La Guerra de España en junio de 1937.

Ideas clave: ataque gubernamental sobre Segovia, ataque gubernamental sobre Aragón, muerte de Mola, reorganización del ejército franquista en junio de 1937, reorganización política de los rebeldes, el PCE en junio de 1937, los “niños de la guerra”, negociación italiana en Bilbao, discrepancias militares en Vizcaya, ataque catalán sobre Huesca, la toma de Bilbao por los rebeldes, consecuencias de la caída de Bilbao.

  Ataque gubernamental sobre Segovia.

Prieto necesitaba un éxito que diera moral a los suyos, pues en el primer año de guerra, todo habían sido derrotas ante los rebeldes. Y dentro del plan general de abrir múltiples frentes por toda España, escogió un primer escenario de guerra que parecía fácil, Segovia, porque estaba muy cerca de Madrid y de las zonas ocupadas por el Gobierno en la Sierra. Además se haría por sorpresa. El objetivo general era restar presión sobre Madrid y descongestionar Vizcaya. El coronel Rojo encargó a Miaja la ejecución del plan. El 30 de mayo empezó la ofensiva republicana.

Era un avance de 10 kilómetros, una hora en camiones, y tenía que ser fácil, porque no había demasiadas tropas rebeldes en la zona. Rojo dispuso que atacaran simultáneamente Walter con tres Brigadas y Barceló con otras tres Brigadas. Les envió 24 cañones, aunque eran de diferentes calibres y ello restaba operatividad a esas piezas. Pero no se logró la sorpresa: los observadores enemigos detectaron la llegada de camiones, y el rebelde Varela pidió refuerzos y preparó la defensa.

El 30 de mayo de 1937, a las 06:00 horas, la XXXI Brigada gubernamental atacó La Granja. Pero un Tabor de Regulares se interpuso en su camino y detuvo el avance. La maniobra secundaria que dirigía Tagüeña avanzó hasta las filas franquistas y encontró fuerte resistencia. Los gubernamentales pidieron apoyo aéreo, y la aviación bombardeó la zona prevista, pero las bombas caían sobre los dos ejércitos por igual, el gubernamental y el franquista. El objetivo primero eran Cabeza Líjar, 1.822 metros, y Cabeza Grande, 1.428 metros. El día 31, el Gobierno envió a la LXIX brigada a Cabeza Grande, en Revenga (10 kilómetros al sur de Segovia, cerca de Riofrío) y allí empezó una batalla de tomas y reconquistas del monte, que ya no significaban sorpresa alguna. Perdieron la posición a las 24 horas. El 1 de junio, apareció la aviación franquista, puso en fuga a los aviones gubernamentales y ametralló a los soldados gubernamentales. Los rebeldes tomaron la posición. El 2 de junio, los gubernamentales recibieron refuerzos, y el teniente coronel Galán lanzó otra ofensiva, y los ataques fueron inútiles por ambos lados, pero morían muchos soldados para nada. Se convirtió en otra batalla de desgaste más, sin apenas valor militar.

Y el 3 de junio, el gubernamental Miaja ordenó la retirada general porque el plan no tenía pies ni cabeza. Fue un fracaso absoluto para Prieto.

     Ataque gubernamental sobre Aragón.

Prieto no se sintió amilanado por el fracaso en Revenga, sino que ordenó un segundo ataque: sería en Aragón. Todos los españoles sabían que los anarquistas eran indisciplinados y estaban haciendo su propia revolución en Aragón expropiando la tierra y creando comunas. Esa debilidad debía ser aprovechada, y por ello Prieto envió al Ejército del Centro sobre Aragón. Una vez conseguido el primer objetivo de derrotar a los anarquistas, debían liberar Huesca, ciudad que estaba resistiendo a los anarquistas. Encargó la operación militar al coronel De la Peña y al coronel González Morales.

Hubo un golpe de mala suerte en esos días. Un accidente de automóvil acabó con la vida del general Luckacs y del coronel Batov, de Gustav Regler que era comisario político, todos ellos jefes de las Brigadas Internacionales. Y casi simultáneamente murió ametrallado un jefe de Sanidad.

            Muerte de Mola.

El 3 de junio de 1937, Emilio Mola Vidal viajó desde Vitoria a Valladolid para supervisar el centro de operaciones que coordinaba una operación de apoyo a los combatientes de la Granja de San Ildefonso (Segovia) al norte de Madrid. Muy cerca de Burgos, el avión se estrelló en el Monte Brújula, en Alcocero, al norte de la ciudad de Burgos, sobre la carretera Burgos-Vitoria, en medio de un fuerte temporal. Además de Mola, murieron su ayudante, el teniente coronel Gsbriel Pozas Perea (hermano del gubernamental Sebastián), el comandante de Estado Mayor Serrat, y los tripulantes capitán Chamorro y sargento Fernández Barredo. Franco dijo que había sido por la niebla, pero otros dijeron que había habido un atentado. Franco destruyó todos los papeles sobre el tema, por lo que es imposible puntualizar más.

La muerte accidental de Mola fue la única consecuencia importante de la batalla de la Granja de San Ildefonso.Emilio Mola, había sido teóricamente el jefe político del movimiento rebelde hasta octubre de 1936. Y seguía siendo una figura importante en junio de 1937. Mola era republicano y pensaba restaurar una república no comunista ni anarquista, y culpaba a Azaña de haber introducido a estos grupos en el Gobierno de España. Franco era antiliberal y antirrepublicano, pero no tenía ideas claras sobre el modelo político a seguir, sino que fue siguiendo las corrientes que más le beneficiaban en cada momento. Franco podía haber sido fascista o monárquico de derechas, pero su idea fundamental era el militarismo, el poder para el ejército, y su poder personal sobre ese ejército.

La muerte de Mola cambiaba la estrategia de la guerra: Los rebeldes contaron siempre con la ventaja militar de que los generales Emilio Mola y Fidel Dávila, aunque tuvieron sus discrepancias, siempre estuvieron de acuerdo en ponerse cada uno al servicio de quien en cada momento llevase a cabo la acción militar principal. Ello significaba que se podía abandonar temporalmente un frente, por ejemplo el de León-Asturias-Burgos, para reforzar otro, por ejemplo Madrid. El contraste con los vascos, que se negaban a salir lejos del País Vasco, los asturianos que no querían abandonar de ninguna manera Asturias, y los catalanes que querían dirigir la guerra en su zona de Cataluña y Aragón, era muy evidente. Así que, cuando tomó el mando Francisco Franco y éste dijo que el objetivo rebelde era el norte, toda la estrategia rebelde se supeditó a las necesidades de esos ejércitos del norte, aunque ello significase algunos retrocesos en otros frentes de batalla. Normalmente, los objetivos rebeldes acababan en victoria, y los republicanos no fueron capaces de analizar por qué estaba ocurriendo eso.

Frente a esta disposición rebelde, los republicanos gubernamentales contaron siempre con una desventaja militar: la obsesión de cada grupo político por hacer su revolución, la cual era incompatible con la de sus compañeros, e incluso mortalmente incompatible. Los socialistas de clase de Largo Caballero querían una revolución con el sindicalismo al frente del Gobierno para conseguir los intereses de los trabajadores; los comunistas querían varios modelos revolucionarios, según la tendencia de cada uno (leninismo, estalinismo, trotskismo y marxismo dialéctico de POUM), que también eran obreros, pero internacionalistas; los anarquistas querían otro modelo de revolución, sin Estado, sin Iglesia, sin capitalistas; y los republicanos se conformaban con un liberalismo social sin las lacras del liberalismo burgués y de sus aliados religiosos y militares. Y todos estaban obsesionados por la idea de revolución. Cuando solucionaron a tiros sus discrepancias en Barcelona, nadie analizó lo que podía pasar en caso de triunfo en la guerra, y se prefirió no pensar: primero se ganaría la guerra y después, ya se vería. Por ello, entre los gubernamentales triunfaron las consignas, las cuales quedaban muy bien en los periódicos, sobre todo los extranjeros, como fue el caso del “No pasarán”. También hacían muchas arengas y gritaban mucho que el triunfo era seguro, pero las realidades militares se contradecían con los carteles y las arengas.

