LA ECONOMÍA DURANTE LA GUERRA DE ESPAÑA.

Ideas clave: traslado de la industria al Mediterráneo, CAMPSA en la Guerra de España, la CAMPSA franquista, la exportación de naranjas en la Guerra de España.

   1937. Traslado de la industria al Mediterráneo.

En el verano de 1937 la inflación fue muy grande en zona gubernamental, aproximadamente del 100%, mientras los salarios crecieron un 15%. Además escaseaba el pan. Las teorías políticas heterodoxas estaban cayendo bajo la losa de la inflación, la desaparición del mercado, y la escasez. Pero los políticos extremistas, en vez de reconocer su error, insistían más en él. Y ante las derrotas en el norte, los distintos partidos gubernamentales republicanos comenzaron a culpabilizarse entre ellos. Cuando las leyes del mercado son denominadas “liberalismo”, y los partidos y el Papa se declaran antiliberales, el resultado es un irracional que se paga con el hambre y la muerte de los más pobres. Liberalismo es otra cosa, y hay que distinguir el liberalismo burgués, que es una opinión política radicalizada a la derecha, de liberalismo económico de Smith, Ricardo, Keynes, Stuart Mill, Herber Spencer, Thomas Hill Green, Wilhelm Röpke, Galbraith, Friedman, Friedrich Hayek, Karl Popper, Ayn Rand, Amartya Sen y tantos otros.

El POUM y los anarquistas aprovechaban la situación española de 1937 para exaltar a la gente y hacer propaganda de la comuna anarquista, en contra del PSOE y de los republicanos. Y entre los militares, el ejército culpaba a CNT de descoordinación, y CNT al ejército de autoritarismo.

Si antes de la pérdida del norte, ya era difícil a los republicanos conseguir las armas que se fabricaban en País Vasco, Santander y Asturias, tras la pérdida de estos territorios, le traslado de fábricas de armas al Mediterráneo fue masivo. Las industrias se instalaron en Cataluña, País Valenciano, Murcia, Albacete, Linares (Jaén) y Puertollano (Ciudad Real).

En Alcoy (Alicante) había docenas de talleres metalúrgicos para la industria del vino y el aceite, que fueron aprovechados para industria de guerra. Allí se creó Industrias Metalúrgicas Alcoyanas Sindicadas, IMAS, y fabricaban obuses. Alcoy fabricaba también mantas para el ejército, pero el ejército no pagaba el producto, sino que firmaba pagarés, lo cual se convirtió en papel mojado cuando la República perdió la guerra.

En Elda (Alicante), había muchos talleres de calzado, algunos de reparación de coches y alguna ferrería, y se pusieron a fabricar escopetas, bombas de mano y blindajes para camiones. Fabricaba bombas de mortero la Cooperativa Metalúrgica, gestionada por UGT, y otras bombas las Industrias Socializadas de Metalurgia, gestionadas por CNT. Por supuesto, los talleres de calzado fabricaron calzado militar.

Ibi y Denia (Alicante), que fabricaban juguetes, pasaron a fabricar balas de fusil y cartuchos. Igualmente Elche y Novelda (Alicante), se pusieron a fabricar balas y cartuchos.

Elche y Petrel fabricaron botas militares, alpargatas, bolsas para el soldado y correajes, además de lonas para tiendas.

Murcia tenía el Taller Metalúrgico y Fundición José A. Rueda, que se puso a fabricar armas bajo la dirección del PCE. También La Nora, fabricaba pólvora.

Cartagena fabricaba también cartuchos. Y continuaba con su astillero naval y su arsenal militar.

Sagunto tenía unos altos hornos, que fabricaban acero.  Castellón intentó una fábrica de gran porte, que fabricaba tanques, ametralladoras, fusiles, mosquetones y pistolas, y recordaba a las industrias asturianas.

Valencia tenía La Unión Naval de Levante, y Davis.

Había talleres de montaje y reparación de aviones en Albacete, Elche y Murcia.

