LA GUERRA DE ESPAÑA EN JULIO DE 1937.

Ideas clave: La intervención extranjera en verano de 1937, cambios de gobernantes en Europa en 1937, el papel de Juan de Borbón en la Guerra de España, la aviación republicana en julio de 1937, el ataque sobre Brunete en julio de 1937.

Intervención extranjera en verano de 1937.

El 15 de junio de 1937, el crucero alemán “Leipzig” anunció que había sido torpedeado al norte de Orán. Y el 18 de junio volvió a anunciar que había sido torpedeado de nuevo. Hitler culpaba de esos ataques al Gobierno Republicano de Valencia. Exigía que le fueran entregados los submarinos republicanos que estaban torpedeando buques alemanes. Alemania tomó el incidente como excusa para retirarse del control del Mediterráneo, y el 23 de junio se declaró libre para actuar como le pareciese oportuno en la Guerra de España. No sabemos interpretar los hechos, si todo era contrainformación nazi, o había algo de realidad.

El 16 de junio de 1937, el Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos, GPU, radicado en Moscú, ordenó a los estalinistas españoles atacar las sedes de POUM y detener a sus dirigentes. El GPU presentaba unas pruebas de traición, que más tarde sabríamos que eran falsas. Andreu Nin fue asesinado por los estalinistas. Otros centenares de dirigentes POUM fueron enviados a checas, sin que el Gobierno republicano actuase en contra de este terrorismo comunista. La 29 División fue disuelta, y su Jefe, José Rovira, así como su Comisario Político, Jorge Arquer, fueron detenidos. Los Batallones POUM de Andalucía, Centro y Levante fueron disueltos.

Para justificar ese desatino, el GPU dijo que los POUM eran agentes de Franco, lo cual era un absurdo cuando se aplicaba al Partido Obrero Unificado Marxista. La propaganda era tan fuerte que algunos españoles llegaron a creer que lo que decía Moscú era verdad. Pero era una simple decisión política por la que el estalinismo ordenaba acabar con la disidencia comunista del POUM.

El POUM, Partido Obrero de Unificación Marxista, había surgido en 1935 por fusión de unos 500 hombres de Izquierda Comunista de España con 5.000 hombres de Bloque Obrero y Campesino. Sus líderes eran Joaquín Maurín y Andrés Nin. Acusaban a Stalin de haberse burocratizado y haber caído en el totalitarismo, en vez de hacer la revolución mundial del proletariado. Se consideraban la izquierda del comunismo. Andrés Nin fue detenido y llevado a Barcelona, desde donde pasó a Madrid y luego a Alcalá de Henares, donde fue asesinado en una checa, tal vez el 22 o el 23 de junio de 1937. Había sido torturado hasta la muerte sin que los verdugos consiguieran que firmara una confesión de culpabilidad. Era el estilo que se impuso en el estalinismo en esos años. Primero se obligaba a los disidentes a hacer “autocrítica” y los disidentes se declaraban culpables, y a continuación eran fusilados. El asunto Nin se convirtió en un escándalo mundial.

Las checas eran cárceles privadas de los comunistas, que podían estar en cualquier casa rural o habitación de un piso en una ciudad, pero que la policía española no controlaba. El caso de Nin no impresionó a los españoles, que sabían lo que estaba pasando, pero sí impactó entre los extranjeros. En España estaban sucediendo miles de casos similares sin que los extranjeros quisiesen darse por enterados, y eran protagonizados por muchos asesinos en los dos bandos. De todas formas, quedó al descubierto en la prensa internacional, que la causa republicana no era tan limpia y legal como se decía sino que había checas, torturas, jueces corruptos, igual que las había en el bando denominado “nacional” que hasta entonces había sido el único acusado. Y también se puso de manifiesto que el PCE era una marioneta de Moscú que no luchaba por ninguna legalidad republicana, sino por imponer el estalinismo en el mundo.

Los milicianos POUM y los anarquistas, que estaban siendo masacrados, se sintieron obligados a salir a la calle a por los pistoleros estalinistas GPU, y esa batalla la ganaron los estalinistas.

Los CNT españoles mostraron disconformidad con lo que estaba pasando respecto al POUM, y solicitaron al Ministerio de Guerra que los detenidos fueran liberados. Pero el Gobierno de Valencia aceptó los argumentos del PCE.

