De la Falange fascista a la Falange franquista.

Ideas clave: La crisis de Falange en 1937, Hedilla frente a Franco, negociaciones entre carlistas y falangistas en 1937, el Decreto de Unificación, reacciones al Decreto de Unificación, reacción militar a la unificación, los monárquicos ante la unificación, los falangistas ante la unificación, los nacionalistas vascos ante la unificación, el carlismo ante la unificación,

La crisis de Falange Española en 1937.

Falange Española no tenía claro su itinerario político en 1937. José Antonio Primo de Rivera Sáenz de Heredia había muerto el 20 de noviembre de 1936. Su hermano y colaborador, Fernando Primo de Rivera y Sáenz de Heredia, había muerto el 22 de agosto de 1936. Raimundo Fernández Cuesta, considerado el segundo de José Antonio, estuvo preso en zona gubernamental hasta octubre de 1937. Los falangistas eran antimonárquicos pero había falangistas monárquicos dispuestos a aceptar la monarquía que impusiera Franco, e incluso Hedilla le dijo a Franco que los fascistas italianos no habían acabado con la monarquía y que los alemanes no habían descartado el imponer de nuevo la monarquía. La razón para que Hedilla dijera eso, se debía a que era la forma de unir a los carlistas con Falange. Franco quería unificar las milicias que combatían en su bando y había falangistas que estaban de acuerdo en sumarse a las autoridades militares, y otros como Hedilla que defendían que la unificación se podía hacer por ingreso de los demás grupos en Falange.

Falange había estado creciendo espectacularmente en el verano de 1936 y ello significaba la aparición de corrientes de pensamiento nuevas. De hecho, cada región española tenía un líder falangista y un posible modelo de Estado “fascista” diferente. Los falangistas habían sido educados en la confrontación y no en el diálogo y cuando murieron sus líderes iniciales, el diálogo les era imprescindible.

Andrés Redondo Ortega, 1901-1966, hermano de Onésimo Redondo, resultó líder en Valladolid, porque fue aclamado por los falangistas el día del entierro de su hermano, 24 de julio de 1936. Onésimo Redondo se había dirigido a un camión de anarquistas y les había confundido con falangistas, porque la bandera de ambos es casi idéntica, salvo que los falangistas llevan el color azul marino y los anarquistas lo llevan negro, y los anarquistas le mataron. Andrés Redondo había estado en la organización católica ACNP y en Juntas Castellanas de Actuación Hispánica y era empleado de banca. Los “intelectuales” como Juan Antonio Girón, estudiante de Derecho, y Luis González Vicent, le disputaron el liderazgo, y acudieron a Manuel Hedilla para dirimir sus diferencias, siendo Hedilla el que escogió a Girón y relegó a Redondo a un segundo plano.

Sancho Dávila Fernández de Celis conde de Villafuerte Bermeja, era el líder de Andalucía. En mayo de 1936, el Gobierno había considerado responsables de la violencia falangista de 1936 a Sancho Dávila y a José Saínz Nothnagel, que fueron detenidos. Sancho Dávila estuvo preso en Cádiz, Sevilla, Vitoria y Madrid, donde estaba en 18 de julio de 1936. Se salvó de las sacas de la Cárcel Modelo del 22 de agosto, y apareció en Sevilla en 24 de septiembre de 1936. Sancho Dávila dirigía en Sevilla “F.E.”, el periódico fascista andaluz, desde el que atacaba a Hedilla. Tras el 20 de noviembre en que fue ejecutado José Antonio Primo de Rivera, Sancho Dávila se unió a Agustín Aznar para recuperar el dominio sobre la Falange y formaron el núcleo dispuesto a pactar con Franco que se oponían a Manuel Hedilla. El congreso de Falange se iba a celebrar el 18 de abril de 1937, y querían estar en posición dominante. Sancho Dávila, Agustín Aznar y José Moreno lograron hacer una alianza y los tres tomaron el Cuartel General de Falange en Salamanca el 16 de abril de 1937. Hedilla llamó en su ayuda al nazi alemán Carl von Haerman y recuperaron el Cuartel General a tiros. Tras ello, Hedilla resultó líder de Falange, pero por apenas 10 votos de los 25 posibles, es decir, que no era reconocido por la mayoría. Tras los sucesos de Salamanca del 16 de abril de 1937, Franco decidió acabar con Falange Española, y el 19 de abril creó una nueva Falange por integración de Falange Española, Comunión Tradicionalista y Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalistas, una Falange franquista que se llamó F.E.T. y de las J.O.N.S. Sancho Dávila fue encarcelado durante unas semanas, pasado a puestos secundarios de dirección de Falange, en Juventudes, y apartado de la política en 1941 para hacerle Presidente de la Real Federación Española de Fútbol.

José Luna Meléndez era el líder de Extremadura. Acabó en las filas de Serrano Súñer, un advenedizo que se casó con la hermana de Francisco Franco y pretendía ser el líder del fascismo español.

José Moreno Díaz, teniente coronel de caballería retirado, era el líder de Navarra. Era propietario del Hotel La Perla, en Pamplona, donde empezó la conspiración de Mola. El 2 de septiembre de 1936, fue miembro de la Junta Provisional de Falange en Valladolid. En 1943-1944, sería Gobernador Civil de Badajoz.

Agustín Aznar Gerner, era el líder en Madrid, un falangista que había propuesto a Hedilla, en agosto de 1936, para gestionar Falange mientras José Antonio estaba en la cárcel. Pero una vez muerto José Antonio en noviembre, Aznar se posicionó en contra de Hedilla y se asoció a Sancho Dávila.

Ignacio Villalonga Villalba era un líder valenciano, en principio de CEDA, pero introducido en FET y de las JONS como tantos otros.

Rafael Garcerán Sánchez, 1906-1991, era un abogado murciano al que José Antonio Primo de Rivera tomó como asesor y le sirvió como enlace con Mola y con la Guardia Civil de Madrid. Tras la caída de Andrés Redondo en Valladolid, Garcerán fue Jefe de Falange en León, Zamora y Salamanca y podía ser el nuevo líder de Falange Española. En 1937, creó un grupo contrario a Manuel Hedilla, que fue protagonista de los sucesos de marzo de 1937. Posteriormente, aceptó la unificación y fue militante de Falange Española Tradicionalista y de las JONS.

Jesús Muro Sevilla era el líder falangista en Zaragoza. Era fascista radical. Pio Altolaguirre en Zaragoza y Luis Julve en Teruel, luego Gobernador en Huesca, eran otros líderes aragoneses. Pero en Aragón, apenas tenía implantación la Falange, sino que la fuerza dominante era CEDA, controlada por las viejas élites económicas. Falange tenía intención de monopolizar el poder, y dejar fuera de los cargos a los carlistas, los monárquicos y los católicos, pero en la práctica, se impusieron las viejas élites de siempre, aunque se hicieron falangistas de la Falange de Franco. El 30 de octubre de 1937 fue obligatorio pertenecer a FET y de las JONS para tener un cargo político, pero se apuntaron a Falange todos. Eso generó rivalidad entre los viejos falangistas y los nuevos, pero triunfó la vieja burguesía. Los falangistas hacían discursos contra los grandes propietarios, pero era pura demagogia, pues los recién llegados eran los grandes propietarios, los cuales tenían delante el magnífico negocio de la reconstrucción de después de la guerra. Franco les dejó hacer, con tal de que no cuestionaran su autoridad, la unidad de la patria y el respeto al catolicismo, lo que son los principios del franquismo, mal llamado “fascismo español”. La Iglesia también salía beneficiada del cambio, pues aunque perdía sus sindicatos católicos, ganaba la reconstrucción de sus templos, la posesión de periódicos, la organización de actos católicos y asociaciones religiosas, a pesar de que los viejos líderes falangistas reclamasen para ellos el monopolio del liderazgo social. Fueron los viejos caciques y las jerarquías católicas los que se llevaron el gato al agua[1].

Manuel Hedilla Larrey era el líder de Santander, una ciudad pequeña y con muy pocos militantes falangistas, y tampoco era un gran ideólogo, pues le faltaba formación para ello. Fue elegido líder como un compromiso circunstancial entre los líderes más fuertes, hasta encontrar una solución entre ellos. En agosto de 1936, los falangistas crearon una Junta de Mando Provisional y Hedilla fue su Presidente, también provisional. Hedilla intentó someter a los distintos jefes falangistas provinciales, pero sus nombramientos, en vez de unir al Partido, crearon divisiones dentro de las organizaciones provinciales: Ramón Cazañas fue nombrado en Marruecos; González Zuera en Galicia; Garcerán en Salamanca; Redondo en Valladolid; Muro en Aragón; Sancho Dávila en Andalucía… Y sin embargo, y contra lo esperado de este desorden en la jefatura, se afiliaron a Falange miles de milicianos, quizás 50.000 o hasta 70.000. Más bien se afiliaban al franquismo. La Falange se hacía cargo de los pueblos en la retaguardia, e inmediatamente se afiliaban muchos para gobernar el pueblo. Esos nuevos jefes no eran controlados por la alta jefatura de Falange, y fueron culpabilizados de las muchas muertes que se produjeron en las represalias tras la toma del pueblo.

