Impacto internacional de la Guerra de España.

 Alemania, Italia y Portugal en la Guerra de España.

ideas clave: el atraso cultural español en el siglo XX, la campaña de propaganda comunista en 1936, España en la geoestrategia política de 1936, Alemania en la Guerra de España, Italia en la Guerra de España, Portugal en la Guerra de España,

     El atraso cultural español en el siglo XX.

En 1936, España era un país marginal en el juego de la política europea. La decadencia del imperio español, iniciada hacia 1680, y hecha evidente a partir de 1715, no había sido aceptada dentro de España hasta 1898, y sólo por la minoría de la generación del 98, pero era muy evidente desde fuera de España. En 1936, y en 1939-1975, en las escuelas e institutos de enseñanza media, todavía se enseñaban las grandezas del imperio español de los Austrias, y se reducía la época de los Borbones a una sucesión de reyes y matrimonios, eliminando las cuestiones económicas, sociales e internacionales. Por supuesto, se ignoraba todo el siglo XIX, que era época de revoluciones liberales, y el siglo XX, que era época de anarquismos y comunismos. La visión de la historia era muy diferente dentro o fuera de España.

Dentro de España, si no se reconocía la decadencia de España, no se podían valorar las causas que habían desembocado en una guerra civil. Olvidar la muy desigual distribución de la riqueza, la falta de industrialización del 90% del territorio, la sumisión de los españoles a los intereses de los militares, de los religiosos, de los burgueses, y de las regiones industrializadas, la no integración del territorio comercialmente, la enorme deuda pública y el déficit crónico comercial y hacendístico, la preeminencia del caciquismo sobre las instituciones, era no poder interpretar las causas de la guerra. Y al contrario, poner como causas de la guerra la expansión de la masonería, el liberalismo, el comunismo, la falta de fe católica, y los desórdenes públicos, era enmascarar la realidad. Todavía en los años setenta del siglo XX, intentar explicar la historia por causas sociales y económicas, era calificado en sectores conservadores españoles, como comunismo, y causaba dificultades a los enseñantes. Para ellos, la historia no era más que listas de reyes, batallas, hijos de reyes y conquistas españolas de territorios.

     El fascismo como moda en los años treinta.

La Guerra de España, 1936-1939, coincidió en el tiempo con la expansión del fascismo, iniciado en 1923 por Mussolini, y fortalecido en enero de 1933 con la ascensión de Hitler al poder. En 1936, el mundo occidental tenía ganas de protestar contra el fascismo, y tomó la Guerra de España como objetivo de esa protesta contra el fascismo. Inmediatamente los comunistas aprovecharon el tirón, y declararon fascistas a todos los conservadores, monárquicos, tradicionalistas y republicanos de derecha, y ganaron la campaña de la imagen, en la que los comunistas aparecían como “luchadores contra el fascismo”. El “fascismo español” se convirtió en un mito que no se correspondía con la realidad, pero que gustaba en el mundo. Si no les gustaba el fascismo, ¿por qué no combatieron a Mussolini? Una pléyade de intelectuales de poco fondo intelectual, compró la propaganda comunista, y difundieron el mito de la España fascista. Y una cosa era que si Mussolini conquistaba España, expandiría el fascismo, y otra muy distinta que España fuera fascista, que no lo era. Los fascistas en España eran unas minorías insignificantes.

 Además, los intelectuales reconvirtieron la realidad en otro sentido: convirtieron el Gobierno de la República, con sus muchos defectos e incoherencias, en el modelo perfecto de democracia que estaba siendo atacado por ese fascismo internacional. Todo era falso: la República no era un modelo de democracia. Suponer que es democracia un “socialismo de clase” que buscaba destruir la iniciativa empresarial privada y ponerla al servicio de comités de obreros, sólo puede ser entendido desde el punto de vista socialista, pero no desde el punto de vista de la democracia liberal. Y suponer que era democracia la revolución anarquista, mucho más evidente por entonces que la fascista, era dervirtuar la realidad. La democracia anarquista es contraria a la democracia liberal.

Los rebeldes españoles de julio de 1936, no eran en general fascistas, sino gentes de derecha: alfonsinos, tradicionalistas, cedistas, liberales republicanos, y también fascistas. Los fascistas eran una minoría insignificante. A partir de octubre de 1936, los demócratas españoles del bando rebelde desaparecieron, Y un antidemócrata, anticomunista, antiliberal y partidario de la dictadura militar, como Francisco Franco, pasó como prototipo del fascista, lo cual es una falsedad. El fascismo es revolucionario, y Franco era conservador, el fascismo toma ideas provenientes de las masas, y busca líderes que las realicen, mientras Franco no fue buscado por las masas sino que creó una masa de adeptos, y se impuso a las masas. El fascismo estaba por encima de la Iglesia Católica, mientras Franco hizo un sometimiento a ella, a cambio de unos servicios recibidos por sus jerarquías y sacerdotes en general, un pacto que fue denominado “nacional catolicismo”. Los métodos de gobierno de la dictadura franquista, sí que fueron los usados por Mussolini, fascistas, y a eso lo llamamos “dictadura de métodos fascistas”.

     La campaña de propaganda comunista.

El comunismo español ganó las simpatías de muchos órganos internacionales, a partir de lo cual pensó iniciar su revolución en España, pero no pudo dominar a los anarquistas, ni a los comunistas no internacionalistas, fracasó de 1937, y la revolución comunista española tampoco se produjo.

Los comunistas presentaron el conflicto español como un enfrentamiento internacional contra el fascismo, cuando en realidad era un conflicto local muy complejo, con enfrentamiento entre anarquistas, socialistas de clase, comunistas internacionalistas, comunistas trotskistas, nacionalistas vascos, nacionalistas catalanes… Y la intelectualidad europea y estadounidense compró esta propaganda, y a continuación, los “intelectuales” españoles se sumaron a la visión que se les daba desde fuera, sin hacer el análisis que se esperaba de ellos. Centenares de artículos de prensa se apuntaron a esta interpretación, que se vendía bien en los periódicos de todo el mundo. Un siglo después, los comunistas siguen vendidendo la misma imagen sobre el conflicto español.

        España en la geoestrategia internacional.

El estallido de la guerra en 1936, tuvo una repercusión inesperada en la prensa, la radio y la diplomacia europeas. La Guerra de España fue la primera del mundo radiada cada día, y contada por los periódicos al día siguiente. La razón más importante era la económica, pues todos deseaban hacerse con los despojos del moribundo. Estaban las minas, los puertos, y también las islas Baleares, las Canarias, el control del Estrecho de Gibraltar, y la posibilidad de controlar la industria textil y química catalana y la industria siderúrgica y metalúrgica vasca, los vinos andaluces y riojanos, y los cereales que se producían en diversas regiones españolas.

Pero también surgieron planteamientos de la gran estrategia internacional, como si la URSS podría abrir un segundo frente comunista en el suroeste de Europa, o si Alemania e Italia podían abrir un tercer país fascista, además de Alemania e Italia, que les diera puertos y control del Mediterráneo, y superioridad sobre Francia. Y los intelectuales empezaron a hacer teorías grandilocuentes e imaginativas, sobre que el devenir de España condicionaría el futuro de Europa y de la civilización occidental, no propiamente por la pérdida de España, sino porque el país que se hiciera con ella, y arrastrara a otros en la operación, posiblemente liderara Europa Occidental en el futuro. Tal vez fuera el comunismo, o tal vez el fascismo. Quizás era valorar en demasía las posibilidades de España.