Mussolini pasó a una táctica más agresiva: utilizó submarinos para atacar a mercantes británicos y de países neutrales que comerciaban con los republicanos, sin identificarse nunca y negando que fueran suyos. Los ataques duraron los meses de julio y agosto de 1937.

Los británicos convocaron la Conferencia de Nyon (Suiza) para 10 de septiembre, y allí decidieron hundir a los submarinos “desconocidos” que les estaban atacando. Pero ya no hubo más ataques. Incluso, Italia pidió colaborar en las patrullas de persecución de los submarinos.

Italia cambió de táctica, y empezó a bombardear a los barcos que entraban en puertos republicanos. Como los puertos “nacionales” no fueron importunados, la ventaja franquista se hizo muy evidente. Además Italia vendió 4 destructores y 2 submarinos a Franco en otoño de 1937. La superioridad rebelde en el mar se hizo evidente, y sólo el “Baleares”, un crucero republicano, fue hundido por los republicanos el 5 de marzo de 1938.

Gran Bretaña siempre se negó a reconocer como beligerantes a ambos bandos de la Guerra de España. El problema consistía en que si se reconocía la condición de beligerante, se reconocía el derecho de atacar al otro en alta mar, y eso era un peligro de extensión del conflicto, una vez que se atacasen barcos neutrales. Inglaterra practicaba un comercio creciente con los “nacionales” y eso lo aprovechó Franco para amenazarles con que les retiraría el comercio si no le reconocían la condición de beligerante. En verano de 1937, Inglaterra estaba dispuesta a reconocer el status de beligerante a Franco, si retiraba a todas las tropas italianas.

En julio de 1937, Gran Bretaña propuso negociar el reconocimiento de Franco como beligerante, a cambio de que Alemania e Italia aceptasen volver a las patrullas de control de las fronteras españolas. Negrín se indignó con Gran Bretaña, y viajó a Francia a ver a Chautems, al cual convenció de que no se le podía conceder el estatuto de beligerante a Franco. Todas las negociaciones con Franco serán consideradas ilegales.

Italia usó como táctica dilatoria el argumento de ”no injerencia en los asuntos de España”, lo cual era contradictorio con el hecho de que tuviera todo un ejército, aviación y artillería en España. Ribbentrop dijo que los del bando republicano español eran todos bolcheviques. Grandi dijo que no se debía conceder el estatuto de beligerante hasta que no se retiraran todos los combatientes extranjeros, y se refería a los brigadistas internacionales, pues él negaba que Italia tuviera soldados en España.

Se produjo el Informe de Hemming, Secretario del Comité de No Intervención, y de Val Dulm, Presidente del Consejo de Intervención, que hablaba del estado actual del sistema de control, sus defectos y sus posibilidades de mejora. Y tras él, Gran Bretaña se quedó sola en su defensa del Plan de No Intervención, lo que ocurrió a principios de noviembre de 1937. Y Gran Bretaña también se contradecía a sí misma, pues al tiempo que defendía la No Intervención, envió un agente fijo a Salamanca, para estar al lado de Franco, lo cual era establecer relaciones de hecho. Pablo de Azcárate, representante de la República de España en Londres, junto al duque de Alba, que era el representante de Franco en Londres, contemplaban cómo la farsa diplomática cubría toda la realidad sobre España que se conocía en Europa.

Cambios de Gobernantes en Europa.

El 23 de junio de 1937, cesó León Blum, Presidente del Gobierno francés, y le sustituyó Camille Chautemps, del Partido Liberal, ya no tan favorable a la intervención a favor del Gobierno republicano español.

El 28 de mayo de 1937, cesó Stanley Baldwin como Presidente del Gobierno británico y le sustituyó Neville Chamberlarin. Ambos eran conservadores. Eden continuaba como Ministro de Asuntos Exteriores. Chamberlain era partidario de hacer concesiones a Italia en Abisinia, y negociar que los italianos se retiraran de la Guerra de España. El objetivo final era debilitar a Hitler a fin de que no se atreviera a iniciar una guerra en Europa.

