Primeras acciones de la Guerra de España.

         Juan de Borbón en España.

El 1 de agosto de 1936, entró en España Juan de Borbón, bajo la identidad de Juan López, y se presentó en Pamplona y en Aranda de Duero, intentando una posición que le fuera favorable políticamente en un futuro próximo. Fue expulsado inmediatamente de España por los rebeldes entre los que quería posicionarse.

         Avance rebelde en Asturias.

El 1 de agosto los rebeldes que atacaban por la costa e iban de Galicia a Asturias, tomaron Navia, 25 kilómetros al este de Ribadeo. En ese punto les salieron al encuentro carabineros del teniente Martín Blanco, el batallón del comandante Sánchez Paredes, el batallón del comandante Bertrán, el batallón del capitán Abbad, los milicianos de Raigada, Trabanco y Carrocera, y pararon el avance rebelde. Los rebeldes acumularon fuerzas el 28 de agosto en La Espina, pero ya no pudieron avanzar desde allí hasta Oviedo.

Ataque de Barcelona y Valencia sobre Baleares.

La República dominaba todas las costas españolas del Mediterráneo, menos Baleares. Y se consideraba básico el dominio de Baleares para controlar las costas mediterráneas peninsulares. Se atacaría Mallorca desde Menorca, desde Valencia y desde Barcelona.

El 3 de agosto de 1936, el capitán de aviación Alberto Bayo Giroud fue transportado desde Barcelona a Mahón con 800 milicianos. Iban en el destructor “Almirante Miranda” y en el mercante “Marqués de Comillas”. Se supone que el material de guerra iba en el buque militar, y los hombres en el buque civil. Alberto Bayo planificó que ataque sobre Mallorca empezase desde Menorca, y que fuese protagonizado por el acorazado “Jaime I”, el crucero “Libertad”, dos destructores, 1 submarino, los hidroaviones de la base de Mahón, y unos barcos mercantes que llevaran víveres y municiones. El ataque principal se haría sobre Palma de Mallorca.

El 8 de agosto, una expedición valenciana desembarcó en Formentera al sur de Ibiza. Iba apoyado por los buques “Almirante Antequera” y el “Almirante Miranda”, y usando como transporte el mercante “Mar Cantábrico” el cual portaba 2.000 hombres. Su destino era Formentera, y desde allí se llegó a Ibiza. El jefe de la expedición era el capitán de la Guardia Civil, Manuel Uribarry Baturell, de Esquerra Valenciana. Este oficial había entrenado a unos milicianos, y con ellos se disponía a ocupar Baleares.

Desde Formentera, Uribarri pasó a Ibiza, donde se encontró con la expedición de los catalanes. Los catalanes eran muchos más que los valencianos. La toma de Ibiza fue fácil y rápida. El problema fue la victoria: Las instrucciones de los jefes invasores no eran compatibles, pues los catalanes querían la isla para Cataluña.

El Gobierno envió a Mallorca al crucero “Libertad”, pero cuando el “Jaime I” fue averiado en Málaga, el “Libertad” recibió la orden de ir sobre el Estrecho a sustituir al “Jaime I”, y los expedicionarios de Valencia y de Barcelona no tuvieron más apoyo que el que ya llevaban. La no presencia del Gobierno, convertía las expediciones catalana y valenciana, en una confrontación entre ambos. Pensaban que el archipiélago se rendiría enseguida porque la relación cultural de los mallorquines con Cataluña era buena, y Cataluña era fiel a la República. Pero las cosas se complicaron demasiado.

Y el 11 de agosto partió de Málaga el crucero “Libertad”, con destino a Mahón (Menorca), acompañado por los destructores “Almirante Valdés” y “José Luis Díez”. El mando de la flotilla gubernamental correspondía al capitán de corbeta Miguel Buiza Fernández-Palacios, comandante del “Libertad”. En Mahón se les unieron el destructor “Almirante Miranda” y el destructor “Almirante Antequera”, unos submarinos, un torpedero, un cañonero, cuatro remolcadores, un aljibe, y varias barcazas de desembarco, además de hidros Savoia G-2 de Mahón y de Barcelona. Era ya una escuadra potente. Portaban una columna de marinería de desembarco, dos batallones del Regimiento Mahón, una columna de anarquistas denominada “Rojo y Negro”, una columna de socialistas y comunistas mandada por López Tienda, un grupo de Guardias Civiles, Guardias de Asalto, y Carabineros. En total portaban 10.000 hombres.

El 16 de agosto, los catalanes de Alberto Bayo y los valencianos de Miguel Buiza, hicieron un desembarco en Porto Cristo, a 12 kilómetros de Manacor, en Cala Manacor y en Punta Amer, al este de Mallorca. Lo hicieron en completo desorden, se originó el caos, y perdieron el tiempo sin más resultados que el pánico que habían logrado imbuir a los mallorquines, sobre todo cuando los aviones Macchi sobrevolaban Palma haciendo mucho ruido.

Los rebeldes de Palma decidieron hacer “limpieza de rojos”, es decir, socialistas y comunistas, y una recluta de jovencitos, y con esos soldados novatos atacaron a los gubernamentales en Porto Cristo. El desembarco de Alberto Bayo en Mallorca fue un fracaso total.

Bayo hizo un segundo desembarco en Cala Morlando, y de nuevo los milicianos exigieron participar en las decisiones de mando, y causaron el caos. Los milicianos de Bayo luchaban por la Generalitat de Catalunya, mientras los buques de guerra que el Gobierno había enviado luchaban por España. Bayo perdió 12 días sin hacer nada, intentando el diálogo entre unos y otros. Los invasores no tenían capacidad ofensiva, ni dominaron nunca algún territorio importante mallorquín.

A primeros de septiembre llegó a Menorca el acorazado “Jaime I” con la orden de que Bayo se retirara, y Bayo se negó a obedecer. El Ministro de Marina Indalecio Prieto, le reiteró la orden a Bayo, y le amenazó. Y Bayo abandonó el material pesado, y se retiró con grandes pérdidas, y se fue a Barcelona llevándose 3.000 hombres. Y otros 4.000 se habían ido a Valencia con Uribarri. Empezó una discusión entre Prieto y la Generalitat, por si las Baleares debían ser “españolas” o “catalanas”, lo que significaba que los catalanes no se consideraban españoles. Y las Baleares quedaron en manos de los rebeldes.

Los desembarcos en Mallorca habían servido para realizar pequeños combates en pueblos muy pequeños de Mallorca, sin valor estratégico ninguno.

El 19 de agosto llegaron desde Italia tres hidros que fueron ametrallados en la Bahía de Palma.

Y el 27 de agosto, llegó a Palma un barco con tres hidros y tres cazas Fiat, a las órdenes del fascista Arconovaldo Bonacorsi, alias conde Rossi, que con sus aviones logró imponerse en el aire. El conde Rossi organizaba actos cívicos, en teoría para levantar la moral de los ciudadanos rebeldes, pero en la práctica para reclutar milicianos voluntarios. Una de las unidades del Conde Rossi fue los “Dragones de la Muerte”, unidad que presumía de matar marxistas. Italia había puesto los ojos en la isla de Mallorca.

Discutieron quién era de grado militar superior, y Uribarry decidió regresar a Valencia, y abandonar esta conquista para Valencia. Bayo la quería para Cataluña.

         Ataque catalán anarquista sobre Aragón.

     Las tácticas militares populistas estaban dando resultado en Aragón, donde los inexpertos anarquistas estaban atacando a inexpertos rebeldes. Buenaventura Durruti tomó Selfa, Pina y Osera, y afirmaba que dominaría todo Aragón en breve.

     El Protectorado a primeros de agosto.

El Gobierno de España pensaba que el meollo de la guerra estaba en el Protectorado de Marruecos, y el 3 de agosto, ordenó bombardear Ceuta. También algunos aviones salieron de Barcelona para bombardear Mallorca.

Italia negoció internacionalmente para que la flota del Gobierno español fuera expulsada de Tánger, que era un puerto internacional en donde se habían refugiado muchos buques de guerra españoles. La flota se fue a Málaga. Desde el nuevo emplazamiento, era más fácil bloquear Melilla, y más difícil bloquear Ceuta.