Los españoles eran despreciados como cultura, porque no habían evolucionado ideológicamente desde hacía dos siglos, y habían caído en el populismo irracional y en la ignorancia generalizada. Los desórdenes de 1917, 1923, 1931 no parecían importarle a nadie. Pero cuando el Gobierno de Largo Caballero empezó a plantear la socialización de empresas, los países de occidente analizaron que el ambiente estaba abonado para una revolución. Y se creía que esta revolución sería comunista, pues nadie daba valor a los grupos fascistas españoles, ni posibilidades a los grupos anarquistas. España tenía millones de parados y subempledos agrícolas, fuerte paro industrial, alta inflación, ninguna credibilidad bancaria, un ejército corrupto y envejecido, una Iglesia católica integrista que amenazaba a los españoles y era escuchada por ellos, y unas fuerzas desintegradoras en Cataluña, País Vasco, y tal vez Galicia. El país estaba en descomposición evidente, y alguien se aprovecharía de esas circunstancias. Tal vez Stalin, tal vez Mussolini.

Europa simplificó el problema español a las dimensiones que le preocupaban a Europa, el comunismo o el fascismo, y no se interesaba lo más mínimo por mejorar una agricultura de tecnología propia de un siglo antes, por una industria en quiebra, sino por beneficiarse de los productos baratos que pudieran derivarse de ello. No se interesaba por la crisis política en la que se desconocía el liberalismo democrático y social, igual que se desconocía el socialismo democrático o socialdemocracia, sino por la desestabilización a que ello pudiera dar lugar. Mucho menos se molestaba por los problemas de la Iglesia Española o del ejército español, integrados por muchos que vivían a costa del Estado, sin aportar los servicios que se esperaba de ellos.

Cuando en los primeros días de la contienda, el cardenal Pla y Deniel legitimó la sublevación como una cruzada en defensa de la Iglesia, la visión equivocada sobre España creció en toda Europa, y entendieron que la Iglesia apoyaría al fascismo.

Y cuando Hitler ofreció su ayuda a Franco, también en los primeros días de la sublevación, los periódicos extranjeros dieron mucha publicidad a ese acercamiento al fascismo-nazismo. Inmediatamente, los comunistas españoles se dieron cuenta de la gran oportunidad publicitaria que ello les regalaba, y lanzaron campañas de que ellos eran la punta de lanza democrática contra el fascismo, lo cual beneficiaba sus expectativas de una revolucuión comunista posterior, cuando hubieran vencido a los rebeldes.

España, no era una potencia en el ámbito internacional, sino que era vista como posible colonia. Tenía una serie de materias primas, como cobre, mercurio, y wolframio, y era un gran productor de alimentos a precios muy bajos. Por otra parte, si desaparecía la protección estatal a la industria, ésta sería vendida a precio muy bajos, y se convertiría en un mercado interesante para vender productos industriales de las potencias europeas, e incluso para comprar a precio de saldo sus industrias y utilizar la ventajas de una mano de obra muy barata. Esta triste realidad, contrastaba con la autoimagen que se venía difundiendo dentro de España para consumo interno, que España era la envidia de los países europeos, y que los males que se sufrían se debían a que los demás trataban mal a España. Lo cierto era que la rivalidad entre los países occidentales era por ver quién se quedaba con las industrias, las minas y el mercado español.

La intervención en la Guerra de España, dependía mucho de las valoraciones que se estaban haciendo de los negocios españoles. La mayoría calculaba que el desastre sería inminente, y que una vez aportadas armas, adquirirían las riquezas de España a coste cero, sólo por el pago de las armas y obligaciones suscritas.

Para unos, era el momento de castigar en España a las democracias populares que estaban surgiendo en diversas partes de Europa. Para otros, era el momento de dejar claro que el fascismo o el nazismo eran la solución a las debilidades e inoperancias que estaban presentando las democracias liberales. El escenario sería en España.

A principios de agosto, Franco renunció a tomar Madrid y a hacer triunfar el golpe, porque quería ser él el jefe de una rebelión antiliberal y antidemocrática, y abandonar a los rebeldes monárquicos y republicanos, que hasta ese día eran sus aliados. Los europeos entendieron que se pasaba del golpe de Estado a una guerra, una guerra larga. Y que la cuestión española debía ser considerada en sus posibles consecuencias a largo plazo. En noviembre de 1936, los Gobiernos de Roma y Berlín reconocieron oficialmente al régimen de Franco, y ya no hubo duda de que el conflicto era sobre una posible expansión del fascismo o una posible expansión del comunismo. Ello no era cierto, porque a Franco no le interesaba el fascismo, sino su dictadura personal antiliberal y anticomunista, y el planteamiento de Franco le venía muy bien a los sectores conservadores británicos y estadounidenses, y a otros muchos capitalistas amenazados por la revolucióin comunista.

La “democracia” española no era fiable, pero el movimiento anticomunista de Franco era muy interesante.

     Alemania en la Guerra de España[1].

El apoyo de Alemania a Franco se produjo desde el primer momento de la sublevación. El 18 de julio de 1936, un avión de Lufthansa, que hacía la línea Bathurst-Villa Cisneros-Las Palmas, recibió órdenes de permanecer en Villacisneros y no continuar hasta Las Palmas. La Lufthansa era controlada por los nazis, por lo que podemos suponer que estaban al tanto de los sucesos de ese día en Las Palmas, y de los sucesos del día anterior en Melilla. En efecto, el cónsul alemán en las Palmas había informado de los sucesos en la isla, y había salido inmediatamente “de vacaciones”. Entonces, el general Orgaz requisó el avión alemán, y lo utilizó para lanzar proclamas sobre la población del Protectorado. Orgaz detuvo al piloto Alfred Henke y a su tripulación, y utilizó el avión para sus fines militares. La Lufthsansa pidió compensaciones, y obtuvo de ellas 90.000 pesetas. El 22 de julio, el avión fue utilizado por Orgaz para volar esa noche hasta Tetuán.

Inmediatamente, Johannes E.F. Bernhardt, líder nazi en Marruecos al servicio del Servicio de Inteligencia y Seguridad Nazi, Sicherheitsdient, se puso a disposición de los rebeldes. Bernhardt figuraba como agente de importaciones y exportaciones de la empresa “H y O Wilmer. Sucesores de H Tönnies”, que vendía productos alemanes.

No obstante, el Gobierno alemán se vio sorprendido por la sublevación de 17 de julio de 1936 en España. Era raro, porque Alemania había intentado construir submarinos en España, y estaba interesada en los asuntos españoles. Canaris, el Jefe del Servicio Secreto Alemán, Abwehr, desde 1935, tenía una red de espías en España y, normalmente estaba bien informado. El no estar al día, era una cuestión nimia: El embajador alemán conde de Welczeck, fue destinado a París en abril de 1936, y quizás por eso, la información sobre España en Alemania, no era todo lo completa que debiera haber sido en esos días. No hubo embajador hasta finales de junio, en que llegó Paul Winzer.

El 21 de julio, Franco telegrafió al general Erich Kühlental, agregado militar en la ambajada alemana en Madrid, para que le fueran enviados 10 aviones de transporte de tropas. El Gobierno alemán no aceptó el pedido, y Franco se apoderó del J-52 D-APOK, que Luis Orgaz había requisado en Villacisneros y que estaba en Tetuán en ese momento.

El 22 de julio, Franco le ordenó a Bernhardt que viajara a Berlín a negociar su petición de aviones. Lo haría utilizando el J-52 y su piloto Henke. Henke voló de Tetuán a Tablada (Sevilla) donde dijo que debía hacer reparaciones, y salió hacia Marsella, donde se negó a seguir pilotando. Tuvo que ser convencido, y el 24 por la tarde llegaron a Gatow, en Berlín.

El 24 de julio, Mola envió a Fernando Gallego de Chaves Calleja, Marques de Quintanar, a Alemania, el cual le preguntó a Erich Killinger, directivo de la Federación de Industria Aeronáutica alemana, si le vendería material de guerra. Killinger había sido Director de Unión Aérea Española y era amigo de Canaris, por lo que estaba bien relacionado por ambos lados. El marqués de Quintanar era dueño de la revista Acción Española, y era un contacto importante de Sanjurjo con los sublevados.

