Planteamientos de guerra en agosto de 1936.

Ideas básicas: fusilamientos de Fanjul y de Fernández Quintana, bombardeo de Algeciras,  intento de reorganización del ejército gubernamental, reorganización del ejército rebelde, autoengaño del Gobierno republicano, la noche del 22 al 23 de agosto, la aceptación social de la guerra, la amenaza de guerra en Madrid en agosto, la crisis del liderazgo de Mola, el avance rebelde sobre Oropesa, la crisis del Gobierno republicano en agosto, las fuerzas catalanas en agosto de 1936, la fuerzas republicanas en septiembre de 1936, el País Vasco a fines de 1936.

         Fusilamientos de Fanjul y de Quintana.

     El 17 de agosto, el Gobierno republicano fusiló al general Joaquín Fanjul Goñi, y el coronel Tomás Fernández Quintana, que se habían sublevado en el Cuartel de la Montaña. Era la señal de que se procedería con el máximo rigor contra los sublevados. La fecha marca un hito, porque los sublevados tampoco respetarán las vidas de sus militares prisioneros. La guerra llegaba al grado de máxima violencia.

         Bombardeo de Algeciras.

     El 17 de agosto de 1936, el acorazado “Jaime I”, el crucero “Libertad” y el destructor “Churruca”, bombardearon Algeciras, tanto el muelle como la ciudad. Lograron averiar el “Dato”, y el “Uad-Quert”, los buques rebeldes en el Estrecho, pero no sacaron provecho militar alguno, pues su acción no fue seguida por un ataque de la infantería. Quedó como una simple operación de castigo a los rebeldes. El Gobierno había dado muestras de su superioridad naval en el Estrecho.

 Intento de reorganización del ejército gubernamental.

     El 18 de agosto de 1936, el Gobierno pidió el reingreso en el ejército de oficiales reservistas. El problema principal, de seguridad de fidelidad al Gobierno no se resolvía. Se les pidió un certificado de lealtad, que era expedido por una organización del Frente Popular, partidos o sindicatos, pero el sistema no resultó nada fiable.

     Por el contrario, el 21 de agosto de 1936, se creó el Quinto Regimiento. Era una organización comunista para intentar crear el ejército comunista, y se constituía como una fuerza a tener en cuenta en adelante. Su fuerza militar era muy superior a la proporción de votos que venía obteniendo el PCE. Pero era inferior a la fuerza republicana, a la fuerza anarquista, y a la fuerza pesoísta. El ejército comunista era el ejército del bando gubernamental mejor dotado de mandos, y mejor organizado, pero era minoritario, y no podía aspirar todavía a tomar el poder.

Giral fracasó estrepitosamente en la gestión de la Marina, y dimitió el 21 de agosto de 1936. El nuevo Ministro de Marina fue el general de Artillería de la Armada, Francisco Matz. Este hombre designó Jefe de la Flota al capitán de corbeta Miguel Buiza, que era comandante del “Libertad”, y también cambió casi todos los mandos de los buques por el método de ascender a otros marinos. Y como había pocos marinos, Matz llamó a los reservistas.

El ejército gubernamental, aunque muy mayoritario, era una chapuza en el momento de la rebelión.

         Reorganización del ejército rebelde.

     El 18 de agosto de 1936 se creó la Jefatura del Aire; se decretó que los reemplazos de 1933 y 1934, es decir los jóvenes de 24 y 25 años de edad, se incorporaran a filas; se concedió la calidad de empleo militar a todos los suboficiales y clases que tuvieran el examen de ascenso aprobado; y se crearon escuelas de alféreces provisionales que estaban situadas en Burgos y en Sevilla.

     A pesar del esfuerzo, cada mando militar rebelde siguió actuando con total autonomía, y los mandos militares de Falange no obedecían ninguna orden de militares porque consideraban que no les concernía a ellos. Y entonces, los delegados de Comunión Tradicionalista y de Requetés dijeron que a ellos tampoco les concernían, y que actuarían por su cuenta. El ejército rebelde era otra chapuza, como el gubernamental.

     Otra división interna entre sublevados era que Mola era republicano y quería mantener la bandera y el sistema republicano. Insistía que había hecho la sublevación para imponer una dictadura provisional que recuperase la Constitución y la dignidad nacional, pero no para imponer una dictadura permanente. Mola era respetado por el también republicano Cabanellas en Zaragoza, Queipo de Llano en Sevilla, Aranda en Oviedo, Yagüe en Marruecos, y Franco en Tenerife. Mola acababa casi siempre sus discursos con un ¡Viva la República!

     Pero Cabanellas era republicano lerrouxista, Aranda era liberal, Yagüe era republicano falangista-fascista (Falange no era monárquica en ese momento), y Kindelán, Orgaz, Saliquet, Limia de Ponte y Dávila eran monárquicos de Alfonso XIII. Franco no era de ninguna ideología, sino autoritario, populista, partidario de su dictadura personal ilimitada. En estas condiciones, la rebelión tampoco tenía muchas posibilidades.

         El autoengaño del Gobierno en agosto.

     El 19 de agosto de 1936, El Sol publicó que la rebelión había fracasado. Pero los rumores que circulaban entre los españoles hablaban de todo lo contrario. Se hablaba de que los moros estaban imponiendo el terror en Sevilla y en Badajoz. Badajoz había caído en manos rebeldes el 14 de agosto, y en los días siguientes, llegó a Madrid gente de Badajoz dando noticias de que se estaba fusilando a todos los que habían defendido Badajoz. El Gobierno trataba de engañar a los españoles, pero no engañaba a nadie.

