Empoderamiento rebelde en septiembre de 1936.

Ideas clave: la toma de San Sebastián por los rebeldes, avance rebelde sobre Talavera, el racionamiento en Madrid, avance rebelde sobre Grado, el Alcázar de Toledo, Francisco Franco jefe de los rebeldes, Franco en Cáceres, economía franquista en segunda mitad de 1936.

     La toma de San Sebastián por los rebeldes.

La guerra en Guipúzcoa fue una “guerra de columnas de infantería”, sin apenas apoyo de la artillería ni de la aviación, salvo casos muy puntuales. Esas columnas no fueron capaces de concebir ninguna ofensiva de interés, salvo la de Villarreal, y fracasaron en ella. El poder estaba dividido entre las distintas Juntas de Defensa citadas en el párrafo anterior. Y el PNV era minoritario en cuanto al dominio de batallones de milicianos. El PNV organizó sus batallones de gudaris en agosto de 1936 desde la Junta De Azpeitia.

Una vez tomada Irún por los rebeldes en 4 de septiembre, los soldados guipuzcoanos gubernamentales se retiraron hacia San Sebastián. Pero los rebeldes les siguieron, mientras las tropas navarras ocupaban Guadalupe y Gainchurisqueta el 6 y 7 de septiembre, y Santiago Mendi y Santa Bárbara el 12 de septiembre, San Marcos y Choritoquieta el 13 de septiembre. El 13 por la tarde los rebeldes entraron en San Sebastián.

El rebelde Alfonso Beorlegui Canet no se quedó a celebrar la victoria, sino que marchó hacia Huesca, porque la ciudad estaba asediada por los republicanos.

El general José Solchaga Zala persiguió a los que huían de San Sebastián a Bilbao por la carretera, y organizó tres columnas para asegurar la marcha sobre Bilbao: Por la costa iba el coronel José Iruretagoyena Solchaga. Por la carretera de Tolosa-Azpeitia-Elgóibar, y más al sur por Beasaín-Zumárraga-Vergara, iba el coronel José Los Arcos Fernández. Por el puerto de Arlabán, iba el teniente coronel Camilo Alonso Vega, al frente de una columna de alaveses. Podía bajar el Ibaizábal hasta Bilbao.

Las fuerzas gubernamentales republicanas del comandante Antonio San Juan Cañete, al servicio del PNV, se batían en retirada hacia el Deva. Y por ello, las fuerzas navarras rebeldes no tuvieron problemas para ocupar casi toda Guipúzcoa. Les faltó Elgóibar, Elgueta y Éibar.

El 13 de septiembre los rebeldes entraron en San Sebastián sin disparar un solo tiro porque los defensores habían huido y el PNV había decidido que era mejor que no hubiera lucha, para no dañar la ciudad. Sólo quedaban los gudaris del PNV, confiando en que su pasado católico les salvaría, y deseando salvar la ciudad del fuego. El PNV consideró que San Sebastián se salvaría si no presentaba resistencia, y así lo hicieron. Los gudaris fueron fusilados por las tropas franquistas, incluyendo los muchos curas que militaban en las filas de los gudaris como capellanes. Los prisioneros de ambas partes salvaron la vida y fueron tratados según costumbres internacionales. El País Vasco no fue una carnicería como Andalucía y Extremadura.

El 24 y 25 de septiembre los aviones alemanes estaban bombardeando Bilbao. Los bilbaínos fueron entonces a los barcos prisión a asesinar presos “fascistas”.

    Avance rebelde sobre Madrid: Talavera.

La batalla de Talavera de la Reina (Talavera de Tajo para los gubernamentales republicanos) fue un “objetivo mayor”, preparado por ambos lados a conciencia. Se consideraba uno de los baluartes de defensa de Madrid. Ambos utilizaron todos los recursos que poseían, hombres y artillería.

En el bando republicano, el coronel Pablo Rodríguez se puso al mando de las milicias, y apostó grupos de hombres en todas las alturas y barrancos del terreno. El general Manuel Riquelme coordinaba militarmente las acciones militares en Talavera, mientras Juan Modesto coordinaba a los hombres en Talavera de Tajo. En total disponían de unos 10.000 hombres. Los milicianos habían leído que los rusos utilizaban en Siberia un tren blindado para la guerra, y blindaron uno, pero su utilidad fue casi nula en un paisaje con barrancos, donde el tren circulaba a baja cota. Los republicanos gubernamentales cavaron trincheras, pusieron alambradas, y organizaron una defensa racional por primera vez desde el comienzo de la guerra.

El atacante era Juan Yagüe Blanco, al mando de unos 3.500 hombres, pero muchos de ellos veteranos de África, con experiencia en la guerra. Yagüe organizó la estrategia con sus fuerzas en dos columnas, la una a las órdenes de Antonio Castejón Espinosa, y la otra a las órdenes de Carlos Asensio Cabanillas, de modo que se abriera una tenaza en torno a Talavera.

