Gobierno Lerroux, diciembre de 1933.

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     El 8 de diciembre de 1933 se constituyeron las Cortes unicamerales. Fue elegido Presidente de las Cortes Santiago Alba, conocido monárquico liberal progresista.

     El 13 de diciembre se acordó un Gobierno de coalición entre radicales (PRR) y CEDA, presidido por el radical Alejandro Lerroux.

     Los pesoístas acusaban de fascismo a Gil-Robles, líder de CEDA, y amenazaban con la subversión social. Y Gil-Robles no tenía cuadros de altura intelectual para soportar el Gobierno. Sus votos eran de campesinos, fundamentalmente. Por eso Gil-Robles, a pesar de tener la mayoría minoritaria, cedió el Gobierno a Lerroux.

     Pero las dificultades y falta de colaboración eran muchas más. La posición católica CEDA era un tanto especial: Aprovechaba la doctrina papal que había dicho que se debía aceptar la república y la legalidad existente para intentar reformarla desde dentro. No eran partidarios de estatutos de autonomía, pero podían transigir en bien de la política de convivencia.

La posición de los republicanos radicales de aliarse con la derecha era contradictoria con su propia tradición y el partido se rompió en dos, surgiendo los Radicales-Demócratas, que en 1935 se llamarán Unión Republicana, y eran liderados por Martínez Barrio, más partidario de alianzas con la izquierda moderada, que de esa alianza de PRR con la derecha.

     Gobierno Lerroux, 16 de diciembre de 1933 – 28 abril de 1934.

  Presidente del Consejo de Ministros: Alejandro Lerroux García. Partido Republicano Radical, de derechas.

  Gobernación, Manuel Rico-Avelló y García de Lañón, 1886-1936, independiente / 23 enero 1934: Diego Martínez Barrio / 3 marzo 1934: Rafael Salazar Alonso[1].

  Obras Públicas, Rafael Guerra del Río, 1885-1955, PRR

  Instrucción Pública y Bellas Artes (educación), José Pareja Yébenes, 1888-1952, PRR/ 3 marzo 1934: Salvador de Madariaga Rojo.

  Agricultura, Cirilo del Río Rodríguez Partido Republicano Progresista del grupo Alcalá-Zamora / 4 octubre 1934: Manuel Giménez Fernández

  Industria y Comercio, Ricardo Samper Ibáñez, 1881-1938, PRR.

  Hacienda, Antonio de Lara y Zárate, 1876- 1939, PRR / 3 marzo 1934, Manuel Marraco Ramón.

  Trabajo y Previsión Social, José Estadella Arnó, 1880-1951, PRR.

  Justicia, Ramón Álvarez-Valdés y Castañón, 1866-1936, Partido Liberal Demócrata / 17 abril 1934: Salvador de Madariaga Rojo.

  Guerra, Diego Martínez Barrio, 1883-1962, PRR. / 23 enero 1934: Diego Hidalgo Durán.

  Estado, Leandro Pita Romero 1898-1985, independiente por  ORGA.

  Marina, Juan José Rocha García, 1817-1938, PRR.

  Comunicaciones, José María Cid y Ruiz Zorrilla, 1882-1956, agrario del grupo de Martínez de Velasco.

     Ocho Ministros eran PRR, dos eran independientes, y dos eran republicanos moderados. Se iba a gobernar en contra de los pesoístas y los republicanos federales. El Gobierno iba a tener el apoyo de CEDA de Gil Robles, pero ningún Ministro de CEDA.

El plan de Gobierno y acuerdo con Gil Robles, era: anular todas las leyes de 1931-1933, dar amnistía a Sanjurjo y sus compañeros, conseguir la libertad de contratación en el campo, paralizar la reforma militar, anular los Decretos que perjudicaban a la Iglesia y paralizar el proceso de las Autonomías regionales, abriendo recursos contra todos los decretos del Gobierno catalán desde que obtuvieran su Autonomía en septiembre de 1932, y paralizando el proceso de concesión de Autonomía al País Vasco.

     El nombramiento de Ministros provocó una crisis en la derecha, pues los carlistas y los alfonsinos no estaban de acuerdo en que los católicos CEDA apoyasen a Lerroux sin exigir Ministros.

Se acusó a CEDA de defraudar a sus votantes republicanos, y Gil Robles se justificó alegando que CEDA había nacido en el desmoronamiento de la monarquía y de la derecha en general, y que lo importante era defender unos derechos y unos principios fundamentales que los españoles demandaban. Si el Gobierno Lerroux fracasaba en el respeto a las convicciones de los españoles, ahí estaría siempre CEDA. Estas declaraciones de Gil Robles no gustaron ni a la derecha ni a la izquierda.

       Radicalización en el PSOE, en diciembre de 1933.

     Los nombramientos de Ministros provocaron una crisis en el PSOE. En esencia, Prieto se enfrentaba a Besteiro. Hubo una reunión conjunta de las Ejecutivas PSOE y UGT, y Prieto no estaba de acuerdo con que fueran nombrados Ministros algunos militares considerados por el PSOE de extrema derecha. Besteiro dijo que había que respetar democráticamente las decisiones de cada Gobierno. Pero Besteiro, el líder pesoísta moderado, no tenía la influencia de años anteriores en el PSOE. Uso el término pesoísta, para hacer patente que tener un carnet PSOE no hace al individuo socialista, sino simplemente del partido.

     Prieto dijo que no era posible una “República de Centro”, como la que proponía Lerroux, y que ahí estaban los ejemplos de Alemania y Austria fascistas, e incluso le parecía más honrado entenderse con CNT que con la derecha. Prieto llamaba a la insurrección. Y dijo luego que había que exigir al Gobierno la realización de la reforma agraria, planes para disolver órdenes religiosas anticonstitucionales, un ejército anticonstitucional y una Guardia Civil antidemocrática, pues la consideraba de derechas. Se empezó a crear un mito, aceptado hasta hoy en día, de que la Guardia Civil es de derechas, debido a estas campañas del PSOE y del PCE. Es propaganda política. En tiempos de Franco, se exigió ser de derechas, pero igual que en el resto de las instituciones del Estado y negocios particulares.

Besteiro dijo que quizás el PSOE debería preparar una “Asamblea Nacional Corporativa” para gestionar una futura nacionalización de bienes, y socialización de la sociedad. La propuesta de Besteiro estaba fuera de lugar, no tenía sentido. No se entendía el corporativismo. No era posible levantar un organismo capaz de reorganizar toda la economía de España, sino en varios años de estudio de las realidades de la industria, la banca y el campo español. Y además, no hablaba de defenderse del progreso de la derecha, sino de reformas en el PSOE. Era un discurso raro. El plan de Besteiro fue rechazado en enero de 1934 por la Ejecutiva del PSOE. Y también fue rechazado en 27 de enero por la Ejecutiva de UGT. Este segundo rechazo era más grave, pues Besteiro era una autoridad dentro de UGT, aunque ya fuera para entonces muy discutido en el PSOE, y Besteiro dimitió como Presidente de UGT.

     La desaparición del líder moderado en UGT, fue aprovechada por Largo Caballero para sus planes revolucionarios violentos del “socialismo de clase”. Hizo un llamamiento a la organización de un movimiento revolucionario que tuviera por objetivo el ganar el poder para los trabajadores, y formar un Gobierno que realizase los 10 Puntos propuestos por Prieto. Inmediatamente, Largo Caballero fue elegido Presidente de UGT, y ello fue una mala noticia para los españoles, pues la violencia ganaba enteros.

     El 27 de enero de 1934, Indalecio Prieto expuso un programa que incluía: la toma del poder por el PSOE; la nacionalización de la tierra; la disolución de las órdenes religiosas; la disolución del ejército; y la disolución de la Guardia Civil. El 4 de febrero de 1934, Prieto cometió la grave imprudencia de dejarse llevar por el ambiente exaltado: Estaba en el Cine Pardiñas de Madrid, y dijo:”Hágase cargo el proletariado del poder, y haga de España lo que España necesita. Para ello, no debe titubear y, si es preciso verter sangre, debe verterla”. Estas palabras deberían haberse convertido en una acusación y condena contra Indalecio Prieto, por llamamiento a la violencia. Tampoco el PSOE debería haberlas permitido, pero las permitió. Prieto estaba haciendo populismo, pues no hablaba de nacionalizar la industria, ni de cambiar la legalidad republicana de 1931, sino sólo de aquellos puntos que podían darle popularidad. Ese discurso era esperable de Largo Caballero, la llamada izquierda del PSOE, pero lo pronunciaba Prieto, tenido como centrista PSOE.

     El objetivo de los pesoístas se cumplió, pues consiguieron algunas armas. Las armas provenían de militares simpatizantes, que las hacían desaparecer de los cuarteles y se las pasaban al partido. Eran pocas, y Prieto decidió buscarlas en Portugal. Se cargarían en el “Turquesa”, y se llevarían a Asturias para repartirlas entre los mineros. El plan fracasó.

     En enero de 1934 se publicaron los “Discursos a los Trabajadores”, de Francisco Largo Caballero. Mostraba un PSOE antidemocrático. El libro estaba prologado por Luis Araquistáin. Contenía los discursos de Largo Caballero desde julio de 1933 a enero de 1934. Largo Caballero defendía el abandono de la legalidad parlamentaria como vía al socialismo, y pedía una dictadura del proletariado a fin de destruir a banqueros y terratenientes. Estaba hecha la llamada a la violencia, pero no se debe confundir con la llamada a la guerra, porque Largo Caballero era un burócrata sindicalista, acostumbrado a hablar impunemente de todo, de lo que sabía y de lo que desconocía. Era de los que no se callaban ni debajo del agua cuando estaba ante una audiencia grande. Pero nunca había organizado una acción violenta. Nunca había pasado de las palabras incendiarias, sino que era de los que dejaba la violencia para que la hicieran otros. Pero Largo Caballero había lanzado una piedra.

