revolucionario: Francisco Gómez por CNT, y José Guillén por UGT. Se les ocurrió crear un Comité Ejecutivo del Frente Popular que representara a los sectores sindicales, y lógicamente, también a FAI. Presidía el Comité Ejecutivo del Frente Popular el coronel Ernesto Arín Prado. Este Comité perduró hasta enero de 1937. El Comité Ejecutivo del Frente Popular, decidió incautarse de todos los víveres, y ser él el que los repartiera según criterios propios. También decidió mantener la huelga. Los sublevados se decepcionaron porque después de Barcelona, perdían Valencia.

El Comité Ejecutivo Provincial se incautaba fincas, y también creó la Guardia Popular Antirrepublicana, GPA, “la Guapa”, como fue dominada por los comunistas. Este organismo de orden público entró en crisis en 29 de octubre de 1936, porque mataron a un anarquista, y cuando los anarquistas se manifestaron en la ciudad, dispararon sobre ellos provocando 56 heridos. Comunistas y anarquistas quedaban enfrentados. El 6 de noviembre de 1936, la GPA fue disuelta.

El Gobernador Civil de Valencia, Braulio Solsona, no tomaba decisiones, y entonces, Giral envió a Valencia al Presidente de las Cortes, Diego Martínez Barrio, acompañado por los Diputados de Izquierda Republicana, Mariano Ruiz de Funes, Martínez Echevarría, y Carlos Esplá Rizo, para hacerse cargo del poder en Valencia. Éstos organizaron la Junta Delegada del Gobierno. Los enviados de Giral exigieron levantar la huelga, permitir el abastecimiento de víveres a la ciudad y disolver el Comité Ejecutivo del Frente Popular, así como el sometimiento de las fuerzas sindicales a su autoridad.

Se sometieron a los delegados de Giral, los comunistas e Izquierda Republicana, pero se negaron a someterse las centrales sindicales, UGT y CNT. Como la delegación de Madrid no podía ir contra las centrales sindicales, que eran la fuerza en que se apoyaba el Gobierno frente a los rebeldes, de hecho coexistieron a partir de entonces dos poderes en Valencia, el de la Delegación del Gobierno, y el del Comité Ejecutivo del Frente Popular.

La Junta Delegada del Gobierno presionó a Martínez-Monje para que tomara medidas a favor de la República. Cuando llegaron a puerto los destructores “Almirante Ferrándiz” y “Alcalá Galiano”, en los que la tripulación republicana había detenido a sus jefes, que eran rebeldes, Valencia se inclinó definitivamente por la República. Entonces se supo que un Comité Revolucionario se había hecho dueño de Alcoy (Alicante), y la moral de los rebeldes valencianos decayó definitivamente.

El 23 de julio Fernando Martínez-Monje Restoy se declaró fiel al Gobierno de la Republica y terminó su indefinición. No había permitido la sublevación, ni había castigado a los sublevados. Llegaron desde Madrid y Barcelona algunas armas a Valencia, y se hizo con ellas la CNT.

En la III División Orgánica, Valencia, dominada por los gubernamentales republicanos, reinaba el caos en estos días. Se sospechaba que muchos jefes militares estaban comprometidos con los rebeldes, pero no sabían quiénes eran. Echaron en falta los soldados que les faltaban, pues las unidades estaban incompletas. Y por otra parte, discutían si el mando debía cederse al Gobierno de Madrid, o a los generales que estaban en Valencia sobre el terreno. El resultado fue el inicio de una dispersión de columnas militares sobre el este de España, al estilo de las guerras del siglo XIX.

El 22 de julio, Martínez Barrio recibió una carta del Jefe de la III División (Valencia), Fernando Martínez-Monje Restoy, en la que le pedía su mediación ante Giral, para que se negociara el plan de paz de Felipe Sánchez Román de 18 de julio. Todavía los gubernamentales no se creían que hubiera empezado una guerra sin solución.

En Valencia, el 24 de julio los sublevados estaban desmoralizados. Algunos oficiales rebeldes se pasaron al bando republicano. El Comité Ejecutivo Republicano (gobierno de los obreros) y la Junta Delegada del Gobierno (gobierno ministerial), discutían a quién le correspondía el poder. Las milicias estaban a las órdenes del Comité Ejecutivo, y las reclamaciones del Gobierno de Madrid no tenían apenas oyentes.

         Despliegue militar desde Valencia.

Las fuerzas republicanas de Valenciasalieron en julio en todas direcciones, hacia Madrid, Albacete, Andalucía y Teruel. Estaban completamente desorientadas. Pero pronto comprendieron que la batalla que decidiría la suerte de Valencia sería en Teruel, puesto que el centro de la rebelión era Zaragoza.

El Coronel Fernández Bujanda organizó una primera columna con milicianos, guardias civiles y carabineros de las agrupaciones de Castellón y Valencia, la concentró en Sagunto y avanzó hacia Puebla de Valverde. En esta localidad, los guardias civiles se pasaron a los rebeldes, hicieron prisioneros a los jefes de la columna, y se fueron a Teruel a unirse al comandante rebelde Virgilio Aguado Martínez.

Valencia organizó entonces una segunda columna, a las órdenes de José Benedito, teniente de artillería retirado, acompañado por el comisario político Domingo Torres, que llevaban 800 soldados y 1.800 milicianos, la cual derrotó a las fuerzas de Virgilio Aguado y José Pérez del Hoyo en Sarrión el 12 de agosto, y tomaron Puebla de Valverde y el Puerto de Escadón. Luego, avanzaron el 22 de agosto sobre Mora de Rubielos y Corbalán, a 19 kilómetros de Teruel. Esta columna militar estaba integrada por presos comunes a los que se prometía la libertad, indisciplinados que se tomaban la libertad de saquear lo que les parecía. Fue llamada “la columna de hierro”.