Además, los republicanos cometieron errores tácticos de principiante: cuando Miaja perdió Brunete, la obsesión por recuperar la plaza fue absurda. Podía haber obtenido otros objetivos militares y volver sobre Brunete meses después. Los rusos no comunicaban la situación de sus carros y aviones en ningún momento, de modo que el Gobierno republicano no los controlaba, sino que se lo tenía que pedir. Los rusos exigieron parte del Gobierno. Prieto decía que había que echar a todos los prosoviéticos, pero Negrín no podía prescindir del material de guerra ruso. La situación gubernamental era muy complicada.

Un error frecuente de ambos bandos fue el excesivo optimismo en emprender campañas para las que no tenían suficientes hombres ni material de guerra. En este sentido, el optimismo de los demás benefició a Franco, un tipo prudente hasta la exasperación, que esperó los errores de sus compañeros y los errores de sus enemigos, para sacar ventaja con sólo aplicar lógica militar. Luego sus hagiógrafos quisieron vender que era un magnífico estratega, pero su modo de actuación era “perder tiempo” en dar instrucción a sus soldados y a sus oficiales, sobre todo imbuyéndoles disciplina militar, y observar los fallos del enemigo.

La gestión de las fábricas fue nefasta por ambos bandos. Los sindicatos republicanos hicieron que las fábricas produjeran menos. Estaban imponiendo una “economía colectiva” y sacrificaban la parte económica a las ideas políticas. Esta decisión en tiempos de guerra era estúpida. Y en el bando rebelde, tal vez se pensaron que cualquiera podía dirigir una fábrica con tal que fuera muy fiel a Franco, o a Falange, o a la Iglesia católica. La mayoría fueron unos ineptos.

La muerte de Emilio Mola Vidal el 3 de junio en accidente de aviación, dejó la jefatura del ejército nacional definitivamente en manos de Franco. Franco quedaba reforzado como autoridad única de los rebeldes, con poderes ilimitados. Ya venía siendo aclamado por las multitudes por encima del resto de sus compañeros militares, pero desde entonces, no quedó duda alguna.

Sustituyó a Mola en el mando único de las tropas del norte, Fidel Dávila Arrondo, 1878-1962, nacido en Barcelona, del cuerpo de infantería, soldado en Cuba, que llegó a Estado Mayor en 1899 como especialista en planificación, logística y técnica. En 1931 había solicitado el pase a la reserva. El 18 de julio de 1936 había ocupado el Gobierno Civil de Burgos en nombre de los sublevados y se le hizo miembro de la Junta de Defensa Nacional de julio de 1936. Propuso tener un mando único y fue de los que votó por Franco que, en agradecimiento, le hizo Jefe de la Junta Técnica del Estado y le concedió el mando del Ejército del Norte en junio de 1937. En febrero de 1938 sería Ministro de Defensa Nacional, y en 1939 Capitán General de la II Región Militar.

Franco no tenía más apoyo popular en 1936, sino el de la clase media y los católicos. Era una rebelión militar y de empresarios y católicos, pero no de obreros y campesinos. Se sintió en inferioridad y comenzó una guerra despiadada y sucia: los alemanes no podían entender la falta de disciplina militar de los españoles, que se pasaban el día insultando a los de la trinchera de enfrente, y dispuestos al ataque a la carga, muriendo masivamente por ambos bandos. No eran capaces de estar callados y maniobrar militarmente contra el enemigo de forma inteligente. Los italianos no entendían que cada vez que se tomaba un pueblo hubiera que fusilar masivamente a los defensores. Pero la muerte de Sanjurjo en los primeros días de la rebelión, y la muerte de Mola en junio de 1937 y la decisión de Hitler de confiar en el jefe de las fuerzas africanas como interlocutor suyo en la Guerra de España, determinó que Franco fuera el líder final de la sublevación.

Reorganización militar rebelde a fines de 1937.    

Inmediatamente a la muerte de Mola, Franco se esforzó porque fuera olvidado el jefe navarro. Disolvió las unidades militares que mandaba Mola y las integró en un Ejército del Norte de la Cordillera Cantábrica y Aragón que puso a las órdenes de Fidel Dávila.

El Ejército del Norte comprendía:

Los soldados de Aragón a las órdenes de Moscardó. La V División Orgánica de Zaragoza se confirmó como V Región Militar y el Cuerpo de Ejército de Aragón se estructuró en cuatro Divisiones y una más de Reserva.

Los soldados de Castilla a las órdenes de Varela. Las Brigadas de Castilla se reconvirtieron en dos Divisiones.

Los soldados de Galicia a las órdenes de Aranda. Al ejército de Galicia se incorporaron los militares asturianos y leoneses, y se reconvirtieron en 3 Divisiones ordinarias y una de Reserva.

Los soldados de Marruecos a las órdenes de Yagüe.

Los soldados de Navarra a las órdenes de Solchaga. Las Brigadas de Navarra se reconvirtieron en cuatro Divisiones.

Y el Corpo di Trupe Volontarie CTV, a las órdenes de Berti. El CTV se redujo en la idea de que había que retirarlo poco a poco: en la campaña de Santander, las cuatro Divisiones iniciales del CTV habían pasado a tres. A lo largo de 1937, pasarían a dos. Se mantuvieron las unidades mixtas de italianos y españoles como era el caso de Flechas Azules, y Flechas Negras, integradas en la I División que estaba a las órdenes de Roatta. Los mandos eran casi todos italianos.

También Franco creó un Ejército del Centro, Cáceres y Badajoz, a las órdenes de Saliquet, con un Cuerpo de Ejército de Madrid a las órdenes de Valdés Cabanillas: un I Cuerpo de Ejército integrado por 4 Divisiones; el VII Cuerpo de Ejército integrado por 5 Divisiones; y la Comandancia Militar de Cáceres que daba lugar a 1 División más.

Y un Ejército de Andalucía que se dividió en dos Cuerpos de Ejército, el de Córdoba y el de Granada. El Ejército del Sur estaba a las órdenes de Queipo de Llano y se componía del Cuerpo de Ejército de Extremadura a las órdenes de Solans y organizado en 2 Divisiones; el Cuerpo de Ejército de Córdoba a las órdenes de González Espinosa, organizado en 3 Divisiones; y el Cuerpo de Ejército de Granada, a las órdenes de Borbón y organizado en 2 Divisiones.

La Agrupación General de Reserva de Artillería estaba a las órdenes del general Joaquín García Pallasar, y su ayudante Carlos Martínez de Campos duque de la Torre.

La fuerza aérea se componía de una Brigada Hispana; la Aviación Legionaria; la Legión Cóndor; la Unidad de Baleares a las órdenes del teniente coronel Ramón Franco, y que comprendía a la Agrupación italiana del coronel Velardi, dos grupos de bombarderos S-79, dos escuadrillas Fiat CR-32, un grupo de hidros Cant 2-501 españoles, una escuadrilla de reconocimiento He-59 perteneciente a la Legión Cóndor. La aviación franquista de fines de 1937 actuaba sobre todo en la costa mediterránea, en donde sus actuaciones siempre pillaban por sorpresa a los republicanos, que no tenían observatorios en el mar.