José Antonio Girón de Velasco, era un antiguo militante de JONS, revolucionario fascista y por tanto de la llamada izquierda, igual que Dionisio Ridruejo. En su juventud, defendía que los políticos no deberían ganar sino lo estrictamente necesario para vivir, y que la política no debía ser un objetivo, sino un medio para hacer la revolución nacional sindicalista. Aunque se le considera hedillista porque mantenía la defensa de los principios nacionalsindicalistas, en marzo de 1937, aceptó la unificación y luego mantuvo la esperanza de cambiar el franquismo desde entro, pero cuando se publicaron los Principios del Movimiento, comprendió que Falange estaba acabada. De una Falange no católica ni monárquica, se pasaba a lo contrario, y de una Falange populista, se pasaba a otra al servicio de Franco.

         Hedilla frente a Franco.

Hedilla se estableció en Salamanca, cerca de Franco. Tuvo que soportar el hecho de que Serrano Súñer se ganara a muchos falangistas para la nueva Falange de Franco. Y no reaccionó. Franco le ofreció la Secretaría General de la Nueva Falange y Hedilla la rechazó.

Franco quería la unificación de las milicias rebeldes bajo su autoridad personal, y en esa relación no tenía cabida Hedilla. Desde enero de 1937, Franco inició su campaña de unificación política en su bando. Obligaba diariamente a publicar notas de prensa escritas por él. Y procuraba insistir en expresiones como “una patria”, “un caudillo”, “un Estado”. Era exagerado el protagonismo de Franco en la guerra, en los periódicos franquistas. Hedilla le dijo que se podían unir todos, si los demás entraban en Falange. Franco no quería un Consejo de Falange elegido por las distintas delegaciones falangistas tomando decisiones políticas, sino el sometimiento de todos los milicianos de todas las ramas sublevadas a su autoridad personal. Incluso no aceptaba una dirección militar de Falange de los militares falangistas, que había muchos, sino que los quería estrictamente sometidos a sus órdenes. Pero los partidos fascistas eran “democráticos”, igual que los comunistas, en el sentido de que se regían por un Consejo Fascista que fijaba la política a seguir e incluso podía destituir al jefe. Y Franco no quería sino la autoridad omnímoda para él.

Franco tenía un Secretariado Político, que sería su Gobierno personal en Salamanca, para el que nombró a Manuel Hedilla Larrey, falangista; Tomás Domínguez Arévalo conde de Rodezno, carlista; teniente coronel Darío Gazapo Valdés; Tomás Ruiz Espejo; Joaquín Miranda González, falangista sevillano; Luis Arellano Dinhinx, carlista; Pedro González-Bueno Bocos, monárquico; y Ernesto Giménez Caballero, de JONS. Manuel Hedilla no aceptó el cargo.

Los “secretarios” de Franco, a finales de 1936, se habían leído los programas de Falange y los de Comunión Tradicionalista y comprendieron que eran rivales del sistema franquista y no colaboradores desinteresados. Sospecharon que le reclamarían el poder a Franco. Franco dedujo que la guerra la debía ganar él solo, sin poderes milicianos falangistas ni requetés, sino actuando todos bajo un solo mando. Se puso a analizar a sus colaboradores de Salamanca, y encontró que había muchos arribistas de Renovación Española esperando ocupar cargos políticos, pero que no podía esperar nada de ellos pues no serían eficaces en momento de dificultad. Entonces, su desprecio hacia los políticos de izquierdas se completó con un desprecio hacia los de derechas. Y el 20 de diciembre de 1936, decidió militarizar las milicias falangistas y las de Comunión Tradicionalista. Entonces, Falange y Carlismo iniciaron conversaciones para defender su papel en aquel levantamiento, y tras varias semanas de discusiones, comprendieron que eran distintos e incompatibles.

Entre los sublevados, fuera de Falange y del carlismo, se pensaba que era preciso unificar las fuerzas de falangistas y requetés con las del ejército, y todos opinaban que sólo Franco podría hacerlo, pues el resto de generales no tenía prestigio suficiente. Monárquicos, cedistas y alfonsinos ya habían disuelto sus organizaciones militares y paramilitares, pero los falangistas y requetés se resistían porque pensaban hacer su revolución fascista.

Se pensó en Serrano Súñer, cuñado de Franco, antiguo diputado de CEDA y amigo personal de José Antonio Primo de Rivera, como el hombre que podía lograr un acuerdo aceptable para todos. Era un intelectual capaz de hacerlo. Pero el fascismo y el militarismo eran movimientos completamente distintos e incompatibles. O se imponía la autoridad de unos o la de los otros, pero ambos exigían el poder omnímodo. Los falangistas duros tenían prohibido pactar, pues su meta era la revolución fascista. Exigían el sometimiento de los militares a sus ideas y el respeto a su organización y modelo de Estado. Los requetés eran integristas católicos y querían un Estado católico integrista. Pero muchos de los primitivos jefes falangistas estaban muertos, y no podían decidir cambiar lo que habían dicho antes de morir. La jefatura de Manuel Hedilla Larrey era impugnada por los compañeros vivos de José Antonio Primo de Rivera, partidarios de una ortodoxia cerrada: Agustín Aznar, y Rafael Garcerán.

  Las negociaciones entre carlistas y falangistas.

Los carlistas estaban divididos entre los integristas de Manuel Fal Conde y sus requetés, y los partidarios de Tomás Domínguez Arévalo conde de Rodezno, que era escéptico en religión y en política, y no creía que hubiera posibilidades para un rey carlista, ni se oponía a fundirse con Falange, ni se oponía a Franco.

También había una facción derechista de Falange formada por Sancho Dávila, Escario, González Bueno y Gamero del Castillo. Esta facción entró en conversaciones con Fal Conde, líder de los requetés, para fusionar ambos grupos político-militares. Pero los falangistas exigían que los requetés ingresasen en Falange, mientras los requetés insistían en mantenerse independientes o al menos autónomos con sus propios jefes y organizaciones. A los falangistas, la monarquía les importaba un bledo y el catolicismo debía subordinarse a sus ideas.

Los carlistas se oponían en 1936 a la unificación con Falange. A primeros de diciembre de 1936, el tradicionalista Tomás Domínguez Arévalo conde de Rodezno se entrevistó con Rafael Aizpún Santafé, Luciano de la Calzada Rodríguez e Ignacio Villalonga Villalba, miembros de CEDA, para unir sus fuerzas frente a los totalitarios de Falange a los que veía muy violentos. En diciembre de 1936, el carlista Román Oyarzun publicó los puntos de desacuerdo que él veía entre carlistas y Falange: la idea de fascismo, la bandera, el trato de “camarada” y el uniforme. No eran cuestiones profundas, salvo la de fascismo.

El 6 de enero de 1937, Hedilla manifestó los puntos bajo los que Falange aceptaría la unificación: lo esencial era que el tradicionalismo debía integrarse en Falange y aceptar las ideas políticas de José Antonio Primo de Rivera. Hedilla pensaba que Falange se debía regir a sí misma.

El 8 de enero de 1937, el Partido Nacionalista Español se incorporó a Comunión Tradicionalista. El Partido Nacionalista Español había tenido por líder a José María Albiñana Sanz. Albiñana era un médico valenciano que se estableció en México hacia 1921, en una época muy violenta en la que fueron asesinados Madero en 1913, Zapata en 1919, Carranza en 1920, Pancho villa en 1923 y Obregón en 1928. Apoyó la Guerra de los Cristeros de 1926-1929, rebeldes católicos anticomunistas y antiliberales, y fue expulsado de México por Plutarco Elías Calles en 1930. En España, Albiñana fundó el Partido Nacionalista Español, beligerante contra los comunistas y liberales, y fue encarcelado por nueve meses en 12 de marzo de 1931. En marzo de 1932, criticó al Gobierno republicano y fue de nuevo encarcelado, porque Albiñana había creado un grupo paramilitar llamado Legionarios de España, que culpabilizaba al Ministro del Interior de los desórdenes públicos existentes. Fue confinado en Las Hurdes, hasta que salió elegido Diputado por Burgos en 1933. Adoptó el lema “Dios, Patria, Rey”, que era de los carlistas, porque propugnaba una asociación de toda la derecha contra socialistas y comunistas del Frente Popular. En 1934, se adhirió al Bloque Nacional de José Calvo Sotelo. Pero Albiñana cultivaba unos prejuicios que le invalidaban como político equilibrado, pues se manifestaba antisemita, antimasónico y partidario de la raza e imperio españoles, lo que le acercaba al nazismo. Y el 18 de julio de 1936, cuando supo de la sublevación de Mola, se refugió en el Congreso de Diputados porque temía ser asesinado, hasta que fue expulsado de allí en 28 de julio. Pidió ingreso voluntario en la Cárcel Modelo, la cual fue asaltada por milicianos socialistas el 22 de agosto, y Albiñana fue uno de los asesinados en la mañana de 23 de agosto.

Con la integración del Partido Nacionalista Español en Comunión Tradicionalista, empezaba la fusión de partidos rebeldes. También el sindicato católico CESO, Confederación Española de Sindicatos Obreros, se incorporó a la Obra Nacional Corporativa del carlista José María Arauz de Robles Extremera. Pero lo difícil era que Falange Española accediese a fusionarse con alguien, pues eran muy independientes y exclusivistas.

Los falangistas eran indisciplinados, y sacaban las armas con facilidad. El 2 de febrero de 1937, un grupo de falangistas asaltó la emisora Radio Castilla en Burgos, y leyó un discurso muy violento de José Antonio Primo de Rivera. Franco estaba convencido de que debía prescindir de estos hombres y crear una nueva Falange.