Los gobernantes europeos estaban cambiando y podían cambiar las posturas sobre la Guerra de España. Franceses y británicos se ofrecieron para hacer el control del Mediterráneo que Hitler se negaba a hacer, y que de hecho no había hecho nunca. Ribbentrop, el embajador alemán en Londres preguntó si los franceses y británicos aceptarían que Alemania se hiciera cargo de los mares de España, y ello aumentó la tensión internacional. Pero nadie quería una segunda guerra europea y todos trataron de suavizar sus actos: Alemania e Italia redujeron un tanto su ayuda a Franco, para evitar nuevas tensiones. De hecho, ambas potencias estaban cansadas de Franco, el cual prolongaba la guerra voluntariamente no siguiendo objetivos militares sino de exterminio y de propaganda. A la manera en que Franco hacía la guerra, ésta podía prolongarse muchos años, y los alemanes e italianos no sacarían dividendos de sus inversiones en España. Insistieron en que les dejaran dirigir la guerra, pero Franco se negó. Franco también empezaba a estar harto de los extranjeros que decían que venían a ayudarle y le imponían condicionantes e impedimentos. Pero Franco necesitaba a Alemania y a Italia, porque necesitaba aviones, cañones y bombas. Los días 12 y 15 de julio de 1937, Franco firmó dos acuerdos o protocolos con Alemania, por los que el mineral de hierro vasco dejaría de ir a Francia y a Gran Bretaña, para ir a Alemania.

El 23 de junio de 1937 los alemanes e italianos abandonaron las patrullas en el mar, y Portugal expulsó a los controladores extranjeros de la frontera con España. El 12 de julio, Francia retiró su apoyo a los controladores de fronteras. El tráfico marítimo dejó de tener impedimentos, aunque nunca los había tenido realmente.

El papel de Juan de Borbón en la Guerra de España.

El 19 de julio de 1937, Franco fijó el papel que tenía reservado a Juan de Borbón Battemberg. Se lo comunicó a Juan Ignacio Luca de Tena. Juan de Borbón debía mostrarse como “el pacificador”, pero no debía intervenir para nada en la Guerra de España. Juan de Borbón no aceptó el papel de silencio que se le imponía y quiso que se le reconociese como uno de los vencedores en España, aunque seguidor de Franco, e incluso se mostró como buen fascista, lo cual le perjudicó definitivamente en sus aspiraciones. Franco le advirtió que, si había una monarquía en España en el futuro, sería muy diferente a la de Alfonso XIII, su padre, y que nunca se contaría con Alfonso XIII, que seguía en el exilio, y Franco pensaba que nunca debía retornar a España. En abril de 1937, Alfonso XIII había renunciado a sus derechos a la Corona de España, porque veía que no tendría posibilidades, y había cedido estos derechos a su hijo Juan de Borbón, pocos días antes de morir en 28 de febrero de 1941. Franco se negó a que Alfonso XIII fuera enterrado en El Escorial, junto al resto de los reyes españoles Austrias y Borbones.

Juan Carlos Teresa Silverio Alfonso de Borbón y Battemberg, conde de Barcelona, conocido como Juan de Borbón, o como Don Juan, era el pretendiente a la corona de España por los monárquicos. En 1936, tenía 23 años de edad. Y para preparar su desembarco en el magnífico negocio de ser Rey de España, entregó dos millones de libras al Gobierno de Burgos, y se presentó en Aranda de Duero vestido con un mono azul, diciendo que quería enrolarse en el ejército franquista. Llevaba una insignia de Falange en el pecho, una boina roja como los carlistas, un brazalete de los monárquicos, y se hacía llamar Juan López. Iba “hecho un cuadro” con tal de recuperar la Corona de España. Pero Mola no se dejó impresionar, y envió a la Guardia Civil para que le expulsaran de España. Al salir de España, hizo el saludo fascista y gritó “Viva España, arriba España”, creyendo que la rebelión de Franco era fascista cono decía la prensa internacional. No se conformó tras su expulsión, sino que en diciembre de 1936, volvió a intentar su entrada en España y su aceptación entre los rebeldes. En esta ocasión, solicitó ser admitido en el crucero “Baleares”, pero Franco volvió a rechazarle el 12 de enero de 1937. Fue una suerte para Juan de Borbón, porque el Baleares fue hundido el 6 de marzo de 1938 por González Ubieta. Y quizás también fue una suerte para el Baleares, pues los Borbones se caracterizan por su ineficacia y los muchos problemas que generan.

A partir de ese momento y durante todo el franquismo, Juan de Borbón insistió periódicamente en que le dejaran ser Rey de España, “porque España era una monarquía tradicional y católica”. Pero se equivocó en 1939, apostando por la victoria de Hitler, y se volvió a equivocar en 1941, negociando en secreto con los alemanes su restauración en el trono de España. Franco no le perdonó que actuara a sus espaldas, y como Hitler perdió la guerra en 1945, Juan de Borbón quedó descartado por Franco para siempre.