A pesar de todo, el ejército de Franco ya no era tan aventajado en experiencia de combate en 1937 como en 1936, una vez perdidos muchos de los hombres del ejército africano. Le faltaban oficiales curtidos. Tuvo que improvisar mediante Escuelas de Oficiales Provisionales, que dieron el título a unos 25.000 Oficiales Provisionales en 1938 y 1939. Muchos de ellos se mostraron ineficaces.

El mejor recurso franquista empezaron a ser los oficiales republicanos que se pasaban al bando “nacional”. Las disputas entre caballeristas, comunistas y anarquistas, les hacían pensar que la República no tenía futuro, o que la situación sería mucho peor que si ganaban los rebeldes. El puente de Hendaya, y las embajadas situadas en Madrid y en Valencia, empezaron a acoger gente que ya no regresaba a zona gubernamental. Los oficiales eran juzgados inmediatamente, y si se les declaraba exentos de responsabilidades militares, se les integraba inmediatamente en el ejército franquista. Los juicios no sólo se hacían sobre oficiales republicanos pasados de bando, sino también sobre oficiales franquistas que hubieran sido denunciados o hubieran participado en una operación militar fracasada.

El 18 de julio de 1938, Franco restableció la categoría de Capitán General del Ejército, cargo que no existía, y sólo se llamaba así a los que gobernaban una Región Militar, mientras la gobernaban. Naturalmente, el Capitán General fue Francisco Franco. Al terminar la guerra, Franco acumulaba los cargos de Jefe del Estado, Generalísimo de los Ejércitos de Tierra, Mar y Aire, Jefe Nacional de Falange Española y de las JONS, y el honorífico utilizado por los sacerdotes católicos de enviado de Dios para salvar a España.

Reorganización política de los rebeldes tras la muerte de Mola.

La autoridad suprema político administrativa en el bando franquista era la Junta Técnica del Estado, pero Franco era su Secretario General, el Jefe del Estado, el Jefe del Gobierno, y manejaba una serie de oficinas en Salamanca, que duplicaban los organismos de la Junta Técnica de Burgos, Valladolid y Vitoria, y resolvían los asuntos de Estado que consideraba oportunos. Si había contradicción entre ambos órganos de gobierno, prevalecía siempre Franco en Salamanca, por lo que el Gobierno de Burgos era muy especial, siempre pendiente de la opinión de la Oficina de Franco en Salamanca.

Hasta principios de junio de 1937, había sido Presidente de la Junta Técnica el general Fidel Dávila. Cuando murió Mola, Dávila sustituyó a Mola en el mando del ejército del norte, y Francisco Gómez Jordana se hizo cargo de la Presidencia de la Junta Técnica. Jordana era trabajador y ordenado, y dedicaba muchas horas a su cargo. Ninguna persona de la Junta Técnica tenía peso político suficiente para imponerse. Se decía que sólo Andrés Amado Reygondaud de Villebardet tenía suficiente talla y personalidad para hablarle a Franco. Amado era un abogado monárquico, del equipo de Calvo Sotelo, que gestionaba la Comisión de Hacienda de la Junta Técnica del Estado. Más tarde pasaría al equipo de Ramón Serrano Súñer.

La Junta Técnica carecía de iniciativa, porque Franco se reservaba ese poder de iniciativa. Por esa razón, las actuaciones de la Junta Técnica aparecen como desordenadas, porque todos debían estar pendientes de las iniciativas que tomaba Franco en Salamanca, y todos debían abandonar cualquier tema y ponerse a otra cosa, cuando Franco lo ordenaba así. La Junta Técnica tenía entrevistas largas con Franco. Duraban horas. Se producían muy de tarde en tarde. A Franco le preocupaba más la guerra que la política, y no atendía suficientemente los asuntos propios de la administración. Estos asuntos político administrativos, Franco se los confiaba a los capitanes generales, cada uno en su División. Queipo de Llano gobernaba Andalucía como si no existiera la Junta Técnica.

La Junta Técnica no era de Falange y ni siquiera de la nueva Falange franquista. La Junta Técnica era mucho más conservadora, de aires similares a la derecha tradicional española. Falange se esforzaba por dominarla, pero nunca lo consiguió. Era de Franco.

Las cuestiones más importantes de la política no eran tratadas por la Junta Técnica, sino que Franco se las encargaba a alguien de su confianza, una cosa a cada uno. En la segunda mitad de 1937, muchos temas le fueron encargados a Ramón Serrano Súñer, por lo que todos entendían que Serrano era el gobernante elegido por Franco. Pero Serrano Súñer nunca tuvo un cargo político que le respaldase, ni una función política precisa. Recibía muchos encargos de Franco, y parecía el valido de Franco. De hecho, el segundo Gobierno de Franco lo hizo Serrano Súñer, que escogió uno a uno a los Ministros. Pero todo debía consultarlo con Jordana, el Presidente de la Junta Técnica. Pero eso ya nos lleva a 1938.

       El PCE en junio de 1937.

Hacia el 15 de junio de 1937, se reunió en Valencia el Comité Central del PCE, con Álvarez del Vayo como invitado. Habló Dolores Ibárruri de la necesidad de un partido único del proletariado y de un reforzamiento del Frente Popular, es decir, de la unificación de PSOE-UGT y PCE. Ello debería ser seguido de una persecución a los disidentes, especialmente a los trotskistas, que debían ser liquidados. El nuevo partido debía tener una estructura centralizada y jerárquica, y las decisiones de la Comisión Ejecutiva debían ser obligatorias para la totalidad de los miembros del partido. Dijo Pasionaria que esas opiniones estaban en la tradición socialista, anarquista y comunista española. En cuanto a la prensa, se debía acabar con la libertad de prensa, en el sentido de que la prensa debía explicar a las masas la falsedad de todas las religiones y ayudar a crear una República Democrática y Parlamentaria. Esta frase no significaba nada, porque Dolores Ibárruri no manejaba los conceptos de democracia, ni parlamentarismo, salvo la “democracia comunista”.

     Los “niños de la guerra”.

En mayo de 1937, se empezó a evacuar niños del País Vasco. El Gobierno Vasco dijo que sólo saldrían los que tuvieran autorización de sus padres. Se organizaron expediciones gestionadas por sacerdotes, enfermeras y maestros: 5.305 niños salieron hacia Francia de la mano de 40 sacerdotes; 3.126 niños salieron hacia Bélgica de la mano de 30 sacerdotes; 3.282 niños salieron hacia Gran Bretaña de la mano de 15 sacerdotes. Se les colocaba en colonias atendidas por sacerdotes católicos. Los que fueron a Rusia, no tuvieron asistencia católica, porque no era legal el catolicismo allí. El 5 de junio de 1937, 500 niños españoles fueron enviados a México y llegaron a Michoacán, donde fueron conocidos como “los niños de Morelia”, se les dio mucha propaganda, pero fue un grupo menor. Para la URSS, salieron unos 3.000 niños, que fueron divididos en grupos hacia Moscú, Leningrado, Tula y Kharkov, y fueron conocidos como “los niños de la guerra” y luego dieron nombre a la totalidad de los niños enviados al extranjero. Para Francia, salieron unos 1.000 niños. Bélgica, Suiza, y Gran Bretaña, acogieron también a unos 4.000 niños españoles, la mayoría vascos, pero también santanderinos.

Más tarde, en otras fases de la Guerra de España, desde Madrid, Valencia y Cataluña, salieron otros 6.000 niños.

Los niños salían de Bilbao, Santander y Gijón, en buques expresamente puestos para ellos.

El tema de romper las familias para teóricamente salvar a los niños, es muy polémico y complejo, y no se puede considerar en general, sino caso a caso, según la situación de cada niño y de cada familia.

Los obispos franquistas se posicionaron en contra de la evacuación de niños. El obispo Gomá, porque se exponía a los niños a una manipulación intelectual. Lauzarica dijo que los vascos estaban haciendo propaganda política con sus propios hijos.

