Julio de 1936 en La Coruña.

La Rebelión en la VIII División Orgánica.

ideas clave: el 17 y 18 de julio en la VIII División, inicio de la rebelión en la VIII División, La Coruña el 20 de julio, El Ferrol el 20 de julio, Otras ciudades gallegas el 20 de julio, Asturias en julio de 1936, Oviedo en julio de 1936, Gijón en julio de 1936, el 21 de julio en Asturias, el ataque de Galicia sobre Asturias,

La VIII División Orgánica comprendía La Coruña, Lugo, Orense, Pontevedra, Asturias y León. Y en La Coruña estaba la base naval de El Ferrol, con importantes astilleros navales.

El General Jefe de la División, Enrique Salcedo Molinuevo, no quería asumir la responsabilidad de tomar la decisión de sublevarse. Y el segundo en la División, general Rogelio Caridad Pita, no quería sublevarse. El Gobernador Civil de La Coruña, Francisco Pérez Carballo, tampoco quería tomar la iniciativa de decidir sublevarse o de declararse en contra.

Simpatizaban con la rebelión el Jefe de Estado Mayor de la División, coronel Luis Tovar Figueras, que además era secretario regional de UME. También estaban de vacaciones en La Coruña, el teniente coronel de la Guardia Civil Florentino González Vallés, y Manuel Hedilla, un líder falangista. Mola también había contactado con el coronel Pablo Martín Alonso, del Regimiento de Infantería “Zamora”, porque sabía que había participado en la Sanjurjada de 1932 y había sido enviado a Villacisneros (Río de Oro) de donde se fugó. Fue amnistiado en 1934, y en febrero de 1936 había sido nombrado Jefe del Regimiento de La Coruña.

Había que tener en cuenta a los jefes de la base naval de El Ferrol: Jefe de la base era el vicealmirante Indalecio Núñez Quixano, y estaba comprometido con los rebeldes; segundo y jefe del arsenal era el contralmirante Antonio Azarola Gresillón, un hombre de toda confianza del Gobierno, pues había sido Ministro de Marina desde diciembre de 1935 hasta febrero de 1936 para Portela Valladares. Y hasta pocos días antes, había sido Jefe de Estado Mayor de la base Manuel Vierna Belando, líder rebelde. Y los oficiales de baja graduación y suboficiales, eran en general fieles al Gobierno.

     Primeros movimientos en 17 y 18 de julio.

Las tripulaciones de los buques de El Ferrol estaban ociosas mientras se reparaban sus naves, y en esos días de la sublevación, se declararon fieles al Gobierno de la República. El 17 de julio, desde Madrid, se había dado orden a los cruceros “Libertad”, “Miguel de Cervantes” y “Almirante Cervera”, que salieran a la mar. El Vicealmirante Indalecio Núñez Quixano entendió inmediatamente que la sublevación había empezado, pero no hizo nada. Su duda se resolvió el 18 de julio por la mañana, cuando le llegó el mensaje de Franco. Pero Indalecio Núñez no declaró tampoco entonces el estado de guerra, ni inició la sublevación.

El 17 de julio por la tarde, se convocaron mítines obreros para impedir la sublevación. La población civil de La Coruña, empezó a salir a la calle con escopetas, y hubo algunos desórdenes.

Ante los rumores de sublevación, el Alcalde de La Coruña, Alfredo Suárez Ferrín, pidió armas para que el pueblo pudiera oponerse a los posibles sublevados, pero el Gobernador, Francisco Pérez Carballo, se las negó. El Gobernador Francisco Pérez Carballo, convocó a los líderes políticos y sindicales para tratar de detener la sublevación. Entendía que, deteniendo a las gentes de derechas y falangistas, y retirándoles sus armas, no habría golpe de Estado. Los sindicalistas asaltaron el templo de San Pedro Mezorzo y obtuvieron algunas armas el 18 de julio.

Cada Ayuntamiento organizó su propio Comité de Defensa con representantes del Frente Popular, de UGT y de CNT. En el Comité de Defensa de La Coruña había pesoístas, comunistas de Juventudes Socialistas Unificadas, cenetistas, faístas, ugetistas, comunistas del PC, galleguistas y republicanos. El Alcalde de La Coruña, Alfredo Suárez Ferrín, junto al Gobernador, Francisco Pérez Carballo, organizaron su propio Comité de Defensa. Por ello, el alcalde fue detenido el 21 de julio por el capitán rebelde Fuciños Gayoso, que se proclamó nuevo alcalde. Suárez Ferrín fue encarcelado, y fusilado el 31 de agosto siguiente.

En la madrugada del 18 de julio, la mayoría de los buques de guerra recibió órdenes de zarpar hacia el Estrecho, pero el jefe de la flotilla, Miguel Mier del Río, retrasó lo que pudo el cumplimiento de la orden, unas 24 horas.

En El Ferrol, en la mañana del 18 de julio se recibió una llamada de Franco al Jefe de la base, Indalecio Núñez Quixano, para comunicarle el comienzo de la rebelión. Pero el vicealmirante Indalecio Núñez Quixano no quería tomar una decisión hasta asegurarse de lo que pasaba. Enseguida fue sustituido en el mando por el contralmirante Azarola, que era fiel al Gobierno republicano.