     El 21 de agosto de 1936, El Socialista publicó “Un Imperativo Moral Indeclinable”, un artículo firmado por Julian Zugazabeitia, en el que se pedía no matar prisioneros, para no obtener, como represalia, la muerte de compañeros en la zona rebelde.

     Joan Peiró, dijo en Cataluña que esos asesinatos desacreditaban la causa popular, que ser burgués y capitalista no era motivo para que una persona fuera asesinada, que ser cura o fraile no era motivo para ser asesinado, que haber votado a la derecha no era motivo para ser asesinado.

     El Estado respondió a estos artículos “pacifistas” con un tremendo error, creando unos “Tribunales Populares” que, en teoría, debían acabar con los desórdenes cometidos por las masas. Ello entregaba el poder de vida y muerte de los ciudadanos a los sindicatos que ya estaban matando cada uno por su cuenta, pero ahora veían legalizado el asesinato. Un Tribunal Popular estaba compuesto por tres funcionarios judiciales, y 14 jurados. Su Presidente era un magistrado de carrera. Se ocupaba de delitos de rebelión y sedición, porque la justicia ordinaria tardaba mucho en llegar a fase de juicio público.

     El 20 y 21 de agosto, hubo muchos coches entrando y saliendo de la Cárcel Modelo de Madrid.    La noche del 22 al 23 de agosto se produjeron sacas masivas y fusilamientos ilegales de presos. Si el Gobierno aceptaba la ilegalidad y el asesinato, estaba a la misma altura moral que los rebeldes.

         La noche del 22 al 23 de agosto.

     El 22 de agosto, unos aviones rebeldes bombardearon el aeródromo de Getafe, que se consideraba el centro dirigente de la aviación republicana. Ese mismo día, la Cárcel Modelo de Madrid ardió son motivo ninguno. El incendio, que era un simulacro rutinario, sirvió de excusa para que la multitud de milicianos asaltase la Cárcel Modelo.

La cárcel tenía en ese momento cerca de 2.000 presos políticos, que se convirtieron desde entonces en un problema de primer orden, pues no había donde meterlos. La solución de los milicianos gubernamentales fue bárbara y cruel: matar a los presos. Esa noche del 22 al 23 de agosto de 1936, los milicianos fueron a la Cárcel Modelo y “sacaron” 40 presos. Y el 24, otros 40. Se fusilaba a todos los conocidos por el vulgo: demócratas, republicanos, conservadores, falangistas, policías… Incluso el general Villegas y el general Capaz fueron fusilados.

     Nadie supo qué había pasado realmente en la Cárcel Modelo. El Gobierno impuso el silencio informativo. Se había fusilado a unas cien personas, acusados de fascistas, denominación que servía a la izquierda como excusa para hacer lo que le venái en gana, y que era falsa. Entre los asesinados estaban el general Capaz, Martínez de Velasco[1], Rico Avello[2], Álvarez Valdés[3], Melquiades Álvarez[4], Fernando Primo de Rivera[5], Julio Ruiz de Alda[6], el doctor Albiñana[7], Osvaldo de la Caridad[8], Rafael Esparza[9], Santiago Martín Baguena[10]… Investigaciones posteriores nos dan una versión fiable de los hechos de la noche del 22 al 23 de agosto:

En la Cárcel Modelo de Madrid había unos 1.800 detenidos en ese momento. Eran militares y paisanos, y algunos habían sido detenidos “preventivamente”. Se dice que Julio Ruiz de Alda planificó una fuga tras conseguir algunas armas, y el plan empezaba con un incendio que creara la confusión suficiente. Con las armas que tenían, podían adueñarse de la Cárcel usando la sorpresa. El 22 por la tarde, acumularon leña de la panadería, y prendieron fuego a ese montón de leña, simulando un incendio por las voces que daban todos en ese sentido. Se llamó a los bomberos, y con ellos entraron algunos milicianos para protegerlos. Nadie esperaba que los internos tuvieran armas, y empezó una refriega a tiros. El plan tuvo un cierto éxito, pues escaparon unos 200 presos.

Cuando se supo del jaleo que había en la Cárcel Modelo, acudieron a sus puertas unos 10.000 milicianos republicanos. Apagaron el fuego, y empezó la represión. La venganza de los milicianos republicanos fue terrible esa noche: entraron en el registro de los presos y empezaron a seleccionar los que a su juicio eran más peligrosos. Escogieron un grupo de unos 30 conocidos por ellos, y los fusilaron en el patio.

En los siguientes días hubo más “sacas” en distintas cárceles, e incluso algunas patrullas visitaban domicilios particulares y asesinaban sobre la marcha a los que encontraban.

Con estos actos, el Gobierno de España, al igual que estaba pasando con el Gobierno de Cataluña y con muchos alcaldes, entraban en la ilegalidad, pues se tomaban la justicia por su mano, con la única pena que conocían, la de muerte. Todos se mantuvieron en sus cargos a continuación. No hubo ceses ni dimisiones. Ni Largo Caballero asumía la responsabilidad de los comités de obreros a los que había armado, ni el PCE lo hacía tampoco. Cualquier persona salía a la calle armado y decía que era su derecho y su libertad el llevar armas.

Giral y Azaña se mostraron consternados por los asesinatos de la noche del 22 de agosto. Era una vergüenza. Pero todos continuaron en sus cargos.

     Aceptación social de la guerra.