El 1 de septiembre de 1936, Castejón atacó frontalmente Talavera, mientras Asensio dio un rodeo por el norte, y sobrepasó Talavera para cortarles los suministros que les llegaban desde Madrid. El 3 de septiembre, Castejón llegó a las trincheras de defensa de Talavera. Las trincheras iban desde el río hasta la vía del ferrocarril. Asensio dividió sus fuerzas en dos grupos. El primero avanzó por la vía del ferrocarril y el segundo por la carretera hacia Madrid. En un momento dado, surgió el pánico entre los republicanos que estaban en las trincheras y estaban acostumbrados a luchar con movilidad, y no atrincherados. Los rebeldes aprovecharon el desorden republicano para tomar el aeródromo y la estación del ferrocarril, y más tarde, fueron sobre el centro urbano. Castejón entró en Talavera de la Reina en la tarde del 3 de septiembre de 1936 a la carrera y disparando, lo cual causó todavía más pánico entre los defensores. Allí encontró muchas armas y municiones que los gubernamentales habían acumulado y abandonado. Hubo muchos prisioneros, que fueron fusilados en los días siguientes. Los cadáveres fueron rociados con gasolina y quemados a cientos. Los asaltantes tuvieron 1.000 bajas, mientras los defensores, obtuvieron unas 1.500 bajas. Los soldados moros tuvieron carta blanca esa noche de 3 de septiembre de 1936 en Talavera. Se hizo la correspondiente “limpieza” de sindicalistas, socialistas, anarquistas y comunistas, y sus fusilamientos perduraron más de un mes.

La victoria fue completa, porque algunos aviones republicanos que acudieron en ayuda de los gubernamentales de Talavera, fueron abatidos por cazas rebeldes.

Madrid se desanimó mucho tras la pérdida de Talavera. Se hacía patente a los ciudadanos que la acción de los milicianos gubernamentales, era muy entusiasta, dicharachera, y teorizante, pero ineficaz militarmente. Estaban preparados para asesinar, vigilar, aterrorizar, y teorizar modelos revolucionarios más o menos utópicos, pero no para sostener una campaña militar. La aureola de invencibles se les cayó en esos días.

En cuanto a los anarquistas catalanes, era patente que estaban buscando la revolución anarquista, pero no sabían nada de guerra. Estaban colectivizando tierras en Aragón, pero no avanzaban sobre objetivos del enemigo, y era cuestión de tiempo el que perdieran la guerra. Y resultaba absurdo que la gran potencia industrial de España, que era Cataluña, y más en concreto la provincia de Barcelona, no fuera capaz de abastecer a su propio ejército, ni de reconvertir sus fábricas para ponerlas al servicio de la guerra. Siendo una potencia química mundial, podría haber fabricado municiones. Y teniendo tantas metalúrgicas, podría fabricar armas. También era vergonzoso que la flota republicana no fuera capaz de dominar Baleares.

Una circunstancia desmoralizante era que, en Madrid, estaban apareciendo milicias socialistas largocaballeristas, que querían la dictadura del proletariado al margen del Comintern, y milicias comunistas que querían la dictadura del proletariado al servicio del Comintern. Pero ninguna de esas fuerzas defendía la legalidad republicana. Los pertenecientes a partidos republicanos se desanimaron, y ello incidió en que los anarquistas, socialistas de clase y comunistas, fueran cada vez más fuertes.

El fracaso del Gobierno republicano era muy evidente a principios de septiembre de 1936. Había iniciado la guerra con casi toda la aviación y casi toda la Marina de guerra española. Y no había sido capaz de bloquear el Estrecho de Gibraltar. En vez de concentrar la aviación sobre Algeciras y Málaga, los objetivos claros de los rebeldes, el Gobierno habían dispersado sus aviones de guerra por donde le pedían apoyo los milicianos y los nacionalistas catalanes y vascos, atendiendo a un tipo de democracia populista. Y en cuanto a los barcos, habían caído en manos de comités de anarquistas y comunistas, que sabían mucho de “democracia popular” o populachera, pero nada de guerra.

Además, los aviones comprados a Francia, los Potez, eran muy inferiores a los que habían traído los alemanes y los italianos, y tras las derrotas de Talavera, de nada servían las soflamas revolucionarias que afirmaban lo contrario, o hablaban de traiciones y sabotajes. Tal vez, si los aviones alemanes e italianos hubieran caído en manos de españoles, hubieran sido tan poco eficaces como los republicanos, pero esos aviones venían con pilotos y mecánicos alemanes e italianos, que tenían alto nivel tecnológico. No se aprende a pilotar un avión de guerra en pocos días.

