Dificultades de inicio en la Guerra de España.

         Debilidad de las fuerzas gubernamentales.

     Hoy, nos parece un error colosal del gubernamental Miaja, el no atacar Sevilla, el núcleo inicial de la rebeldía, pero no le era posible el ataque con garantías. Se carecía de municiones, y no se sabía las que tendría el enemigo, que también estaba igual, pero la situación no era conocida. Y no se disponía de material de guerra moderno que evitara las múltiples bajas en los asaltos a objetivos militares. No había camiones para transportar tropas y armamento, no había coches para comunicaciones, no había tanques, cañones antitanques, cañones antiaéreos… Se calcula que el total de motocicletas, automóviles, y camiones de que disponían, sumados los dos bandos, no superaba las mil unidades. Disponían de 200 aviones entre los dos. Contaban con 20 tanques entre los dos ejércitos. Y el estado de conservación de este material militar era pésimo. Los fusiles eran viejos modelos máuser adquiridos de restos de la Gran Guerra, que llevaban 30 años en uso. La mayoría de los cañones era de 75 mm aunque había algunos de 105 mm. Los cañones mejores eran los de artillería de costa, pero su reserva de munición, en ningún caso superaba un día de combate.

Los rebeldes tenían ventaja en el hecho de que los legionarios y regulares entraban a morir y matar, pero esa ventaja la fueron perdiendo en pocos meses, porque una gran parte de estos aguerridos soldados estaban muertos tras las primeras semanas de combates. El ejército del Protectorado Marroquí era temible porque tenía soldados profesionales, y estaba bien dotado de material de guerra y municiones. El temor que inspiraba saber que los africanos tenían de todo, condicionaba las decisiones militares en el bando gubernamental.

     Por otra parte, los ejércitos de los dos bandos, estaban cuajados de milicianos que no sabían de tácticas militares, y en un momento podían mostrarse entusiastas, y al siguiente entrar en pánico.

     El Gobierno de la República de España se afanaba en comprar aviones, pero se los vendían desarmados, y luego había que armarlos. También había que comprar armas y municiones.

     Ante la realidad de la debilidad militar propia, el Gobierno de la República se esforzó en tomar medidas represivas como medio de debilitar a los rebeldes:

Desde principios de agosto, los milicianos de Madrid se incautaron de los palacios de los colegios de abogados y de médicos, y de las sedes de los periódicos, y de los colegios católicos de enseñanza, con lo cual obtuvieron sedes para sus instituciones populares. El 13 de agosto, Giral cerró todos los establecimientos religiosos.

El 5 de agosto, se publicó una lista de funcionarios cesados, primera lista de una serie de ceses. Se cesaría a los vocales del Tribunal de Garantías Constitucionales, porque se decía que eran de derechas pues defendían la Constitución que se debía abolir.

El 11 de agosto de 1936, Cataluña constituyó el Consejo de Economía de Cataluña, el cual elaboró un “plan de transformación socialista del país”, que se concretaba en medidas colectivizadoras y de control obrero sobre las empresas. La revolución en Barcelona iba a ser comunista o anarquista, dependiendo de quién dominara el poder, y de momento, dominaban los anarquistas. Y ello hacía de Cataluña una tierra muy singular, dentro de las regiones de España, pues era un país industrializado y rico, avanzando hacia una socialización. Pero para empezar las colectivizaciones reales, debemos esperar hasta fines de octubre de 1936.

En Cataluña, el 15 de agosto de 1936, hubo un pacto entre CNT, FAI, UGT, PSUC. Dejaron fuera a POUM porque era de ideología crítica para con el comunismo y el socialismo. Como el POUM sólo era importante en Lérida, no era problema la exclusión de POUM.

     Giral trataba de crear un ejército republicano al servicio del Gobierno, pero eso no era lo deseado por los sindicatos y partidos revolucionarios. Giral ordenó la incorporación de tres quintas o reemplazos, y el 20 de agosto, Claridad, el periódico de Largo Caballero, acusó a Giral de contrarrevolucionario. Era evidente que los intereses de las milicias sindicales estaban fracasando en el frente: en el Alcázar de Toledo, en Oviedo, en Mallorca, en Badajoz, en Huesca, en Teruel, en Zaragoza… y que sólo mediante una disciplina militar se recuperaría la iniciativa, pero para ello los anarquistas, largocaballeristas y comunistas debía renunciar a su revolución particular de cada uno, y cooperar con el Gobierno. Al contrario, el 25 de agosto, Claridad, o Largo Caballero que era su dueño, pidió que los pesoístas y comunistas participasen en el Gobierno. Los socialistas moderados no querían que Largo Caballero y los comunistas formasen Gobierno, y Juan Negrín se opuso a aceptar la cartera de Hacienda cuando se lo propusieron con el fin de integrar un Gobierno obrero. En realidad, se estaba hablando de instaurar la dictadura de Largo Caballero, y tampoco los anarquistas y comunistas estaban de acuerdo en ello. Los anarquistas eran dominantes en Cataluña y su opinión resultaba muy importante a la hora de decidir sobre el Gobierno en Madrid.

El 28 de agosto, Solidaridad Obrera publicó en Barcelona, que convenía crear un Comité Central de Milicias Antifascistas en Madrid, tal como ya habían hecho ellos en Barcelona, de modo que se unificara la dirección de la guerra, pero en manos de los sindicatos. Si se hacía, los liberales y republicanos pasarían a ser minoría en el Gobierno, y los sindicatos podrían hacer los cambios que consideraran oportunos hacia su modelo de sociedad. Pero en eso momentos, el Comité Central de Milicias Antifascistas CCMAF, estaba en crisis por no haber dominado a sus grupos sindicales. La propuesta se debía entender como una proposición anarcosindicalista hacia la revolución libertaria. En esos momentos, en Cataluña se pensaba en disolver el CCMAF y que CNY entrase en el Gobierno de la Generalitat. La propuesta del cambio en Madrid no tenía base, y no fue considerada. CNT, FAI y Federación Ibérica de Juventudes Libertarias de Cataluña celebraron una reunión secreta, y acordaron participar todos en el Gobierno de la Generalitat. Todos estuvieron de acuerdo en que FAI no debería participar.

         Debilidad de los rebeldes en agosto de 1936.

     Del ejército de Mola, debemos decir que no consiguió armas de Alemania y de Italia ni antes del conflicto ni en los primeros días del mismo. Cuando Franco obtuvo ese suministro de armas, el hecho fue definitivo para incrementar su popularidad, y convertirle en el líder de la sublevación, lo que implicaba adoptar su sistema militar dictatorial, que no era precisamente el modelo de todos los rebeldes de 18 de julio.