Una vez más nos vemos ante la enorme discrepancia entre las personas normales, los ciudadanos corrientes, y los políticos, que no suelen ser personas normales. Los ciudadanos estaban sintiendo un desastre económico, amenazas contra sus vidas, desorientación sobre qué ideología, palabras y formas a adoptar para salvar la vida y la hacienda. Los políticos iban por otros caminos: Largo Caballero más bien estaba satisfecho porque muchos se inscribían en las columnas que iban a la guerra. Por todas partes aparecieron carteles y consignas, banderas, pancartas, que reivindicaban “el poder popular”. El PCE también estaba orgulloso de contar con muchos seguidores, lo cual les permitía pensar en una revolución bolchevique española.

Y apareció el populismo borreguil: todos los ciudadanos de la zona gubernamental decidieron quitarse la corbata, el sombrero, los zapatos y la chaqueta americana para no ser identificados como “fascistas” y aparecer muertos cualquier mañana. Había que disfrazarse de obrero. Desde entonces, y durante los cien años transcurridos posteriormente, los socialistas y comunistas españoles se disfrazan de obreros para ir a sus mítines y sus actos de partido y sindicato, se quitan la corbata, el sombrero, y en todo caso, se ponen un traje de pana, que era lo que vestían los agricultores. Dicen que eso es más moderno. Un pañuelo al cuello, a poder ser rojo, un gorro, unas alpargatas o deportivas, y unos monos de trabajo en la fábrica, es el uniforme de estos “progresistas”. Y los políticos del bando conservador hacen todo lo contrario. Muchas veces, a eso se reduce la ideología y el cambio social que prometen los unos y los otros, a vestir o dejar de vestir esos símbolos externos, y a reírse de los contrarios porque no hacen como ellos en eso de llevar o no corbata, traje, sombrero, zapatos… La estupidez es generalizada.

El 25 de agosto de 1936, el Ayuntamiento de Madrid creó la Comisión de Abastos Gastronómicos para controlar los gastos de milicianos en hoteles y restaurantes, los cuales eran demasiados a juicio de los propietarios restauradores. Los hombres del mono y la gorra de obrero, se daban comilonas, y usaban los hoteles de lujo, con el simple gesto de entregar una vale confeccionado a mano y firmado por ellos mismos.

El 29 de agosto, el Estado se incautó todas las tahonas de Madrid para controlar la fabricación de pan. Desde entonces, para tener pan, había que ser de izquierdas.

Amenaza de guerra en Madrid en agosto de 1936.

Madrid era el objetivo primordial para ambos bandos. No sólo era el centro de las carreteras y ferrocarriles, sino que allí radicaba la I División Orgánica, un Regimiento de Caballería, los Servicios Centrales del Ejército y la sede del Gobierno.

Madrid se convirtió en el centro y referente de la Guerra de España, lugar al que acudían los ejércitos de ambos lados, los voluntarios de ambos bandos, los refugiados, los que se querían pasar de una zona a la otra… Y en esa situación crítica, la población de Madrid decidió plantar cara a los rebeldes y luchar hasta el final. La quinta columna, o rebeldes en Madrid, quería cambiar la opinión pública de Madrid, pero Franco hubo de aceptar que no tomaría Madrid, sino a largo plazo.

El 25 de agosto, los rebeldes bombardearon el aeródromo de Cuatro Vientos en Madrid, la alternativa a Getafe, que habían bombardeado dos días antes.

El 26 de agosto, un bombardeo de octavillas sobre Madrid, anunciaba bombardeos continuos, previos al asalto militar de la ciudad. Los rebeldes pedían la rendición sin condiciones.

El 26 de agosto de 1936, Franco se trasladó a Cáceres. Desde allí, dirigió las operaciones de avance sobre Madrid.

Esta decisión de Franco provocó un cambio profundo en la popularidad de los líderes rebeldes. A principios de agosto, Mola tenía autoridad sobre los frentes de Somosierra y Guadarrama, Queipo tenía autoridad sobre Sevilla y la Andalucía occidental, y Franco tenía autoridad sobre Extremadura. Pero al fracasar Mola en el Sistema Central, y tras proyectar Franco un avance que parecía que podía llegar a Madrid, el nombre de Mola casi desapareció de la boca de los españoles, mientras la figura de Franco se agigantó.

Por su parte, Falange Española corría igualmente el peligro de desaparecer. Sus líderes eran muchos, pero ninguno era aceptado por todos los falangistas. Raimundo Fernández Cuesta, Manuel Valdés Larrañaga, Fernando Primo de Rivera (asesinado el 20 de agosto), Ramiro Ledesma Ramos (expulsado del partido), Onésimo Redondo (muerto en los combates de Somosierra en 24 de julio), podían haber sido sus líderes. Los falangistas necesitaban un líder único y se reunieron en Sevilla en agosto de 1936 para elegir un líder provisional que ayudara a conciliar a los distintos grupos de Falange. Convocaron una nueva reunión para septiembre, que se celebró en Valladolid, y allí se eligió una Junta Provisional de siete miembros, cuyo Presidente era Manuel Hedilla Larrey. Se elegía a Hedilla porque era un personaje insignificante, de Santander, que podía ser neutral en la proclamación del nuevo líder que todos esperaban para representar o sustituir a José Antonio, encarcelado en Alicante. Luego, cuando José Antonio murió el 20 de noviembre de 1936, se necesitó un líder para sustituirle.

