GOBIERNO GARCÍA PRIETO, NOVIEMBRE DE 1917.

Conceptos clave: Crisis de las Juntas de Defensa, elecciones de febrero de 1918,

         El Gobierno “de concentración” del liberal

     Manuel García Prieto, marqués de Alhucemas.            3 noviembre 1917 – 19 marzo 1918

     El Gobierno de 3 de noviembre de 1917, fue un Gobierno de emergencia para salir de la tremenda crisis del verano de 1917, que amenazaba con acabar con la democracia liberal y con el modelo de Estado unitario en España. No respondía a la norma del turno de partidos. Lo presidía un liberal e incluía a catalanistas y a la minoría de Juan de la Cierva, que era la derecha del Partido Conservador. Tenía la confianza de las Juntas Militares, que era lo que más preocupaba al Rey en ese momento.

     También pagaba un precio político importante: al incluir a Juan de la Cierva, perdía el apoyo de los republicanos reformistas de Melquiades Álvarez, los republicanos conservadores dispuestos a pactar con los monárquicos, y en ese momento, con muchos seguidores que podíamos calificar hoy de centro.

Juan de la Cierva había sido Ministro de Gobernación en 1909 en el Gobierno de Maura, y entonces, había reprimido a los protagonistas de la Semana Trágica. Se entendía que en 1917 podía reprimir a los rebeldes de ese verano. Significaba un escoramiento hacia la derecha autoritaria.

La gestión de ese Gobierno había sido muy difícil, y se había llegado a él “in extremis”: El Rey había encargado formar Gobierno a Sánchez Toca, que no obtuvo el apoyo de Dato ni de González Besada, y renunció. Se le encargó a García Prieto que fracasó en sus alianzas. Se llamó a un tercero, Antonio Maura, que tampoco pudo pactar con nadie. Se volvió a García Prieto que, con gran trabajo, consiguió el apoyo de Juan de la Cierva, y ya formó Gobierno. Pero el apoyo de La Cierva, conllevaba también la retirada del apoyo de Melquiades Álvarez por incompatibilidad ideológica, y de Francesc Cambó, por incompatibilidad personal con Maura. No obstante, los catalanistas tuvieron acceso al Gobierno y ello gustó a Cambó. Cambó no colaboraba personalmente, pero sus hombres dominaban Hacienda e Instrucción Pública.

Efectivamente, los catalanistas tenían dos Ministros, uno en Hacienda y otro en Instrucción Pública, lo cual llamaba mucho al recelo general, pues si se habían negado al equilibrio del presupuesto que les pedía Santiago Alba, parecía que pensaban gastar el dinero en proteccionismo a las empresas catalanas.

Manuel García Prieto 1859-1938, con origen en el cuerpo jurídico militar, en 1913 era jefe de la facción Liberal Democrática del Partido Liberal, y en 1917 resultaba líder del Partido Liberal por exclusión de los demás líderes.

  Presidencia del Consejo, Manuel García Prieto, marqués de Alhucemas (Partido Liberal).

  Gobernación, José Bahamonde de Lanz, vizconde de Matamala[1] (un juez no afiliado a ningún partido).

  Estado, Manuel García Prieto (liberal).

  Guerra, general Juan de la Cierva Peñafiel (representante de las Juntas de Defensa).

  Marina, Amalio Gimeno Cabañas (liberal romanonista, representante de los terratenientes).

  Fomento, Niceto Alcalá-Zamora Torres[2] (demócrata cristiano).

  Hacienda, Juan Ventosa Calvell (Lliga) / 2 de marzo de 1918: José de Caralt Sala, conde de Caralt.

  Instrucción Pública y Bellas Artes, Felip Rodés Baldrich (Solidaritat Catalana) / 2 de marzo de 1918: Luis Silvela Casado.

  Gracia y Justicia, Joaquín Fernández Prida[3] (maurista).

         Los problemas de aceptación del Gobierno.

El principal problema era que un Gobierno así no tenía programa, ni se podía poner de acuerdo en los grandes temas: los catalanistas Ventosa y Rodés querían Cortes Constituyentes, y los demás Ministros querían para sí muchos Gobernadores Civiles a fin de preparar unas futuras elecciones.