La propaganda oficial decía que salían transitoriamente, por pocas semanas o meses, pero cuando se perdió la guerra no hubo esperanza de repatriación, y las familias que no contaban con medios suficientes para rescatar a sus niños, los perdieron. Cuarenta años después, los niños de la guerra fueron invitados por el Gobierno español para visitar España, cuando ya tenían sus vidas y sus familias hechas en el extranjero.

     Negociación italiana en Bilbao.

El 11 de mayo de 1937, el cónsul italiano en San Sebastián, Francesco Cavaletti, se entrevistó con el canónigo Alberto Onaindía, hombre de José Antonio Aguirre, con intención de poner fin al sitio de Bilbao: Cavaletti ofrecía unas garantías a los bilbaínos, si se rendían. Aguirre contestó que no se rendían. Cavaletti fue de nuevo a ver a Onaindía en San Juan de Luz, donde residía Onaindía, y le repitió las ofertas. Aguirre se volvió a negar. El 7 de junio Cavaletti insistió por tercera vez, e incluso habló de establecer un “protectorado” italiano sobre Vizcaya. Y Aguirre se volvió a negar. Entonces, Juan de Ajuriaguerra, Presidente del Euskadi Burú Batxar, envió a José Michelena a hablar con Cavaletti para que, juntos los italianos y los nacionalistas vascos, evitaran la muerte de civiles en Vizcaya. Ya no negociaba el Gobierno Vasco, sino el PNV.

Discrepancias militares respecto a Vizcaya.

Indalecio Prieto convocó en Valencia al general Mariano  Gamir Ulibarri[1], para que intentara solucionar el conflicto interno de Bilbao, es decir, el enfrentamiento entre José Antonio Aguirre, que quería unas fuerzas vascas para defender Bilbao, y Llano de la Encomienda que quería unas fuerzas republicanas sobre toda la zona norte. Si no se resolvía ese conflicto era muy difícil mantener Bilbao y toda la Cornisa Cantábrica. Se decidió que el nuevo jefe del Ejército del Norte sería Gamir Ulibarry, pero los vascos se sentían bajo las órdenes de Aguirre. Llano de la Encomienda pasó a ser Jefe del Ejército de Santander y Asturias. Aguirre mantuvo la separación de los soldados vascos como ejército propio autónomo.

Gamir Ulibarri llegó a Santander el 29 de mayo de 1937. Nombró Jefe de Estado Mayor a Ángel Lamas Arroyo. Creó una División Mixta de Enlace que se conformaría con vascos y santanderinos, la cual debía ocupar el espacio entre Bilbao y Santander. Y organizó 6 Divisiones con 66 Batallones vascos, 12 Batallones Asturianos y 9 Batallones santanderinos. Hizo llegar a Bilbao armas, aviones y oficiales, pero exigía el sometimiento de los militares nacionalistas vascos a las autoridades militares republicanas. El conflicto entre la República y los vascos era abierto. Franco tenía muy fácil la toma de Bilbao.    Además Franco tuvo un golpe de suerte: el capitán vasco Goicoechea se pasó de bando y se llevó consigo todos los planos de las fortificaciones del Cinturón de Hierro de Bilbao. Los conocía muy bien porque había participado en su construcción. De este modo, Franco conocía perfectamente los puntos que debía atacar. Inmediatamente, Franco se puso a trabajar un plan de ataque a Bilbao.

Del 3 al 12 de junio de 1937, los combates en Vizcaya, entre Peña Lemona y Santa Cruz de Bizcargui, fueron constantes y mortíferos, porque los ataques y contraataques se sucedían sin interrupción. Y 100 cañones, 70 aviones bombarderos y 50 aviones de caza rebeldes, bombardeaban y ametrallaban a los vascos.

El 6 de junio, el general gubernamental Vicente Rojo, reunió al Alto Estado Mayor para considerar la situación militar, en la que se habían emprendido muchas operaciones de distracción del enemigo en varias partes de España, y no se podía atender a todos los frentes con aviación y fuerzas de tierra suficientes. Las maniobras de distracción significaban tener hombres sin objetivos concretos a ganar. No obstante, todavía del 12 al 19 de junio, hubo otra maniobra de distracción sobre Huesca y un ejército gubernamental de soldados catalanes abrió el 12 de junio de 1937, una última maniobra de distracción atacando Huesca, que fue inútil.

Ataque catalán sobre Huesca, junio de 1937.

En junio de 1937, Huesca les parecía a los catalanes un objetivo fácil, y como Cataluña tenía muchas fuerzas anarquistas que molestaban a los nacionalistas vascos y a los catalanes, decidieron enviar soldados a Huesca. En Huesca estaba el coronel Enrique Adrados Semper con 6.000 hombres que dominaban un pasillo de comunicación con otras fuerzas rebeldes, un pasillo estrecho, de no más de 10 kilómetros, que en algún punto concreto sólo eran 2 kilómetros. El general gubernamental Sebastián Pozas Perea planificó la ofensiva sobre Huesca, como punto de partida para una ofensiva sobre Vizcaya. Utilizó la XII Brigada Internacional, que había sacado de Guadalajara, donde habían vencido a los italianos y le sumó las columnas catalanas. Y por el sur, desde el Ebro, envió a la 25 División, que debía evitar la ayuda de los franquistas a Huesca. La XXI Brigada Internacional y la XLIX Brigada del ejército español, atacarían el pasillo de comunicación de los rebeldes desde el norte, y otra fuerza similar atacaría el pasillo desde el sur. No podía haber un fracaso, dada la desproporción de fuerzas. Pero los movimientos de camiones y material de preparación de la ofensiva se hicieron lentamente y con demasiado ruido, y los franquistas se apercibieron de la maniobra, convocaron a sus tropas e hicieron fracasar el ataque. Además, el general Matei Zalka, alias Lukacs, jefe de la XII Brigada Internacional, fue muerto por casualidad, por una bala de cañón enemiga en el transcurso de un reconocimiento del terreno.

El ataque gubernamental a Huesca se llevó a cabo el 10 de junio de 1937. La 25 División bombardeó Huesca y Chimillas (localidad al norte de Huesca), con cañones y con carros. Apareció la aviación franquista que observó los movimientos de las tropas republicanas, y las sorpresas no tuvieron lugar. Se decidió seguir bombardeando tres días más. También se atacó Castejón, al este de Huesca, por donde se abastecían los oscenses, y Alerre, al sur. El 16 de junio, los gubernamentales decidieron detener su ataque en Huesca y reorganizarse, porque la descoordinación era grande entre ellos.

Cuando el 19 de junio, los franquistas llegaron a Bilbao, la operación de Huesca ya no tenía sentido, y los gubernamentales la abandonaron, resultando completamente inútil.

        La toma de Bilbao por los rebeldes.

El 11 de junio de 1937, la aviación rebelde empezó a preparar el terreno, lanzando sobre la región de Bilbao unas 100 toneladas de bombas al día. El bombardeo era acompañado por la artillería de tierra con 150 disparos por hora los cañones ligeros, 60 disparos a la hora los cañones de 100 y 105 mm, 48 disparos por hora los cañones de 149-155 mm, 12 disparos por hora los cañones de 210, y 6 disparos por hora los cañones de 260 mm. El 12 de junio, los rebeldes abrieron brecha en las defensas de Bilbao. Pero las defensas de Bilbao eran muy fuertes: eran 70 kilómetros de fortificaciones servidas por 90 batallones que disponían de abundante material de guerra. Los atacantes franquistas ni eran tantos, ni tenían tanto material de guerra como para poder atacar todo el Cinturón de Bilbao.

