El Gobierno de Mussolini[1].

Conceptos clave: bases del gobierno fascista, fascismo democrático, fascismo populista, leyes fascistísimas.

         Las bases del Gobierno fascista.

     El 24 de noviembre de 1922, el Parlamento concedió plenos poderes a Mussolini por 15 meses. En esta medida tan excepcional, sólo admisible en casos de extrema necesidad, como una guerra o situación de emergencia nacional, obtuvo 215 votos a favor. Es decir, el Parlamento consideraba que Italia vivía una situación de emergencia nacional.

     A Mussolini le habían votado los fascistas, pero también algunos socialistas y algunos autoconsiderados como liberales. El fascismo proviene de todas las tendencias políticas, y no de una de ellas en particular. La justificación que daban esos Diputados era que preferían a un Mussolini, antes que volver a los desórdenes sociales anteriores a 1922.

     El 15 de diciembre de 1922, Mussolini reunió el Gran Consejo del Fascismo, que sería en adelante el órgano de Gobierno de Italia en adelante. El Gran Consejo del Fascismo designaría más adelante a la mitad de los Diputados, al sucesor de Mussolini o Presidente del Partido Fascista Italiano, y desde 1927, proponía los Proyectos de Ley y las listas de los dirigentes sindicales.

     El 14 de enero de 1923, Mussolini legalizó la Milizia Volontaria per la Sicurezza Nazionale, o Milizia Fascista, una fuerza paramilitar de orden público. Esta fuerza eliminaba los fascios de los distintos ras italianos, para imponer los fascios fascistas. Los ras (jefes locales) se negaron en ocasiones a quedarse sin el control de su fascio. Hubo varios enfrentamientos con fascios que defendían a sus ras correspondientes: Bérgamo, Novara, Milán, Bari, Nápoles, Messina, Livorno, Génova, Bolonia. La Milizia Fascista englobaba a los arditi (soldados de asalto profesionales) y a los escuadristas fascistas (paramilitares que usaban las organizaciones de los fascios). La autoridad sobre el nuevo organismo la tenía el Gran Consejo Fascista.

Y entonces se hizo necesario el sometimiento de los fascios al líder: los escuadristas pidieron a Mussolini la dictadura sobre el partido a fin de eliminar discrepantes, lo cual tuvo lugar en diciembre de 1924. Para someter a los fascios y ras rebeldes, se utilizaron los métodos propios del fascio: la brutalidad. Los distintos grupos rivales fueron eliminados en pro de la autoridad del Duce. Las estructuras económicas y sociales se mantuvieron intactas, pues no era ése el objetivo de Mussolini.

     Italia fue transformada drásticamente por los nuevos caciques fascistas. El arquetipo de ras fascista italiano es Roberto Farinacci, 1892-1945. Nacido en Isernia (Molise) no lejos de Roma, su familia se trasladó a Cremona (Lombardía), cuando era un adolescente, y allí se hizo sucesivamente nacionalista, socialista y fascista. Fue uno de los mejores colaboradores de Mussolini en levantar células escuadristas. En 1922 se autoproclamó alcalde de Cremona, en nombre del fascismo, y fue confirmado por Mussolini. Representaba lo más radical de los camisas negras, la violencia sin escrúpulos, el anticlericalismo, la xenofobia, y cuando apareció el nazismo, el antisemitismo. En 1925 fue nombrado Jefe del Partido Nacional Fascista, pero era tan radical, que consideraba blando a Mussolini y se constituyó en un peligro para el Duce, por lo que fue destituido en 1926. Estuvo en la Guerra de Etiopía en 1935-1936 y en la Guerra de España en 1938. Se convirtió en ferviente admirador del nazismo, y quiso transformar el fascismo en nazismo. Cuando en 1945 se organizó la resistencia contra Mussolini, Farinacci organizó partidas fascistas para “cazar” partisanos antifascistas, pero fue capturado y fusilado.