     Inmediatamente, el Coronel Márquez habló de traición a los compromisos adquiridos con las Juntas Militares. El ejército sólo contaba con un Ministro, Juan de la Cierva, en Guerra. Los militares pensaban que tenían mucho más poder que el que se les concedía con un solo Ministro.

     En la oposición, Melquiades Álvarez, de Partido Republicano Reformista, creyó que los reformistas deberían haber sido llamados al Gobierno de Concentración Nacional, tal vez para presidir el Gobierno, o al menos para participar con algún Ministro. Porque en España, se necesitaban Cortes Constituyentes. Quedó muy defraudado.

Gumensindo de Azcárate, otra gran figura republicana, murió el 15 de diciembre de 1917, y Melquiades quedó como líder único de su grupo.

Tampoco estaba representada Izquierda Liberal Monárquica porque Santiago Alba se negó a participar en un Gobierno, junto a los mismos catalanes que habían boicoteado hacía poco sus propuestas de equilibrio presupuestario.

Por todo ello, el Gobierno era interpretado en España como un Gobierno de transición, dado que no era del agrado de conservadores ni de liberales. Las discusiones internas en el Partido Conservador y en el Partido Liberal fueron muy duras.

Y había otro tema incomprensible: Cambó. La izquierda culpó a Cambó de traición a las promesas hechas en los acuerdos de Barcelona de la Asamblea de Parlamentarios. Cambó manifestó que no quería Constituyentes porque, tras la huelga de agosto, le parecía que abrir el melón constitucional sería muy peligroso, no tanto porque se desafiaría al Rey planteando si España debía ser un Reino o una República, sino porque las nuevas Cortes no iban a poder ser moderadas por él. Cambó rompió con la izquierda catalanista definitivamente.

     De todos modos, en este Gobierno no había cuñados, hermanos, parientes y amigos del Presidente o de algún Ministro, como venía siendo habitual en los Gobiernos anteriores del siglo XX. El único Ministro señalado era Juan de la Cierva, representante de las Juntas de Defensa y, por tanto, hombre fuerte e intocable, a la manera de los Ministros protegidos de anteriores Gobiernos.

     El Gobierno de García Prieto, denominado «Gobierno de Renovación», en el que debían participar mauristas, catalanistas, liberales y demócratas, fracasó porque los liberales no aceptaron ni a generales ni a catalanistas, y porque los líderes liberales, Romanones (liberal), García Prieto (demócrata) y Santiago Alba no llegaron a entenderse.

              La revolución bolchevique.

     El 7 de noviembre hubo revolución bolchevique en Rusia, la llamada “Revolución de Octubre”. El PSOE la criticó diciendo que los rusos deberían luchar contra los alemanes, y no hacer pequeñas revoluciones y firmar la paz por separado, lo cual era traición a los aliados. Los anarquistas españoles sí que simpatizaban con los bolcheviques, pero no estaban preparados para iniciar otro movimiento insurreccional, tras el fracaso de agosto. No era fácil entender que los marxistas no estuvieran de acuerdo con la revolución bolchevique, y los anarquistas sí.

     El 9 de noviembre, El Socialista publicó el hecho de la caída de Kerensky en Rusia. Calificaban a Kerensky de revolucionario inoportuno y funesto, porque debía haber previsto que su movimiento no contribuiría al triunfo del socialismo, sino a la victoria de Alemania en la Gran Guerra. Si ello ocurría, decían que todos los avances del socialismo se vendrían abajo. Pronosticaban que el movimiento leninista duraría poco tiempo.

     El PSOE no dio demasiada importancia a la revolución leninista y dedicó su tiempo a preparar unas próximas elecciones en España.

     Las elecciones municipales de noviembre de 1917.

     García Prieto prometió “elecciones sinceras”, esto es, limpias, sin caciquismo ni corruptelas gubernamentales. Era algo imposible en España, pero que se prometía a menudo.

Las elecciones municipales del 11 de noviembre de 1917 se celebraron en medio de muchos vivas a Rusia, que acababa de hacer su revolución, la que, según muchos trabajadores españoles, llevaría a los obreros al poder.

En esas elecciones salió elegido todo el comité de huelga de agosto, pero el Gobierno anuló esas actas por ilegales. Aprovecharon los obreros para asaltar panaderías y comercios y almacenes de carbón. El Gobierno legisló contra los acaparadores, como si eso resolviese la penuria de los obreros y todo quedó en agua de borrajas.