En Cataluña, la Generalitat organizó las industrias de guerra, para que no se las quedase ningún sindicato, y así la Generalitat tenía el poder. La Generalitat pretendió asumir la industria de cartuchería de Toledo, que había caído en manos rebeldes, pero el Gobierno de Madrid prefirió tenerla en Levante. La producción catalana de armas era superior a la de Levante, casi todas en Barcelona.

La industria de armamento de la República fue regulada en 28 de junio de 1937 y se crearon tres Delegaciones de Armamento, que se denominaron Centro, Norte y Cataluña.

En verano de 1938, al acercarse la guerra, las fábricas de Castellón, Sagunto y Valencia, fueron trasladadas más al sur, a Murcia y Alicante. Y a final de ese verano, las fábricas de Alicante pasaron a Cartagena y Mazarrón.

En octubre de 1938, apareció el Consejo Nacional de Industrias de Guerra.

     CAMPSA en la Guerra de España.   

Las terminales de CAMPSA fueron pasando poco a poco a manos rebeldes, empezando por Vigo, La Coruña, Tablada (Sevilla) y Palma de Mallorca. También Tenerife, donde trabajaba CEPSA, fue de los rebeldes desde primeras horas de la guerra. Pero en 1937, los rebeldes tomaron Pasajes en Vizcaya, y con ello una gran sede de CAMPSA pasó a sus manos.

La guerra de España fue un ensayo mundial de los que podía ser una guerra mecanizada. Camiones, tanques, aviones, tanquetas y demás vehículos, necesitaban mucho combustible, y los ejércitos que no se habían preocupado hasta entonces del tema del petróleo, encontraron un nuevo campo de combate. Antes de 1936, el ejército consumía el 2% del combustible español, y a partir de 1936, pasaron a consumir el 60%. No había producción española de derivados del petróleo, y se necesitaba comprarlo fuera.

Compañía Arrendataria del Monopolio de Petróleos S.A., CAMPSA, era el comercializador de carburantes en España desde 1927. Tenía sus conexiones internacionales, que no son fáciles de improvisar, y no ocurre que cualquiera pueda comprar petróleo y derivados a su gusto y conveniencia. Hay una política comercial establecida. El centro administrativo de CAMPSA estaba en Madrid, y tenía Delegaciones en las principales ciudades de España. La empresa tenía instaladas sus infraestructuras básicas antes de empezar la guerra. Cuando el Estado español creó CAMPSA en 1927, The Texas Company, TEXACO, inició un boicot a España. La presidía Joseph S. Cullinam, y era una de las Siete Hermanas que se habían repartido el mundo en zonas. Texaco trataba de romper la nueva empresa española.

España, como país pobre, necesitaba pocos derivados del petróleo: gasolina de automoción, keroseno de aviación, parafinas para velas y cerillas, fueloil para los barcos y para algunas industrias, lubricantes para motores, y alquitranes. Los países desarrollados obtienen cientos de derivados del petróleo crudo. España no fabricaba los derivados del petróleo, sino que los adquiría ya elaborados en el mercado internacional y los transportaba en barcos cisterna hasta las grandes terminales de carga. A partir de ahí, barcos más pequeños de cabotaje, pertenecientes a agencias subsidiarias distribuían los productos a diferentes depósitos peninsulares. Por fin, una agencia estatal patrocinada por CAMPSA, tenía la red de gasolineras. Es decir, que el sector privado libre, colaboraba con el monopolio estatal. Las estaciones de servicio, surtidores y tiendas que vendían petróleo en los pueblos pequeños, eran empresas privadas libres.