     De hecho, en la Península y entre los rebeldes, sólo Queipo de Llano tenía capacidad ofensiva, gracias a los transportes desde África que le traían municiones, legionarios y regulares, y habían desembarcado entre el 19 y el 25 de julio de 1936. Los legionarios causaban terror por sus métodos de combate: Cuando entraban en un pueblo, de cualquier tamaño, iban casa por casa, y tomaban los víveres, armas y mujeres que les apetecían. Los hombres que tenían la señal de haber disparado eran fusilados. Los rumores decían que no dejaban a nadie con vida tras su paso y ello contribuía a ser temidos, aunque no fuera verdad. Por eso, Sevilla, Córdoba y Granada se mantuvieron fuertes como reductos rebeldes.

     Franco negoció la compra de 11 Junkers-52 de transporte, que llegaron en el mes de julio de 1936, con los que llevó desde Tetuán a Sevilla a 900 soldados, una cifra más propagandística que eficaz. Luego, en agosto, consiguió 9 Savoia-81. Los aviones llegaban con su tripulación del país de origen. Hitler no autorizaba a los pilotos alemanes a hacer bombardeos. Mussolini sí les dio permiso para bombardear.

     El 2 de agosto llegó a Melilla el barco italiano “Morandi”, que portaba municiones y material de guerra. El 6 de agosto, llegó a Cádiz el “Usamaro”, que portaba 10 Junkers, varios cazas, y muchas municiones, y otro material militar.

     Con este material italiano, se pudo completar el “puente aéreo”, y Franco se pudo permitir bombardear los barcos gubernamentales, y dar apoyo a las operaciones militares terrestres cuando se lo pedían. Franco pudo iniciar su ofensiva, lo cual era la principal ventaja de los rebeldes en agosto de 1936.

La primera operación ofensiva rebelde, fue enviar el 1 de agosto, una columna de soldados africanos hacia Granada. El 2 de agosto, envió una nueva columna sobre Huelva, a las órdenes del coronel Carlos Asensio Cabanillas, integrada por un tabor de Regulares, una Bandera de Legionarios, y artillería de campaña y servicios auxiliares. El 3 de agosto, salió de Sevilla una tercera columna a las órdenes de Antonio Castejón Espinosa, que dijeron ir sobre Huelva, pero su destino secreto era Madrid. A ella se sumó la columna de Asensio, enseguida, y tomaron el camino de Madrid apoyándose la una en la otra a pocos kilómetros la una de la otra, mientras iban en dirección norte.

     Cada Regimiento rebelde de los que salían de Sevilla en agosto de 1936, constaba de dos batallones. Un batallón era de moros, y el otro de legionarios venidos de África. No había tercer regimiento, o regimiento de reserva, porque tenían pocos hombres para ello. Confiaban en que no había un verdadero ejército enemigo, sino pequeñas organizaciones de milicianos ignorantes en el arte de la guerra. Efectivamente, los milicianos de Badajoz habían organizado grupos de campesinos armados, sin valor castrense ninguno, ni en táctica ni en técnicas militares. Desde un punto de vista militar, los gubernamentales estaban enviando a sus hombres a la muerte. Por eso, y aunque en estricto orden militar, cada regimiento debía contar con un batallón en reserva, se decidió actuar sin el grupo de reserva. Ello también implicaba que no se podían dejar enemigos en retaguardia, y se asumía que las batallas serían en extremo sangrientas.

     Una de las dos columnas que subían hacía Badajoz, se pegó a la frontera portuguesa en su ascenso hacia el norte, para tener el flanco izquierdo cubierto. Sabiendo que en el flanco derecho no había militares republicanos, sino sólo milicianos voluntarios, la marcha era segura. El problema militar que encontraban eran los aviones “Breguet” republicanos, los cuales dejaban caer bombas en acciones esporádicas y muy poco efectivas. El objetivo de estas pequeñas bombas desde el aire, era imbuir el pánico en las unidades bombardeadas, pero se trataba de soldados profesionales que no se asustaban. Si moría alguien, se le abandonaba, y se continuaba la marcha.

Para compensar la falta de efectivos militares, en agosto de 1936 las milicias falangistas fueron integradas en el ejército franquista. Hacían las labores posteriores a la toma de cada pueblo.

Mola estaba gestionando en agosto de 1936, cuatro acciones militares simultáneas: el avance hacia Madrid por Extremadura; el ataque gallego sobre Oviedo; el ataque sobre Irún; el ataque sobre el Guadarrama, que se suponía que sería la caída definitiva de Madrid y que se hacía con fuerzas de Valladolid y de Navarra.

El 15 de agosto de 1936 hubo una alocución de Mola en Radio Castilla en la que dijo que se castigaría “la inmoralidad, aunque no hubiera leyes que la prohibieran. Y se pagará con la vida”. El 15 de agosto de 1936, el Gobierno de Mola decretó la retirada de circulación de las monedas de oro.

El 27 de agosto de 1936, el Gobierno de Mola decretó que la bandera volviera a los colores rojo y amarillo tradicionales. Pero la bandera roja y amarilla, tardó en imponerse, y en los primeros días de la guerra, los dos ejércitos luchaban bajo la misma bandera. El 27 de septiembre, Zaragoza organizó una jura de “la bandera de Sanjurjo”, como llamaba la prensa a la bandera rebelde. La ceremonia estuvo presidida por el general Miguel Ponte Manso de Zúñiga. El origen de este apelativo de la bandera rebelde, provenía de que había aparecido por primera vez en Sevilla el 15 de agosto de 1936 en una ceremonia religiosa. Los sacerdotes sevillanos estaban entusiasmados con la sublevación militar, y hablaban desde el púlpito de la necesidad de dar una batalla contra los enemigos de la religión y de Dios. Oficialmente, las autoridades católicas no decían nada para no comprometer oficialmente a la Iglesia en la guerra, pero extraoficialmente todos sabían que los sacerdotes estaban con los rebeldes. Los periódicos republicanos no pasaron por alto el hecho de que muchos sacerdotes estuvieran con los rebeldes. Este ambiente condujo a la identificación de sacerdotes con rebeldes, y a la primera matanza de sacerdotes. La Iglesia reaccionó declarando “mártires” a los asesinados, lo cual confirmaba la idea primigenia de que los sacerdotes en general eran del bando rebelde. Los asesinatos de sacerdotes siempre fueron posteriores a 18 de julio de 1936, excluido el caso puntual de que un sacerdote pueda ser asesinado en cualquier momento por diversas razones.

Gil Robles visitó el Cuartel de Acción Popular en Salamanca el 3 de septiembre, y dijo que era un deber sumarse a los voluntarios de la Guardia Cívica. En sus memorias de 1968, Gil Robles negó los hechos.

     El ataque rebelde sobre Oviedo.

El ataque sobre Oviedo era llevado por dos columnas gallegas. La una iba por la costa, y la otra por los puertos de montaña.