     Crisis en las Juntas de Defensa.

     Juan de la Cierva, un hombre con ideas propias, estaba siendo reducido a la nada por el Coronel Márquez que le pasaba instrucciones de lo que debía y no debía hacer. El problema de Juan de la Cierva era liberarse de esta tutela, y el 26 de diciembre obligó a dimitir a Márquez, y el 12 de marzo de 1918 le expulsó del ejército. Ello significaba que era necesario elegir una nueva Junta Suprema de la Junta Militar, o Junta de Defensa.

Respecto a las Juntas de Suboficiales, verdaderos soviets de soldados, Juan de la Cierva aconsejó que las Juntas de Suboficiales se disolvieran, y para acabar con la Junta de Sargentos, degradó a unos 200 suboficiales, al tiempo que proponía una subida de sueldo a todos los suboficiales, a fin de eliminar el principal motivo por el que se habían constituido las Juntas, la escasez de los sueldos. También propuso que los ascensos fuesen por riguroso orden de antigüedad, tanto en tiempos de paz como en tiempos de guerra, como pedían los soldados de artillería e ingenieros.

     Las elecciones generales de 1918.

     El 3 de enero de 1918 se convocaron elecciones para 24 de febrero. Cambó hizo su campaña con el lema “Cataluña libre, en una España grande” “Per Catalunya i l`Espanya Gran”, y los catalanistas hicieron campaña en tierras de Galicia, Andalucía, Castilla y Valencia, difundiendo su idea de un Estado federal o con autonomías.

     El 24 de febrero de 1918 hubo elecciones al Congreso y se decidió que no actuasen los Gobernadores en ellas. Fue igual que siempre: actuaron los caciques y los alcaldes dirigiendo el voto hacia las personalidades que consideraban de su gusto, y resultaron elegidos los partidos tradicionales. El único cambio apreciable es que pocos diputados, sólo 61, lo fueron por el artículo 29.

Los socialistas subieron a 6 diputados, tal vez porque la gente votó al comité de huelga de 1917 (Largo Caballero por Barcelona, Besteiro por Madrid, Anguiano por Valencia, y Saborit por Oviedo) para sacarles de la cárcel, y además votaron a Indalecio Prieto por Bilbao, y a Pablo Iglesias por Madrid, los ya tradicionales.

     Santiago Alba creó un nuevo partido, dentro del Partido Liberal, que se llamaba Izquierda Liberal.

     El resultado de las elecciones de febrero de 1918 sólo se entiende referido a personalidades concretas y no a partidos:

  Liberales, 167 escaños distribuidos así: Demócratas de García Prieto, 92 escaños; Liberales de Álvaro de Figueroa-Romanones, 41 ó 43 escaños; Izquierda liberal de Santiago Alba, 29 ó 30 escaños; Liberales agrarios de Rafael Gasset Chinchilla, 3 escaños; católicos demócratas de Niceto Alcalá Zamora, 4 escaños; Liberales Independientes de Alfons Sala Argemí, 6 escaños.

  Conservadores, 153 ó 155 escaños distribuidos así:   Idóneos de Eduardo Dato, 98 escaños; Mauristas de Antonio Maura, 31 ó  32 escaños; Ciervistas de Juan de la Cierva, 24 ó 25 escaños.

  Lliga Regionalista de Cambó, 21 ó 23 escaños.

  Republicanos: 36 escaños distribuidos así: Alianza de Izquierdas, 35 escaños, sumando los    Reformistas de Melquiades Álvarez, 12 escaños; los Socialistas  PSOE, 6 escaños; y otros, 17 escaños. A ellos deberíamos añadir el escaño de     Nacionalistas Republicanos de Francesc Macià, 1 escaño.

  Católicos, 19 escaños, distribuidos así: Comunión Tradicionalista de Enrique Aguilera Gamboa marqués de Cerralbo, 8 escaños; Comunión Tradicionalista Vasca de Ramón de la Sota, 7 escaños; Católicos Independientes, de Manuel Rojas Marcos, 2 escaños; Partido Integrista de Manuel Senante Martínez, 1 escaño; Carlistas de Gervasio Artiñano Galdácano, 1 escaño.