El 25 de julio, Bernhardt y Langenhein fueron a una oficina nazi, en vez de ir a un Ministerio, posiblemente porque tenían mejores relaciones personales allí. Contactaron con Ernst Wilheim Bohle, el cual telefoneó a Rudoff Hess y éste recibió a los españoles ese mismo día. Posteriormente, Hess lo comunicó a Hitler por teléfono, y el 25 de julio por la noche, Hitler recibió a la delegacion española. Los españoles pedían aviones de caza, aviones de transporte de tropas, y ametralladoras antiaéreas. Hitler preguntó por las características de la sublevación española, hombres de que disponían, armas y posibilidades de éxito, y llamó al Ministro de Aviación, Göring, y el Ministro de Guerra, Werner von Blomberg, y les dijo que había decidido ayudar a Franco. Göring puso pegas, pues esa decisión dañaría la imagen de Alemania, pero Hitler le dijo que no intervendrían directamente, sino que sólo enviarían armas y municiones. Cuando Hitler le habló a Göring de experimentar un puente aéreo de transporte de tropas, cosa que nunca se había hecho, Göring cambio de opinión, y se interesó por prestarle ese servivio a España. Göring sugirió que se hiciera en aviones civiles de Lufthansa, con pilotos civiles, de modo que pudieran negar que ellos lo estaban haciendo, y Hitler añadió que se pintaran los aviones con pinturas de compañías privadas. La reunión acabó a las 02:00 horas del día 26 de julio.

Hermman Göring, 1883-1946, era un militar de infantería que se hizo piloto en 1915, cuando empezaba la aviación. En 1922 se afilió al partido nazi. Tras el fracaso del Putsch de Munich, huyó a Suecia. En 1929 fue elegido diputado y en 1939 presidente del Reichstag. En 1933, fue Ministro de Aviación para Hitler, y organizó la Luftwaffe, una compañía controlada pro el gobierno nazi, que fue de las mejores del mundo. En 1936, coordinaba todos los ministerios alemanes en relación con la economía, y por eso su opinión era muy importante para Hitler. Ubcluso se le consideraba el posible sucesor de Hitler. Fue Mariscal de Campo, Presidente del Consejo de Economía, y Mariscal del Reich en 1940. Fracasó en la Batalla de Inglaterra, entre julio y octubre de 1940, por el detalle de que los británicos consiguieron gasolina de octanaje más alto, y entonces fue atacado por Goebbels y por Himmler, y apartado de algunas responsabilidades de poder. En 1945 fue apresado y condenado a muerte en Nuremberg, pero se suicidó tomando veneno, para evitar la vergüenza de ser ahorcado.

La decisión de Hitler no estaba basada en conocimientos concretos sobre lo que pasaba en España, ni en relaciones previas con los golpistas. Fue más bien una intuición de ese momento. Las relaciones de Alemania y España desde 1933, año de la ascensión de Hitler al poder, eran buenas. La izquierda española amenazaba la embajada alemana, que tuvo que ser protegida por verjas, guardias y armas, pero era una simple cuestión de orden público contra algunos grupos concretos. Para mejorar la imagen de Alemania, los alemanes pagaron a periodistas españoles como César González Ruano y Juan Pujol, para que escribieran cosas a favor de Alemania. También tenían la colaboración del catedrático Vicente Gay. Y la derecha española confiaba a la ayuda alemana, de modo que José Antonio Primo de Rivera y José María Gil Robles, fueron a Alemania a establecer contactos.

Hasta entonces, a Hitler no le había interesado España nada en absoluto, porque España no era una potencia militar, ni industrial, ni comercial. Despreciaba que España se hubiera declarado neutral en la Gran Guerra, y la ponía de ejemplo, de como un país que había ganado mucho dinero en 1915-1919 debido a su neutralidad, había perdido todas las relaciones comerciales a partir de 1919, perdiendo en el largo plazo el dinero que había ganado a corto, por su indecisión. Era un país sin aliados y sin credibilidad. Pero España tenía el dominio del Estrecho de Gibraltar, las Islas Canarias que daban paso al África ecuatorial, y las Islas Baleares que dominaban el Mediterráneo occidental, y esto sí que era interesante para Alemania. También admiraba el que Franco hubiera sabido dominar la revolución de octubre de 1934, lo cual le inclinó a negociar con Franco, y con nadie más.

A Hitler le interesaba también probar la aviación alemana en combates reales, su capacidad de ametrallamiento y bombardeo pesado. Tenía aviones de transporte Junkers 52, y aviones caza Heinkel 51. Pero sus pilotos no habían hecho prácticas en condiciones de fuego real del enemigo.

Un informe del consulado alemán en Tetuán, de 25 de julio de 1936, decía que Moscú había enviado armas a España antes de 18 de julio, y que suponía que se preparaba una revolución comunista. Añadía que, si España caía en el comunismo, Francia sería la siguiente en ser atacada, pues el PCF era muy numeroso y estaba preparado para derrocar al poder. Posiblemente, Hitler no conociera este informe el 25 de julio, pero el informe reflejaba el pensamiento periodístico en aquellos días. El 23 de julio, la embajada alemana en Madrid también había hablado de la conexión comunista francesa.

Tal vez, Hitler supiera que Mussolini estaba ayudando a los rebeldes, y decidiera no quedarse atrás en el reparto de los despojos de España, tras el previsible desastre. Pero asumió un riesgo calculado, con un plan de retirada inmediata en caso de conflicto con las potencias occidentales.

En agosto, la Abwechr alemana envió a Tetuán a Johannes A.M. Travaglio, y éste fue detenido por los servicios alemanes, los cuales desconocían la misión de Travaglio, a pesar de que tenían agentes en Barcelona, Las Palmas y Cádiz. Hubo descoordinación entre el servicio secreto y los agentes desplegados en España. Pero es que la Gestapo tampoco sabía nada de que se estuviera colaborando con los rebeldes españoles. Paul Winzer era embajador alemán en Madrid desde mayo de 1936, y al llegar, estaba tan obsesionado con los comunistas, que no puso interés en vigilar a los golpistas de derecha. Y además, el tráfico de armas era un secreto que no conocían muchos de los funcionarios alemanes.

En octubre de 1936, Hitler decidió enviar muchos aviones a España, cada vez más. A cambio, pedía materias primas como carbón y wolframio, y alimentos a coste cero y en cantidades constantes. La ayuda a España se hacía a crédito, a pagar en el futuro con esos envíos. También en su momento, pidió trabajadores españoles.

     Armas alemanas para los rebeldes.