La crisis de liderazgo de Falange fue la ocasión de Franco para transformarse en un líder “popular”, con un populismo forzado desde arriba, lo cual culminó el 20 de abril de 1937, cuando Franco se vistió de Jefe Nacional de Falange, y todos entendieron que se convertía en el líder de la misma.

Franco sufrió un cambio mientras estaba en Cáceres. Hasta ese momento, repetía las ideas de Mola y Queipo de Llano, hablando mal de la Constitución de 1931. E incluso acababa sus discursos con un ¡Viva la República!, en la idea propia de Mola y de Cabanellas de crear una República liberal, libre de socialistas de clase y comunistas. Ni siquiera le preocupaba pertenecer a la Junta de Defensa de Burgos. Pero al tomar la dirección del ataque a Madrid, y ver el desastre de los generales de la V, VI, y VII Divisiones Orgánicas, que no eran capaces de acercarse a Madrid, empezó a ver las cosas de manera diferente: los navarros servían al tradicionalismo monárquico y católico, los falangistas esperaban el momento de su revolución nacional, Queipo de Llano se comportaba como un sátrapa en Sevilla, y Franco empezó a acariciar la idea de ser el líder de aquella sublevación, y ya no para restablecer la República, y tampoco la monarquía, sino para crear un régimen nuevo, una dictadura antiliberal, antisocialista, anticomunista, y antidemócrata. En 30 de julio de 1936, ABC había un artículo en el que denominaba a Franco “caudillo”, como los viejos líderes de masas medievales españoles. Pero de momento, eso no significaba nada, pues era Queipo de Llano el que nombraba Gobernadores Civiles, y Mola el que era tenido por coordinador de la rebelión. El 14 de agosto, Mola viajó a Sevilla buscando la coordinación militar de las dos zonas rebeldes, Andalucía y el Valle del Duero. Se encontró con que Queipo de Llano actuaba sin consultar a nadie, como si él fuera el jefe absoluto de la tierra. Queipo no iba a obedecerle. Pero Queipo era un incapaz a la hora de gobernar: suspendió la Delegación de Trabajo y en su lugar abrió un Negociado de Asuntos Sociales, que no servía para nada; organizó las milicias nacionales, que no dominaba, pues las milicias salían predominantemente de la zona norte; dictó un bando contra la pornografía, que no era precisamente el problema bélico más urgente en ese momento. Hacía cosas sin sentido, y no consultaba a nadie. Su método de Gobierno era llevar órdenes al Gobernador Civil de las provincias que dominaba, órdenes que se le habían ocurrido sobre la marcha, y ordenar ejecutarlas.

El 27 y 28 de agosto de 1936, los aviones alemanes bombardearon Madrid con fuego real. Era el primer bombardeo aéreo importante sobre una ciudad del mundo. Y se produjeron los primeros muertos por esta causa. La Guerra comenzaba en Madrid en su aspecto más terrorífico. El bombardeo era importante en el sentido de que las bombas tenían capacidad de destruir edificios. La población entró en pánico, y se tuvieron que improvisar refugios antiaéreos. El 27, bombardearon los aeródromos de Getafe y Cuatro Vientos, y sólo murió un soldado. El 28 bombardearon la ciudad, que entonces tenía más de un millón de habitantes.

El 30 de agosto, el embajador soviético, Marcel Israelivuch Rosemberg, presentó credenciales ante el Presidente de la República, Azaña. A los madrileños les quedaba muy claro que habían escogido como socio al comunismo soviético.

El ejército de Giral había fracasado en la toma de Zaragoza, Huesca, Oviedo y Córdoba. Y desde Andalucía y Extremadura, llegaban todos los días refugiados que hablaban de los soldados moros, y del terror que éstos imponían tras la toma de cada pueblo. Y contaban que el ejército profesional africano era imbatible en su avance, pues no temía a la muerte.

El Gobierno Giral también estaba fracasando pues no había obtenido el apoyo de las democracias occidentales, y no hacía valer su autoridad sobre las milicias socialistas y anarquistas y comunistas. La gente pedía un nuevo Gobierno que integrase a socialistas y comunistas.

El 1 y 2 de septiembre, los rebeldes bombardearon de nuevo Madrid. El principal efecto de los bombardeos fue que la gente acaparó víveres, y empezó la escasez. Lo primero que faltó fue el azúcar. Y la llegada de refugiados agravaba más el problema de conseguir comida.

           Crisis del liderazgo de Mola.

Por su parte, Emilio Mola no estaba cumpliendo el papel político y militar que se esperaba de él. Militarmente, Mola no era capaz de sobrepasar el Sistema Central. Políticamente, era un desastre: Navarra era gobernada por una Junta Central de Guerra de Navarra, presidida por Joaquín Beleztena, y gestionada por José Martínez Berasaín. Martínez Berasaín estaba tratando de hacer realidad los viejos mitos medievales, cuando cada valle y cada ciudad se regían a sí mismos, y había admitido como componentes de la Junta a un miembro de cada Merindad de Navarra. Los frutos positivos de esta Junta aportaban bien poco al triunfo de la rebelión: restableció el crucifijo en las escuelas, prohibió ejercer represalias contra los vencidos, impuso la bandera roja y amarilla, y consagró Navarra al Sagrado Corazón de Jesús.