  Republicanos reformistas, 8 escaños.

  Independientes, 3 escaños.

  Regionalistas, 3 escaños

     En general, los resultados eran muy malos: ganaron fuerza la extrema derecha, los socialistas y los catalanistas, todos los que querían destruir el Estado. Perdieron fuerza los Liberal Conservadores y los Liberal Fusionistas.

     Los caciques habían actuado con más libertad que cuando eran dirigidos desde el Gobierno, y se demostró que la simple retirada del Gobierno en la manipulación de elecciones, como un ente neutro, no garantizaba la limpieza electoral. Era cierto que los Diputados por el artículo 29 habían bajado de la cifra de 149 en 1916, a la cifra de 61 en 1918. Pudiera ser que efectivamente sólo se presentase un candidato en un distrito sin presiones exteriores para ello, pero muchas veces esa labor la habían procurado los caciques.

         La crisis de Gobierno de 27 de febrero.

     El 27 de febrero hubo crisis de Gobierno y primeros cambios de Ministros. Los militares exigieron que no se cambiase a La Cierva. García Prieto pidió la confianza al Rey, quitó a los ministros catalanistas y el 2 de marzo de 1918 puso:

  Hacienda, José de Caralt Sala conde de Caralt[4] sustituía a Ventosa. También era de Lliga Catalanista, pero un disidente que 1919 se pasó al Partido Liberal.

  Instrucción Pública, Luis Silvela Casado del Partido Liberal, sustituía a Felip Rodés, de Solidaritat Catalana.

         La crisis de Gobierno de 7 de marzo.

     El 7 de marzo de 1918 hubo nueva crisis de Gobierno: Las Juntas de Defensa impusieron un Decreto Ley de Reforma del Ejército, e hicieron asamblea durante la reunión del Consejo de Ministros para caso de que no lo aprobaran. La Cierva tenía en su mano los decretos o leyes que los militares querían. La Cierva había sido un cacique colaborador de Cánovas y se había pasado al maurismo, corriente renovadora. Creía que el orden público era una simple cuestión de fuerza del Gobierno, de energía y representaba la derecha del Partido Conservador. Apoyado por las Juntas de Defensa, creía que podía imponer el orden en Correos, ferrocarriles y sindicatos. Los proyectos de La Cierva, ministro de Guerra, fueron contestados por Amalio Gimeno, Ministro de Marina y por Niceto Alcalá-Zamora, Ministro de Fomento. Gimeno dimitió cuando el Rey firmó el decreto de reforma del ejército, sacado con estas coacciones. El decreto mejoraba las pagas de los militares y aumentaba los puestos burocráticos militares de forma que se pudiera ascender fácilmente en el ejército, creaba más divisiones y más brigadas de caballería, fijaba un cupo de más soldados, hasta 180.000, y decidía que se ascendiera por rigurosa antigüedad, y en proporción a la importancia numérica de cada Cuerpo en el conjunto del ejército. El ascenso por méritos era totalmente excepcional. No se podía cambiar de Cuerpo militar. En contrapartida, las inversiones en barcos y armamento quedaban para cuando hubiera dinero.

     Entonces, los funcionarios civiles del Estado, también afectados por la subida de precios, organizaron sus propias Juntas de Unión y Defensa y se pusieron en huelga dirigidos por los funcionarios de telégrafos. Si era cuestión de asociarse para que subieran los sueldos, pues todos a asociarse. Telégrafos le pidió al Ministro de Gobernación, José Bahamonde, subida de sueldos y mejora del material, y le dio tres días para decidirse, o declararían la huelga. La Cierva, ante la confesión de Matamala de que el asunto le desbordaba, se hizo cargo de la situación, y ordenó la disolución del Cuerpo de Correos y Telégrafos y militarización del servicio (poniendo soldados en las oficinas de los despedidos). Correos fue a ver a las Juntas de Defensa, pues habían colaborado en los movimientos de julio de 1917 en Barcelona. El asunto era complicado. El Rey se negó a disolver esos cuerpos civiles. El Gobierno proponía la reducción del número de funcionarios con el argumento de que, siendo menos, podrían cobrar un poco más cada uno.