El 24 de julio por la tarde, llegó a Alemania un telegrama del cónsul alemán en Tetuán, que informaba de que él se había entrevistado con Franco, y de que éste le había dicho que Francia enviaba aviones al Gobierno español. Enseguida llegó otro telegrama del Encargado de Negocios alemán en Lisboa, el cual comunicaba que Emilio Mola solicitaba ayuda de Alemania. Y al mismo tiempo llegó a Berlín un Junkers 52 que había sido incautado en Canarias por los rebeldes españoles. Los rebeldes querían quedar bien con Alemania, y enviaron en ese Junkers al ingeniero Arranz con una carta de Franco para Hitler. También viajaban dos alemanes, Bernhardt y Laugenheim, que habían subido al avión en Marruecos. Al Gobierno alemán no le hizo ninguna gracia la llegada de este avión tan comprometedor. Hitler recibió a Johannes Bernhartd (negociante en Marruecos), Adolf Laungenheim (jefe del partido nazi en Marruecos) y al capitán Francisco Arranz Monasterio (representante de Franco), en la noche del 25 de julio en Bayreuth, tras regresar de la ópera, y estuvieron en la reunión el Mariscal Goering, el general Von Blomber y el almirante Canaris. El domingo 26 de julio por la tarde, y el día 27, los alemanes concretaron la ayuda que enviarían a Franco. Y constituyeron una empresa intermediaria para las entregas, de modo que Alemania vendía a esa empresa africana, y la empresa se lo vendía a Franco como negocio particular. El 28, Arranz volvió desde Stuttgart en el Junkers 52, al que los alemanes habían instalado unos depósitos auxiliares de combustible para que pudiera llegar hasta España sin escalas. A partir de ese momento, uno a uno, fueron llegando hasta 30 trimotores Junkers 52 a los aeropuertos de Tablada y Tetuán. Salían de Dessau, repostaban en Italia, y alcanzaban el aeropuerto de destino sin llamar demasiado la atención internacional. El equipo de aviones alemanes, llevaba consigo un suministro de repuestos, equipos de tierra, instalaciones de armamento que se les podía acoplar, y personal de mantenimiento, lo cual salió de Hamburgo el 31 de julio en el mercante Usaramo, que llegó a Cádiz el 6 de agosto siguiente, cuando ya habían llegado 10 trimotores. El Usaramo portaba también 6 cazas biplanos Heinkel-51, y el material necesario para transformarlos en bombarderos una vez llegados a España. Todo este potencial aéreo hizo disminuir la inferioridad de los rebeldes en el aire de los primeros días. Anecdóticamente, el avión alemán D-Amym fue llevado a Barajas (Madrid) por unos aviadores alemanes que no tenían mucha idea de la realidad española. Se dieron cuenta de su error al llegar a la pista de Barajas, y volvieron a despegar. Aterrizaron entonces en Azuaga (Badajoz), que también era territorio republicano, y allí fueron apresados. En los papeles, el avión había sido declarado civil, estaba pilotado por un piloto de Lufthansa y no llevaba armas. Todo eran mentiras, para pasar como legales.

Los alemanes insistieron en las cuestiones económicas: querían el dinero español, las minas, las empresas que tuvieran utilidad para ellos, y principalmete “Hisma, Hispano Marroquí de Transportes”, y “ROWAK, Rohstoff-un Wareneinkaufsgesellschaft”, lo que les permitíria dominar no sólo el comercio exterior español, sino también el de Marruecos. Alemania proporcionaría armas, pero los españoles tendrían que aportar desde ese momento a Alemania alimentos, materias primas, y trabajadores. Una vez que Alemania estuvo segura de la posibilidad de este negocio, envió a España la Legión Cóndor. Era la primera vez que el ejército alemán luchaba en un país extranjero, desde la Gran Guerra de 1914, pero contaba con los mejores cuadros militares y podía entrenarlos en fuego real y estrategias reales de ocupación. Franco no había pedido esos soldados alemanes, pero a Hitler le interesaba probar sus armas, sus aviones y sus tácticas de guerra sólo expuestas sobre el papel en maniobras militares.

Una de las aportaciones más valiosas de los alemanes a los rebeldes, fueron los cañones del “Canarias”, fabricados en Alemania a la medida del barco que se botaba, y que se ocnvirtieron en los cañones navales más potentes de la Armada española. También aportaron aviones, carros, antiaéreos, ametralladoras, fusiles, munición para el material que traían, y material de transmisiones. La ayuda alemana era la más importante en la época de julio a noviembre de 1936, y luego empezó a llegar ayuda italiana en mayores cantidades.

Alemania se comprometió, por su parte, a mantener en España en todo momento 100 aviones de combate disponibles. A comienzos de noviembre de 1936, llegó a España la Legión Cóndor. Se trataba de un equipo bélico de 20 bombarderos Junkers 52, denominados un grupo de bombardeo K-88; 14 cazas Heinkel 51 denominados grupo de caza J-88; 6 Heinkel 45 de reconocimiento denominados escuadrillas I-88 e IS-88; algunos hidroaviones; un destacamento de cañones antiaéreos denominado F-88; dos compañías de carros de combate; y 5.000 hombres para el mantenimiento y manejo de todo este material. El mando sobre este material lo ejercían profesionales alemanes. El comandante en jefe era Sperrle, el cual mandaba directamentre sobre sus aviones. Incluso los planes de acción los decidían los alemanes. La Legión Cóndor era el primer ejército moderno que vieron los militares españoles. Hitler estaba entrenando a sus hombres y comprobando su material de guerra.

Para labores auxiliares de la Legión Cóndor, los alemanes le pidieron a Franco hombres con estudios, con capacidas para ser entrenados como suboficiales. Pero el ejército español se negó a aprender las tácticas de guerra alemanas, y siguió utilizando las viejas tácticas coloniales del siglo XIX.

El 30 de octubre, Franco aceptó las condiciones alemanas para que le fuera entregado material de guerra alemán: Las formaciones alemanas de combate se integrarían en un cuerpo militar autónomo cuyo jefe sería un alemán. España garantizaría la seguridad de las bases militares alemanas en España. La dirección de la guerra sería “racional y activa” y procuraría capturar los puertos del Mediterráneo por donde entraba la ayuda soviética para los republicanos.

El 7 de noviembre de 1936 salió de Alemania el mercante Fulda con 697 soldados de la Legión Cóndor. El mercante llegó a Sevilla el día 15 de noviembre. Los Junkers 52 llegaron volando por el Mediterráneo hasta África, y formaron tres escuadrillas de trimotores, la de V. Liegnitz, la de Brasser, y la de Krafft von Dellmensingen. El jefe superior del grupo aéreo alemán era Fuchs.

La primera acción de bombardeo alemán sobre España tuvo lugar en Cartagena, el 25 de noviembre. Los aviones despegaron de Melilla.

Los Junkers 88 no tenían autonomía de vuelo para llegar a España, y fueron embarcados en Swinemünde (Alemania) el 11 de noviembre de 1936 en los mercantes “Berlín” y “St. Louis”. Estos mercantes llegaron a Cádiz el 18 de noviembre. El jefe del grupo era Von Merhardt y los jefes de escuadrilla eran Palm, Lehmann y Roth. Unieron sus aparatos a los Heinkel 51 que ya estaban en España, y formaron la 4ª Escuadrilla al mando de Knüppel.

Los Junkers 52 eran buenos aviones de transporte, pero eran lentos y no servían para bombardeos, pues los cazas enemigos acababan fácilmente con ellos antes de realizar su misión. Los Potez o los Marcel Bloch franceses les derribaban con facilidad si no iban escoltados.

Los Heinkel 51 eran inferiores a los Chatos rusos y muy inferiores a los Moskas rusos. El único avión alemán de cierto nivel era el Heinkel 70, pero este avión no fue entregado a España, salvo alguna excepción. España contaba con Heinkel 46 y Heinkel 45 ya anticuados. A Francia y Checoslovaquia les gustaban las peleas con los Heinkel 51 alemanes, porque demostraban su superioridad y se lucían ante sus superiores.

La entrada en acción de la aviación alemana no produjo ya el pánico que habían causado los Fiat italianos y los aviones rusos en agosto, porque los españoles ya sabían lo que era un avión de combate.

La actitud de Alemania estaba siendo observada con mucha más atención que la de Italia. El Ministro Von Blomberg se había opuesto a enviar hombres a España “pues sería un peligro para la paz”. En Europa se estaba pensando ya en una guerra europea total, que no llegaría hasta cinco meses después de terminada la Guerra de España. Tal vez la Guerra de España era el preludio. Guatemala, Alemania e Italia, habían reconocido a los rebeldes españoles, desde el primer momento, como Gobierno legítimo de España. El Gobierno de Valencia reclamaba que no había dos Gobiernos en España, sino un solo Gobierno, el republicano. El Gobierno de Burgos no sería más que la cabeza de una rebelión, pero no Gobierno de un Estado. España pidió la reunión del Consejo de la Sociedad de Naciones (especie de ONU de antes de la Segunda Guerra Mundial), y se fijó como fecha y lugar de la reunión el 10 de diciembre de 1936 en Ginebra.