     En enero de 1923, Achille Ratti, Pío XI intentó llegar a un acuerdo político con Mussolini. Tuvo un encuentro secreto con el nuevo Jefe del Gobierno y se iniciaron unas conversaciones que fueron muy largas, porque ni Mussolini renunciaba a su totalitarismo, ni el Papa renunciaba a su autoritarismo en materia moral. De todos modos, el Papa Pío XI había roto la decisión de Pío IX de no hacer ningún tipo de acuerdos con el Estado italiano, mientras fuera “prisionero en El Vaticano”. Y en febrero de 1923 se llegó a un primer acuerdo con Pío XI, el cual era tan antiliberal y antimarxista que no fue capaz de valorar el que Mussolini se hubiese declarado ateo y anticlerical. Mussolini expulsó del Partido Fascista a los masones, y el Papa declaró sus simpatías por los fascistas. De paso, Mussolini reflotó el Banco de Roma, el banco del Papa, que había quedado en la ruina. Las conversaciones siguieron durante cinco años. El acuerdo pleno llegaría en los Pactos de Letrán de febrero de 1929.

     Con estos factores en marcha, tenemos ya la base esencial del Gobierno Fascista de Mussolini: un Gran Consejo que tutelaba al Poder legislativo, una fuerza paramilitar al servicio del Duce, el dominio sobre los distintos fascios, el visto bueno del Papa, y el asentimiento de los grandes capitalistas.

Poco a poco, sobre la marcha, se fueron sumando al Gobierno fascista otras formas políticas, que luego las veremos como consubstanciales al fascismo:

El 9 de junio de 1923, se presentó la Ley Acerbo para regular las elecciones, que le fue aprobada el 21 de julio. La Ley Giacomo Acerbo, proponía leyes electorales nuevas por las que el que sacase el 25% de los votos obtendría automáticamente dos tercios de los escaños de la Cámara de Diputados. La Ley Acerbo fue aprobada el 18 de noviembre de 1923. El fascismo se aseguraba mayorías absolutas.

     El 28 de agosto de de 1923 tuvo lugar la derrota de Gioannina o Ioanina, en la que unos soldados que Mussolini había enviado para mediar entre griegos y albanos, fueron asesinados por los griegos. Mussolini exigió a Grecia reparación de daños, y ocupó militarmente Corfú como prenda hasta que se pagase esa reparación. Grecia pagó. Mussolini no tenía intención de abandonar la zona, pero tuvo que hacerlo por presiones internacionales. Ello le convenció a Mussolini de la necesidad de poseer un ejército fuerte, que le permitiera una diplomacia internacional ventajosa para Italia.

     El crecimiento del Partido Fascista fue espectacular en 1923. Todas las fuerzas políticas italianas creían poder manipular al grupo fascista, pero los fascistas crecieron tanto que fueron los que manipularon a todos: en marzo de 1923, se sumaron al fascismo los nacionalistas italianos. El fascismo exaltaba el nacionalismo como un valor moral por encima de los derechos del individuo. Mussolini anuló los regionalismos en bien de la igualdad, y los alcaldes y corporaciones locales elegidas fueron sustituidas por Podestás designados por el Ejecutivo.

     El 19 de diciembre de 1923, se realizó el acuerdo entre la patronal Cofindustria y el Estado, por el cual la Confederación de Corporaciones Fascistas se hacía cargo de las relaciones económicas y laborales italianas. Ello equivalía a anular a los sindicatos marxistas y católicos. Cofindustria aportaba al partido de Mussolini 25 millones de liras. El apoyo de los empresarios fue fundamental para explicar la perdurabilidad del fascismo.

     Los escuadristas fascistas de la llamada “checafascista”, atacaron a los socialistas y les hicieron retirarse a la clandestinidad. Esa política beneficiaba a los empresarios. El fascismo anuló la discrepancia política mediante la eliminación de sindicatos y partidos no fascistas.

     Entonces, se mostró el lado populista del fascismo, común al comunismo, y el 30 de diciembre de 1923, creó los Enti Conmunali di Assistenza, que daban ayudas a los indigentes en forma de comida, enseñanza y asistencia sanitaria. Con muy poco de dinero se podían comprar muchos votos.