     Y esa invitación la tomaron los jóvenes de Federación de Juventudes Socialistas de España, FJSE, que giraron a la izquierda y se acercaron al PCE, al Bloc Obrer y Camperol BOC, y a Izquierda Comunista Española ICE. Y resultaba que estos grupos minoritarios que no tenían infraestructuras, podían utilizar los locales y periódicos de las Juventudes Socialistas para difundir la violencia.

     Largo Caballero empezó a hacer frecuentes soflamas revolucionarias ante los obreros, porque estaba celoso de Besteiro, que había sido presidente de las Cortes, y celoso de Prieto, que había sido Ministro de Obras Públicas, y ambos habían sido muy felicitados, mientras él, Ministro de Trabajo, era denostado como un mal para España. Largo Caballero se juntó con Carlos Baráibar y Luis Araquistáin, y pensó en hacer un PSOE más revolucionario. Logró que UGT pactase con Alianza Obrera, un grupo cenetista de Ángel Pestaña, y con el trostkista Joaquín Maurín.

     El PSOE cayó en la provocación y, frente a la opinión de Besteiro y Saborit que eran más moderados, se impuso la idea de organizar un movimiento revolucionario obrero siguiendo a los líderes Largo Caballero y Prieto. UGT dejó libertad a sus asociados para organizar todo tipo de huelgas e incluso para colaborar con CNT. Creían que la acción laboral llevaría directamente a la revolución socialista.

El IV Congreso de la Federación de Juventudes Socialistas de febrero de 1934 propuso la creación de milicias socialistas que fueran la base que sostuviera la próxima revolución socialista, el embrión de un ejército popular. Esas milicias no se formaron en ese momento. También el Congreso pidió: la formación de milicias junto con la desaparición de la Guardia Civil, que debía ser depurada al igual que el ejército; la nacionalización de la tierra; la intensificación de las obras hidráulicas; reformas en la enseñanza superior; expulsión de España de algunos religiosos; reformas en la administración pública; mejoras para los trabajadores industriales; reforma del sistema tributario y de las herencias.

     Este programa no era propiamente socialista, pues no controlaba la industria ni nacionalizaba la banca, ni los ferrocarriles. Era un programa populista, que sirve para cualquier partido y para cualquier época de la historia. Eran generalizaciones propias de jóvenes, y de personas con poca formación. Era un programa válido para todas las épocas y todos los países del mundo de cualquier época histórica.

     Y en fecha indeterminada, aparecieron las primeras unidades pesoístas de ataque urbano, unidades de cinco hombres (escuadras) que habían de agruparse en secciones y compañías cuando fueran suficientemente numerosas, al mando de Carlos Faraudo de Micheo (asesinado en mayo de 1936), Galán, Antonio González Gil (fusilado en octubre de 1936) y otros. En 1936 creían dominar a unos 15.000 hombres en sus milicias.

     En febrero de 1934, el PSOE y UGT adoptaron una política concertada entre ambos: su actividad normal transcurriría dentro de los cauces legales, pero harían preparativos semiclandestinos para la revolución socialista, y para la defensa contra la amenaza fascista. Esta actividad clandestina estaba supervisada por una Comisión Mixta Revolucionaria, creada en febrero de 1934, e integrada por Juan Simeón Vidarte, PSOE; Enrique de Francisco, PSOE; Pascual Tomás, UGT; José Díaz Alor, UGT; Carlos Hernández Zancajo, FJSE; Santiago Carrillo, FJSE; y Francisco Largo Caballero que en esos momentos era el Presidente del PSOE y de UGT. El trabajo encomendado a la Comisión Mixta Revolucionaria era conectar con los directivos de las fuerzas republicanas de izquierdas a fin de invitarlas a participar en esa Comisión, pero sin cederles los puestos directivos.

     En cumplimiento de estas decisiones, Largo Caballero viajó a Barcelona para ponerse en contacto con Alianza Obrera, de Maurín. En sus conversaciones, llegaron a la conclusión de que Lerroux dependía en todo de Gil Robles y CEDA, y que Gil robles intentaba recrear la dictadura, como la de Primo de Rivera. Por lo tanto, España estaba abocada a una dictadura, que sería fascista, o socialista, pero dictadura en todo caso. Largo Caballero se dejó convencer por Maurín, pero dijo que la jefatura de la dictadura socialista debía ser para el PSOE, es decir, para él que era su Presidente. Se había tocado el punto clave en la personalidad de Largo Caballero, su ansia por figurar. Maurín y Nin dijeron entonces que sería precisa una huelga general revolucionaria, que sabían que sólo UGT podía hacerla en toda España. y entonces, Largo Caballero se negó, porque eso era enfrentarse a todo el socialismo, a PSOE y a UGT.

     En febrero de 1934 surgieron las “Alianzas Obreras” o acuerdos de actuación conjunta del PSOE-UGT con Bloque Obrero y Campesino BOC, Unió Socialista, Partit Catalá Proletari, sindicatos treintistas, e incluso con CNT en Asturias. Se trataba de defenderse de posibles golpes como el del canciller Dollfuss en Austria, o el de los fascistas franceses en el caso Stavisky.

     En el V Congreso de FJSE celebrado en abril de 1934, se presentó la revista mensual Espartaco, de contenido muy parecido a La Nueva Era de Antonio García Quejido en 1901. Salía para difundir el ideario socialista marxista. Al frente de ella se puso a Santiago Carrillo y a Carlos Hernández Zancajo. Los jóvenes socialistas eran unos 21.000. Largo Caballero les pidió un ejército proletario, la bolchevización del partido y la actuación en la ilegalidad. La revista Espartaco se proclamó partidaria de las tesis de Rosa Luxembourg y Karl Liebknencht. Querían convencer al PSOE de la necesidad de una estrategia revolucionaria. Su lema era: “Preparación, Disciplina, Audacia”. Sus artículos atacaban siempre al reformismo moderado, al gradualismo. Su efecto fue muy limitado. La revista fue cerrada en octubre de 1934.

     En este Congreso PSOE de abril de 1934 se radicalizaron las Juventudes Socialistas que eligieron presidente a Carlos Hernández Zancajo; secretario general a Santiago Carrillo; vicesecretario a José Laín Entralgo; contador a Federico Melchor; vocales a José Cazorla, Segundo Serrano Poncela, Juan Pedro Ascanio García, Leoncio Pérez, Alfredo Cabello. Estos nuevos dirigentes juveniles aclamaron a Largo Caballero, aprobaron ir a la revolución antiparlamentaria para llegar a la dictadura del proletariado y la unidad de todas las organizaciones obreras de clase, lo cual les acercaba mucho a los comunistas, con los que acabarán fundiéndose. De hecho, acabaron diciendo que el PSOE era “la acomodaticia y transigente socialdemocracia alemana”.

     El derrotado en este Congreso de FJSE era Julián Besteiro, cuyos partidarios quedaron en minoría entre las juventudes socialistas.

     En esta época, había en España otra revista titulada Joven Espartaco, que editaba Juventud Comunista Ibérica, un grupo trotskista de Izquierda Comunista Española. No era casualidad, pues la revista alemana del mismo título estaba de moda.

     El problema de fondo en ese momento era el paro. Un paro de 500.000 personas, en un momento en el que no trabajaba la mujer, no había prestaciones de desempleo, ni pensiones no contributivas, ni pensiones de vejez y viudedad, que ayudaran a sobrellevar la difícil situación del paro.

     Los desórdenes anarquistas de diciembre de 1933.

     La situación política del Gobierno era inestable y poco racional, y los anarquistas aprovecharon para iniciar una campaña de desórdenes. CNT sabía que los resultados de las elecciones habían sido inciertos y habían creado enfrentamientos entre partidos, y consideró que era la oportunidad de su revolución. Lanzó el lema: “Frente a las urnas, revolución social”.

     La transición entre las elecciones y los nombramientos de nuevo Gobierno, fue una nueva época de violencia rural, promovida por los anarquistas. El centro de su ofensiva era Barbastro (Huesca) y desde allí las insurrecciones se extendieron por Zaragoza, Barcelona, Teruel, Huesca, Logroño y Gijón. Y en menor grado, también hubo disturbios en Alicante, Castellón, Valencia, Almería, Granada, Málaga, Cáceres, Burgos, Guadalajara, León, Salamanca, Lugo, Pontevedra y Guipúzcoa. La táctica de lucha era provocar incendios, asaltar edificios públicos, asaltar trenes o destrozar las vías… y en La Rioja y el Bajo Aragón, llegaron a proclamar el comunismo libertario. Se apoderaron de Ayuntamientos, juzgados, edificios de telégrafos y otros centros similares.  Aguantaron seis días, del 8 al 13 de diciembre de 1933.

El saldo final de una semana de lucha, fue de 75 muertos y 101 heridos, fundamentalmente en los pueblos de Fabero (León), Bujalance (Córdoba) y Villanueva de la Serena (Badajoz), en las fechas de 7 y 8 de diciembre de 1933. Entre las víctimas hubo 14 números de las fuerzas de orden público.

     La acción anarquista no tenía sentido. La clase obrera no pensaba lo mismo que sus dirigentes anarquistas, y el problema era qué hacer el día después a la toma de Ayuntamientos y edificios públicos. No había ningún programa, y no sabían qué hacer. El 13 de diciembre, el Gobierno dominó la situación.

     La primera acción del Gobierno Lerroux fue incautarse de muchas armas, y apresar a 700 personas participantes en los disturbios. Algunos de los detenidos habían actuado antes del día 8, fecha de inicio de la gran revuelta anarquista de diciembre de 1933. Uno de los detenidos en Zaragoza, era Buenaventura Durruti.