Las trincheras eran destruidas sistemáticamente. Los vascos decían que había habido traición y alguien había vendido los planos a Franco. La realidad era que el cemento se veía de lejos y las trincheras eran lineales y fáciles de destruir desde el aire. No había defensas en las contrapendientes, ni en los flancos. Franco tenía información sobre las defensas, pero ello no era decisivo.

El 12 de junio no quedaba nada de las defensas. Se planteó trasladar la industria vizcaína a Santander y Asturias, que ya tenían tecnologías similares y podrían manejar ampliaciones industriales. Pero los vascos se negaron a hacerlo porque estaban en conversaciones con Franco, a través de los italianos, tras las cuales esperaban salir de la guerra y continuar su vida como si no hubiera pasado nada. El intermediario del PNV era Alberto Onaindía, alias “padre Olaso”, el cual estaba hablando con Ciano y con Mussolini a través del cónsul Cavaletti. Onaindía era un delegado de José Antonio Aguirre, líder del PNV. Pero las negociaciones salieron mal, porque Franco se negó a pactar con los nacionalistas vascos y exigió la rendición incondicional. La estrategia vasca falló por todas partes. Aguirre, hombre de palabra fácil, mintió a todos, y acabó engullido en su propia red.

Durante la campaña de Vizcaya, ninguno de los bandos españoles emprendió reorganizaciones militares, ni acometió empresas bélicas distintas a la de Bilbao. Para Franco, el único objetivo era Bilbao. Y para el Gobierno republicano, el objetivo era mantenerlo. La guerra en el resto de España eran acciones secundarias.

La traición vasca al Gobierno de la República de España era previsible: Llano de la Encomienda ya había avisado de que los PNV no admitían al ejército español en su territorio y habían creado el Ejército de Euzkadi para no admitir al Ejército del Norte gubernamental. Pero los PNV no podían declararse independientes, porque más de la mitad del Ejército de Euzkadi eran comunistas, socialistas y anarquistas, que eran frentepopulistas, enemigos del nacionalismo vasco. En tanto se resolvía el pacto con los italianos, Aguirre debía mentir y parecer frentepopulista, y en el momento en que los italianos admitieran la rendición de los vascos, éstos declararían su independencia de España. Aguirre confiaba en que siendo los vascos católicos, y también los rebeldes españoles católicos, podría negociar con Franco la independencia vasca, ofreciendo salir del bando gubernamental y salir de la guerra. La furia de Franco contra esta actitud de los nacionalistas, nunca fue comprendida por Aguirre.

Los rebeldes atacaron en varios puntos del Cinturón de Hierro simultáneamente para hacer valer su superioridad numérica, y García Valiño penetró el Cinturón de Hierro en un punto entre Gaztelumendi y Fika el 12 de junio. El 13 estaban en Zamudio y atacaban el Cinturón de Hierro por detrás. Aguirre pidió desesperadamente aviones a Negrín, que estaba en Valencia, pero los aviones llegaron el 17 de junio cuando ya era tarde, y tuvieron que aterrizar en Santander, porque no había aeródromos en Vizcaya disponibles. Los italianos fueron parados en Zamudio por una división mandada por Ricardo Gómez García, pero las Brigadas Navarras avanzaron hacia Derio, donde está Sondica, el aeródromo de Bilbao y lo tomaron el día 15. En los días 14 y 15, avanzando hacia el sur, tomaron Lezama y Galdácano, lo que les ponía a las puertas de Bilbao. Los cañones rebeldes ya disparaban sobre Bilbao. Y la población civil huyó en masa hacia la carretera de Santander.

Gamir Ulibarri comprendía que la caída de Bilbao condicionaría toda la guerra en la Cornisa Cantábrica, y solicitó ayuda a asturianos y santanderinos. El general Llano de la Encomienda le envió 5 brigadas asturianas y 1 brigada santanderina. Sólo llegaron al combate 3 Brigadas asturianas, pues el resto llegó cuando Bilbao ya había caído. Gamir le comunicó a Prieto que estaban derrotados, y le preguntó si debían hacer una defensa numantina de la ciudad, o retirarse. Y un Prieto altivo le contestó: “Defender Bilbao en la margen izquierda y preparar un plan de retirada ordenada para caso que hubiera que retirarse”. Prieto estaba sobrevalorando sus posibilidades y jugando con las vidas de otros. Archanda (margen derecha) y Pasagarry (margen izquierda), montes al sur de Bilbao desde los que se puede bombardear cualquier casa de la ciudad, eran ya de los rebeldes. Pero Prieto no quería entregar los altos hornos a los rebeldes y hablaba desde el punto de vista del Gobierno de España.

Los vascos hablaban de traición del Gobierno de España, “que les había abandonado”. El 13 de junio, Juan de Ajuriaguerra pidió que todos los vascos que tuvieran cargos en el Gobierno de España, dimitieran. Aguirre dijo que la petición de Ajuriaguerra era absurda y no se cumplió lo que decía el PNV, sino lo que dijo Aguirre.

Los rebeldes entraron en el Cinturón de Hierro por Zamudio. Aguirre se quejó de no tener suficientes tropas para defender Bilbao, un argumento falso, pues tenía más que el atacante Franco y mejor armadas. Tal vez era una excusa para justificar la inoperancia vasca.

El domingo 13 de junio, 3 Brigadas navarras habían entrado en Bilbao y ya no encontraron apenas resistencia dentro del Cinturón de Hierro. 2 Brigadas entraron por el Valle de Asúa y llegaron al Nervión sin encontrar resistencia hasta estar a 4 kilómetros de Bilbao. Y esa noche del 13 de junio se reunió el Gobierno Vasco con los jefes militares y los asesores extranjeros, y acordaron mantener las posiciones que todavía conservaban y fortalecer los edificios altos de Bilbao y la margen izquierda de la ría, al tiempo que se evacuaría al día siguiente a la población civil. Muchos niños vascos salieron para Gran Bretaña.  El 14 de junio el avance navarro sobre Bilbao fue más lento porque las fuerzas sitiadas contraatacaban. Pero al final del día, los rebeldes tomaron los ríos Ibaizábal y el Nervión a la altura de Galdácano y Artundiaga, el monte Upo y Arrigorriaga. Estaban seis kilómetros al sur de Bilbao. A los defensores ya no les quedaba otra alternativa que fortificarse en el casco urbano de Bilbao, acoger a las tropas republicanas que se estaban retirando y volar los puentes de la ría, que se decidió hacerlo en cuanto los enemigos alcanzasen el monte Archanda en el noreste de Bilbao.

El 14 de junio hubo una reunión del Estado Mayor Central en Valencia, para considerar la ayuda que se podía enviar al País Vasco, y Rojo explicó que los rebeldes eran superiores por tierra, mar y aire, y que había demasiados frentes abiertos en ese momento en España: se enviarían 10 aviones a Andalucía, 16 a Aragón y 12 a Bilbao. Reconocieron que las operaciones de dispersión de los frentes de guerra habían fracasado y que la proyectada para Brunete, ni siquiera se había llegado a realizar. Se discutió dónde atacaría Franco una vez tomada la ciudad de Bilbao. Y Rojo dijo que había que cambiar las tácticas de guerra, porque hasta entonces todo eran derrotas gubernamentales, cuando el ejército republicano era superior al rebelde.

El 15 de junio de 1937, a las 2:00 horas de la madrugada, salieron del puerto los destructores “Císcar” y “José Luis Díez”, los submarinos C-2, C-4, C-6 y el torpedero 3, dando por perdida la ciudad de Bilbao. El C-2 y el torpedero fueron a Castrourdiales (Santander), el C-4 y el C-6 fueron a Santander, y los destructores fueron a Francia, donde la oficialidad desertó. Lo hizo en Francia para no ser acusada de deserción en combate. Y enseguida, los Jefes de Intendencia, Sanidad y Artillería, huyeron también de Bilbao. El jefe de la Marina, Enrique Navarro, huyó también. El 15 de junio, los italianos entraron en Derio.