Aviación republicana en julio de 1937.

En julio de 1937, Ignacio Hidalgo de Cisneros López-Montenegro, comandante de de las fuerzas aéreas de la República de España, contaba con 678 aviones. Pero sólo tenía operativos 377 aparatos. De ellos, eran modernos y eficaces 156 aparatos, y el resto eran inferiores en tecnología.

En verano de 1937, la República perdió muchos aviones y eran difíciles de reponer, porque la flota rebelde de Mallorca no dejaba pasar barcos procedentes de la URSS que portaran aviones nuevos. La URSS imaginó una nueva ruta por el Atlántico. Los aviones llegaban a Francia, y sus piezas eran subidas a trenes que llegaban a Cataluña, donde se montaban en talleres de Sabadell, Reus y Alicante.

El primer enfrentamiento masivo entre aviones tuvo lugar en Brunete el 6 de julio de 1937. La superioridad aérea gubernamental republicana era abrumadora: Los gubernamentales llevaban: los grupos de caza 21 y 26, con Polikarpov I-15 Chatos, y Polikarpov I-16 Moscas, que despegaban de Barajas, Alcalá y Guadalajara; los grupos de ataque sobre tierra 20 y 25, con Natachas que despegaban de Albacete; y los grupos de bombardeo con Katiuskas que despegaban de Albacete. Pero enseguida llegaron los rebeldes con 9 escuadrillas de caza Fiat CR-32, una de ataque sobre tierra de Romeo RO-37 y una escuadrilla de M-109, y el enfrentamiento se igualó.

Allí se aprendió que los aviones lentos eran los primeros en caer. Los polimotores de tren de aterrizaje fijo JV-52 y S-81, del bando rebelde, debían ser desechados, pues el tren de aterrizaje les hacía muy lentos. Y los Potez-54 y Bloch-200 gubernamentales también debían ser retirados. Igualmente, se debían desechar los biplanos, que habían sido famosos en la Primera Guerra Mundial. Tampoco servía de nada un avión con un piloto inexperto, pues duraba muy poco en vuelo.

El ataque sobre Brunete, 5 de julio de 1937,

El 17 de junio de 1937 Indalecio Prieto decidió hacer un nuevo ataque global con la intención de copar a los atacantes de Madrid: un ejército saldría de la zona de los ríos Perales y Aulencia, al oeste de Madrid, y se dirigiría hacia Alcorcón y Móstoles, en la carretera de Extremadura. Otro ejército saldría de Usera y Villaverde, en Madrid, y se dirigiría también a Móstoles. Y se esperaba sorprender a los rebeldes en medio. La operación fue encargada a los expertos militares, que la acabaron de diseñar el 24 de junio: Miaja dirigiría el ejército principal, el del oeste de Madrid, auxiliado por Modesto y Jurado que protegerían la operación desde Brunete y la carretera de Extremadura; y el coronel Romero dirigiría el ejército secundario, el de Madrid, con la misión de cortar las carreteras de Extremadura, Andalucía y Toledo, es decir, todas las del sur. Para esta operación se reunieron 125.000 hombres, 300 aviones y 300 cañones. Y se contaba con que en Guadalajara y Teruel había otros 150.000 hombres del llamado Ejército del Centro, que apoyarían la operación entreteniendo a otras fuerzas rebeldes.

Los rebeldes tenían las fuerzas del general Andrés Saliquet Zumeta, las del general Juan Yagüe Blanco, y las del general Enrique Varela Iglesias, que ocupaban la zona de Somosierra y Guadarrama y hasta Ciudad Universitaria ya dentro de Madrid, es decir, el norte de la ciudad. Tenían menos hombres y los republicanos confiaban en que los rebeldes no pudieran atender todos los frentes.

Brunete es un pueblo al oeste de Madrid, entre Navalcarnero, en la carretera de Extremadura, y El Escorial, en la carretera de La Coruña. A Negrín y a Rojo no se les ocurrió otra cosa que atacar en Brunete, para aliviar la presión en el frente norte y en Zaragoza. El ataque se hacía sobre los franquistas que cercaban Madrid y empezó la ofensiva de Brunete, mientras en Aragón se atacaba Belchite, y en Castilla se atacaba en Segovia. Los republicanos creían ser superiores militarmente, pues lo eran en número, y trataban de multiplicar los frentes para ahogar así al enemigo.