Valencia organizó una tercera columna a las órdenes del comandante Pérez Martínez y el comisario político comunista Juan Antonio Uribe que subió el cauce del Turia o Guadalaviar, y el 21 de agosto llegó a Villel a 16 kilómetros de Teruel por el sureste.

Se opuso a estas fuerzas republicanas el Coronel Muñoz Castellanos desde Teruel. Y así se planteó la batalla de Teruel.

El 25 de julio, una cuarta columna de 700 soldados reforzados con milicianos, mandada por el coronel Primitivo Peire, fue sobre Albacete y se apoderó de la ciudad, que es uno de los caminos de acceso a Valencia. Otro es el de Teruel. Y los otros dos son los lógicos en la costa, por el norte y el sur. Echaron en falta efectivos militares, y el capitán de la Guardia Civil, Manuel Uribarri, se puso a instruir voluntarios milicianos a toda prisa. Valencia envió columnas sobre Madrid, Teruel y Albacete, en una dispersión de fuerzas muy negativa para conseguir éxitos militares. El 28 de julio, el general José Miaja se hizo cargo de las fuerzas valencianas que el coronel Primitivo Peire había llevado a Albacete. José Miaja Menant había llegado desde Madrid y tenía como objetivo Córdoba, la clave para el dominio de Andalucía, y llevaba como Jefe de Estado Mayor al teniente coronel José Asensio Torrado. Córdoba está a 350 kilómetros de Albacete, y la empresa era dura.

    Liquidación de la rebelión en Valencia.

El 29 de julio de 1936, los milicianos valencianos comenzaron el asalto a los cuarteles rebeldes del ejército. Eran coordinados por guardias civiles y guardias de asalto, que estaban a las órdenes del capitán de la Guardia Civil, Manuel Ulibarri. Los cuarteles fueron tomados el 1 y el 2 de agosto. A partir del 29 de julio, los milicianos valencianos se acercaban cada noche al barco prisión Legazpi, y hacían “sacas” para fusilar militares, resultando de ello muertos 46 militares a los que se consideró simpatizantes de los rebeldes.

El 29 de julio, se supo en Valencia que los rebeldes preparaban un nuevo golpe en Paterna para el día 30. El sargento Carlos Fabra Marín, apoyado en un pelotón de sagentos y cabos, tomó los cuarteles de Zapadores y Minadores de Paterna en los días 29 de julio al 3 de agosto, y detuvo a los rebeldes que había en ellos, y sólo entonces, los sindicatos ordenaron el final de la huelga.

El día 30 de julio, llegó a Valencia el Ministro de Guerra, general Luis Castelló Pantoja, y el capitán de la Guardia Civil, Manuel Uribarri Baturell, levantó una milicia numerosa para ponerla a las órdenes del Ministro. Castelló dominó desde ese momento toda la región levantina. Se puede afirmar que el 3 de agosto todo Levante era republicano.

Castelló quería soldados, y no milicianos, porque quería ir a ayudar a Madrid. Los soldados de infantería y caballería de Valencia se negaron a ir a Madrid, lo cual no era sublevación militar porque el ejército había sido disuelto. En ese momento de indecisión, llegaron requetés y falangistas, y entraron en combate con los republicanos, que eran una mezcla de milicianos civiles, guardias, marineros y soldados, combate que tuvo lugar el 1 de agosto. La infantería rebelde se rindió el 2 de agosto, y el cuartel de caballería fue asaltado por la Guardia Civil, la cual se negó a matar a los oficiales vencidos, como pedían los milicianos.

El general Castelló, Ministro de Guerra, ordenó que en adelante, las columnas militares fueran mandadas por militares exclusivamente.

         La base naval de Cartagena[1].

En Cartagena es preciso distinguir entre la ciudad de Cartagena, sita en un altozano o alcor cerca del puerto, y la base naval de Cartagena situada abajo, en el puerto. El Gobernador Militar de la ciudad de Cartagena, Toribio Fernández Cabrera, era gubernamental, y la ciudad se mostró gubernamental, mientras en la base, muchos oficiales eran rebeldes. El enfrentamiento entre los milicianos de la ciudad de Cartagena con los militares de la base naval de Cartagena, es clave para entender la situación.

En Cartagena ciudad, estaba el Regimiento de Artillería de Costa nº3, con 700 hombres a las órdenes del gubernamental José Brandaris, y el Regimiento de Infantería “Sevilla” nº 34, con 2.443 hombres a las órdenes del coronel Lázaro García Díaz, y allí estaban complicados en la rebelión oficiales de menor categoría, los capitanes Luis Miguel Romero, Waldo Barcón y José Mínguez. También había una compañía de la Guardia Civil, una Comandancia de Carabineros y un grupo de fuerzas de Asalto. También estaban con los rebeldes los capitanes José Esteban Palero, Ángel de la Iglesia, Antonio Lombartí y José López Pinto.

La base de Cartagena era muy compleja, pues contaba con muchos servicios militares:

Jefe de la base era el vicealmirante Francisco Márquez Román. Segundo y Jefe del arsenal era el contralmirante Camilo Molins Carrera. Jefe de Estado Mayor era el capitán de fragata Ramón María Gámez-Fossi. De todos ellos estaba seguro el Gobierno.