Manuel Hedilla se esforzaba por unir a las diversas familias falangistas y por crear una organización de propaganda que hiciera más fuerte al partido. Pero en todas partes se le comparaba con José Antonio Primo de Rivera, y naturalmente, desmerecía por su falta de preparación intelectual, falta de experiencia en la dirección de partidos y falta de talento natural. Y Hedilla empezó a ser considerado como una transición hacia otro momento posterior no definido.

Hedilla creó una Junta de Mando Provisional de Falange con tres hombres, lo cual daba todavía mayor sensación de provisionalidad. Todos los líderes regionales se sentían con derechos a liderar Falange y ninguno consideraba a Hedilla como sucesor de José Antonio Primo de Rivera. Hedilla era reconocido como honesto, pero poco capaz y con poca visión política. Sancho Dávila parecía representar el sentido revolucionario original de Falange.

Antonio Goicoechea, monárquico de Renovación Española, se oponía a la existencia de partidos políticos. Renovación Española era un partido elitista, que no creía en las masas, y por ello, tampoco tenía milicias populares. Era de la opinión de que había que unir a todos los monárquicos, carlistas y alfonsinos, y proponía para ello a Juan de Borbón, Hijo de Alfonso XIII, como heredero legal de los derechos de los pretendientes carlistas.

José María Gil Robles, de CEDA, encargó a Luciano de la Calzada que procurase la fusión de CEDA con los tradicionalistas, pues creía necesaria la fusión de fuerzas rebeldes para ganar la guerra. Su modelo era crear una gran fuerza por acuerdos entre los diversos partidos rebeldes.

Del 8 al 17 de febrero de 1937, comenzaron unas conversaciones en Portugal entre tradicionalistas y falangistas. Por una parte, estaban Manuel Fal Conde y José María Valiente por los carlistas, y por la otra, Pedro Gamero del Castillo (ACNP, monárquico y falangista), Luis Escario y Sancho Dávila, que se incorporó tarde y por su cuenta, pero no aportó nada.

Hedilla no quiso participar en estas conversaciones de unificación. Los falangistas de Hedilla empezaron pidiendo que Comunión Tradicionalista ingresase en Falange asumiendo los principios falangistas, pues no admitían acuerdos de fusión, sino que Comunión Tradicionalista debía desaparecer. Alabaron la decisión del carlismo de sublevarse contra el liberalismo capitalista, y su plan de “instaurar” una nueva monarquía cuando las circunstancias lo hicieran posible. Pero los falangistas exigían el Estado nacionalsindicalista. Frente a los hedillistas, Agustín Aznar y Sancho Dávila pedían la asunción de principios de la Falange primitiva, y la fusión que Franco pedía, con supeditación de Falange a los intereses militares de la rebelión. Es decir, aceptaban la jefatura de Franco.

Los carlistas hablaron de prepotencia falangista y de la necesidad de mantener las instituciones y valores tradicionales españoles. Frente a eso, Falange se reservaba elegir el momento de proclamar la nueva monarquía, y previamente, la educación del príncipe que se eligiera para ello, así como la creación de las nuevas instituciones de Estado que fueran precisas. Los carlistas hablaban de nombrar un triunvirato de unificación, mientras durase la guerra, el cual debía instituir una Regencia y proponer una monarquía católica y tradicionalista. Proponían a Jaime I como aspirante al trono. Se aboliría el liberalismo, la democracia y el parlamentarismo, ideas que habían sido declaradas “antiguas” por Mussolini.

Y no hubo acuerdo entre falangistas y carlistas en febrero de 1937. El 17 de febrero, hicieron una declaración por la que se reservaban el asunto de la posible unificación para ellos solos, sin intervención de nadie de fuera de sus dos grupos.

El 27 de febrero de 1937, los falangistas y carlistas volvieron a reunirse, esta vez en Salamanca. Se unieron al grupo de negociadores Julián Pemartín Sanjuán, líder falangista de Cádiz, y José María Arauz de Robles Extremera, líder carlista castellano, José María Valiente Soriano, líder carlista valenciano y Diputado por Burgos, y Tomás Domínguez Arévalo conde de Rodezno, líder carlista en Navarra y Extremadura. Pedro Gamero del Castillo dijo que las negociaciones debían producirse exclusivamente entre falangistas y carlistas, y que éstas serían posibles si Falange admitía la monarquía. Falange volvió a proponer que un triunvirato fuera la autoridad que rigiera la nueva entidad unida, hasta que se designase un Regente, que podía ser el propio Franco, Juan de Borbón u otro, el cual sería proclamado Jefe de Falange y del Carlismo. Pero Falange seguía exigiendo que los carlistas se incorporasen a Falange y no admitía la creación de un partido nuevo, ni que Falange se incorporase al carlismo. Y uno de los problemas que resultó definitivo fue que el líder de Falange, Hedilla, no estuviese en la mesa de negociación y que Fal Conde, el líder del carlismo, estuviese también ausente, pues eran los que podían tomar decisiones por sus respectivos partidos.

En febrero de 1937, apareció un nuevo personaje en escena, Ramón Serrano Súñer, que no era falangista de primera hora, pero era el albacea del testamento de José Antonio, muerto en 20 de noviembre de 1936. Y Serrano Súñer, simpatizante de Hitler, se hizo a sí mismo líder falangista de buenas a primeras. El 10 de febrero de 1937, la Delegación de Prensa y Propaganda de Franco, desmintió que Franco pensara crear un Partido Franquista como decían otras fuerzas políticas. Franco estaba preparando el Decreto de Unificación de partidos bajo su autoridad personal. Ramón Serrano Súñer lanzó el lema “una Patria, un Estado, un Líder”, el cual era traducción casi literal de “ein Volk, ein Reicht, ein Fürher”.

Sancho Dávila llegó en esos días desde la zona republicana y planteó su liderazgo dentro del partido falangista, liderazgo que todo el mundo creía que estaba ya en manos de Hedilla. Sancho Dávila se unió a Fal Conde, y juntos entablaron conversaciones con el carlismo vasco, Renovación Española, Acción Popular y otros elementos católicos y conservadores, a fin de constituir un Gobierno civil.

Fal Conde el líder carlista, quería abrir una Real Academia Militar Carlista, al igual que ya funcionaba, aunque clandestinamente, la Academia de Requetés de Pamplona. Franco envió al general Fidel Dávila a expulsar de España a Fal Conde y éste hubo de marchar a Lisboa. Franco no toleraba la ruptura de la unidad bajo el mando del ejército y se dispuso a acabar con carlistas y falangistas.

Los falangistas pidieron la realización de su programa político: reparto de la tierra entre los campesinos en cooperativas de trabajo con propiedad del Estado, control del trabajo obrero, nacionalización de la banca y la industria. Para ganar prestigio, creyeron que debían nombrar su líder a Pilar Primo de Rivera, cuyo socio político era Manuel Hedilla. Desde entonces, los historiadores hablan de falangistas de izquierda, los primitivos fascistas que nacionalizan la economía, y falangistas de derecha, los que aceptaron la dictadura conservadora y ultraderechista de Franco. Son dos cosas completamente contrarias y contradictorias que convivieron en el franquismo.

Los antihedillistas acusaron al líder de Falange,  Manuel Hedilla Larrey, de no cumplir las órdenes de la Junta de Mandos de Falange y de practicar demasiada propaganda de autopromoción bajo la excusa de promocionar a Falange. Y propusieron un triunvirato: Agustín Aznar, Sancho Dávila y José Moreno, asesorados por Rafael Garcerán, para que renovasen Falange Española. Por renovación entendían aceptar la jefatura de Franco. Hedilla habló con los carlistas José María Lamamié de Clairac y de la Colina y con José María Arauz de Robles Extremera en Villarreal de Álava, y les advirtió de que si no negociaban pronto la unificación, ésta les vendría impuesta por Franco, que ya la tenía preparada.

Cuando Hedilla supo que preparaban su defenestración, convocó el IV Consejo Nacional de Falange para el día 25 de abril de 1937 en Burgos. Quería hablar de la unificación de las fuerzas políticas del bando franquista. Quería mantener los principios de Falange, pero inmediatamente supo que Franco no se lo permitiría. Franco maniobró para presentar una candidatura alternativa a Hedilla, integrada por Sancho Dávila, de Sevilla; Moreno, de Navarra; y Aznar, de Madrid. El asesor jurídico de este grupo franquista era Rafael Garcerán Sánchez, el cual proponía una Falange monárquica y militarista, compatible con el carlismo y con Franco. Hubo desórdenes y protestas y Hedilla adelantó el día de la reunión del Consejo de Falange al 18 de abril, y cambió el lugar de reunión a Salamanca. Hedilla representaba el purismo falangista, fascista, socialista y obrerista y entendía que la unificación se debía producir por ingreso de los demás en Falange, con aceptación total de los principios falangistas.

     A fines de marzo de 1937, Ramón Serrano Súñer, cuñado de Franco, llegó a Salamanca. Como abogado monárquico, había sido jefe de JAP, sección juvenil de CEDA, y se declaraba simpatizante de Hitler y Mussolini, pero nunca se afilió a Falange. Había estado en la cárcel en agosto de 1936 y sabía de dos hermanos suyos “paseados” por los rojos y de las ejecuciones de Ruiz de Alda y de un hermano de José Antonio en la cárcel. A principios de 1937, se fingió enfermo y aprovechó para huir, refugiándose en la embajada argentina. Llegó a Salamanca defendiendo que ni los falangistas ni los carlistas estaban preparados para asumir un Gobierno y que debía ser Franco quien lo detentase. Su modelo de gobernante era Hitler.