     Por otro lado, en el ámbito internacional, el fascismo podía aparecer como un corderito inocente, o como una fiera devoradora, según las conveniencias del líder. La primera impresión que Mussolini quiso causar en el ámbito internacional, era la de ser un moderado frente a los excesos comunistas y anarquistas. También pretendía criticar todos los tratados de paz vigentes, y ello era comprendido en toda Europa. Propuso a Salvatore Contarini como árbitro en las disputas europeas, como el hombre que podía apaciguar los desórdenes en Yugoslavia (Acuerdo de Fiume de 27 de enero de 1924). También, en 7 de febrero de 1924, estableció relaciones diplomáticas con la URSS, lo cual no parecía posible en un régimen esencialmente antimarxista. También estableció relaciones con Alemania, Checoslovaquia, y Gran Bretaña. Y estableció magníficas relaciones con la Sociedad de Naciones, pues se sumó al Pacto Herriot-MacDonald de seguridad colectiva, y en 16 de octubre de 1925 se sumó al Pacto de Locarno en el que Francia, Alemania y Bélgica fijaron sus fronteras.

     Otro golpe populista fue el Tratado de Roma de 27 de enero de 1924, por el que Italia pasó a dominar Fiume, un territorio que los italianos consideraban suyo y poseía Yugoslavia hasta ese momento.

     El 7 de febrero estableció relaciones con la URSS, y enseguida relaciones con Gran Bretaña. Con ello, pudo obtener un territorio en Somalia, que iniciaba el imperialismo.

          El fascismo “democrático”.

     En su primera fase, 1923-1924, el fascismo parecía aceptar la democracia. Aceptaba la democracia de las votaciones y el Parlamento, como hacían los totalitarismos. Mostraba una cara amable, pero no aceptaba la democracia de los derechos humanos, no la democracia liberal y social. Aceptaba una democracia que llegó a ser todo lo contrario a lo que entendemos por democracia liberal y social.

     El 6 de abril de 1924, hubo elecciones, con una Ley Electoral preparada al efecto, Ley Acerbo, y con una presión sobre el votante adecuada al Partido Fascista. Y el triunfo del “listone” fascista fue espectacular: Mussolini obtuvo el 60% de los votos y 356 Diputados (66% de los votos y 374 escaños según Tannenbawm). Simpatizaban con él incluso los liberales, los católicos y otros grupos. Grupos socialistas diversos obtuvieron 46 diputados; los popolari católicos, 39 diputados; los comunistas, 19; los liberales, 15; los socialdemócratas, 10; los republicanos, 7; y los 11 escaños  restantes se dividieron entre candidaturas insignificantes.

     Los fascistas habían arrasado en el centro y sur de Italia, las regiones de donde no era originario el fascismo. Y había sido menos votado en el norte, su cuna.

Pero las elecciones habían sido coaccionadas por las bandas fascistas, y no eran tan limpias como decía la prensa oficial. El PSI se había fragmentado y había bajado del 25,7% de los votos al 4,9% la facción maximalista, y 5,9% la facción Unitaria. El Partido Popular (católico) también se había fragmentado, y había bajado del 21,2% al 9,1% porque muchos católicos se habían pasado al fascismo. Y el resto de los partidos tenía grupos parlamentarios insignificantes.

     El líder socialista Giácomo Matteoti se dio cuenta del tremendo error que los socialistas, y los italianos en general, estaban cometiendo, lo denunció en el Parlamento, y fue secuestrado por los fascistas el 10 de junio de 1924. Su cadáver apareció cerca de Roma dos meses más tarde. Benedetto Croce, el intelectual más conocido del fascismo, se escandalizó por lo que estaba pasando, y desde entonces, condenó la violencia fascista. Era demasiado tarde.

     El 27 de junio, 127 diputados abandonaron el Parlamento en señal de protesta por la desaparición de Matteoti. Fue un error político. En el Parlamento se quedaron solos en la oposición los comunistas. Desde ese momento, Mussolini no tenía apenas oposición.

     El 10 de julio de 1924, el dirigente del Partito Popolare, Luigi Sturzo, dimitió ante la postura inaceptable del Papa. El Papa Pío XI quería dominar el partido católico, como había pactado con Mussolini, y Sturzo no quería colaborar con el fascismo.