El 13 de agosto, el coronel Martín Alonso tomó el mando conjunto de ambas columnas gallegas, y las hizo confluir en La Espina, un cruce de carreteras a 60 kilómetros al oeste de Oviedo. La columna que había ido por León pasó el Puerto de Leitariegos con gran esfuerzo militar.

Mientras tanto, parecía que los gubernamentales ganaban la partida, porque tomaron el Cuartel de Simancas en Gijón, tras un mes de bombardeos desde las calles de Gijón. El cuartel había sido defendido por el coronel rebelde Antonio Pinilla Barceló. El 20 de agosto, le quedaban a Pinilla 200 hombres y algunas mujeres. El “Almirante Cervera” trató de disparar sobre los sitiadores, pero el fuego caía sobre los unos y sobre los otros, pues era muy difícil localizar exactamente los cañones gubernamentales.

El día 30 de agosto, los rebeldes vencieron a los gubernamentales en La Espina, pero todavía les quedaban 50 kilómetros hasta Oviedo.

     El ataque rebelde sobre Irún.

Mola ordenó al coronel Alfonso Beorlegui Canet el ataque sobre Irún y San Sebastián en los primeros días de agosto. Le había concedido 2.000 hombres, la mayoría requetés, pero también algunos soldados, algunos falangistas, y algunos guardias civiles. Beorlegui carecía de artillería. Era un terreno lleno de colinas, en donde dominar las cumbres era fundamental en el avance.

El 5 de agosto, Beorlegui empezó su ataque tomando Tolosa, 28 kilómetros al sur de San Sebastián. El ataque iba para largo, y de hecho, Irún no fue tomada hasta 4 de septiembre.

     El Guadarrama a primeros de agosto.

A primeros de agosto de 1936, el general rebelde Luis Miguel Limia-Ponte y Manso de Zúñiga, atacó en Somosierra, Guadarrama y Navacerrada simultáneamente. En las escaramuzas, algunos soldados republicanos aprendieron el arte de la guerra: se trataba de Cipriano Mera, El Campesino, Modesto, Líster, y algunos otros. Aprendían de los hechos de cada día. Eran comunistas y trabajaban para el PCE, y no para el Gobierno de la República exactamente.

Los rebeldes confiaban en tomar Madrid y terminar con la guerra en pocas semanas. Desde el principio, el bando sublevado se había organizado suprimiendo los partidos políticos y concediendo todo el poder al gobernador militar de cada provincia, al tiempo que se llamaba a cuatro reemplazos de quintas, los del 33, 34, 35 y 36. De momento, ante la escasez de uniformes militares, se impuso el uniforme de camisa azul y botas de montar. Era notoria una disciplina, que se traducía en austeridad en los gastos y asistencia obligatoria a las celebraciones religiosas. La primera medida de gobierno fue la anulación de los decretos de Largo Caballero sobre la obligatoriedad de dar trabajo a los jornaleros de cada pueblo y sobre las expropiaciones agrarias. El lema escogido como grito de guerra en esos primeros días era «salvad a la patria».

                La campaña de Mérida.

Al tiempo que Castilla la Vieja atacaba la Sierra de Madrid, el ejército de África se esforzaba por unir las zonas sublevadas, es decir, Castilla y Andalucía occidental, mediante la toma de Extremadura.

     El problema inicial del camino extremeño hacia Madrid para los ejércitos rebeldes, era las ciudades de Badajoz y Mérida. Badajoz porque era un fortaleza militar gubernamental. Mérida porque estaba en la carretera entre Salamanca y Sevilla. Pero Badajoz está muy al oeste, en la frontera de Portugal, y si se alcanzaba Mérida, se pensaba enlazar con las fuerzas de Mola que llegarían desde Cáceres. Y una vez unidos los ejércitos castellano y andaluz, se avanzaría hacia el este hasta Madrid. Badajoz quedaría copado, puesto que Portugal colaboraba con los rebeldes.

     Para esta campaña, se requisaron los camiones de los particulares, los comerciantes y las empresas de transporte. No era un plan de golpe de Estado, sino de guerra, y se avanzaba pueblo a pueblo, con cuidado de no dejar enemigos en la retaguardia. Los objetivos prioritarios eran dominar puentes, y eliminar grupos de campesinos que se apostaban en cualquier terreno que les parecía favorable para atacar a los rebeldes. No se hacían prisioneros.

El ejército de África avanzaba desde Sevilla a Mérida y Badajoz organizado en columnas de 500 a 1.000 hombres, que iban tomando los pueblos uno a uno cada día. Lo mandaban el general José Varela Iglesias[1], el coronel Juan Yagüe Blanco[2], el coronel Carlos Asensio Cabanillas, el teniente coronel Fernando Barrón Ortiz, el teniente coronel Francisco Delgado Serrano, el teniente coronel Heliodoro Rolando de Tella Cantos, el comandante Antonio Castejón Espinosa, el comandante Mohammed ben Mizzian.     Todos ellos provenían del Tercio Extranjero de Francisco Franco. Cada uno de ellos tenía 2 batallones de infantería, 2 autoametralladoras, 1 batería de cañones de infantería, y los servicios complementarios. En estos primeros días de agosto, Franco estableció su cuartel general en Sevilla.

Cada soldado llevaba un fardo de unos 30 kilos, que incluía 200 cartuchos. Los moros llevaban cuchillos largos curvos para rematar heridos, y para asesinar silenciosamente a centinelas enemigos. Los moros arrancaban los dientes de oro a los cadáveres, cogían sus anillos y relojes, y los enviaban a sus familias en África a través de los oficiales que volvían a África para visitar a sus parientes. Todos viajaban en camiones, por lo que el traslado al pueblo siguiente, unos 30 kilómetros, era fácil y rápido cada mañana. Se detenían a 100 metros de un pueblo, caminaban a pie esos cien metros. Si encontraban resistencia, bombardeaban el pueblo, y entraban a bayoneta calada matando a todos los que encontraban dentro y a los que posteriormente tuvieran la señal de haber disparado. Ordenaban, por altavoces, que todas las puertas y ventanas se abrieran y sacaran banderas blancas. Disparaban sobre los vanos cerrados. La matanza era inmensa y asustaba a los observadores extranjeros. Los milicianos luchaban hasta acabar la munición, en cuyo momento huían por alguna de las carreteras o caminos del pueblo, en donde, en previsión, los del tercio habían apostado ametralladoras y acababan con casi todos los que huían (en caso de tener conocimientos militares, los que huían se hubieran dispersado campo a través, pero carecían de estos conocimientos). Los cadáveres eran amontonados, rociados de gasolina y quemados. Un pelotón de falangistas se quedaba en el pueblo por si cazaban a algún miliciano escondido, y fusilarle en ese caso. Al día siguiente, la unidad avanzaba hasta el siguiente pueblo.