     Largo Caballero no apoyó la insurrección anarquista de diciembre de 1933, porque esperaba que le entregaran el Gobierno a él. Tampoco apoyó la huelga general de FNTT de junio de 1934. Ni tampoco apoyaba a Alianza Obrera ni a Bloc Obrer i Camperol. Alianza Obrera tuvo seguidores en Cataluña, en donde se sumaron socialistas, anarquistas treintistas, y comunistas trotskistas, pero no tuvo el apoyo ni del sector socialista de Largo Caballero, ni del sector faísta de CNT. En Madrid, Alianza Obrera no tuvo éxito. El objetivo de Alianza Obrera era crear organizaciones de trabajadores que estuvieran dispuestos a la revolución, y conseguir una organización de adquisición de armas. En Asturias, sí que tuvo éxito.

         La discrepancia catalana.

     El 19 de diciembre de 1933, Américo Castro, miembro del Patronato que debía poner en marcha la Universidad Autónoma de Barcelona, dimitió y envió una carta al Rector Barcells. Se había acordado por unanimidad rotular en catalán y en castellano, y no se estaba cumpliendo. En la carta decía que el uso del castellano para cuando no hay más remedio, llevaría a la larga a una situación grave, tras lo cual no habría posibilidad de rectificación. Castro decía que no importaba que el catalán o el castellano lo hablaran más o menos personas, sino lo que importaba era el principio, pues los derechos humanos no se atienden por razones de mayorías, sino son individuales. Si se imponía la ley de las mayorías, los estudiantes hablarían sólo catalán, y se perdería la Universidad bilingüe que se había fundado. Se convertiría en una Universidad catalanista, politizada a favor de la independencia de Cataluña. Ante ese futuro previsible, no cabía jugar con equívocos, pues las ficciones no resuelven nada y sólo empeoran la convivencia. Por eso, dimitía.

     El 25 de diciembre de 1933 murió Francesc Macià en Barcelona, un independentista radical y violento que había sido elegido Presidente de la Generalitat. El entierro fue multitudinario. Y en días sucesivos hubo homenajes en el Parlamento catalán y en las Cortes Españolas. Santiago Alba dijo que Macià había sido una persona abnegada y tenaz, una expresión que no tenía sentido en la realidad española del momento en la que Macià había hecho lo posible por destruir el Estado. El nuevo Presidente de la Generalitat, ya en 1934, fue Lluis Companys. Era conocido por defender a muchos anarquistas en su despacho de abogado.

     El 14 de enero de 1934 hubo elecciones municipales en Cataluña, y el triunfo de la izquierda fue espectacular, tal vez por la emoción del momento de la muerte de Macià. Los catalanes se decían defensores de las libertades republicanas, pero no admitían los derechos de las minorías, lo cual era una contradicción.

              La discrepancia católica.

     El 14 de diciembre El Debate fijó la posición política  de los católicos ante el nuevo Gobierno: iban a preservar los derechos de Dios y de las conciencias cristianas. Era una postura beligerante dentro del parlamentarismo.

         La Unión Militar Española.

    En diciembre de 1933, se fundó Unión Militar Española, UME. Era una asociación militar clandestina, que sería de la máxima importancia en los siguientes años de la historia de España. Admitía a Jefes, a Oficiales y Suboficiales del ejército. Era antirrepublicana.

     El nexo más fuerte entre ellos era el descontento con las leyes militares de Azaña. También se oponían a la subversión que practicaban el PSOE-UGT, PCE, FAI y CNT. Defendían que había que subir los sueldos militares, que los ascensos debían ser más rápidos, y que había que eliminar los favoritismos políticos. Era un programa irreal, populista, imposible, destinado a captar ingenuos.

Su fundador era el Comandante retirado Emilio Rodríguez Tarduchy, un hombre que había entrenado militarmente al somatén de Primo de Rivera, y había colaborado en La Correspondencia Militar. En el momento de la fundación de Unión Militar Española, Rodríguez Tarduchy dijo que la asociación sería netamente apolítica, y empezó una costumbre de los españoles de ultraderecha de declararse “apolíticos”. Ellos llamaban políticos a los que se dedicaban a medrar en los cargos públicos, y a intentar revoluciones que les permitieran manejar personalmente mucho más dinero en su propio beneficio. Pero no podemos aceptar que Unión Militar Española fuera apolítica: De hecho, Rodríguez Tarduchy ingresó en Falange Española, un partido de extrema derecha. Los afiliados a UME quedaron desconcertados, pues habían ingresado en la creencia de que era apolítica de verdad. La mayoría eran republicanos moderados, y depusieron a su líder, Tarduchy. En adelante, serían antirrepublicanos, pero de ningún partido concreto de derechas.

La UME englobará a algunos generales y a muchos capitanes y comandantes que serán los que realicen la sublevación del 18 de julio de 1936. UME utilizó el parentesco, la endogamia, el compañerismo de academia y el de cuartel, para extenderse por toda España como lo habían hecho las Juntas de Defensa creadas en 1917 y disueltas en 1922. En el verano de 1934 podemos afirmar que UME era ya una fuerza operativa en toda España.

El nuevo jefe de UME fue el capitán de Estado Mayor Bartolomé Barba Hernández, un represaliado por los sucesos de Casas Viejas. Barba dejó claro la condición “antirrepublicana” de la asociación. Odiaba a Azaña. Nombró una Junta Central con extremistas de derecha y “republicanos radicales” que eran muy de derechas. Eran de extrema derecha: el comandante Luis Arredondo, el cual adiestró a los pistoleros de Falange Española; el teniente coronel Luis Rada, que fue instructor militar de varios grupos derechistas; y Nazario Cebreiros, un colaborador de La Correspondencia Militar. Eran de Partido Republicano Radical: Rafael Sánchez Sacristán, jefe de la Primera División orgánica; el capitán Gumersindo de la Gándara, de Guardias de Asalto; y Eduardo Pardo Resina, secretario del Presidente Alcalá Zamora.

A las órdenes de esta Junta Central de UME, había una Junta Regional en cada región militar.

Su líder político era José Sanjurjo, el cual había dado un golpe de Estado en 10 de agosto de 1932, y estaba exiliado desde entonces.

En octubre de 1934, hicieron mucho proselitismo con la difusión de la idea de que el Gobierno fusilaba a pobres mineros inocentes, pues habían sido engañados, y no fusilaba a los verdaderos culpables, los sindicalistas y políticos que les habían impulsado a la violencia.

En 1935, surgió en el ejército el cansancio contra esta organización militar, UME, que pretendía controlarlo todo, y Eleuterio López Tendero fundó Unión Militar Republicana Antifascista, UMRA, que era la reacción de los militares republicanos contra una UME cada vez más fascista.

En 1936, cuando se preveía un movimiento militar contra la República, Azaña envió a Bartolomé Barba a Valencia, en su política de sacar de Madrid a los golpistas. Entonces, los de UME nombraron jefe a Joaquín Ortiz de Zárate, el cual nombró una Junta Central compuesta por futuros golpistas: Alberto Álvarez Rentería, Agustín Muñoz Grandes, y José Ungría. Esta Junta de UME tuvo suerte, pues José María Gil Robles hizo una política decepcionante, y el resultado fue el ingreso de muchos militares en UME. Fue necesario crear Juntas Regionales en Madrid, Barcelona, Pamplona, Zaragoza, Sevilla, San Sebastián, Galicia y El Rif. El dato indica que en esas regiones había muchos militares UME, y que la política de dispersión de generales golpistas, no fue tan inteligente, pues fueron destinados a puntos con mucha carga de rebeldes potenciales.

Se dice que UME contaba en 1936 con 3.436 oficiales en activo, 2.131 suboficiales en activo y 1.843 oficiales en la reserva activa. Era un número suficiente para dirigir todo un ejército, y fueron la base de la victoria de Franco, frente a un desorganizado ejército republicano. El 17 de julio de 1936, se pusieron a las órdenes del general Emilio Mola, “El Director”, que estaba en Pamplona, y que coordinaba al teniente coronel Isarre Bescós, que estaba en Barcelona, y el jefe del requeté, Ricardo Rada, que decía tener entrenados unos 30.000 hombres paramilitares en Pamplona.

         Crisis de Gobierno en 23 de enero de 1934.

     El 23 de enero de 1934, sólo un mes después del inicio del Gobierno, fueron cambiados los Ministros de Gobernación, Manuel Rico-Avelló, por Diego Martínez Barrio que abandonaba Guerra, donde fue colocado Diego Hidalgo Durán. Manuel Rico Avelló fue nombrado Alto Comisario de España en Marruecos. Cuando Martínez Barrio dimitió, fue nombrado Ministro de Gobernación Rafael Salazar Alonso, quien declarará que los enemigos de la República eran los socialistas y sus huelgas, y hará una política completamente de derechas, e incluso en abril de 1934 se propuso restablecer la pena de muerte, aunque fracasó en el Congreso, que rechazó el proyecto.

Diego Hidalgo Durán era notario, diputado por Badajoz, y fue Ministro desde 23 de enero de 1934 a 16 de noviembre de 1934. No sabía apenas nada de los asuntos militares, pero se tomó en serio su trabajo. No alteró substancialmente las leyes de Azaña. Trataba de satisfacer a los militares por otras vías, y no resultó un mal Ministro.

     Lerroux pensaba que en 1931-1933, habían dominado el Gobierno los socialistas, y que éstos habían utilizado a Azaña, pero que podía existir una República no socialista. Sabía que dependía de los votos de CEDA, e hizo una política que agradase a CEDA: suspender, que no eliminar, las leyes del Gobierno anterior. Una de sus principales decisiones, que gustó mucho a la derecha, fue ordenar a José Estadella, ministro de Trabajo, que nombrase presidentes de los jurados laborales a partidarios de los patronos, y que destituyese a los sindicalistas que había puesto en esa función Largo Caballero. Eso permitió que los salarios bajasen desde las 10-12 pesetas diarias de 1932, a las 6-8 pesetas en 1933.

         Oportunidad de desarrollo del PCE, en 1934.