Los aviones gubernamentales deberían haber aprovechado la ventaja de la posición central de Madrid, desde donde se podía llegar a casi todas partes, excepto a puntos alejados como Melilla o La Coruña, porque los aviones tenían una autonomía de unos 500 kilómetros de vuelo, y España mide 1.000 kilómetros de punta a punta en su diagonal más extrema. Para ir a puntos extremos, necesitaban aeródromos de apoyo.

Una ventaja rebelde fue que barcos alemanes e italianos patrullaban el Mediterráneo y el Estrecho, y les suministraban combustible para barcos, aviones y tanques. Estados Unidos se lo vendía a la empresa marroquí creada por Franco, que lo pasaba a los barcos de guerra. Por contraste, el Gobierno republicano recibía muchas manifestaciones de apoyo popular y de ánimo de los políticos europeos, pero poco dinero, y pocas armas. Decir que “estamos con el pueblo español”, no ganaba batallas.

Desde Talavera los rebeldes se dirigieron en septiembre a Toledo, donde unos pocos rebeldes estaban sitiados en el Alcázar. Asombra a muchos que no se dirigieran a Madrid. En Toledo unos 1.000 militares y falangistas se habían encerrado en el Alcázar y se habían llevado con ellos a mujeres y niños de los milicianos como rehenes. Les dirigía el coronel Moscardó. Los republicanos no tenían cañones que pudieran derribar los muros de piedra del Alcázar, hasta que trajeron un cañón pesado a fines de agosto. También hicieron minas por ver si podían volar el Alcázar desde el subsuelo.

         El racionamiento en Madrid.

En septiembre, el Ayuntamiento de Madrid creó unos “Carnets de Familia”, que empezaron a funcionar el 1 de noviembre de 1936. Pero había dos padrones, pues cada entidad de abastecimientos había elaborado su propio padrón, y el juego de tener dos carnets era posible. En teoría, el titular de una tarjeta o carnet, debía elegir una tienda en la que abastecerse, y sólo una. Si la tienda habitual estaba cerrada o se habían acabado las existencias, podía acudir a otra tienda cercana, la que se le indicase. Delante de cada establecimiento existía un cartel en el que constaban los días de despacho de los racionamientos. Los que tenían dos carnets, tenían doble oportunidad de abastecerse.

Como había mucha escasez, las tarjetas sirvieron de bien poco, pues muchos días no había existencias en las tiendas. Y el 16 de enero de 1937, se decidió crear unas nuevas cartillas de racionamientos en las que había unos cupones, que se podían gastar en cualquier tienda abierta. Al mismo tiempo, se prohibió a las tiendas y cooperativas y economatos vender nada, si la familia no se dejaba cortar el cupón. Las cartillas de cupones no entraron en funcionamiento hasta 8 de febrero de 1937, porque no estaban confeccionados los padrones. Se creó un servicio de policía para localizar a las personas que se habían inscrito en dos puntos de residencia, o con dos nombres. Había gente que tenía hasta tres cartillas. Si se tenía noticia de alguien fugado a territorio enemigo, era fácil asumir esa falsa personalidad. Igualmente, cuando algunos eran evacuados, se tomaban sus identidades. Para despistar a la policía, se inscribían en distintos barrios de Madrid.

También se obligó a las tiendas a vender un máximo por cupón, persona y día: 100 gramos de garbanzos; 175 gramos de arroz; 150 gramos de judías; 250 gramos de patatas; 100 gramos de aceite… pero no de todo, sino sólo de lo que hubiera disponible para ese día. Pero si no había mucho de algún producto, se podía decretar que ese día las raciones fueran más pequeñas. Para evitar colas, cada almacén se puso en contacto con muchas tiendas, y a cada tienda le asignó un número de cartillas numeradas, aproximadamente 600 cartillas por tienda. Pero a más tiendas, había más posibilidades de falsificar cartillas. El racionamiento siempre funcionó mal.

El problema del acaparamiento consiste a que en situación de escasez, toda la población tiende a acumular más de lo necesario. Pero los comerciantes, cooperativas, asociaciones, partidos políticos y sindicatos y sus milicias, fueron los protagonistas de los grandes acaparamientos. Todo el sistema de distribución de víveres fracasó, porque era imposible hacer una buena distribución, cuando los que se encargaban de la distribución eran los acaparadores. Todos los acaparadores, los pequeños particulares, y los grandes institucionalizados, ocultaban sus actividades. Era imposible saber cuántos alimentos había y dónde estaban. Y como los más corruptos eran los que tenían derecho a requisar, la requisa se convirtió en otro negocio paralelo al del acaparamiento.