En agosto, Fal Conde se dio cuenta de la insustancialidad de la Junta Central de Guerra de Navarra, y promovió la Junta Nacional Carlista, que era presidia por él mismo. Era Secretario, Lamamié de Clairac; vocales de asuntos militares eran: Zamanillo, Rada, y Sáenz Díez; y vocales de asuntos civiles eran Rodezno en asuntos políticos; Valiente en asuntos religiosos; Olazábal en relaciones religiosas; Muñoz Aguilar en asuntos de prensa; Oriol en asuntos de investigación e información política. La Junta Nacional Carlista residía en Burgos, aunque algunas reuniones las celebró en Salamanca. Esta Junta fue manejada por Fal Conde y por el Pretendiente Alfonso Carlos de Borbón, los cuales, en septiembre de 1936, acabaron sustituyendo a los jefes de Comunión Tradicionalista por Comisarios de Guerra, controlados directamente por Fal Conde, los cuales fueron Gaiztarro para Hacienda, Puigdellers para Enseñanza, y Arauz de Robles para gremios. Alfonso Carlos murió el 29 de septiembre de 1936, y el nuevo Pretendiente, fue Javier de Borbón Parma.

Era preciso tomar el liderazgo, y Franco decidió ser él el líder. Cuando los generales rebeldes vieron el encumbramiento de Franco, no tuvieron ninguna duda de que se había terminado el proyecto de renovar la República por el que ellos se habían rebelado, y de que se iniciaba un nuevo sistema dictatorial a plazo indefinido.

      Avance rebelde sobre Madrid: Oropesa.

El 27 de agosto, en el avance sobre Madrid, Yagüe atacó en vanguardia, y Tella y Castejón iban en retaguardia. Carlos Asensio Cabanillas mandaba la columna de reserva. Se incorporó a ese ataque Francisco Delgado Serrano, que llegaba desde Sevilla con nuevos soldados africanos, recién desembarcados. Se luchaba pueblo a pueblo, y en todos se encontraba resistencia de milicianos republicanos. Destacó la defensa de Oropesa (Toledo), un castillo que era una fortaleza militar importante. Fue una misión para los nuevos legionarios, que lo tomaron al asalto, muriendo muchos de ellos como era habitual. Los milicianos pelearon cada rincón del castillo, y el resultado fue muy sangriento.

La conquista del castillo de Oropesa significó el enlace de las tropas sevillanas, con las que venían de Arenas de San Pedro (Ávila). La amenaza sobre Talavera de la Reina era muy evidente.

     Crisis en el Gobierno de la República.

El 24 de agosto, Luis Araquistáin le escribía a Largo Caballero diciéndole que, en su opinión, el Gobierno de España ya no existía, y que en esas condiciones se debía eliminar el paripé de Gobierno, y empezar la revolución del “socialismo de clase”, para poder ganar así la guerra. Araquistáin le decía que Prieto no estaba en condiciones de formar Gobierno, pues no contaba más que con unos pocos amigos personales, y algunos de ellos eran republicanos, y que sólo él, Francisco Largo Caballero, estaba en condiciones de hacerlo. Le decía que las posibilidades en ese momento eran un Gobierno de izquierdas, o un Gobierno con los republicanos. Si constituía un Gobierno de izquierdas, los republicanos y Azaña a su cabeza, se le pondrían en contra, y tal vez muchos de ellos se pasasen a los rebeldes. También le decía que el “socialismo de clase” era imposible en ese momento, y que hasta que se produjese la ocasión oportuna, se debía mantener a Azaña en la Presidencia de la República, y también debía aceptar a los pesoístas moderados (los democráticos), lo cual no constituiría un problema, pues su opinión quedaría contrarrestada con la presencia de los comunistas. Y decía que, eventualmente, se podía aceptar a algunos anarquistas en el Gobierno.

El problema del Gobierno Giral, era que no era capaz de controlar los batallones de milicianos, ni los de la marinería de la Flota. Las milicias actuaban “democráticamente”, es decir irracional y populísticamente, que era lo que los milicianos entendían por democracia. Era la democracia de la irracionalidad, de los torpes, de los que no respetaban las instituciones del Estado de derecho, la expresión más nítida del populismo. Era todo lo contrario a una democracia liberal representativa y de derecho. Pero algunos líderes populares esperaban beneficiarse de ese equívoco imbuido en las masas.

Los jefes militares no eran capaces de controlar a sus soldados: Pozas no fue capaz de controlar su retaguardia. Castelló no era capaz de controlar a sus soldados. Los batallones eran controlados por líderes anarquistas y pesoístas, de modo que la coordinación militar resultaba imposible. De este modo, la superioridad militar teórica gubernamental, se traducía en inferioridad en el campo de batalla, y cuando los rebeldes se dieron cuenta de este hecho, su moral creció mucho. El ejército gubernamental se desintegró: los oficiales se pasaban a las organizaciones pesoístas, anarquistas y comunistas, y se apuntaban a ser líderes de las unidades populares, pero olvidaban su espíritu militar. Algunos militares se pasaron a los rebeldes. Incluso en el Ministerio de Guerra, estaba a diario Indalecio Prieto, y de él dependían las decisiones que allí se tomaban. Teniendo en cuenta que Prieto no era Ministro, ni funcionario, ni militar, sus órdenes eran una anomalía democrática, propia de la “democracia socialista”.

Los más racionales de los gubernamentales eran los comunistas, los cuales tenían la orden de ganar la guerra, y dejar la revolución para más tarde. Pero la introducción de la idea de la democracia comunista, les estaba preparando el camino a su victoria.

Los sucesivos desastres militares minaron la autoridad del Presidente Giral, y Largo Caballero aprovechó para reclamar el poder y completar su plan de dirigir la revolución en España. Necesitaba el apoyo de los demás socios revolucionarios, y CNT se negó a darle ese apoyo, de momento. CNT estaba imponiendo la colectivización en las fábricas de Barcelona y en los campos aragoneses. Y CNT no aceptaba el socialismo de clase de Largo Caballero.

