La Guerra de España en julio de 1936

ideas clave: Muerte de Sanjurjo, tergiversación del golpe de 18 de julio, el puente aéreo, la cuestión de Tánger, los milicianos en 1936, zonas rebeldes y gubernamentales, organización en la zona rebelde, el orden público en la zona gubernamental, la Junta de Defensa Nacional rebelde, reajustes militares entre los rebeldes, evolución de la Junta de Defensa Nacional, el Gobierno de la Junta de Defensa Nacional, Franco como Jefe de la rebelión,

         20 de julio, muerte de Sanjurjo.

Toda acción política necesita un líder popular, que sea respetado por las masas, independientemente de su valía o preparación. Sanjurjo era respetado por la Guardia Civil, los guardias de asalto, y por muchos militares, y podía hacer el papel cohesionador del golpe de Estado. Sanjurjoparecía que iba a ser el jefe de los sublevados, debido a su pasado, es decir, debido al levantamiento de 10 de agosto de 1932 contra la República y su posterior exilio en Lisboa, lo cual le había dado popularidad entre los militares.

José Sanjurjo Sacanell, 1872-1936, había nacido en Pamplona el 18 de marzo de 1872, y era hijo de un carlista. Quedó huérfano y se educó en el Colegio de Huérfanos de María Cristina y en la Academia Militar de Toledo. Fue destinado a Cuba en 1894. En 1909 pasó a Marruecos y allí ascendió a general. En 1923 fue Jefe de la V División, Zaragoza, cuando Primo de Rivera dio su golpe, y Sanjurjo estuvo de parte del dictador. En 1924 volvió a África, y en 1925 dirigió el desembarco de Alhucemas. Estuvo en las campañas de Marruecos de 1925-1927, y obtuvo el título de marqués del Rif. El Rey le negó el Toisón de Oro que había solicitado, y Sanjurjo se enfadó. En abril de 1931 la República le hizo Director General de la Guardia Civil, y en 1932 Director General de Carabineros, por lo que era suficientemente conocido en estos cuerpos de seguridad. Estaba en desacuerdo con la política de tolerancia de la violencia popular, que estaba practicando el Gobierno, y el 10 de agosto de 1932 preparó un golpe contra la República, por el que fue detenido en Huelva, fue procesado en Madrid y condenado a muerte, y le fue conmutada su pena y enviado al Penal del Dueso (Cantabria). En abril de 1934 fue amnistiado, y se fue a Portugal, desde donde coordinaba a los sublevados. En 1936, se le consideraba el jefe natural de la sublevación.

Los pamploneses hicieron una cuestación para pagar un avión que debía ir a buscar a Sanjurjo a Estoril, y hacerle cabeza militar de los sublevados. El encargado de ir a buscar a Sanjurjo, para ponerle al mando del ejército rebelde, fue Juan Antonio Ansaldo Vejarano, un aviador con experiencia, piloto de la Puss-moth retirado en 1931, con fama de camorrista. Ansaldo había participado en la Sanjurjada de 1932 entre los falangistas que apoyaban a Sanjurjo. Portugal le dio permiso para volar desde el aeródromo de Marinha a Burgos.

El 20 de julio de 1936, el día era ventoso, y Sanjurjo se empeñó en llevarse todos sus uniformes y objetos personales, contra el criterio de Ansaldo de no llevar demasiado peso un día difícil para volar.

El avión se estrelló en el despegue, por no haber podido tomar suficiente altura en la carrera, chocó con un obstáculo y ardió. Ansaldo saltó y se salvó, pero Sanjurjo se quemó.

El día 20 de julio por la noche, la radio dijo que el general Sanjurjo, jefe de los rebeldes, había muerto, y que el Gobierno confiaba en la victoria sobre los rebeldes.

Tras la muerte de Sanjurjo, había que decidir quién era el jefe militar de la sublevación, y los nombres que más sonaban eran Queipo de Llano porque dominaba Sevilla, Cabanellas porque dominaba Zaragoza, Francisco Franco porque era muy popular entre el ejército de África del que era su jefe en ese momento, y Emilio Mola porque era el organizador, planificador y coordinador del golpe. Franco y Mola eran más populares entre los rebeldes porque eran conocidos en el Protectorado, y Franco tenía mayor graduación militar que Mola, aunque era más joven.