     Italia en la Guerra de España[2]

Mussolini no veía futuro al Gobierno de la II República Española. Decía que era un “república de abogados”, empeñados en aplicar recetas regeneracionistas del pasado, a unos problemas nuevos que no eran capaces de abordar. El problema en los años treinta, según Mussolini, era “comunismo o fascismo”. Mussolini estaba haciendo un reduccionismo sobre los problemas del mundo, el que a él le interesaba, pero acertaba en que el Gobierno de la República Española era obsoleto, con demasiadas personas dispuestas a vivir a costa del Gobierno, y muy pocas dispuestas a trabajar por España. La imagen que Mussolini tenía de España era muy negativa: El Rey no había defendido la moralidad política, y la Iglesia católica no había defendido tampoco esa moralidad. Los demócratas pretendían hacer trampas a la democracia, haciendo pasar el voto de las ciudades como el voto de los españoles, cuando España era un país eminentemente agrario y rural. Para Mussolini, todo en España era un fraude.

En política internacional, los gubernamentales habían optado por el acercamiento a Francia, dado que Gran Bretaña no se interesaba en hacer gastos que no le iban a reportar negocios, y lógicamente Alemania nazi no era su bando. Pero esta apuesta por Francia molestaba a Italia, la cual había pensado en su predominio sobre el Mediterráneo occidental. Italia estaba en su proyecto mediterráneo desde hacía tiempo, y había ofrecido a Sanjurjo en 1932 las armas y aviones necesarios para un golpe de Estado, pero Sanjurjo fracasó en 10 de agosto de 1932. Los frentepopulistas aprovecharon la derrota para neutralizar a los oficiales de derecha. Pero en 1933 cayó Azaña, y apareció la figura de Gil Robles, y parecía una nueva oportunidad para Italia. Pero Gil Robles no era un fascista, era muy de derechas, pero no fascista, y Mussolini se decepcionó. A finales de marzo de 1934, Goicoechea, Olazábal, Lizarza y Barrera, de Renovación Española y tradicionalistas, tomaron la iniciativa de retomar la oferta italiana, y viajaron a Roma para preparar un nuevo golpe de Estado. Mussolini seguía en sus proyectos, y les concedió millón y medio de pesetas, 10.000 fusiles, 200 ametralladoras y dos millones de cartuchos, además de seis emisoras portátiles, que eran la novedad en las comunicaciones de guerra. El 31 de marzo de 1934, se firmó ese pacto secreto, por el que los españoles sacarían en prensa que había un pacto entre el Gobierno Español y Francia, que era una noticia falsa, y pedirían la alianza con Italia como medio de defenderse de Francia. Otras cláusulas hablaban de un pacto comercial Italia-España, y del reconocimiento que Italia haría del Gobierno español que saliera del golpe de Estado proyectado.

A raíz del pacto de 1934 de los de Renovación Española y tradicionalistas (Antonio Goicoechea Cosculluela, Rafael Olazábal, y Antonio Lizarza) con Mussolini, 50 carlistas fueron entrenados militarmente en Furbara, y Mussolini almacenó el material bélico pactado en Trípoli, para cuando los españoles diesen el golpe de Estado. Pero los españoles nunca se sublevaron, y en enero de 1935, Mussolini proyectó la invasión de Abisinia, y se llevó para allá el material de guerra almacenado en Trípoli.

En 1935, Mussolini vio una nueva oportunidad en José Antonio Primo de Rivera, al que vio con posibilidades de dar ese golpe que otros no se atrevían a dar. Por fin estaba hablando con un español próximo al fascismo. Y le concedió una subvención mensual de 50.000 liras, que José Antonio cobraba en la Embajada de Italia en París. Pero tampoco avanzaba la revolución de José Antonio en 1935.

En marzo de 1936, tras saber de nuevos planes rebeldes españoles, Italia recuperó las esperanzas de realizar sus planes imperialistas sobre el Mediterráneo. Y ofreció ayuda a los rebeldes, días antes del 18 de julio. José Antonio Primo de Rivera, que estaba en la cárcel, gestionó una entrevista de su hermano, Miguel Primo de Rivera, con Mussolini. El embajador Pedrazzi, dijo que los españoles no estaban preparados para ningún levantamiento y se malogró la negociación.

Mola encargó la gestión italiana a Antonio Goicoechea Cosculluela. En julio de 1936, Goicoechea se entrevistó con Ernesto Carpi y le entregó un informe de Renovación Española, Bloque Nacional y Falange Española, comprometiéndose en la rebelión. Argumentaba que los votos de febrero de 1936 para la derecha habían sido tantos como para la izquierda, y que el número de descontentos con el Gobierno del Frente Popular no paraba de crecer, y si bien CEDA se estaba despretigiando, Falange Española cada vez tenía más seguidores. También argumentó que Franco garantizaba el apoyo del ejército de África a la rebelión, y que los requetés y falangistas se habían infiltrado en el ejército y estaba asegurado el éxito del golpe. Pero para poderlo hacer realidad, Goicoechea dijo que necesitaba un millón de pesetas, con los que comprar voluntades en Madrid. Carpi entregó el mensaje de Goicoechea a Galeazzo Ciano.

Antonio Goicoechea Cosculluela, 1876-1953, nació en Barcelona, se formó en Cuba, y estudió Derecho en España. Se hizo maurista y fue Ministro de Gobernación para Maura en 1919. Fue colaborador de Primo de Rivera en 1923, y de Acción Nacional en 1931. En 1932 estaba implicado con Sanjurjo. En 1933, fundó Renovación Española, y visitó a Mussolini en 1934 para pedirle armas. Volvió a pedir armas en 1936. En 1937, disolvió Renovación Española y se puso al servicio del Franquismo.

Galeazzo Ciano, 1903-1944, conde de Cortellazzo fue fascita desde niño y estuvo en la Marcha sobre Roma de 1922, que encimbró a Mussolini. Entonces, estudiaba Derecho. Se hizo periodista. En 1925 se colocó como agregado en embajadas italianas en América del Sur. Se casó con Edda, hija de Mussolini. Fue cónsul en Sanghai en 1930. En 1933, fue Secretario de Prensa para Mussolini, y luego Subsecretario de Prensa, Ministro de Prensa y Propaganda, voluntario en Abisinia, y Ministro de Asuntos Exteriores en junio de 1936, cuando se preparaba la Guerra de España. Apoyó la intervención italiana en España y también la anexión de Albania en 1939. Empezó a desconfiar a Mussolini en 1942, cuando previó la victoria de los aliados, y Mussolini le destituyó como Mimistro de Asuntos Exteriores. Votó por la destitución de Mussolini en el Gran Consejo Fascista de julio de 1943. Ciano fue apresado y llevado a Alemania, y luego entregado a Mussolini, el cual le condenó a muerte. Fue fusilado el 11 de enero de 1944.

En julio de 1936, Ciano habló con Mussolini y éste dijo que no entregaría más ayudas a los rebeldes españoles que nunca se rebelaban.

El 13 o el 14 de julio, Rafael Olazábal volvió a Roma, como en marzo de 1934, para recordarles el acuerdo de 1934. Contó los planes de la sublevación. Al mismo tiempo, otras peticiones, a más bajo nivel, llegaron al consulado italiano en San Sebastián, al de Barcelona, al Agregado Militar de la embajada italiana en Madrid, al cónsul de Italia en Tánger (De Rossi). Pero Mussolini había fracasado en 1932 y en 1934 con los españoles, y no se fiaba de ninguno. No confiaba en los rebeldes españoles de 1936, y sus planes de sublevación le parecían ineficaces. Y además, Italia había sido ya castigada por Sociedad de Naciones, y no quería reincidir en el error para nada. Los inicios del golpe, en los días de julio de 1936, parecían darle la razón a Mussolini tanto en los fracasos como en la desorganización.

