ORGANIZACIONES SOCIALES FASCISTAS[1].

     Las organizaciones sociales fascistas, la Iglesia italiana y los Pactos de Letrán, la enseñanza fascista.

     Aparte del Fascio di Cambatimento, que daba nombre al sistema político, el fascismo tenía varias organizaciones sociales:

     ONB, Opera Nacionale Balilla.

     GIL, Giuventú Italiana del Littorio.

     GUF, Giuventú Universitaria Fascista, comprendía hombres y mujeres.

     Opera Nazionale Dopolavoro, organización para la ocupación del tiempo libre.

     FGC, Fasci Giuvenile di Combatimento.

ENEF, Ente Nazionale per l`Educazione Física.

Fasci Femminili.

Donne Fascisti.

Fascio de Educazione Nazionale.

     Y otras más de dimensiones menores.

     En teoría, el fascismo era inicialmente un socialismo revolucionario que iba a implantar nuevos modelos sociales patrocinados por el Estado, pero modelos contrarios a los socialistas y comunistas. En la práctica, los cambios fueron superficiales, muy aparatosos y vistosos, pero superficiales, e incluso contrarrevolucionarios. No se consiguió eliminar diferencias sociales, excepto una tontería como que en vez de tratarse de voi (tu, en segunda persona) los italianos se trataban de lei (usted, tercera persona) como signo de respeto, contrarrestado con la exigencia de que se trataran por sus títulos obtenidos en la Universidad.

     El Estado creó organizaciones sociales para todos los italianos, de modo que casi todos estuvieron encuadrados en alguna de ellas.

     Progresar dentro de estas organizaciones sociales era fundamental para medrar en el partido y en el Gobierno. El enfrentamiento entre los jefes de estas organizaciones era la norma.

     ONB, Opera Nacionale Balilla, fue fundada en abril de 1926 bajo la presidencia de Renato Ricci, y era una organización al margen del Partido Nacional Fascista. Tenía oficinas en el Ministerio de Educación y presupuesto propio. Ricci tenía categoría de Subsecretario de Estado. Todos los escolares tenían obligación de pertenecer a ONB. Pero la escuela obligatoria duraba hasta los 11 años de edad, y muchos abandonaban estudios y ONB. Y en las escuelas de enseñanza secundaria de la Iglesia católica no era obligatorio pertenecer a ONB.

     La GUF, Giuventú Universitaria Fascista, era gestionada por Carlo Sforza, y admitía, a partir de 1931, chicos de las escuelas secundarias de 14 a 18 años. Sforza se quejaba de que había profesores antifascistas, y planteó que había que someterles y reeducarles. El más activo de los partidarios de la reeducación del profesorado era Achille Starace, un fascista convencido. Starace opinaba que la burguesía se mostraba degenerada, perezosa y burocrática, y había que regenerarla en su integridad, y que los profesores no estaban preparados para imbuir en los alumnos un espíritu militar y revolucionario, como necesitaba el fascismo. GUF tenía unos 98.834 jóvenes.

     GIL, Giuventú Italiana del Littorio, reunió a siete organizaciones fascistas, entre ellas, ONL y GUF, y llegó a dominar sobre 6.701.639 chicos y chicas antes de 1940, y más en el año 1940. GIL tenía una asamblea obligatoria los sábados por la tarde, de 15:30 a 18:00 horas (sábados fascistas). Los afiliados debían acudir vestidos de uniforme, blusa blanca y falda plisada negra las chicas, camisa negra, calcetines negros, pantalón corto verde oscuro, pañuelo azul al cuello y fez los chicos. En la concentración, se pasaba lista, se desfilaba, se hacía gimnasia, y los chicos hacían instrucción militar.

     En algunas ciudades, el GIL organizaba conferencias los domingos, con temas “educativos” como el uso de la máscara antigás, danza rítmica, coros, esquí, equitación, baloncesto, y artesanía. Y cinco o seis veces al año, un funcionario les dedicaba una arenga fascista de diez minutos, alabando al Duce y sus muchas realizaciones sociales. En verano se organizaban excursiones colectivas, que recordaban a los Boy Scouts y Girl Scouts.