En cuanto a los proveedores, el tema más complicado del negocio del petróleo, CAMPSA era prudente y procuró tener siempre varios proveedores. Compraba tanto en el Mar Negro a la URSS, como en el golfo de México a Estado Unidos. Un contrato de venta de petróleo al por mayor, debía asumir una cantidad mínima muy grande, no asumible por pequeños inversores, y podía optar a cantidades mayores, hasta un límite máximo, que también se fijaba regularmente. Pero CAMPSA era una compañía fuerte, y podía optar a esos grandes contingentes que se subastaban tanto en los mercados del Mar Negro, como en los del Golfo de México. Los contratos se suscribían con mucho tiempo de anticipación, a largo plazo, y los vendedores eran grandes trusts que poseían pozos, refinerías, petroleros y medios bancarios de comercialización. Ante ellos, CAMPSA, apoyada por el Estado, actuaba pagando al contado en dólares o en libras esterlinas, y por ello era bien aceptada. Incluso conseguía descuentos que sólo se le hacían a los clientes seguros y de pago al contado, y que eran muy substanciosos. Las multinacionales que dominaban la producción de petróleo eran Shell y Standard, los cuales se decepcionaron un poco cuando España creó CAMPSA y se quedó con la comercialización en España. Pero el Ministro Calco Sotelo lo tenía previsto, y para evitar las presiones comerciales de las multinacionales, firmó un gran contrato con Soiuzneftexport (Sindicato de la Nafta Rusa), la empresa soviética que también vendía petróleo. Entonces, los americanos, en vez de amenazar a España, procuraron no perder el cliente. La URSS exportaba a España a través de Bauer and Marchal, una empresa francesa establecida en España, la cual subarrendó el contrato a Petróleos Porto Pi, una empresa española de Juan March Ordinas. Porto Pi fue apoyada por el Estado español desde 1927, y ello originó una demanda judicial compleja por el justiprecio a indemnizar a perjudicados como Texaco, la cual se llevó en tribunales franceses y españoles durante mucho tiempo. Juan March apoyó en 1936 la sublevación de Franco.

El negocio mejor de CAMPSA era el del Mar Negro, porque los precios en origen eran más baratos, y porque el transporte por el Mediterráneo era más barato también. Pero el contrato con la URSS fue denunciado en 1930 por razones políticas. CAMPSA hizo un nuevo contrato en marzo de 1931 con Soiuzneftexport, que Indalecio Prieto firmó por tres años y medio, prorrogables, y por una cantidad que suponía el 50% del consumo español de ese momento. El contrato era una operación inteligente. Pero en 1934, Samper dio por finalizado el contrato, otra vez por razones políticas. Los empresarios españoles buscaron modos de engañar al Estado, importando petróleo ruso a través de terceros, que podían ser Marruecos o Francia, Rumanía o Gran Bretaña.

En 1930, CAMPSA firmó un contrato de suministro de petróleo y derivados con CEPSA, el cual le hizo más fuerte, pues podía eludir el monopolio de las Siete Hermanas. CEPSA había sido creada por unos empresarios españoles en 1929, para hacer una prospección en Venezuela, pero su gran negocio fue abrir una refinería en 1930 en Santa Cruz de Tenerife, en donde no regía el monopolio de CAMPSA.

El petróleo se politizó mucho. Texaco, la empresa dueña del oleoducto del Pacífico al Atlántico en Colombia, fue manipulada por su Presidente, Torkild Rieber, que se declaró anticomunista y simpatizante de la Alemania Nazi.

En 1934, CAMPSA encontró el intermediario perfecto en Rumanía, para importar petróleo ruso, sin que se opusieran los Gobiernos de derechas españoles. Se firmó un acuerdo formal con Rumanía. Rumanía cobraba sus servicios de intermediación en envíos de corcho español. Rumanía llevaba sus productos a Tenerife, en donde CEPSA refinaba el petróleo y lo enviaba a España. El contrato perduró hasta 1936.

En 1935, Texaco se avino a firmar un contrato de abastecimiento a España, a CAMPSA, por tres años. Daba por perdida la batalla.

También la Atlantic Refining Co. con sede en Filadelfia, que fabricaba lubricantes, hizo un contrato con CAMPSA, lo que significaba que CAMPSA era aceptada por el grupo de los grandes.