     El 7 de agosto, Franco abandonó Ceuta en Avión. Voló a Sevilla. Era un vuelo que parecía normal, dentro del puente aéreo. Pero ese vuelo conducía a la península al jefe militar del ejército rebelde. Inmediatamente, Franco tomó el mando militar de Sevilla, en detrimento de Queipo de Llano, el cual quedó relegado a hacer tediosos discursos por la radio, insultando a sus enemigos de las maneras más burdas que se le ocurrían.

El traslado del ejército africano a la península.

Definidos los territorios de ambos bandos, Franco se apresuró a trasladar su ejército africano a la península:

En los últimos días de julio y primeros de agosto, las tropas de Franco se prepararon para cruzar el Estrecho gracias a un puente aéreo facilitado por Hitler. A finales de julio, el general rebelde Alfredo Kindelán, tenía 4 aviones, porque había capturado 3 en Tablada, y 1 se había pasado al ejército rebelde. Días después, se les unió un Dornier y otro aparato, y completaron la cifra de seis aviones. Los pilotos eran R. Guerrero, M. Ureña, A. Arija, Carlos de Haya, E. Ruiz de la Puente, y J. María Moreno, y disponían de pilotos de reserva. Con esa escasa fuerza aérea había empezado el levantamiento militar del 17 de julio.

El 20 de julio había intentado Franco pasar el Estrecho, pero había muchos aviones republicanos en el Estrecho, y desistió de cruzar.

Franco ideó un plan para romper el bloqueo del Estrecho. Lo principal era tener en cuenta la desorganización e indisciplina de las fuerzas gubernamentales, lo cual significaba que un poco de sorpresa, y un poco de rapidez, garantizarían el éxito rebelde. Además, en el aire del Estrecho, los rebeldes eran superiores a los gubernamentales, porque las bases de Tablada y Tetuán estaban más cerca del campo de batalla.

El 1 de agosto estaba en el Estrecho el cañonero “Dato” que podía escoltar a los barcos rebeldes de transporte de tropas, pero había barcos republicanos a la vista y pospusieron el plan.

El 4 de agosto, Franco reunió sus aviones y los preparó para un ataque. El 5 de agosto, los rebeldes ya contaban con 22 aviones, e iniciaron el ataque sobre el Estrecho: Dos hidros de Ceuta tenían la misión de localizar y controlar a los submarinos republicanos,  volando a 200 metros de altura. Dos patrullas de 3 Breguet XIX y 2 Nieuport cada una, volaban a 500 metros de altura, intentando localizar y bombardear barcos del Gobierno. Otra patrulla de 3 trimotores Fokker, y 3 Savoia volaban por encima de los 500 metros de altura, con capacidad de bombardear barcos enemigos. Tres trimotores Savoia y 3 Breguet XIX, quedaron en reserva en Tetuán para imprevistos. Un total de 20 junkers alemanes estaban desde el 28 de julio en África y trasladaran al ejército de África a partir de 5 de agosto, mientras los aviones italianos bombardeaban aeródromos de Andalucía en misiones de protección del puente aéreo.

En cuanto a barcos de guerra, los rebeldes estaban también en franca inferioridad en material, pues sólo contaban con siete buques importantes, y dos de ellos en dique seco, y otros dos muy viejos y constantemente afectados por averías. En concreto, en Cádiz tenían el crucero “República” que rebautizaron como “Navarra” y estaba en reparaciones, los cañoneros “Cánovas” y “Lauria”, y los guardacostas “Alcázar” y “Larache”. Y en El Ferrol tenían el crucero “Almirante Cervera” en dique seco, el acorazado “España” en dique seco y muy viejo, y el destructor “Velasco”, muy viejo. Frente a ellos, el Gobierno republicano contaba con un centenar de buques. Pero la flota republicana estaba en manos de comités de soldados que servían a los partidos y sindicatos a los que pertenecían, y no obedecían a un Estado Mayor. La posición republicana era defensiva y de represalias, pero nunca con estrategia ofensiva coordinada. A los rebeldes les faltaban suboficiales, pues éstos eran los que mandaban en los barcos republicanos gubernamentales, y tuvieron que improvisar suboficiales en cursillos llevados a cabo en Marín en los buques “Juan Sebastián Elcano” y “Galatea”. Sólo en septiembre de 1936, los rebeldes pusieron en servicio el crucero “Canarias”, dotado con cañones alemanes de largo alcance, y en diciembre de 1936, el “Baleares”, de iguales características, y se convirtieron en dueños del mar en los puntos en que estuvieron presentes estos dos buques. Los rebeldes de julio de 1936, no tenían submarinos ni destructores, hasta que se los proporcionó Italia en verano de 1937. E Italia vendió chatarra, buques muy viejos, que estaba en reparaciones la mayor parte del tiempo.

Franco también contaba con los acorazados alemanes “Deutschland”, y “Admiral Scheer”, y la protección de cinco trimotores italianos Savoia-81.

El éxito rebelde de 5 de agosto de 1936:

Los aviones estuvieron en el aire a las 06:20 de la mañana, la hora del amanecer. Y a las 07:00 localizaron y ametrallaron al destructor republicano “Lepanto”, que huyó a Gibraltar. Dieron la señal de que el paso estaba expedito, y el convoy marítimo que iba a pasar el Estrecho salió a las 07:20 horas de Ceuta, pero se le ordenó regresar porque el “Lepanto” volvió. El primer intento se frustró. El “Lepanto” fue atacado de nuevo por la aviación y quedó inutilizado. Los aviones regresaron. A las 10:15 salieron de nuevo los aviones de reconocimiento y no vieron buques republicanos.

A las 16:30 del 5 de agosto, salieron de Ceuta los remolcadores “Arango” con 50 regulares y material de transmisiones, “Benot” (que se averió al poco y regresó a Ceuta), y las motonaves “Ciudad de Algeciras” con 1.200 legionarios, y “Ciudad de Ceuta” con 300 regulares, 100 toneladas de explosivos, municiones, 6 cañones de 105mm. y dos ambulancias. A las 17:00 horas, despegaron los aviones.

 Las tropas rebeldes llevaban como escoltas al cañonero “Dato”, al torpedero “T-19” y al guardacostas “Uad Kert”, y también la protección aérea de 22 Dornier, 9 Breguet, 2 Nieuport, 3 Fokker y 6 Savoia, comandados por el general Kindelán. Coordinaba todo Franco desde Ceuta. El remolcador “Benot”, no pudo salir, porque había marejada y no podía navegar en malas condiciones de la mar. Pocos minutos después de las 18:00 horas, los transportes de tropas rebeldes avistaron Algeciras.

Al aproximarse a Algeciras, que era el destino del convoy franquista, fueron descubiertos por el destructor gubernamental “Alcalá Galiano”, que empezó a disparar, pero los aviones italianos fueron sobre el destructor, y dieron tiempo al desembarco de la tropa en Algeciras. En la actuación del “Alcalá Galiano”, se demostró que los comités de soldados republicanos no eran eficaces militarmente. El destructor debía haber hundido con facilidad a todo el convoy que pasaba el Estrecho, pero las bombas de los aviones fueron suficientes para asustar a la tripulación, que decidió esperar lejos del escenario de lucha.

A las 19:00 horas, el destructor republicano “Alcalá Galiano”, atacó al convoy rebelde. Llevaba 5 cañones de 101 mm. de un alcance de 7.500 metros. E inmediatamente fue atacado por el “Dato”, el “T-19” y el “Uad Kert” de modo que los transportes no fueran molestados. El “Dato” llevaba 4 cañones de 101 milímetros y 7.500 metros de alcance. El “Uad Kert” llevaba 3 cañones más pequeños, de 47 mm. El “Dato” pidió ayuda a los aviones de Tetuán para que atacaran al “Alcalá Galiano” y también destruyeran unas baterías que les molestaban desde la costa de Algeciras. Y ante el ataque aéreo, el “Alcalá Galiano” huyó a Málaga. El convoy rebelde terminó de llegar a Algeciras a las 20:00 horas. Franco lo denominó “convoy de la victoria”. Había logrado pasar 2.500 hombres ese día. Había sido un éxito rotundo de Franco. Los legionarios salieron a marchas forzadas hacia Sevilla, y desde allí hacia Extremadura.

El “Jaime I” y el “Miguel de Cervantes”, gubernamentales, también fueron averiados por la aviación rebelde. El Jefe de Operaciones de la Flota gubernamental, Pedro Prado Mendizábal, que había sido derrotado, ordenó tomar represalias bombardeando Algeciras, Larache, Ceuta, Cádiz y Tarifa. Era una pataleta sin sentido militar. Había perdido Algeciras y Cádiz, y no los iba a recuperar con bombardeos sin sentido.