El 19 de julio, Franco envió a Gran Bretaña, Italia y Alemania al periodista Luis Bolín a comprar aviones. Bolín fue a ver a Sanjurjo a Lisboa, porque le consideraba jefe de la rebelión que se preparaba.

El día 20 de julio, De Rossi envió un delegado a Tetuán para comprobar la seguridad del aeropuerto. Ese mismo día, se vio con Franco y recibió las peticiones de éste. Mussolini se negó una vez más a vender armas a España.

El día 21 de julio, Franco se vió con Luccardi, el italiano que estaba en Tetuán, y le explicó que la flota gubernamental no les dejaba pasar el Estrecho, y que necesitaba 8 aviones de transporte, además de sus dotaciones de vuelo.

Y el día 20, Bolín estaba en Biarrizt, el 21 en Marsella, y por la tarde tomó un vuelo para Roma, donde intentó ver a Ciano el día 22 de julio, en presencia del marqués de Viana. Bolín llevaba una carta de Alfonso XIII como presentación. Le recibió el Secretario de Ciano, Anfuso, y no el Ministro de Asuntos Exteriores al que iba a ver. El 23 de julio, Anfuso le dijo a Bolín que no le vendía armas.

El día 22, Franco volvió a ver a De Rossi, y éste le preguntó por sus posibilidades de triunfo, y por la seguridad del aeropuerto de Melilla.

El 24 de julio, Bolín recibió un mensaje de que el cónsul italiano en Tánger, De Rossi, se había entrevistado con Franco y que Italia iba a enviar aviones de bombardeo y aviones de caza a Tetuán para los rebeldes. Los aviones eran para Franco exactamente.

Bolín pidió de nuevo ver a Ciano, y se vieron el 24 de julio. Ciano redactó dos telegramas para Tánger preguntando por la situación militar en la zona y si Franco dominaba el aeródromo de Melilla. Cuando supieron que Franco dominaba el Protectorado Español en Marruecos, Ciano y Mussolini cambiaron de idea y le comunicaron a Franco que le enviarían 12 bombarderos si se los pedía oficialmente.

El 25 de julio, De Rossi informó a Ciano de que Melilla era seguro para los rebeldes, pero que el triunfo de la sublevación no era tan seguro todavía. Para entonces, Franco había incrementado su lista del pedido de armas: 12 aviones de transporte, 10 aviones de caza, 10 aviones de reconocimiento, 1.000 bombas de de 100 kilos, 2.000 bombas de 200 kilos, 20 cañones antiaéreos de 13 y de 25 mm. fusiles y municiones, y un barco de 4.000 ó 5.000 toneladas para transporte de tropas.

Por su parte, Goicoechea, Zunzunegui y Sáinz Rodríguez, que estaban en Roma por encargo de Mola, fueron recibidos por Ciano el día 25 de julio, y le explicaron la situación española en ese momento. No tenían ni idea de que las negociaciones iban por otra parte, y las gestionaba Franco.

El 25 de julio, Ciano comunicó a los españoles que iba a enviarles 12 aviones ese mismo día a Melilla, y un barco cargado de municiones, que calculaba que llegaría el 29 de julio, pero que no se comprometía a más envíos. Franco insistió en que necesitaba el pedido completo. El 28 de julio, Italia concedió por fin las armas que Franco le pedía.

El día 29, salió para Melilla el buque “Morandi”, y se calculaba que llegaría el 2 de agosto. Portaba carburante para los aviones, 100 bombas de 250 kilos, 1.000 bombas de 100 kilos, 500 bombas de 50 kilos, y 100.000 bombas de 2 kilos.

El día 30, Ciano envió a Marruevos 12 Savoias Marchetti S-81, con sus tripulaciones. Debían figurar como soldados enrolados en la Legión Extranjera española, y no como soldados italianos. Salieron de Elmas (Cerdeña) de mañana, para intentar llegar a Melilla hacia las 09:00 horas. Los aviones iban completamente armados, al máximo de su capacidad de carga, y volaron con viento de cara, lo que consumió su combustible. Uno cayó al mar. Dos aterrizaron en el Marruecos Francés, porque se habían perdido, y fueron apresados por los franceses. Y sólo nueve llegaron a Melilla.

Mussolini quería una persona física que se hiciera responsable del armamento, y escogió a Franco, porque era el único al que veía capaz de organizar una operación militar tan compleja como la que se proponían los rebeldes. Mussolini empezó entonces a hablar de “franquistas” y del “movimiento de Franco”, ignorando al resto de los rebeldes. El ejército de África era el único que Mussolini valoraba de entre lso españoles. Y Franco era el hombre que le había pedido las armas. Mussolini pensaba que la acción de Franco sería rápida, y quería estar presente en España antes de que se le adelantara Hitler. Aunque ignoraba que los españoles también habían pedido armas a Alemania y a Gran Bretaña, suponía que la intervención de estos países sería inevitable. Sabía que Francia intervendría a favor del Gobierno español, y que los dema´s países reaccionarían a favor de uno de los combatientes españoles. Blum había dicho que no ayudaría con armas al Gobierno de la República Española, pero Mussolini no se creía los discursos de los políticos. El embajador italiano en París y el cónsul italiano en Marsella informaron a Mussolini de que el “Ciudad de Tarragona”, que había llegado a Marsella a comprar armas, volvía de vacío, pero Mussolini suponía que la operación se haría en secreto.

El 28 de noviembre de 1936, Mussolini firmó un acuerdo secreto con España de Franco, por el que Italia asumía la política exterior española, aunque dejando a Franco libertad para interpretar los acuerdos que le afectaran.

Los italianos podían vender aviones y armas, y podián dar salida a su paro crónico enviando decenas de miles de soldados a España, lo que tal vez los españoles tuvieran que pagar entregando la Baleares.

El 6 de diciembre de 1936, los alemanes y los italianos se reunieron para reforzar la ayuda que ya estaban entregando a España. Los alemanes no querían enviar gandes contingentes de hombres, sólo los técnicos necesarios, y los italianos deseaban enviar al mayor número posible de hombres, a un precio razonable.

La situación política de las potencias de occidente, significaba que si Italia ayudaba a los rebeldes españoles, nadie reaccionaría a la contra. En cambio, si se mantenía neutral, perdería una gran oportunidad de expansión comercial e industrial, que más tarde no le ofrecería la potencia que se quedara con España. En Francia no podía confiar. Pero una alianza con Alemania le vendría bien, y evitaría que Alemania se quedase con todos los intereses españoles, sin darle su parte a Italia. Italia había perdido mucho dinero en Etiopía, y España podía ser el territorio que pagara esas pérdidas. El lado negativo de la intervención de Italia en España, era que muchos italianos se hicieran antifascidstas ante el hecho de que su Gobierno les hubiera metido en una guerra. Pero era un riesgo asumible. Se podía argumentar, que el riesgo de una España comunista, serái todavía peor. Además, Mussolini se podía presentar ante el mundo como un luchador contra el comunismo, defensor del orden social y de la cultura occidental. Y si Italia ganaba España, la presión de Alemania e Italia sobre Francia, por el este y por el sur, debilitaría mucho a Francia, la enemiga de Italia.

      Armas italianas para los rebeldes.