El 18 de julio, por la noche, Queipo de Llano llamó por teléfono al jefe de la División, Enrique Salcedo Molinuevo, invitándole a sumarse a la sublevación. El 19 de julio por la mañana, Mola pidió a Enrique Salcedo Molinuevo que declarase estado de guerra, e iniciase la rebelión en La Coruña. Pero Salcedo no lo hizo porque el segundo en la División, Rogelio Caridad Pita, era fiel al Gobierno, y no quería enfrentamientos.

   Inicio de la rebelión en 19 de julio.

El 19 de julio se produjo un incidente que pudiera parecer ordinario, pero que cobró especial significación: Los guardias municipales habían detenido a un teniente de artillería de costa, y un capitán de su regimiento había tomado 15 soldados y se había presentado en el Ayuntamiento para llevarse al detenido. Este incidente, acarreó que el coronel Antonio Corsanegro Waters-Horcasitas, jefe del regimiento, fuera llamado a su puesto, y abandonase sus vacaciones en La Coruña. Y toda la base de El Ferrol se puso nerviosa. Fue el 19 de julio cuando empezaron a notarse los brotes de violencia en El Ferrol. Pero nadie se atrevía todavía a salir a la calle.

La situación en La Coruña era confusa, porque algunos jefes estaban dispuestos a sublevarse, pero no lo hacían porque temían a la suboficialidad republicana que podía fusilarles en cualquier momento. Las discusiones eran también frecuentes el 19 de julio en El Ferrol.

El 19 de julio, a las 15:00 horas, la ciudad de Orense inició la rebelión, y detuvo al Gobernador Civil de la ciudad, Gonzalo Martín March. El comandante José Ceano Vivas Sabán y el coronel Luis Soto Rodríguez, declararon estado de guerra el día 20.

El 19 de julio, a las 18:00 horas, Manuel Vierna Belando puso la base de El Ferrol en estado de alarma, es decir, iniciaba la rebelión. Era una situación confusa, en la que unos pensaban que era la sublevación, y otros pensaban que era un asunto rutinario. Los generales Enrique Salcedo Molinuevo y Rogelio Caridad Pita, y el vicealmirante Antonio Azarola, distribuyeron armas, y afirmaron su lealtad a la República. La Guardia Civil y Guardia de Asalto dieron su acuerdo a estas medidas.

Entre los rebeldes, el grito de “Viva la República” no era conforme con el “Viva Cristo Rey” que hacían sus compañeros navarros. Y no tenía sentido que los monárquicos y liberales golpistas hubieran aceptado como socios a los dictatoriales antidemocráticos africanistas, y a los fascistas de Falange Española. Era la misma contradicción que se estaba produciendo en el PSOE, por la que el PSOE democrático había abandonado la dirección del partido en manos de los largoballeristas partidarios de la dictadura del proletariado, o socialismo de clase. También  observamos la misma contradicción en que el Gobierno de los liberales republicanos había aceptado como socios a los comunistas, largocaballeristas y anarquistas, que eran antiliberales. Era absurdo por todas partes.

             La Coruña en 20 de julio.

En La Coruña tomo la responsabilidad de la rebelión, el coronel Pablo Martín Alonso, un monárquico alfonsino que había tomado parte en la rebelión de Sanjurjo de 1932 y había sido confinado en Villacisneros, pero fue amnistiado en 1936. Tuvo destino en La Coruña, y se convirtió en el contacto de Mola en la ciudad. También estaban complicados el Jefe de Estado Mayor, coronel Luis Tovar Figueras, y el coronel Enrique Cánovas Lacruz. Cánovas Lacruz formaba parte del grupo de militares monárquicos y liberales que se sublevaba contra el socialismo de clase y el comunismo, que estaban, a su parecer, tomando el poder en España en contra de las libertades ciudadanas.

El general Rogelio Caridad Pita, segundo en la División, se declaró fiel al Gobierno, y el general Enrique Salcedo Molinuevo, hizo otro tanto. El general Salcedo Molinuevo relevó del mando a los coroneles rebeldes, y cuando se dirigió al cuartel de infantería Zamora nº8, para dialogar con los rebeldes, o para detenerlos en el caso que no depusieran su actitud, resultó detenido por los coroneles. Cánovas Lacruz se proclamó jefe de la VIII División. Inmediatamente envió soldados contra el Gobernador y contra el alcalde de La Coruña, y contra los alcaldes de Vigo, Orense, Lugo y El Ferrol.

Pablo Martín Alonso y Enrique Cánovas Lacruz tomaron el mando de la VIII División, La Coruña, a mediodía del 20 de julio, y decidieron continuar la rebelión, aunque se convirtiera en guerra civil. Tenían de su lado a los falangistas, con los cuales podían dominar las calles.

Para entonces, ya se habían movilizado las fuerzas fieles al Gobierno, las milicias sindicalistas, los Guardias de Asalto y los Carabineros, y hubo enfrentamiento. Los guardias aguantaron la confrontación con los militares unas horas. Las milicias sindicalistas aguantaron hasta el día 22 por la tarde, y huyeron en desbandada, se embarcaron en los bous “Santa Rosa” y “Santa Amalia” y se llegaron a Bilbao el 25 de julio.

El Gobernador Civil, Francisco Pérez Carballo, de Izquierda Republicana, unos guardias de asalto y unos grupos de guardias civiles, ocuparon el Gobierno Civil. También algunos trabajadores de La Coruña intentaron oponerse a los rebeldes el día 20, pero es imposible que un grupo de civiles haga frente con éxito a un ejército profesional, si los profesionales actúan como saben y disciplinadamente. Resistieron dos días los ataques de los rebeldes. Y en la tarde del 22, el Gobernador, Pérez Carballo, se rindió, fue apresado, y días después, fusilado. Se habían producido 31 muertos.