En julio de 1936, CAMPSA se desgajó en dos empresas de igual nombre, una en cada bando en guerra. Un grupo de accionistas privados, directores territoriales, empleados y funcionarios, se puso de parte de los sublevados, y fueron a Burgos a hablar con la Junta de Defensa, de modo que organizaron la distribución de la gasolina en la zona rebelde. Y la mayor parte de la compañía, se quedó en la zona republicana, que de momento dominaba la mayor parte del territorio. La CAMPSA gubernamental heredó la mayor parte de la organización comercial, e impuso un sistema centralizado y burocratizado, sin permitir a los sindicatos entrar a dirigir los negocios. La CAMPSA rebelde tuvo que improvisar, y pidió ayuda a Texaco, para tener los suministradores de gasolina y los medios logísticos para transportarla hasta España y para distribuirla.

Inmediatamente, las infraestructuras de las CAMPSA se convirtieron en objetivos militares en ambos bandos. El bombardeo franquista sobre los tanques de almacenamiento de Tarragona y Barcelona, fue una constante durante toda la guerra. Y la misión de bombardear desde el aire petroleros, fue otra de las constantes de la guerra, y daba lo mismo que los barcos cisterna estuvieran en alta mar, o en dársena. La organización comercial de las CAMPSA era muy buena, y superó todos los bombardeos e incendios.

En julio de 1936, los depósitos de CAMPSA estaban bien abastecidos. Los petroleros llegaban con regularidad y ello provocó algunos chascos: El “Badalona” llegó a La Coruña a finales de julio, sin saber que la ciudad se había sublevado, e inmediatamente su carga fue incautada por los rebeldes. El “Campas” estaba en Sevilla, con otra carga de petróleo para los rebeldes. Y las grandes terminales de CAMPSA fueron pasando poco a poco a manos de los rebeldes: primero fueron Vigo y La Coruña, Tablada (Sevilla) y Palma de Mallorca. En 1937, los rebeldes tomaron Pasajes (Vizcaya), y los rebeldes dominaban el 20% de CAMPSA y toda CEPSA. La Atlantic Refining, denunció su contrato con los gubernamentales españoles en agosto de 1937.

El Gobierno de la República de España recurrió a la URSS en 1936 para conseguir petróleo. Pero no obtuvo un contrato formal, porque la URSS no se quería comprometer. Por eso, no sabemos cuánta gasolina llegó de la URSS a la República de España, porque las cifras no eran públicas. El Gobierno de la República abrió una oficina en París para encargarse de todo el negocio del petróleo y derivados. En París estaba la sede de Banque Comerciale pour l`Europe du Nord, depositaria de los fondos de oro españoles en la URSS, y era la entidad que cobraba al Estado español.

La flota de la República de España de CAMPSA era atacada sistemáticamente por la aviación franquista, y entonces, el CAMPSA contrató barcos extranjeros, sobre todo griegos y británicos, y a cada barco le contrataba por una sola vez. Casi nadie se atrevía a hacer un segundo viaje, una vez que estaban identificados como barcos al servicio de CAMPSA, salvo que les pagaran unos fletes altísimos. Pero los intermediarios extranjeros que proporcionaban los fletes, hicieron grandes fortunas, como fue el caso de Pallas, Raffinage, Stevenson Hardy, Wigham Richarson, Stanhope Steamship Co., Mid-Atlantic Shipping Co., Hannover Sales Co…

El Gobierno de la República de España compró varios buques cisterna para CAMPSA, sin decir que eran buques españoles y sin ponerles bandera española, de modo que CAMPSA tuviera independencia para importar. Los grandes petroleros descargaban sus productos en Francia, en Redeventza y Petroles du Languedoc en Sete, y en La Nouvelle, de modo que los buques cisterna no pudieran ser identificados como transportes de carburantes para España. A estos grandes depósitos españoles en Francia, acudían luego pequeños barcos que llevaban los productos hasta Barcelona y Valencia, y también desde ellos salían trenes que entraban en España por Perpiñán. Incluso una red de camiones viajaba por el sur de Francia hasta Barcelona.

El petróleo, o nafta, de la URSS era comercializado a través de Rumanía. Era un petróleo de inferior calidad al americano. Y la regularidad del suministro era poco fiable, pues dependía de las relaciones políticas de la República de España con la URSS, y no de contratos comerciales, que eran algo secundario. No se consideraban contratos estables. La calidad de las gasolinas y lubrificantes hechos con petróleo americano, era muy superior. Y como los rebeldes sólo tenían petróleo americano, podemos decir que las gasolinas corrientes de los rebeldes eran mejores que las de los gubernamentales.