Pero en la base de Cartagena había muchos más altos oficiales de Marina: el Jefe del buque insignia “Méndez Núñez”, Trinidad Matres García; el Jefe de la primera flotilla de destructores, Miguel Fontela Maristany; el Jefe de al segunda flotilla de destructores, Fernando Bareto Palacios. El Jefe de la Escuela de Submarinos, Francisco Guimerá Bosch. El Segundo de la Escuela de Submarinos, José Sierra Carmona.

Dentro de la base había: un cuartel de Marinería, un cuartel de guardias de infantería de marina, una base de submarinos, unos servicios de ingeniería naval, la Escuela de Buzos y Submarinistas, los depósitos de combustibles y municiones y la estación radiotelegrafista. Fuera de la base estaban los servicios de intendencia de la armada, y la jefatura de la base.

En la base había: dos flotillas de destructores, cuyo jefe era el coronel Ramón Navia-Ossorio Castropol. Era Jefe de Estado Mayor de destructores, Fernando Basterreche Díez de Bulnes. También radicaban en la base la flotilla de submarinos y la flotilla de torpederos, los barcos auxiliares de transporte y salvamento. También pertenecían a la base, los astilleros en los que se estaban construyendo o reparando los destructores “Almirante Miranda”, “Gravina”, “Almirante Antequera”, “Ciscar”, “Jorge Juan”, “Escaño”, y “Ulloa”.

     Antecedentes de los sucesos de Cartagena.

Para entender los sucesos de Cartagena en julio de 1936, el historiador Juan Martínez Leal nos indica que debemos tener en cuenta que la primavera había sido políticamente intensa. Los vecinos empezaron manifestándose en febrero por la libertad de los presos de octubre de 1934. Tras pedir la amnistía, pidieron la destitución del Gobernador Militar de la ciudad, José López Pinto, y del jefe de la base naval, Juan Cervera Valderrama. Los nuevos cargos que puso el Gobierno de la República Española fueron Toribio Martínez Cabrera como Gobernador Militar, y Francisco Márquez Román como jefe de la base. Ambos eran de partidos de izquierdas, y se suponía que serían fieles al Gobierno. En Semana Santa hubo un nuevo incidente, porque las autoridades de Cartagena, de izquierdas, prohibieron las procesiones. Los católicos, y muchos militares lo eran, se sintieron dolidos. Durante el mes de junio de 1936, se convocaron muchas huelgas, las cuales desembocaron en la huelga general del 14 de julio, que se mantuvo hasta el 17 de julio, cuando los empresarios cedieron en pagar los atrasos salariales que los obreros reclamaban. Durante esos tres días, en la ciudad no hubo luz, ni agua, ni pan.

  Actuaciones del Gobierno en Cartagena en 1936.

El Ministro de Marina, José Giral, sabía perfectamente que en Cartagena había muchos altos oficiales rebeldes, y por eso, envió a Pedro Prado Mendizábal a investigar la situación, con plenos poderes para destituir oficiales. Prado llegó a Cartagena, y destituyó: a Marcelino Galán, comandante del del “Almirante Ferrándiz”; a Francisco Pemartín, jefe de estado Myor de la flotilla de destructores; a Francisco Javier Chereguini, comandante del B-5; a Manuel Álvarez, comandante del C-6; a Manuel Bruguetas, capitán de artillería; y a José de la Figuera, capitán de ingenieros. Pero sólo había dado con unos pocos de los complicados en la sublevación.

El 15 de julio, Giral ordenó que el “Churruca” y el “Lepanto” salieran hacia el Estrecho, que el “Almirante Ferrándiz” saliera hacia Barcelona, y que protegieran le legalidad republicana.

El 17 de julio tuvieron lugar los sucesos de Melilla, que se conocieron en la ciudad el 18, y las autoridades militares de la base ordenaron el acuartelamiento de la tropa. Giral ordenó que el “Sánchez Barcáiztegui”, el “Almirante Valdes”, el “Alsedo” y cinco submarinos salieran hacia el Estrecho a impedir el paso del ejército rebelde a la Península. El 18 de julio, zarparon de Cartagena hacia el Estrecho, los submarinos C-1, C-3, C-4, C-6 y B-6, a las órdenes del capitán de fragata Francisco Guimerá. El destructor “Alsedo” salió para Almería, y desde allí, siguió hasta Málaga, para impedir el desembarco de las tropas africanas en la península. Atracó en Málaga, en la noche del 18 de julio, al lado del amotinado “Sánchez Barcáiztegui”, y los amotinados tomaron el destructor con facilidad.

         La rebelión en Cartagena.

El 18 de julio, llegó a Cartagena, desde Valencia, Martín Selgas Perea, e informó a los rebeldes que la sublevación de Valencia no se había producido. Era un punto contra la rebelión. A las 12:25 horas, se recibió el mensaje de Franco invitando a la rebelión, lo recibió Miguel Sierra Carmona, y se lo pasó a Estado Mayor, donde Marcelino Galán convocó reunión de oficiales para decidir sobre la sublevación, y decidieron ocupar el arsenal de Cartagena. Entonces, el jefe de la base, Francisco Márquez Román, envió al Jefe de estado Mayor, Ramón María Gámez-Fossi, a comunicar a Toribio Martínez Cabrera, Gobernador Militar en la ciudad de Cartagena, que Franco había enviado un mensaje de rebelión. Martínez Cabrera tomó la decisión de no sublevarse, y aconsejó esperar a los resultados de Valencia como lo más prudente en el caso.