El 21 de julio, Mola supo que Sanjurjo, el teórico Jefe de la sublevación, había muerto en Lisboa al despegar su avión. Entonces Mola improvisó: se fue en avión desde Logroño a Zaragoza, y creó la Junta de Defensa Nacional de Zaragoza, y regresó al aeropuerto de Recajo-Logroño. Allí vio al capitán Ángel Salas, piloto que se había fugado de Getafe para unirse a los rebeldes, el cual le dijo que el resultado de la rebelión no era claro todavía ni en Tetuán ni en Sevilla, pero que Franco estaba trabajándola en Tetuán, y Queipo de Llano en Sevilla. La decisión de Mola fue dar orden a la columna de Navarra-Burgos, de avanzar a marchas forzadas sobre Madrid. Ya habían perdido cuatro días desde el inicio del levantamiento el 17 por la tarde.

Los golpistas estaban interpretando el golpe de la peor manera posible: En un golpe contra el Gobierno, lo primero es adueñarse del Gobierno, de los distintos órganos del Gobierno. Habían pasado cuatro días desde el levantamiento de Melilla, y todavía no habían pensado en cómo llegarían a Madrid. Estaban entreteniendo su tiempo en reprimir enemigos en distintas localidades de España.

García Escámez, el encargado de ir desde Pamplona sobre Madrid, estaba tranquilamente en Logroño comiendo, cuando le llegó la orden de Mola de ir sobre Madrid, y entonces se levantó de la mesa, y avanzó hasta Soria, donde pasó la noche. Todavía le quedaban 100 kilómetros para alcanzar el objetivo de Cerezo de Abajo. Por la mañana, se ocupó de reprimir a los republicanos de Soria, y recibió una petición de que fuera sobre Guadalajara, al otro lado de Somosierra, así que salió por fin, y llegó a Cerezo de Abajo el 22 por la noche. Allí debía encontrar la columna de Burgos, pero los de Burgos no estaban allí. En una marcha en camiones, que avanzaban a 30 kilómetros por hora, había recorrido 234 kilómetros en dos días, pero no podía subir a Somosierra porque supo que los republicanos estaban en lo alto del puerto. Gistau se había quedado 20 kilómetros al norte, en Boceguillas, pidiendo refuerzos y municiones para acometer el puerto. Tampoco habían acumulado municiones en los días anteriores al golpe. Era la guerra de Gila[1].

Los rebeldes habían perdido los días 20 y 21 de julio en cuestiones secundarias de “limpieza” de la retaguardia, y ello condicionó el fracaso del golpe, y el inicio de la guerra.

     Tergiversación del golpe de Estado.

Como en todas las guerras, hubo que inventar las mentiras oportunas para justificar el inicio de la violencia:

En la zona fiel al Gobierno, se empezó a decir que se trataba de una lucha del “pueblo español” contra el ejército. Era un lema de propaganda, pero muy mal elegido, y muy peligroso. Sólo favorecía a los anarquistas y comunistas, porque el pueblo no era el Gobierno. Si el Gobierno prescindía de su ejército, el poder coercitivo pasaba a las milicias ciudadanas. Que esas milicias intentaran tomar en adelante el poder político, era cuestión de tiempo.

En la zona rebelde, la Iglesia católica, y Pla y Deniel en concreto, empezó a hablar de una cruzada del pueblo y del ejército a favor de España. No quedaba claro en ningún momento contra quién se rebelaban, pero daban a entender que contra “la chusma marxista, que era la antipatria”. El concepto de “antipatria” lo habían tomado del francés Charles Maurras.

Entre los rebeldes tampoco estaba claro si defendían la República, o la monarquía tradicionalista católica, o la monarquía de Alfonso XIII, o una dictadura militar, pues había partidarios de todas estas posibilidades.