     La Cierva pidió suprimir la Junta de Trabajadores de Correos, porque estaba sirviendo para hacer una huelga de celo. García Prieto intentó negociar con los carteros a espaldas de La Cierva, lo cual fue una de las causas de la dimisión de La Cierva.

     El Gobierno acabó viendo la terrible contradicción de suprimir el Cuerpo de Correos y Telégrafos e implicar en ello a los militares, cuyas Juntas de Defensa eran aliados políticos de los de Correos. Rectificó y llamó al diálogo a los huelguistas. Correos fue restablecido.

     La Cierva estaba actuando en el ejército por decreto, y muchas veces sin comunicar previamente al Gobierno las medidas que tomaba en su Ministerio de Guerra. Las Juntas Militares se incomodaban porque no se aprobaban las medidas que habían dictado a La Cierva, y Prieto se enfadó con La Cierva. La Cierva dimitió.

García Prieto dio respaldo a los Decretos de La Cierva a fin de calmar a los militares. Y además aceptó que las Juntas Militares no se disolvieran.

         Crisis de 20 de marzo de 1918.

     El nuevo peligro político era una dictadura de La Cierva, apoyada por los militares. La Cierva estaba intentando disponer de una base política distinta a los militares, lo que le haría muy fuerte contando con ambos apoyos, militantes, militares y el Rey. Pero el Rey decidió apoyar a García Prieto porque empezaba a ver que los militares amenazaban con imponerse sobre el Rey.

El 19 de marzo La Cierva dimitió en desacuerdo con el Rey. Jugaba su gran baza, por ver si el Rey se atrevía a ir contra los militares. Ello provocó una nueva crisis de Gobierno que acabó en la dimisión de García Prieto. Las Cortes, que fueron abiertas el 19 de marzo, fueron cerradas ese mismo día.

Las Juntas Militares dijeron que no aceptarían un nuevo Gobierno si en él no figuraba La Cierva, pero La Cierva se negó a formar Gobierno, mientras no fuera de su gusto. García Prieto continuó hasta encontrar una solución.

     El 20 de marzo de 1918 se iniciaron consultas para formar nuevo Gobierno. Maura no quiso formar Gobierno. Dato no pudo por falta de colaboradores para un equipo ministerial. Lo mismo le pasó a González Besada. Los militares amenazaron entonces con un golpe de Estado.

     Cambó seguía proponiendo un Gobierno de concentración, pero abierto a más partidos y a más personalidades. Lo difícil era aunar las personalidades políticas del momento. El Rey acabó amenazando con marcharse de España, y entonces Romanones le sugirió al Rey una reunión con todos los líderes políticos simultáneamente.

El Rey, el 21 de marzo, llamó a Maura, Romanones, García Prieto, Dato, Alba y Cambó a una reunión conjunta en la que les exigió que formaran Gobierno entre todos, allí mismo, o se marchaba de España.

De allí salió el nuevo Gobierno de Maura el 22 de marzo de 1917. En el nuevo Gobierno no estaba Juan de la Cierva[5].

     La organización de los socialistas de izquierda.

     Lo más importante sucedido entre los socialistas de 1918 fue la organización de los simpatizantes de Lenin. Mariano García Cortés y Ramón Lamoneda abrieron la revista Nuestra Palabra, y a través de ella lograron atraer a algunos disidentes del PSOE como José Verdes Montenegro Montoro, profesor de filosofía de secundaria; Josep Recaséns Mercadé, un gerente industrial de Reus, que jugó a todas las tendencias socialistas y anarquistas de su tiempo; Juan José Morato Trapillo, alias El Arráez Maltrapillo, tipógrafo de Madrid.

     Entre las juventudes socialistas de Federación de Juventudes Socialistas de España FJSE, había un grupo importante de partidarios de acabar con la Segunda Internacional como lo había dicho Lenin en 1915 en la Conferencia de Zimmerwald (Suiza), organizada por Yuli Martov y por Lev Davidovich Bronstein, alias Trotski, y a la que asistieron Pavel Axelrod, Vladimir Ilich Ulianov alias Lenin, el socialrevolucionario Víctor Chernov, el socialrevolucionario Mark Natanson, el holandés German Gorter, y el ruso Christian Rakouvky. Entre estos jóvenes españoles estaban Ramón Lamoneda, Rafael Millá y César González.