     Carlos Asensio iba en vanguardia, pegado a la frontera de Portugal, lo cual siempre podría asegurarles la retirada. 25 kilómetros más atrás y un poco más al este, iba Antonio Castejón. Carlos Asensio tenía la misión de enlazar con los rebeldes del norte, y llevar al ejército de Mola siete millones de cartuchos desde Sevilla. En Somosierra esperaban estos cartuchos.

     El frente de Badajoz estaba situado en el límite de las provincias de Badajoz y Toledo a la altura de los puertos de San Vicente, Mirabete y Las Valluercas, en la Sierra de Guadalupe, zona oriental de Cáceres. En un lado estaban los milicianos republicanos y Guardias de Asalto, en el otro estaban los milicianos falangistas y el Regimiento de Argel, cuyo cuartel estaba en Cáceres.

Los primeros 70 kilómetros fueron fáciles para los rebeldes, y el 3 de agosto estaban en Santa Olalla del Cala (Huelva), a punto de ascender Sierra Morena. El día 4, estaban en Monesterio, ya en Sierra Morena, y el 5 entraron en Santos de Maimona, camino de Mérida, y vencieron a Puigdengolas. Sólo eran 400 ó 500 hombres, pero conseguían objetivos con facilidad frente a miles de hombres republicanos que actuaban por intuición. Llevaban el apoyo de una patrulla de los Breguet JU-52 y de los Savoia 81 de Sevilla, que asustaban a los republicanos. Avanzaron 140 kilómetros en tres días.

     La primera resistencia gubernamental la encontraron los rebeldes en Almendralejo. El ejército de África decidió que Asensio tomara Almendralejo, mientras Castejón iba sobre Zafra.

     En Almendralejo, los milicianos habían hecho blocaos en las afueras del pueblo y se sentían muy seguros. Los marroquíes entraron a través de los blocaos, sin importarles si morían algunos de los suyos. Hasta que los gubernamentales entraron en pánico y echaron a correr, y se encerraron en la iglesia parroquial, que era de piedra. Aquello también resultaba militarmente improvisado, y ocurrió lo inevitable: a los pocos días, los sitiados se quedaron sin munición y sin víveres. Los marroquíes aprovecharon la pausa que les proporcionaba el sitio de la iglesia parroquial para saquear la ciudad. Mataban a todos los que se resistían al saqueo. El destino de los sitiados, fue la muerte.

El día 6, Castejón ocupó Llerena y enlazó con Asensio, y el día 7, Asensio entró en Almendralejo, acercándose a Mérida. El día 9, se les incorporó la columna del coronel Heliodoro Rolando de Tella Cantos, y las tres columnas juntas integraron “La Columna de Madrid”, unos 10.000 hombres. Francisco Franco designó jefe de la Columna Madrid algeneral Juan Yagüe Blanco. Yagüe era un hombre de entera confianza de Franco, pues habían colaborado en África y en Asturias.

     El 6 y 7 de agosto de 1936, Asensio tomó Zafra y Santos de Maimona. Había avanzado 150 kilómetros en cuatro días. En cada pueblo importante, dejaba un puesto de observación que debía avisarles si llegaban los gubernamentales. El Ayuntamiento era ocupado por falangistas y requetés locales, y la Guardia Civil se encargaba del orden y la observación.

     El objetivo de la incursión rebelde era Mérida, donde teóricamente se encontrarían con tropas de Mola enviadas desde Cáceres. El 8 de agosto, Asensio y Castejón prepararon el plan de ataque sobre Mérida: Asensio tomaría el mando de los dos Batallones al llegar a Mérida, donde esperaban una resistencia fuerte. La moral de los rebeldes era tan alta, que pedían ir sobre Madrid directamente. Mola estaba ocupado en Guipúzcoa con el objetivo de tomar Irún y cortar la frontera francesa a los republicanos gubernamentales, y no quería adelantar la toma de Madrid. El objetivo de Madrid, parecía posible desde Mérida, pero no desde San Sebastián, donde estaba Mola, el jefe de la sublevación.

Los hombres de Yagüe avanzaban en dos columnas, la una a unos 30 kilómetros de la otra. Cuando una de las dos columnas detectaba resistencia, ambas columnas se coordinaban para rodear al enemigo y atacarle por dos flancos a la vez.

Frente a los rebeldes, la táctica militar republicana gubernamental era muy primitiva, al estilo de la usada por Gran Bretaña en colonias: formaban una línea de tiradores, tras un blocao, sin línea de refuerzo por detrás. Los problemas de las tácticas de líneas, es que cuando son rebasadas por un punto, cae toda la línea, y cuando ganan el primer envite, no tienen fuerza de ataque hasta que no concentran sus hombres. Cuando los republicanos veían que los legionarios y marroquíes sobrepasaban sus líneas, se provocaba la desbandada hacia algún punto alto en el que parapetarse y fortificarse. Una vez allí, eran cercados, y el tiempo actuaba a favor de los sitiadores rebeldes.

Los días 10 y 11 de agosto, los rebeldes de Yagüe atacaron Mérida. Cruzar el Guadiana resultó complicado por falta de material específico, y de hecho los rebeldes fracasaron y volvieron a Almendralejo. El problema era que los milicianos gubernamentales de Mérida tenían cañones para la larga distancia, y fusiles para la distancia media, y con ellos estorbaban el avance. El alcance de tiro de estas armas era de dos kilómetros, aunque a esa distancia se perdía la precisión. Entonces tuvo lugar otra de las hazañas militares de los marroquíes: se les encargó tomar el puente sobre el Guadiana, y pasaron el puente en medio del fuego enemigo, y a costa de muchos muertos.

El 11 de agosto, llegaron a Mérida fuerzas republicanas de Madrid, y Tella detuvo este ataque de Mérida, mientras sus compañeros atacaban Badajoz. Pero ya no les fue posible a los gubernamentales recuperar el puente. Al contrario, Yagüe consolidó sus posiciones al norte del Guadiana. A final del día 11 de agosto, los rebeldes tomaron Mérida.

En Extremadura los milicianos republicanos estaban enfrentándose a soldados profesionales. Pero las tácticas africanas, las de moros y legionarios, no eran sostenibles, y duraron un tiempo limitado, pues iban muriendo muchas unidades a medida que avanzaban. Cuando esas unidades se consumieron, un año después, habían conseguido muchas ventajas para los rebeldes, a costa de morir la mayoría de ellos. De momento, en verano de 1936, los africanos eran cada día más fuertes, pues no paraban de llegar nuevos soldados cada día: Italia transportó a la península Ibérica a unos 10.500 hombres entre 18 de julio y 15 de agosto, y además, les dotó de 114 toneladas de material de guerra, y les apoyó con 293 bombardeos cuando se lo pedían.

Tras la toma de Mérida, los legionarios capturaron algunos cañones de los gubernamentales, e hicieron una represión durísima, fusilando a todos los que tenían señales de haber disparado, o de los que se sabía que lo habían hecho. No había prisioneros.