Estaban acertados los que huían, porque el rebelde García Valiño rebasó Bilbao por el sur ese mismo día, ante lo cual, los defensores de Bilbao empezaron a trasladar el material de guerra a Santander. En esa operación, los nacionalistas vascos escondieron todo lo que pudieron para quedarse ellos con el material, en vez de salvarlo para la República.

El 16 de junio, los vascos perdieron los montes de Archanda y Pagasarri, y sólo les quedaba la carretera de Santander. Se convocó pleno del Gobierno Vasco con el general Gamir Ulibarri, Jefe del Ejército de Euzkadi; comandante Lamas, jefe de Estado Mayor; teniente coronel Montaud; y comandante Arbej. Leizaola dijo que era imposible defender Bilbao, porque sus calles centrales eran rectas y anchas, imposibles para resguardarse de las balas, y porque se carecía de aviación para conocer las posiciones del enemigo y molestarle con bombas y ametralladoras. Dijo que defender Bilbao supondría la muerte inútil de miles de soldados, mientras que si se hacía una retirada, esos soldados estarían disponibles para un ataque posterior. Se decidió la evacuación. Para negociar la rendición, se quedarían en Bilbao: Leizaola por el PNV, Aznar por el PSOE, y Astigarría por el PCE.

El 16 de junio de 1937, el Gobierno Vasco de José María Aguirre decidió abandonar Bilbao. Huirían por Trucíos y Armañón por la noche. Era un camino fuera de toda carretera importante donde les pudieran esperar, un sitio escondido que es un enclave de Cantabria en Vizcaya. Antes de la huída, Aguirre hizo una alocución a las tropas en la que constituyó una Junta de Defensa de Bilbao para consumo de adeptos dispuestos a seguir luchando. Y huyó a los pocos minutos hacia Trucíos. En Trucíos, esperaba Aguirre actuar con cierta libertad. Cuando las cosas se complicaron, huyó a Santander, y luego se fue a Cataluña.

El dirigente del PNV, Elías Gallastegui, 1892-1974, huyó a Francia y fue llevado a un campo de concentración francés, desde donde huyó a Irlanda donde tenía muchos amigos entre los independentistas duros. En 1945, volvió a San Juan de Luz. Muchos vascos fueron llevados al campo de refugiados de Gurs, al sur de Orthez, donde les encontró Hitler, el cual se los llevó a Alemania a trabajar forzados en sus fábricas.

En 16 de junio los hechos se impusieron a los grandes razonamientos nacionalistas vascos, y comprendieron que su derrota era inminente. Los milicianos vascos, santanderinos y asturianos se replegaron hacia el oeste. La población civil fue evacuada y unos 200.000 vascos pasaron a San Juan de Luz.

Santander les reclamaba ayuda, porque también era atacada por Franco, y los vascos avanzaron hasta Santoña, a 28 kilómetros de Santander en línea recta y 50 por carretera. Idearon que no podían rendirse a Franco, contra el que habían dicho demasiadas cosas, y debían rendirse a los italianos del ejército de Franco para intentar conseguir los privilegios de los prisioneros de guerra. A eso se le llamó Pacto de Santoña.

El 17 de junio, todavía se luchaba en Archanda. El Gobierno de Valencia envió tres aviones a Bilbao, que ya no encontraron aeródromos en Vizcaya y aterrizaron en Santander, 100 kilómetros al oeste. El Gobierno Vasco estaba viajando hacia Trucíos. En la tarde del 17 de junio, los navarros entraron en Bilbao.

El 18 de junio, Joseph Putz, de las Brigadas Internacionales, se retiró hacia las montañas del interior, al sur de Bilbao, con la intención de volar los puentes de las carreteras y cortar los suministros de los rebeldes. No sirvió de nada.

El 18 de junio, se reunió en Valencia de nuevo el Estado Mayor Central con Indalecio Prieto, y se plantearon la ayuda a Bilbao. Se acordó bombardear la retaguardia enemiga, pero esa decisión era más bien una orden de Prieto, pues los generales no estaban de acuerdo en que eso tuviera algún valor militar, pues sólo sería una venganza. Se decidió luchar en Ganecogorta y Pagasarri, en la margen izquierda de la ría. Se decidió destruir la industria, antes de que la tomaran los rebeldes. Y el Gobierno de Valencia envió a la zona norte toda la aviación de que disponía. Pero a burro muerto, la cebada al rabo. Las tropas vascas estaban huyendo a la desbandada hacia Santander, 100 kilómetros al oeste. Fueron perseguidos por los navarros hasta Saltacaballo, un puerto de montaña a 30 kilómetros al oeste de Bilbao. Y allí y en Bilbao, se quedaron a descansar unos días.

En la mañana del 18, los navarros pasaron la ría hacia la margen izquierda, y entonces los gudaris les entregaron las industrias con el ruego de que no fueran destruidas. Los vascos se entregaban al enemigo, como hubiesen deseado hacerlo desde el principio de la guerra. Dos grupos de derechas y católicos se encontraban por fin en el mismo bando.

El día 19 de junio, todo había terminado para los defensores de Bilbao: la Quinta Brigada Navarra de Juan Bautista Sánchez, entró en Begoña, ocupó el Ayuntamiento de la ciudad y la ciudad vieja.

El 19 de junio, a las 2:00 horas, los militares vascos dieron orden de retirada. En la retirada, lo primero para ellos era incendiar el barrio de Begoña y el casco viejo de Bilbao, junto a todas las industrias importantes para que el enemigo no encontrase beneficios en la toma de Bilbao. Y volvieron a salir los nacionalistas vascos del PNV y José Antonio Aguirre, diciendo que Bilbao no se quemaba, ni se destruía ninguna industria. Aguirre envió a los batallones del PNV a proteger las industrias vascas. En el caso de los altos hornos, se harían algunos desperfectos y se apagarían los hornos, a fin de que no estuviesen disponibles en meses, pero no se destruiría un capital inmenso que se echaría de menos después. Aguirre le comunicó esta orden al comandante Urcullu, del batallón Gordexola. Al final, los altos hornos no fueron ni siquiera averiados, y su producción en el segundo semestre de 1937, en posesión de los rebeldes, fue el doble que en el semestre anterior, y en 1938 sería el triple.

El Gobierno vasco decidió que los batallones vascos de Laredo y Santoña se rindieran a los italianos a fin de hacer creíble que el PNV estaba dispuesto a colaborar con Franco. Con ello entregaba Santander que quedaba desprotegida por el este. La maniobra no sirvió de nada, porque Franco no lo aceptó y trató a los nacionalistas como traidores al Alzamiento Nacional. Franco derogó el Concierto Económico de Guipúzcoa y Vizcaya por “traidores”, conservándolo en Álava y Navarra por haber sido “leales”. Franco depuró las Universidades, institutos y escuelas, y provocó el exilio masivo de intelectuales.

Los seis batallones del PNV que defendían Bilbao se entregaron sin resistencia a García Valiño. Fueron llevados a sus cuarteles respectivos, desarmados y considerados presos.

A las 3:00 horas del día 19, se volaron los puentes del Nervión y se abandonó el norte de la ría. Los gudaris vascos se hicieron fuertes en Baracaldo, al oeste de Bilbao, en la desembocadura de la ría. Su misión era defender las siderúrgicas y la industria pesada vasca, a fin de que nada fuera destruido.