El PCE había sido hasta entonces un partido minúsculo en España, e incluso marginal, pues no llegaba a los 800 afiliados en 1931. Y además carecía de capacidad de decisión, pues debía esperar órdenes del Comintern en todo y para todo. El PCE contaba con una Unión de Juventudes Comunistas, UJC, que era más pequeña todavía, y vivía de la ilusión de un futuro comunista. No tenían ideología propia, sino que utilizaban la del Comintern, pues pensar estaba castigado por el organismo central. El Comintern por su parte, no se preocupaba de España, y ni siquiera se planteó estudiar el tema de la Segunda República Española. Eran tan pocos los comunistas españoles, que no merecía la pena. El Comintern tenía dos representantes en España a los que se debía consultar absolutamente todo e informar de todo. Eran Jules Humbert Droz y Octave Rabatè. El 21 de mayo de 1931, el Comintern criticó fuertemente a la Dirección del PCE por no haber apreciado que la Segunda República Española era burguesa-democrática, de modo que no había encontrado su papel revolucionario en los movimientos de 1931. El Comintern dio unas instrucciones de acción sin analizar previamente la realidad española, muy pobres por tanto, y dijo que los españoles tenían que seguir el modelo leninista ensayado en Rusia. Esta posición del Comintern no era marxista, ni seguía las normas del propio Comintern. Estaba dogmatizando en una política que podemos denominar antimarxista. También dijo el Comintern que España estaba en una fase presocialista, anterior a la dictadura del proletariado, que era algo similar a lo que decía el PSOE desde siempre. Y ordenó no hacer pactos con ningún partido, como pensaba Pablo Iglesias en el PSOE. Pero la conclusión que sacaba el Comintern era diferente, pues además de no colaborar en ningún Gobierno de la República (cosa que los comunistas no podían ni imaginarse, pues eran poquísimos), ordenó practicar tácticas de acción directa, es decir de huelgas y violencias que manifestasen a la población que los comunistas estaban allí. De todo ello se deducía que en Rusia no habían hecho nunca un buen análisis de la realidad española y que habían tomado las ideas del PSOE, que tampoco había hecho un buen análisis de esa realidad.

     A fines de 1933 y oficialmente en febrero de 1934, nació Alianza Obrera, por unión del Bloque Obrero y Campesino, BOC, y de Izquierda Comunista de España, ICE. Inmediatamente, Alianza Obrera se puso en la tarea de unir a todas las organizaciones de izquierdas, políticas y sindicales, pero no pudo atraer a CNT. Se extendió por Valencia, Madrid y Asturias, donde sí pactó con CNT. Pero Alianza Obrera no tenía infraestructura suficiente como para emprender un ataque al Estado, y no la consiguió.

         Radicalización en la Universidad.

     En la Universidad se impuso la violencia estudiantil por sistema: grupos de jóvenes de Falange Española atacaban a grupos de jóvenes de Federación Universitaria de España. Hubo muertos, y los entierros fueron multitudinarios y en ellos se pronunciaron discursos incendiarios.

         Radicalización fascista.

     José Antonio Primo de Rivera hizo un discurso en las Cortes, y defendió el fascismo como actitud intelectual y dijo que el fascismo era el espíritu que se estaba difundiendo en ese momento por toda Europa.

     El 13 de febrero de 1934 se produjo la fusión de Falange Española de José Antonio Primo de Rivera, con Juventudes de Ofensiva Nacional Sindicalista de Ramiro Ledesma Ramos. Apareció, Falange Española de las JONS. Aceptaban las teorías de “acción directa”, pero para usarlas en grupos de derecha contra las izquierdas, lo mismo que los anarquistas y comunistas las estaban utilizando contra la derecha. El nivel social de violencia se elevaba al máximo.

     El periódico El Debate, en febrero de 1934, felicitó al Canciller de Austria por haber reprimido un levantamiento socialista en Viena, al tiempo que urgía a los empresarios españoles a organizarse contra CNT y UGT.

     El 28 de febrero de 1934 aprobó sus estatutos el Sindicato Español Universitario, SEU, de corte fascista y vinculado a Falange Española. Se organizaba con un delegado por curso, que se integraba en la Cámara de Facultad o instituto, y la reunión de los representantes de estas cámaras formaba la Cámara Sindical Provincial. La ejecutiva la integraban los tres presidentes de Cámaras de Facultad más antiguos. Se vinculó a Falange en Abril de 1935 y se asoció a Asociaciones Escolares Tradicionalistas y a Confederación de Estudiantes Católicos de España. Desde entonces, causaron muchos incidentes en la Universidad. El 21 de abril de 1937 Franco tomaría la idea del SEU, pero sometido a su autoridad, y con estatutos nuevos vigentes hasta 1958. En 1943 se hizo obligatorio a los estudiantes militar en SEU (Ley de Ordenación Universitaria). El sindicato franquista tenía como misión reclutar líderes para el franquismo. El franquismo se encontró en la Universidad con Asociación Católica Nacional de Propagandistas ACNP, y con el Opus Dei, que luchaban por atraerse a los jóvenes de derechas, y no habían sido prohibidos por Franco por no considerarse asociaciones políticas, y eso fue el fracaso del SEU. El 5 de abril de 1965 el SEU creó Asociaciones Profesionales de Estudiantes, que empezaron a mostrar ideas propias. En 1968, José Luis Villar Palasí permitió Asociaciones Libres de estudiantes, y el SEU entró en recesión.

     Contra el SEU, Margarita Nelken Mansberger organizó el Comité de Mujeres contra la Guerra y el Fascismo. Margarita Nelken, 1896-1968, había nacido en Madrid, de padres alemanes, y había sido pintora e ingresado en el PSOE. En 1937 se pasaría al PCE. En 1939 se exiliaría a París, y luego a Moscú y a México, donde murió en 1964.

              El programa de Lerroux en 1934.

     El programa de Lerroux: Se dio una amnistía para los golpistas de agosto de 1932.    Se anunció una reforma de la Constitución, que no tendría autonomías regionales. Se anunció la anulación de las leyes que perjudicaban al clero y a la Iglesia católica en general: Siguieron abiertas las escuelas parroquiales y se suspendió la anulación del presupuesto de culto y clero, y se suspendieron las expropiaciones a órdenes religiosas. En 1934, el Gobierno de derechas hizo inoperantes todas las leyes contra la Iglesia, aunque no las suprimió por falta de tiempo. Como la Ley de Congregaciones Religiosas seguía vigente, cada Ayuntamiento tenía competencia para autorizar, o no, las manifestaciones públicas de culto tales como procesiones y cortejos fúnebres e incluso el toque de las campanas. El Gobierno de 1934 buscaba un Concordato con Roma que resolviera el conflicto y llegara a un acuerdo con el clero católico, pero Roma se resistía por miedo a ser acusada de injerencias en política.

     Pero la Iglesia tenía motivos para estar alarmada, porque el número de seminaristas había bajado en 1934, a 7.401, la mitad aproximadamente de los que había en 1930. Lo achacaban los sacerdotes a la política, y decidieron crear partidos y sindicatos católicos que fracasaron. Entonces se decidieron a apoyar a CEDA, lo cual daba lugar al equívoco de si CEDA era un partido democrático al que apoyaba la Iglesia, o era un partido integrista con aspecto laico y democrático. Las declaraciones de Gil Robles sobre sus simpatías hacia el fascismo de Mussolini, todavía complicaba más la interpretación sobre la ideología de CEDA.

         La colaboración del Partido Agrario.

     Los agrarios de José Martínez de Velasco Escolar, José María Cid, y Antonio Royo Vilanova, se declararon republicanos en febrero de 1934, y decidieron colaborar con el Gobierno Lerroux. Royo se había opuesto desde 1931 al Estatuto de Autonomía de Cataluña. Cid se había opuesto a las Leyes de reforma agraria de Largo Caballero. Martínez de Velasco se había opuesto a la laicización del Estado. El nuevo programa del Gobierno les hizo abandonar su postura antirrepublicana, y adoptaron una política de colaboración. Tras ello, Martínez de Velasco sería Ministro sin Cartera en octubre de 1934, alcalde de Madrid en octubre de 1934, Ministro de Industria, Comercio y Agricultura en septiembre de 1935, y Ministro de Estado en octubre de 1935.

     Los patronos de las zonas rurales declararon guerra abierta a la República. Estaban cansados de soportar violencias campesinas y bajaron los jornales y, a los que no los aceptaban les decían: «comed república». No bastó para calmarles ni la derogación de la ley de Reforma Agraria de Largo Caballero que es preciso explicar más extensamente:

     La Ley de Reforma Agraria se cambió de modo que si se expropiaban tierras se había de indemnizar a los propietarios.

     Las expropiaciones de tierras continuaron y durante 1934 se expropió cuatro veces más de lo hecho anteriormente, asentando a muchos campesinos. Se suspendió la revisión de rentas, lo cual favorecía a los colonos. Se eliminó el Decreto de Intensificación de Cultivos y los campesinos que habían ocupado fincas amparados en los sindicatos, unos 28.000, tuvieron que abandonarlas. Se dieron facilidades para desahuciar a arrendatarios insolventes. Se dio la libertad de contratación y se eliminó la Ley de Términos Municipales que obligaba a contratar a los obreros del pueblo donde estuvieran las fincas.

         La oposición de Martínez Barrio.

     Martínez Barrio, el Presidente del Gobierno hasta diciembre de 1933, criticó la orientación derechista del Gobierno Lerroux, y un grupo de Republicanos Radicales del partido de Lerroux, le contestó. Martínez Barrio hizo entonces unas declaraciones de prensa a Blanco y Negro, y se llegó a una confrontación. Martínez Barrio dijo que él era de izquierdas y demócrata, respetuoso con la ley y con sentido de la justicia social. Inmediatamente fue cesado como Ministro el 3 de marzo de 1934. Antonio Lara se solidarizó con Martínez Barrio.