     Los miembros de GIL juraban: “En nombre de Dios y de Italia, juro cumplir las órdenes del Duce y servir con todas mis fuerzas, y si es necesario con mi sangre, la causa de la revolución fascista”. Pero la fórmula se convirtió en un ritual en el que nadie reparaba en significados. Lo único malo del tema era que los jóvenes debían espiar a los mayores, e imponerse en las reuniones donde cualquiera hablara mal del fascismo, además de denunciarlo ante los jefes del GIL. Los jóvenes disfrutaban porque tenían protagonismo social, con el poder de delatar.

     Los chicos empezaron a poner poco interés en los entrenamientos militares, y entonces Mussolini pensó en el deporte como sustitutivo. Y en 1923 creó Ente Nazionale per l`Educazione Física, ENEF. Mussolini no quería deporte de equipo, que llevaba a células que pensaban diferente, sino deportes individuales como andarines, montañeros, marineros… y deportes olímpicos que hicieran resaltar a Italia ante las naciones extranjeras. También le gustaban los espectáculos de masas, con demostraciones de tablas de gimnasia y ritmo, pero exigía que profesores fascistas les dirigieran y socializaran “adecuadamente”. Por eso, los profesores de Educación Física se formaban en una Academia Fascista de Preparación Física, cuya versión masculina estaba en Roma, y la femenina en Orvieto. Y en estas academias, lo importante era aprender la ideología fascista.

      A pesar de tanto empeño fascista, los italianos usaron estas organizaciones para tratar de vivir a costa del partido, sin complicarse demasiado en ello, excepto los fanáticos que aparecen en toda organización. El lema tácito era “vivir y callar”. Del partido se podían obtener, por ejemplo, excursiones gratis a los juegos Littoriali. Los Littoriali se celebraban cada año en abril en un sitio diferente de Italia. Y en ellos se hacían competiciones artísticas, literarias y lo más popular, debates. Los debates de los Littoriali no tenían censura, ni en el tema escogido, ni en la expresión, y eran lo más interesante de la vida cultural italiana de su tiempo. De ellos salieron líderes de todas las ideologías. Había unos pre-Littoriali que se celebraban en las 26 Universidades del País, y allí se seleccionaban los finalistas que viajaban al Littoriali nacional. Cuando los chicos tocaban temas no gratos al Partido Fascista, la discusión era interrumpida por los jueces del debate. Se habló de temas como el imperialismo italiano, la intervención en la Guerra de España, la Alianza con Alemania, las leyes raciales alemanas…

     La Opera Nazionale Dopolavoro, trataba de sustituir a las sociedades de ayuda mutua y a las Casas del Pueblo, ambas socialistas. Había Dopolavoro Comunnali, Dopolavoro Azendiali en la empresa privada, y Dopolavoro Statale entre los funcionarios. Los dopolavoros se apropiaron de los bienes de las casas del pueblo sindicales, y continuaron su labor. Se financiaban con subsidios del Estado y contribuciones obligatorias de las empresas. Un local típico de Dopolavoro constaba de un bar, una biblioteca, una sala de escuchar la radio, y una agencia de viajes que organizaba excursiones y salidas de vacaciones. Organizaba conciertos, audiciones de teatro y de ópera, pero de una calidad mediocre y mala, que más bien alejaba al pueblo de la cultura, pues muy bien intencionados que fueran sus incultos organizadores. De muy poco servía que los pobres entrasen gratis a estos recitales. Había 280.584 usuarios en 1926; 1.772.085 en 1931; 2.809.985 en 1936; 3.831.331 en 1939. Estos usuarios eran despreciados por la burguesía, la cual viajaba en primera clase, apartados de “la gentuza” que viajaba en segunda. Los burgueses iban de vacaciones a casas y chalets lo más alejadas posible de las “residencias” de Dopolavoro, que podemos denominar hoteles de tercera. Debemos destacar la obra de Dopolavoro Ansaldo, una empresa de armas, barcos y locomotoras que estaba en Génova, y que por su potencia económica, daba servicios culturales de calidad.