El 11 de abril de 1937, Franco recibió a Tomás Domínguez conde de Rodezno y a Martínez Berasain conde de la Florida, en Salamanca. Franco les habló de que la guerra sería difícil y la reconstrucción más difícil todavía. Y les dijo que, sin la unificación, no se conseguiría la victoria, surgirían más partidos políticos y se complicarían las labores de Gobierno. Es decir, Franco exigía la sumisión de todos los partidos a su autoridad.

El 14 de abril de 1937, la Secretaria Política de Franco, dirigida por Ramón Serrano Súñer de acuerdo con Franco, preparó el Decreto de Unificación, por el que desaparecían todos los partidos políticos, incluidos el Carlista y Falange Española, y se creaba uno nuevo, presidido por Francisco Franco de forma autoritaria y vitalicia, que se llamaría Falange Española Tradicionalista y de las Juventudes de Ofensiva Nacional Sindicalista, abreviadamente Falange Española Tradicionalista y de las JONS, o mejor, FET y de las JONS.

El 16 de abril, hubo una reunión de los carlistas navarros en Pamplona, votaron a favor de la unificación franquista y hasta dijeron que se pondrían en contra del Pretendiente Jaime I si éste rechazaba la unificación.

El 16 de abril de 1937, se reunieron en Salamanca los falangistas enemigos de Hedilla: Aznar, Moreno, Dávila, Garcerán y Jesús Muro Sevilla, decidieron adelantarse al Congreso del 18 y dar un golpe para hacerse con Falange, y decretaron la destitución de Manuel Hedilla. Sería sustituido por el triunvirato: Sancho Dávila, Agustín Aznar y José Moreno.

Los delegados de Falange estaban en Salamanca el 16 de abril. Se encontraron en la calle los hedillistas y los Azanaristas y discutieron entre ellos, y el enfrentamiento acabó a tiros. Inmediatamente, Garcerán informó a Franco de los sucesos. Franco ordenó detener a Garcerán, el cual pedía que Hedilla fuera destituido y se impusiese el triunvirato de falangistas que él había preparado.

Hedilla puso en conocimiento de Franco la trama de Garcerán, aunque posiblemente, Franco ya la conociera e incluso hubiera sido Franco el instigador.

Entonces llegó José María Alonso Goya, un estudiante de Farmacia en Madrid, originario de Torrelavega donde había creado en 1935 la Milicia de La Montaña, organización de pistoleros falangistas que defendía a Hedilla, y se ofreció a Hedilla para conversar con Sancho Dávila, que también era conocido suyo. Sancho Dávila dormía en una casa de la Plaza Mayor de Salamanca, y Goya resultó muerto en esa entrevista en la noche del 16 al 17 de abril de 1937. Los acompañantes de Goya desarmaron a Sancho Dávila y a sus escoltas. En esa noche del 16 al 17 de abril de 1937, los hombres de Hedilla fueron a casa de Garcerán, donde se les recibió a tiros, hasta que la Guardia Civil se impuso y les detuvo a todos. Este acontecimiento es citado a veces como “los sucesos de Salamanca”. No hubo represalias de Franco. Sancho Dávila se excusó en que él no había sido el que había matado a Alonso Goya, sino alguien de su entorno que se había sobrepasado.

A Franco ya no le quedó duda alguna el día 17 de abril: Eliminaría a Falange y a Comunión tradicionalista y les sometería a su autoridad.

El domingo 18 de abril se reunió el Consejo Nacional de Falange. El cadáver de Goya estaba sin enterrar. Hedilla intervino en el Congreso para decir que había estado en el Cuartel General, es decir, con Franco, para pedir permisos para que llegaran delegados de Falange de todas las regiones de España para decidir el tema de la unificación. Franco se negó a dar esos permisos porque la concentración de falangistas en Salamanca podía ser un peligro para él. El coronel Barroso y Serrano Súñer, le comunicaron a Hedilla que la unificación se iba a producir de todos modos, por Decreto de Franco. La misma comunicación le llegó Rodezno.

El Congreso de Falange continuó con sus discusiones: unos decían que había que ir a ver a Franco y exigirle la independencia de Falange, y Hedilla manifestó en el Congreso Falangista que no se podían oponer a la decisión de Franco, porque en diez minutos Franco acabaría con Falange Española. Por tanto, debían buscar alternativas. José Sainz, un hedillista, decía que Franco no haría una cosa así por la fuerza.

Y los 30 miembros del Consejo Nacional de Falange nombraron Jefe Provisional Nacional de Falange a Hedilla por 10 de los 22 votos emitidos, y con 8 votos en blanco y 4 abstenciones. Hedilla tenía poco respaldo de sus falangistas. Agustín Aznar fue cesado de sus cargos. El Consejo Nacional de Falange declaró a Garcerán incompatible con ser miembro del Consejo de Falange y acusó a Sancho Dávila de haber preparado la conspiración. Hedilla constituyó una Junta Política, con Pilar Primo de Rivera y Dionisio Ridruejo. Fue un triunfo efímero de Manuel Hedilla. Franco se enfadó. El Consejo de Falange esperaba que se incorporara Raimundo Fernández Cuesta, para decidir el futuro de Falange.

En la tarde del 18 de abril, el teniente coronel José Moreno Díaz, falangista del grupo de Sancho Dávila, presentó las acusaciones contra Hedilla: le acusaba de querer unificar los partidos españoles y hacer desaparecer las milicias de Falange para crear una milicia única de requetés y falangistas. En estas condiciones, el entierro de José María Alonso Goya fue dramático.

El lunes 19, continuó el Congreso Falangista. Y se puso de manifiesto que Garcerán, Sancho Dávila, Aznar y Moreno, estaban de acuerdo con Franco. Se sospechó que Franco les había sugerido los nombres del Jefe de Falange, Secretario General, Jefe de Milicias, miembros del Consejo y Junta Política que deseaba en Falange Española. Aznar y Moreno manifestaron que ellos no habían hablado con Franco. Hedilla les apostilló que estaba seguro de que Garcerán y Moreno sí habían hablado con Franco y con Mussolini al respecto.

El Congreso de Falange acusó a los Tradicionalistas carlistas de haber sido ellos los que habían pedido la Unificación, pues se mantenían callados tras el anuncio de Franco.

El 19 de abril por la noche, se hizo oficial la Unificación en los documentos emitidos en el Palacio Episcopal. Y Franco hizo un nuevo discurso tras facilitar el texto de la Unificación a Hedilla. Y dijo que no le había comunicado antes el Decreto de Unificación, porque Serrano Súñer lo había estado consultando con Queipo de Llano y Mola.

Falange Española y de las JONS desaparecía, y con la Unificación, se creaba un nuevo partido. Franco pensó en el nombre del nuevo Partido, y sugirió Falange Española de la Tradición, pero Serrano Súñer aportó el nombre definitivo: Falange Española Tradicionalista y de las JONS.

Hedilla le pidió a Franco que, al menos, se mantuvieran los 27 puntos fundacionales de Falange, y Franco le contestó que los haría “variando dos o tres cosillas”. Franco prohibió a Falange pactar con otras fuerzas políticas, pues los pactos políticos quedaban en exclusiva para Franco.

         El Decreto de Unificación.

El lunes 19 de abril, Franco leyó un discurso preparado por Ernesto Giménez Caballero y retocado por Ramón Serrano Súñer, y anunció que unificaría todas las fuerzas políticas con las militares y que él sería el jefe único de la nueva organización. Franco no había informado a Hedilla del contenido del discurso y Hedilla se quejó.

El 19 de abril de 1937, Franco acababa con Falange Española y la sustituía por una nueva Falange franquista denominada Falange Española Tradicionalista y de las Juventudes de Ofensiva Nacional Sindicalista. Aunque Nacional Sindicalista es lo mismo que fascista, del nacional sindicalismo de JONS, sólo quedaba el nombre. Quedaban fusionados los falangistas, los de Comunión Tradicionalista, los grupos nacionalsindicalistas y los militares, y el jefe único de la nueva agrupación sería Francisco Franco, el cual se invistió a sí mismo con la americana blanca de Falange y las insignias de los demás grupos que controlaban milicianos y pistoleros de derechas. La soberanía sobre el partido dejó de pertenecer al Consejo de Falange, para pasar a Franco. Comunión Tradicionalista aceptó la fusión. Renovación Española se autodisolvió. CEDA aceptó el Decreto de Franco.