En ese mismo día, 20 de julio, se supo que el golpe de Estado había fracasado en Madrid y en Barcelona, lo cual llenó de angustia a los rebeldes.

Todavía más tarde, llegó a la ciudad una columna de mineros desde Noya, y reanudaron la lucha a favor de la República, tomaron la estación de ferrocarril e incluso hicieron una incursión en el centro urbano. Resistieron hasta el 25 de julio. Acabaron huyendo, porque sus armas eran muy inferiores a las de los profesionales, y las municiones se les acababan.

El día 20, por la tarde, los rebeldes detuvieron a los generales Enrique Salcedo Molinuevo, Rogelio Caridad Pita y el contralmirante Azarola Gresillón y se ocupó la ciudad de La Coruña. Los rebeldes hicieron las detenciones que consideraron precisas, y pusieron cañones frente al Gobierno Civil.

La Guardia Civil y la Guardia de Asalto se pasaron a los insurgentes, y el levantamiento triunfó en La Coruña.

         El Ferrol el 20 de julio.

Antes del 20 de julio de 1936, el general Enrique Salcedo Molinuevo, comandante en jefe de la VIII División en La Coruña, se declaraba fiel al Gobierno, pero no se decidió a tomar medidas contra los movimientos rebeldes que se insinuaban en El Ferrol.

En la base naval de El Ferrol, eran mayoría los oficiales rebeldes. Estaban con los rebeldes el Jefe de Estado Mayor, capitán de navío Manuel Vierna, y el comandante de quilla del “Canarias” y del “Baleares”, capitán de navío Francisco Moreno. Y era fiel al Gobierno de la República el vicealmirante Azarola, Jefe del arsenal.

A las 06:00 horas del día 20 de julio[1], el vicealmirante Indalecio Núñez Quixano, jefe de la base de El Ferrol, recibió una llamada telefónica del Gobierno Civil, que le comunicaba que estaba convocada huelga general, y que se debiera decretar estado de guerra para combatirla. Núñez Quixano consideró excesiva la petición, y llamó al jefe de la División, Salcedo Molinuevo, para aclararse en ideas, pues no era normal nada de lo que estaba pasando. Para asustarle más todavía, el Gobernador volvió a llamar por teléfono a Núñez Quixano para pedirle un barco de guerra con el que bombardear Monte San Pedro, Capitanía General, y Castillo de San Antón. Definitivamente, estaba pasando algo grave, aunque no se hubiera declarado oficialmente estado de guerra. Núñez Quixano convocó a los jefes de la base naval de El Ferrol, y a los comandantes de los buques de guerra, y al general Ricardo Morales Díaz, comandante militar de la ciudad de El Ferrol, y se encontró en medio de un grupo de rebeldes que le pedía que la base se declarara en estado de guerra y se acuartelase la tropa. Al poco, los insurgentes ocuparon los puntos importantes de la ciudad.

Y fue la ocasión para que el jefe de la base naval, Indalecio Núñez, declarara “estado de máxima alerta”, situación inmediatamente anterior a la de estado de guerra.

Intervino entonces el subsecretario de Marina, Francisco Matz Sánchez, el cual exigía a Indalecio Núñez Quixano que se definiese. Y Núñez Quixano dijo que “estaba con el ejército”. Pero Matz entendió que Núñez Quixano era rebelde, y le destituyó. Antonio Azarola pasó a ser jefe de la base de El Ferrol, lo cual comprometió a Azarola al límite. Intuía que estaba a punto de morir, puesto que la mayoría de los generales eran rebeldes, y un hombre fiel al Gobierno no saldría vivo de aquella acción.

En El Ferrol, el día 20 estaban amarrados el acorazado “España”, el destructor “Velasco”, el guardacostas “Xauen”, los torpederos “T-2” y “T-7”, el transporte “Contramaestre Casado”, y el guardacostas “Uad-Martín”. Y en dique seco estaba también el “Almirante Cervera”. Ya botados pero en fase de aparejamiento, estaban el crucero “Canarias”, el crucero “Baleares”, el minador “Júpiter”, y el minador “Vulcano”. Los cruceros “Libertad” y “Miguel de Cervantes” habían salido con destino a Gibraltar, y sus tripulaciones habían depuesto a sus mandos rebeldes el 19 de julio. El lunes 20, se rebeló la tripulación del acorazado “Jaime I”, a las órdenes de simples cabos, pero la guardia del puente de mando les hizo frente a tiros, y el comandante del buque se declaró fiel a la República. El buque escolta “Almirante Antequera”, escolta del acorazado “Jaime I”, se mantuvo indeciso hasta que el 23 amarró en Málaga.

Y el 20 de julio, el capitán de navío y Jefe de Estado Mayor, Manuel Vierna, tomó la responsabilidad de iniciar la sublevación en El Ferrol.

A las 12:00 horas, del día 20, llegó la orden de destitución de Indalecio Núñez. La firmaba el Presidente Giral en Madrid. Se le ordenaba pasar el mando al contralmirante Antonio Azarola Gresillón, jefe del arsenal. Azarola no tomó decisión ninguna, y también se negó a declarar el estado de guerra que le exigían los sublevados. Los obreros declararon huelga y le pidieron armas, y Azarola no quiso tomar ninguna decisión, y dimitió. Núñez Quixano se hizo con el mando, dio órdenes de hacer frente a los obreros, y empezó una lucha para tomar, uno a uno, los buques del arsenal. Azarola fue fusilado por los rebeldes, a pesar de que alegó que no había tomado ninguna decisión. La lucha fue especialmente dura en el “España” y en el “Almirante Cervera”. El día 20 por la tarde, los rebeldes tomaron el arsenal de El Ferrol. La tropa salió a la calle, dirigida entre otros, por Salvador Moreno Fernández y por Francisco Moreno Fernández.