     Alcalá-Zamora abrió un turno de consultas, pero confirmó a Lerroux en el Gobierno. No obstante, el 3 de marzo de 1934 hubo remodelación de Gabinete.

         La ofensiva política carlista.

     Los carlistas estaban dirigidos en 1934 por Tomás Domínguez Arévalo, conde de Rodezno, un hombre que quería respetar la legalidad republicana, y acercarse a los alfonsinos en política. El 31 de marzo de 1934, Rodezno había enviado al general Emilio Barrera Luyando, Rafael Olazábal, Antonio Goicoechea y a Antonio Lizarza Iribarren, a entrevistarse con Mussolini, y habían pactado un levantamiento de carlistas, Renovación Española de Antonio Goicoechea y de algunos militares como el general Emilio Barrera Luyando, para una sublevación contra la República.

En la reunión con Italo Balbo, se firmó un Acta por la que Italia se comprometía a dar asistencia y medios a España, con vistas a la restauración monárquica. Fue el momento en que algunos monárquicos crearon el Requeté, para que las armas que llegaran de Italia pudieran ser usadas convenientemente. La dirección del entrenamiento militar del Requeté se puso en manos del coronel Varela. Y varias expediciones de jóvenes navarros marcharon a Italia a instruirse en el manejo de las armas.

     La ofensiva monárquica contra la República no iba a tener consecuencias de forma inmediata: En primer lugar, estaban divididos entre Carlistas de Alfonso Carlos I, y Alfonsinos de Alfonso XIII. A su vez, la Comunión Tradicionalista, o carlistas, estaban divididos entre integristas de Juan de Olazábal, y Jaimistas del marqués de Villores.

En 3 de mayo de 1934, Manuel José Fal Conde[2] fue elegido Secretario General de Comunión Tradicionalista, al servicio de Alfonso Carlos I[3]. Fal Conde era un abogado católico integrista que escribía en El Observador de Sevilla y había creado en esa ciudad un requeté y unas juventudes carlistas, logrando 4 diputados en 1933 en Andalucía y siendo capaz de reunir 650 boinas rojas en la demostración del cortijo Fuente Quintillo.

     Fal Conde cortó las relaciones con Renovación Española, y optó por la vía violenta para derribar la República. De momento centralizó el partido carlista y lo puso bajo sus órdenes de modo que creó “delegaciones especiales” que le obedecían a él, y dejo de lado las juntas regionales y locales carlistas tradicionales. También creó: Una Delegación de Propaganda gestionada por Lamamié de Clairac; una Delegación de Prensa. gestionada por Manuel González Quevedo; un Delegado de Juventudes, que fue el navarro Luis Arellano; un Delegado de Requetés, que fue el santanderino José Luis Zamanillo; un Consejo de Cultura Tradicionalista, gestionado por Víctor Pradera.

     Fal Conde utilizaba El Siglo Futuro como periódico central, y lo acompañaba de El Pensamiento Navarro, El Correo Catalán, y El Pensamiento Alavés.

Fal Conde tenía la idea de que se aproximaba una nueva guerra civil. El proyecto de unir a los carlistas con la nueva derecha que estaba surgiendo, la TYRE, Tradicionalistas y Renovación Española, fracasó. Los carlistas no habían sido capaces de que otros monárquicos se sumaran a ellos.

     En 1935, Fal Conde estaba convencido de que habría una nueva guerra civil, y en febrero de 1936, estaba comprando armas italianas, y adiestrando soldados requetés en el sur de Francia. Sus armas, municiones y soldados eran muy importantes para Mola en julio de 1936, y el acuerdo entre Fal Conde y Mola de 14 de julio de 1936, dio luz verde a la sublevación militar.

     La muerte en accidente de Alfonso Carlos I en Viena, el 28 de septiembre de 1936, ya empezada la guerra en España, trastornó todos los planes carlistas. El heredero era Javier de Borbón Parma. Fal Conde pensaba que el carlismo era la fuerza más importante en ese momento, y organizó sus propios campos de entrenamiento militar para requetés. No le gustó a Franco, que le desterró. Y en 1937, Fal Conde no aceptó la unificación que Franco le proponía, lo cual arrastró a Manuel Hedilla, a no sumar tampoco la Falange a la unificación. Franco hizo la unificación por Decreto en abril de 1937.

Comunión Tradicionalista (carlistas) y Renovación Española (alfonsinos de Alfonso XIII), rompieron con CEDA alegando que ésta colaboraba con el Gobierno, y se asociaron en «TYRE» Tradicionalistas y Renovación Española, hasta que, en mayo de 1934, el pretendiente Alfonso Carlos ordenó a Rodezno acabar con esta coalición que podía llevar al trono a Don Juan de Borbón, hijo de Alfonso XIII. Eso significó la práctica desaparición de ambos grupos y su conversión en minorías regionales. La TYRE tenía una organización juvenil llamada «Juventudes Unidas de Acción Nacionalista«, JUAN.

Renovación Española, en mayo de 1934, eliminó al JUAN de sus listas electorales, lo que significó la ruptura con los neotradicionalistas, y volvió a defender la candidatura de Alfonso XIII (restauracionistas), lo cual no arreglaba las cosas con los carlistas y provocaba una nueva escisión en las filas monárquicas. Los neotradicionalistas ficharon entonces como jefe de filas a José Calvo Sotelo, ex Ministro de Hacienda de Primo de Rivera muy prestigioso que se había exiliado en París 1931-1934 y conocía a la ultraderecha francesa.

         La ofensiva política alfonsina.

     Los alfonsinos buscaron la infiltración en el ejército en la idea de poder conformar unas nuevas Juntas Militares de Defensa, pero monárquicas. La idea se realizó en UME.

     Pero los militares antimonárquicos organizaron entonces dos agrupaciones militares: la Unión Militar Republicana, UMR; y la Unión Militar Antifascista, UMA, que dirigía el médico militar Miguel Palacios Martínez. A finales de 1934, las dos organizaciones republicanas convergieron en UMRA, Unión Militar Republicana Antifascista.

     31 de marzo de 1934, se firmaron los acuerdos del Quirinal entre Mussolini y los monárquicos españoles, tanto alfonsinos como tradicionalistas: Mussolini les enviaría armas con las que hacer un golpe de Estado, y además, hablaron de recibir dinero en el momento en que iniciasen un golpe contra la República Española. Es el primer anuncio serio del golpe de Estado que tuvo lugar en julio de 1936. En diciembre de 1933, se había creado Unión Militar Española, UME, con la finalidad de acabar con la República. Los hombres de UME, sumados al dinero y armas de Mussolini, constituían un serio aviso para los españoles.

     Otro apoyo contra la República se buscaba en el clero: El 4 de abril de 1934 se aprobó una Ley de Haberes Pasivos para el Clero, como exigencia de CEDA. La izquierda dijo que aquello era anticonstitucional, pues se favorecía desde el Estado a una religión. El Ministro de Justicia dijo que se estaba cumpliendo con el Concordato de 1851. Estaban surgiendo muchos grupos de Acción Católica. Se organizaron Cursos de Verano en Santander, los cuales preparaban a los sacerdotes para organizar y dirigir estos grupos. También se buscaba que asistieran seminaristas que entraran en Acción Católica y dirigieran los grupos desde dentro. En 1934-1935 se creó la UIMP, Universidad Internacional Menéndez Pelayo, que funcionaba en Santander con la finalidad de afianzar el catolicismo en la Universidad.

     Lo más preocupante entre los monárquicos eran los mítines de Gil Robles por toda la geografía española. La serie había empezado en 1932, y uno de los primeros fue en Sevilla en 21 de febrero de 1932, en nombre de Acción Popular. Y se fueron repitiendo con multitudes asistiendo a escucharle. El más divulgado de todos ellos fue el mitin del Teatro Monumental de Madrid, de 15 de octubre de 1933, porque fue retransmitido por radio. En este mitin, Gil Robles dijo que había que reconstruir España, para hacer un Estado Nuevo y totalitario, sin masones ni judaizantes. Ambas expresiones recordaban a Mussolini. Y la expresión de ir contra los judíos, que Italia había copiado de Alemania, pues los judíos no eran rechazados en Italia, tampoco tenía sentido en España. Gil Robles pedía someter “tanto a los de arriba como a los de abajo”, lo cual debemos entender como sometimiento del capitalismo y del socialismo. Pedía un Estado fuerte que, respetando los derechos individuales, respetase también los intereses generales, lo cual le daba sensación de respetabilidad al discurso, pero a continuación añadía cosas terribles, como que se debía conseguir incluso al precio de verter sangre, y que se debía conseguir el poder absoluto, “sin contubernios”, es decir, sin concesiones a otras fuerzas políticas con ideas distintas a las de la salvación de España. Incluso el Parlamento se debía someter a esta gran empresa regeneradora, y en caso contrario, el Parlamento debía ser abolido. En este punto, Gil Robles estaba hablando ya de fascismo o nazismo. Los nuevos valores a preservar eran el tradicionalismo, el cristianismo, el antimarxismo y el antiseparatismo catalán.

     Tras el discurso del Teatro Monumental, Gil Robles fue tildado de fascista, y la izquierda hizo campaña sistemática contra él, lo cual hay que entender para explicarse que no obtuviera el poder en diciembre de 1933, ni tuviera Ministros en el Gobierno de Lerroux.

     Otro de los mítines sonados de Gil Robles fue en El Escorial, el 22 de abril de 1934. Los jóvenes católicos de España se reunieron en El Escorial y allí Gil Robles habló a 20.000 jóvenes diciéndoles que si la revolución descendía a la calle, allí estarían ellos. El discurso sonaba a complicidad con los nazis alemanes que estaban persiguiendo socialistas en Alemania y Austria. Los jóvenes gritaban que debía haber Ministros de CEDA en el gobierno de España.