El 19 de junio de 1937, los nacionales de Fidel Dávila tomaban Bilbao. No hubo resistencia dentro de la ciudad, pues el PNV decidió que no se destruyera nada de la ciudad. Los gudaris vascos huyeron masivamente hacia Santander. Los civiles vascos huían masivamente hacia Francia, vía Santander, donde se embarcaban para Francia. El resultado fue que hubo 150.000 exiliados sobre un total de población de unas 1.300.000 personas vizcaínas. Pero Santander, una ciudad de 100.000 habitantes, 500.000 en el total de la provincia, no podía acoger en esos momentos a los 160.000 refugiados que habían acudido a la provincia. Eran demasiados para darles de comer y de beber. El puerto estaba bloqueado y faltaba hasta el papel y la tinta para editar periódicos. Desde 29 de junio a 24 de agosto, sólo salió La República, como órgano de expresión del Gobierno de la provincia.

Tras la caída de Bilbao, los soldados vascos se instalaron en Santoña y Laredo junto con los soldados asturianos y cántabros. Era la nueva línea de defensa, pero todos sabían que estaban derrotados y era cuestión de tiempo la caída de todo el norte.

Y a la caída de Bilbao en manos rebeldes, el 19 de junio de 1937, los conquistadores condenaron a muerte. Los católicos franquistas mataban a los católicos vasquistas.

En la zona leal a la república en el Norte, fueron asesinados 47 sacerdotes, y en el conjunto de España, fueron varios centenares los sacerdotes y religiosos fusilados. Los 16 sacerdotes nacionalistas vascos ejecutados por Franco, no fueron una cifra excepcional, pero fueron utilizados como propaganda nacionalista.

El 20 y el 21 de junio, los franquistas ocuparon Desierto y Baracaldo, las zonas industriales de Bilbao. Franco decidió poner en marcha la industria vasca y ponerse a exportar hierro, porque así se pensaba ganar a los industriales vascos, y podría obtener recursos económicos.

El 25 de junio, el general Gamir trató de reordenar sus fuerzas y se tituló a sí mismo Jefe del Ejército del Norte, un ejército que ya no existía.

El 29 de junio, las Brigadas Navarras ocuparon Valmaseda, al suroeste de Bilbao. El general Gamir, del ejército gubernamental resistía en Ontón, el límite entre Vizcaya y Cantabria en la costa, y en Ordunte, el inicio de la carretera de Bilbao a Valmaseda. Y las brigadas navarras decidieron no seguir avanzando hacia el oeste por el interior más allá de Valmaseda.

Y sucedió la ruptura entre los soldados vascos, los nacionalistas o gudaris, y los comunistas, socialistas y anarquistas por el otro. Su perspectiva de la guerra era completamente distinta. Los frentepopulistas tenían claro que podían continuar la guerra desde Santander, y que no cabía pactar con los italianos ni con Franco. Los gudaris por su parte, ya no dominaban Álava, ni Guipúzcoa ni Vizcaya, y su lucha nacionalista vasca ya no tenía sentido. Los gudaris no querían luchar fuera del País Vasco, como les pedía el Gobierno, y preferían rendirse ante los italianos. Los frentepopulistas no podían rendirse a los italianos, porque les matarían, y decidieron luchar en Santander y más tarde en Asturias.

El 21 de junio, los gudaris abandonaron las posiciones en Cantabria y se marcharon a Santoña, Laredo y Colindres, puntos de reunión para la retirada, porque habían decidido no seguir luchando.

El 22 de junio, los franquistas tomaron Ontaneda, en el curso del Pas y en la carretera de Burgos a Santander por El Escudo.

El 22 por la tarde, se reunió en Santander la Junta Delegada del Gobierno de España en Santander, con los mandos militares y los representantes de los partidos y sindicatos. Estaba presente José Antonio Aguirre. Prada dijo que Santander debía resistir a toda costa, para dar tiempo a la llegada del ejército de Valencia. Linares dijo que había que defender, no sólo Santander, sino toda la costa. Somarriba, Comisario de la XV División, dijo que había que resistir en todos los frentes, la montaña, la costa y las ciudades. Gamir le contestó a Somarriba que no tenía hombres para defenderlo todo. El comandante Lamas, Jefe de Estado Mayor dijo que había que replegarse sobre Santander, y esperar la ayuda del ejército español. Los Jefes de Marina y Aviación, dijeron que había que retirarse a Asturias, porque Santander ya era indefendible. Aguirre dijo que lo que hacía falta era disciplina, que las normas las ponían los militares, y que los demás debían obedecer. Para todos era evidente la dificultad de resistir en Santander, porque los rebeldes le habían cortado el agua, que se recogía en el río Pas, y porque sabían que había muchos quintacolumnistas dentro de la ciudad. Y ya por la noche, se decidió que había que marcharse a Asturias.

El 23 de junio, los vascos que huían de Reinosa y valle del Pas, estaban llegando a Laredo, Santoña y Limpias. Gamir y Prada fueron a pedir explicaciones a Aguirre y éste les aseguró que los vascos nunca atacarían Santander. Aguirre dijo que no sabía por qué los vascos iban a territorio enemigo, dominado ya por los italianos. Aguirre mentía descaradamente, pues había negociado con los italianos la rendición vasca, pero no lo quería decir en Santander. Aguirre había enviado al canónigo nacionalista Alberto Onaindía a Roma y se había negociado la rendición.

Gamir comunicó a Valencia la deserción masiva de los vascos nacionalistas, o gudaris. Y comunicó que, en esas condiciones era imperioso retirarse a Asturias.

El 23 de junio, el Boletín Oficial del Estado de Franco, derogó los privilegios económicos de los que había disfrutado el País Vasco durante siglos, y que eran la base de su fuerza industrial y comercial.

Y tras haber caído Bilbao, llegó la ayuda militar del Gobierno de España: Llano de la Encomienda, Jefe del Ejército de Santander y Asturias residente en Santander, se trasladó a Valencia y fue sustituido por Mariano Gamir Ulibarri. Pero el otro ejército, que ya no existía, el Cuerpo de Ejército de Euzkadi, fue puesto a las órdenes del coronel Adolfo  Prada Vaquero. El Ejército del Norte contaba en teoría con 14 Divisiones y 3 Cuerpos de Ejército: el XIV que mandaba Prada; el XV que mandaba el teniente coronel García Vayas; y el XVII que mandaba el teniente coronel Linares.

     Consecuencias de la caída de Bilbao

La conquista de Bilbao fue un revulsivo social muy grande, pues los nacionalistas vascos culparon a Madrid de no haberles apoyado, y los católicos vascos se integraron en el bando franquista con mucha facilidad. El nuncio Antoniutti recibió a las autoridades franquistas brazo en alto, en actitud de saludo fascista y cantó el Cara el Sol junto al resto de los obispos vascos, entusiasmados por el triunfo nacional y olvidando los miles de muertos represaliados en el año anterior. Tampoco harían nada ante los cientos de muertos que hubo tras la toma de Bilbao, pues se encarceló a 16.000 personas que fueron llevadas a juicios, donde sólo se investigaba su posible participación en actividades políticas en años anteriores. No se salvaron los curas vascos nacionalistas, pues 16 fueron fusilados, 378 encarcelados y 1.300 huyeron para no correr riesgos.

Los vascos ejecutados realmente en represalia por su participación contra Franco en la guerra, fueron, según Erik Zubiaga Arana 370 personas confirmadas, quizás más, una cifra muy pequeña para dos millones de habitantes, mucho más pequeña en proporción que las de Santander o Asturias pocos meses después. Los republicanos habían ejecutado entre junio de 1936 y junio de 1937 a 1.450 personas, una cantidad cinco veces superior[2].

Los vascos nacionalistas pensaban que ya no tenía sentido luchar fuera del País Vasco y emprendieron negociaciones con Franco, pero fueron imposibles. Pretendían retirarse de la guerra, y Franco no estaba dispuesto a permitirlo porque la Guerra de España no había terminado. Y la división entre vascos vasquistas y vascos franquistas fue muy notoria.