El 18 de julio por la tarde, Camilo Molins suspendió las salidas del arsenal, y expulsó de la base a Marcelina Galán y a Martín Selgas Perea, que estaban incitando a la rebelión. Pero los aludidos no se marcharon, sino que Selgas tomo un hidroavión y se fue a Valencia a pedir instrucciones (no encontró la ciudad sublevada con gran sorpresa para él), y Galán se escondió en la base entre sus compañeros rebeldes. Entonces, los rebeldes convocaron diversas reuniones de oficiales en el “Lazaga” en la base de submarinos, y en la estación de radiotelegrafía, para informar de que la rebelión había comenzado. No consiguieron convencer a casi nadie para iniciar la sublevación en la base de Cartagena.

En la base de Cartagena, en 18 y 19 de julio, se vivían momentos de tensión y desconcierto, pues eran muchos los querían adueñarse de la base: Mola había contactado con el capitán de fragata Marcelino Galán Arrabal, comandante del destructor “Almirante Ferrándiz”, pero Galán fue depuesto por Pedro Prado Mendizábal el 14 de julio. Había contactado también con el capitán de fragata Fernando Bastarreche, comandante del destructor “Sánchez Barcáiztegui”; y con el capitán de corbeta García de la Mata, comandante del Submarino C-2; con Francisco Pemartín Sanjuán, jefe de Estado Mayor de la Segunda Flotilla de destructores; con el segundo del Gobernador Militar, el capitán García González; con Francisco Sierra Gauche; con el comandante del submarino C-2, Juan García de la Mata, que actuaba como enlace de los rebeldes de submarinos; con el ayudante mayor del arsenal, Francisco Moreno de Guerra, que hacía de enlace entre las distintas dependencias de la base; con el teniente de navío José Tapia Manzanares, que hacía de enlace entre los rebeldes de los destructores. El golpe en Cartagena, estaba por lo tanto bien planificado por Mola. Que después el golpe fracasara, se debió a otras circunstancias.

En Cartagena ciudad, en el cuartel de Artillería de Costa, el coronel José Brandaris concedió permisos de salida a la tropa, y convocó a los sargentos a reunión en biblioteca. Nadie sabía que significaban aquellas órdenes y los sargentos decidieron no ir a biblioteca, sino tomar las armas y organizarse. Brandaris cambió de destino a otros que no iban a salir, y detuvo a otros de los que sospechaba que serían rebeldes.

A última hora de la tarde del 18 de julio, los rebeldes cartageneros detuvieron a conocidos sindicalistas del PSOE: Antonio Ruiz González, Rafael Zarauz, Manuel Gutiérrez Pérez, y dos buzos más. Parecía que la rebelión comenzaba.

La confusión era muy grande a esas horas, pues no se sabía en que circunstancias estaba la base, y tampoco se sabía de los barcos: el “Sánchez Barcáiztegui” había enviado un telegrama diciendo que se rebelaba, y horas más tarde envió otro diciendo que era fiel al Gobierno. La explicación para nosotros es fácil, que primero los oficiales se habían declarado rebeldes, y más tarde la marinería se había impuesto y había tomado el mando del buque, pero para la base de Cartagena era muy difícil saber lo que estaba pasando de verdad. Además, no se estaba informando de nada a la marinería. Los vicealmirantes jefes de la base, querían evitar enfrentamientos internos que produjeran muertos. Ello resultó una gran ventaja para los rebeldes.

El Regimiento de Infantería se declaró fiel al Gobierno y al Gobernador Toribio Martínez Cabrera.

En la noche del 18 de julio, el capitán Francisco Moreno de Guerra, sirviéndose de tres compañías de marineros, se hizo con el control de la base de Cartagena.

El 19 de julio empezaron a ocurrir cosas raras, producto de la tensión acumulada: el fogonero Dionisio Merchante Avilés, disparó sobre el teniente de navío Ángel González, en la Estación de Submarinos, y los oficiales que estaban allí dispararon sobre Dionisio. Para entonces, se consideraba en la base que la sublevación había fracasado, y se suspendió la orden de acuartelamiento de la tropa. Pero en ese momento se conoció que los oficiales del “Almirante Valdés”, habían sido detenidos por sus tripulaciones bajo la sospecha de rebeldía, y que el buque estaba regresando a Cartagena. En el “José Luis Díez” la tripulación dio vivas a la República, lo cual no se sabía qué significaba, pues ambos bandos daban ese día vivas a la República, los unos cuando se sublevaban, y los otros cuando defendían al Gobierno.

El 19 de julio, a las 17:00 horas, regresó al puerto de Cartagena el destructor “Almirante Valdés”, con su oficialidad detenida por su tripulación. El barco era gobernado por el jefe de máquinas Santiago López Jiménez, un tipo sin apenas graduación militar. La multitud de la ciudad de Cartagena salió a aclamarle, y le llevaron a hombros hasta el Ayuntamiento de la ciudad. En esos mismos momentos, el gitano Chipé apuñaló a dos muchachos de Juventudes Socialistas, y la multitud se fue contra el detenido por la policía, y le linchó.

El 19 de julio por la tarde, la oficialidad del crucero “Libertad” y del crucero “Miguel de Cervantes” fueron arrestadas por la marinería, y los buques también se declararon gubernamentales. Los gubernamentales contaban además con 4 torpederos, 1 guardacostas, 3 submarinos y varios barcos auxiliares. Así que casi toda la flota de Cartagena era republicana.

En la tarde del 19 de julio, el buque “Almirante Ferrándiz”, a las órdenes del capitán de fragata Navarro Capdevila, partió hacia Valencia para impedir la rebelión de las III División Orgánica.