Ni siquiera en Pamplona, residencia del organizador del golpe, tenían claro lo que iban a hacer los golpistas: Mola invitó al Gobernador Civil de Pamplona y al comandante de la Guardia Civil, Rodríguez Médel, a unirse a la sublevación. Ambos se negaron. Rodríguez Médel fue al cuartel de la Guardia Civil a disponer a sus hombres para la defensa de la legalidad gubernamental, y fue asesinado al llegar.

         El caso Rieberg.

Torkild Rieber era un noruego que a los 15 años emigró a Estados Unidos y se instaló en San Francisco, y se hizo ciudadano estadounidense  a los 22 años de edad. Compró un barco petrolero, que luego vendió a Texas Company (Texaco) una de las empresas más fuertes en importación de petróleo y distribución de carburantes en Estados Unidos. Se casó con la secretaria del Jefe, y en 1935 fue Chief Executive Officer, CEO. En 1935, Rieber firmó un contrato entre Texaco y la República Española, y así conoció los problemas españoles. En 1936, Riebegg se entrevistó con Franco y decidió venderle gasolinas y lubricantes a crédito, en la apuesta de que ganaría la guerra y podría hacer una fortuna. Pero era ilegal ayudar comercialmente a un beligerante, y Texaco fue multada por Franklin Delano Roosevelt con 22 millones de dólares. Pagó y siguió vendiendo gasolinas a CAMPSA, lo que fue un negocio espectacular cuando acabó la guerra y recibió los atrasos, unos 20 millones de dólares. Además, Rieber facilitaba a Franco las posiciones de los petroleros que suministraban a los republicanos, de modo que la aviación franquista solía tener mucho éxito localizándolos e incendiándolos. La información venía de París y la facilitaba William M. Brewster, empleado de Texaco.

El éxito de la operación animó a Rieber a vender petróleo a Hitler, pero el negocio era diferente, porque suministraba a un enemigo de los Estados Unidos. Texaco le despidió. Pero no le fue mal a Rieber, porque Franco le nombró Jefe de Compras de CAMPSA en el Exterior.

A través de estos contactos, Franco decidió dar cobijo a los submarinos alemanes en puertos españoles del Cantábrico, unos 21 submarinos U-boats, que sorprendían a los barcos aliados y se escondían en España, siendo ilocalizables para los aliados.

              El puente aéreo.

El 20 de julio, siguiendo el plan de Mola, se inició el traslado del ejército del Protectorado a la Península. La sublevación en el puerto de desembarco planificado, Málaga, había sido un fracaso, y los milicianos habían tomado la ciudad. Y el Gobierno había puesto buques de querra y submarinos en el Estrecho. Entonces, Franco decidió pasar los primeros efectivos militares en un puente aéreo entre Tetuán (Marruecos) y Sevilla. Era una operación de propaganda, con muy pocos resultados prácticos:

Desde Sania Ramel-Tetuán salieron por la mañana del 20, dos Fokker que llevaba cada uno 10 legionarios y su armamento, y un Dornier que llevaba 12 regulares. Llegaron a Tablada-Sevilla en una hora. Y por la tarde, todos repitieron el vuelo. En total habían transportado 64 hombres, lo cual es una cifra ridícula para un objetivo de pasar 25.000 hombres a la península. Hubo otros vuelos a Tablada ese día: tres Breguet que llegaron desde Larache, tres Fokker que llegaron de Cabo Juby, y un Dornier que llegó de Cádiz, pero ninguno transportaba tropas.

El 23 de julio se sumó a la operación de transporte aéreo un Dornier Wall de Cádiz, y dos Hidros Savoia, que sólo servían de escolta. El 29 de julio se sumaron dos Dornier de Melilla.

Cada avión solía hacer hasta 4 vuelos al día, y en cada viaje llevaban unos 10 soldados de media. En 30 de julio, el décimo día del puente aéreo, llevaban realizados 102 vuelos, y habían transportado 837 legionarios y regulares a Sevilla. Sirvieron para asentar a los rebeldes en Sevilla, y nada más.