El problema aparecía muy complejo: En primer lugar, había que aclarar quién tenía derecho a abastecerse fuera de Madrid, a comprar al por mayor. Los particulares podían hacerlo, pero se trataba de pequeñas cantidades. El Gobierno acordó dar libertad para que cada uno comprase por su cuenta. En segundo lugar, había que determinar la cantidad de lo comprado que se ponía en circulación comercial, y qué se necesitaba para las necesidades de la guerra. En esas condiciones era muy difícil saber lo que estaba almacenado para especular con los precios en un mercado negro. Los temas de los granos y los mataderos de animales eran capitales. En tercer lugar, había que controlar los precios, y como era muy difícil, se elaboraron listas de artículos de venta, y de categorías de cada artículo vendido, lo cual complicaba mucho el mercado, pues había que publicar cada semana listas larguísimas de precios. Estas listas no servían de nada en el momento en el que los precios en origen se elevaban, pues no se podía ofrecer un artículo a precio inferior al de su adquisición. Y el resultado es que hubo que tolerar el mercado negro, con precios libres, pero ilegales, como única forma de comer. Y cuánto más regulaciones, aparecían más colas delante de los comercios, lo que significaba que el sistema de intercambio estaba funcionando mal. Y la obligación de que cada familia tuviera que acudir cada día a la compra a su comercio asignado, entorpecía todavía más la distribución. La burocracia se multiplicaba, los ciudadanos perdían su tiempo haciendo colas, y las garantías de que se estuvieran haciendo bien las cosas eran nulas, pues no se podían revisar todas aquellas transacciones comerciales. Y luego, estaba el tema de los hoteles, bares, restaurantes, comedores colectivos para niños, para pobres, para soldados, para parados, los cuales quedaban necesariamente fuera del sistema y eran lugares perfectos para esconder alimentos.

El tema de la propaganda. Madrid se llenó de fotos, carteles, artículos de prensa y de radio, y actos públicos que hablaban de la defensa de Madrid. En esa propaganda se decía que Madrid era “la ciudad de la libertad”, y que en la España fascista, como llamaban a la zona rebelde, no existían libertades, sino sólo robos, asesinatos, violaciones de mujeres… Los franquistas decían lo mismo de la zona gubernamental. Ambos tenían razón. Los cines fueron incautados por las diversas organizaciones frentepopulistas para sus actos políticos. Los teatros fueron motivo de discusión, pues los comunistas querían que se hicieran obras de propaganda de guerra, y el público quería obras ligeras de distracción y entretenimiento. Surgió un mito que decía que los espectáculos comunistas eran muy cultos y que el pueblo español era muy ignorante, y ninguna de esas afirmaciones era verdad, pues había una minoría culta, como siempre en España, y una mayoría analfabeta, como siempre, pero también dentro del Partido Comunista. En cuanto a la radio, fue censurada y sólo podía emitir programas “artísticos” y de propaganda política y sindical, y leer el noticiario oficial que les pasaba el Gobierno, es decir, era un muermo.

Avance rebelde sobre Oviedo: Grado (Asturias).

     Un gran logro de los rebeldes, y fracaso de las milicias republicanas, se produjo en Asturias a fines de septiembre de 1936: Las fuerzas gallegas que llegaban a socorrer a Aranda, llegaron a Grado, a 30 kilómetros al oeste de Oviedo, y el 17 de septiembre abrieron un corredor oeste-este, por donde se abasteció Oviedo durante el resto de la guerra, hasta la llegada definitiva de los rebeldes en septiembre. El fracaso de las milicias frente al ejército fue muy evidente.

  El avance rebelde sobre Madrid: El Alcázar de Toledo.

En Toledo era comandante de la Guardia Civil, el teniente coronel Pedro Romero Basart. Romero había sido castigado por su sublevación en 1932 a favor de Sanjurjo, y estuvo dos años encarcelado. En 1936, no dudó en ponerse de parte de los rebeldes.

Cuando el coronel rebelde José Moscardó Ituarte se encerró en El Alcázar, el asedio republicano gubernamental no era completo, pues las fachadas norte y este, que dan a los barrancos del río, no estaban bloqueadas. El bloqueo de esas fachadas se hizo a partir de mediados de agosto. Hasta entonces, el asedio fue un juego de niños, en el que los rebeldes entraban y salían por las ventanas no vigiladas, y llevaban víveres frescos cada noche al Alcázar. Por otra parte, los milicianos gubernamentales disparaban sobre los muros de piedra con disparos de fusil, ametralladora, cañones de 75 mm y de 105 mm, que apenas arañaban los muros.

Pero en la segunda quincena de agosto, los muros norte y este empezaron a ser vigilados, y la aviación dejaba caer bombas potentes, y se logró cortar el agua a los sitiados mediantes las minas oportunas. Llegaron cañones de 155 mm y se excavaron dos minas, que no sólo cortaban el agua, sino que podrían hacer volar el edificio. Los edificios de Toledo tienen muchas veces pozos hondos que llegan al nivel freático del Tajo, y se abastecen de agua en ellos.