El paso del Estrecho de 5 de agosto, no significaba un gran triunfo de los rebeldes, pues sólo habían pasado 3.000 hombres, pero sí una humillación para los gubernamentales. El Estrecho seguía bloqueado, y Franco no se atrevía a pasar más hombres. Y la operación no se podía repetir, pues acudieron buques de guerra republicanos al Estrecho.

Franco inició el 5 de agosto un “puente aéreo” muy poco eficaz, pues cada avión podía llevar una docena de hombres con su equipo militar. En esos primeros días, tenía únicamente el apoyo italiano. El 10 de agosto, los alemanes se sumaron al puente aéreo, y las perspectivas fueron mucho mejores, pero insuficientes para transportar un ejército de consideración.

Durante todo el mes de agosto, Franco logró pasar por este método a unos 6.000 hombres, y en septiembre, otros 5.500, lo cual son cifras ridículas. Franco tenía la intención de pasar 25.000 hombres y todo el material pesado de guerra. Pero la propaganda en el exterior e interior español era muy grande, y la humillación del Gobierno republicano era evidente. Todavía en octubre, pasaron 1.500 hombres más, antes de dar por terminado el puente aéreo. El puente aéreo llegó a transportar 11.998 hombres, 11 baterías de artillería, 92 ametralladoras, 500 toneladas de material. Esa mejora de resultados fue posible porque se habían comprado 9 aviones Savoia a Italia, y 26 aviones a Alemania.

La causa de esta derrota inicial del Gobierno republicano se atribuye a que la coordinación entre Fernando Navarro Capdevila, jefe de la Escuadra, y Pedro Prado Mendizábal, jefe de operaciones navales en Málaga, era pésima por no compartir opiniones.

También había barcos alemanes e italianos intentando llegar a Cádiz. Los republicanos no se atrevían a disparar sobre ellos para no provocar incidentes internacionales. Algunos eran interceptados, pero otros muchos lograban pasar. Esta operación era definitiva para tener una base de abastecimiento en Sevilla, lo cual fue fundamental para los rebeldes.

El 6 de agosto, algunas tropas de Franco estaban en la península, listas para empezar a luchar. El 7 de agosto, los republicanos atacaron el puerto de Algeciras e inutilizaron al “Dato”. Pero el puente aéreo continuó funcionando el mes de agosto y el de septiembre. El Ejército de África, era el único ejército profesional español con experiencia de acciones militares que había en España, y el paso del Estrecho se consideraba crucial para el triunfo del golpe.

El ataque de Franco sobre el Estrecho, provocó la concentración de la flota republicana en ese punto. La propaganda nacional e internacional provocó que en los siguientes 45 días, el Gobierno de la República concentrara sus buques de guerra en el Estrecho, dejando libre la costa cantábrica, que cayó fácilmente en manos rebeldes en Irún y en Galicia.

El 6 de agosto de 1936, los gubernamentales republicanos cerraron el Estrecho. Los barcos republicanos cañonearon todos los puertos rebeldes a ambos lados del Estrecho e incluso inutilizaron el Dato. Sólo quedaba el puente aéreo, pero ya estaban los alemanes en esa operación, y cada día pasaban 350 personas, y algún día pasaron hasta 550. El problema eran los equipamientos pesados de artillería, que no podían volar debido a su volumen y su peso. Éstos no pasaron hasta que se presentó en el estrecho el “Canarias” con sus 15.000 metros de alcance en los cañones. El Estrecho quedó abierto para los rebeldes en septiembre de 1936.

     La Ayuda de Estados Unidos y Gran Bretaña.

Otra ayuda fundamental para los rebeldes, fue la decisión de Estados Unidos y Gran Bretaña de vender gasolina-avión en Tetuán para los aviones que bombardeaban a los republicanos y trasladaban las tropas rebeldes. Los británicos y estadounidenses decían que ellos no sabían si iba destinada a fines bélicos, al tiempo que se negaban a vender gasoil a los barcos republicanos porque les constaba que estaban en guerra. El envío posterior de gasoil de la Texas Oil Company, y de gasolina-avión a Sevilla era considerado una actividad comercial de una entidad privada sobre la que no podían hacer nada. La negativa a vender al Gobierno republicano parece absurda o de un cinismo total, dado que en julio de 1935, esas naciones habían firmado con el Gobierno republicano de Madrid y CAMPSA un convenio de compraventa de carburantes. La gasolina avión, es una gasolina de alto octanaje, sin la cual no podían volar los aviones.

El Frente Popular francés de León Blum parecía predispuesto a vender armas al ejército republicano, pero el Gobierno conservador inglés presionó para que Francia firmase un “Comité de No Intervención” al que se adhirieron Alemania, Italia, URSS y Portugal. Ninguno cumplió su palabra, y mucho menos las potencias fascistas.

Una ciudad importante para el abastecimiento de materias primas, carburantes y material de guerra era Tánger. Tánger había sido declarado puerto franco en 1906 y, desde 1923, era gobernado conjuntamente por Gran Bretaña, Francia y España, a las que se unió Italia en 1927.

 El papel de las fuerzas africanas en agosto de 1936.

Los 10 batallones africanos que Franco había logrado poner en la península en los primeros días de la sublevación, fueron decisivos. Eran la única tropa con experiencia de combate, y se iba a jugar una guerra de nervios, para la cual los republicanos, milicianos, guardia civil y soldados peninsulares, no estaban preparados.

En un ataque rebelde, se empezaba preparando el terreno con bombardeos de aviación, que hacían mucho ruido y desmoralizaban mucho, y se culminaba la fase con bombardeo aéreo apoyado con bombardeo intenso de artillería cuando ya iba a empezar el combate. El soldado no tenía defensa con sus fusiles de 1.500 metros de alcance, frente a cañones que disparaban desde 7.000 ó 10.000 metros, o frente a los aviones que disparaban desde el aire. Luego, se aproximaban las líneas de tiro de ambas partes, pero sin hacerse demasiado daño. Y luego venía el ataque duro de los soldados africanos, españoles y marroquíes de Regulares, a quienes la vida no les importaba lo más mínimo. Seguían adelante a través de las líneas de balas. Y una vez llegados a líneas republicanas, no dudaban en matar a mansalva y con rabia. Y por fin, llegaban las tropas ordinarias rebeldes, con el camino ya batido anteriormente. Lo común era que los republicanos, pobres obreros apuntados en una milicia sindicalista o de partido, huyeran en alguna de estas fases, por mucho que los dirigentes les gritaran, desde atrás y sin comprometerse ellos, que resistieran y dieran la vida por la causa obrera. Estos arengadores, pasado el ataque, se encargaban de fusilar a los “cobardes”, para justificar su autoridad en el siguiente asalto enemigo, y se jactaban de mucho valor, pero su labor no pasaba de ahí, y no daban la cara frente a las balas.

El resultado de un avance rebelde era demoledor: los soldados tenían “carta blanca” durante 24 horas, y podían robar, violar, matar, vejar y divertirse como quisieran. Las noticias del resultado de un avance rebelde causaban pavor en los pueblos cercanos, y en los más alejados cuando se conocían las noticias. Ese era el objetivo buscado.

Cuatro batallones africanos fueron enviados a Sevilla y a Mérida más tarde. Luego llegaron dos batallones más que fueron utilizados para tomar Badajoz y enlazar con Mola al norte de Extremadura, en Cáceres. Una Bandera del Tercio (legionarios) fue utilizada por Beorlegui en Irún y fue la que rompió las líneas de defensa republicanas y entró en Irún.

Y el mismo modelo de combate se utilizó en Córdoba, Granada y Algeciras, donde dos Tabores de Regulares y una Bandera del Tercio arrasaron las primeras líneas enemigas con total desprecio de la muerte, dejándose muchos muertos en cada ataque. Las fuerzas regulares de Mola y de Queipo de Llano eran muy inferiores en calidad militar a las africanas.

     Las fuerzas gubernamentales republicanas.

Las fuerzas republicanas todavía eran peores que las rebeldes, pues estaban divididas entre diversas obediencias al Gobierno, a la UGT, a la CNT, o a los comunistas, además de ser civiles voluntarios encuadrados en milicias por un buen sueldo.