Tras la caída de Mérida, Badajoz quedaba aislada de Madrid, y la fuerza de 500 militares y unos miles de milicianos que estaban en Badajoz, quedaba inutilizada. El jefe de los gubernamentales en Badajoz era el coronel Ildefonso Puigdengolas Ponce de León, el cual, tras sofocar la rebelión en Alcalá de Henares y Guadalajara, se había trasladado a Badajoz, para detener el posible avance rebelde por la carretera de Extremadura.

     Desde Mérida, los rebeldes tomaron el camino de Madrid, el cual pasaba por Talavera. Habían conectado con las fuerzas que provenían del norte desde Ávila, pero no tenían los ejércitos de Mola, que estaban ocupados en las campañas de Irún y San Sebastián.

     El 15 de agosto, Franco ordenó a Yagüe atacar los diversos pueblos de Extremadura. Renunciaba a ir sobre Madrid.

         Hernández Saravia en el Ministerio de Guerra.

     El Ministro de Guerra de España, general Luis Castelló Pantoja, cayó en una depresión psíquica en los primeros días de agosto de 1936. Tuvo que ser sustituido por el teniente coronel Juan Hernández Saravia, que ya era el verdadero gestor en el Ministerio desde principios de la guerra. Hernández Saravia comprendía la táctica de Mola de intentar unir las fuerzas de Castilla y de Sevilla en Cáceres, y ello le daba la ventaja de entender al enemigo. Propuso tres tácticas de lucha: abrir un frente en Asturias, que ocupase a muchos soldados gallegos, asturianos y leoneses; enviar a Miaja a atacar Córdoba, para amenazar a Sevilla; levantar distintos puntos fuertes en Extremadura, para dificultar el avance sobre Madrid.

 Medidas sociales de guerra entre los gubernamentales.

     El 2 de agosto de 1936, el Gobierno decretó la rebaja en un 50% de los alquileres de menos de 200 pesetas al mes, y prohibió los desahucios. Entonces, muchos propietarios suspendieron el cobro de sus alquileres, “en tanto durara la actual situación”, por temor a ser declarados fascistas, y fusilados. El Gobierno de Madrid también impuso una moratoria en el cobro de las deudas, y decretó el rescate gratuito de los objetos pignorados en el Monte de Piedad.

     En Barcelona, el Comité Central de Milicias Antifascistas, CCMA, impuso su ley, y el Gobierno publicó todas las peticiones de ese Comité: Subida de salarios en un 15%; semana laboral de cuarenta horas; fallo en todos los juicios laborales a favor de los obreros; rebaja en un 25% en los alquileres (luego subió la rebaja al 50% al ver que Madrid había dado el 50%); pago de los días de huelga, como si se hubieran trabajado, en concepto de “paro ajeno a la voluntad de los trabajadores”. Y la Generalitat decidió hacerse cargo de la paga de estos días de huelga.

     Los sindicatos se incautaron de colegios privados católicos para hacer sus sedes, o centros de reuniones obreras, y se incautaron de fincas rústicas grandes, pensando que alguien las trabajaría para ellos. Pero nadie estaba dispuesto a trabajar. Incautaban, y organizaban un comité para administrarlas. Eso provocaba una alegría delirante en los obreros, que creían que ellos poseían edificios, fábricas y fincas rústicas. El tiempo les diría que esos bienes no eran suyos.

     En las fábricas, la falta de trabajo se compensaba con el dinero que había en caja. Se estaba trabajando a mitad de rendimiento, y el desbarajuste en los pedidos era completo, hasta que se acababa el dinero. Luego era peor. Los obreros creían que había llegado la revolución del proletariado, y entendían por revolución la serie de abusos que estaban cometiendo impunemente.

     Los propietarios, a la vista de los hechos, huían a donde podían, zona nacional o al extranjero. La huida del propietario era celebrada constituyendo un “comité de dirección de la fábrica”. Pero el negocio fracasaba al poco. Se culpabilizaba al capitalismo. Los obreros salían a la calle con pancartas “contra los fascistas”. El sábado era el día que más obreros acudían a la fábrica, porque era el día de cobro, y gritaban que se debía colectivizar la empresa. La República estaba perdiendo la guerra dese los primeros días de su comienzo, pero todavía no lo sabían.

     Surgieron “Grupos Liberatorios de la Prostitución” para sacar a las prostitutas de las calles. Ello contrastaba con las filas de clientes que cada prostituta tenía en su casa. Al trabajar las prostitutas en su propia casa, el servicio era mucho más barato y la prostitución creció.

     Algún Comité también tuvo la ocurrencia de cerrar las tabernas. Otros, la de cerrar las casas de juego. Y todos estaban orgullosos de haber acabado con el militarismo y el clericalismo. La utopía se imponía sobre la razón.

El 8 de agosto, Indalecio Prieto protestó contra la violencia que se estaba produciendo en zona republicana. Lo hizo en “Unión Radio” de Madrid. Pidió que no se hiciera caso de las noticias sobre asesinatos en la zona rebelde, porque solían ser falsas. Pidió que no se asesinase a nadie. Su petición no sirvió para nada. Y la Justicia tampoco hacía nada, excepto tomar nota de las denuncias. Se escudaba en su típica tardanza española, aplicable para resolver casi todos los casos. Lo único que se consiguió fue que, cuando se robaba a alguien, se procuraba asesinarle y no dejar testigos, para que la justicia archivase el caso, por falta de identificación del demandante.

Milicianos armados patrullaban las calles, y este populacho se divertía enseñando sus pistolas, y dando órdenes a los ciudadanos, para que hicieran cualquier capricho de los que portaban las armas. También establecieron controles de carretera, o de determinadas calles. Era normal que a la entrada de cada pueblo hubiera un control. Los abusos y robos hechos por estos milicianos eran muy habituales.

         La pastoral Non Licet.

     El 6 de agosto de 1936, el obispo de Vitoria, Mateo Múgica Urestarazu, y el obispo de Pamplona, Marcelino Olaechea, publicaron una Carta Pastoral conjunta, denominada “Non Licet”, de hecho redactada por Isidro Gomá, que era la primera declaración de la Iglesia católica sobre la Guerra de España. La diócesis de Vitoria tenía jurisdicción sobre Álava, Guipúzcoa y Vizcaya. La diócesis de Pamplona tenía jurisdicción sobre Navarra. Los obispos se lamentaban de que algunos católicos hubieran hecho causa común con los enemigos de la Iglesia, lo cual no era lícito, “non licet”. Porque el verdadero enemigo era el liberalismo y el comunismo, y ese estaba en el bando gubernamental. Sin embargo, para todos era evidente que los católicos vascos estaban asociados a los comunistas y anarquistas vascos, y del lado del Gobierno republicano.