              El final de la Gran Guerra.

     El 21 de marzo de 1918, Alemania había lanzado la “ofensiva final” o ataque definitivo para terminar la guerra. Pero el 25 de marzo, en Versalles, los aliados decidieron unificar el mando de sus ejércitos, y nombraron coordinador al general francés Foch. El general Foch logró detener la ofensiva del general Ludendorff utilizando a Haig, Pershing y Petain como sus hombres de campo.

     Ludendorff lanzaría una segunda ofensiva del 9 al 25 de abril y también fracasó. Lanzó una tercera el 27 de mayo sobre el Marne, pero Francia contraatacó el 9 de junio y detuvo el avance alemán. Ludendorff intentaba atacar París, bombardearla, para provocar la crisis política y ganar así la guerra, pero Clemenceau dominó el Parlamento francés por 327 a 110 votos, y no hubo crisis. En julio de 1918, se produjo la cuarta ofensiva de Ludendorff, esta vez sobre el Marne, pero los franceses le esperaban allí y no hubo sorpresa, y por lo tanto, tampoco avance alemán. Ludendorff necesitaba 200.000 hombres, pero no se encontraban disponibles en Alemania.

         El impacto en España de la Gran Guerra.

     En general, la guerra produjo muchos cambios en España: los empresarios españoles compraron las participaciones en el ferrocarril español a sus socios extranjeros; se crearon muchos bancos (en 1918 se creó el Banco Urquijo, en 1919 el Banco Central); se mejoró el equipo industrial en Asturias, Cantabria y País Vasco; creció el número de obreros desde los 1.100.000 de 1914 a los 1.350.000 de 1920; descendió el analfabetismo hasta el 30% porque los jóvenes aprendían a leer gracias a las jornadas de 8 horas y a la prohibición del trabajo de los niños; y sobre todo, se consiguió generalizar la jornada de 8 horas.

     En agricultura, los empresarios obtuvieron grandes beneficios en la aceituna, remolacha, trigo y cebada, leguminosas y patatas, pero disminuyó la exportación de naranjas y arroz, por falta de demanda exterior. Las razones eran que los precios subieron mucho, los del trigo al doble, los de la remolacha al triple.

     En minería los precios del carbón triplicaron en 1914-17, cuando se formó el Consorcio Nacional Carbonero, inspirado por Luis Marichalar Monreal vizconde de Eza, Ministro de Fomento de julio a octubre de 1917. Entonces volvieron a duplicar en 1917-18. A partir de 1919 bajaron por disminución de exportaciones. La exportación de mineral de hierro bajó, pero el resto de productos mineros se vendieron muy bien y a grandes precios, lo que permitió incrementar el número de mineros durante la guerra. El hierro se vio afectado por la prohibición de exportación de 2 de marzo de 1917 hasta que el mercado interior quedase abastecido.

     La electricidad creció tanto en potencia instalada como en producción de energía, lo que es consecuencia de las muchas empresas instaladas durante 1900-1914.

     La industria metalúrgica progresó tanto en Maquinista Terrestre y Marítima que fabricó locomotoras, como Euskalduna, Auxiliar de Ferrocarriles y Babcock and Wilcox, y por los astilleros que fabricaban muchos barcos para compensar los hundimientos que hacían los alemanes. En 1918, Norte creó la empresa Babcock and Wilcox para construir locomotoras y material ferroviario y abrió taller en Sestao (Vizcaya), pero no hizo la primera locomotora hasta 1923.

Lo más sorprendente era la aparición de multitud de pequeñas industrias, de no más de 19 obreros, dedicadas a calderería y objetos de metal.

     El cemento, ladrillo y madera de construcción subieron mucho de precio y ello fue malo para la construcción de nuevas viviendas, que se encarecían demasiado.

     La exportación de tejidos de algodón se triplicó hasta la crisis de la materia prima de 1917, cuando Estados Unidos entró en guerra y dejó de exportar algodón. Entonces el algodón entró en crisis o recesión. También creció la exportación de tejidos de lana.