     La CAMPSA franquista.

La CAMPSA franquista tenía su sede en Burgos. Y fue creciendo constantemente. A medida que se conquistaban pueblos, sus instalaciones de carburantes iban siendo incorporadas a la red franquista. Muchos directivos de CAMPSA republicana se pasaban a la CAMPSA franquista continuamente. Pero la flota de CAMPSA de 1936, los archivos, el laboratorio, y la sede social de 1936, estaban en manos de la CAMPSA republicana.

La CAMPSA de Burgos tenía una refinaría en Santa Cruz de Tenerife, de CEPSA. Pero esa refinería necesitaba suministro de crudo y transportes de derivados hasta la península. Para ello, Franco gozó de la colaboración de Torkild Rieber, presidente de TEXACO, que actuaba a través de José Antonio Álvarez Alonso, un falangista español de su confianza, con el que firmó un contrato. En 1938, el suministro de Rieber a los franquistas fue abundante, y se convirtió en el principal suministrador de carburantes a la zona franquista.

El primer cargamento de carburantes procedente de TEXACO, fue el buque “Solitaire”, que salió de Burdeos cargado de latas de lubricantes.

Los precios a que se pagaba el petróleo eran los fijados en el Golfo de México cada semana por el National Petroleum News of Ohio. A España llegaban con un descuento promedio del 8,5%, a pesar de que CAMPSA de Burgos no pagaba al contado, sino a 90 días a contar desde el del embarque. Eso significaba unos 60 días tras la llegada a España. Texaco tenía barcos propios, intocables para casi nadie, pues la compañía era más poderosa que muchos Gobiernos.

El representante de Rieber en Europa era Brewster. Este hombre advirtió a Rieber de que los rebeldes no tenían capacidad de almacenamiento, ni buques cisterna, ni divisas para pagar. Pero Rieber le ordenó seguir abasteciendo a los franquistas con los barcos de TEXACO, y aceptar el pago a crédito. Además, Rieber le daba a Franco información sobre las entregas de petróleo que recibía en cada momento el Gobierno de la República. Además de gasolinas y lubricantes, TEXACO enviaba benzol, tetraetilo de plomo, aceites industriales, y grasas industriales.

En septiembre de 1937, Rieber empezaba a cansarse de dar tanto a cambio de nada, y Franco decidió comprar algún barco, y negociar con otros proveedores, no siendo que Rieber abandonase y se perdiera la guerra por ello. Contrató con abastecedores estadounidenses en pequeñas cantidades. Pero Rieber no se cansó, y en 1939, seguía siendo el principal abastecedor de carburantes a la España franquista.

 La exportación de naranjas en la Guerra de España.

     El comercio exterior de frutas españolas estaba en manos de negociantes extranjeros. La operación comercial es algo complejo en el que se relacionan los importadores, los navieros y los financieros. La calidad de la fruta española era muy baja, propia de un país subdesarrollado.

A partir de 1929, Europa había empezado a importar fruta de sus colonias y territorios de ultramar. Gran Bretaña prefería las naranjas palestinas y sudafricanas a las españolas. Y Gran Bretaña había sido el principal cliente de España en naranjas hasta entonces. Francia desarrolló cultivos en el Magreb, y España perdió el monopolio de venta de cítricos en Europa.

Los productores españoles de naranja se preocupaban por la cantidad y el precio del producto, y por ello, fueron perdiendo mercados. La calidad se iba deteriorando, pero no lo consideraban importante, cuando es definitivo a largo plazo. En los malos negocios, triunfa la llamada “presentación comercial”, una apariencia de calidad alta bajo la que se vende una calidad inferior, y el producto suele fracasar en poco tiempo, tras un periodo de excelentes resultados crematísticos. Los impulsores de este negocio sucio tienen un éxito grande y son muy populares en la primera etapa, hasta que llega el castigo del mercado poco tiempo después, a no ser que un político sin conciencia ética les garantice el mercado en monopolio de ese producto deteriorado. En esta práctica corrupta, actúan por igual gente tenida como de derechas, como gente tenida como de izquierdas, y hay que desconfiar de todos ellos. Ser de derechas, o ser de izquierdas, no garantiza moralidad alguna. Ser religioso o ser ateo, tampoco garantiza mayor moralidad en cada caso.