     La Pastoral no hablaba de rebelión militar, ni de respetar los poderes civiles establecidos, como hacía en otros documentos, es decir, la Iglesia jugaba en cada ocasión con la baraja que le convenía. Hasta entonces, venía diciendo que el respeto al poder constituido era un valor a respetar. Pero en este momento, la pastoral defendía al bando rebelde.

La Pastoral confundió a los católicos: Los sacerdotes vascos de Guipúzcoa y Vizcaya dijeron que el documento era falso. Pero Mateo Múgica habló por radio para no dejar dudas, y dijo que no se podía cooperar, ni poco ni mucho, ni directa ni indirectamente, al quebranto del ejército español y de las milicias ciudadanas gubernamentales. Por su parte, los católicos guipuzcoanos y vizcaínos de a pie, decían que ellos apoyaban al Gobierno legítimo de España, y que cooperaban con los enemigos de la Iglesia en lo material, pero en nada más. Y los sacerdotes de esta zona vasca dijeron que Múgica y Olaechea no conocían la verdad de Guipúzcoa y Vizcaya, y aconsejaron no hacer caso a la Non Licet.

     Múgica se desdijo de lo manifestado en 1936, cuando en 1945 dijo que habían sido los rebeldes los que habían atacado a los gubernamentales republicanos y a los nacionalistas vascos, obligándoles a luchar en el mismo bando. En este caso, se inventaba una nueva verdad, para justificar el nacionalismo vasco. Para entonces, los católicos vascos defendieron que habían sido los militares los que se habían sublevado contra el poder legítimamente constituido, y habían sido los vascos los que no se habían sumado a una rebelión injusta, porque no estaban moralmente obligados a rebelarse. Añadían que los militares habían invadido Guipúzcoa en son de guerra, y los vascos habían utilizado el derecho de defensa. Que eran los del Frente Popular los que habían sido agredidos por los rebeldes, y por ello, aunque el PNV y el Frente Popular eran ideologías distintas, luchaban juntos. Que los rebeldes carecían de legitimidad, y por ello los vascos tenían difícil apoyar a los que pretendían privarles de sus derechos. Que la pastoral de Múgica y Olaechea no podía obligar en conciencia. Incluso el Vicario de Vitoria, Antonio Pérez Olazábal, dijo que la Pastoral no era válida porque había sido leída por Radio Burgos el 6 de agosto, una radio enemiga. Los vascos se habían inventado un nuevo relato de la guerra.

     Desde entonces, Múgica, que era integrista católico no nacionalista, fue rechazado por los vascos del PNV, y por los franquistas. En el caso de estos últimos, porque estaba protegiendo a los curas nacionalistas vascos, y porque era obvio que había protegido al nacionalismo independentista en el Seminario diocesano de Vitoria, de donde habían salido la mayor parte de los nacionalistas vascos.

     Los rebeldes decidieron expulsar a Múgica de su diócesis. Se lo pidieron a Gomá, y éste no accedió. Y Franco maniobró en Roma para que se lo llevaran temporalmente de España. Fue Miguel Maura, católico indiscutido, el que impuso la ausencia de Múgica de Vitoria, ya fuera por iniciativa del propio prelado, o por iniciativa de Roma. Pidió la remoción de Múgica de todos sus cargos, y el exilio del Vicario General, y del Rector del Seminario de Vitoria, y su sustitución por sacerdotes no nacionalistas. Y propuso, por fin, el cierre del Seminario de Vitoria.

     Múgica destituyó al Vicario, y se fue a Roma, donde se nombró a un nuevo Vicario no nacionalista. Al llegar a Roma, Múgica explicó la situación española como de persecución de todos los vascos, hecha por los rebeldes por considerarles nacionalistas, y por los gubernamentales por considerarles católicos. El victimismo les venía muy bien a los nacionalistas vascos, y Múgica se congraciaba con ellos.

     Mateo Múgica se enteró leyendo L`Observatore Romano, de que el Papa había nombrado Administrador Apostólico de Vitoria a Lauzurica, el cual venía de ser Obispo Auxiliar de Valencia. No había sido consultado Múgica. Ofreció su dimisión al Papa, y se marchó a Bélgica.

     Francisco Javier Lauzurica Torralba, 1890-1964, se formó en los jesuitas de Durango, era vasco, pero partidario de los rebeldes en 1936. Fue obispo de Siniando (Turquía) en 1931, obispo auxiliar de Valencia en 1931, Administrador Apostólico de Vitoria en 14 de septiembre de 1937, obispo de Palencia en 1943, obispo de Oviedo en 1949, y arzobispo de Oviedo en 1954. Por tanto, fue un hombre del régimen de Franco.

     La Santa Sede, partidaria de la guerra en cuanto eliminaba al Gobierno de los comunistas, en el caso de los vascos dijo que era partidaria del diálogo, y pidió a Franco que perdonara a los vascos nacionalistas que habían luchado en su contra. Franco se negó en redondo a este juego. La Santa Sede, nunca condenó a los vascos, a pesar de que desobedecieron su mandato de no colaborar con los gubernamentales republicano. Ocurría que gran parte de la Curia romana simpatizaba con el fascismo de Mussolini y con los rebeldes españoles a los que apoyaba Mussolini. Pío XI desconfiaba del fascismo, pero no se atrevía a condenarlo. Y en ese punto, la idea común de peligro marxista, les venía bien a todos, a los fascistas porque el marxismo era su enemigo, y a los católicos porque el marxismo también era su enemigo.

     La Santa Sede decía que no se pronunciaba en el conflicto español, pero pedía oraciones contra los violentos españoles, y como había manifestado anteriormente que los violentos eran los sindicatos obreros republicanos, no cabía duda de que tomaba partido. La Santa Sede escondió en todo momento la realidad de que había enviado un representante de El Vaticano, Monseñor Sericano, como Encargado de Negocios en Madrid.

     El 14 de septiembre de 1936, el Papa Pío XI habló en Castelgandolfo a unos 500 españoles, entre los que había obispos (los de Cartagena, Tortosa, Vich y Seo de Urgel), sacerdotes y seglares, y deploró la actuación de los comunistas españoles. Daba a entender que se refería a todos los del bando republicano, y con ello no decía la verdad, pues entre los republicanos había liberales, anarquistas, comunistas, socialistas y católicos. L postura del Papa no ayudaba precisamente a esclarecer la verdad. Naturalmente, las relaciones entre el Gobierno de Madrid y El Vaticano se deterioraron. Tampoco decía que los católicos vascos estaban luchando del lado gubernamental. El discurso de la Iglesia inducía a confusión, en vez de aclarar la verdad.

     En 30 de septiembre de 1936, los franquistas consiguieron echar de la embajada española en Roma a Luis de Zulueta. Para ello, la Junta de Burgos había enviado a Roma al marqués de Magaz, como representante oficioso. Magaz había intentado expulsar de la embajada a Luis de Zulueta, el embajador de la República de España, incluso utilizando medios violentos. Y a continuación, empezó una táctica de aislamiento y bloqueo de la embajada. Hacía un bloque físico poniendo personal que impedía el libre acceso, y un bloqueo de comunicaciones con Madrid, e incluso de las relaciones bancarias. Y Luis de Zulueta acabó marchándose a Paris el 30 de septiembre de 1936. Esa misma noche, el marqués de Magaz entró en el Palacio de España en Roma, e izó bandera rebelde.