Falange Española tenía 36.000 milicianos, el requeté de Comunión Tradicionalista contaba con 22.000 milicianos, y el resto de fuerzas unificadas contaba entre todos con unos 6.000 milicianos. La enorme diferencia de milicianos de los distintos grupos fue porque los rebeldes que se sentían revolucionarios, partidarios de colectivizar la tierra y estatalizar la industria, se afiliaban a Falange, mientras que los que defendían la propiedad privada y el catolicismo se afiliaban al requeté. Los fascistas son revolucionarios y nunca pueden ser confundidos con las gentes de derechas que defienden la propiedad privada por encima de otros muchos derechos. El llamar fascistas a los de derecha, proviene de una orden del Comintern de Moscú, que fue muy difundida en España de 1937, pero los fascistas no son de derechas, y ni siquiera de extrema derecha. La diferencia con el comunismo, es que los fascistas creen en el espíritu del pueblo, un ser cultural que vive sobre cada pueblo y elige a un líder que realice el destino del pueblo en cada momento, y al que los hombres se deben sacrificar incluso entregando su vida. En cambio, los comunistas creen en la “democracia socialista” o unión de los trabajadores, los cuales deciden en cada momento, a través de sus órganos representativos, la política a seguir por los dirigentes, y una vez elegida, se sacrifican por la causa. Frente a todos ellos, los liberales piensan que el individuo es el supremo valor que no debe sacrificar su vida a nadie ni a nada, y en todo caso, sacrificaría algún aspecto de sus derechos, sólo cuando entre en colisión con otro derecho considerado más importante.

Franco quería a todos los milicianos de derechas y falangistas militarizados a las órdenes de los jefes del ejército. El 20 de diciembre de 1936, Franco había ordenado la militarización de todos ellos, pero la eficacia del decreto era discutible, hasta que Franco decidió imponerla por su autoridad en 19 de abril de 1937.

El 20 de abril de 1937, se publico el Decreto de Unificación. Franco reaccionó contra los falangistas y carlistas  creando, el 19 de abril de 1937, «Falange Española Tradicionalista y de las JONS» que era la unificación de todas las tendencias falangistas, tradicionalistas y católicas bajo su presidencia. Se llamó el “Decreto de Unificación”. Lo más importante de este Decreto era la Jefatura Única de falangistas y requetés, la cual correspondería a Franco. En los actos de Salamanca no se rebeló nadie contra el Decreto de Unificación. Sabían que el que se rebelase sería acusado de traición y fusilado.

El Decreto 255, llamado de la Unificación, decía que los partidos políticos y organizaciones políticas, consumían muchas de sus energías en debatir inútilmente entre ellos, y que era el momento de crear un Estado Nuevo, el cual no sería un conglomerado de fuerzas, ni una unión pasajera, sino el enlace definitivo entre la sociedad y el Estado. Se apreciaba el trabajo hecho hasta entonces por Falange y por el Requeté, meritorio por el espíritu aportado al “Movimiento Nacional”. Pero en adelante, España establecía un régimen totalitario que unía la fuerza del requeté tradicionalista y la fuerza nueva de Falange. Se mantenían los 26 puntos programáticos de Falange (eran 27 y se había suprimido uno). Y no se descartaba que el régimen político pudiera evolucionar, se entendía que para restaurar la monarquía. El nuevo régimen político no sería estático y rígido, como las Constituciones, sino que serían “un movimiento” encabezado por Franco. Los españoles serían libres de participar, o no, en ese Movimiento, pero no toleraría en adelante los partidos políticos. Franco sería el Jefe del Estado. Y a su servicio, estarían el Secretariado o Junta Política, y el Consejo Nacional. En ambos órganos, participarían los miembros del nuevo partido llamado Falange Española Tradicionalista y de las JONS.

La Junta Política sería la encargada de crear las estructuras organizativas del Nuevo Estado, y auxiliaría al Jefe del Estado en la preparación de una estructura orgánica y funcional del Estado.

El Consejo Nacional sería una asamblea para discutir los grandes problemas nacionales que le propusiese el Jefe del Estado. El Consejo Nacional fue perdiendo protagonismo muy rápidamente, porque discutía los proyectos que Franco le presentaba a su aprobación. Durante 1938 y 1939, todavía mostraba opiniones propias. Pero Franco no quería opiniones divergentes a la suya, y le sustituyó por la Junta Política.

Se creaba una Milicia Nacional en la que se fusionarían los falangistas y requetés. En ella, cada grupo tendría derecho a mantener sus banderas himnos e insignias. La Milicia Nacional sería una fuerza auxiliar del ejército.

Se considera que el autor del Decreto 255 era Ramón Serrano Súñer. Había tomado ideas del fascismo italiano, como el de subsumir los partidos políticos en el Estado y el hablar de un Estado Nuevo. Desaparecía por completo la ideología carlista.

Una vez tomada esta decisión de unificar los partidos en el bando franquista, los terratenientes, burgueses y católicos se integraron en masa en FET y de las JONS, y Franco, el 19 de noviembre de 1937, creó el «Consejo Nacional del Movimiento», una especie de cuerpo de consejeros representante de todos los poderes del Estado, banca, industria, agricultura, que tenía la misión de estar al lado de Franco controlando al Gobierno y las decisiones de los Ministros.

Franco obtuvo el apoyo de todos los grupos conservadores españoles, excepto algunas minorías falangistas y carlistas. José María Gil-Robles, el viejo líder de CEDA, se mostraba entusiasmado con la aparición de la nueva figura de Franco, ahora caudillo, y envió una carta a Luciano de la Calzada, en la que aceptaba la disolución de Acción Popular y la integración de sus miembros en el franquismo. A mediados de mayo, los católicos se sumaron al franquismo. Y las adhesiones se tradujeron en nombramientos: Pilar Primo de Rivera fue nombrada Presidenta de la Sección Femenina de la nueva Falange; la tradicionalista Urraca Pastor, fue nombrada Delegada de Frentes y Hospitales; Mercedes Sanz Bachiller, la viuda de Onésimo Redondo, fue nombrada Delegada Nacional de Auxilio Social. La mujer estaba siendo utilizada como reclamo. En esta línea, el catolicismo no tuvo representantes en organizaciones de altura, porque no hay mujeres en los altos cargos de la Iglesia. Franco adoptó el saludo brazo en alto, de modo que éste dejó de ser un símbolo falangista, para convertirse en franquista. Toda la administración franquista estaba obligada a usarlo. La camisa azul falangista fue adoptada por los franquistas, que también vistieron la boina roja requeté, perdiendo los viejos partidos sus símbolos.

El 22 de abril de 1937, Franco designó una nueva Junta Política de FET y de las JONS, con Hedilla al frente de la misma. Hedilla no aceptó, pero los falangistas fueron cayendo del lado de Franco poco a poco.

Sobre las milicias falangistas y requetés, Franco respetó sus uniformes y distintivos. Franco prensaba que ambas organizaciones eran totalitarias, y por tanto incompatibles entre sí. Pero les dijo que debían colaborar en ganar la guerra, y ya se discutiría después el devenir de las milicias. Y las milicias lo aceptaron.

     Reacciones al Decreto de Unificación.

Sorprende que no hubiera apenas reacción al Decreto de Unificación que prácticamente eliminaba a Falange, al carlismo y a los partidos monárquicos. Los monárquicos eran una minoría sin demasiado apoyo popular, y en este caso es explicable que no se rebelaran contra Franco. Eugenio Vegas Latapié intentó hacer valer a los monárquicos de Alfonso XIII, pero fue cesado por telégrafo antes de empezar a discutir el Fuero de los Españoles, una vez que Franco supo de su postura reticente. Entre los carlistas, Tomás Domínguez Arévalo conde de Rodezno, que controlaba el carlismo navarro, estaba dispuesto a colaborar con Franco en todo, e incluso a vestir la camisa azul falangista, y a muchos católicos integristas; Manuel Fal Conde se oponía a la integración en el nuevo partido único, pero no se opuso a Franco y Franco le arrastró en su acaparamiento de todo. Fal Conde quería mostrarse como representante de la esencia carlista y siempre se opuso a pactos con Mola, con Falange y con Franco. La CEDA estaba muy desacreditada porque no se había opuesto con suficiente fuerza a la República en su momento, en los años 1931-1933, y en 1936. En el caso de los tradicionalistas, se debía a que estaban muy divididos internamente. Y en el caso de Falange, en esos momentos no había un líder respetado por todos, sino una serie de grupos en torno a Dionisio Ridruejo, Fernández Cuesta, José Ibáñez Martín, Luciano de la Calzada, José María Pemán, Sainz Rodríguez… Entre los falangistas viejos, la mayoría no veía en el franquismo un partido de síntesis de sus diversas agrupaciones falangistas, sino una “estructura de poder” oportunista, que podía ser cambiada en un momento dado a voluntad de Franco. Falange se quejó mucho de haber sido perjudicada por la unificación, pero de sus filas salieron los más de los colaboradores con el franquismo, la nueva Falange que transformó “Falange Española de las JONS”, en “Falange Española Tradicionalista y de las JONS”.

Los grupos que presentaban reticencias a la unificación, provenían de CEDA, carlistas ultracatólicos, monárquicos tradicionalistas carlistas, falangistas, y el ejército.

La unificación del bando franquista supuso una gran ventaja en la guerra. Todavía el bando gubernamental era superior en territorio, población y recursos, pero su disgregación entre anarquistas, comunistas de muy diversas facciones, pesoístas largocaballeristas populistas, pesoístas democráticos, republicanos liberales, catalanistas y vasquistas, les hacía mucho más vulnerables. Las milicias falangistas fueron controladas, y los líderes fascistas fueron juzgados sumariamente, de modo que sólo subsistieron los que se avinieron a colaborar con Franco.

   Reacción militar a la unificación.