     El Estado decía que divulgaba la cultura a través de Istituto Nazionale di Cultura Fascista, INCF, que tenía delegaciones en todas las ciudades de Italia. Esto gustaba mucho a los maestros y profesores, pero la difusión en mala calidad, difunde la incultura y desagrada a las masas, que perciben esa falta de calidad.

     En general, las clases altas italianas se burlaban de todas las instituciones fascistas por ser remedos pobres de la cultura que ellos poseían, pero lo hacían en privado, pues no se atrevían a indisponerse con el Estado en público.

     El Fascio de Educazione Nazionale trataba de acabar con los comunistas en la Universidad a través de unos programas de preparación moral e ideológica distinta, de tipo nacionalista italiana. A los católicos les venía bien porque ellos estaban exentos de acoger a estos profesores fascistas, y en su lugar podían impartir religión católica, y no protestaron. Ante la presencia del Fascio de Educazione, los profesores se politizaron, a favor y en contra.

              La iglesia Italiana.

     Y para mayor descomposición del sistema político liberal italiano, desde 1870 Italia padecía el “desafío católico” o boicot del Papa a todos los políticos italianos, con la excusa de que le habían quitado sus Estados Pontificios. El Papa, en vez de colaborar con la democracia, la boicoteaba y la menospreciaba cada vez que tenía ocasión. Incluso la democracia cristiana del sacerdote Rómulo Murri, surgida a fines del XIX, estaba boicoteada por el Papa, porque se les prohibió ejercer cargos políticos, e incluso votar. Sólo en 1904, el Papa tuvo miedo de que ganaran las elecciones los anticlericales, y autorizó a los católicos a votar.

     Ottorino Gentiloni, presidente de Unione Electorale Católica, pactó con Giolitti y le ofreció sus votantes a cambio de la recuperación de los privilegios de la Iglesia. El poder político de la Iglesia italiana era grande, pues en 1874, los católicos habían fundado Opera dei Congressi, una organización seglar que tenía comités parroquiales en unos 4.000 pueblos italianos, y estaban organizando sociedades de ayuda mutua, grupos juveniles, periódicos locales y bancos rurales. Aunque decían no participar en política, lo cual es imposible porque política es el modo de convivencia social, y todos tenemos convivencia social, queramos o no, rechazaban el socialismo y preferían el corporativismo y el cooperativismo como modelos sociales. En 1904, Pío X disolvió Opera dei Congressi porque sus militantes querían fundar un partido no controlado por los obispos y por el Papa. Rómulo Murri fue secularizado y excomulgado por decir que los católicos deberían ayudar a los trabajadores y a los campesinos a organizarse para conseguir sus intereses de clase, y debían luchar contra la explotación capitalista. El Papa creó Unione Cattóliche, controlada por los obispos y dirigida por Giuseppe Toriolo. Otro dirigente católico era el sacerdote siciliano Luigi Sturzo, líder del Partito Popolare. Pero la Iglesia quería asociaciones profesionales controladas por la jerarquía, y condenaba tanto el liberalismo que reclamaba los derechos de cada ser humano a pensar y hacer política, como las organizaciones profesionales de trabajadores no controladas por la jerarquía. El concepto de Iglesia se asimilaba peligrosamente con el de jerarquía, y no con la comunidad de los fieles.

         Los Pactos de Letrán.

Las conversaciones entre la Iglesia Católica y el Gobierno Fascista italiano, iniciadas en enero de 1923, llegaron a término en 1929.

En 11 de febrero de 1929, los Pactos Lateranenses, o de Letrán, pusieron a la Iglesia Católica en situación de aceptación del fascismo. Para ello, la concesión de algunos privilegios a la Iglesia fue suficiente, dado que muchos sacerdotes ya simpatizaban con el fascismo. Se trataba de tres pactos, denominados: el Tratado de Conciliación; la Convención Financiera; y el Concordato. Las conversaciones habían empezado en enero de 1923 a iniciativa del Papa Pío XI. Y en noviembre de 1926, el Consejero de Estado, Barone, el cardenal Gasparri, y el letrado Pacelli (hermano de Eugenio) redactaron las bases de un primer acuerdo. Las negociaciones sobre esas bases duraron todavía tres años más, hasta 1929.