El ejército gubernamental republicano de Madrid parecía el mejor preparado para combatir, dada la inoperancia que habían mostrado Largo Caballero primero y Negrín después en Valencia, y el coronel Vicente Rojo estaba eligiendo objetivos próximos a Madrid, para no abandonar del todo la ciudad. Pero las Divisiones republicanas no se coordinaban bien, y los oficiales y suboficiales, muchas veces improvisados, no eran capaces de guardar la disciplina militar, e incluso algunas veces actuaban por su cuenta al margen de todos los planes del Estado Mayor.

El coronel Vicente Rojo, Jefe de Estado Mayor de la República, reunió entre 50.000 y 80.000 hombres, 150 aviones, 100 a 128 carros, 30 blindados y 164 cañones. Casi todo el material era soviético. Iba a ser una gran ofensiva. Para reunir tanta gente, necesitó de los comunistas, que tenían entrenados a muchos soldados y oficiales en el Quinto Regimiento. Encargó al general José Miaja Menant la preparación de la ofensiva, y éste preparó 3 grupos de ataque: El V Cuerpo de ejército fue entregado al comunista Juan Guilloto León alias Modesto, y a sus órdenes lucharían otros comunistas cono la División de Líster, la División de El Campesino, y la División de Walter. El XVIII Cuerpo del Ejército contaba con la División del teniente coronel Enrique Jurado Barrio, la División de José María Enciso Madonell y la División del comunista húngaro soviético  Janos Galicz alias Gal. El tercer grupo de ataque se le entregó al coronel Carlos Romero Giménez, y tenía la misión de quedarse en reserva. La estrategia consistía en coordinar un ejército que atacara desde la Sierra de Madrid, en dirección suroeste, para luego virar al sureste sobre Madrid, y un segundo ejército que atacara desde Madrid sobre el sur de la capital, partiendo de Vallecas, para cortar el núcleo del ejército franquista. El único inconveniente a prever era el calor, lo cual significaría muchas necesidades de agua.

A última hora, el general republicano Ricardo Serrador Santés, apreció que el plan de Rojo tenía un defecto grave en Brunete, por donde podía infiltrarse el enemigo y hacer fracasar la operación, y el 22 de junio solicitó fuerzas para taponar ese espacio militar. Debían situarse en Navagamella y Villanueva del Pardillo, para impedir que las fuerzas rebeldes de la Sierra al norte de Madrid bajaran al combate por el oeste de la ciudad. No se le hizo caso.

El objetivo de la operación de Brunete era cercar a los sitiadores de Madrid en la zona Casa de Campo-Carabanchel.

El 5 de julio se ordenó el ataque, y el republicano Ejército del Centro, a las órdenes del coronel José Álvarez Entrena atacó Brunete. Desde allí, se dirigieron a Villanueva de la Cañada, 6 kilómetros al norte de Brunete, y en dirección a Villanueva del Pardillo. El éxito era arrollador y se avanzaba a gran velocidad. Surgió la crítica de Líster, que dijo que no se podía avanzar tan rápido con el peligro de quedar atrapados en zona rebelde. Y se decidió parar el avance en Villanueva del Pardillo. Los objetivos del coronel Carlos Romero, de cortar las carreteras del sur, no se consiguieron.

El 5 de julio por la noche contraatacaron los rebeldes sobre Brunete. Los soldados republicanos empezaron a desertar y pasarse de bando, y ello marcó una inflexión en el transcurso de la batalla.

El 6 de julio el Gobierno republicano realizó una ofensiva al norte de Madrid con éxito, pero los rebeldes “nacionales” contraatacaron durante 20 días, produciéndose muchas bajas por ambos lados. El general republicano Miaja se proponía ocupar Quijorna y Los Llanos, al noroeste de Brunete. El coronel Carlos Romero Giménez volvió a fracasar en el intento de dominio de las carreteras del sur de Madrid.

El 6 de julio, el general Varela se hizo cargo de las fuerzas rebeldes en el río Guadarrama que baja en dirección norte-sur al este de Madrid. Era el terreno principal de operaciones del ataque republicano. Y el 7 de julio tuvo ayuda de su aviación llegada desde Castilla-León.