Las fuerzas militares gubernamentales eran columnas de aficionados. Una vez eliminado el ejército profesional el 18 de julio, había quedado una mezcla de voluntarios, guardias civiles y soldados, que nunca habían actuado en combate. Para el novato, las balas y las bombas asustan, y la caída de compañeros muertos desmoraliza. Pero es que, además, los combatientes solían carecer de instrucción militar, y los grupos militares se iban improvisando sobre la marcha. Las crónicas cuentan, que un avión y media docena de bombas de artillería, les ponían en fuga, la fuga permitía la penetración del enemigo, y el ataque de éste por detrás de la línea de vanguardia.

En el bando rebelde ocurría lo mismo entre las milicias falangistas y requetés. Estamos hablando de los dos bandos por igual. Los soldados gozaban de mucho “ardor patriótico”, pero eso valía poco en pleno combate, salvo para dejarse matar. La cohesión, la disciplina, la táctica militar, y los mandos competentes no se pueden improvisar. La igualdad entre ambos bandos era muy notoria, y en medio de esa igualdad, la actuación superior de los soldados africanos profesionales de la guerra, era abrumadora.

Los republicanos tenían muy mal remedio a estos males, porque los anarquistas por convicción, y los comunistas por política, decían que odiaban al ejército, y no aceptaban la disciplina que pretendían imponer los oficiales militares, sino que preferían sus milicias, con sus propios jefes. Creían en la utopía de que el entusiasmo pasaba por encima de las balas. Los comunistas hablaban de un nuevo ejército popular que arrollaría a las fuerzas rebeldes, lo cual eran palabras vacías, aunque luego fueron muy aceptadas después de la guerra, en la propaganda de los que no supieron estar en su momento donde debían.

         El País Vasco en agosto de 1936.

Jesús Artola Goicoechea, fue destituido como Gobernador Civil de Guipúzcoa el 5 de agosto de 1936, y sustituido por el teniente de carabineros Antonio Ortega Gutiérrez. El PNV había organizado una Junta de Defensa Vasca, que residía en Azpeitia, y pidió voluntarios para la guerra, los llamaron “gudaris”. Al mando de esos gudaris se puso a Miguel Alberdi, y cuando murió éste el 16 de agosto de 1936, al capitán Cándido Saseta Echebarría, que también murió el 23 de febrero de 1937.

El 6 de agosto de 1936, los obispos vascos se declararon partidarios de los sublevados, mientras algunos sacerdotes eran nacionalistas vascos. El obispo de Vitoria, Mateo Múgica, fue acusado por el PNV de colaborar con los franquistas y fue expulsado de Vitoria. Al contrario, catorce sacerdotes nacionalistas fueron fusilados por los rebeldes en 1937, cuando se tomó Bilbao, por colaborar con los nacionalistas vascos. Y el Papa tuvo que dar una opinión: se ofreció a mediar entre las partes. Cuando Franco atacó Navarra, el Papa pidió que se respetaran las vidas de los que se rendían. La razón se debe entender en era costumbre tras las batallas de la mañana, hacer por la tarde una reunión de los vecinos del pueblo atacado y vencido, mandarles desnudar, y fusilar a todos los que tenían marcas de haber disparado.

El 8 de agosto se constituyó la Junta de Defensa de Guipúzcoa que presidía Miguel Amilibia Machimbarrena, primo de un coronel sublevado. Los otros componentes de la Junta eran: el comunista Jesús Larrañaga; el peneuvista Juan Careaga; y el sindicalista Miguel González Imestal. El objetivo era tener un “ejército vasco”, con políticos y militares vascos que lo controlaran. El País Vasco rompía los conceptos imperantes, pues un país conservador y católico, estaba en el lado republicano, aliado a socialistas, anarquistas y comunistas. La razón era que el País Vasco esperaba su independencia del Gobierno de la República, y sabía que nunca se la darían los rebeldes.

El ejército vasco se llamó Eusko Gudarostea, y constaba de 28 batallones y llegó a tener 100.000 hombres. Es decir, tenía muchos hombres y muy poca fuerza, pues tenía pocas armas, y sus componentes eran no profesionales. Inexpertos en el arte de la guerra, era una fuerza de poco valor, salvo el simbólico ante los propios vascos. Se trataba de unos guardias armados presentes en todos los pueblos vascos a los que se les dio la consigna de cortar los excesos que hacían los socialistas, comunistas y anarquistas. Teniendo en cuenta que estos grupos eran los que defendían el bando republicano, el PNV se colocaba en una posición original, apoyando al bando republicano pero sin querer apoyar la política del bando republicano. Era un partido de derechas y católico, aliado a un frente popular marxista y laico en el caso pesoísta, y ateo en el caso comunista y anarquista. Pero la razón de ello hay que buscarla en el nacionalismo, pues el Gobierno del Frente Popular les había prometido un Estatuto de Autonomía, y ellos querían la autonomía aun a costa de cualquier contradicción ideológica.

El 12 de agosto de 1936, se conformó la Junta de Defensa de Vizcaya, cuyo Presidente era José Echevarría Novoa, un pontevedrés hijo de vascos franceses, y que hasta ese momento era Gobernador Civil de Vizcaya, y vocales eran Paulino Gómez Saiz por el PSOE, José Gorostiza por el PSOE, Ramón María Aldasoro por Izquierda Republicana, Alfredo Espinosa por Unión Republicana, Juan Artigarrabía por el PCE, Juan Carlos Basterra por Acción Nacionalista Vasca, Pablo Valle por CNT, y Heliodoro de la Torre por el PNV en Finanzas, y Julio Jáuregui por el PNV en Industria. La Junta se ocupaba del abastecimiento de víveres y reparto por racionamiento. Paulino Gómez se ocupaba además del reclutamiento de soldados.

El 13 de agosto de 1936, San Sebastián fue bombardeada por seis aviones rebeldes. Murieron seis personas. Los donostiarras fueron ese mismo día sobre las cárceles, y ejecutaron a ocho oficiales presos, capturados durante la toma de los cuarteles. Las represalias no sirvieron de nada, y el 18 de agosto, la ciudad volvió a ser bombardeada, esta vez desde el mar, donde el “Almirante Cervera” y el “España” eran dueños de las aguas del Cantábrico. En esta ocasión murieron cuatro personas, y los donostiarras contestaron con la ejecución de cinco prisioneros. La guerra era entendida como una venganza en todas partes de España.

El primer muerto del PNV, Mikel Alberti, no se produjo hasta el 16 de agosto de 1936, lo cual es lógico pues habían movilizado muy tarde, no antes del 8 de agosto. Y el entierro causó una reflexión en los dirigentes del PNV, que pensaron que los entierros del PNV no podían servir para alabar a los socialistas de clase y comunistas, que eran sus enemigos de religión.

     En agosto, el frente de Navarra, rebelde, con Guipúzcoa, gubernamental se estabilizó. Pero eso no significó ninguna ventaja para los republicanos, porque el Gobernador de Guipúzcoa perdió su autoridad frente a los comités locales y comarcales de obreros vascos.

     Desde el 7 de octubre de 1936, en que el nacionalista católico José Antonio Aguirre fue Presidente del Gobierno Vasco, la normalidad religiosa fue completa en el País Vasco. Los sacerdotes vestían sotana por la calle, decían misa regularmente, y los capellanes asistían al ejército vasco. Pero no todo podía ser normal, porque la diócesis de Vitoria estaba dividida entre una Álava rebelde, y Vizcaya y Guipúzcoa gubernamentales, y ambas partes estaban luchando a muerte. Múgica estaba exiliado, y hacía como que ese conflicto no existía.

      Santander en agosto de 1936.

El Gobierno de Madrid designó el 5 de agosto Gobernador Civil de Santander a Juan Ruiz Olazarán, un activista de UGT, y éste organizó las fuerzas de la ciudad: encargado de la defensa fue el socialista Bruno Alonso; jefe militar fue el coronel José García Vayas; y Comandante General de Milicias fue el capitán Rodríguez Somoza. Para entonces, los detenidos en las prisiones eran ya unos 1.100.

El Comité de Guerra pidió voluntarios, y pagaba bien. Se alistaron 800 personas, y con ellos se hicieron cinco columnas, que se dirigieron a los puertos de montaña en las carreteras de León (San Glorio, 150 hombres), Palencia (Pozazal, 200 hombres a las órdenes de Navamuel) y de Burgos (El Escudo, 100 hombres) y Espinosa de los Monteros (Los Tornos, 300 hombres a las órdenes de José Villarias), y Portillo de La Sía (a donde fue el comunista Cieza). En los puertos encontraron fuerzas rebeldes provenientes del sur, Burgos y Palencia. Eran unos pocos cientos de combatientes por cada lado.