Largo Caballero estaba entusiasmado con la posibilidad de ser líder de los milicianos. Pero los hombres cultos sabían que era preciso organizar un ejército de verdad, y someter a las milicias a una disciplina. Como no estaba claro quién dominaría sobre ese ejército a formar, la organización militar se demoraba. Los comunistas insistían en que fuera un ejército popular y democrático, comunista. Y los pesoístas querían que fuera un ejército “socialista”. Y los republicanos, que fuera un ejército republicano. Los anarquistas tenían presente que en la URSS habían sido aniquilados por los comunistas, y la realidad era que los anarquistas españoles tenían cientos de miles de milicianos, frente a un PCE que sólo había movilizado a unas decenas de miles. Entregarse a los comunistas, les parecía una estupidez.

Giral, el Presidente del Gobierno, buscó un sustituto para el cargo de Presidente de Gobierno que él ejercía, y creyó que Largo Caballero era el hombre indicado. Giral sabía que no tenía de hecho el poder, y que no tenía sentido que él siguiera gobernando. En cambio, Largo Caballero era el líder de las milicias pesoístas ugetistas. Se lo comunicó al Presidente de la República, Manuel Azaña, y Azaña hizo algo que detestaba: nombrar Presidente del Gobierno al jefe de las Milicias ugetistas. Se dice que Azaña fue honesto y democrático, pero en esta ocasión, vez de dimitir, accedió a que Largo Caballero ascendiese al poder. Largo Caballero era el hombre que había arruinado todos los proyectos de democratización en 1931-1933, mediante huelgas y boicots, el que había preparado la revolución de octubre de 1934, el que había boicoteado la alianza con los republicanos en 1935, hasta que cedió en noviembre de 1935, poniendo muchas condiciones, y el que había vuelto sobre la misma violencia social en mayo de 1936 amenazando con movilizaciones generales contra el Gobierno, si Azaña nombraba Presidente al pesoísta Indalecio Prieto, era el que era presentado por Giral para nuevo Jefe de Gobierno. Azaña sabía todo esto, pues consta en sus memorias, pero se prestó al caos.

Los únicos valores de Largo Caballero eran el popularismo. Había roto con casi todos los líderes del PSOE en diciembre de 1935, y se había propuesto hacer de UGT un órgano revolucionario, muy lejos de lo que se supone que debe ser un sindicato y bastante cerca de las ideas fascistas sobre el papel de los sindicatos, el nacional-sindicalismo. Largo Caballero no aceptó en julio de 1936 las propuestas de participar en el Gobierno, porque eso podía desgastarle. Quería el poder para él. Pensaba en un Gobierno monocolor largocaballerista.

Entonces, en los últimos días de agosto de 1936, Giral le ofreció a Largo Caballero ser Ministro. Y largo Caballero volvió a rechazarlo, como en julio pasado. Incluso dijo que Giral era un “burgués”, lo que en el tiempo en que los burgueses eran fusilados, no era nada suave.

La designación de Largo Caballero como Presidente del Gobierno, y Ministro de Guerra, no tenía otro sentido que reaccionar ante una derrota militar contundente, tanto en Irún, como en Talavera de la Reina. La condición que se le impuso fue que el Gobierno fuera de coalición, y no monocolor como pretendía Largo Caballero. En 1933, había dicho que nunca aceptaría una Presidencia de Gobierno que no fuera monocolor, pero la palabra de Largo Caballero valía poco.

Pero ante la perspectiva de ser Presidente, Largo Caballero cambió de idea, y aceptó formar gabinete de coalición. La cuestión era que si la mayoría de milicianos era anarquista, la coalición debería ser con los anarquistas. Pero Largo Caballero rechazó a los anarquistas, y prefirió asociar al Gobierno a los republicanos, los burgueses de los que había dicho que los odiaba.

Los últimos decretos de Giral fueron: la disolución de la Guardia Civil y su conversión en una Guardia Nacional Republicana en 30 de agosto de 1936, y la incautación de tierras e industrias abandonadas por sus dueños. Estas tierras fueron repartidas entre los milicianos. Se trataba de 4 millones de hectáreas. Ello daba como mucho, en minifundios, para 400.000 campesinos, y en lotes más racionales, para muchos menos. Las industrias incautadas fueron nacionalizadas y así ocurrió con las líneas férreas, compañías eléctricas, CAMPSA (Compañía Arrendataria el Monopolio de Petróleos), y con algunos bancos.

El 3 de septiembre de 1936, Giral dimitió. Azaña nombró Presidente del Gobierno a Largo Caballero. ¿Se iba a realizar la utopía caballerista? El entusiasmo de las milicias sindicalistas era muy grande. Largo Caballero era por entonces un mito popular, el hombre que iba a realizar el socialismo de clase.

     Las fuerzas catalanas a fines de agosto.

A fines de agosto, Barcelona organizó la “Cuarta Columna Catalana” a las órdenes del teniente coronel Jesús Pérez Salas. Fue denominada “Columna Macià-Companys”, porque la base de sus reclutas era catalanista. A los CNT no les gustó nada la formación de esta fuerza militar, pues hasta entonces eran ellos los que estaban organizando la guerra en Cataluña.

En realidad, la Columna Maciá-Companys eran dos columnas diferentes: la columna Francésc Macià a las órdenes de Pérez Salas estaba acuartelada en Montjuich. Y la columna Lluis Companys a las órdenes del capitán Alfred Molino estaba acuartelada en Bonanova.