Pero los rebeldes asumieron riesgos, y el 22 de agosto, un avión rebelde dejó caer un paquete de comida dentro de El Alcázar, y un estuche metálico envuelto en cintas de colores rojas y amarillas. Una nota les decía que la nueva bandera rebelde era roja, amarilla y roja, y que debían arriar la bandera republicana. Los rebeldes podían abastecer desde el aire. La anécdota del 22 de agosto, provocó que el Gobierno de Madrid decidiera acabar con la resistencia de El Alcázar a toda costa. Era un tanto irracional, pues era un objetivo insignificante. La primera medida fue ofrecer a los sitiados la evacuación de las mujeres y los niños, pues se anunciaba la voladura de minas, un bombardeo masivo y un asalto final.

El 26 de septiembre los rebeldes de Varela tomaron Toledo y liberaron el Alcázar. Toledo había sido tomado por José Moscardó Ituarte, 1878-1956, el 18 de julio organizando la resistencia en el Hospital de Afuera, pero pasando el día 21 al Alcázar, sede de la Academia de Infantería, para obtener mejor defensa. Moscardó había combatido en Filipinas y en Marruecos y era por tanto africanista. En 1936 era coronel y había sido nombrado director de la Escuela Militar de Gimnasia de Toledo, lo cual no tenía mando en tropa. El 18 de julio anduvo listo y se hizo con 700.000 cartuchos de la Fábrica Nacional de Armas de Toledo, y ello le permitió organizar la resistencia. El 21 de julio se encerraron en El Alcázar algunos guardias civiles, oficiales del ejército y tropa de la Academia y de la Escuela de Gimnasia, aunque la mayoría de los cadetes estaban de vacaciones, y también entraron algunos civiles de derechas, juntándose en total unos 1.300 hombres, junto a unos 600 familiares y algunos rehenes. Aguantaron el ataque de los milicianos de sindicatos de izquierda hasta el 27 de septiembre.

Habían soportado un sitio prolongado y difícil, pero tenían rehenes dentro y la población no se atrevía a disparar sobre el Alcázar. El 9 de septiembre, el teniente coronel Vicente Rojo Lluch pidió la rendición de los sitiados, sin éxito. El 11 de septiembre el sacerdote Enrique Vázquez Camarasa pidió la liberación de los rehenes, sin éxito. El 13 de septiembre hizo lo mismo el embajador de Chile. El 18 de septiembre, ante la proximidad de las fuerzas de Varela, los sitiadores hicieron estallar las minas debajo del Alcázar con muy poco resultado. El 26, Varela llegó a la ciudad, luchó en el cementerio y en el hospital, donde los heridos republicanos fueron fusilados. Los hombres de Moscardó habían sufrido unas 80 bajas a lo largo de 10 semanas de sitio, una nimiedad para un total de 1.300 defensores. Moscardó se convirtió en un mito. Fue ascendido a General.

     Francisco Franco, Jefe de los rebeldes.

A finales de septiembre, los rebeldes o “nacionales” habían unido todas sus zonas de guerra, habían aislado el norte de Francia y se acercaban a Madrid. En sus cálculos entraba el acabar la guerra en octubre.

Nicolás Franco, que estaba en Cáceres, convocó a la Junta de Defensa para dar mayores poderes al jefe único elegido en Salamanca, Francisco Franco. El jefe se denominaría “generalísimo” para indicar que estaba por encima del resto de generales. Sería Jefe de Estado, y tendría capacidad de decisión sobre todas las cosas. La reunión de la Junta de Defensa se convocó para el 28 de septiembre, otra vez en la finca de Pérez Tabernero de Salamanca. Preventivamente, Nicolás envió 350 hombres armados, por si algún general se negaba a firmar ese acuerdo. Mola y Orgaz protestaron por las condiciones de la reunión, la cual se aplazó hasta después de la hora de comer. Los alemanes presionaron con que si no se nombraba a Franco jefe absoluto, se retirarían de la Guerra de España. Cabanellas advirtió que, en esas condiciones, Franco no abandonaría el poder hasta la fecha de su muerte, y acertó de pleno. Kindelán redactó el borrador del documento, y Yanguas Messía redactó el formato final. Cabanellas firmó también el documento. Francisco Franco envió a Nicolás Franco a Burgos para legalizarlo en la Junta Suprema Central.

El 29 de septiembre de 1936, la Junta de Burgos proclamó a Franco jefe único de todas las operaciones militares y jefe del Gobierno Nacional. Franco se proclamó solemnemente Jefe del Estado el 1 de octubre en Burgos, y pronunció un discurso. Mola y Queipo de Llano protestaron, pero ya no sirvió de nada, pues Franco se consideró jefe por la gracia de Dios, tomó a su hermano Ramón como ayudante, y empezó a redactar documentos como jefe supremo de los sublevados.