La mayor parte de la población de un país es ignorante en política, y se llega a creer que se puede echar a un gobernante con la misma facilidad que se le pone en el cargo. No saben que la democracia es un sistema políticamente muy débil, que a fuerza de respetar los derechos de todos, cae fácilmente en manos de los que no creen en los derechos humanos, y que no van a aceptar las reglas por las que fueron elevados al poder. La extrema derecha y la extrema izquierda lo saben, y utilizan lenguajes supuestamente democráticos, en los que no creen, y que afirman que van a destruir, pero la sociedad no suele darse cuenta de esta terrible contradicción. Cuando los extremistas conquistan el poder, eliminan los derechos humanos que no les gustan, e imponen sistemas autoritarios y dictatoriales, de los cuales no se puede salir. Es el totalitarismo. Los sindicatos politizados se suelen poner al servicio, no de los trabajadores, sino del partido o del Gobierno de turno, fascista o comunista, y no suelen servir para defender la democracia ni a los trabajadores. En el caso del fascismo, los sindicatos se pusieron al servicio de los terratenientes, e incluso abandonaron los principios fascistas socialistas del cooperativismo agrícola. Las decisiones las tomaban los escuadristas y los líderes del Gobierno de Mussolini. El Secretario Regional fascista era la verdadera autoridad local, aunque por debajo del Secretario General y del Duce. Y el pueblo abandonó la democracia liberal con facilidad, en el momento en que había desaparecido el Parlamento y los partidos políticos. El pueblo como masa, no es sabio, sino ignorante y manipulable. La facultad de pensar está restringida a los individuos, y una masa piensa menos cuanto más voluminosa es. Quizás dos piensen mejor que uno, y tres mejor que dos, pero cuando el número es grande y se convierte en masa, la capacidad de pensar se reduce progresivamente, o es nula. Todo grupo necesita un líder que piense por ellos.

     En los aspectos de política internacional, el fascismo se presentaba como reivindicativo, pero pacífico: en 27 de noviembre de 1926, se firmó el Tratado Italia-Albania sobre el dominio de los territorios yugoslavos. Italia estaba forzando la revisión del Tratado de Paz con Hungría a fin de hacerse con territorios en los Balcanes. E inmediatamente después, para apaciguar los ánimos, Italia se sumó el 27 de agosto de 1928 al Pacto Brian-Kellog que declaraba ilegal la guerra.

     El fascismo populista.

     Mussolini siguió haciendo populismo, mientras desarrollaba el fascismo desde el poder: hizo una Ley de protección al obrero, inició la campaña del grano para autoabastecer Italia sembrando en marismas y pantanos. Y decidió abandonar la violencia fascista, de modo que los fascistas no fueran incómodos para los italianos. Tomó el control de todas las asociaciones italianas, y tras ello, ya no necesitaba la violencia de los squadristi. Exigió juramento de fidelidad a los funcionarios. Controló todos los periódicos.

     A finales de 1924, Mussolini encontró la fórmula que le mantendría en el poder indefinidamente: respetaría los negocios de los viejos caciques, con tal de que éstos se integraran, o integraran a sus hombres, en la Milizia Volontaria, y los caciques mantendrían una cierta autonomía local en sus territorios.

A Mussolini, la legalidad y la moralidad le importaban muy poco, y sólo buscaba la perdurabilidad en el poder. En realidad, no había programa revolucionario, sino actuaciones improvisadas, que podían ser distintas y hasta contradictorias entre sí. Mussolini era un gran actor, que hacía un papel en sus discursos, y llegaba a ser convincente para los que no analizaban los contenidos. Todos debían obedecer ciegamente al Duce, y se eliminaba a los disidentes, incluso físicamente si era considerado preciso por los que mandaban. A partir de entonces, apareció el fascismo pleno.