El 28 de julio de 1936, a las 19:15 horas, Mussolini dio su permiso para exportar armas a España. Llamó al Coronel Bonomi y le ordenó que trasladara 12 aviones desde Cagliari (Cerdeña) a Melilla. El primer vuelo se hizo el 30 de julio de 1936. La tripulación era italiana. Bolín iba como pasajero. En aquel envío llegaron 9 aviones. Un avión se había caído al mar cuando descendía cerca de Melilla. Otro de los aviones aterrizó en el Marruecos francés. Otro se perdió y fue a Argelia, intentó aterrizar y se estrelló en Saidía (Argelia). Francia, inmediatamente publicó la noticia de que Italia estaba vendiendo armas a los rebeldes españoles, y que si nadie impedía aquello, se sentía legitimada para a vender armas al Gobierno español. E inmediatamente Francia se dirigió a Álvaro de Albornoz, y le vendió unos aviones el 4 de agosto de 1936. Eso significaba que los aviones franceses lucharían contra los aviones italianos y contra los aviones alemanes en España. El interés de los vendedores de armas era muy grande porque España pagaba en oro.

Alemania no se quiso comprometer en este negocio, pues no quería problemas que interrumpieran sus planes, mucho más ambiciosos. La noticia oficial de la rebelión española llegó a Alemania el 23 de julio a las 09:15 horas. Se lo comunicaba su embajador en París, para decirle que Francia estaba vendiendo aviones y cañones a España. También en Alemania se habían vuelto ciegos y sordos en esos días.

Italia aportó a los rebeldes españoles grandes cantidades de cartuchos. Otra ayuda, eran sus buques de guerra, torpederos y destructores, que patrullaban el sur de Italia, e impedían la llegada de material ruso con tal eficacia, que la URSS envió mucho material por tren hasta la frontera de Portbou. El 17 de noviembre de 1936, y para no controvertir la reglas de la NO Intervención, los alemanes eitalianos decidieron coordinarse en el Mediterráneo, y vigilarle con submarinos que pasaban inadvertidos a la vigilancia de los buques de Francia y Gran Bretaña. Esta acción de vigilancia no era posible ocultarla: el 22 de noviembre, el submarino italiano Torricelli, torpedeó algunos barcos de Cartagena, y se creó un conflicto, del que se salió diciendo Franco que habían sido sus buques, cosa imposible, porque Franco no tenía ningún submarino.

La aviación italiana en España, fue denominada “Aviación del Tercio” hasta diciembre de 1936, y más tarde fue conocida como “Aviación Legionaria”, pues ya hemos dicho que no querían ser identificados como italianos. La aviación española de Franco se llamaba “Aviación Nacional”

     Portugal y la Guerra de España[3].

Portugal, tenía los mismos problemas básicos que España, encuanto a una agricultura atrasada, una población rural muy alta que no disponía de tierras para cultivar, una falta de industrialización, una falta de integración de mercados, una sociedad polarizada entre ricos muy ricos y pobres muy pobres, que significaba debilidad del mercado interno, una dependencia financiera, tecnológica, y militar del exterior.

Portugal trataba de desviar hacia España la atención de sus ciudadanos a fin de que no culpabilizasen a los gobernantes porqtugueses. Si le iba mal en algo, se debía al imperialismo español, y a las ganas de los españoles de poseer las riquezas portuguesas. Era lo mismo que los Gobiernos españoles planteban a sus ciudadanos respecto a Francia y Gran Bretaña. Los dos buscaban un chivo expiatorio exterior.

A Portugal se exiliaban los españoles de derechas que tenían problemas políticos en España. A España se exiliaban los portugueses de izquierdas que tenían problemas políticos en Portugal. Y ambas colonias eran numerosas.

El presidente de la República Portuguesa era Óscar Carmona y el jefe de Gobierno, Oliveira Salazar.

La dictadura salazarista era frágil, pues tenía una carga de problemas no resueltos, igual que España. El Estado Novo, una dictadura de métodos fascistas, se había impuesto en Portugal, y Oliveira Salazar estaba dispuesto a apoyar a las derechas y ultraderechas españolas, como España apoyaba a las izquierdas y ultraizquierdas portuguesas. La Guerra de España, fue denominada en Portugal como “O perigo espanhol”. Se anunciaba a los portugueses que podía desaparecer la identidad nacional portuguesa, pues los republicanos españoles, los anarquistas españoles, y hasta los comunistas, hablaban de “iberismo”, es decir, la unión de España con Portugal. Y en esta unión, el socio pobre que se llevaría la peor parte, sería Portugal. Para Salazar, la Guerra de España sería decisiva en el devenir portugués.

Los ciudadanos portugueses llevaban muchas décadas de adoctrinamiento antiespañol, de reivindicación frente a la anexión que hizo Felipe II, de alabanzas a la independencia respecto a España de 1640. Era fácil que Salazar les convenciera para apoyar a los rebeldes españoles, lo cual significaría mantenerse independientes. Y Salazar mantendría su dictadura, al tiempo que se mantenía la dictadura en España. Los portugueses discutían acaloradamanete entre ellos, los partidarios de los gubernamentales españoles, y los partidarios de los rebeldes.

El 28 de amayo de 1926, había habido un Golpe de Estado en Portugal que había provocado la emigración de más de 25.000 ciudadanos de izquierdas a España. Los ricos, se iban a Brasil, pero los pobres no podían pagarse esos pasajes, y si emigraban a Brasil arriesgaban no volver a Portugal. En la oposición estaban Sarmento Pimentel, Jaime Cortesao, Moura Pinto, Oliveira Pío, Cunha Leal, Roberto das Navas, Germinal Sousa.

En 1931, se proclamó la República en España, un Gobierno claramente de izquierdas, revolucionario, socialista, comunista y anarquista. Los portugueses se sentrían muy implicados en los acontecimientos españoles, y hablaban con mucha libertad de los partidos españoles y de sus poltíicos. Empezaron a llegarle gentes derechas emigrados desde España. Cada golpe de Estado, significaba una nueva oleada. El 22 de noviembre de 1931, los portugueses de izquierdas se reunieron en Beyris, en el sur de Francia, a la llamada de Bernardino Machado, expresidente de Portugal, y se originaron tres núcleos portugueses revolucionarios que se situaron en Galicia (Vigo), en Extremadura española-León (Salamanca), y en Andalucía (Sevilla). El 2 de diciembre de 1932, un Decreto de Salazar provoca una nueva oleada de portugueses hacia España.

Azaña no entendía a Portugal, y no sabía qué debía hacer respecto al exilio portugués y el apoyo a una posible revolución frentepopulista en Portugal. Portugal estaba muy ligado a Gran Bretaña, país al que exportaba alimentos y materias primas, que eran la base de la economía portuguesa. Y Azaña les hablaba de la unión con España, algo que era luchar contra casi trescientos años de adoctrinamiento “patriótico“ en contra del españolismo.

Cuando en 1933 volvió al poder la derecha española, Salazar se sintió aliviado, pues no se apoyaría la revolución portuguesa de izquierdas. Pero cuando en febrero de 1936, triunfó el Frente Popular en España, y les llegó a los portugueses una nueva oleada de conservadores españoles, Salazar habló claramente del derecho de los portugueses a su independencia y de su antipatía por los frentepopulistas españoles.

El Frente Popular español era activo en cuanto a la idea del iberismo. Inmediatamente envió a Portugal a muchos espías y organizadores de células anarquistas, comunistas y socialistas. Los anarquistas portugueses se habían asentado en Zaragoza, y enviaron a Portugal emisarios que prepararan sus células anarquistas. Álvaro Cunhal era comunista, y también envió sus hombres.

El 17 de julio, cuando se produjo la sublevación de Melilla, Portugal fue el único país de Europa no sorprendido. Italia, y Alemania no lo esperaban. Francia y Gran Bretaña no se lo habían creído. Pero Salazar había remodelado su Gobierno en 9 de mayo de 1936, en cuanto supo de los preparativos del golpe en España. Había puesto en la Subsecretaría de Defensa al capitán Santos Costa, el cual se iba a encargar de hacer una depuración en el ejército portugués, a fin de que no fuera posible una rebelión como la española. Salazar se convirtió en un superpoder personal, asumiento la Jefatura del Gobierno, el Ministerio de Hacienda, y el Ministerio de Defensa.