El paso del Estrecho por el aire, era peligroso, pues para escapar de los disparos de la marina gubernamental, volaban entre las nubes con visibilidad cero durante un espacio de tiempo bastante prolongado, en una época en que los aviones eran gobernados a simple vista del piloto, sin ayudas mecánicas técnicas.

Franco sabía de las limitaciones del puente aéreo, y pidió ayuda a Italia y Alemania, pero cuando llegaron los aviones de Roma y Berlín, el puente aéreo ya estaba muy avanzado: El 30 de julio llegaron a Melilla 9 bombarderos S-81 que llegaban de Cerdeña, y Franco les ordenó bombardear los buques republicanos que estaban en el Estrecho. Pero no pudieron volar porque no tenían la gasolina de alto octanaje que necesitaban. No hubo gasolina de alto octanaje hasta el 5 de agosto, cuando un barco italiano la llevó.

A partir de 5 de agosto, el puente aéreo se incrementó mucho: pasaron una Bandera del Tercio, el Tercer Tabor de Regulares de Melilla, una batería de 105 mm. y mucho material de transporte y transmisiones.

En total, se trasladaron por el aire tres Banderas del Tercio de Ceuta, y tres Tabores de Regulares: el 3º de Larache, el 2º de Tetuán, y parte del 1º de Tetúán. Estos soldados, muy curtidos en la Guerra de África, fueron utilizados por Queipo de Llano: puso al mando de ellos al teniente coronel Carlos Asensio Cabanillas y al comandante Antonio Castejón Espinosa, y los denominó “Columna de Madrid”, porque su misión inmediata era ir sobre Madrid.

El 5 de agosto llegó a Cádiz el buque de pasajeros “Usaramo”. Llevaba el material de mantenimiento para los aviones alemanes JU-52 y el combustible necesario. Estos aviones llegaban a España volando por sí mismos. Y se estableció una nueva ruta del puente aéreo, además de la Sevilla-Tetuán ya usada, se utilizó la Jerez-Melilla, con aviones alemanes.

En aviación, el Gobierno tenía mucha ventaja sobre los rebeldes en 18 de julio, pues controlaba 105 aviones de guerra: 71 en San Javier (Murcia), 19 en Barcelona, 5 en Getafe (Madrid), 5 en Marín (Pontevedra) y 5 en Mahón (Menorca).

         La cuestión de Tánger.

En la mañana del 21 de julio, el capitán de fragata Fernando Navarro Capdevila, entró en Tánger a bordo del destructor “Almirante Ferrándiz”. Intentaba hacerse con el mando de la flota gubernamental, la cual había recibido orden de concentrarse en Tánger. En Tánger estaban un acorazado, dos cruceros, tres destructores, un cañonero, un torpedero, dos guardacostas y el planero “Tofiño”.

Los sublevados sentían la necesidad de poseer sus propios barcos de guerra, porque no podían hacer frente al Gobierno, y mandaron terminar las reparaciones del crucero “Almirante Cervera”, que fue destinado al Cantábrico, al igual que el destructor “Velasco” que también vigilaba el tráfico del norte de España con Gran Bretaña y Francia. En agosto, fueron capaces de botar el acorazado “España”, y también le ordenaron patrullar el Cantábrico. En cuanto al crucero “República”, que estaba en reparaciones en Cádiz, y no pudo navegar hasta fines de julio de 1936, fue utilizado como batería flotante para amenazar el tráfico en el Estrecho.

La ventaja de los rebeldes era que dominaban dos bases navales, El Ferrol y Cádiz, las cuales fabricaban y reparaban buques, y eran capaces de reparar aviones. Si la guerra se prolongaba, la posesión de las Bases se convertiría en una ventaja decisiva.

Otra ventaja de los rebeldes fue que los gubernamentales fusilaron a los altos oficiales de la Marina, lo cual les dejó sin los mejores expertos en la guerra en el mar. De los 721 altos mandos militares del Cuerpo General de la Armada, eran rebeldes todos menos 44. Los fieles al Gobierno eran algunos capitanes de fragata como: Federico Aznar Bárcenas, comandante del “Tofiño”; Valentín Fuentes López, comandante del “Lepanto”.