El 6 de julio, Líster sobrepasó las líneas enemigas y llegó hasta Brunete, pueblo que dio nombre a la operación. En ese pueblo se detuvo, porque los falangistas de Quijorna y Villanueva de la Cañada presentaban resistencia y no se habían rendido. Fue un error monumental de Líster, pues abandonó los objetivos principales por miedo a pequeñas resistencias que dejaba atrás. Los franquistas contaban con muy pocos hombres: Dos Banderas de Falange, un batallón del ejército, y dos Tabores de Regulares, que podían sumar 4.000 hombres. Pero Líster, con el doble de fuerzas, entretuvo todo el día 7 de julio en luchar contra ellos. Otra vez prevalecía la idea de exterminio del enemigo, sobre la de consecución de objetivos militares.

El 7 de julio salió de Vallecas (Madrid) el segundo grupo de la ofensiva republicana que debía cortar la carretera de Extremadura e impedir la llegada de refuerzos franquistas. Debían tomar Alcorcón. Pero estos soldados urbanitas se cansaron de caminar, y volvieron sobre Madrid. El 8 de julio, tras una reprimenda, se les ordenó repetir el ataque y llegar a su objetivo. Pero esta vez encontraron resistencia, pues los franquistas habían emplazado ametralladoras sobre la carretera y les fue imposible avanzar.

Las fuerzas de Líster avanzaron sobre Villaviciosa de Odón, Bobadilla y Sevilla la Nueva, hasta llegar a 10 kilómetros de su objetivo que era Alcorcón y Móstoles. Pero chocaron con las fuerzas del rebelde Enrique Varela que llevaba dos Tabores de Regulares.

El Rebelde Enrique Varela Iglesias comenzó la contraofensiva el 8 de julio. Las fuerzas republicanas, dispersas en ataques de Huesca, Segovia, Madrid y Brunete, no supieron reaccionar e imponerse a Varela. Miaja ordenó que no se avanzara más allá de Brunete hasta que se hubieran tomado Quijorna y Villaviciosa de la Cañada, y allí la República perdió la iniciativa de la ofensiva.

En ese momento, Franco se dio cuenta de que la ofensiva de Brunete era esencial y no una maniobra falsa de distracción. Y mandó trasladar a Brunete la aviación y las IV y V Brigadas Navarras, que estaban en Santander. El traslado a 500 kilómetros, se realizó con éxito en muy pocos días, y sorprendió a los republicanos que contaban con disponer de muchos días de superioridad militar en la zona. Franco ordenó a los pueblos cercanos a Brunete la resistencia a toda costa, hasta la llegada de su ejército. Y resistieron. Del 8 al 10 de julio se luchó muy duramente, mientras los republicanos avanzaban hasta Villanueva del Pardillo. Villanueva de la Cañada se les resistió un día, Los Llanos de Villagamella resistieron dos días. Quijorna resistió tres días. Villanueva del Pardillo resistió cinco días. Franco llegó todavía a tiempo con cuatro Divisiones, dos Brigadas Navarras, artillería, carros, caballería, servicios, y aviones.

El 9 de julio, parecía que los republicanos progresaban: El Campesino tomo Quijorna, y Enciso sitió Villanueva del Pardillo. Y el 10 de julio tuvo lugar la crisis del avance republicano: Miaja ordenó a Modesto ocupar la carretera de Villaviciosa de Odón (comunicación de Brunete con Madrid), y Villanueva del Pardillo (el punto que debía evitar la llegada de rebeldes desde la Sierra de Madrid. Y no se consiguió el objetivo. El 11 de julio, fue el propio Miaja quien fue sobre Villanueva del Pardillo y lo ocupó, pero fracasó en Romanillos y Mosquito, al este del río Guadarrama. Lo malo no fue el fracaso, sino la desmoralización del ejército republicano.

El 12 de julio, el republicano Enrique Jurado Barrio fue destituido. Fue nombrado en su lugar Segismundo Casado. Pero Casado desistió alegando enfermedad de su esposa. Entonces se nombró jefe del sector de Brunete a Alfonso Reyes.