Santander abrió cuatro aeródromos: La Albericia que ya funcionaba desde 1910; la bahía era utilizada por los hidros; Rubayo, en el municipio de Pontejos, estaba al este de la Bahía; Parayas estaba en Maliaño, al oeste de la Bahía.

El 7 de septiembre, Bruno Alonso organizó la Comisaría de Defensa para organizar la vida en la ciudad de Santander. La ciudad sufría un bloqueo naval, y recibía refugiados procedentes de Palencia y de Burgos, y el resultado es que no había qué darles de comer. No obstante, Santander estaba optimista, y envió soldados a Éibar en Vizcaya, y a Oviedo en Asturias para ayudar a las provincias limítrofes.

En noviembre de 1936, la defensa de Santander pasó a cargo del II Cuerpo de Ejército del Ejército del Norte, y su comandante era García Vayas. Contaba con 16.000 hombres distribuidos por toda la provincia.

El 27 de diciembre de 1936, los rebeldes franquistas bombardearon Santander con 18 aviones Junkers JU 52, y causaron 67 muertos. Entonces los milicianos se fueron al barco-prisión “Alfonso Pérez”, que estaba en la dársena de Maliaño, y mataron a 156 personas, la mayoría falangistas y requetés. Los aviadores eran soviéticos y españoles, pero también había algún francés, algún inglés y algún estadounidense. La primacía en el aire fue republicana hasta la primavera de 1937.

     Zaragoza en agosto de 1936.

La V División-Zaragoza, rebelde, estaba dispersa en agosto de 1936. Una parte salió para combatir en Teruel a las fuerzas que subían desde Valencia. Otra parte se fue a Calatayud para combatir a los que llegaran desde La Alcarria. Cabanellas se vio en inferioridad y autorizó la formación de compañías de voluntarios, que fueron: la Bandera Sanjurjo; la Bandera Móvil de Falange; y el Batallón Santiago. Cabanellas solicitó 2.000 hombres del Tercio Doña María de las Nieves, compañías sueltas de navarros y los reemplazos de 1934 a 1931, es decir licenciados que volvieran a filas. Y con esas fuerzas frenó las penetraciones catalanas anarquistas y comunistas sobre Aragón.    El mando de la V División pasó a Germán Gil Yuste en 28 de julio, y a Luis Miguel Limia-Ponte y Manso de Zúñiga, el 18 de Agosto. La V División abrió un nuevo frente de norte a sur, a la altura de las ciudades de Huesca, Zaragoza y Teruel. El plan inicial era abrir el frente en Bujaraloz, Caspe y Alcañiz, pero las columnas catalanas ocuparon estos lugares antes de que se organizase la V División. El frente se estableció en Laciñena-Farlete-Osera de Ebro-Piña de Ebro-Quinto-Gelsa y Azaila, línea norte–sur 30 kilómetros al este de Zaragoza. La V División no tenía capacidad ofensiva y se mantuvo a la defensiva, con escuadrones de reserva en Zaragoza y Logroño.

Los coroneles rebeldes Álvaro Sueiro Villarino y Jesús Monasterio Ituarte, salieron de Zaragoza e intentaron hacer retroceder a las columnas anarquistas que venían desde Cataluña, en La Zaida y Sástago, pero el avance de los anarquistas, apoyados por aviones de Barcelona, les hizo retroceder hasta Quinto a primeros de agosto. Un avión rebelde, Breguet, cayó abatido en la lucha y se utilizó como propaganda de victoria.

El 6 de agosto llegó a Muniesa el teniente coronel Martínez Peñalver, procedente de Tarragona y fue a Moyuela.

Enseguida llegó el sindicalista Saturnino Carod con el teniente de la Guardia Civil José Ferrer Bonet y se agregaron a Ortiz.

El 8 de agosto, el anarquista Durruti ocupó Osera, a 30 kilómetros de Zaragoza y Del Barrio ocupó Leciñena. Los rebeldes se fortificaron en Villafranca de Ebro y Perdiguera y el frente se estabilizó.

         Valencia en agosto de 1936.

Las fuerzas republicanas de Valencia salieron en julio de 1936 en todas direcciones, hacia Madrid, Albacete, Andalucía y Teruel, para atacar a los sublevados. Estaban completamente desorientadas. Pero pronto comprendieron que su batalla sería en Teruel, en el camino de Zaragoza. Los rebeldes les atacaban desde Zaragoza, y el punto intermedio entre Valencia y Zaragoza era Teruel.

El coronel gubernamental de carabineros, Hilario Fernández Bujanda, organizó en Valencia una columna con milicianos y guardias civiles y carabineros, de las agrupaciones de Castellón y Valencia, la concentró en Sagunto y avanzó hacia Puebla de Valverde. En esta localidad, los guardias civiles se rebelaron, hicieron prisioneros a los jefes de la columna y se fueron a Teruel a unirse al comandante rebelde Virgilio Aguado Martínez. Fernández Bujanda fue juzgado, condenado a muerte y fusilado por los rebeldes de Teruel.

Valencia organizó entonces una segunda columna, a las órdenes de José Benedito, teniente de artillería retirado, acompañado por el comisario político Domingo Torres, la cual derrotó a las fuerzas de Virgilio Aguado y de José Pérez del Hoyo en Sarrión el 12 de agosto, y tomaron Puebla de Valverde y el Puerto de Escandón. Luego, avanzaron el 22 de agosto sobre Mora de Rubielos y Corbalán, a 19 kilómetros de Teruel. Esta columna militar estaba integrada por presos comunes a los que se prometía la libertad, indisciplinados que se tomaban la libertad de saquear lo que les parecía. Fue llamada “la columna de hierro”.

Valencia organizó una tercera columna a las órdenes del comandante José Pérez Martínez y el comisario político comunista Juan Antonio Uribe que subió el cauce del Turia o Guadalaviar, y el 21 de agosto llegó a Villel a 16 kilómetros de Teruel por el sureste.

Se opuso a estas fuerzas republicanas el coronel Muñoz Castellanos desde Teruel. Y así se planteó la batalla de Teruel.

Muerte de José Antonio Primo de Rivera en 1936.

El 4 de agosto, José Antonio Primo de Rivera, preso en Alicante, se vio privado de correspondencia, visitas y aparato de radio. En su juicio por ayuda a la rebelión, manifestó que él no era fascista sino nacional-sindicalista, es decir, partidario de un fascismo español y no del fascismo internacional. El 20 de noviembre fue fusilado. Los militares rebeldes no tenían ningún interés en negociar su vida, dado que quería dirigir el levantamiento y quizás organizar una guerra dentro del bando «nacional». Los Republicanos quizás cometieron un error al fusilarle, puesto que, libre, podía haber sublevado contra Franco a todos los falangistas.

           Cataluña, en agosto de 1936.

     Cataluña creó el 6 de agosto de 1936 un Gobierno de la Generalitat, presidido por Joan Casanovas Maristany. Era un Gobierno débil al que sólo apoyaban ERC y Acció Catalana Republicana, y de manera personal, Josep Calvet Mora, de Unió de Rabassaires, al que hicieron Conseller de Agricultura.

     El organismo fuerte en Cataluña era el anarquista Comité Central de Milicias Antifascistas, CCMAF, y había que decidir quién era la autoridad superior, si la Generalitat nacionalista, o los comités populares anarquistas. Las armas y la mayoría de los milicianos, los tenían los anarquistas.

     El 11 de agosto, los anarquistas del CCMAF lanzaron un órdago mediante la creación de las Patrullas de Control. Se trataba de 700 milicianos a las órdenes del anarquista Josep Asens. Los milicianos de las patrullas de control provenían: 325 de CNT, 185 de de ERC, 145 de UGT, y 45 de POUM. En cada patrulla había representantes de todas las facciones políticas mencionadas, y no había patrullas enteras de una de ellas. Las patrullas eran solicitadas por los Comités de Barrio, los cuales les imponían los servicios que querían de ellas. De modo que los Comités de Barrio eran el auténtico poder en Cataluña. Contra ello tenían que luchar los nacionalistas de ERC, los pesoístas y los comunistas, si querían conseguir el poder.