Algunos militares falangistas crearon entonces un pequeño grupo ilegal al que llamaron Falange Española Auténtica, y que reivindicaba las ideas de José Antonio Primo de Rivera, y su figura principal era el general Emilio Rodríguez Tarduchy, 1879-1964, militar, abogado y periodista sevillano, que en 1931 abandonó el ejército, y en noviembre de 1933 ingresó en Falange y en Unión Militar Española UME. En octubre de 1936 se refugió en la Embajada de Chile, de la que salió el 28 de marzo de 1931, para ocupar Madrid con unos carlistas. Tres de sus hijos fueron fusilados por los republicanos durante la guerra. En diciembre de 1939, creó Falange Española Auténtica, organización clandestina. Fue Consejero de FET y de las JONS y Procurador en Cortes para Franco.

En el Ejército, el Decreto de Unificación no cambió nada. Algunos jefes militares del nuevo partido falangista, sugirieron a Franco hacer obligatoria la militancia en la nueva Falange, a los altos jefes militares, y que incluso vistieran camisa azul. Pero Franco no les hizo caso. Lo que más molestó, fue que les impusieran el saludo fascista, lo cual duró muy poco, y volvieron al saludo militar tradicional. La unificación mejoró las condiciones de vida de los mandos subalternos del ejército, pues no diferenció oficiales y suboficiales procedentes de milicias, de los procedentes de la vía profesional.

     Los monárquicos ante la unificación.

El tema más complicado era la asimilación de los monárquicos. Para empezar, Franco puso reparos a Juan de Borbón. Empezó diciendo que, primero, había que ganar la guerra, y ya se vería la solución política después. El primer argumento de Franco fue no exponer a un Rey a la responsabilidad que conlleva una guerra, donde se toman decisiones muy contundentes, y lo mejor era que apareciera después como pacificador. La monarquía era una posibilidad que se consideraría cuando el Estado estuviese asentado sobre bases firmes. De momento, Franco logró que el tema quedase aparcado.

La CEDA era el partido de referencia de la derecha durante la Segunda República. Era el partido de los católicos. En 1937, había discrepancias dentro de CEDA, entre los que aceptaban a Franco como Jefe del Estado Nuevo, y Ángel Herrera y Luis Lucia que se negaban a aceptar una dictadura franquista. José María Gil-Robles Quiñones de León, el líder para entonces desprestigiado de CEDA, envió a Burgos a muchos de sus diputados para testimoniar que CEDA estaba con Franco, y explícitamente se declaró partidario de los rebeldes, pero Franco no le confió ningún cargo de Gobierno. Gil Robles decidió residir en Lisboa, desde donde podía viajar a la España rebelde, hablar con Mola, e intentar hallar el papel político que podía jugar CEDA. Su representante ante los rebeldes era Luciano de la Calzada Rodríguez. Calzada organizó las Juventudes de Acción Popular en Burgos y en Valladolid, pero no logró apenas seguidores como sí lo estaban haciendo Falange y el Requeté. Gil Robles tenía una postura no del gusto de franco, pues decía que él se subordinaba al ejército, pero no a la persona de Franco.

Los alfonsinos, de Alfonso XIII, hicieron su campaña política entre los generales rebeldes. Creían que debían ganar cargos en el Estado Nuevo de Franco y ello les daría como resultado la vuelta de Alfonso XIII como Rey. Pero no obtuvieron apoyo popular en ningún momento. No consiguieron milicias. Su argumento era que la rebelión era exclusivamente militar, y que los falangistas y carlistas se tendrían que someter a los designios militares. Entre tanto, el mando único del bando rebelde, debía estar en manos de Franco. Esperaban ser mayoría en la Junta de Defensa, y luego en la Junta Técnica del Estado. Juan de Borbón se posicionaba como heredero de Alfonso XIII, y decía que, a la muerte de Juan de Borbón, el pretendiente carlista, se debían unificar las dos ramas dinásticas en su persona. Decía que él no sería como su padre, condescendiente con la izquierda, pero estas afirmaciones no convencieron a los franquistas, y nunca tuvo oportunidad de suceder a Franco. Sin embargo, su hijo Juan Carlos, fue a la postre el elegido sucesor a título de Rey.

A comienzos de agosto de 1936, Eugenio Vegas Latapié, Eliseda y el coronel Juan Vigón Suero-Díaz, habían ideado una maniobra para forzar la proclamación de Juan de Borbón como Rey de España: le prepararon a Juan de Borbón un mono azul, con las cinco flechas falangistas en el pecho y una boina roja y un brazalete con la bandera española y la carlista, y le querían llevar al Alto de los Leones, meterle entre los soldados del general Ponte, unas semanas, o tal vez unos meses, y en un momento dado, hacerle aparecer como el futuro Rey de España. Mola no aceptó la operación, y detuvo a Juan de Borbón al Llegar a Aranda de Duero. Y expulsó de España a la expedición en la que iba Eliseda.

      Los falangistas ante la unificación.

En julio de 1936, Falange vivía un cantonalismo, en el que cada jefe de cada región actuaba por su cuenta. Su colaboración con los rebeldes era de distinto tipo, según las zonas. Había 25 Jefes Provinciales: Luna y Carrasco en Extremadura; Merino y Muro en Aragón; Hedilla en Santander…

El 20 de noviembre de 1936, José Antonio Primo de Rivera fue ejecutado, y el desconcierto interno en Falange ya fue muy grande, pues no se había previsto quién sería el sucesor, dado que era una organización popular y espontánea. Muchos aspiraban al liderazgo.

Algunos falangistas no soportaron la imposición del 19 de abril de 1937 y se rebelaron contra Franco, siendo detenidos, condenados a muerte e indultados más tarde. Hedilla se opuso frontalmente al Decreto, que reducía a los falangistas a hacerse cargo de los puestos municipales y provinciales, además de las milicias de retaguardia, pero les excluía del poder en sus altos Organismos estatales. Hedilla era uno de los condenados. Todos los oficiales del ejército y todos los funcionarios del Estado quedaban obligatoriamente integrados en el nuevo partido, con lo cual Falange no tenía ninguna posibilidad de volver a reconstituirse. En general, los falangistas viejos estaban descontentos, pero no se atrevían a manifestarse. Y los falangistas nuevos entendían la decisión de Franco, para no caer en el desorden militar que ya tenían los enemigos republicanos. Lo único que exigieron fue conservar los uniformes y banderas, y Franco accedió. Desde entonces, todos los años, durante décadas, se reunían varias veces para exhibir estos uniformes y banderas. El uniforme era la camisa azul con el yugo y las flechas como distintivo. Los requetés llevaban boina roja con la cruz de San Andrés. Y para contentarles, Franco decidió que algunas unidades militares llevasen camisa azul y boina roja, una mezcla de ambos uniformes, pero la autoridad era Franco.

Manuel Hedilla Larrey fue detenido el 25 de abril de 1937 cuando ordenó que los falangistas no obedecieran sino a la Junta de Falange presidida por él, y no a la Junta organizada por Franco. Hedilla fue detenido, juzgado, condenado a muerte, indultado en 1941 y confinado en Canarias hasta 1941 y en Mallorca cuatro años más. En 1947 fue liberado y se estableció en Madrid, pero ya nunca más participó en política. Sus partidarios crearon “Falange Auténtica”, un grupo que pretendía volver al espíritu inicial, lejos de la sumisión a Franco. Manuel Hedilla Larrey, 1898-1970, era un mecánico naval con poca formación intelectual. Se hizo falangista en 1933, a primera hora. En 1934 fue declarado Jefe Provincial de Falange Española en Santander. José Antonio Primo de Rivera le nombró Inspector General de Falange para el Norte de España, y ello le dio una cierta popularidad, y José Antonio confiaba en él, pero en Santander no había demasiados afiliados a Falange. Se sumó a la rebelión en julio de 1936 y ayudó a la sublevación de Galicia, donde estaba en esos días. Tuvo la suerte de no estar en Santander el 18 de julio, cuando hubiera podido ser asesinado o encarcelado. El 2 de septiembre de 1936, fue nombrado Jefe de la Junta Provisional de Falange. Había ascendido a la cabeza de Falange, por la eliminación sucesiva de los distintos jefes anteriores.

El 20 de abril de 1937, Hedilla fue a ver a Franco, que se había proclamado a sí mismo “Jefe Nacional de Falange Española y de las JONS”. El problema era que Franco consideraba liquidada Falange Española, mientras Hedilla pedía que se mantuviera una cierta independencia de Falange.

El 22 de abril de 1937, Franco creó una nueva  Junta Política de FET y de las JONS integrada por 10 miembros, de los que 4 eran carlistas. Presidente: Hedilla (que estaba detenido desde dos días antes). Vocales: Conde de Rodezno; coronel Gazapo; Dotz; Miranda; Arellano; Giménez-Caballero; Mazón; González Bueno; Ladislao López Bassa (falangista franquista). Era significativo que no estuviera Fal Conde, pero respondía a que el líder carlista no aceptó la unificación. Hedilla se resistió a aceptar el nuevo cargo que se le ofrecía, porque sabía que se estaba disolviendo Falange y creando una institución nueva, que era el franquismo. Franco lo consideró rebeldía, detuvo a Hedilla el 29 de mayo, le juzgó en consejo de guerra el 5 de junio de 1937 y le condenó a muerte. El 18 de julio de 1941, Franco le conmutó la pena por reclusión perpetua. También fueron procesados Nieto, Arrese, Ruiz Castillejos, Alcázar de Velasco y Gaceo. Y fueron encarcelados Aznar, Dávila y Garcerán. Como Hedilla fue detenido, se nombró nuevo Jefe de la Junta Política a Fernando González Vélez.