     El pésimo planteamiento de la Guerra de España que había hecho la Iglesia Católica, y la pésima diplomacia del marqués de Magaz, vehemente en sus exigencias, dejaba fuera de juego a la política de El Vaticano. Algunos en El Vaticano, pensaban que ambos bandos en España eran igual de violentos y de inmorales, lo cual estaba mucho más cerca de la verdad que las declaraciones papales, pero fueron acallados.

     El bloqueo de armas británico y francés.

Desde el 19 de julio el Gobierno republicano había pedido armas a Francia. Pero la opinión británica era la de adoptar una política de no intervención y así lo manifestó el 4 de agosto. A la actitud británica se sumaron Rusia, Alemania e Italia, el 6 de agosto, Francia, el 9 de agosto, y casi todos los países europeos en septiembre.

La actitud de Alemania e Italia era falsa y doble, de declaraciones pacifistas y de actuaciones profranquistas (habían elegido a Franco como interlocutor fiable del bando rebelde). El 5 de agosto, los aviones italianos habían cruzado a 3.000 legionarios de África a la península y todavía estarían 8 días más. Con ellos llegó Franco el 7 de agosto a Sevilla.

El 27 de julio de 1936, León Blum dijo en la Cámara francesa que Francia no se podía permitir tener a Mussolini, o a Hitler, al sur, en España, e invitó a Gran Bretaña a hablar. Quedaron para el 5 de agosto en Londres. Acudieron el almirante Darlan y el almirante Chatfield. Los británicos no creían que hubiera peligro para ellos en España, y Chatfield calificó de fantasías el que los italianos pretendieran quedarse con Baleares, y los alemanes con Canarias.

El 7 de agosto el Consejo de Gabinete francés analizó las conversaciones de Londres y decidieron exportar material de guerra a España. Pero dijeron que el material no saldría de Francia hasta que las demás potencias decidieran hacer lo mismo. El 15 de agosto se produjeron las declaraciones oficiales de Londres y París sobre la guerra española, y ambos Gobiernos se oponían a la exportación de material de guerra a España, según un pretendido acuerdo firmado por ambos países. Pero el acuerdo no entraría en vigor hasta que lo firmaran Alemania, Italia, Portugal y la URSS.

Los países aludidos se sorprendieron por esa petición de no exportar armas, y empezaron a dar largas a sus respuestas, pues de hecho estaban exportando desde días antes. Sobre todo, Alemania se inventó los argumentos más tontos que se puedan imaginar, a fin de que no se le entendiera nada. Italia aceptó firmar el 21 de agosto, y Portugal aceptó el 23. La URSS y Alemania argumentaron que había que distinguir entre el Gobierno legítimo y los rebeldes, con intención de perder el tiempo en que las potencias internacionales decidieran quién era el Gobierno legítimo, lo que podía demorar años.

El Gobierno republicano español decretó el bloqueo de los puertos de zonas sublevadas. Y ello significaba que todos los barcos tenían prohibido acercarse a ellos y serían atacados en caso de que lo hicieran: así, el mercante alemán “Sevilla” fue atacado el 4 de agosto al acercarse a Larache;  el “Kamerún” fue detenido junto a Cádiz el 15 de agosto y desviado de su ruta. También fue desviado el “Wigbert” hasta Lisboa. Era una tontería republicana, pues una vez descargada la mercancía en Lisboa, se cargaba en el ferrocarril para la zona sublevada española. Y además, Alemania seguía presumiendo de que no colaboraba con los rebeldes españoles.

El 8 de agosto, Francia cerró la frontera al material de guerra y propuso la “No Intervención”. Alemania e Italia aceptaron la No Intervención el 24 de agosto y también lo hicieron Inglaterra y Rusia. Se quedó fuera Portugal. Entonces el Gobierno republicano español acudió al Comité de No Intervención para denunciar a Alemania, Italia y Portugal, porque estaban introduciendo armas. El Comité respondió que no eran aceptables las denuncias, porque España no era miembro del Comité. España recurrió a la Sociedad de Naciones de Ginebra, presidida por Carlos Saavedra Lamas, un argentino simpatizante del fascismo, que rechazó tratar el tema. El 28 de septiembre, Portugal ingresaría en el Comité de No Intervención. El comité nombró presidente del mismo a lord Plymouth, y éste decidió que todas las acusaciones españolas se referían a acciones anteriores al 28 de agosto, fecha oficial de integración de Alemania y Portugal, y no se debía entrar en el tema. Sólo la URSS apoyaba al Gobierno republicano español, y por ello abandonó el No Intervencionismo y envió, de forma abierta, 400 camiones, 50 aviones y 100 tanques a España, junto con el personal auxiliar necesario para su funcionamiento y reparación. Italia, Alemania y Portugal también enviaban armas y suministros a Franco, aunque negaban hacerlo, pero era patente para todos que lo hacían. El Comité era una farsa y Gran Bretaña no quería desenmascararla por miedo a acciones de guerra alemanas.

La aviación militar mundial en agosto de 1936.

El Gobierno de la República de España no había valorado correctamente la importancia del arma aérea en agosto de 1936. La valoraba, pero como medio de observación del enemigo y como medio de aterrorizar, pues descargaban con la mano bombas pequeñas, de menos de 10 kilos. Todo cambió en agosto de 1936, y no sólo para España, sino que Alemania, Italia y la URSS ensayaron las posibilidades de la aviación.

La aviación republicana de Madrid atendía los sectores de Somosierra, Guadarrama, País Vasco, Andalucía, Los Alcázares y San Javier (Murcia), Andalucía y Teruel. La aviación de Barcelona atendía las necesidades del frente de Aragón.

Francia había nacionalizado su industria aeronáutica y ello había supuesto una disminución de la capacidad de fabricación y de la capacidad de innovación tecnológica de los aviones de guerra, pues cuando el Estado no se dedica expresamente a ello, los sectores nacionalizados pasan a tener pocos rendimientos. Francia no tenía capacidad para ofrecer muchos aviones a España, y los que donó, eran de poca potencia, inferiores al resto de los muchos aviones que se experimentaron en la Guerra de España.

Otro tema era cuando el Estado se dedicaba con devoción a la fabricación de armas: Italia y Alemania tuvieron mucho interés por experimentar distintos modelos de aviones, y entregaron muchos aviones a los rebeldes. Había que experimentar qué pasaba suprimiendo el ala doble, suprimiendo el tren de aterrizaje mediante un sistema retráctil, instalando distintos tipos de ametralladoras, en las alas, o a través de la hélice. En septiembre de 1936, los Fiat italianos se mostraron muy superiores a los Potez franceses. Era superioridad operativa, y no táctica, pues para la superioridad táctica se necesitan decenas de aviones en cada operación, y coordinación con las fuerzas de tierra.