El 8 de junio, Salazar recibió al embajador español, Sánchez-Albornoz, y le manifestó su descontento hacia la República Española.

El 18 de julio, el Gobierno español pidió que Salazar no dejara salir de Portugal a José Sanjurjo, el jefe de los rebeldes españoles. Pero el 19 de julio, Salazar fue a Cascais, y autorizó la salida de Sanjurjo. Sánchez-Albornoz había fracasado rotundamente.

También Jorge Botelho Moniz, fundador de los Viriatos portugueses, estaba pendiente de la sublevación española, e inmediatamente manifestó su apoyo a los rebeldes españoles.

Ese mismo día, 18 de julio, O Século, entrevistaba a Sanjurjo, el cual agradecía la hospitalidad portuguesa. El 19 de julio, Sanjurjo no paró de dar entrevistas de prensa, algunas de ellas telefónicas. A las 21:00 horas, abandonó Lisboa para ir a Estoril, pero no quiso dormir en Villa Leocadia, su casa, sino que fue a casa de un amigo, por seguridad personal. Esa misma tarde había llegado a Lisboa el aviador que le iba a llevar a España, Ansaldo.

El 20 de julio, Pessoa de Amorín y Ansaldo fueron a Estoril, y Ansaldo se llegó a Alverca, donde tenía aparcado su avión, y lo llevó a Marina (Cascais), donde debía recoger a Sanjurjo. El avión no pudo tomar altura, y se estrelló en el despegue, pero Ansaldo saltó antes del choque final y salvó la vida, mientras Sanjurjo murió carbonizado. El cadáver de Sanjurjo fue velado por falangistas españoles uniformados. Se reunió un buen grupo de golpistas españoles: Ansaldo, duque de Maura, marqués de Cavalcanti, marqués de Quintanar, marqués de Orellana, conde de Rojas, Luis Calvo Sotelo, Juan Puici, Antonio Font.

Inmediatamente Portugal montó un servicio de control de fronteras, para lo cual utilizó 2.000 hombres de la Guardia Nacional Republicana, de la Guardia Fiscal, del ejército y de la policía. Su misión era impedir la llegada de portugueses exiliados, que pudieran iniciar una revolución de izquierdas en Portugal. Aconsejaron a los españoles exiliados su regreso a España. El Gobierno de Portugal se puso en contacto con los rebeldes españoles en Burgos y en Sevilla y les ofrecieron medicinas, material de guerra y recambios para camiones.

El 8 de agosto, cesó Sanchez Albornoz como embajador español en Lisboa. La desbandada de españoles que huyeron de Lisboa, tal vez unos 5.000, fue notable. Estaban llegando a Lisboa hombres de Franco, y el miedo de los gubernamentales españoles era explicable. Ese mismo día se interceptaron en Extremoz cinco camiones que llevaban material de guerra a España, y que algún funcionario no estaba al corriente de que tenían permiso de paso, pero de manera oculta. Al mando de los camiones estaba Pessoa de Amorín.

El 11 de agosto, Andrés Amado, de la Comisión de Hacienda de la Junta de Burgos, recibió un prestamo en Portugal de 175.000 libras esterlinas. Era avalado por el industrial Alfredo de Silva. Ello permitió abrir una cuenta de compensación en el Banco de Portugal, en la que se cargaba el coste de las armas, munición y pólvora que sumisnistraba Portugal.

En efecto, el 12 de agosto, apenas cuatro días de la marcha del embajador español gubernamental, el Gobierno de Burgos abrió oficina en Lisboa. El encargado de esta oficina era Mariano Amoedo. Allí estaban también el duque de Maura, el marqués de Quintanar, Luis Calvo Sotelo, y Gil Robles.

Desde ese momento, en Portugal se reclutaron voluntarios para “trabajar en España” y el trabajo estaba bien retribuido con hasta 10 pesetas diarias, lo que suponía más del doble de lo que se ganaba en Portugal. En el sur, reclutaban Manuel Foronda, y Carlos Valencia. En el norte, reclutaba Miguel Morlán. Se apuntaron más de 10.000 portugueses.

Pero se apremió a Portugal para que se uniera al Comité de No intervención, y lo hacía Gran Bretaña, el socio que era el primer comprador de artículos portugueses. Entonces hubo mucho teatro político: el 14 de agosto, en Batalha, se celebró un acto de exaltación patriótica en el que Salazar sido que Portugal siempre había sido una víctima de los españoles, y habló del “perigo espanhol”. Pero al poco, se conoció la victoria rebelde en Badajoz, y llegó una delegación de Franco que pedía relaciones diplomáticas. Salazar se negó, porque era significarse demasiado. Pero decidió dejar pasar el tiempo respecto al Comité de No Intervención. La situación diplomática portuguesa se hizo en extremo complicada cuando llegaron a Lisboa dos barcos alemanes, el Kamerún y el Wigberg, que portaban material de guerra para los sublevados españoles. Y el 27 de agosto, Portugal prohibió la exportación de armas a España.

Ante la posición complicada de Salazar, se organizó una manifestación popular en contra del comunismo, que era de apoyo a Salazar. La organizaba la Legión Portuguesa. Acudió al acto José María Pemán, Francsico Sánchez Cossío, y otras personalidades falangistas.

En cuanto a los españoles que huían de las zonas sublevadas de Galicia y Castilla hacia Portugal, fueron agrupados en campos de concentración en Caxias (Lisboa), Graça (Elvas), Sao Joao de Deus (Bragança), y otros más pequeños en diversos puntos de la frontera. Los sublevados expulsaron de España a unos 500 portugueses que no les parecían convenientes. Los gubernamentales expulsaron de España a unos 3.000 portugueses que les parecían inconvenientes.

Por fin, el 1 de septiembre de 1936, Portugal se unió al Comité de No Intervención. Pero la ayuda a los rebeldes españoles continuó en los mismos términos que hasta entonces.

Lo que hizo en esos momentos Oliveira Salazar fue un control exhaustivo sobre los ciudadanos, a fin de evitar radicalmente los desórdenes públicos, y para ello, los funcionarios públicos tuvieron que firmar un documento de fidelidad a la Constitución de 1933. También se hizo una depuración en el ejército, de soldados de ideologías contrarias a Salazar.

El 23 de octubre de 1936, llegó la ruptura de relaciones entre el Gobierno de Portugal y el Gobierno de la República Española.

El 1 de noviembre, Salazar incrementó todavía más su poder, nombrándose a sí mismo Ministro de Asuntos Exteriores.


[1] Ángel Viñas, “El Tercer Reich y el estallido de la Guerra Civil”, en La Guerra Civil 8, de Historia 16, 1984.

[2] Ismael Saz Campos, “Orígenes de la intervención italiana”, en La Guerra Civil 8 de Historia 16, 1984.

[3] Manuel Burgos Madroñero, “Portugal ante el estallido de la Guerra Civil Española”, en La Guerra Civil 8, de Historia 16, 1984.

Post by Emilio Encinas

Emilio Encinas se licenció en Geografía e Historia por la Universidad de Salamanca en 1972. Impartió clases en el IT Santo Domingo de El Ejido de Dalías el curso 1972-1973. Obtuvo la categoría de Profesor Agregado de Enseñanza Media en 1976. fue destinado al Instituto Marqués de Santillana de Torrelavega en 1976-1979, y pasó al Instituto Santa Clara de Santander 1979-1992. Accedió a la condición de Catedrático de Geografía e Historia en 1992 y ejerció como tal en el Instituto Santa Clara hasta 2009. Fue Jefe de Departamento del Seminario de Geografía, Historia y Arte en 1998-2009.

Leave a Reply