     El 3 de enero de 1925, entienden algunos historiadores que empezó la dictadura fascista de Mussolini: Mussolini se impuso sobre el resto de líderes del partido. El partido quedó subordinado al Estado. El Estado quedó subordinado al líder. Y desde ese momento, el líder creó un partido a su medida. Mussolini aceptó la responsabilidad en la muerte de Matteoti. Pero para entonces, ya estaba depurándose la Administración, la prensa, y hasta los políticos, pues los de la oposición estaban huyendo masivamente al extranjero. No había posibilidad alguna de reaccionar contra las violencias de Mussolini. Todo estaba perdido para los demócratas. La culminación del proceso tuvo lugar en 24 de diciembre de 1925, cuando se concedieron poderes excepcionales a Mussolini. Desde entonces, la dictadura fascista se caracterizó por la improvisación.

         Grandes colaboradores de Mussolini.

A pesar de la doctrina del pensamiento único, que debe ser el del líder, el fascismo es imposible sin la colaboración de muchas personas dispuestas a colaborar en ese proyecto. Mussolini contó con el apoyo de Luigi Federzoni en Interior, Alfredo Rocco en Justicia, Arturo Bocchini en Policía y el general Federico Baistrocci en el Ejército, Amadeo Giannini entre los burgueses y Giovanni Gentile entre los intelectuales.

     Baistrocci fue nombrado Subsecretario de Guerra, y se encargó de introducir en el ejército a milicianos y fascios, intentando cambiar el ejército italiano, pero lo máximo que consiguió fue introducir el paso de ganso, un paso estético que no sirve para nada. En realidad, el ejército se dividió entre los profesionales que sabían de tácticas militares, y los fascistas advenedizos que sólo sabían hablar y aparentar.

     Giannini era profesor de Derecho en Roma, diplomático y jurista, y por sus ideas nacionalistas se integró de forma entusiasta en el fascismo. Nunca tuvo un cargo oficial, pero fue el ejemplo de colaborador en medio de la sociedad burguesa y universitaria.

     Ferderzoni sometió a los fascistas que se pensaban que el sistema iba a ser propiedad del pueblo, para darles a entender que se debían someter al Partido y al líder. Y el líder de los escuadristas, Farinacci, fue controlado para que eliminara la violencia gratuita, excepto cuando se le ordenaba ejercerla. Balbo, fue enviado a Libia en 1933. Augusto Turati fue domesticado en Brescia. Leandro Arpinati fue dominado en Bolonia, hasta que tuvo que ser expulsado del sistema en 1933. Gino Baroncini fue sometido en Bolonia. Renato Ricci fue reeducado en Carrara.  También sometió a los socialistas italianos que pensaban que tenían derecho a discrepar, como fue el caso de Tito Zanibani, que organizó una conspiración contra Mussolini en noviembre de 1925, y se encontró con la disolución del Partido Socialista. E igualmente les ocurrió a los anarquistas, que fueron liquidados discretamente. La Ley de Seguridad Interior de noviembre de 1926, y su Tribunal Especial, permitían eliminar a los que no habían entendido las nuevas formas políticas. El que parece que sí entendía lo que estaba pasando era el Rey Vittorio Emanuele III, que se prestó a exiliar a los enemigos que Mussolini le pedía quitar de en medio.

     Alfredo Rocco fue el hombre que intentó teorizar sobre las nuevas formas políticas del fascismo: un Estado autoritario, unas corporaciones económicas dirigidas por el Estado, una dictadura personal del líder, un Estado policial. A ello, Mussolini añadió la eliminación de enemigos y el estricto control de la monarquía y de la Iglesia, que se dejaron dominar con gusto.

     Arturo Bocchini, fue jefe de Policía en 1927-1940, de la policía convencional y de la policía social secreta OVRA. Se promocionó en el grupo de Augusto Turati. Fue el organizador de la represión, y el hombre más temido de Italia.

     Augusto Turati, fue un periodista de Brescia, fascista de primera hora, desde 1920, y colaborador de Mussolini en cualquier asunto que se le encomendara. Cayó en 1934, por intrigas de sus camaradas fascistas.

         Las leyes fascistísimas.