Ambas columnas desfilaron por Barcelona el 5 de septiembre de 1936 y salieron en tren para Aragón el 9 de septiembre. Entre las dos, sumaban unos 1.000 hombres, muy pocos en apariencia, pero todos eran profesionales militares. Su acción más significativa fue la toma de Montalbán en Teruel.

El 25 de agosto, llegó a Barcelona Vladimir Antonev Ousenko, nombrado cónsul de la URSS en España. Y el 27 de agosto llegó a Madrid Marcel Izraelivich Rosemberg como embajador de la URRS en España. Rosemberg sería sustituido por León Gaykis en 17 de febrero de 1937.

Las fuerzas “republicanas” en septiembre de 1936.

En el terreno pesoísta, la torpeza de Largo Caballero se demostró cuando diagnosticó que todo el problema radicaba en la unidad de mando, o sea, en que el PCE y la CNT se enfrentaban a sus unidades de UGT, en vez de respetar a los mandos pesoístas. Era mezclar una idea política, con la realidad de una táctica militar. Quizás tuviera algo de razón, pero no contemplaba el problema en su totalidad.

Sorprendentemente para muchos, la postura más inteligente se produjo en CNT, pues los anarquistas dijeron que era preciso el orden y la disciplina, la subordinación y el respeto a las jerarquías. Sorprende porque era todo lo contrario a lo que dice la doctrina anarquista.

Por estas causas, en septiembre, la República perdió en pocos días, Talavera, Irún, y Mallorca, fruto de la incompetencia militar. Tras esos días, las fuerzas rebeldes ya no eran tan débiles como aparecían el día de la sublevación. Y los militarmente incompetentes, optaron por la política: entregar el Gobierno a las milicias, aparentando que seguía en manos de los ciudadanos españoles. Y una vez cometido este error, los más populistas, Largo Caballero y los dirigentes comunistas, resultaron líderes de la República e incluso Ministros y Presidente del Gobierno.

El 31 de agosto de 1936, la disputa entre Pedro Prado Mendizábal y Fernando Navarro Capdevila, se arregló con la destitución de Navarro Capdevila. Fue sustituido por el capitán de corbeta Miguel Buiza. Pedro Prado Mendizábal insistía en utilizar toda la fuerza militar disponible en el Estrecho. Puso su cuartel en el Hotel Cataluña de Málaga, y en el crucero “Libertad”, y pidió que le asignasen las fuerzas terrestres, marítimas, aéreas, Guardia Civil y Carabineros de Levante y Andalucía, a fin de tomar la Bahía de Algeciras, y cortar las comunicaciones con África. Se oponía a la orden del Ministro de Marina de llevar la flota al Cantábrico, lo cual era dispersar la flota y dar facilidades a los rebeldes. Largo Caballero se equivocaba de nuevo.

A primeros de septiembre, se conformaron los primeros batallones de amalgama de profesionales y civiles, previstos en 2 de agosto de 1936. Eso no mejoró la calidad del ejército republicano. Los jefes de milicias se caracterizaron siempre por su valor probado, incluso hasta la temeridad, pero también por el desconocimiento de las tácticas militares y de los aparatos técnicos utilizables para la guerra, y por su desobediencia a las consignas militares del Gobierno. Destacaron el picapedrero Enrique Líster, el albañil Cipriano Mera, el leñador Juan Modesto, el minero Valentín González González “El Campesino”.

     El País Vasco a finales de 1936.

El 1 de octubre de 1936 se aprobó en Madrid el Estatuto Vasco y era el mismo día en que Franco tomaba el mando supremo de la sublevación contra la República. Las Cortes que aprobaron este Estatuto estaban casi vacías, pues los diputados de centro y de derechas habían huido. Sólo quedaban 50 diputados presentes. Teniendo en cuenta que los Diputados eran 470, podemos decir que las Cortes no eran moralmente representativas como pleno, aunque jurídicamente su decisión tuviera valor. El primer Lehendakari fue José Antonio Aguirre Lecube.

José Antonio Aguirre, en un momento de gran dificultad en el que se esperaba el ataque de Franco, logró un Gobierno de Concentración de todos los vascos: nacionalistas católicos de derechas, socialistas, comunistas y republicanos. Era un Gobierno Frankestein, pues todos eran incompatibles entre sí, pero les unió en torno a la idea nacionalista de conseguir la independencia respecto a España. De ello, cada uno esperaba el triunfo de su propia revolución.

Este Gobierno inició una política frívola, preocupándose por tener monedas y sellos de correos propios, cosas ambas de alto coste económico, cuando las prioridades eran otras. Por ejemplo, su Gobierno sólo era efectivo sobre Vizcaya, y debía haberse preocupado por dominar todo el País Vasco.

El 30 de noviembre de 1936, el Gobierno Aguirre, utilizó las milicias PNV para una ofensiva sobre Vitoria y Miranda de Arga, en la que fue derrotado. Pero Franco no invadió el País Vasco porque tenía en ese momento otras prioridades. El general Francisco Franco era un estratega de mucha valía que, enseguida, le ganó la partida estratégica al bando republicano, y más tarde la victoria militar.

El PNV culpó al Comité de no Intervención de la derrota, alegando que no le dejaban comprar armas, lo cual no era del todo cierto. La vigilancia en el mar era muy permeable, la vigilancia en la frontera francesa era más cerrada, pero la frontera también era permeable. Había otros factores: el Gobierno de Madrid no le envió aviones suficientes alegando que no podía atravesar Castilla la Vieja, unos 400 kilómetros.