Nombró como director de Radio Nacional de España a Antonio Tovar.Radio Nacional funcionaba en el edificio de Anaya. Antonio Tovar Llorente, 1911-1985, nació en Valladolid en 1911 y fue doctor en filosofía y letras especializándose en filología clásica y ampliando estudios en Berlín y París. Era una autoridad en griego antiguo. Posteriormente sería en 1939 Director General de Enseñanza Profesional y Técnica, en 1940 Subsecretario de Prensa y Propaganda, miembro del Consejo de Falange, catedrático de griego de la Universidad de Salamanca y Rector de la misma entre 1951 y 1956.

Inmediatamente se echó de menos un partido político, pero Franco, a diferencia con los jefes fascistas, no tenía partido. Se decidió crear un partido exprés, desde arriba. Englobaba múltiples ideologías, pero todas ellas sometidas a la misma autoridad, Franco. El partido no estuvo listo hasta 27 de septiembre de 1937.

El Servicio de Información franquista.

En septiembre de 1936 empezó a funcionar el Servicio de Información del Norte de España, SIFNE. Estaba organizado por José Beltrán i Musitu, con el apoyo de Francésc Cambó. Lliga Catalana organizó este servicio en Biarritz y San Juan de Luz. Cuando fueron descubiertos por la policía francesa, en 1937, se pasaron a Irún (España), desde donde era más difícil trabajar.

El SIFNE trabajaba mucho en Cataluña, sobre todo en Barcelona. Cataluña es una región de diversidad ideológica muy marcada, y en ella había gente que ayudaba a los franquistas, gente que tenía que huir porque era perseguida por anarquistas, comunistas y catalanistas, y gente que colaboraba con el servicio de información franquista para pasar rebeldes hasta Francia. También hacían propaganda de derrotismo de Cataluña ante la rebelión franquista, y reunían información para el Gobierno de Burgos. No hacían atentados ni acciones guerrilleras que les expusiesen. La organización barcelonesa contaba con unos 2.000 colaboradores. Funcionaron hasta febrero de 1938, momento en que fueron absorbidos por el Servicio de Información Político Militar de Franco, SIPM. Su principal servicio fue hacer pasar a Francia a gente de toda España que quería pasarse al bando rebelde, lo cual hacían por mar hacia Marsella, y por tierra, cruzando los Pirineos en una larga y difícil caminata no apta para ancianos en invierno.

        Franco en Cáceres.

El 1 de septiembre, Franco puso su cuartel general en Cáceres, y ello daba comienzo a una nueva fase de la guerra, en la que Mola y las fuerzas del norte no avanzaban ni retrocedían, y sólo Franco avanzaba desde Cáceres hacia Madrid.

En esta primera fase, los rebeldes Yagüe, Barrón, Tella y Castejón estaban ocupando todos los pueblos de Extremadura y tratando de asegurar la retaguardia para poder tomar Talavera de la Reina. Talavera era la última fortaleza militar al suroeste de Madrid, entre los rebeldes y Madrid.

El 3 de septiembre, los nacionales remontaban el Tajo desde Cáceres hacia Madrid, y Tomaron Talavera de la Reina, a un paso de Madrid.

En Talavera estaban los gubernamentales general Riquelme y el coronel Salafranca, que llegó a reforzarle, pues el Gobierno era consciente de la importancia de esa defensa de Madrid. Pero las fuerzas con que contaban los gubernamentales eran milicianos sin disciplina militar ni conocimientos tácticos, y los más entendidos eran unos guardias civiles y guardias de asalto que, al menos, sabían de disciplina y de cumplir órdenes. El Gobierno desplazó hasta Talavera a 500 carabineros y a una compañía de zapadores de unos 150 hombres, y 900 guardias civiles que llegaron el 2 de septiembre. Los milicianos mostraban mucho entusiasmo, pero poca eficacia.

El rebelde Yagüe, rebasó la línea de Talavera por el norte, para cortar la carretera de Arenas de San Pedro, y privar a Talavera de suministros de alimentos. Además, podía caer sobre Talavera desde el norte, y abrirles un nuevo frente de lucha.

Asensio y Castejón atacaban remontando el Tajo, para atacar desde el oeste y desde el sur. Y el 3 de septiembre cayó Talavera en manos rebeldes. Los milicianos huyeron a la carrera abandonando armas y bagajes, cuando vieron que las cosas iban mal, y el final de la lucha fue fácil para los sublevados.

En el bando rebelde el territorio dominado era ya bastante amplio y se necesitaba una administración, de modo que los ciudadanos aportaran hombres, alimentos, y dinero para la causa rebelde. Designar a un líder único iba a ser muy difícil, pero Franco ganaba posiciones cada día, mientras Mola las iba perdiendo al no resolver el problema del paso del Sistema Central.