España iba perdiendo cuotas de mercado desde 1923 aproximadamente, y los españoles no se lo explicaban más que con el consabido “nos envidian todos, y van contra nosotros”, que es el argumento de los torpes y de los populistas. Los exportadores extranjeros querían cambiar el modelo de exportación española, pero los agricultores levantinos se negaban a hacer inversiones en sus fincas, es decir, a plantar árboles de mejor calidad, y trabajar con métodos más modernos.

La Guerra de España de 1936 fue definitiva para hacer comprender a los agricultores que había que renovarse, o no venderían nada. Pero la Central de Exportación de Agrios  de la República de España, actuaba con la acostumbrada lentitud con la que los sindicatos hacían todas las cosas. Los sindicatos controlaban la producción y se negaban a hacer inversiones en tiempos difíciles, inversiones por las que protestarían sus afiliados. UGT y CNT hicieron un pacto para hacer incautaciones de tierras y colectivizaciones. CNT hizo 285 Colectivizaciones Confederadas Agrícolas en el País Valenciano. UGT hizo 294 Cooperativas Agrícolas. También hubo colectivizaciones gestionadas conjuntamente por UGT y CNT.

Las colectivizaciones tenían un sentido político, pues significaban poder. Y el PCE y la derecha, se opusieron a ellas en nombre del derecho de propiedad, y obtuvieron el apoyo de la pequeña y media propiedad. En estas ocasiones, el comunismo y el capitalismo coinciden en sus intereses, que son “alcanzar el poder”.

Los sindicatos se dieron cuenta de que las colectivizaciones significaban poder. Y decidieron controlar el comercio de la naranja. En septiembre de 1936, hicieron un acuerdo para crear cooperativas de cultivo y cooperativas de exportación, porque se daban cuenta de la importancia de la exportación, y exigieron del Gobierno la creación del Consejo Levantino Unificado de la Exportación Agrícola, CLUEA. El producto estrella eran las naranjas, pues el resto de la fruta no tenía interés para la exportación.

CLUEA era dirigida por un Comité Ejecutivo de 24 miembros, de los cuales 112 eran de UGT y otros 12 de CNT. Estaba presidido por el Delegado del Ministerio de Agricultura en Valencia. Pero en la práctica, el verdadero dirigente de CLUEA era Bartolomé Pascual, un miembro de CNT, que sabía del tema, pues el Delegado gubernamental no entendía nada del asunto. Del Consejo Ejecutivo de CLUEA dependían las Secciones de: Regulación, Financiera, Transportes, Propaganda y Estadística, para abarcar la totalidad del complejo proceso de la exportación. Además, fue preciso crear Delegaciones en el extranjero en los puntos en los que había mercado. Eran 30 Delegaciones, que vendían a mayoristas locales.

Para organizar la producción de naranjas, la CLUEA creó Consejos Locales Unificados de la Exportación de Frutas, CLUEF, uno en cada localidad productora, y resultaron unos 270 Consejos. Y abrieron unos 1.500 almacenes para recepcionar la fruta. Los almacenes eran gestionados paritariamente por miembros de CNT y de UGT. Los gestores fueron denominados “técnicos de exportación”, pero lamentablemente, no sabían apenas nada de economía ni de idiomas, aunque les sobrara entusiasmo revolucionario. Y ocurrió que cada localidad funcionó a su aire, el 20% de ellas mal, un 15% con deficiencias, y un 65% de modo aceptable.

El primer obstáculo fue la financiación. El Ministerio de Hacienda de la República no les concedió créditos para transportar el producto y abrir almacenes en el extranjero. El producto llegaba en malas condiciones a destino, y Francia y Alemania se negaron a seguir comprando naranjas españolas.