Los rebeldes tomaron después el aeródromo de Marín, y el capitán de navío Francisco Basterreche se hizo con el mando del lugar, y utilizó los aviones contra los barcos que se manifestaban fieles al Gobierno. El Ferrol quedó en manos rebeldes desde el 20 de julio.

En la tarde del 20 de julio, el general Ricardo Morales se rebeló en la ciudad de El Ferrol, fuera de la base, y se encontró con tropas de milicianos, autoridades civiles y cuerpos auxiliares, que le hacían frente. Los obreros hicieron sonar tres cohetes que significaban la declaración de huelga. Luego, los republicanos asediaron el arsenal, y trataron de tomar los buques amarrados a puerto y las dependencias de la base naval. Pero los obreros apenas tenían armas, y su resistencia duró dos días. El acorazado “España” envió una columna militar contra los manifestantes, y luego se replegaron de nuevo hacia su buque. El arsenal quedó en manos del capitán rebelde Francisco Moreno, el cual había detenido al almirante Azarola.

     El Ferrol el 21 y 22 de julio.

El comandante del “Almirante Cervera”, el rebelde Juan Sandalio Sánchez Ferragut, ordenó dar agua al dique para liberar el “Almirante Cervera”, y logró que flotara el 21 de julio. Entonces abrió fuego contra la Comandancia General de El Ferrol. Dos hidros rebeldes procedentes de Marín, bombardearon el buque, y Sánchez Ferragut envió al teniente de navío Sánchez Pinzón a parlamentar con el enemigo. El almirante Indalecio Núñez aceptó hablar, y se rindió. 30 ó 40 hombres del buque se negaron a abandonar el buque, pues creían que iban a ser fusilados y escogieron como líder a Félix Gómez Solano. Intentaron huir durante la noche. Pero el capitán de fragata Salvador Moreno, y el capitán de corbeta Manuel Espinosa, tomaron una sección de infantería de Marina ordenaron al teniente Galinsoga subir a bordo y adueñarse del buque.

El capitán de navío Juan Sandalio Sánchez Ferragut, comandante del “Almirante Cervera”, fue fusilado junto a docena y media de rebeldes. En total, el buque había sufrido 37 muertos. La dotación del acorazado “España”, también se amotinó en dique seco, pero cuando se rindió el “Almirante Cervera”, abandonó su actitud. El destructor Velasco no se sublevó.

El día 22 capituló el buque “España” a instancias de Pedro López Amor, maquinista que dominó a los Jefes de la nave. Entonces subió a bordo el rebelde Francisco Moreno y se hizo cargo del mando del buque.

Todos los barcos de El Ferrol estaban en manos de los sublevados, menos el guardacostas Xauen que huyó a Tánger.

         El resto de la VIII División.

El punto más difícil de Galicia para los rebeldes, era Vigo, porque había muchos obreros republicanos. Los obreros de Vigo resistieron hasta el 22 de julio, y luego huyeron hacia Porriño, donde resistieron tres días más. En Vigo, el coronel Antonio Carreró Vergés sacó a la calle su compañía de infantería, y también se alzó al grito de “Viva la República”. Una vez dominada la ciudad, se declaró rebelde y disparó contra la multitud de obreros que trataban de cercarle. Entonces empezó una batalla en las barriadas obreras que duró hasta el 22, pero Vergés ganó.

En Lugo el coronel Alberto Caso Agüero se declaró rebelde el 18 de julio, detuvo a las autoridades civiles y tomó el mando de la ciudad.

En Orense, el comandante José Ceano Vivas Sabán y el teniente coronel Luis Soto Rodríguez se declararon rebeldes el 20 de julio.

En Pontevedra, el general José Iglesias Martínez no quiso pronunciarse hasta el día 20, pero el 20 de julio, los marinos de la Escuela de Marín fueron a Pontevedra, y la tomaron para los sublevados. Iglesias detuvo a las autoridades civiles y se hizo con el mando de la ciudad. Los sindicalistas de Orense y Pontevedra, organizados por los Carabineros,  hicieron especial resistencia a los rebeldes, pero cayeron en 27 de julio, y huyeron a Portugal por Tuy.

La ciudad que más resistió a los rebeldes de Galicia, fue Tuy, porque el 18 de julio constituyeron una Junta de Defensa Republicana con el apoyo del Obispo, los carabineros, los guardias civiles, y los infantes de Marina destinados en Tuy, a la que sumaronmuchos civiles voluntarios. Estos luchadores resistieron hasta el 29 de julio.

Galicia se esforzó por ayudar en la rebelión a León y a Asturias, pues entendían que, si se conectaban con Oviedo, serían el poder predominante en el norte de España.

             La rebelión en Asturias.