El PNV contaba con 15 ó 30 aviones, que evidentemente no se podían enfrentar a los 150 aviones de Franco. También creó una Marina de Guerra Auxiliar de Euskadi, la cual se hizo a base de bacaladeros a los que se incorporó algún cañón ligero. Pero no tenía artillería pesada ni antiaéreos. No era un grave problema porque todos los países del mundo están siempre deseando vender armas. El problema era comprarlas y transportarlas hasta País Vasco.


[1] José Martínez de Velasco Escolar, fue del Partido Liberal de Canalejas, y en 1931 fue senador y se opuso a las reformas republicanas. Fue Presidente del Partido Agrario, Ministro sin cartera en octubre de 1934, y Ministro de Agricultura en septiembre de 1935. En julio de 1936, fue encarcelado por los milicianos, y asesinado el día 22 de agosto en la Cárcel Modelo.

[2] Manuel Rico Avello, fue un abogado asturiano que trabajó como secretario de la Organización Minera de Asturias y de la patronal Mineros de Asturias. Militó en el Partido Reformista de Melquiades Álvarez. Fue Ministro de Gobernación en octubre de 1933, alto Comisario de España en Marruecos en 1935, Ministro de Hacienda en diciembre de 1935. Fue encarcelado en julio de 1936 por milicianos republicanos, y asesinado en la noche del 22 al 23 de agosto de 1936.

[3] Ramón Álvarez-Valdés Castejón, fue un abogado asturiano militante del Partido Reformista de Melquiades Álvarez. Fue Ministro de Justicia en diciembre de 1933, y amnistió a Sanjurjo, pero se negó a amnistiara los rebeldes anarquistas de Jaca, Galán y García Hernández. Fue encarcelado en julio de 1936 y asesinado la noche del 22 al 23 de agosto.

[4] Melquiades Álvarez González Posada, fue un abogado asturiano llegado a Madrid en 1901, de ideas republicanas conservadoras. En 1912, creó el Partido Reformista. Se opuso a la Dictadura de Primo de Rivera. Luego ingresó en el Partido Republicano Radical de Lerroux. Fue encarcelado en julio de 1936 y asesinado en la noche del 22 al 23 de agosto de 1936.

[5] Fernando Primo de Rivera Sáenz de Heredia, era un médico hermano de José Antonio Primo de Rivera, y militante también de Falange Española. El 14 de julio de 1936, un amigo le detuvo y le puso en libertad, pero Fernando no captó la gravedad del momento, y junto a otros falangistas, asaltó Unión Radio. Tras el 18 de julio, fue encarcelado en la Cárcel Modelo y asesinado en la noche del 22 al 23 de agosto.

[6] Julio Ruiz de Alda Miqueleiz, fue un militar que sirvió en África en 1919-1922, se hizo observador aéreo en 1922, y piloto en 1924. En 1926, participó en el vuelo Madrid-Buenos Aires. En octubre de 1933, estuvo entre los fundadores de Falange Española, y en marzo de 1936, fue detenido y encarcelado en la Cárcel Modelo junto a José Antonio. Fue asesinado en la noche del 22 al 23 de agosto de 1936.

[7] José María de Albiñana Sanz, fue un médico valenciano, que en 1921 emigró a México y vivió la etapa más violenta de la historia de este país. En 1928 fue expulsado de México. En 1932 se hace líder de Legionarios de España, una banda extremista de derechas, y del Partido Nacionalista Español. En 1933, fue Diputado por Burgos y se mostró antimarxista, antirrepublicano y antisemita. El 18 de julio, se refugió en el Congreso de Diputados, del que fue sacado el 28 de julio, y enseguida fue detenido y llevado a la Cárcel Modelo. Fue asesinado la noche del 22 al 23 de agosto.

[8] Osvaldo Fernando de la Caridad Capaz Montes, era un africanista que fue Delegado de Asuntos Indígenas de la Alta Comisaría de España en Marruecos, en 1927-1931, ascendido a general en 1934, y Comandante General de Ceuta en 1936. Viajó al hospital de Madrid para ser tratado de anemia, y allí le sorprendió la rebelión, por la que fue encarcelado, y en la noche del 22 de agosto, fusilado. Su cuerpo apareció el 23 de agosto tirado en el campo.

[9] Rafael Esparza García era un abogado de Acción Popular y de CEDA, elegido diputado por Madrid en 1933 y en 1936.

[10] Santiago Martín Baguenas, era un policía que había sido jefe de la policía política (División de Investigación Social) en 1930 para Emilio Mola y Primo de Rivera, y era muy conocido. Fue suspendido en 1931, estuvo con Sanjurjo en 1932, y fue reincorporado al servicio en 1934.

Post by Emilio Encinas

Emilio Encinas se licenció en Geografía e Historia por la Universidad de Salamanca en 1972. Impartió clases en el IT Santo Domingo de El Ejido de Dalías el curso 1972-1973. Obtuvo la categoría de Profesor Agregado de Enseñanza Media en 1976. fue destinado al Instituto Marqués de Santillana de Torrelavega en 1976-1979, y pasó al Instituto Santa Clara de Santander 1979-1992. Accedió a la condición de Catedrático de Geografía e Historia en 1992 y ejerció como tal en el Instituto Santa Clara hasta 2009. Fue Jefe de Departamento del Seminario de Geografía, Historia y Arte en 1998-2009.

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