Por el Tratado de Conciliación se reconocía la soberanía del Papa sobre El Vaticano y la independencia de El Vaticano respecto a Italia. Era un Estado pequeño, de 0,4 kilómetros cuadrados, dentro del Estado italiano y comprendía los palacios pontificios y la residencia de Castelgandolfo, 20 kilómetros al sur de Roma, en el lago Albano. Y se reconocía el catolicismo como religión de Estado en Italia. El Estado Italiano respetaría las comunicaciones sociales de entrada y salida desde El Vaticano, y permitiría la celebración de cónclaves. Italia concedía a los cardenales un tratamiento similar al de los príncipes de Saboya. Los delitos cometidos contra el Papa serían tratados con la gravedad de los cometidos contra el Rey. Se reconocía al catolicismo como religión de Estado. Y el Papa reconocía la legalidad del Reino de Italia y su dominio sobre el resto de Roma, fuera de El Vaticano.

Por la Convención Financiera, se entregaban al Papa 750 millones de liras en moneda, y 1.000 millones más en bonos del Estado consolidados al 5%, es decir, recibiría del Estado 50 millones anuales a perpetuidad. El Papa había hecho un largo lamento por las muchas pérdidas “temporales” (de bienes materiales) que había sufrido la Iglesia, y afirmaba haber limitado sus exigencias en este sentido. Los bancos católicos, que estaban en quiebra, fueron rescatados por el Estado Italiano.

Por el Concordato, Italia reconocía la autonomía de la jerarquía católica sobre el clero católico tanto para nombrar cargos como para administrar bienes, el libre ejercicio del culto, y se concedía a la Iglesia el control sobre el matrimonio entre católicos, con iguales derechos civiles al resto de los matrimonios, y se imponía la enseñanza obligatoria del catolicismo en la enseñanza elemental y secundaria. Las organizaciones sociales católicas serían legales mientras no se afiliasen a partidos políticos. El Gobierno italiano debía ratificar los cargos designados por la jerarquía. Las diócesis italianas serían reordenadas de común acuerdo entre Italia y El Vaticano. Las comunidades religiosas italianas tendrían personalidad civil. Los compradores de bienes desamortizados serían absueltos de penas eclesiásticas y se les confirmaría la propiedad adquirida. Los clérigos quedaban exentos de servicio militar. Los clérigos que hubieran abandonado la Iglesia católica no podrían seguir portando indumentaria religiosa, ni recibir empleos del Estado.

Las consecuencias de los Pactos de Letrán fueron importantes:

El Partido Popolare fue sacrificado, y los obispos, no sólo los italianos, dieron su apoyo al fascismo.

Mussolini recibía la bendición papal a su dictadura. Luigi Salvatore dijo que ello era una inmoralidad del Papa.

Pío XI llegó a creerse que, gracias al fascismo, podía restablecer el antiguo poder de la Iglesia, pues el mucho dinero que había recibido, más la soberanía sobre El Vaticano, le hacían aspirar al control sobre los asuntos civiles italianos. Estaba menospreciando la fuerza del fascismo. Mussolini le estaba diciendo que no se sometería al Papa, pero los consejeros del Papa veían muy poca racionalidad en los fascistas y creían que sería fácil dominarlos. No concebían que la irracionalidad fuera más difícil de dominar que la racionalidad. Tampoco quisieron ver que los radicales clericales y los fascistas radicales eran enemigos a muerte, y pensaron que dominaban a los primeros, lo cual era mentira, y podían modelar a los segundos, lo cual no era más que una fantasía. Pero tanto Pío XI como Mussolini, decidieron moderar a los suyos en la pretensión de dominar a los otros. Los dos estaban en la misma fantasía. Y ninguno lo consiguió. El Vaticano pensaba erradicar el comunismo de España y domesticar al fascismo italiano. Tampoco conseguirían erradicar el comunismo.

En su utópica idea, el Papa buscó un jesuita fascista, llamado Pietro Tacchi Venturi, para ser su intermediario ante Mussolini. Y a través de él, le pidió a Mussolini para la Iglesia el dominio de la enseñanza secundaria y un cierto control sobre el profesorado de la Universidad.