Los frentepopulistas en la ciudad de Cartagena.

En la ciudad de Cartagena, los frentepopulistas tomaron el Ayuntamiento y el Casino, el 19 por la tarde, y decidieron ir sobre la base naval, abajo en el puerto. Los Guardias de Asalto se sumaron a la multitud que estaba en las calles de Cartagena y sus armas daban fuerza a la manifestación que bajó a la base.

A las 21:00 horas del 19 de julio, la población de Cartagena intentó asaltar el arsenal militar. En esos momentos, los oficiales del “José Luis Díez” ordenaron repartir armas a la tripulación, sin darse cuenta de la imprudencia que estaban cometiendo. Al momento, se dieron cuenta de que poner armas en manos de una multitud desordenada era una irresponsabilidad, y mandaron devolverlas, pero nadie les hizo caso. Las armas fueron utilizadas para detener a los jefes del “José Luis Díez”.

A las 22:00 horas del 19, se produjo el momento de máxima tensión, cuando los marineros que estaban en Cartagena con permiso, tenían que volver a la base. La multitud no les dejaba pasar y les decían que les esperaban para matarlos, pues la base era rebelde.

Una comisión de frentepopulistas exigió hablar con las autoridades de la base, les dejaron entrar en la Sala de Armas a esperar, y los que venían a parlamentar, se hicieron con las armas de los soldados de guardia, y se quedaron toda la noche.

Así los rebeldes perdieron en Cartagena todo el día 19, y los rebeldes se quedaban sin el elemento sorpresa. Mola y Franco estaban defraudados.

En 20 de julio, los rebeldes habían perdido dos días, en reuniones entre ellos el 18, y en enfrentamientos con los civiles el 19. En el tercer día, el 20 de julio, lo que sucedió fue que los militares fieles al Gobierno dominaban la base de Cartagena, el arsenal completo.

Llegaron órdenes de Madrid, deponiendo a Francisco Márquez Román, jefe de la base, y a Camilo Molins Carrera, su segundo y confirmando a los elegidos popularmente.

La marinería gubernamental actuaba como masa, hasta que un auxiliar de la base llamado José Andreu Lillo, los hizo formar y marchar en orden. Los grupos de civiles armados, fueron a buscar al jefe del Arsenal, Camilo Molins, y juntos fueron al “Lazaga”, destituyeron a los jefes que la marinería decía que no les gustaban, y los apresaron. Molins les destituyó obedeciendo las órdenes de la masa. Se utilizaban métodos populistas, como preguntar a la tripulación con qué oficiales estaban disconformes y quién les era simpático, y los que tenían animadversión de la marinería eran destituidos y encarcelados en el barco prisión “España nº3”, de triste recuerdo porque allí fueron asesinados muchos de los presos más adelante. Y a continuación, la marinería elegía a sus nuevos mandos plebistariamente (los comunistas dicen democráticamente, pero no hay democracia en el incumplimiento de la ley).

Luego fueron al transporte “Almirante Lobo” y detuvieron a sus jefes, luego al destructor “Alcalá Galiano” para hacer lo mismo, y luego visitaron con igual motivo cada uno de los submarinos, torpederos… Navarro Capdevila tomó el mando del “Almirante Ferrándiz”, que venía de Barcelona. El golpe había fracasado en Cartagena, al igual que había fracasado en Barcelona y en Málaga, y ello significaba un gran fracaso de lso rebeldes, a pesar de que dominasen El Ferrol y San Fernando.

En estos plebiscitos, Andreu Lillo fue proclamado Jefe de Marinería, Manuel Gutiérrez fue proclamado Jefe de Oficiales, el teniente de navío, Antonio Ruiz González, fue proclamado Jefe de la Base, el maquinista Manuel Gutiérrez Pérez fue proclamado Jefe del Arsenal, y así con el resto de mandos de la base.

El día 20, la oficialidad del acorazado “Jaime I”, fue detenida por su tripulación. Con ello, la mayor parte de la flota quedaba en manos de gubernamentales.

El 21 de julio, entraron en el cuartel de Infantería de Cartagena unos civiles y se pusieron a confraternizar con los soldados, todos ellos gubernamentales.

Puede que tenga una disculpa la proclamación por aclamación en un momento puntual, pero lo más asombroso fue que el Gobierno de Madrid confirmara todos estos nombramientos unos días más tarde. Lo único claro es que, en Cartagena, había una rígida separación entre oficiales y marineros, y se dice que la masonería había organizado a los suboficiales y marinería en contra de los oficiales y jefes, y que este proyecto estalló con motivo de la sublevación del 18 y 19 de julio. A esta circunstancia se añadió el que los comunistas y socialistas de clase de la ciudad de Cartagena habían estimulado la formación de piquetes para inflamar la revolución, y que las masas de fuera de la base, contribuían al populismo que surgió dentro de la base.

     El fracaso de la rebelión en los buques.

El conjunto del plan rebelde para España, comenzó a fallar en los buques de la Armada: La marinería, que era fiel al Gobierno, se sublevó contra sus jefes, la mayoría de ellos golpistas. El destructor “Lepanto” se mantenía fiel a la República desde el principio. El radiotelegrafista Benjamín Balboa comunicó por radio desde Ciudad Lineal (Madrid), que los marineros debían detener a sus jefes y oficiales, y hacerse cargo de los buques de guerra, pero ya la marinería se había adelantado a hacerlo en el “Almirante Valdés”, en el “Sánchez Barcáiztegui”, y en el “Alsedo”. El telegrama de Benjamín Balboa tuvo su principal efecto sobre el “Churruca”, en Cádiz, donde esa misma noche la marinería se hizo cargo del buque.