Asturias, había sido declarada en 1934 Comandancia Militar Exenta, es decir, no dependiente de Galicia. El punto militarmente más fuerte de la zona, era Oviedo, donde mandaba el coronel de Estado Mayor Antonio Aranda Mata. Tenía fama de republicano y fiel al Gobierno, porque había reprimido la sublevación de octubre de 1934 siguiendo órdenes del Gobierno, pero estaba comprometido con los rebeldes. También era rebelde el comandante Gerardo Caballero Olabézar, el cual había sido jefe de la Guardia de Asalto en Oviedo, había sido privado de ese mando en febrero de 1936, y se había presentado en Oviedo expresamente para la sublevación de julio. El 18 de julio, Aranda habló con el coronel Antonio Pinilla Barceló, Jefe militar del Regimiento Simancas de Gijón, y después, reunió a las autoridades civiles de Oviedo y les aseguró que era fiel a la República. Incluso prometió entregar armas a los mineros que iban a salir para Madrid para luchar contra los rebeldes, para lo cual organizaron la “Columna Otero” y la “Columna Acero”. Aranda ocultaba su decisión de rebelarse.

Asturias, principal zona minera del carbón español, era ante todo sindicalista, ugetista y anarquista, y le preocupaban más los problemas mineros y laborales en general, que los posicionamientos políticos teóricos. Asturias era uno de los puntos fuertes de los socialistas, anarquistas y comunistas españoles, junto a Barcelona. En Oviedo eran más fuertes los de UGT, y en Gijón había un contingente muy fuerte de CNT. La UGT era también mayoritaria en las cuencas mineras. Asturias era, por tanto, una zona políticamente muy complicada.

Pero la burguesía asturiana, principalmente asentada en Oviedo, simpatizzaba con los rebeldes. Y de ahí provino el mayor error de los gubernamentales: se obsesionaron con Oviedo, símbolo de la burguesía, y no tuvieron una perspectiva amplia de la Guerra de España.

Los ugetistas eran dirigidos por Belarmino Tomás Álvarez, Ramón González Peña y Amador Fernández. Eran largocaballeristas, partidarios de imponer el “socialismo de clase”, una dictadura del proletariado no internacionalista y por vía pacífica.

La CNT dominaba en Gijón. La CNT asturiana era más sindicalista que anarquista revolucionaria, y estaba dirigida por Segundo Blanco González y Avelino Martínez Entralgo, los cuales eran partidarios de colaborar con las fuerzas proletarias que buscasen el poder para el proletariado.

El PCE era minoritario respecto a UGT y CNT, pero tenía seguidores entre los políticos más jóvenes, muy activos. Los comunistas eran dirigidos por Juan José Manso, Juan Ambou y Horacio Argüelles.

Desde el primer momento, los sindicalistas asturianos fueron a la revolución, sin pararse a pensar cual de las tres revoluciones querían, la del socialismo de clase, la anarquista o la comunista. De momento, todos iban “unidos contra el fascismo”, y llamaban fascistas a todos los que no estaban en esa revolución: liberales republicanos, monárquicos alfonsinos, derecha tradicional, autoritarios antiliberales y fascistas. Los fascistas eran una minoría insignifucante entre los rebeldes, pero para la propaganda política, a los sindicalistas y comunistas les venía bien llamar fascistas a toda la derecha.

Los ugetistas empezaron atacando a los guardias civiles de Sama de Langreo, y establecieron en esta ciudad el Comité Provincial de Asturias, el cual debía coordinar todas las Juntas de Defensa que estaban surgiendo en distintas zonas de Asturias. El Comité Provincial de Asturias estaba presidido por Belarmino Tomás Álvarez, y su Delegado de Guerra era Ramón González Peña. González Peña ordenó ocupar los puertos de montaña de Somiedo, Ventana, Cubillas y Pajares, y sus fuerzas se llegaron hasta Villablino (León) donde esperaba encontrar mucha colaboración entre los mineros. Por otra parte, Francisco Martínez Dutor, un empleado pesoísta de la Diputación de Asturias, ocupó Lugones, una localidad cercana a Oviedo en donde se hallaba la fábrica de cartuchos y pólvora que era básica para atacar en Oviedo.

         La rebelión en Oviedo.

En los alrededores de Oviedo se fabricaban: en La Vega, fusiles, carabinas, ametralladoras; en La Manjoya y en Lugones: pólvora y cartuchos; en Trubia: cañones, obuses (obús se denomina al cañón ligero, y al proyectil usado por ese cañón), y carros ligeros. La zona de Oviedo, junto a la zona de Vizcaya, eran los grandes centros fabricantes de armas de España.

La fábrica de armas de Trubia, era gobernada por el coronel José Franco Llusió, el cual se negó a entregar armas a los milicianos. Fue acusado por los comunistas de rebelde. Pero la fábrica siguió funcionando normalmente, mientras los diversos comités de milicianos discutían por la propiedad de las armas. Al llegar los rebeldes en 1937, Franco Llusió les entregó la fábrica en buen estado de funcionamiento, y se pasó a territorio republicano. Cuando los rebeldes le detuvieron, fue fusilado.

En Oviedo, el coronel Antonio Aranda Mata era eljefe de la Comandancia Militar de Asturias. Eraliberal, monárquico y partidario del golpe de Estado, pero no se había manifestado en ese sentido. El 18 de julio, recibió órdenes de Indalecio Prieto de entregar a los mineros 10.000 armas. Sus objetivos debían ser ocupar todo el Reino de León: León, Zamora, Salamanca y Valladolid, para el Gobierno de la República. Y una vez dominadas estas ciudades, ir sobre Madrid a defender el Gobierno de la República. Antonio Aranda no se creía que un Ministro pudiera pedir la distribución de armas a la población civil, y pidió a Madrid confirmación escrita de la orden. Recibió la confirmación. El coronel Aranda cooperó con el Gobierno en reclutar mineros, dinamita y armas para ayudar a Madrid, pero hizo largas al reparto de armas. Aranda llamó a la Guardia Civil, y exigió que impusieran el orden en la ciudad de Oviedo y, una vez asegurado Oviedo, el 20 de julio telefoneó a Valladolid para que el tren de los mineros fuera detenido.