Pero la convivencia entre el autoritarismo papal y el totalitarismo de Mussolini iba a ser imposible. Ambos lo querían todo, el dominio completo sobre la sociedad italiana, y el otro les estorbaba. Los dos sabían que el que se llevara los jóvenes se aseguraba el futuro frente al otro. El conflicto fue peculiarmente agudo en 1931, cuando los jóvenes se apuntaron masivamente a organizaciones paramilitares y deportivas fascistas, y también y simultáneamente a Azione Cattólica.

Los católicos italianos vivieron la contradicción entre fascismo y catolicismo. Ello significó un grave problema de conciencia para los católicos que eran fascistas. La existencia de anticatólicos entre los fascistas y de antifascistas entre los católicos, era para ellos un asunto no manejable. Se trató de solucionar la situación negando la realidad, a ver si así la realidad cambiaba. Agostino Gemelli, sacerdote de Milán, predicó que se había llegado a la conciliación entre catolicismo y fascismo. Y muchos católicos decidieron creérselo. Pero otros muchos no sólo se indignaron, sino que se exiliaron, pues sospechaban que iban a ser entregados a las bandas fascistas.

El Vaticano quiso sacar provecho de los Acuerdos de Letrán desde el día siguiente a haberlos firmado: sugirió candidatos para las siguientes elecciones, no gratos al Gobierno; pidió el control de la moralidad pública; pidió que se prohibieran los espectáculos de baile de los entreactos de cine y teatro; y pidió el cierre de las casas de prostitución.

Por su parte, el fascismo también encontró sus propias contradicciones: Cuando el fascismo de Mussolini aceptó los Pactos de Letrán, y aceptó un papel de la Iglesia católica en la enseñanza y en el matrimonio, estaba rompiendo los principios básicos del Estado totalitario fascista, de no dejar interferir a nadie de fuera del fascismo. Y los fascistas puros lo acusaron. Gentile se puso en contra de esta deformación del fascismo, el cual en puridad, debía dirigir la vida y la conciencia de todos los ciudadanos. Y atacó a la Iglesia. En 1934, Gentile pasó a figurar en el Índice de libros prohibidos por la Iglesia, y Mussolini ordenó no publicar nada sobre Gentile, ni sobre las disputas de Gentile con El Vaticano. Pero las publicó Osservatore Romano y así fue como se enteró Azione Cattólica. Y Gentile comenzó a ser atacado por las bandas fascistas, y también por los clericales católicos. Se convirtió en la bestia parda de todos. Sólo en 1943, Mussolini trató de recuperar a Gentile, pero el 15 de abril de 1945, Gentile fue asesinado en Florencia por unos estudiantes antifascistas.

         La enseñanza en el fascismo.

     Los profesores eran conservadores y burgueses, pero no podían ser sustituidos por los fascistas. No había profesores fascistas suficientes para hacerlo. Pero el fascismo se lo tomó con calma: se cambiarían las Escuelas de Magisterio y la Universidad, y los jóvenes profesores saldrían fascistizados de las “fábricas de profesores” creadas ex profeso. Esos profesores no tendrían altura intelectual, y ni siquiera sería necesario pensar, sino que bastaba con que aprobasen las asignaturas de patriotismo y de religión. En la Universidad y en las Escuelas de Magisterio, puede haber ignorantes que se aprenden unos textos para aprobar, y no saben más que eso que han memorizado. Quod natura non dat, Salmantica non prestat. El centro de enseñanza puede dar títulos, e incluso crear nuevos profesores, pero no garantiza el saber, la cultura, y mucho menos la inteligencia.

     Toda la sociedad italiana colaboró en esa barbaridad del reparto de títulos universitarios, otorgados sin alcanzar el nivel adecuado: Las clases medias y bajas italianas querían títulos universitarios, porque los títulos daban buenos puestos de trabajo, bien retribuidos y con poco trabajo. Las clases más bajas, querían el título de enseñanza elemental para promocionar a sus hijos en el trabajo.