El 3 de septiembre, Franco tomó Talavera de la Reina, último bastión de defensa gubernamental antes de Madrid, a 110 kilómetros al oeste de Madrid. Entrar en Madrid no era demasiado difícil si se hacía con prontitud. También podía dirigirse al norte, hacia El Escorial, y enlazar con las tropas de Mola. O podía ir sobre Toledo. Decidió ir sobre Toledo, y perder el tiempo, un tiempo de más de tres semanas que los gubernamentales aprovecharon para cavar trincheras y hacer fortificaciones.

Era el momento crítico de la guerra. Si Franco tomaba Madrid, debería entregar el Gobierno a la Junta de Burgos. No estaba dispuesto a hacerlo. Decidió ir sobre Maqueda, un pueblo a mitad de camino entre Talavera y Madrid, y tardó 18 días en hacer una distancia de 50 kilómetros.

Militarmente, el retraso de Franco no tenía sentido. El coronel Yagüe se enfadó mucho y le recriminó a Franco. Franco destituyó a Yagüe y entregó el mando de sus fuerzas a Varela. La orden era ir sobre Toledo y liberar El Alcázar, lo cual no tenía sentido militar. Al tiempo que abandonaba el objetivo de Madrid, se inició una operación de propaganda, por la que Franco se constituía en el “redentor” que liberaba  a sus seguidores, a los que le habían sido fieles. Maqueda fue tomada el 21 de septiembre de 1936, el mismo día en que Franco fue designado Jefe Único del bando rebelde, a título de Jefe del Estado. Ese mismo día, las tropas de Franco “liberaron” El Alcázar de Toledo.

En el intervalo entre la toma de Talavera y la toma de Maqueda, habían pasado muchas cosas: Kindelán era el hombre que buscaba entronizar a Alfonso XIII y tenía para ello el apoyo de Nicolás Franco, hermano del líder rebelde. Francisco Franco no era monárquico, ni republicano, sino antiliberal y anticonstitucional. No creía en los partidos, ni en la democracia liberal. Lo había demostrado confiando en Yagüe, un militar fascista, y en Millán Astray, un autoritario antidemocrático. Franco acudió a los fascistas para que le hicieran un acto popular y masivo de adhesión, y los fascistas creyeron que estaban ganando el poder, pero era Franco el que les estaba utilizando a ellos. Encumbraron a Franco, y cuando llegó el momento, Franco desmontó su organización y creó otra sumisa a su autoridad.

En el norte de España, los sublevados entraron en Irún el 4 de septiembre, y los defensores de Irún incendiaron la ciudad, fusilaron a sus prisioneros y huyeron a Francia, que está a pocos metros del pueblo de Irún. Los gubernamentales de la zona norte de España habían perdido su conexión con Francia, la cual les suministraba alimentos y armas.

El Gobierno republicano fue criticado por no saber gestionar la guerra, y se pedía un Gobierno de concentración de todas las fuerzas frentepopulistas. El Gobierno republicano de Giral cayó.

     La economía franquista en segunda mitad de 1936.

     Franco presumía de que la caída en la producción en la zona nacional, o rebelde, era mucho más pequeña que en la zona republicana. Era normal, pues la industria estaba en la zona republicana. En la zona franquista apenas había industrias grandes, y las industrias familiares podían seguir funcionando sin grandes problemas. Como en casi todos los tiempos, las declaraciones gubernamentales sobre economía, eran pura propaganda política.

     El 29 de agosto de 1936, la Junta de Burgos encargó a la Comisión de Industria y Comercio que estudiara la capacidad de producción de material de guerra. Y ésta respondió que era casi nula, pues las industrias metalúrgicas estaban en Asturias y País Vasco, las mecánicas estaban en el País Vasco y Cataluña, y las químicas estaban en Cataluña y País Vasco. Todo en zona republicana. Pero las cosas iban a cambiar cuando Franco conquistó el País Vasco, Santander y Asturias en verano de 1937. No sólo se tomaban fábricas metalúrgicas y mecánicas que estaban indemnes, sino también industrias de armas, igualmente en buen estado de conservación. Franco previó la situación desde el momento en que atacó Bilbao, y el 3 de mayo de 1937, hizo que el Ministerio de Defensa perdiera el control de estas fábricas a favor del Ministerio de Industria y Comercio. Y a fines de 1938, en el bando franquista se alcanzaron niveles de producción de hierro y acero, similares a los que había antes de la guerra, pues la industria vasca no había sido dañada por la guerra.

     El 29 de septiembre de 1936, Franco eliminó por Decreto la oficina de control de cambios republicana, COCM, y creó un órgano similar con sede en Burgos.