El día 20 de julio, los rebeldes tomaron los submarinos C-3, C-4 y B-6. El día 21, tomaron el C-6. Pero los submarinos C-2, C-5 y B-5 cambiaron a su oficialidad, y no se rebelaron como sus oficiales les pedían.

En el destructor “Lepanto”, el destructor “Almirante Ferrándiz” y en el submarino C-1 no se consideró necesario cambiar la oficialidad, puesto que no había rebeldes. Los destructores “José Luis Núñez”, “Alcalá Galiano” y “Lazaga”, se quedaron en el puerto de Cartagena.

         Base Aeronaval de San Javier.

En la base aeronaval de San Javier en La Manga, Murcia, dependiente de la base naval de Cartagena, el jefe del aeródromo era José de la Rocha Riedel y su segundo, Eladio Ceano-Vivas Abarca, y estaban comprometidos con los rebeldes.

A las 10:00 horas del 18 de julio, llegó un avión desde Madrid con el contralmirante Ramón Fontela Maristany, que había sido designado por Giral jefe de la Base de San Javier, y Fernando Navarro, que había sido designado jefe de destructores de la Base de Cartagena. Los dos fueron detenidos. Pero la base de San Javier no se puso a ayudar a los rebeldes de Cartagena, ni atacó Los Alcázares que no se habían sublevado, y estaban a pocos metros de su base, y los rebeldes perdieron muchas bazas en ese juego.

El 18 de julio por la tarde, escapó de San Javier el oficial de aeronática Javier Garcellés, y se llegó a Los Alcázares, que está muy cerca, e informó que San Javier se había sublevado.

El general Toribio Martínez Cabrera, Gobernador militar de Cartagena, ordenó al aeródromo de Los Alcázares (Murcia) ametrallar al de San Javier. Y al mismo tiempo, envió por tierra un regimiento de infantería que salió de Cartagena para ocupar San Javier, y una batería de artillería que salió de Murcia con la misma orden. La expedición la mandaba el comandante gubernamental Juan Ortiz Muñoz.

El 19 por la mañana, los aviones de Los Alcázares, aeródromo vecino de San Javier, y 300 hombres a las órdenes de Capitán Melendreras, tomaron San Javier, e hicieron prisioneros a todos los oficiales de la plaza. La tropa se había pasado al bando gubernamental, y la detención de la oficialidad, fue fácil.

          Aeródromo de Los Alcázares.

En el aeródromo de Los Alcázares, de Murcia, escuela de pilotos de combate y bombardeo, fue gubernamental desde el primer momento. Era una dependencia del Ministerio de Aviación, y por ello estaba bajo la obediencia de Toribio Martínez Cabrera en Cartagena. El líder de los rebeldes de Los Alcázares era el capitán Martín Selgas Perea.

       La rebelión en Mahón.

     Las consecuencias de lo ocurrido en Cartagena los días 18 al 20 de julio, fueron muy desfavorables a los rebeldes:

En Mahón, puerto militar dependiente de Cartagena, el jefeera Luis Pascual de Pobil Chincheri, comprometido con los rebeldes, su segundo y jefe del arsenal era Federico Garrido Casadevente, comprometido con los rebeldes, el jefe de estado Mayor era Ramón Montero de Azcárraga, comprometido con los rebeldes, y el jefe de hidroaviones era Dionisio Martínez de Vivanco, comprometido con los rebeldes. El día 21, la flotilla de Mahón detuvo a sus oficiales y se declaró fiel al Gobierno.

El día 23, la tripulación del destructor “Antequera” detuvo a sus oficiales y se puso del lado del Gobierno republicano.

Pero las consecuencias también fueron desfavorables al Gobierno de la República Española: La multitud decidió elegir “democráticamente” a los nuevos jefes, por votación popular y ello significó que resultaron elegidos hombres sin ninguna preparación militar, no fieles al Gobierno, sino a sus agrupaciones políticas.

Todavía más absurdo fue que el Gobierno ratificara estos nombramientos populares, unos días después. Naturalmente, la calidad de los mandos de la Escuadra dejó mucho que desear en adelante.

El golpe en el resto de la III División.

En Castellón de la Plana estaba comprometido con los sublevados el teniente coronel José Giner Morello, jefe del Batallón de ametralladoras, el cual estaba a la espera de lo que ocurriera en Valencia y en Barcelona. Una vez fracasado el golpe en estas dos ciudades, no hizo nada más, y el Gobierno de la República le destiyuó el 19 de julio, sustituido por el teniente coronel Primitivo Peyré Cabaleiro, un republicano.

En Alicante, el Gobernador había detenido a 52 falangistas que habían ido a la cárcel a liberar a José Antonio Primo de Rivera. Pero las tropas de Alicante permanecían acuarteladas porque el general José García-Aldave Mancebo, un hombre católico y de derechas, no se decidía a tomar partido. El 18 de julio, fracasó el alzamiento de Alicante, y fracasó también la fuga de la cárcel de José Antonio Primo de Rivera.

El día 20, García-Aldave le comunicó a Martínez Barrio que ni se sublevaba, ni tomaría las armas contra compañeros militares, pero que la tropa quedaba acuartelada.

El día 23 de julio, los milicianos y unos soldados de Marina, rodearon el cuartel de infantería, y García-Aldave no supo cómo reaccionar. El día 24 de julio recibió orden de marchar sobre Albacete, que se había sublevado, y se negó. García Aldave fue detenido y encarcelado, y sería fusilado el 13 de octubre.