     Pero la reacción de los pesoístas y anarquistas no fue nada democrática: Y ello dio lugar a los sucesos de Covadonga de 9 de septiembre de 1934: Ante la convocatoria del mitin de Covadonga, los socialistas y anarquistas convocaron la huelga general, lo cual supuso el no funcionamiento de trenes y autobuses ese día. Además, derribaron algunos postes sobre la carretera de Covadonga, tirotearon algunos trenes que circulaban, arrancaron un tramo de vía, y derribaron un muro sobre la carretera que salía de Oviedo. La carretera fue sembrada de chinchetas para que los particulares tampoco pudieran acceder a Covadonga. Se necesitó amplia protección de la Guardia Civil para que los ciudadanos pudieran acceder a Covadonga. No obstante acudieron a Covadonga varios miles de personas, 10.000 según los partidarios de Gil Robles, y 4.000 según los socialistas. Sobre el contenido del discurso, no fue nada interesante, pues repitió lo que venía diciendo en todos sus mítines: que había que impedir el separatismo catalán que no sólo trataba de independizar Cataluña, sino de romper el resto de España. Que no había moralidad entre los políticos del Gobierno. Que había que poner la política al servicio de la Patria. Que se necesitaba un Mussolini o un Hitler en España.

     La guerrilla urbana en 1934.

     En 1934, los tiroteos entre milicias de derechas y de izquierdas, ya eran frecuentes en Madrid. Madrid se había llenado de pistoleros, y el ambiente recordaba la Barcelona de 1920-1923.

Falange Española se unió a las JONS en febrero de 1934, y apareció Falange Española y de las JONS. El aparato militar de FE de las JONS lo controlaba entonces Renovación Española, y lo haría hasta fines de 1934. Renovación Española de José Calvo Sotelo, pagaba a Falange Española para tener grupos de jóvenes en la calle protegiendo sus actuaciones. Pero José Antonio Primo de Rivera insistió en independizarse, y no prestar sus milicias a Renovación Española. El famoso aviador Juan Antonio Ansaldo, se puso a entrenar jóvenes de derechas para la lucha callejera. El teniente coronel retirado Luis Arredondo, entrenó milicianos falangistas, que se denominaron Falange de Sangre, y más tarde Primera Línea.

El ambiente político se hacúa muy violento: Macià había creado en Cataluña sus escamots, grupos de jóvenes con entrenamiento militar. El PNV había creado sus mendigoizales, entrenados militarmente. Los pesoístas-ugetistas tenían grupos paramilitares clandestinos en Federación de Juventudes Socialistas de España FJSE, y en febrero de 1934, crearon una Comisión Mixta Revolucionaria para controlar a estos grupos. Los anarquistas tenían, además de FAI, “grupos de defensa”, creados en 1931 para hacer atentados, sabotajes, huelgas y boicots. El PCE, desde 1922 (I Congreso) venía hablando de la necesidad de contar con milicias de protección a sus líderes, a los mítines, a los locales y a los periódicos propios. En 1931, la Unión de Juventudes Comunistas de España, UJCE, creó la “Joven Guardia” de muy poco éxito por falta de militantes voluntarios. Hacia 1933, tras la subida al poder de Hitler, surgieron las Milicias Antifascistas Obreras y Campesinas, MAOC, formadas en escuadras (integradas por seis milicianos y dos delegados, uno político y otro técnico), secciones (tres escuadras más dos delegados), centurias (tres secciones más dos delegados). En 1935 se vistieron de uniforme, con camisa azul y corbata roja. En 1934, UJCE entabló conversaciones con Federación de Juventudes Socialistas, FJS, para unificar sus milicias, pero las milicias de izquierdas nunca fueron demasiado importantes hasta bien empezada la guerra civil.

     En 1934, la Juventud de Acción Popular JAP, juventud de extrema derecha, hizo concentraciones en El Escorial y pidieron derogaciones de las leyes de izquierdas. Para tranquilizarles, se derogó la Ley de Términos Municipales y se amnistió a Sanjurjo y demás golpistas de agosto de 1932. La JAP nunca llegó a portar armas de fuego, pero su entrenamiento era militar como el de todos los demás grupos paramilitares.

Entre los militares surgió una asociación fascista que se llamó: Junta de la Unión Militar Española, JUME, luego llamada Unión Militar Española UME, que se puso en contacto con Mussolini y con José Antonio Primo de Rivera.

Apareció una revista llamada «Acción Española», de claro signo fascista, antisemita, que defendía el «votemos para dejar de votar algún día». La pagaba Juan March, y la dirigía Fernando Gallego de Chaves Calleja.

Los enfrentamientos entre grupos paramilitares contrarios se hacían con porras, pero fue inevitable que en algún momento aparecieran las pistolas, y con ello, los primeros muertos: El 9 de enero de 1934, los falangistas Agustín Aznar y Matías Montero, asaltaron un local de FUE, de estudiantes socialistas, y mataron a un estudiante. El 11 de enero, los socialistas mataron a Francisco de Paula Sampol, mientras compraba el periódico FE. El 27 de enero fue asesinado Vicente Pérez, el distribuidor del periódico FE. El 10 de febrero de 1934, llegó la represalia por el 9 de enero, y Matías Montero Rodríguez de Trujillo, falangista y estudiante de medicina, fue asesinado por jóvenes de PSOE; el albañil Ángel Montesinos Carbonell, falangista, fue asesinado por anarquistas el 8 de marzo de 1934; y el caso más escandaloso fue el del falangista Juan Cuéllar, estudiante de 5º de medicina de 18 años de edad, el 10 de junio de 1934, porque recibió dos disparos, varios navajazos, la amputación de una oreja, y el cortado de la cabellera. Los falangistas reaccionaron asesinando a la socialista Juanita Rico Hernández, esa misma noche, y dejando malheridos a sus dos hermanos. Y la violencia ya no paró, sino que fue in crescendo hasta el estallido de la guerra de 1936. El falangista Manuel Carrión Damborenea fue asesinado el 11 de septiembre de 1934. El comunista Juan de Grado también fue asesinado. Y muchos más, cuya muerte causa la vergüenza de todos los españoles de aquella generación, y sigue constituyendo una vergüenza el no haberse aclarado, un siglo después, la cantidad de asesinatos habidos.

Naturalmente, cada grupo acusó a sus contrarios de la violencia producida. Y, noventa años después, cada partido sigue acusando a sus enemigos de lo ocurrido en 1934. Convenientemente para todos los terroristas de 1934, la historia se ha reducido a la aparición de Falange Española de la JONS, y la revolución de octubre de 1934, y se ha silenciado el resto. La izquierda habla de una “memoria histórica” que parece que sólo trata de publicar los crímenes de la derecha, la Iglesia se niega a acusarse por incitación y encubrimientos, la derecha saca a relucir listas de asesinados por socialistas, anarquistas y comunistas, y nadie ha sido capaz todavía de plantear la verdad en su integridad. Lo peor que ha ocurrido, es que el tema haya caído en manos de los políticos, profesionales en deformar la historia, y construir “relatos” a la medida de sus intereses, en vez ser confiado a historiadores “no comprometidos”.

         Crisis ministerial de marzo de 1934.

     La violencia desatada desde principios de 1934, tuvo sus consecuencias: El jefe de milicias falangistas, Ansaldo, planificó la voladura de la sede de Juventudes Socialistas. El descubrimiento de la trama por la policía, provocó un gran escándalo, que fue arreglado por José Antonio Primo de Rivera con la expulsión de Ansaldo de Falange Española.

     La responsabilidad de Lerroux y sus Ministros en no cortar los asesinatos, en aras a mantener la estabilidad en el Gobierno, es muy evidente, hasta el punto de poder considerar a Lerroux como uno de los peores Presidentes de Gobierno de la historia de España. Pero fue necesario hacer algo, y lo que se hizo fue una remodelación de Gobierno, con Ministros más fieles a Lerroux, en vez de ir a Ministros más honrados y eficientes.

En 3 de marzo de 1934 hubo crisis ministerial tras reñir los republicanos radicales con los radicaldemócratas, lo cual rompía el Partido Republicano Radical en el Gobierno. Martínez Barrio, del Partido Radical, rompió con Lerroux por haber éste devuelto las propiedades de la Iglesia y por haber endurecido las condiciones de orden público. En efecto, en marzo de 1934, Lerroux contrató mil nuevos guardias civiles para asegurar mejor el orden público. Entraba en acción Rafael Salazar Alonso, el protegido de Lerroux. Martínez Barrio abandonó al PRR.

Los nuevos Ministros eran: Hacienda, Manuel Marraco Ramón[4], que sustituía a Antonio de Lara Zárate; Instrucción Pública, Salvador de Madariaga Rojo, que sustituía a José Pareja Yébenes; Gobernación, Rafael Salazar Alonso sustituía a Diego Martínez Barrio.

Rafael Salazar Alonso, 1895-1936, era un abogado madrileño de palabra fácil, dispuesto a medrar como fuera. Se afilió a la masonería y al Partido Republicano Radical. Se expresaba en el diario Informaciones y en el decenario Almadén, y empezó a ser considerado como una pieza valiosa. Por eso, Lerroux le colocó como Concejal de Madrid en 1931, por Conjunción Republicana Socialista, y le hizo Diputado por Badajoz, y en marzo de 1934 Ministro de Gobernación, cuando sólo tenía 39 años de edad. Estuvo seis meses en el cargo, y sirvió a Lerroux en el desmantelamiento de la Federación Nacional de Trabajadores de la Tierra, de UGT, asunto por el que fue expulsado de la masonería y cesado como Ministro. Se le acusó de estimular el asesinato de Pedro Rubio, un hombre de FNTT. Lerroux le hizo Alcalde de Madrid en octubre de 1934. En octubre de 1935, fue implicado en el asunto del estraperlo, y allí finalizó su carrera política. El 1 de septiembre de 1936 fue detenido por milicias anarquistas FAI, juzgado por colaboración con los rebeldes, y fusilado el 2 de septiembre, tras una acusación falsa. En 3 de marzo de 1934, su acción de dureza al frente del orden público era premiada con un Ministerio.