La nueva Junta Política era un organismo dócil a Franco. Estaba integrada por el general Asensio; los monárquicos Sainz Rodríguez y Eduardo Aunós; los carlistas Esteban Bilbao, Juan José Pradera, Elizalde y Muñoz Aguilar; los hombres de Serrano, Serrano Súñer, Ridruejo, y Gamero del Castillo; y los falangistas González Vélez y Aznar. La Junta Política no duró mucho tiempo porque a Franco le molestaba que no mostrasen sumisión absoluta. Incluso llegó a decir que debería haber fusilado a Hedilla, cuando algunos falangistas hablaron de revitalizar Falange.

También Franco creó un Consejo Nacional de FET y de las JONS con 50 miembros, de los cuales 12 eran carlistas.

Las milicias falangistas fueron entregadas al general Monasterio y su equipo: los coroneles Rada y Gazapo. Admitieron como “asesores políticos” a Agustín Aznar y a Juan Elizalde.

El verdadero dirigente de Falange Española a partir de 1937, fue Ramón Serrano Súñer, un hombre inteligente pero temerario, confiado en su encanto personal de trato en la corta distancia, ambicioso y sagaz. Llegó a Salamanca en febrero de 1937, cuando tenía 35 años.

Ladislao López Bassa, un convencido nacional sindicalista líder de Renovación Española en Mallorca, fue incorporado a la Junta Política de Falange, y ejerció como Jefe de Falange hasta que Raimundo Fernández Cuesta se hizo cargo del puesto a finales de 1937.

Falange le parecía a sus militantes “un cuerpo monstruoso sin cabeza”, una vez que había desaparecido José Antonio Primo de Rivera y Falange tenía tantas organizaciones por toda España, aunque fueran pocos los militantes. Faltaba el dirigente que marcara la ideología.

El 4 de agosto de 1937, FET y de las JONS fue dotada de nuevos Estatutos en los que Franco fue consagrado como líder no criticable ni censurable. Y en octubre de 1937, se designó un nuevo Consejo Nacional de Falange integrado por 25 falangistas, 12 carlistas, 8 militares y 5 monárquicos, 50 miembros en total.

Raimundo Fernández Cuesta, 1896-1992, fue reconocido como Jefe de Falange de la nueva Falange franquista. Era abogado, notario y del Cuerpo Jurídico de la Armada. Militó en Falange desde 1933 y fue amigo íntimo de José Antonio Primo de Rivera. Estuvo en la Junta de Mando de Falange, y desde octubre de 1934 en la Junta Política. En febrero de 1936, fracasó en las elecciones y en marzo fue encarcelado. Por eso la rebelión la pasó en la cárcel. En marzo de 1937, fue reconocido como uno de los Jefes de Falange. Y en octubre de 1937, fue liberado de la cárcel, por un canje con otros presos. Franco le utilizó como Secretario General de Falange; en enero 1938 le nombró Ministro de Agricultura; en agosto de 1939, fue Embajador en Río de Janeiro; en enero de 1945, Presidente de las Consejo de Estado; en julio de 1945, Ministro de Justicia; en 1951, Secretario General del Movimiento. Hasta que en 1956, decidió dejar la política.

Falange no fue consciente de las dimensiones de su relegación y de que no accedería a su revolución nacional sindicalista, hasta 1942. Creían poder introducirse en los órganos del Estado de Franco, hasta que se dieron cuenta que esos órganos estaban vacíos, pues el único poder era Franco. El Estado era Franco. Los falangistas llevaban sirviendo a Franco desde 1936. Había sido culpa de los falangistas, porque muchos de ellos ambicionaban poder y dinero, justo lo que decían que no les importaba. En cuanto Franco les había ofrecido carguillos bien remunerados y con poco trabajo, prácticamente sinecuras, abandonaron su espíritu revolucionario y aceptaron el franquismo. Franco adoptó algunas frases y algunos símbolos falangistas, y los fascistas españoles aceptaron que el franquismo era la revolución de José Antonio Primo de Rivera. Los falangistas habían obtenido de Franco la Prensa y Propaganda, la Sección Femenina, la Organización Sindical y el Frente de Juventudes, y con ello se sintieron satisfechos y renunciaron a su revolución fascista. Renunciaron incluso a controlar el Estado, y dejaron que Franco fuera intocable. En 1942, cuando algunos protestaron, ya no había remedio, porque la mayoría estaba cómoda en sus poltronas, dotadas de privilegios, poder y buenos sueldos.

Tras la aparición de una nueva Falange, ahora franquista, hubo que hacer una vertebración distinta del nuevo partido, nuevos cargos, nueva simbología, nuevas instituciones, y ello llevó algún tiempo, prácticamente todo el año 1937. La unificación de partidos en torno a Franco se produjo en el entorno de una guerra, y la nueva disciplina se impuso con rigidez militar: había que cumplir escrupulosamente con las nuevas liturgias, había que organizar los organismos que se creaban, había que generar mecanismos de socialización que sustituyeran las ideas sociales de la vieja Falange, y era precisa una campaña continuada de exaltación de la figura de Franco. El totalitarismo de Falange no era compatible con el totalitarismo de Franco.

Continuaron reivindicando la revolución falangista los llamados legitimistas como Patricio González de Canales, Daniel Buhigas, Ricardo Sanz, Ventura López Coterilla, Luis de Caralt, José Antonio Pérez Cabo, Gregorio Ortega Gil, Ramón Cazañas, Emilio Rodriguez Tarduchy. Estos hombres pueden ser calificados de falangistas de izquierdas, pues reivindicaban la colectivización de la tierra en cooperativas de trabajadores, la nacionalización de la industria, estatalización de los servicios. Pero luchaban contra los comunistas porque los comunistas creían en la democracia de los trabajadores, la cual era gestionada por un Comintern internacional, mientras ellos reivindicaban los valores nacionales y tradicionales de la Patria y el Líder y la realización del destino de los pueblos.

Más tarde apareció el Grupo de Burgos, de intelectuales falangistas contrarios da Franco, entre los que estaban Dionisio Ridruejo, Luis Felipe Vivanco, Luis Rosales, Gonzalo Torrente Ballester, Pedro Laín Entralgo, Eugenio D`Ors, y desde 1951 Joaquín Ruiz Giménez.

Incluso habría un Frente Sindicalista Revolucionario dirigido por Narciso Yepes, dispuesto a acabar con el franquismo por la fuerza.

Frente a todos estos grupos, la mayoría de los falangistas estuvo con Franco, es decir, se volvieron “conservadores”, pues aceptaban la propiedad privada, la autoridad de un líder militar no salido de la voluntad del pueblo, el pacto con el catolicismo, ideas todas contrarias al fascismo.

     Los nacionalistas vascos ante la unificación.

En donde más pupa hizo el Decreto de Unificación fue en Navarra y País Vasco, pues el PNV era un sistema de caciques que monopolizaba el poder, y fueron desplazados por falangistas llegados de fuera. Los nuevos falangistas fueron franquistas católicos.

     El carlismo ante la unificación.

Los carlistas navarros apoyaron en masa a Franco, y Fal Conde se encontró sin bases, y de hecho, podemos decir que Comunión Tradicionalista Carlista dejó de existir.

Javier, el pretendiente carlista desautorizó a los carlistas que colaboraban con Franco, pero ellos siguieron colaborando y en 1938 el conde de Rodezno fue Ministro de Justicia del primer Gobierno de Franco a pesar de que Franco les había suprimido las juntas, círculos, emisoras y organización carlista.