     De 1916 a 1920, proliferaron en Cataluña las pequeñas empresas, pues en la pequeña industria se pagaban salarios muy bajos. Había mucha demanda de empleo a pesar del bajo salario, porque los inmigrantes aceptaban cualquier cosa. Pero, con el fenómeno de la guerra europea, los precios comenzaron a subir espectacularmente, y los salarios se estaban quedando demasiado bajos, hasta el punto en que no era posible sobrevivir. El punto más bajo de salarios se alcanzó en invierno de 1917 y durante 1918.

              El liberalismo social.

     Europa está pasando del liberalismo burgués propio del siglo XIX, al liberalismo social propio del XX, y ello implicaba muchos cambios difíciles de asumir por las oligarquías industriales y terratenientes españolas: había que admitir la intervención del Estado en la propiedad y en la empresa, por razón de bien común; había que admitir el impuesto progresivo, cuando en algunos países, como España, los ricos creían que el impuesto proporcional era demasiado y necesitaban subvenciones y exenciones de impuestos; había que admitir el sufragio universal, incluso femenino, con enseñanza para todos y libertad de partidos y sindicatos, siempre que no atentasen contra los derechos básicos de la democracia liberal.

Frente a los nuevos tiempos, el gran capital ya se había adelantado, y había creado las multinacionales, empresas que se permitían escapar del control de un Estado concreto y se podían residenciar en el más favorable, pero los obreros todavía no entendían el problema en todas sus dimensiones, pues seguían fijos en las viejas ideas de revolución proletaria, más o menos utópica.

     España no presentaba condiciones para pasar del liberalismo burgués al servicio de los empresarios y políticos, al liberalismo social al servicio de la generalidad de los españoles. Y la alternativa ofrecida a la “dictadura burguesa de los capitalistas”, era la “dictadura del proletariado”, sin vías intermedias.


[1] José Bahamonde de Lanz, vizconde de Matamala era un juez independiente, ministro de Gobernación en 1917 con García Prieto, y de Gracia y Justicia en 1919 con Maura.

[2] Niceto Alcalá Zamora 1877-1949 había estado en el grupo de Romanones y se había pasado al Partido Liberal Democrático de García Prieto. En 1923 acogió con entusiasmo la dictadura, pero se decepcionó de ella, y en 1927 se pasó a la oposición a la misma e incluso fue el autor de un discurso, el 30 de abril de 1930, en el teatro Apolo de Valencia, pidiendo una república conservadora apoyada en las clases medias y en los intelectuales, lo que le valió suficiente credibilidad como para ser aceptado como presidente del gobierno Provisional de la República en abril de 1931. Dimitió en 14 de octubre de 1931, junto a Maura, por estar en desacuerdo con una constitución laica,

[3] Joaquín Fernández Prida, 1865-1942 era un conservador del grupo de Maura, que fue ministro de Gracia y Justicia en noviembre de 1917, de Gobernación en diciembre de 1919, de Marina en marzo de 1921, de Estado en Marzo de 1922, además de vocal del Instituto de Reformas Sociales. Se posicionó contra Primo de Rivera en 1923 y contra la República en 1931.

[4] José de Caralt Sala, conde de Caralt, 1862-1944 había empezado la política en Lliga Regionalista, pero había abandonado las ideas autonomistas y se había pasado al Partido Liberal en 1919 en un “Manifiesto Monárquico” en el que un grupo de catalanes hacían lo mismo. En 1923 sería de Unión Monárquica Nacional y en 1936 apoyó a los rebeldes.

[5] Juan de la Cierva Codorniu, 1895-1936, fue un ingeniero murciano, inventor del autogiro, e hijo de Juan de la Cierva Peñafiel, 1864- 1938, el político al que nos estamos refiriendo en estas líneas.

Post by Emilio Encinas

Emilio Encinas se licenció en Geografía e Historia por la Universidad de Salamanca en 1972. Impartió clases en el IT Santo Domingo de El Ejido de Dalías el curso 1972-1973. Obtuvo la categoría de Profesor Agregado de Enseñanza Media en 1976. fue destinado al Instituto Marqués de Santillana de Torrelavega en 1976-1979, y pasó al Instituto Santa Clara de Santander 1979-1992. Accedió a la condición de Catedrático de Geografía e Historia en 1992 y ejerció como tal en el Instituto Santa Clara hasta 2009. Fue Jefe de Departamento del Seminario de Geografía, Historia y Arte en 1998-2009.

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