De todos modos, la columna militar salió para Albacete, aunque la mandaran jefes de rango inferior a general.

Aunque el día 18 de julio los falangistas habían salido a la calle en Alcoy, la ciudad de Alcoy no se rebeló porque los sindicalistas obreros habían ocupado la calle, y los militares no se atrevían a emprender un baño de sangre.

En Játiva, los rebeldes fueron neutralizados al poco de emprender la rebelión.

En Murcia, el coronel Jorge Cabanyes Mata no se rebeló, y los oficiales rebeldes a su mando estaban esperando su ocasión. Cuando el general Toribio Martínez Cabrera[2], Gobernador Militar de Cartagena, les ordenó salir contra los rebeldes de Albacete, se negaron a obedecer, lo cual fue tomado como excusa para detenerles el 21 de julio, y ya no hubo rebelión en Murcia. El Gobierno Militar de la ciudad de Cartagena es independiente de la Base Naval de Cartagena, que pertenece a la Marina y está gobernada por almirantes.

En Albacete, triunfó la sublevación entre algunos militares, Guardia Civil, Guardias de Asalto y Carabineros. Y el 19 de julio, el comandante de la plaza, teniente coronel Enrique Martínez Moreno, declaró estado de guerra y destituyó al Gobernador Civil. Tomó el mando de la Guardia Civil y Guardia de Asalto, y se hizo fuerte en el Cuartel de la Guardia Civil. Estaba cometiendo un error grave de cálculo, puesto que Valencia y Murcia no se habían sublevado, y a fines del día 19 comprendió la situación apurada en que estaba. El 22 de julio, aviones de Los Alcázares bombardearon a los rebeldes de Albacete. El 25 de julio, Martínez Moreno fue sometido por milicianos y soldados de Alicante y Murcia, y fue fusilado.

El 24 de julio, llegaron a Albacete columnas gubernamentales de Cartagena, Murcia y Alicante. La lucha se prolongó 24 horas, hasta que el rebelde teniente coronel de la Guardia Civil Fernando Chápuli Ausó, apareció con un tiro en la cabeza, y entonces sus hombres se rindieron.

Martínez Moreno pidió ayuda por radio a los rebeldes, y Franco le contestó “resista con heroísmo”, y los que estaban cercados fueron cayendo, hasta que a las 12:45 acabó su resistencia. Martínez Moreno fue detenido y fusilado. A media tarde, un avión rebelde, procedente de Sevilla, bombardeó la ciudad, una acción sin sentido ninguno.

    El Comité Ejecutivo Popular de Valencia.

El 3 de agosto, se constituyó oficialmente el Comité Ejecutivo Popular de Valencia. Constaba de un representante de cada partido del Frente Popular y dos representantes de cada sindicato. El Presidente seguía siendo Ernesto Arín Prado, pero ahora con el título de Gobernador de Valencia.

El Gobierno del Comité Ejecutivo Popular se componía de varias Delegaciones bastante bien estructuradas: La Delegación de Agricultura, Comercio e Industria regulaba las incautaciones de recursos, la intervención en tierras abandonadas, las exportaciones, y la distribución de abonos, semillas y plaguicidas. Los exportadores debían solicitar una licencia de exportación, los Comités Locales hacían recuentos de existencias en su localidad, y el Comité Ejecutivo Popular gravaba con 10% ad valorem las exportaciones admitidas. La Delegación de Abastecimientos se ocupaba de llevar alimentos al frente, y de la parte que quedaba a disposición de los ciudadanos de Valencia. Para ello, hacía recuentos diarios de sus existencias y de las mercancías que salían a los mercados, y decidía qué porción de alimentos podía ser enviada a Madrid. La leche, carne y patatas comenzaron a escasear, y fueron racionados. La Delegación de Transportes se incutó de los tranvías, ferrocarriles y autobuses, así como del transporte de soldados al frente. La Delegación de Propaganda, Prensa y Comunicaciones era portavoz del Comité Ejecutivo Popular y controlaba los espectáculos, la prensa, la imprenta, la radio, las salas de cine, los periódicos… La Delegación de Trabajo y Paro organizaba una serie de obras públicas para que hubiera trabajo para todos. La Delegación de Sanidad se ocupaba de las materias de sanidad, beneficencia y asistencia social a los mayores y a los menores, a los hospitales, al personal sanitario, y también del tema de farmacia. La Delegación de Banca y Hacienda se ocupó de las cuentas bancarias e intentó que no fueran incautadas, como suele suceder en tiempos de guerra. La Delegación de Justicia se hizo cargo de la Audiencia Territorial, del Tribunal de Menores, de la depuración de funcionarios, y del orden público. La Delegación de Milicias y Guerra se ocupó del adiestramiento militar de los milicianos y de la coordinación de las acciones militares propias del Estado Mayor, así como de la distribución de la intendencia militar y el aprovisionamiento de armas. La Delegación de Milicias creó columnas militares con nombres románticos como “La Columna Desesperada”, “La Columna Fantasma”, la Eixea Uribe, la Maroto, la Columna de Acero, la columna de Hierro… Para su levantamiento reclutaba voluntarios de entre 21 y 35 años, que tuvieran el aval de un partido o un sindicato del Frente Popular, y pasaban a integrar en las Milicias Populares Antifascistas.

El 5 de agosto, la Delegación del Gobierno de Madrid, abandonó Valencia. Había fracasado, y Valencia quedaba en manos de unos sindicatos, en situación prerrevolucionaria.