La URSS fue el país con más imaginación en aeronáutica: compró aviones comerciales estadounidenses, e investigó la manera de introducir en ellos reformas que los convirtieran en aviones de guerra, y logró su objetivo. En 1936, nadie en el mundo se había dado cuenta de que la URSS era una potencia aérea considerable. Tenía motores muy potentes importados, y había rediseñado los aviones de forma muy eficaz. En octubre de 1936, los aviones llegados de la URSS a España resultaron mucho más potentes que los italianos y los alemanes. El Tupolev SB-2 Katiuska, era mucho más rápido que los Fiat italianos. La velocidad en un avión es fundamental para escapar de un combate no conveniente, o para buscar el enfrentamiento cuando cree tener superioridad. La velocidad sirve para buscar la distancia de tiro más conveniente. La URSS envió 3 escuadrillas de katiuskas. En 4 de noviembre de 1936, la URSS envió a la República de España 3 escuadrillas de cazas biplanos, Polikarpov-Chatos, que fueron asignados dos a Madrid y una a Bilbao. El total de aviones rusos en España, sumaban en esa fecha 30 bombarderos y 40 cazas. El Gobierno de la República tenía su aviación con los aviones rusos.

El 13 de noviembre de 1936, les llegaron a los rebeldes muchos Fiat italianos y Heinkel 51 alemanes, y aprovecharon su superioridad numérica para plantear la batalla sobre el cielo de Madrid contra los chatos rusos. Cayeron muchos aviones por ambos bandos. Los estrategas comprendieron que el número de aviones era importante, porque si varios aviones van sobre el mismo objetivo y se coordinan, es difícil para la víctima escapar. Llegaron a la conclusión, de que se debía volar en grupos mayores de una veintena de aviones.

El 15 de noviembre de 1936, llegaron los aviones Polikarpov I-16, llamados Moscas o Ratas, con una aerodinámica nueva, consistente en un tren de aterrizaje retráctil, lo cual los hacía mucho más veloces en vuelo. Y la aviación gubernamental se vio de nuevo superior a la rebelde italiana y alemana. Eran más en número, y eran más veloces. Al ser más rápidos, eran capaces de tomar más altura con rapidez, lo cual permite escoger a la víctima y escoger el ángulo de ataque sobre ella.

Los rebeldes tenían Fiat muy buenos en maniobrabilidad, lo cual les permitía escapar de las encerronas. También tenían 4 escuadrillas de Junkers 52 alemanes, y una escuadrilla de Romeo 37 italianos.

Desde el 30 de octubre de 1936, Alemania sabía que estaba en inferioridad con la URSS, y temía la pérdida de prestigio alemán. Entonces decidió enviar a España la Legión Cóndor. Los hombres y material de la Legión Cóndor empezaron a llegar el 7 de noviembre de 1936. El primer combate de la Legión Cóndor se produjo en Cartagena, bombardeando la ciudad y la base naval con 100 aviones. Pero los rusos tenían en España más aviones y más rápidos que los alemanes.

Los mejores aviones alemanes eran 12 monomotores Heinkel-70 de reconocimiento a baja altura pero a larga distancia, y su ventaja era la de mantenerse mucho tiempo en vuelo, lo que permite diversas estrategias, contando con que el vuelo del enemigo es mucho más corto.


[1] José Enrique Varela Iglesias 1891-1951 había nacido en San Fernando (Cádiz) y era hijo de militar, y se hizo de infantería de marina, y luego fue a la academia de infantería de Toledo. Fue un africanista en 1915-1930, y en 1925 estuvo en Alhucemas. Obtuvo dos Laureadas de San Fernando, y en 1926, ascendió a teniente coronel. En 1930 fue destinado a Cádiz, Regimiento de Infantería nº 67. En agosto de 1932 participó en el levantamiento antirrepublicano de Sanjurjo y fue encarcelado hasta febrero de 1933. Por entonces, se hizo Tradicionalista y organizó el Requeté, o milicias carlistas. En 1935 fue rehabilitado y ascendido a general de brigada. Se dedicó a instruir a los requetés extraoficialmente y en secreto. En julio de 1936 se sublevó en Cádiz y fue su única victoria importante. Era uno de los que fue sobre Toledo en septiembre de 1936, pero luego fracasó frente a Madrid. En mayo de 1937, le ascendieron a general de División. Estuvo en las batallas de Brunete, Teruel, Ebro, y Levante. En agosto de 1939 le hicieron Ministro del Ejército (Guerra) y fue cesado en agosto de 1942 a raíz de unos incidentes entre carlistas y falangistas en Begoña (Bilbao). En 1945 fue nombrado Alto Comisario en Marruecos, cuando este destino ya no tenía importancia y murió en Tetuán en 1951.

[2] Juan Yagüe Blanco 1891-1952 había nacido en San Leonardo (Soria) y se hizo militar en 1907 siendo compañero de Franco en la academia y africanista otra vez con Franco. Fue falangista de primera hora desde 1933, y se rebeló en 1936 cuando era jefe de la II Bandera de la Legión en Dar Riffien (Ceuta). En agosto de 1936 tuvo el dudoso mérito de dirigir la represión de Badajoz, con sus crímenes masivos del día 14. En septiembre de 1936 atacó Talavera y Maqueda. Este hombre, cambió de ideas en 1938 y decidió pedir clemencia para los presos republicanos, por lo que fue sancionado por Franco. En agosto de 1939 fue enviado al Ministerio del Aire. En junio de 1940 organizaría una conspiración falangista contra Franco, siendo destituido. En 11 de noviembre de 1942, Franco le volvió a llamar porque Juan de Borbón rechazó el trono en las condiciones que Franco quería, y Franco creyó que necesitaba a los falangistas, siendo Yagüe la vía de acceso militar-falangista que Franco creía más oportuna. Con Yagüe, fueron llamados Asensio y Muñoz Grandes.

Post by Emilio Encinas

Emilio Encinas se licenció en Geografía e Historia por la Universidad de Salamanca en 1972. Impartió clases en el IT Santo Domingo de El Ejido de Dalías el curso 1972-1973. Obtuvo la categoría de Profesor Agregado de Enseñanza Media en 1976. fue destinado al Instituto Marqués de Santillana de Torrelavega en 1976-1979, y pasó al Instituto Santa Clara de Santander 1979-1992. Accedió a la condición de Catedrático de Geografía e Historia en 1992 y ejerció como tal en el Instituto Santa Clara hasta 2009. Fue Jefe de Departamento del Seminario de Geografía, Historia y Arte en 1998-2009.

Leave a Reply