Antonio Aranda Mata, 1888-1979, nació en Leganés (Madrid) y fue oficial de estado Mayor, combatió en Marruecos y ascendió a comandante en 1916 y a coronel en 1925. Colaboró con Azaña en 1931-33, y con Gil Robles en 1933-1936. Estaba en León en 1934, y desde León entró a Asturias a hacer la represión de los mineros de Asturias de octubre de 1934 que gestionó López Ochoa. Se quedó como comandante general de Asturias. En julio de 1936, no estaba definido ni como gubernamental, ni como rebelde. Contaba en 1936 con 2.000 soldados en Oviedo, y resistió el asedio minero hasta que le liberaron las tropas gallegas. Recibió la laureada por ello. En 1937, con el Cuerpo de Ejército de Galicia, estuvo en Teruel, Alfambra, Castellón, Nules y Valencia. En 1939 fue capitán general en Valencia y se declaró aliadófilo, lo cual no gustó a Franco, que le acusó infundadamente de masón. En 1942 fue director de la Escuela Superior del Ejército, pero se divulgó que tenía relaciones con Juan de Borbón, y perdió el mando de tropa en 1942, cuando Don Juan de Borbón hizo unas declaraciones en Lausana a favor de la democracia. En 1946-1949, fue confinado en Enderrocat (Mallorca). En 1949 fue pasado a la reserva, que era entonces la forma que utilizaba Franco para expulsar a un general del ejército sin levantar ampollas. En noviembre de 1976, Juan Carlos I le ascendió a teniente general. El coronel Antonio Aranda Mata, era liberal, masón y monárquico, enemigo de los falangistas, y no simpatizaba con Francisco Franco. Era del grupo de Emilio Mola, Miguel Cabanellas y José Solchaga Zola, liberales demócratas. Pero durante su defensa de Oviedo frente a los mineros asturianos, los comunistas y socialistas de clase dijeron de él que era ultraderechista y fascista, lo cual era mera propaganda populista. Contrario a Franco, que desplazó a todo el grupo de liberales golpistas para crear una dictadura personal, no encajaba con el dictador, y Franco no sabía qué hacer con un hombre popular, cuyas hazañas habían sido cantadas por la prensa franquista, y le dio distintos cargos poco relevantes, como modo de apartarle de las decisiones de poder.

Del 18 al 20 de julio de 1936, Aranda estaba dejando pasar un tiempo hasta tomar una determinación que podía costarle la vida. Aranda se excusó ante el Gobierno diciendo que no tenía tantas fuerzas como para ocupar el Reino de León e ir sobre Madrid, ni tenía tantas armas como para armar a tantos miles de mineros. Se les dijo a los mineros que, el llegar a León, se le entregarían las armas.

Se hizo cargo de la expedición minera a León, el comandante Juan Ayza Borgoñós, en colaboración con el socialista Francisco Martínez Dutor.

Aranda aprovechó la salida de Asturias de los líderes mineros, para declararse rebelde, y se hizo fuerte en Oviedo mientras el resto de la región asturiana, menos un cuartel en Gijón, se declaraba republicana. Aranda era espabilado, y organizó una buena defensa por toda la ciudad, antes de que regresaran las columnas mineras en su contra. Se apoyó en falangistas y en hombres de CEDA. A las 21:00 horas, detuvo al Gobernador Isidro Liarte Lausín, de Alianza Republicana.

Los rebeldes de Asturias contaban con una Brigada Mixta de Montaña, un Regimiento de Infantería en Oviedo, un Regimiento de Infantería en Gijón, un Grupo de Artillería en Mieres, y un Batallón de Zapadores de la VIII División en Gijón. El mayor problema del coronel Aranda era que tenía que dispersar sus fuerzas, pues era imprescindible defender las fábricas de armas de Trubia (al oeste de Oviedo), La Manjoya (al sur de la ciudad de Oviedo), y la Fábrica Nacional de Armas en Oviedo, que producían municiones, armas portátiles, camiones, carros de combate… las cuales tenían depósitos de armas fabricadas en stock. Aranda sabía que en Asturias había muchos largocaballeristas UGT, que desde la revolución de 1934, tenían muchas armas guardadas. Las armas de Asturias eran definitivas para Asturias, y también para el Gobierno de la República Española. La actuación de los mineros asturianos saliendo de Asturias, y quedarse parados en León y Castilla, en vez de acudir rápidamente a Madrid, había sido un error.

Entre la población civil asturiana, el entusiasmo por la defensa del Gobierno de la República era muy grande, porque quizás les recordaba el octubre de 1934. Se presentaron abundantes voluntarios a defender al Gobierno “contra los fscistas”, y todos mostraban un gran espíritu combativo. Los milicianos escogieron a sus propios jefes entre ellos mismos, lo cual fue un error militar importante, pues dejaban la guerra en manos de inexpertos. También aceptaron a algunos militares profesionales como el comandante Javier Linares Aranzabe, pero esto fue ya en septiembre de 1936, cuando Javier Linares llegó para coordinar los ataques contra el general Aranda.