     Pero lo anarquistas creían en una democracia popular, que debía dar participación a todas las fuerzas políticas, mientras los nacionalistas tenían un modelo autoritario dispuesto a anular a los anarquistas en cuanto pudieran. Dado que los anarquistas no creían en las instituciones, y las instituciones son completamente necesarias, sobre todo en tiempo de guerra, para conseguir financiación, armas, organización industrial, cuidado de las comunicaciones, organización militar… Los anarquistas se tendieron una trampa a sí mismos, y cedieron el poder a los nacionalistas.

         Andalucía en agosto de 1936.

     El 1 de agosto de 1936, el general gubernamental Miaja llegó a 30 kilómetros de distancia de Córdoba, y puso su cuartel general en Montoro. Trataba de dominar la zona norte de la provincia, pero no se sentía con fuerzas suficientes para atacar Córdoba. Decidió parar el ataque, lo cual era reforzar el dominio de los rebeldes sobre Sevilla. Queipo de Llano no tuvo dificultades especiales en Sevilla.

     El Gobierno de la República en agosto de 1936.

     El 3 de agosto de 1936, el Gobierno decretó la rebaja de los alquileres en un 50%, cuando los alquileres fueran inferiores a 201 pesetas, y prohibió el desahucio del inquilino por retrasos en el pago del alquiler. Giral trataba de hacerse simpático a los españoles.

     El 5 de agosto, el Presidente del Gobierno, José Giral manifestó que no quería imponer una dictadura de izquierdas, sino organizar “el poder que había asumido el pueblo el 19 de julio”. Es una estupidez, pues “el pueblo”, “la ciudadanía”,  no existe realmente, y sólo es una expresión bajo la cual caben miles de realidades.

Era obvio que tampoco quería largocaballeristas ni comunistas en el Gobierno, porque ello sería entregarles el poder a poco que se lo propusieran éstos. Estas manifestaciones de Giral eran incomprensibles e irreales. Para que fuera posible la idea de Giral, el PCE debía aceptar una República burguesa, democrática, y parlamentaria, y renunciar a su obediencia al Comintern. Y Largo Caballero debía hacer otro tanto y renunciar a la dictadura de clase socialista. Y CNT debía transformarse radicalmente. Todos los socios del Gobierno debían prescindir de sus principios ideológicos, lo cual hacía complicada la postura política de Giral. En efecto, nadie entendió a Giral, ni entendería posteriormente a Negrín, cuando propuso la misma idea.

     Las declaraciones de Giral eran populistas, en el peor momento en que podía hacerse populismo. Reconocer que el Gobierno había sido asumido por el pueblo, debería haber dado lugar a una de estas dos posturas: o Giral se hacía líder populista, o dominaba a los líderes populistas y restablecía la autoridad del Estado. Giral no supo tomar ninguno de los dos caminos, y acabó cediendo el poder a un líder populista, Largo Caballero.

Gobernar es imponer un poder en la sociedad, para que el pueblo no cometa excesos (aquí utilizó la expresión para significar a los que están fuera del poder constituido). Esta función no puede ser asumida por el pueblo en asambleas populares. De hecho, los que prometen esa idea, como los comunistas, construyen las dictaduras totalitaristas más drásticas. Y los anarquistas, fracasan siempre porque “el pueblo” no existe, sino los que existen son individuos concretos puestos en situaciones concretas. El término “pueblo” sólo es una expresión lingüística, y no se corresponde con ningún ente real. De hecho, como simple expresión lingüística, puede ser sustituida por la ciudadanía, el proletariado, el pueblo bajo, el pueblo llano, el pueblo cristiano, los menudos (en Italia), los pobres, los desarraigados, los sin derechos, los oprimidos, la plebe, la clase media, etc.

     Pero para asumir el poder, Giral debía recuperar la fuerza coercitiva, el ejército. Si Giral hubiera sido capaz de recuperar el ejército, que con tanta “alegría” perdió el 18 de julio, los sucesos en la guerra de España tal vez hubieran cambiado. Aunque en realidad el decreto no lo diera él, sino su predecesor en el Gobierno, Martínez Barrio, Giral lo aceptó el 18 de julio y no rectificó.

     El 7 de agosto, el general Luis Castelló Pantoja fue sustituido en el Ministerio de Guerra por Juan Hernández Saravia[1], el cual había sido hasta entonces Subsecretario de Guerra. Desde ese momento, Hidalgo de Cisneros, Menéndez, Martín Blázquez, Díaz Tendero, Cordón y Ciutat trataron de hacerse con lo que quedaba del ejército, pues se ocuparon de intendencia, recluta, reparto de municiones y armas… El ejército había pasado a militares de graduaciones bajas. Y las milicias sindicales no les obedecían. No fueron capaces de recuperar el poder sobre el ejército, y se impuso el caos populista.

Por ejemplo, cuando el 7 de noviembre, unos Ministros decidieron ir a Valencia, les salieron al paso los sindicalistas de Tarancón (Cuenca), y les obligaron a regresar a Madrid porque opinaban que los políticos debían estar en Madrid. El Gobierno no mandaba ni sobre sí mismo. Y de hecho, el Gobierno no tenía autoridad alguna sobre Barcelona, Valencia y Málaga, donde piquetes de obreros imponían su autoridad personal. La obra más destacable de estos piquetes de obreros, fue quemar iglesias, lo cual no significaba ningún progreso para el Gobierno republicano, ni para la revolución, ni para la sociedad española, sino una sencilla satisfacción personal o venganza contra unos represores morales y acaparadores de riquezas que eran los curas. Pero para quitarles las riquezas indebidamente acaparadas, no era necesario, ni ético, el quemar iglesias y matar curas.

     El 8 de agosto, tuvieron lugar una serie de medidas populistas de conceder subvenciones, con las que el Gobierno Giral pretendía recuperar la confianza de los españoles: el Gobierno decidió bonificar los recibos del gas, y de la electricidad consumidas en julio y agosto, y se incautó de las compañías suministradoras en Madrid; el Gobierno se incautó los ferrocarriles de España; Mariano Ruiz de Funes reguló los alquileres rústicos para evitar ocupaciones e incautaciones. Los propietarios, colonos, arrendatarios y aparceros que abandonasen un cultivo, perdían sus derechos sobre la finca afectada, y los Ayuntamientos les incautarían esa finca en nombre de la Comisión de Reforma Agraria.

     Con estas medidas, el Gobierno trataba de recuperar alguna autoridad sobre los sindicatos y sobre el PCE, los cuales eran populares porque decían que no se debían pagar recibos de gas y luz. Pero donde los Ayuntamientos habían sido tomados por los sindicatos, la medida adoptada por Ruiz de Funes, era darles carta blanca a los sindicalistas para expropiar.

     Las medidas adoptadas por el Gobierno eran contradictorias, y la realidad se imponía sobre las declaraciones “políticas”. El Gobierno no estaba en condiciones de repartir dinero: En agosto, se decidió el racionamiento de víveres en Madrid. Había muchos organismos que organizaban el racionamiento y hubo muchas circunstancias e irregularidades. Lo primero, fue hacer “tarjetas de aprovisionamiento”, lo cual era muy difícil por no existir un censo fiable. Cualquiera podía adoptar la personalidad de alguien huido, emigrado o muerto, para obtener una segunda o una tercera tarjeta. Como cada organismo daba una tarjeta diferente, era fácil tener dos, aunque peligroso si descubrían al culpable, pues lo fusilaban. A Madrid acudían miles de viajeros de todas partes de España, creyendo que escaparían de la guerra, y su número era incontrolable, y no estaban identificados. Controlar el aprovisionamiento de estas masas de inmigrantes se hizo imposible también.

         El quintacolumnismo.