     El 18 de noviembre de 1936, la Junta Técnica del Gobierno creó el Comité de Moneda Extranjera, y puso al frente de esta oficina a Blas Huete Carrassó, que antes había sido Director de COCM republicano. Este hombre centralizó los cambios oficiales de las monedas, y decidió que todos los españoles cedieran sus divisas al Banco de España de Burgos, en los ochos días siguientes al de su adquisición. Desde este mismo momento, se puede considerar que en España había dos monedas, la peseta nacional, y la peseta republicana, las cuales evolucionaron de manera distinta en valor y en soporte. Al principio de la guerra, el Gobierno de Burgos se limitaba a estampillar los billetes que circulaban en su zona, billetes emitidos antes de de 18 de julio de 1936. Los billetes emitidos después de esa fecha, y los que no tuvieran el estampillado, se consideraban ilegales y sin valor. El Gobierno franquista exigía que las exportaciones se cobrasen en un máximo de 90 días a partir del siguiente de la salida de la mercancía, y desde el momento del cobro, el interesado tenía que entregar estas divisas al Estado. Para evitar estos inconvenientes, los mercaderes españoles firmaron acuerdos clearing, cuentas de compensación de productos por un valor predeterminado, lo cual está muy próximo al trueque y también al comercio medieval. El Estado también ideó “Sistemas de Compensación”, sistema comercial por el que un importador español debía adquirir previamente en divisas, un crédito por una cifra igual a lo que pensaba importar, momento en el que se le autorizaba la importación.

     El 30 de noviembre de 1936, se creó el Comité Ejecutivo Exterior, y unas Juntas Reguladoras de la Exportación y la Importación, una en cada provincia “liberada” por los franquistas.

     El 11 de diciembre de 1936, el Comité de Moneda Extranjera publicó la cotización de la peseta nacional respecto a otras 14 monedas del mundo. Era complicado conocer los cambios: cuando las divisas procedían de exportaciones y eran necesarias para hacer importaciones, lo que significaba que el cambio venía forzado por el Gobierno. El cambio se establecía en 42 pesetas por libra, y 8,55 pesetas por dólar. Y cuando las divisas entraban en España definitivamente, sin ánimo de ser utilizadas para importaciones, el cambio se hacía a 52,50 pesetas por libra y 10,70 pesetas por dólar.

     El 14 de marzo de 1937, el Gobierno de Burgos decretó la cesión al Estado de todas las divisas, oro y valores extranjeros, y decía que el Estado los compraría en pesetas. El precio de los valores lo fijaba el Estado, y éste puso precios muy altos, para estimular las cesiones. Y además, se amenazó a los incumplidores con la decisión de que el denunciante de un incumplidor, se quedaría con el 50% de la multa que se impusiese al incumplidor. El plazo para declarar las divisas, oro y valores poseídos fue de 15 días, contados a partir de 16 de abril de 1937.

     El 5 de julio de 1937, se bloquearon las cuentas abiertas por extranjeros en el Banco de España.

     El 30 de enero de 1938, la Administración Central del Estado creó Departamentos Ministeriales nuevos para controlar el comercio y la moneda: El Comité de Moneda Extranjera pasó al Ministerio de Hacienda, y este organismo creó a su vez el Servicio Nacional de Banca, Moneda y Cambio, cuyo jefe de servicio era José Larraz.

     De todos modos, los recursos que proporcionaba el comercio exterior de España eran completamente insuficientes para financiar la guerra. Y se recurrió al crédito. Franco se comprometió con Alemania, y para ello se crearon la Sociedad de Transportes HISMA, y la Rohstoffe und Wareneinkaufs Gesellschaft ROWAK, ambas con sede en Marruecos. La compañía española intercambiaba productos con la alemana en un sistema de compensación de pagos. Franco debía exportar a Alemania alimentos, materias primas y mano de obra, cosa que estuvo haciendo hasta el final de la Segunda Guerra Mundial en 1945.

     Gran Bretaña no admitía este comercio de compensaciones, y no hubo comercio de España con Gran Bretaña, lo cual explica la falta de interés de los británicos por España en esos años.

     En la zona rebelde se improvisó mucho en materia económica, debido a la ignorancia que se tenía de estos temas. Durante el franquismo, muchos franquistas ignorantes, identificaban economía con marxismo. Los encargados de funciones económicas solían ser buenos oradores que no sabían nada de la materia de la que hablaban.

Post by Emilio Encinas

Emilio Encinas se licenció en Geografía e Historia por la Universidad de Salamanca en 1972. Impartió clases en el IT Santo Domingo de El Ejido de Dalías el curso 1972-1973. Obtuvo la categoría de Profesor Agregado de Enseñanza Media en 1976. fue destinado al Instituto Marqués de Santillana de Torrelavega en 1976-1979, y pasó al Instituto Santa Clara de Santander 1979-1992. Accedió a la condición de Catedrático de Geografía e Historia en 1992 y ejerció como tal en el Instituto Santa Clara hasta 2009. Fue Jefe de Departamento del Seminario de Geografía, Historia y Arte en 1998-2009.

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