Los fusilamientos y encarcelamientos de curas vascos inquietaron al clero católico francés, y Jacques Maritain y François Mauriac crearon un comité de ayuda a los refugiados vascos. Los ingleses y franceses acogieron niños vascos. El obispo Múgica exigió que los niños fueran a casas católicas, porque en Inglaterra casi todas las familias eran protestantes. La toma de Vizcaya suponía un conflicto internacional en cuanto que los alemanes querían el hierro vasco y los británicos no querían perderlo. En adelante, el mineral fue a parar tanto a Alemania como a Gran Bretaña. Alemania creó las empresas Hisma y Rowak, importadoras de mineral de hierro. Gran Bretaña envió a Robert Hodgson a Burgos el 16 de noviembre de 1937, y Franco envió a Londres al Duque de Alba. Ambos eran Encargados de Negocios. La decisión de Franco de vender por igual a Alemania y a Gran Bretaña, llamó la atención, pero no disgustó a ninguna de las partes.

     La polémica de los católicos del mundo, de fuera de España, a los que interesaba bien poco la Guerra de España, y conocían aún menos de lo que había sucedido en España, se hizo irreal: decían los unos que los sacerdotes vascos habían defendido las libertades del pueblo, y los otros que habían hecho política y habían provocado la ruptura de España. Y como los lectores no comprometidos e ignorantes, suelen ponerse del lado de las víctimas, sin tener en cuenta más circunstancias ni razones, el catolicismo mundial en general se puso del lado de los vascos.

Para Estados Unidos, la toma del País Vasco significó la señal de que el vencedor sería Franco. Negociantes particulares americanos, pues el Gobierno de los Estados Unidos no se comprometió oficialmente, vendieron a Franco a crédito cientos de camiones de reparto y abundante gasolina.

El PNV sobrevivió instalando el Euskadi Buru Batzar en Anglet (Francia), a medio camino entre Biarritz y Bayona, y un Comité Ejecutivo en París.

Por Decreto de 23 de junio de 1937, Franco eliminó el régimen concertado de Vizcaya y Guipúzcoa, por el que los vascos pagaban menos impuestos de los que les correspondían. Lo hizo como castigo a los vencidos. Los mismos privilegios los tenía Álava y Navarra, que no vieron suprimidos sus regímenes concertados porque colaboraban con Franco. El franquismo no actuaba en justicia, sino repartiendo premios y castigos.

El nuevo alcalde de Bilbao fue José María de Areilza. Franco ilegalizó el PNV, en 9 de febrero de 1939, como era lógico después de haberle combatido. El resto de organizaciones nacionalistas vascas fueron ilegalizadas también. Se confiscaron los bienes de estas organizaciones, que ascendieron a 3.000 millones de pesetas, una fortuna en su época. Se suprimió el Estatuto de Autonomía. Se declaró “provincias traidoras” a Vizcaya y Guipúzcoa y no se las perdonó hasta 1968. Se suprimieron todas las manifestaciones culturales vascas, pues bajo el paraguas cultural se escondían muchas veces los nacionalistas. Se prohibió el uso del idioma vasco y la bandera del PNV (que los vascos aceptaron como bandera vasca). Y la Ley de Prensa de 1939-1966, que incluía la censura previa, impidió desde entonces a los vascos manifestar sus opiniones.

Contra estas decisiones protestaron los carlistas que colaboraban con Franco, que no querían que se suprimiese ningún privilegio vasco. El castigo les fue levantado el 6 de junio de 1968.

Muchos vascos se fueron a Hispanoamérica. Muchos otros nacionalistas vascos se fueron a Francia, al País Vasco francés, y crearon el Consulado de Euzkadi en Bayona, el hospital de Biarritz, colonias y residencias infantiles. Algunos vascos se integraron en la resistencia francesa y empezaron a recopilar información sobre objetivos militares e industriales en España, para facilitar una posible invasión de los aliados sobre España. La GESTAPO descubrió el centro de la red vasca en París y dio a la policía española los nombres de los 23 miembros integrantes del grupo, de los cuales Luis Álava sería fusilado en 1943. Los vascos pasaron sus centros de información a los consulados de países aliados. En el sur de Francia, los vascos salvaban a los pilotos ingleses caídos llevándoles a España.  Hitler, en 1940, decidió deportar a los hombres y clausurar las organizaciones vascas en Francia.


[1] Mariano Gamir Ulibarri, se formó en la Academia de Infantería de Toledo, y fue general y director de la Academia en 1933. En julio de 1936, estaba en Valencia al frente de la 5ª Brigada de Infantería y se declaró fiel al Gobierno. A comienzos de 1937 le dieron el mando de la 5ª y 6ª Brigadas de Infantería, y en primavera le dieron el mando de la defensa de Bilbao. La recomendación del Gobierno era evitar los enfrentamientos entre Aguirre y Llano de la Encomienda. El 16 de junio recibió la orden de defender Bilbao a toda costa, pero el 19 abandonó Bilbao y se dirigió a Santander, donde recibió el mando absoluto de las fuerzas republicanas del norte. Ante el ataque franquista sobre Santander, se retiró a Asturias. Fue acusado por el Consejo de Asturias de incapacidad, y fue destituido. Abandonó Gijón en un avión que le llevó a Francia, y entró por Cataluña hasta Valencia y se puso al frente de su 6ª Brigada de Infantería, pero no obtuvo resultados militares y fue relevado del mando. Perdió todo su protagonismo político a partir de entonces.

[2] Zubiaga Arana, Erik. La Formación del régimen franquista en Bizcaia: represión, políticas de captación y actitudes sociales (1937-1945). Tesis dirigida por Luis Castell Arteche y Fernando Martín Aparicio en febrero de 2016 en la Universidad del País Vasco. El autor pone de manifiesto que las cifras fueron utilizadas y manipuladas para fines de propaganda política, y Ángel David Martín habló de 1.788 víctimas sin citar fuentes,  un folleto de 1939 titulado “Euzkadi bajo el régimen de Franco. La represión en Vizcaya”, hablaba de 2.000 víctimas, y en algunos casos el nacionalismo habló de hasta 21.000 fusilados y 15.000 asesinados. De ellos, Zubiaga Arana sólo pudo confirmar 370 fusilados o asesinados, 531 si ampliamos el periodo a 1937-1940. Las penas de muerte en Vizcaya fueron 627, y de los condenados, 113 no eran vascos. Las penas de muerte en Cantabria fueron 401, algunos de ellos llevados a Vizcaya y ejecutados allí. El 50% de las penas fueron conmutadas por prisión, concretamente 530 de las 1.028 penas de muerte. La mayor parte de los ejecutados fueron socialistas, seguidos de cerca por los nacionalistas PNV. Los ejecutados fueron unos 494, pero había personas no vascas ejecutadas, así como también hubo unos pocos vascos ejecutados luego en Asturias. Zubiaga Arana concluye que sólo confirma 370 fusilados vascos.

Post by Emilio Encinas

Emilio Encinas se licenció en Geografía e Historia por la Universidad de Salamanca en 1972. Impartió clases en el IT Santo Domingo de El Ejido de Dalías el curso 1972-1973. Obtuvo la categoría de Profesor Agregado de Enseñanza Media en 1976. fue destinado al Instituto Marqués de Santillana de Torrelavega en 1976-1979, y pasó al Instituto Santa Clara de Santander 1979-1992. Accedió a la condición de Catedrático de Geografía e Historia en 1992 y ejerció como tal en el Instituto Santa Clara hasta 2009. Fue Jefe de Departamento del Seminario de Geografía, Historia y Arte en 1998-2009.

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