     Los ciudadanos que vivían en zona gubernamental pero trabajaban para los rebeldes, fueron llamados quintacolumnistas. Nunca actuaron con armas, sino sólo como servicio de información para los rebeldes, y de desánimo para los vecinos de Madrid. Daban noticia de las derrotas gubernamentales, y aprovechaban para difundir bulos sobre victorias rebeldes, además de difundir chistes de desprestigio de los gobernantes republicanos, y chistes sobre la URSS. También ayudaban a escapar a los soldados rebeldes que caían en manos de los gubernamentales. Saboteaban los organismos gubernamentales. Divulgaban cuáles eran las emisoras de radio rebeldes y en qué onda se podían escuchar, que por cierto, eran Burgos, Sevilla, Berlín, Lisboa y Roma. Y hablaban de que las radios de Madrid, Valencia, Bilbao y Barcelona sólo decían mentiras. El término “quintacolumnista” quizás tuvo origen en un comentario de Mola que habló de que enviaba sobre Madrid a cuatro columnas que tomarían la ciudad en breve, puesto que ya tenía dentro de Madrid a una quinta columna que facilitaría la operación. Desde ese momento, se puso de moda la palabra “quintacolumnista”, y los milicianos se pusieron muy nerviosos buscando y ejecutando presuntos quintacolumnistas. El terror impuesto en el bando gubernamental fue muy grande. Publicaron que los rebeldes estaban asesinando socialistas y comunistas en los pueblos que iban tomando en Extremadura, Castilla, Navarra y País Vasco, y los comandos de milicianos se pusieron histéricos asesinando a posibles quintacolumnistas.

     La organización “quintacolumnista“ a favor de los rebeldes se gestó en agosto y septiembre de 1936 y quedó implantada en septiembre de 1936.

     Para perseguir el quintacolumnismo, el 7 de agosto, el Gobierno republicano creó el “Comité Provincial de Investigación Pública”, presidido por Manuel Muñoz Martín, de Izquierda Republicana. Participaban en ese Comité todos los partidos y sindicatos de izquierda, y no era más que un organismo de represión. Admitía denuncias de cualquier ciudadano, y pretendía localizar a todos los rebeldes que residían en Madrid. Tenía su sede en el Círculo de Bellas Artes, aunque pronto se trasladó a un local en la Calle Fomento de Madrid. Se disolvió en noviembre de 1936. En realidad, era un “tribunal popular” que trataba de impedir que cualquiera asesinase impunemente a cualquiera, como estaba sucediendo. Si recurrían al Comité Provincial, por lo menos quedaba constancia de los detenidos, y de los muertos.

Pero los milicianos tenían su propio concepto de la justicia social, la “justicia del pueblo”, y mantuvieron sus propias patrullas de localización de quintacolumnistas. Las patrullas decían pertenecer al Comité Provincial, pero actuaban con total arbitrariedad e ilegalidad. Fueron denominadas: “Escuadrilla del Amanecer”, “Brigada de García Altadell”, y otras. Su visita a una casa significaba la muerte de alguien, y seguramente el saqueo y destrucción de esa vivienda. Las patrullas de búsqueda de quintacolumnistas actuaban a ciegas, por intuición: se informaban en archivos policiales sobre antecedentes políticos de las personas, p aceptaban denuncias de cualquier ciudadano, y buscaban cedistas, militares de UME, monárquicos, ultracatólicos y falangistas, suponiendo que todos esos grupos eran rebeldes, lo cual era falso, y detenían a sus familiares para interrogarles. Impusieron el terror más absoluto con el fin de descubrir espías. Pero su actuación resultaba irracional y criminal, porque detuvieron a los que no se habían rebelado e incluso a los que tenían en casa fotos del Rey, insignias de partidos de derecha anteriores a la guerra, y cometieron graves tropelías con ellos.

     Los presos hechos por las patrullas populares se acumulaban en las cárceles. Eran presos por simples sospechas, o por denuncias de cualquier vecino. A fines de julio de 1936, la Cárcel Modelo tenía 1.800 presos políticos, y como se consideraba saturada, se utilizó el Colegio de los Escolapios de San Antón para encerrar a otros 793 presos.

     Muchos quintacolumnistas, cuando tenían la sensación de que estaban siendo buscados, cambiaban de domicilio y de nombre, y se iban a una ciudad distinta. El nuevo nombre se tomaba de cualquier muerto conocido por ellos, pero no dado de baja en los registros oficiales. De esta manera, algunos españoles “desaparecían”, porque cambiaban de nombre y domicilio. No todos los españoles desaparecidos, podemos considerarlos como muertos.

     En noviembre de 1936, el quintacolumnismo estaba ya bien organizado y era capaz de repartir panfletos y pegar pasquines en Madrid. Poseía imprentas, con dibujantes y redactores, además de distribuidores del material. Se captó a bastantes colaboradores, y el Gobierno se puso nervioso, porque lo sabía, pero no identificaba a los espías. Los colaboradores solían ser gentes de CEDA, de asociaciones católicas, de falange, del ejército. Muestra de la organización quintacolumnista, es que en 3 de septiembre de 1936 se requisaron dos emisoras de radio en Madrid, y el 4 de septiembre de 1936, se requisó una en Barcelona, lo que nos sugiere que había más.

     El quintacolumnismo fue también combatido por el Gobierno de la República con panfletos, carteles, artículos de periódico… Se trataba de explicar a los ciudadanos cómo reconocer a un quintacolumnista, las formas de expresión, las maneras de comportamiento, a fin de que los ciudadanos denunciasen a los sospechosos. Fue una política desesperada y llena de errores, pues cualquier fanático podía ver quintacolumnistas por todas partes, denunciarlos, y provocar la investigación sobre ellos, lo que significaba interrogatorios, requisas, torturas… No todos los comisarios eran conscientes de la estupidez de la gente, y pasaban por alto estas denuncias injustificadas, y se producían situaciones contrarias a los derechos humanos y la justicia. Pero en el caso de los comisarios conscientes, estas denuncias significaban pérdidas de tiempo y de hombres investigando las características de los denunciados.

     Como los quintacolumnistas inventaban chistes sobre las actuaciones del Gobierno, el Gobierno daba la vuelta a esos chistes y los aplicaba a los rebeldes, y además, puso carteles en las calles, diapositivas en los cines, y dedicó el esfuerzo de muchos políticos a hacer discursos y mítines para incitar a la búsqueda de quintacolumnistas.

     A fines de enero de 1937, la Junta Delegada de Defensa de Madrid emitió unos carnets de prensa, para que los quintacolumnistas no pudieran hacerse pasar por periodistas e informadores gráficos, y no pudieran dar al enemigo la información al instante. Una de las personas más nerviosa frente al quintacolumnismo fue Dolores Ibárruri. Hizo mítines incendiarios para acabar con “los traidores”.

     La Quinta Columna se organizaba por el método de la cadena triangular típica de las organizaciones secretas: El jefe o cabeza de una cadena, designaba dos colaboradores, que nunca llegaban a conocerse entre sí. Cada colaborador designaba dos colaboradores suyos, que tampoco se conocieran como tales entre sí. El resultado era que cada hombre sólo conocía a quien le había nombrado a él, y los dos que él había nombrado. Cuando la policía detenía a cualquiera, sólo podía decir tres nombres. La detención de los nuevos miembros y su interrogatorio, retrasaba el trabajo de la policía, y hacía fácil hacer desaparecer a los interesados de modo que se cortase la cadena que seguía la policía.

     Las misiones de un quintacolumnista podían ser variadas, pues dependía de que fueran fuerzas de choque organizadas, o grupos incontrolados. Lo fundamental, en cualquier caso, era estar en contacto con el ejército rebelde, y seguir los planes detallados que les pasaban.

     La primera organización española la hizo Arturo Bocchini, miembro de OVRA, con el apoyo de la GESTAPO. La GESTAPO tenía su cuartel general en Salamanca, mientras que la OVRA lo tenía en Burgos, y luego se trasladó a Sevilla.

La OVRA, Organizacione per la Vigilancia e la Represione dell Antifascismo, tenía su centro principal en Roma, y se había creado para desmoralizar al enemigo en la retaguardia, y para conseguir un clima de desconfianza sobre sus dirigentes políticos. En España se instalaron en Burgos, y luego en Sevilla, y allí tenían una emisora de radio en la que pasaban mensajes en clave para los oyentes. Algunos discursos de Queipo de Llano, llevaban esas claves, y cuando parecía que decía bobadas, los oyentes oían las claves y entendían el mensaje.

El otro colaborador en la organización quintacolumnista fue la GESTAPO. En cuanto a la GESTAPO, fue Walter Nikolai, jefe de los servicios de inteligencia alemana, el que trabajó en España para organizar los canales de espionaje a favor de Franco. A este hombre le interesaba descubrir a los dirigentes del contraespionaje. A su vez, cuando un agente propio fuera detenido, debía confesar que era un enlace de la organización, pero nunca debía confesar que él era miembro activo. Y debía retrasar un tiempo la denuncia, de modo que la cadena se reorganizase antes de que interviniera la policía. Muchas veces, con hacer salir de la zona a un solo agente, se cortaba la cadena.