Además, CLUEA estaba implantada sólo en el País Valenciano, y no en Murcia, y el PCE boicoteaba lo que podía, de modo que convencía a los campesinos comunistas para que no entregasen sus cosechas a CLUEA.

También había un Sindicato Único Regional de Trabajadores de la Exportación de Frutas, SURTEF, que era anarquista y tampoco colaboraba con CLUEA.

El primer año, 1936, las exportaciones fueron buenas. La cosecha de naranjas es en noviembre y diciembre, y funcionó por inercia de años anteriores. En enero de 1937, llegaron a Gran Bretaña cítricos de sus colonias, y el mercado se saturó. Y enseguida aparecieron las dificultades: el Banco Exterior tardaba mucho tiempo en reembolsar el dinero de las exportaciones a los cultivadores, y los cultivadores de naranja tenían graves problemas para pagar los salarios de los trabajadores y hacer ls inversiones que se les exigía. Y se tomó una decisión comprometida: la CLUEA decidió pagar a las colectivizaciones, en vez de a los cultivadores particulares. El Gobierno se quedaba con las divisas, pero tardaba mucho en pagar, y el dinero pasaba a las organizaciones, con lo cual tardaba mucho más en llegar a los cultivadores. Pero los árboles no esperan a que llegue el dinero.

Entonces, se le ocurrió al Gobierno controlar la exportación de naranjas a través de Comisión Exportadora de Agrios, CEA, a fin de obtener el máximo de divisas. Obtuvo la colaboración de UGT, y se metió en un tema del que no sabía nada, excepto lo que le iban diciendo los de UGT. Intentó ordenar las exportaciones y controlar los precios, intentó fomentar la calidad, e intentó remunerar al cultivador justamente. Impuso precios mínimos de garantía, un plazo máximo de quince días para que cobraran los agricultores, distinguió entre las distintas variedades de naranjas (Castellón producía naranja dulce), distinguió entre zonas productoras, prohibió comercializar al margen de CEA, reclamó pagos pendientes de años anteriores que los compradores extranjeros no habían pagado, y decidió supervisar los contratos para asegurarse de que en adelante, los importadores iban a pagar.

Pero en abril de 1937, los puertos levantinos comenzaron a ser bombardeados sistemáticamente, y la exportación se hizo muy difícil.

En 1938, Castellón cayó en manos de los rebeldes, y desde entonces, exportó más, mientras Valencia iba a menos. Franco fijó horarios de trabajo, salarios en el campo, salarios en almacén, precios mínimos para el cultivador, y estableció un calendario de exportaciones por variedades de fruta, de modo que no se hicieran la competencia, sino que cada variedad saliera en su fecha idónea. Además, puso un control de los importadores extranjeros, de modo que no se les dejase aprovechar las dificultades de los productores españoles, lo cual acababa en no pagarles aduciendo cualquier defecto o problema en la mercancía. Y Franco tuvo más éxito que el Gobierno de la República.

El mercado de la naranja se reguló el 21 de octubre y el 7 de noviembre de 1939, después de la guerra, cuando se reglamentó la exportación, se supervisaron las compras en almacén, se reguló la exportación mediante licencias de exportación, se regularon los embarques, se controlaron los beneficios a los que se impuso un tope de un 4% del precio pagado al agricultor, se crearon Delegaciones en el extranjero, se supervisaron esas Delegaciones a fin de asegurarse de la calidad de la fruta entregada, y de que los importadores extranjeros pagaban efectivamente por ella. Todo ello era controlado por la Rama de la Naranja, del Sindicato franquista.

En Gran Bretaña, se creó la Mediterranean Trading Co., lo cual eliminó a muchos intermediarios británicos que ya no pudieron seguir trapicheando con la calidad de la fruta y los desperfectos encontrados. Los británicos buscaron entonces a falangistas que defendieran sus intereses, y les hicieron una donación importante de libras, pero tenían que acabar con la Mediterranean. Franco permitió a algunos agentes británicos privados actuar como intermediarios, a cambio de dinero.

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