La tercera consecuencia, además del cese de Ansaldo en Falange Española, y la remodelación de Gobierno, fue una alianza entre republicanos y socialistas. Tanto los Republicano Radicales como los socialistas comprendieron que debían ir juntos a unas nuevas elecciones si querían recuperar el poder y empezaron las fusiones: Acción Republicana de Azaña se fusionó con Partido Radical Socialista de Marcelino Domingo en un partido llamado Izquierda Republicana. Entonces Azaña entró en conversaciones con Prieto, PSOE, para una nueva coalición republicano socialista.

     El 4 de marzo de 1934 se celebró el 70 cumpleaños de Lerroux. La fecha marcó un hito en cuanto a la imposición de Lerroux sobre el Gobierno, como si fuera su patrimonio personal.

     Los periodistas e intelectuales españoles fueron conscientes de la desaparición de la democracia que amenazaba a España. En marzo de 1934 los impresores de Madrid se declararon en huelga, pero Aurelio Salazar Alonso, el nuevo Ministro de Gobernación acabó con ellos enseguida. Empezó un gran silencio, un pacto de silencio entre todos.

              La CNT en 1934.

      CNT declaró huelga general en Zaragoza, el centro de FAI, con los hermanos Francisco Ascaso, Domingo Ascaso, Alejandro Ascaso, y su primo Joaquín Ascaso, y Buenaventura Durruti. Los Ascaso ya habían matado en 1923 al cardenal Soldevila en Zaragoza, y habían sido amnistiados en 1931, para volver enseguida a la acción terrorista.

     Entre el anarquismo de aquellos días se distinguían tres tendencias: Los autodidactas pacíficos que se limitaban a romper moldes sociales y, por ejemplo, hacían nudismo, y eran muy idealistas.  Los ateos que defendían que el anarquismo era una moral superior a la católica. Solían ser tenderos y artesanos de taller pequeño. Creían que la huelga general llevaría algún día a los obreros al poder. Y los violentos, que eran un grupo pequeño de pistoleros, muchos de ellos extranjeros, que actuaban al grito de “¡Vivan Sacco y Vancetti!”, dos obreros anarquistas que se habían convertido en mitos cuando murieron en Estados Unidos en 23 de agosto de 1927.

     La huelga de marzo de 1934 era por la liberación de los presos de la huelga de diciembre de 1933 y por la actitud del Gobernador Civil de Zaragoza contra los conductores de autobuses huelguistas. Durruti hizo muchas proclamas y se hizo por ello muy famoso en toda España. Durruti, sabedor del peligro que corría, se llevó a sus hijos a casa de unos anarquistas catalanes para esconderlos.

     El 27 de marzo de 1934 se creaba el Partido Sindicalista, obra de Ángel Pestaña para llevar el anarquismo a la política. La Federación Sindicalista Libertaria se negó a aceptar esta postura de Pestaña. De todos modos, Pestaña tuvo seguidores en Barcelona, Valencia, Alicante y Andalucía (donde se fusionó con Partido Social Ibérico). Su periódico era El Sindicalista y lo utilizaban para criticar a CNT. En 1936 entrarían en el Frente Popular, saliendo como diputados Benito Pavón y Ángel Pestaña. Defendieron que era prioritario ganar la guerra antes de hacer la revolución, que era la tesis contraria a CNT.

Radicalización catalanista:

 Lley de Contractes de Conreu.

     En el intervalo entre la redacción del primer Estatuto de Cataluña de junio de 1931 (Estatuto de Nuria) y el definitivo de septiembre de 1932, la Generalitat preparó la Lley de Contractes de Conreu, más conocida como «ley rabassaire» (Ley de contratos de cultivo), que se aprobó el 21 de marzo de 1934. Esta ley exigía que el periodo mínimo de arrendamiento de las fincas fuera de 6 años, que las mejoras introducidas en la finca por el rabassaire tuvieran que serle pagadas por el propietario y que, tras 18 años de arrendamiento el rabassaire adquiriera derecho de compra sobre la tierra. Esto suponía poco menos que regalarles la tierra a los arrendatarios pues no tenían más que ir haciendo mejoras cada año para compensar la renta y hacer una obra mayor para compensar la compra a los 18 años de arrendamiento. Los propietarios reclamaron y la ley fue declarada anticonstitucional en junio de 1934.

El escenario de enfrentamiento entre un Madrid pérfido y una Generalitat bondadosa, estaba perfectamente trazado. No cayeron en la trampa nacionalista los cenetistas, pero se escindieron luchando entre sí treintistas y faístas. El resto de catalanes, cayeron en la trampa política.

En Cataluña había muerto Macià en navidad de 1933, y el nuevo líder de Esquerra Republicana era Lluis Companys, a quien los comunistas, conociendo su actuación de 1931, le pedían armas y la proclamación de la República Federal. Cataluña tenía competencias en cultura, administración civil, obras públicas, transportes, comunicaciones y algunos servicios de orden público, muy pocos. Los catalanes reclamaban defensa, relaciones internacionales y orden público.

Se trataba de un problema social, pero como mucha población estaba motivada a manifestarse, los catalanistas decidieron convertirlo en un problema político. Y el momento de un Gobierno de España débil era excelente para forzar soluciones catalanistas. La prueba más evidente de que era una cuestión politizada, es que los propietarios reclamaron y la ley fue declarada anticonstitucional en junio de 1934.

Companys argumentaba que “la República debía ser gobernada por republicanos democráticos y liberales”, lo cual nada tenía que ver con el catalanismo, pero era una frase ingeniosa. Estaba haciendo un juego de palabras absurdo, pero las tonterías muchas veces calan entre la gente menos culta.

         Radicalización de los vasquistas.

El PNV aprovechaba para exigir su estatuto de autonomía, estatuto que se hacía desde la minoría nacionalista y con oposición de la alta burguesía vasca, es decir, con problemas desde el primer momento. Los carlistas, tradicionales aliados del PNV, rompieron definitivamente con el vasquismo porque ellos defendían la unidad de España y la unidad religiosa de España por encima de todo y no querían estatuto de autonomía vasco.

         Lerroux contra la izquierda.

     En un momento de tanta tensión, y cuando el problema era la violencia terrorista de los pistoleros de distintos partidos, Lerroux decidió apoyarse en la derecha, y atacar a la izquierda. De este modo incrementaba la tensión política de forma poco juiciosa:

El 23 de marzo de 1934, se presentó en las Cortes el Proyecto de Ley de Amnistía, el cual parecía hecho para los sublevados de 1932, los monárquicos Calvo Sotelo y Cándido Guadalorce. Estaba mal presentado, y podía beneficiar a los anarquistas. Pero la izquierda lo interpretó como una traición de Lerroux a la República, como un intento de beneficiar a la derecha.

También anunció que desharía las reformas de Largo Caballero. En cuanto al proyecto de deshacer la Reforma Agraria de Largo Caballero, era una de las prioridades de este Gobierno, pero Izquierda Republicana, y socialistas tenían suficientes Diputados como para echar abajo la contrarreforma de derechas, y las leyes de 1931 no pudieron derogarse hasta octubre de 1934.

En un momento tan complejo de manejar políticamente, a Lerroux se le ocurrió la idea de hacer un expansionismo imperialista, progresando en el Sahara Español, desde Cabo Juby, 100 kilómetros hacia el norte, en el llamado Sidi Ifni (La Laguna) en la desembocadura del Uad Asir n`Ifni. El 27 de marzo de 1934, el coronel Osvaldo Capaz, se declaró señor del lugar, tras pactar con la población autóctona, la cual quería escapar de la presión del sultán de Fez. El campamento militar tuvo éxito, y en pocos años, surgió una ciudad en el lugar, que se llamó Ifni.

         Ofensiva republicana de abril de 1934.

     El 2 de abril de 1934, Azaña reagrupó a los republicanos conservadores en un nuevo partido llamado Izquierda Republicana. Nacía a partir de Acción Republicana de Azaña, del Partido Radical Socialista Independiente de Marcelino Domingo, y de ORGA de Santiago Casares Quiroga. Azaña era su Presidente. Vicepresidente, Marcelino Domingo; Secretario General, José Salmerón; Vocal, Casares Quiroga. Era un intento de dar estabilidad a los Gobiernos de izquierda, una vez que no se podía contar con los socialistas. Azaña intentó captar también para Izquierda Republicana a Martínez Barrio[5], un radical que se había separado de Lerroux.

         El proyecto de Amnistía de abril de 1934.

El Ministro de Guerra, Diego Hidalgo Durán, en marzo de 1934 ascendió a Francisco Franco a General de División en la primera vacante que hubo. Y aquello era una ilegalidad, pues Franco estaba muy abajo en la escala de ascensos entre los Generales de Brigada, dado que Azaña le había retrasado decenas de puestos. El Gobierno trataba de anular las Leyes de Azaña, y congratularse con los militares. Pero para lograrlo plenamente, se debía amnistiar a los implicados en el levantamiento de Sanjurjo de 1932. El Proyecto de Amnistía englobaba a todos los “delitos sociales y políticos”, lo que implicaba a 8.000 ó 10.000 anarquistas y comunistas, a Calvo Sotelo que estaba exiliado en París, y a los militares rebeldes de 1932.

     El 10 de abril de 1934, hubo un debate sobre el Proyecto de Amnistía, presentado por el Ministro de Justicia, Ramón Álvarez Valdés. El clima era de excitación. Álvarez-Valdés equiparó la sublevación de Jaca de 12 de diciembre de 1930, con la de Sanjurjo de 1932. La Ley se corrompió en las Cortes, porque los diversos grupos parlamentarios introdujeron enmiendas que afectaban a delitos comunes y se convirtió en anticonstitucional, pero nadie quiso denunciarlo. Todos se taparon los ojos y la nariz. El escándalo fue grande, y Álvarez Valdés tuvo que dimitir. Hubo una pequeña remodelación de Gobierno en 17 de abril de 1934: Justicia, Salvador de Madariaga; Industria y Comercio, Vicente Iranzo Enguita.