Hay que hacer notar que el fascismo hizo un gran esfuerzo contra el analfabetismo, pero aprovechaba esa labor para difundir consignas fascistas entre los discentes en sus trabajos cotidianos. Y que el esfuerzo por tener un solo idioma, el toscano culto, dio origen al italiano y arrinconó a decenas de dialectos locales.

         La enseñanza básica.

     La enseñanza básica se impartía de los 6 a los 11 años. Y las asignaturas más importantes eran educación religiosa, dibujo espontáneo, música y el diario del alumno. Los jóvenes profesores venían preparados desde el Istituto Magistrali (Escuela Normal en España). Los veteranos se resistían a impartir este tipo de conocimientos e insistían en los contenidos tradicionales, con más contenidos científicos y humanos.

     La escuela rural fascista se conformó con enseñar a leer y escribir a muchos, y ello fue laudable en el sur de Italia, Sicilia y Cerdeña, donde en 1940 todavía había un 40% de analfabetos. En la práctica, los niños pobres pasaban dos años en la escuela, desde los 6 a los 8, y luego abandonaban para ayudar a sus padres.

     Muchos otros chicos abandonaban estudios a los 11 años, y para ellos, el fascismo creó la Scuola d`Aviamento Profesionale, (que en España se llamó Escuela de Artes y Oficios), en la que estaban tres años aprendiendo cosas de agricultura, industria o comercio. Pero sólo un 18% de los niños de 11 años aceptaban ir a la Scuola d`Aviamento Profesionale.

              La enseñanza media.

     La enseñanza media fascista constaba de 8 años: cinco correspondían al ciclo del “ginnasio”, tras lo cual se hacía un examen de Estado y tras exponer una tesis en una de las asignaturas cursadas, se obtenía un certificado, o laurea, que habilitaba para trabajar. Y tres años correspondían a “liceo”, en los cuales se preparaba el acceso a la Universidad. Al finalizar el examen de Estado, se obtenía un diploma de maturitá, que habilitaba para ir a la Universidad. Cada ciclo terminaba en un Examen de Estado, tras el cual se obtenía un certificado o diploma.

     Las asignaturas fascistas eran: Instrucción religiosa, en la que se enseñaban vidas ejemplares, y una moral basada en la honradez, deber de la limosna, y espíritu de trabajo. Dibujo y caligrafía. Lengua italiana. Geografía donde al Mediterráneo le llamaban Mare Nostrum. Historia de batallas ganadas por los italianos. Aritmética. Y desde 1936, cultura fascista. Se impartían por la mañana cuatro clases de 55 minutos, con clases de tipo discursivo tradicional, y el resto se hacía por la tarde.

     La misión del profesor no era trasmitir conocimientos ni ayudar al alumno en su progreso y capacidad de pensamiento, sino atraer a los alumnos a su modo de pensar. Eso también lo hacían los profesores comunistas y anarquistas y no era exclusivo del fascismo. Por eso, se dio suma importancia a la asignatura de filosofía, la más propicia para el adoctrinamiento.

     A medida que crecía el nivel de los conocimientos, la capacidad de introducir ideología fascista era menor en las asignaturas técnicas, pero ello se podía compensar en las de historia y filosofía, en donde los contenidos se modificaron para impartir la idea de que era preciso, tanto una lucha contra la burguesía, como contra el proletariado comunista, es decir las ideas del fascismo. Y en clase, el profesor decía qué ideas eran correctas y cuáles estaban equivocadas, que siempre eran el liberalismo y el marxismo.

     En el bachillerato tradicional anterior a los fascistas, suspender una asignatura significaba repetir el curso entero, con todas las asignaturas. Pero como ello no era popular, ni al Estado fascista le importaban los contenidos, en marzo de 1925 se impuso el examen de septiembre, con el fin de que el alumno aprobase, y pasase de curso sin tanto daño para la familia. Y así se fue rebajando el nivel de conocimientos de la sociedad en general.

Y para controlar el proceso, tanto en profesores como en alumnos, se reforzó la autoridad del Director del Centro y de los inspectores de la enseñanza.

         La enseñanza superior.