El 19 de julio, Aranda habló con Mola, y después con los guardias civiles de Asturias, y planificó su sublevación. Los mineros salieron hacia León, y eso era lo que estaba esperando Aranda. Los mineros se fueron el día 19, y Aranda se sublevó a las 18:00 horas del 19, y declaró estado de guerra el 20. Contaba con bastantes guardias civiles, y horas después, con los guardias de asalto. En esta sublevación, Aranda izó bandera republicana, pues no olvidemos que la sublevación era todavía de liberales, monárquicos y republicanos, y no fascista como decían los anarquistas y comunistas a modo de propaganda. En el bando emitido por Aranda, hablaba de “Salvar la República”.

Los errores de los golpistas, eran intentar solucionar un problema político, mediante un golpe de Estado, que nunca se sabe como termina, y aceptar como socios de sublevación a militares antidemócratas como los africanistas, y a grupos fascistas como Falange Española como trama civil de apoyo al golpe.

La sublevación de Oviedo estaba muy difícil porque en el Cuartel de Santa Clara, el comandante de los Guardias de Asalto, Alfonso Ros Hernández, estaba entregando algunas armas a los mineros que quedaban en Oviedo. El día 20, se llegó al cuartel el comandante Gerardo Caballero Olabézar, y se cortó el reparto de armas, y Alfonso Ros fue fusilado, junto a otros defensores del cuartel. Algunos intentaron poner resistencia a Caballero, pero fueron muertos en el mismo instante. La guardia del Gobierno Civil de Oviedo se sumó a la rebelión y, a las 21:00 horas detuvieron al Gobernador Civil, que era gubernamental.

En 1937-1939, Gerardo Caballero dirigió la represión de Asturias. Y en 1939 fue nombrado Gobernador de Guipúzcoa, donde se enfrentó a los falangistas de Elías Quejereta Insausti, porque Caballero era monárquico, y no fascista.

Aranda era experto conocedor de Oviedo, y tomó posiciones en los alrededores de la ciudad. Muchos mineros que todavía estaban en las cuencas mineras, cuando supieron que Aranda era rebelde, cuando ellos creían que defendería al Gobierno, se sintieron engañados, y empezaron a matar guardias civiles por los pueblos de Asturias, lo cual tenía relación con los sucesos de 1934. No cabe otra explicación.

La posición de Aranda era muy fuerte porque estaba bien pertrechado y organizado. Pero Trubia estaba a unos 11 kilómetros de Oviedo, y el coronel José Franco Mussió se negó a someterse a Aranda. El coronel Franco Mussió reunió a las autoridades civiles, las fuerzas de carabineros y la Guardia civil de su zona, y fue sobre Oviedo, pero la resistencia de Aranda estaba muy bien organizada y no pudo ni aproximarse.

              La rebelión en Gijón.

El coronel Antonio Pinilla Barceló convocó a la sublevación a militares, guardias civiles, carabineros, guardias de asalto y civiles varios en el Cuartel de Simancas del Regimiento de Zapadores. Los guardias de asalto se negaron a sublevarse. Y la noche del 19 de julio fue tensa en los cuarteles, y no hubo salida a la calle porque Pinilla no se sentía suficientemente arropado como para ocupar la ciudad. Los civiles organizaron la resistencia contra los sublevados, y los soldados se quedaron recluidos en los cuarteles. Los milicianos republicanos eran dueños de Gijón. Horas después, los guardias civiles se unieron a la sublevación.

En Gijón, los sindicalistas CNT organizaron un Comité de Defensa presidido por Segundo Blanco y Jaime Valdés, en el que había socialistas, comunistas y sindicalistas CNT, y llegaron a dominar la zona de Avilés-Villaviciosa antes de dirigirse sobre el cuartel de Simancas. Se nombró asesor militar al comandante José Gállego Aragüés, un militar que esos días estaba de vacaciones en Asturias, para que les organizara el asedio al cuartel de Simancas. Logró rendir el cuartel de Zapadores y el cuartel de Simancas el 21 de agosto.

Los rebeldes intentaron, en la tarde del 19 de julio, salir de los cuarteles a ocupar las calles de Gijón, pero no pudieron hacerlo porque los comunistas y anarquistas estaban preparadps cercándoles. Durante la noche, llegaron más anarquistas desde La Felguera, liderados por Higinio Carrocera, los cuales habían asaltado el cuartel de la Guardia Civil y se habían apoderado de sus armas. El día 20 de julio, a las 05:15 horas, el coronel Antonio Pinilla Barceló, jefe del Cuartel de Simancas, intentó de nuevo la salida, pero muchos de los soldados se pasaron con armas y municiones a los gubernamentales, y a mediodía, Pinilla tuvo que renunciar a sus proyecto.

El coronel Antonio Pinilla Barceló, comandante del Regimiento de infantería de montaña Simancas, con sede en Gijón, que se había sublevado en Gijón, pretendía unir sus fuerzas con las de Aranda a mitad de camino entre ambas ciudades, pero fue cercado por los republicanos en sus cuarteles y no fue capaz de salir. Tenía sólo 350 hombres, y no podía emprender grandes aventuras. Resistió hasta el 21 de agosto, en que fue derrotado y muerto.

     El 20 de julio en Sama de Langreo.

Sama de Langreo era una región minera dominada por hombres de PSOE-UGT y de PCE. Cuando supieron de la sublevación de Aranda, los socialistas tomaron el Ayuntamiento, y se declararon Gobierno de Asturias, en lo que fueron ayudados por los republicanos. Eligieron a Belarmino Tomás como Presidente de un Comité Provincial. Belarmino era del Sindicato de Obreros Mineros de Asturias, SOMA-UGT, una formación muy ligada a Indalecio Prieto. Pero la autoridad de Belarmino Tomás no era todavía reconocida en las demás regiones asturianas.