El 13 de julio tuvo lugar el plan de contraataque rebelde dirigido por Franco. No sólo aspiraba a recuperar el territorio perdido sino a embolsar a los republicanos que se habían atrevido a salir hacia el oeste de Madrid. Y el 18 de julio de 1937, empezó la operación militar. Fueron combates muy duros, ataques seguidos de contraataques, que duraron cuatro días. Murieron muchos hombres, pero los rebeldes avanzaban en sus objetivos. Las bajas eran tantas que Franco decidió abandonar su plan de copar al ejército enemigo y lo redujo a tomar Brunete y establecer el dominio sobre el oeste de Madrid. El 23 de julio, lanzó un fuerte ataque sobre Brunete, y los republicanos huyeron. Desde Brunete, las fuerzas de Franco avanzaron hacia el este, el río Guadarrama, para enlazar con Varela.

El 18 de julio de 1937, Franco puso en marcha la contraofensiva, y bombardeó a los republicanos, y  durante dos días la IV Brigada Navarra atacó a la División de El Campesino, de modo que el avance gubernamental fue detenido.

El 24 de julio, Franco lanzó una segunda ofensiva sobre Brunete y entró en el pueblo a las 11:00 horas. Los republicanos no podían tolerar la derrota, y atacaron el pueblo haciéndose fuertes en el cementerio con carros de combate. El 25 de julio, la aviación franquista y la artillería bombardearon a los gubernamentales y tomaron al asalto el cementerio. Y por la noche, el republicano Miaja ordenó la retirada.

Cuando los rebeldes “nacionales” recuperaron Brunete el 24 de julio de 1937, Negrín perdió popularidad. Los aviones alemanes, sin oposición aérea de ningún tipo ametrallaban a los que se retiraban el 26 de julio. Varela quería perseguir a los que huían y acabar la batalla de Madrid en esa acción, pero Franco ordenó a Varela y a sus hombres, regresar inmediatamente a Santander.

El 24 de julio, Modesto intentó recuperar Brunete para los republicanos, pero no pudo. Y el 25 de julio, Miaja decidió jugársela y ordenó el ataque general, pero se presentó la aviación rebelde y causó el pánico en muchas unidades republicanas, que huyeron mientras eran ametralladas como una cacería de conejos. La matanza se produjo al noroeste de Villanueva de la Cañada. El desastre republicano fue completo: la 13 Brigada Internacional se negó a seguir obedeciendo órdenes y seguir muriendo como conejos, y se retiró Madrid. Naturalmente, fue disuelta.

Las bajas, contando ambos bandos, eran unos 35.000, 25.000 gubernamentales y 10.000 rebeldes. Y la batalla no había servido para nada en cuanto a estrategia militar de victoria. Largo Caballero había dicho que se debía atacar Extremadura, donde había apoyo de la población UGT, y ello sirvió para deteriorar la postura de Negrín, pero para nada más. El resultado global de muertos en aquellos siete días, del 17 al 24 de julio, fueron unos 1.500 muertos por cada bando. La cantidad de heridos es posible que se acercase a los 23.000, y los huidos fueron incontables.

Fueron fusilados por los rebeldes un Diputado de Izquierda Republicana, y el Presidente Provincial de Izquierda Republicana. Lo trágico fue que el piquete de ejecución estuvo integrado por alumnos del Instituto de Enseñanza Media.

Una tragedia que se hizo patente en Brunete, era que muchos republicanos no se reconocían a sí mismos como partidarios de ninguno de los dos bandos. No eran fascistas ni comunistas. Pensaban que ninguno de los dos bandos era democrático. Optaron por exiliarse. España perdió a los pocos que querían democratizarla. El resultado de la guerra, sería en todo caso una dictadura con pérdida de los derechos humanos. Claudio Sánchez-Albornoz Menduiña se fue a Burdeos en julio de 1936, y abandonó el cargo de embajador en Lisboa; Mariano Ruiz de Funes pidió ser nombrado Encargado de Negocios en Varsovia, y luego fue embajador en Bélgica; Ángel Ossorio y Gallardo pidió ser embajador en Bruselas, y luego en París en mayo de 1937; Félix Gordon fue embajador en México; Luis Fernández Clérigo; Marcelino Domingo Sanjuán, se fue a París en septiembre de 1936. La huída generalizada de los republicanos intelectualmente más valiosos, dejaba el campo político abierto a los revolucionarios de todo tipo. Los españoles escuchaban con gusto a los revolucionarios, y despreciaban el discurso de los demócratas, por lo que muchos decidieron marcharse, bien huyendo, o bien solicitando embajadas lejos de España. La desbandada se hizo general, y así lo constató Azaña, que empezó a sentirse solo y pesimista.

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