     Las Escuelas Técnicas Profesionales fueron muy poco eficaces. Se matriculaban en ellas decenas de miles de alumnos, pero muy pocos encontraban trabajo tras salir de ellas. Los padres preferían tener hijos abogados, médicos y funcionarios, pero un técnico no solía valer para nada, pues no encontraba trabajo.

     Los Istituti Magistrali de preparación de maestros tenían como obligatorias las asignaturas de latín y filosofía. La filosofía se empleaba para difundir los clásicos griegos y latinos seleccionados previamente, y así evitar los autores modernos y contemporáneos, que no parecían muy convenientes a los nuevos gobernantes.

     Los Istituti Magistrali fueron un fracaso en su mismo planteamiento. Los alumnos que podían se matriculaban en la Universidad, y los fracasados se iban a estos institutos, que se convirtieron en centros de segunda categoría. Allí se aprendían cuestiones humanísticas, sin contenidos. Con unas listas de fechas y de autores, se aprobaba. Y los maestros, obtenían su título si demostraban ser buenos fascistas.

En la Universidad, los profesores dejaron de elegir a sus Decanos y Rectores, que fueron designados por el Estado.

Y en 1938 se prohibió la matriculación de los judíos, y se expulsó a los profesores judíos. Los judíos reaccionaron creando sus propias escuelas, y centros de enseñanza media. El nivel de la escuela judía era bueno. La razón para justificar esta decisión fascista era que las razas tenían mucha importancia en el devenir del pueblo, y los judíos estaban contaminando a la raza italiana, que era aria.

     La universidad era elitista y los hijos de los burgueses se permitían mostrar todo su desprecio contra la burguesía como clase. Pero ellos se consideraban aristócratas que iban a redimir la sociedad italiana. La Universidad tradicional, aunque elitista, seleccionaba el talento, y trataba de captar el talento incluso de entre las clases bajas que habían tenido menos oportunidades, para tratar de integrar a esos chicos en la cultura nacional. Pero en la nueva cultura fascista, los altos conocimientos ya no importaban tanto como la idea de la promoción social, de la integración masiva de chicos en la Universidad.

     La colocación más obvia de los licenciados era la enseñanza, pero sólo el 10% de los que terminaban lograban colocarse, así que pronto la Universidad se convirtió en una ”fábrica de desempleados”. Y empezó a perder prestigio. Lo cierto es que los hijos de la clase alta tienen buen nivel, y las rebajas de nivel de estudios, afectan más a los hijos de las clases bajas, que aprueban más, pero no les va a servir para nada en el futuro. Y como los estudiantes universitarios suelen carecer de perspectiva vital y de perspectiva mundial, el Estado fascista difundió el mito de que todos los países envidiaban a Italia, y de que ellos vivían en el mejor de los mundos. Y los más ignorantes se lo creyeron.

En 28 de octubre de 1929 se creó la Accademia d`Italia bajo el patrocinio de la oligarquía burguesa. Su finalidad era alabar al fascismo en todo, e hizo un Diccionario de la Lengua Italiana. Esta academia absorbió en 1939 a la Accademia dei Lincei. Casi todos los académicos eran camisas negras.


[1] Tannenbaum, Edward R. La Experiencia Fascista. Sociedad y cultura en Italia (1922-1945). Alianza Universidad, 1975. Original publicado en 1972.

 Guichonnet, Paul. Mussolini y el Fascismo. Oikostau,  ¿qué sé? 11. Barcelona 1970.

 Schapiro, Leonard. El Totalitarismo. Breviarios de Fondeo de Cultura Económica. México 1972.

Post by Emilio Encinas

Emilio Encinas se licenció en Geografía e Historia por la Universidad de Salamanca en 1972. Impartió clases en el IT Santo Domingo de El Ejido de Dalías el curso 1972-1973. Obtuvo la categoría de Profesor Agregado de Enseñanza Media en 1976. fue destinado al Instituto Marqués de Santillana de Torrelavega en 1976-1979, y pasó al Instituto Santa Clara de Santander 1979-1992. Accedió a la condición de Catedrático de Geografía e Historia en 1992 y ejerció como tal en el Instituto Santa Clara hasta 2009. Fue Jefe de Departamento del Seminario de Geografía, Historia y Arte en 1998-2009.

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