Pero gobernar fue más difícil de lo que el Comité Ejecutivo Popular había supuesto en su imaginación. En la realidad, cada columna militar actuaba por su cuenta, ejecutaba a las personas que le parecía sin control judicial alguno, se apropiaba de los alimentos que podía sin esperar el reparto oficial, y hacía incautaciones de fincas a su albur. Y cada Comité Revolucionario Local hacía otro tanto en su localidad. De hecho, el Comité Ejecutivo Popular sólo logró hacerse obedecer en la ciudad de Valencia, y incluso allí, los sindicatos tomaban suis propias decisiones al margen del Comité. En Alcoy, Sagunto, Játiva, Monóvar, Callosa de Ensarriá, y Gandía, gobernaban de hecho los anarquistas. Y en Alcira, gobernaba UGT. Castellón de la Plana creó su propio Comité Ejecutivo Antifascista integrado por 14 miembros de CNT, 7 de UGT, 7 de POUM, y 7 republicanos, el cual perduró hasta 27 de noviembre de 1936. Alicante también creó su propio Comité del Frente Popular, y tampoco obedecía a Valencia.

En noviembre de 1936, fue preciso crear el Consejo de Economía de Valencia, con intención de imponerse a los diversos comités locales y temáticos. Era una decisión de Largo Caballero, que el 7 de noviembre, trasladó el Gobierno de España a Valencia. El Comité Ejecutivo Popular de Valencia empezó a perder competencias, y acabó conformando un Consejo Provincial dependiente del Gobierno de España en Valencia. El 1 de diciembre de 1936, el Consejo de Economía de Vlencia reguló las colectivizaciones de fincas y de industrias: reguló que fueran colectivizadas las emp`resa de más de 50 obreros, las de empresarios facciosos, las abandonadas y las que fueran declaradas de interés general. Las empresas de menos de 50 obreros se declaraban privadas bajo control obrero. Las empresas de menos de 3 obreros, se declaraban libres. Las empresas colectivizadas eran gestionadas por un Consejo de Empresa de entre 3 y 15 miembros, todos ellos nombrados por los sindicatos locales. Las empresas privadas de control obrero mantenían al propietario como director de la empresa, pero la dirección era compartida por el propietario y por una Comisión de Control Sindical. Las viviendas de Valencia pasaban a la Consejería de Construcción. Las fincas rústicas en general, pasaban a ser propiedad del Estado, y podían ser cultivadas bien individual o bien colectivamente. Los antiguos propietarios pasaban a usufructuarios, y debían pagar un canon anual al Estado. Nadie podía ser usufructuario de más de 30 hectáreas en secano, 5 en regadío y 3 en la huerta. Para la venta y distribución de los productos agrícolas se establecieron cooperativas de productores. Las cosechas debían ser entregadas en su totalidad a la Cooperativa de Productores local, la cual organizaba las ventas.

Pero resultó que la mayoría de los temas importantes eran demasiado complejos, tales como la distribución de agua, el funcionamiento de los tranvías y autobuses, la regulación del tráfico ferroviario, y se decidió que el Estado no interviniese en esos temas, porque en ese caso dejaban de funcionar. El consejo de Economía de Valencia dejó de funcionar a finales de marzo de 1937.

A finales de septiembre, el Gobierno de Largo Caballero se dio cuenta del error del populismo, y decidió destituir al coronel Ernesto Arín Prado, líder del Comité Ejecutivo Popular y entregó el organismo a Ricardo Zabalza, líder de FNTT. El Comité Ejecutivo Popular desapareció a finales de 1936.


[1] Juan Martínez Leal, “Alzamiento y Revolución. El 18 de julio en la base naval de Cartagena”. Anales de Historia Contemporánea. https//rua.ua.es/dspce/bitstream/10045/54610.

[2] Toribio Martínez Cabrera, 1874-1939, se formó en la Academia de Infantería de Toledo, estuvo en la Guerra de Cuba hast 1897, e hizo los cursos de Estado Mayor a continuación, por lo que fue conocido en adelante como oficial de Estado Mayor. En septiembre de 1921 fue Gobernador Civil de Badajoz. En 1922 fue Jefe de Estado Mayor en Vizcaya. Luego fue profesor de la Escuela Superior de Guerra, donde ascendió a coronel y a general. En 1936, era Gobernador Militar de la ciudad de Cartagena, y fue fiel al Gobierno de la República, contribuyendo a sofocar la rebelión de la base naval y de la base aérea de San Javier. Durante la guerra fue Jefe de Alto Estado Mayor, y se enemistó con los comunistas tras informar que en las milicias no había disciplina, ni autoridad, ni coordinación, por lo que los comunistas le acusaron de traidor. Fue relegado a un puesto burocrático en Madrid, donde soportó el ataque final de los rebeldes y la caída de la ciudad, tras lo cual fue fusilado en junio de 1939.

Post by Emilio Encinas

Emilio Encinas se licenció en Geografía e Historia por la Universidad de Salamanca en 1972. Impartió clases en el IT Santo Domingo de El Ejido de Dalías el curso 1972-1973. Obtuvo la categoría de Profesor Agregado de Enseñanza Media en 1976. fue destinado al Instituto Marqués de Santillana de Torrelavega en 1976-1979, y pasó al Instituto Santa Clara de Santander 1979-1992. Accedió a la condición de Catedrático de Geografía e Historia en 1992 y ejerció como tal en el Instituto Santa Clara hasta 2009. Fue Jefe de Departamento del Seminario de Geografía, Historia y Arte en 1998-2009.

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