En fin, Ramón Álvarez Valdés fue sustituido por Salvador de Madariaga, un firme adversario de todo tipo de amnistías. Pero Salvador de Madariaga tuvo que comerse sus palabras, y aprobar la amnistía el 20 de abril de 1934, como le pedía su Gobierno. Era una Ley aprobada en el Parlamento.

Las Cortes amnistiaron a Sanjurjo, obviamente por iniciativa de Lerroux aunque éste se excusaba de haber tenido parte en ello.

La exaltación subió de grado tras la aprobación de la Ley. La Ley de Amnistía incluía a oficiales procesados por el Tribunal de Responsabilidades. Eran los que habían ayudado a Sanjurjo y los generales pasados a la reserva el 9 de marzo de 1932. Es decir, la Ley significaba liberar a todos los enemigos de la República, y atascar de nuevo las escalas militares en los ascensos. Con la amnistía se traicionaba a la Ley de Reducción de Oficiales en el ejército.

     El Ministro de Guerra desde 23 de enero de 1934, Diego Hidalgo Durán, ofreció a los amnistiados la opción de pedir el retiro, o de pasar a la reserva con la paga completa, pero los amnistiados prefirieron incorporarse al ejército. Así que Mola, Saliquet y Millán Astray volvieron. Y para completar el absurdo, al año siguiente recibieron mando en tropa. Hidalgo Durán no interpretaba bien la realidad: creía que con una amnistía se terminaría el descontento en el ejército, sin darse cuenta que reanimaba el golpe de Estado de Sanjurjo.

     Alcalá-Zamora quiso devolver la Ley de Amnistía a las Cortes y retrasar así su firma, o sanción de la Ley, porque no quería perdonar a los sublevados de 1932. El Presidente de la República, Alcalá-Zamora, podía pedir, por poder constitucional, la reconsideración de un decreto de Cortes en los siguientes quince días a su publicación, y entonces las Cortes los debían aprobar por dos tercios o retirarlo. La cuestión era un veto, y el veto no se había ejercido nunca, ni siquiera en tiempos de la monarquía. Alcalá Zamora se asustó de su propia decisión, se arrepintió, y firmó la amnistía, culpando a Lerroux de haberle forzado a darla, mientras Lerroux culpaba a Alcalá Zamora de no atreverse a cumplir con sus obligaciones y prerrogativas.

     La circunstancia por la que dimitió Lerroux fue que Alcalá-Zamora se resistía a firmar una amnistía para Sanjurjo, y sólo la firmó añadiendo una nota o explicación, nota que incluyó al final de la Ley de Amnistía de 23 de abril. Alcalá-Zamora podía haber puesto su veto a la ley, como Presidente de la República, lo cual hubiera obligado a las Cortes a volver a reunirse y a intentar aprobar la Ley por mayoría de dos tercios. Alcalá Zamora no se atrevió a utilizar el veto ni a contradecir a Lerroux, y escribió la nota o coletilla final exculpándose. Ello quería decir que el culpable exclusivo era Lerroux. Lerroux se indignó y presentó su dimisión.

     Alcalá-Zamora firmó la Ley sin que ningún Ministro la hubiera refrendado, lo cual era anticonstitucional.

El día de la publicación de la Ley de Amnistía, 25 de abril de 1934, Lerroux dimitió. Gil Robles se mostró indignado, y los republicanos radicales también. Hicieron responsable de todo a Alcalá-Zamora.

     El 28 de abril de 1934, el Gobierno dimitió y fue sustituido por otro, también radical, presidido por Samper. Alcalá Zamora no se atrevió a romper con los Radicales-CEDA y eso disgustó a la izquierda, de modo que el Presidente de la República quedó mal ante todos.

     La crisis de Gobierno de abril de 1934 fue tanto un conflicto entre el Presidente del República, Alcalá-Zamora, y el Presidente del Gobierno, Alejandro Lerroux, por causa de la amnistía a Sanjurjo, como un conflicto entre las derechas a izquierdas españolas.

     Las crisis del Gobierno tuvieron lugar en abril, junio y octubre de 1934. En cada crisis, Largo Caballero solicitaba que el PSOE fuera encargado de formar Gobierno y prometía que si ello ocurría, disolvería las Cortes, y convocaría elecciones. Alcalá Zamora no quería dar a Largo Caballero el Gobierno.


[1] Rafael Salazar Alonso nació en Madrid en 1895 y empezó a destacar cuando entró en Partido Republicano Radical PRR de Lerroux y se hizo dirigente del mismo. En 1931 será concejal en Madrid y ese mismo año diputado por Badajoz 1931-33. El 3 de marzo de 1934 llegó a su cénit político siendo nombrado ministro de Gobernación, cargo en que estará hasta 4 octubre de 1934, pasando pues como ministro los gobiernos de Lerroux y de Samper. Cuando dejó el puesto de ministro, pasó a alcalde de Madrid desde 19 de octubre de 1934 a 25 de octubre de 1935, momento en que tuvo que dimitir afectado por el escándalo del estraperlo. Lo hizo dos días antes de que las Cortes decidieran abrir una comisión para investigarle. El 1 de septiembre de 1939 fue detenido por milicianos FAI y llevado a la Cárcel Modelo, donde tuvo un juicio popular, fue condenado a muerte, y ejecutado 23 de septiembre de 1939.

[2] Manuel José Fal Conde, 1894-1975, se formó con los jesuitas en Villafranca de los Barros y estudio Derecho en Sevilla. En 1930, encontró al carlismo dividido entre integristas y jaimistas, cuando Fal Conde fue nombrado jefe de los carlistas de Andalucía Occidental. En 1932, fue encarcelado por sospecha de colaboración con Sanjurjo. En 1934, preparó el requeté andaluz. El 3 de mayo de 1934, fue designado Secretario General de Comunión Tradicionalista al servicio de Alfonso Carlos I. Fue el primero en anunciar una próxima guerra civil en España, y lo hacía en noviembre de 1935. De acuerdo con esta idea, compró armas a Mussolini y adiestró a decenas de miles de requetés. Puso sus recursos al servicio de Sanjurjo y de Mola, y nombró jefe del Requeté a Zamanillo. La principal discusión con Mola es que los carlistas querían luchar con sus propias unidades, sus jefes y su bandera. El acuerdo llegó el 14 de julio de 1936. Pero el 28 de septiembre de 1936, Franco fue elegido jefe del bando sublevado, (ceremonia del 1 de octubre), y el 28 de septiembre de 1936 murió Alfonso Carlos I, líder de los Carlistas. El carlismo estaba a punto de de naufragar, porque Franco les exigía la adhesión incondicional. Fal Conde intentó dominar su propia academia militar para requetés, y sus propios jefes, y Franco le desterró. Fal Conde no aceptó al unificación que Franco le propuso, y la unificación llegó por Decreto.

[3] Alfonso Carlos de Borbón y Austria Este, 1849-1936, duque de San Jaime y duque de Madrid, luchó en 1868-1870 al servicio del Papa. Se casó con María de las Nieves de Braganza, hija de Miguel de Portugal. En 1873 se trasladó a España para liderar las fuerzas carlistas de Cataluña a favor de su hermano Carlos VII, e intentó expediciones por toda España al estilo de los viejos carlistas de 1833. En octubre de 1874, abandonó  la lucha y huyó a Francia. En 2 de octubre de 1931, a la muerte de su sobrino, Jaime de Borbón y Borbón Parma, hijo de Carlos VII, sucedida en 2 de octubre de 1931, Alfonso Carlos se convirtió en el líder carlista como Alfonso Carlos I. Pero el carlismo estaba roto entre integristas católicos de Vázquez Mella y monárquicos puros del Marqués de Villores. La unión de ambos sectores resultó de poca utilidad por la circunstancia de que Alfonso Carlos I muriera en Viena atropellado por un camión militar, el 28 de septiembre de 1936.

[4] Manuel Marraco Ramón, 1870-1956, era propietario de fincas agrícolas y de fábricas de conservas, remolachero, dueño de Alcoholera Agrícola del Pilar, dirigente de Asociación de Labradores de Zaragoza (que en 1949 sería el Banco Agrícola de Aragón). En 1914 trabajo por un Partido Republicano Autónomo Aragonés, que intentaba acercarse a Solidaritat Catalana, pero acabó asociado al Partido Republicano Radical de Lerroux en 1917, y en 1931 estaría en Conjunción Republicana. Fue ministro de Hacienda en marzo de 1934, en mayo de 1934, en octubre de 1934, de Industria y Comercio en abril de 1936, de Obras Públicas en mayo de 1936.

[5] Martínez Barrio, sevillano de nacimiento, era partidario de mostrar autoridad frente a los anarquistas y socialistas con una política de orden público bien definida. También se daba cuenta que el conceder el voto a la mujer daría votos a la derecha y desestabilizaría la República, y se oponía, coyunturalmente, a dárselo.

Post by Emilio Encinas

Emilio Encinas se licenció en Geografía e Historia por la Universidad de Salamanca en 1972. Impartió clases en el IT Santo Domingo de El Ejido de Dalías el curso 1972-1973. Obtuvo la categoría de Profesor Agregado de Enseñanza Media en 1976. fue destinado al Instituto Marqués de Santillana de Torrelavega en 1976-1979, y pasó al Instituto Santa Clara de Santander 1979-1992. Accedió a la condición de Catedrático de Geografía e Historia en 1992 y ejerció como tal en el Instituto Santa Clara hasta 2009. Fue Jefe de Departamento del Seminario de Geografía, Historia y Arte en 1998-2009.

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