A este tiempo de 1926 y 1927, se le llamó periodo de las leyes fascistísimas. Surgió un nuevo fascismo, el de los arribistas, los cuales pedían una dictadura fascista:

Se estableció el control estatal sobre todas las organizaciones sociales. En 1926, Mussolini trataba de eliminar las libertades que se estaba tomando el catolicismo en la difusión de las ideas católicas, y decidió restringir las actividades de Esploratori Catolici y de Societá Ginnastiche Cattoliche. Para contentar a Mussolini, el Papa disolvió ambas instituciones.

El 3 de abril de 1926, la ley Rocco cambió el sentido del sindicalismo. Se habló de un “sindicalismo integral”, más conocido después como “corporativismo fascista”. El concepto lo había inventado Edmondo Rossoni. El mundo del trabajo se dividía en ramas de actividad, y cada rama discutía los convenios colectivos, las normas de trabajo y los salarios que regirían. La novedad era que en cada rama participaban empresarios y obreros conjuntamente. Se declaró que sólo el Estado firmaría convenios colectivos.

Se eliminaron los partidos no fascistas. En 1927 se desmanteló la oposición política. Se decretó que los discrepantes del Aventino debían pedir perdón públicamente antes de volver al Parlamento. 124 Diputados perdieron el escaño. Tres Diputados pidieron perdón. Y también en 1927, crearon los Grupos Universitarios Fascistas, GUF, encargados de formar élites para el sistema de Mussolini,

Se exigió juramento de fidelidad al Estado a todos los funcionarios.

Se estableció el control de la prensa.

Se persiguió a los disidentes y a la subversión con crueldad. En 1927, el fascismo creó Organizzacione per la Vigilanza e la Represione dell`Antifascismo OVRA, una policía política y un tribunal especial para perseguir a subversivos. Era una policía secreta, que servía para vigilar a sospechosos, y sobre todo, para amedrentar a la población con la amenaza de que era vigilada. La realidad era que no se podía vigilar a toda la población, pero se quería dar la impresión de que cualquiera podía ser sorprendido en sus actividades y opiniones contra el fascismo, y castigado duramente por el tribunal especial de OVRA. Y la verdad fue que, cuando querían, podían ser muy eficaces, como fue el caso contra la mafia, en donde hicieron muchas detenciones preventivas y lograron que no fuese tan evidente el poder de la mafia en los pueblos. Pero la mafia y las venganzas continuaron igual.

Se facultó a Mussolini para legislar sin necesidad del Parlamento. Se redujo el papel del Gobierno a una asamblea consultiva del líder. En enero de 1926, Mussolini obtuvo la inmunidad jurídica y el control completo de los Poderes del Estado: las leyes necesitaban su consentimiento para ser presentadas, e incluso Mussolini podía legislar por Decreto Ley sin necesidad del Parlamento; los emigrados fueron privados de la nacionalidad italiana, y sus bienes fueron confiscados; se rehicieron los Códigos de la Justicia; se reforzó la autoridad del Gobernador Civil; el síndico comunal (alcalde elegible) fue sustituido por un podestá designado por el Gobierno; se organizó una policía política secreta. Y el 25 de noviembre de 1926, se restableció la pena de muerte mediante la Ley de Defensa del Estado, a la vez que se creaban nuevos delitos políticos. El Senado era de nombramiento real, igual que hasta entonces, pero la Cámara de Diputados cambió de modo que el Gobierno elaboraba una lista de hombres de confianza entre los que, cada cinco años, había que elegir. En esta lista previa de diputables, las corporaciones y confederaciones nacionales designaban 800 nombres, los organismo públicos otros 200 nombres, y el Gran Consejo Fascista elegía a 400 de entre esos 1.000 candidatos. Esa lista de 400 candidatos era sometida a plebiscito en bloque, y cada italiano, simplemente votaba sí o no a la lista completa, sin modificaciones posibles. Posteriormente, el 8 de diciembre de 1928, el Gran Consejo Fascista se atribuyó el derecho de designar al sucesor de Mussolini y el derecho de ratificar las grandes Leyes de Estado.

En 1926, se sustituyó al Consejo Comunal (ayuntamiento) y al alcalde de cada pueblo, elegidos por los vecinos, por un Podestá designado por el Gobierno, por Decreto, de modo que todas las autoridades quedaban bajo la autoridad directa del líder.