El 6 de septiembre de 1936, el Comité Provincial del Frente Popular de Sama, se trasladó a Gijón, y Belarmino impuso su autoridad sobre todo Asturias. En Gijón, organizó un nuevo Comité Provincial más representaivo, con más republicanos. Y esa institución se denominó, poco después, Consejo Interprovincial de Asturias y León, pues reclamaba poder sobre las comarcas del norte de León.

         El 21 de julio en Asturias.

Cuando los mineros decidieron regresar a Asturias, empezaron para ellos las primeras dificultades. Los mineros del tren, llegaron hasta Ponferrada a las 09:00 horas del 20 de julio, y encontraron que la Guardia Civil y los Guardias de Asalto les recibían a tiros.

El Alcalde de Ponferrada tampoco quiso entregarles armas, y se produjo el primer combate importante: los mineros trataron de tomar el cuartel de la Guardia Civil, donde había armas, y los Guardias Civiles se defendieron con ametralladoras. Los guardias tomaron la Plaza Mayor, mientras los mineros se refugiaban en el castillo.

Los mineros de los camiones, fueron a Oviedo por Leitariegos y llegaron a la ciudad el 21 de julio. Una vez de vuelta, los mineros sometieron a los rebeldes de Gijón, mandados por coronel Antonio Pinilla del cuartel de Simancas, e intentaron someter a los de Oviedo, mandados por el coronel Antonio Aranda, que dominaba todo el centro y muchas posiciones alrededor de la ciudad de Oviedo.

Tras el regreso de los mineros, la superioridad de los gubernamentales sobre los rebeldes fue evidente: el comandante gubernamental Juan Ayza Borgoñós se proclamó jefe de las fuerzas militares de Asturias, entregó armas a los mineros, y envió una columna sobre Oviedo. Estableció tres frentes de lucha: el Cuartel de Simancas en Gijón; el cerco a los edificios de Oviedo en donde estaba Aranda; la defensa contra el ataque de los gallegos. Este ataque gallego no se produjo hasta el 29 de julio.

Y en Gijón, el 21 de julio los mineros tomaron el cuartel de Simancas en Gijón, cuando casi todos los defensores habían muerto. Los guardias civiles que intentaron rebelarse en Los Campos, habían resistido mucho menos tiempo que los de Simancas, porque tenían en el cuartel a sus mujeres e hijos, y ello era un estorbo para su defensa.

Una vez producido el regreso de los mineros a Asturias, tomaron una de las decisiones más discutibles de ese momento de la guerra: defenderían Asturias. A ese error, se sumó la decisión vasca de no salir a combatir fuera del País Vasco. Y el resultado fue que los rebeldes gallegos, castellanos y navarros tuvieron tiempo de organizarse y acabar con los focos republicanos de Ponferrada y las minas leonesas, así como llegar a San Sebastián. El error se comprobó cuando Franco atacó la zona cantábrica en 1937, y fueron cayendo una a una, todas las plazas del norte, mientras los gubernamentales no se solidarizaban entre ellos, sobre todo los vascos.

El 29 de julio, llegó el crucero rebelde “Almirante Cervera”, y bombardeó Gijón.

El ataque de Galicia sobre Asturias.

El coronel Pablo Martín Alonso coordinaba todas las columnas gallegas que iban sobre Asturias.

El 28 de julio, Galicia organizó su primera columna militar para conquistar Asturias. La mandaba el comandante Ceano Vivas. Esta columna avanzó por la costa con destino a Oviedo. No encontró resistencia hasta el 3 de agosto, en Villapedre. Ceano Vivas fue herido, y hubo de ser reemplazado por Tejeiro.

El 1 de agosto, Galicia envió una segunda columna militar sobre sobre Asturias, esta vez por el Puerto de Leitariegos, y su destino era la cuenca del Narcea. Esta columna era mandada por Lopez Pita. Posteriormente tomó el mando el teniente coronel Gómez Iglesias.

El 4 de agosto, Galicia envió su tercera columna sobre Asturias, la cual se dirigió a Ponferrada, y remontó después el Puerto de Pajares. Esta columna era mandada por el comandante Arteaga que entraba por Ollo-Castro.

La resistencia de los asturianos fue muy dura, y se luchaba monte por monte. Los gallegos no consiguieron liberar a los rebeldes de Oviedo y de Gijón, porque no llegaron tan lejos.


[1] Edmundo Fayanas Escuer, “El vicealmirante Antonio Azarola Gresillón, honesto, fiel a la II República”. Nueva Tribuna.

Post by Emilio Encinas

Emilio Encinas se licenció en Geografía e Historia por la Universidad de Salamanca en 1972. Impartió clases en el IT Santo Domingo de El Ejido de Dalías el curso 1972-1973. Obtuvo la categoría de Profesor Agregado de Enseñanza Media en 1976. fue destinado al Instituto Marqués de Santillana de Torrelavega en 1976-1979, y pasó al Instituto Santa Clara de Santander 1979-1992. Accedió a la condición de Catedrático de Geografía e Historia en 1992 y ejerció como tal en el Instituto Santa Clara hasta 2009. Fue Jefe de Departamento del Seminario de Geografía, Historia y Arte en 1998-2009.

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