Los carlistas, integristas católicos, estaban encantados con una rebelión franquista antiliberal, pues era lo que ellos defendían desde hacía tiempo, eliminar a los que se atrevían a criticar a la Iglesia Católica. Organizaron en Navarra un Gobierno autónomo, y creían que Franco les respetaría siempre, porque ambos eran católicos. Pero Franco decidió que respetaría a la Iglesia, si la Iglesia le respetaba a él, lo cual no era la sumisión que pedía el integrismo. El líder de los integristas católicos españoles era Tomás Domínguez Arévalo, VII conde de Rodezno[2], XII marqués de San Martín de España, V conde de Vallellano. Tomás Domínguez era hijo de un propietario sevillano que se casó con la navarra María Dolores de Arévalo, VI condesa de Rodezno. Tomás se casó con la extremeña Asunción López-Montenegro García Pelayo. Por ello, Tomás fue propietario de muchas fincas en Cáceres, La Rioja y Navarra. Cursó Derecho en Madrid, y fue senador desde 1921, por ser de familia de alta nobleza. Sus familias habían ocupado terrenos comunales en el siglo XIX, y se las habían apropiado, lo cual originaba conflictos con los campesinos desposeídos de la tierra. Para defender sus propiedades, Tomás creó la Confederación Nacional Católico Agraria, y la Asociación de Terratenientes de Navarra. Naturalmente, se opuso a la Segunda República que amenazaba con expropiarle sus fincas. Apoyó la rebelión de Sanjurjo en 1932, y negoció la compra de armas a Mussolini en 1934, para una revolución que nunca tuvo lugar. Tuvo problemas en 1933 y 1934, cuando los campesinos navarros y extremeños reclamaron los comunales y ocuparon esas fincas. En 1934, organizó la compra de armas en Francia para los requetés navarros, y utilizaba a los párrocos para distribuirlas por los pueblos de esa provincia. En 1936, apoyaba el Estatuto Vasco, cuando creyó que era una secesión de España, para crear un Estado papista, pero se puso en contra a los pocos meses, cuando supo que los vascos se declaraban un Estado no confesional. En 1936, negoció con Mola la incorporación de sus requetés a la sublevación, lo que no se decidió hasta bien entrado el mes de julio, porque Mola no aceptaba el integrismo católico. En 19 de abril de 1937, Tomás Domínguez aceptó el Decreto de Unificación y fue premiado en 19 de octubre de 1937, con 17 puestos de los 50 que tenía el Consejo Nacional de Falange Española Tradicionalista y de las JONS; y luego obtuvo el Ministerio de Educación en abril de 1939 y con el Ministerio de Justicia en agosto de 1939. Como Ministro de Justicia, impuso el matrimonio católico, prohibió el divorcio, sometió a la esposa en todo a su marido hasta perder la personalidad jurídica, condenó a los que no se rebelaron con Franco, y restauró la Compañía de Jesús y le devolvió los bienes que le habían sido incautados por la República. Se excusó de responsabilidades morales, diciendo que el que mataba era el ejército, y que él no tenía responsabilidad alguna cuando sentenciaba según la ley. Miles de personas fueron ejecutadas mientras él era Ministro. Y fue él el que tuvo 400.000 presos en campos de concentración, a los que depuró, y muchos fueron fusilados y otros enviados a campos de concentración. En 1946, apoyó la monarquía de Juan de Borbón.

Fal Conde quería la autonomía de Comunión Tradicionalista, y negociaba con Franco cierta independencia carlista, mientras Rodezno era colaborador cerrado con Franco, sin condiciones, salvo que se protegiera en todo a la Iglesia Católica. El hombre de Rodezno en Pamplona era Raimundo García Garcilaso, Director de El Diario de Navarra. Rodezno era en julio de 1936 el líder de la Junta Regional Carlista en Navarra, mientras que Fal Conde era el líder del conjunto del carlismo.

En 1936, los carlistas tradicionalistas Rodezno y Fal Conde, decidieron colaborar entre ellos y abandonar sus rivalidades anteriores. Fal Conde era el Jefe del Partido, y Rodezno era el intermediario ante Franco.

En septiembre de 1936, intentaron un carlismo-social, y crearon una Delegación de Gremios y Corporaciones. Su ideólogo era Arauz de Robles, que gestionaba la Obra Nacional Corporativa, a partir de los sindicatos católicos. Crearon instituciones carlistas en  Cataluña; redactaron relatos de la guerra en los que atribuían a los carlistas todas las victorias de Franco; cambiaron el título del periódico La Voz de Guipúzcoa, por La Voz de España.

Y hasta es posible que el carlismo hubiera tenido un mayor protagonismo en el franquismo posterior. Pero seguramente la muerte del pretendiente Alfonso Carlos a finales de septiembre de 1936, y su sustitución por Javier, no les favoreció. Fal Conde recomendó a Javier no venir a España, hasta el momento en que Franco diera su visto bueno para dar paso a una monarquía, en la cual esperaban el triunfo definitivo del carlismo.

Manuel Fal Conde, 1894-1975, era de Huelva y se formó en los jesuitas, pasó luego a estudiar Derecho en Sevilla, y se licenció en 1916. Puso un bufete en Sevilla. Se hizo colaborador del cardenal Ilundain, y fue Director del Patronato de los Obreros Jesuitas Hispalenses. Había sido formado en la ideología integrista católica. En 1930, se propuso reorganizar Comunión Tradicionalista en Andalucía Occidental, y fue Jefe Regional de Comunión Tradicionalista desde marzo de 1930. El 10 de agosto de 1932, fue juzgado por golpismo y condenado a tres meses de cárcel. Salió reforzado como jefe carlista, pues había llamado la atención de Alfonso Carlos de Borbón, que el día 3 de mayo de 1934, le nombró Secretario General de Comunión Tradicionalista. En julio de 1936, estuvo en la rebelión militar, pero defendió la independencia de sus milicias carlistas y se negaba a que se sometieran al ejército. En 1937, se opuso a la unificación que hizo Franco, y el 20 de diciembre de 1937, se fue a Lisboa. Franco le ofreció ser Consejero de la nueva Falange Española Tradicionalista y de las JONS, pero rechazó la oferta. En 1939, quedó en libertad vigilada en Sevilla, y su figura política se fue diluyendo.

El carlismo quedó dividido tras el Decreto de Unificación. Manuel Fal Conde se oponía a pactar con el Franquismo y contaba para ello con el apoyo de Javier de Borbón, pero muchos carlistas aceptaron cargos del franquismo. Franco le ofreció a Fal Conde la Embajada en El Vaticano, y Fal Conde la rechazó. El conde de Rodezno se indignó porque Fal Conde le hiciera un feo a Franco. Entonces, Franco le ofreció a Fal Conde un puesto como Consejero Nacional de Falange, y Fal Conde lo rechazó. Fal Conde ofrecía adhesión incondicional a la persona de Franco, pero no a su política de crear un partido franquista. Decía que un partido único era incompatible con la libertad defendida por el tradicionalismo carlista. Entonces, Franco se indignó de veras, y dijo que Fal Conde estaba mostrándose como discrepante, que estaba jugando al liberalismo, doctrina contra la que él se había sublevado, y que estaba siendo infiel a la persona de Franco. Javier de Borbón apoyó a Fal Conde. Y Franco decidió que Fal Conde no regresara de su exilio en Lisboa, y que nunca le concedería una entrevista.

En diciembre de 1937, Rodezno se opuso a que Javier de Borbón se entrevistase con Franco, a pesar de que Javier había declarado que “actuaba y servía al nuevo estado de cosas”. Las relaciones entre Javier de Borbón y Franco, fueron empeorando y, en un momento dado en que Javier estaba en Granada, recibió la orden de salir de España. Se marchó definitivamente.

Los carlistas colaboradores con Franco desde abril de 1937, eran los del Conde de Rodezno, y constituían mayoría dentro del Partido Tradicionalista. Rodezno aceptó el Secretariado de la Junta Política de Falange, y era quien sugería a Franco los nombres de los tradicionalistas que debían llegar a las instituciones franquistas-falangistas. Rodezno era muy popular en Navarra, lo que quiere decir que Navarra se había pasado en bloque al franquismo.

Rodezno creyó que Falange Española Tradicionalista y de las JONS era un partido demasiado dominado por miembros de Falange Española pasados al franquismo, y que éstos exigían sumisión a los nuevos estatutos de la nueva Falange. Supo que había sido engañado por la apariencia del nuevo partido franquista, que decía que era una coalición entre iguales, falangistas y carlistas, y comprobó que Franco les despreciaba, que decía de ellos que eran pocos, que estaban presentes en pocas regiones de España, y que era poco útiles para resolver los problemas de España, el llamado “problema social español”, que era el enorme paro agrícola y la falta de propiedad para los agricultores. Franco le exigía adoptar formas falangistas de la nueva Falange, y Rodezno se desencantó con Franco.

Los carlistas publicaron en 1937 un “Ideario” que redactó Jaime del Burgo y que decía en 17 páginas que no eran un partido sino una “comunión de ideas”, que defendían la unidad católica pero con separación de Iglesia y Estado, que defendían la unidad de creencias, que defendían la monarquía y pensaban que el Estado debía estar al servicio del rey, que eran partidarios de los regionalismos entendidos como que cada región tenía derecho a los fueros que fueran pertinentes, y que concebían unas cortes corporativistas que representaran a los empresarios y trabajadores.

A partir de julio de 1937, Rodezno y Arellano, dejaron de asistir a las reuniones del Secretariado de Falange. También Franco había perdido interés por el Secretariado, y ya no lo convocaba semanalmente. Franco no creía en organismos ajenos a su persona, y los órganos de Falange creados, ya habían dado su fruto.

Franco suprimió los fueros vascos y navarros, alegando que engendraban separatismo. Surgieron incidentes entre carlistas y franquistas, pero Rodezno no ganó protagonismo.


[1] Cenarro Lagunas, Ángela, Élites, Partido, Iglesia, el régimen franquista en Aragón en 1936-1945. Ediciones Universidad de Salamanca, Studi Hist. Historia Contemporánea, 13-14, pg 83.

[2] Edmundo Fayanás Escuer, “Tomás Domínguez Arévalo, el conde de Rodezno ¿fue un fascista?”. Nueva Tribuna.es, 1921.

Post by Emilio Encinas

Emilio Encinas se licenció en Geografía e Historia por la Universidad de Salamanca en 1972. Impartió clases en el IT Santo Domingo de El Ejido de Dalías el curso 1972-1973. Obtuvo la categoría de Profesor Agregado de Enseñanza Media en 1976. fue destinado al Instituto Marqués de Santillana de Torrelavega en 1976-1979, y pasó al Instituto Santa Clara de Santander 1979-1992. Accedió a la condición de Catedrático de Geografía e Historia en 1992 y ejerció como tal en el Instituto Santa Clara hasta 2009. Fue Jefe de Departamento del Seminario de Geografía, Historia y Arte en 1998-2009.

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