Se eliminó el derecho de huelga.

Se confinó a los intelectuales discrepantes. En 27 de abril de 1927, la Carta del Trabajo instituyó legalmente el Estado corporativo, el cual regulaba toda la actividad económica. Lo esencial es que subordinaba el interés particular a los intereses del Estado nacional, o sea, hacía una declaración contra el liberalismo. Y no dejó de decir que también se oponía al marxismo.

Se creó la organización Opera Nazionale Balilla para los jóvenes, para formar al juventud de entre 8 y 18 años en ejercicios paramilitares, mientras las demás organizaciones juveniles fueron disueltas. Balilla era el sobrenombre de un famoso niño, Giovanni Battista Perasso, que inició una revuelta contra los austriacos en Génova en 1746. También se creó Opera Nazionale Dopolavoro para las actividades de descanso y vacaciones.

     La nueva autoridad provincial fue el Prefecto. En teoría debía ser el Federale, o Secretario General del Partido el que dirigiera los proyectos fascistas, pero el Federale fue sometido a la autoridad del Prefecto, y el Prefecto era nombrado por Mussolini.

Al igual que sucedió en los demás totalitarismos, el punto de máximo esplendor del fascismo fue el de inicio de su corrupción: El Partido perdía la posibilidad de aportar ideas e iniciativas y se convirtió en un órgano de reparto de colocaciones. Los italianos lo percibieron así, y se apuntaron masivamente al Partido Fascista: en octubre de 1932, se había apuntado al partido un millón de italianos, y en 1939 eran ya 2.600.000 los afiliados. El Partido proporcionaba comida para los pobres, ayudas para los veteranos de guerra, ayudas a familias necesitadas… y era una institución de caridad sin más, sin iniciativas en política. Y en todas esas actividades se podía colocar mucha gente. Uno de los cargos más visibles era el “Fiduciario”, el jefe local que daba órdenes, controlaba a los vecinos y daba charlas sobre fascismo. Llevaba el control sobre sus conciudadanos mediante un carnet que debían renovar cada año, al tiempo que le comentaban lo que pasaba en el pueblo y quién era quién durante ese año. Y el Fiduciario organizaba manifestaciones patrióticas de trabajadores y actos para estudiantes.

Pero lo definitivo en 1927, fue que el Gran Consejo del Fascismo, pasó a tener más autoridad que el Parlamento: Preparaba los Proyectos de Ley, confeccionaba las listas de Diputados, confeccionaba las listas de dirigentes sindicales, designaba al sucesor en el Trono y al sucesor de Mussolini. Con ello, se había acabado la democracia liberal.

En 1927 se creó un Comité Olímpico Nacional Italiano para propaganda de Italia.

En 1926 se creó la Accademia d`Italia, una academia de la ciencia, letras y arte italiano, que empezó a funcionar en 1929, a imitación de la francesa, pero desde el principio no fue foco de pensamiento sino de propaganda fascista. Sustituía a la Accademia Nazionale dei Lincei.


[1] Tannenbaum, Edward R. La Experiencia Fascista. Sociedad y cultura en Italia (1922-1945). Alianza Universidad, 1975. Original publicado en 1972.

 Guichonnet, Paul. Mussolini y el Fascismo. Oikostau,  ¿qué sé? 11. Barcelona 1970.

 Schapiro, Leonard. El Totalitarismo. Breviarios de Fondeo de Cultura Económica. México 1972.

Post by Emilio Encinas

Emilio Encinas se licenció en Geografía e Historia por la Universidad de Salamanca en 1972. Impartió clases en el IT Santo Domingo de El Ejido de Dalías el curso 1972-1973. Obtuvo la categoría de Profesor Agregado de Enseñanza Media en 1976. fue destinado al Instituto Marqués de Santillana de Torrelavega en 1976-1979, y pasó al Instituto Santa Clara de Santander 1979-1992. Accedió a la condición de Catedrático de Geografía e Historia en 1992 y ejerció como tal en el Instituto Santa Clara hasta 2009. Fue Jefe de Departamento del Seminario de Geografía, Historia y Arte en 1998-2009.

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