El 4 de agosto de 1936, se entrevistaron Wilhelm Canaris, jefe de la Abwehr alemana, con Mario Roatta, dirigente de OVRA italiana, y planificaron la organización quintacolumnista.

Estas organizaciones internacionales prestaron sus técnicas, métodos, financiación, claves criptográficas, cámaras fotográficas, sistemas de compartimentos ocultos en la ropa y maletines, prismáticos, material para emitir mensajes y recibirlos, y las instrucciones para usar las valijas de las embajadas para transportar todos estos datos, así como las listas de contactos españoles y extranjeros para hacerse con ese material y transmitir la información. Eran centros muy activos del espionaje rebelde, el Consulado Italiano en Barcelona, el cual contaba con una emisora de radio que transmitía para los barcos italianos del puerto de Barcelona.

     Los espías franquistas también tenían el apoyo de de los fascistas franceses, muy importantes porque en el sur de Francia se hacían las reuniones entre políticos españoles con políticos extranjeros.

     Por otra parte, no era fácil detectar a los quintacolumnistas. Tenían orden de infiltrarse en partidos y sindicatos de izquierdas, y era posible que el tenido por líder frentepopulista, fuera un quintacolumnista. Puestos importantes de partidos y sindicatos estaban ocupados por quintacolumnistas.

     Otro servicio fundamental del quintacolumnismo fue la red de emisoras de Sevilla, Lisboa, Berlín y Roma, todas ellas interconectadas entre sí en onda corta. Su información pasaba de unas a otras inmediatamente, y de alguna de ellas a las tropas franquistas y a los jefes quintacolumnistas, que disponían de emisora de radio de corto alcance. Pero cada emisora de radio auxiliar, estaba conectada a otra más potente situada en un barco o en una ciudad cercana. Algunas de estas emisoras estaban situadas en embajadas y legaciones diplomáticas, de modo que la información falsa y la desinformación, se creaban y circulaban con rapidez, a la vez que las informaciones sobre el enemigo, pasaban a los servicios de información del ejército propio.

     A veces, los gubernamentales acertaron con alguna célula de la organización quintacolumnista: El 25 de agosto de 1936, se halló un fichero en casa de Ramón Alberola Such, además de algunas armas y documentos, pero lo importante era la lista de quintacolumnistas que contenía. Ello permitió al Gobierno hacer muchas detenciones e interrogatorios. El 3 de octubre de 1936, se detuvo a unos 200 individuos en la Biblioteca Nacional, porque se había sabido que unos días antes, unos pocos quintacolumnistas se habían reunido allí. Los detenidos fueron puestos en libertad a las pocas horas, pues no se les podía acusar de asistir a una biblioteca.

     El 13 de marzo de 1937, se descubrió la organización “España, Una” por la casualidad de descubrir el fichero de un dirigente quintacolumnista. Entonces se comprobó que el espionaje rebelde era complejo, e implicaba a civiles, guardias civiles, militares, policías, funcionarios de Cruz Roja, falangistas… Lo que se logró, fue descubrir a alginos de sus jefes: el armero Antonio del Rosal López de Vinuesa, y José Rodríguez, y el piso franco que utilizaban en calle Prim 10, así como el piso franco de reserva en General Arrando 42. Pero el golpe no fue demasiado duro para los rebeldes, aunque doce miembros fueron condenados a muerte y ejecutados el 30 de diciembre de 1937. Otro grupo que cayó, fue el “Quinta Columna” de José María Carretero, un escritor que fue encarcelado, y gracias a sus ficheros se pudo detener a Félix Ciriza Zarrandicoechea, de Falange Española, y a 63 personas más. Otro grupo descubierto por el Gobierno de la República, tenía su centro en una pensión de Calle San Bernardo de Madrid, y habían colocado unos espejos parabólicos en el tejado, que actuaban como heliógrafo para comunicarse con los rebeldes del sur y este de Madrid.

     En mayo de 1937, el Gobierno de la República tomó conciencia de la importancia del espionaje quintacolumnista. Ello se debió a que en abril de 1937, el Gobierno había creado un Departamento Especial de Informaciones del Estado, DEDIDE, o sistema de contraespionaje, y este organismo empezó a funcionar en mayo. Así, pudieron tener una idea de lo extenso de la red de espionaje franquista.

     Pero la influencia de los quintacolumnistas en la victoria de Franco podemos calificarla de escasa. Franco no utilizó convenientemente toda esa red de espías, sino que prefería la acción tradicional militar. Y cuando llegó la victoria franquista, hizo lo que pudo por ocultar el quintacolumnismo y autoatribuirse los méritos de la victoria. Por su parte, los colaboradores de Franco, abandonaron sus organizaciones y se integraron en la vida de los negocios, con privilegios obvios, pero prefirieron olvidar la violencia a que dieron lugar, y que ellos mismos sufrieron.


[1] Juan Hernández Saravia, 1880-1962, fue un burgués terrateniente y católico salmantino, hijo de militar, que se formó en los jesuitas de Valladolid y en la Academia de Artillería de Segovia. Estuvo varias veces destinado en África. En 1926, Primo de rivera decretó que los ascensos militares pudieran hacerse por voluntad del Gobierno y por méritos de guerra, y Saravia protestó, se hizo republicano y fue condenado a dos años de prisión. Se retiró del ejército. El 14 de abril de 1931, apareció en apoyo de Azaña, y en 22 de abril, pidió reincorporación al ejército y fue Jefe del Gabinete militar de Azaña, lo cual supuso que fuera responsable de la reforma militar de Azaña. Por supuesto, prohibió los ascensos por designación del Gobierno y por méritos de guerra. Ello causó gran revuelo entre los militares, pues si esos ascensos no eran válidos, muchos retrocedían en el escalafón, o resultaban degradados. No logró controlar los movimientos militares. Aceptó que Azaña declarara laico al Estado. Tuvo que reprimir los excesos de su cuñado, Manuel Rojas Feigenspan, en Casas Viejas, lo que le enfrentó a los anarquistas. En 1934, tras la caída de Azaña, fue destinado a Campamento de Carabanchel y pidió de nuevo el retiro. El ejército se dividió definitivamente entre Unión Militar Española, y Unión Militar Republicana Antifascista, ambas extremizadas a derecha e izquierda, y politizadas, lo cual era el preludio de los sucesos de 18 de julio de 1936. En febrero de 1936, Saravia volvió al ejército, y junto a Santos Martínez Saura, fueron secretarios personales de Azaña. En julio de 1936, se enfrentó a la sublevación militar y fue responsable del error histórico de repartir armas a los milicianos voluntarios, aunque la firma del Decreto correspondiese al Presidente Martínez Barrio y fuese ejecutado por Giral. El 8 de agosto fue Ministro de Guerra para Giral, hasta ser cesado por Largo Caballero en septiembre de 1936. Desde entonces, la vida de Saravia fue un fracaso: fue responsable del ejército de Andalucía en Córdoba, y fue derrotado por Queipo de Llano; en 1937, fue responsable del ejército de Valencia que debía tomar Zaragoza, y fracasó en Teruel, aunque personalmente fuera ascendido a general; fue nombrado Jefe del Grupo de Ejércitos de la Región Oriental GERO, y fracasó en el Batalla del Ebro y en la defensa de Cataluña. Azaña le aconsejó salir de España, más bien para librarse de los republicanos que eran contrarios a Saravia, y acompañó a Azaña en Mantauban hasta la muerte de éste en noviembre de 1940. Organizó un ejército para recuperar el poder en España, y también fracasó. y acabó en México. Fuente: Diccionario Biográfico Español, DB-e, de la Real Academia de la Historia.

Post by Emilio Encinas

Emilio Encinas se licenció en Geografía e Historia por la Universidad de Salamanca en 1972. Impartió clases en el IT Santo Domingo de El Ejido de Dalías el curso 1972-1973. Obtuvo la categoría de Profesor Agregado de Enseñanza Media en 1976. fue destinado al Instituto Marqués de Santillana de Torrelavega en 1976-1979, y pasó al Instituto Santa Clara de Santander 1979-1992. Accedió a la condición de Catedrático de Geografía e Historia en 1992 y ejerció como tal en el Instituto Santa Clara hasta 2009. Fue Jefe de Departamento del Seminario de Geografía, Historia y Arte en 1998-2009.

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