Fernando Navarro Capdevila, ratificó el Decreto del Gobierno de supresión del Estado Mayor de la Armada, de 20 de julio, y designó nuevos mandos de los buques. Creía que con este Decreto, dejaba sin autoridad a los altos Jefes rebeldes, y legalizaba su sustitución por oficiales inferiores. Estos oficiales eran elegidos “democráticamente”, es decir, populistamente, por la Junta de Marineros. La parte negativa del asunto era que el Ministerio, el Jefe de la Flota y el Jefe de Operaciones, no se coordinaban entre sí, pues toda la acción de un buque quedaba en manos de las distintas Juntas de Marineros.

Había enfrentamientos internos entre los gubernamentales: Por ejemplo, cuando el teniente de navío Pedro Padro Mendizábal, Jefe del Comité Central, se extralimitó en sus funciones, el Ministro de Marina se incomodó porque Prado estaba emprendiendo operaciones no previstas en el Ministerio. Y surgieron desavenencias personales entre ambos. Una vez destruida la cadena de mando militar, el ambiente estaba perfectamente preparado para insurrecciones militares de tipo comunista o socialista.

Ese mismo 21 de julio, Franco decidió reclamar ante el Comité de Control Internacional de Tánger, la ilegalidad de que los buques republicanos de guerra estuvieran en Tánger. Giral opinaba que España podía aprovisionarse en Tánger, y así se lo comunicó a Navarro Capdevilla. Franco opinaba que usar Tánger para la flota de guerra, iba en contra del artículo 3 del Estatuto de Tánger, que declaraba que Tánger era puerto neutral, y prohibía usar el puerto como base de operaciones e instalaciones susceptibles de ser utilizadas para usos bélicos.

El día 22, Franco reiteró su reclamación, y ese mismo día, el Comité de Control cursó la solicitud de Franco. El 23 de julio, casi todos los buques de guerra gubernamentales españoles abandonaron Tánger, excepto los submarinos, que siguieron abasteciéndose en ese puerto porque no figuraban como amarrados en puerto. El 7 de agosto, la retirada de buques de guerra del puerto de Tánger fue completa. El Gobierno español se quedó sin una baza importante, desde donde vigilaba el oeste del Estrecho, y sólo le quedaba Málaga para vigilar el este.

    El Gobierno y los milicianos.

El Gobierno quiso dar la impresión de que gobernaba, de que mantenía el poder: El 21 de julio, el Ministro de Guerra cursó órdenes para que se organizasen columnas de milicianos a las órdenes de oficiales del ejército que se había disuelto, oficiales que fueran de confianza del Gobierno. Las órdenes eran las mismas que podía dar “El Principito”, de que saliera el sol por las mañanas, porque las columnas de milicianos ya estaban levantadas por los anarquistas, los comunistas y los pesoístas, e incluso por los vasquistas. Desde el punto de vista de los milicianos, los militares sólo eran asesores.

Estas columnas de milicianos gubernamentales, debían ir a Somosierra, a Guadarrama y a Navacerrada. El coronel Mangada fue enviado a Gredos. El objetivo era impedir la llegada a Madrid de los sublevados de Navarra, Burgos, Valladolid y Zaragoza. Pero lo que se discutía en el fondo, era quién tenía el poder en ese momento, si las agrupaciones revolucionarias, o el Gobierno. Lo que permitía proseguir al Gobierno como si no pasara nada, era que ninguna agrupación revolucionaria era tan fuerte como para someter a las demás, y todas sabían que la pretensión de una de ellas de tomar el poder, significaría la guerra interna de todos contra ella, lo cual desembocaría en un desastre, y serviría el poder en bandeja a los rebeldes.

La rivalidad entre las distintas revoluciones fue aprovechada por la Generalitat de Cataluña para restaurar las instituciones. Reclamó la organización de algunas instituciones, y logró que los anarquistas participasen en ellas, y luego se puso a desarrollar esas instituciones, y fue apartando progresivamente a los anarquistas, que al no creer en las instituciones, se iban apartando. El Gobierno de Madrid intentaría algo similar. El mayor problema era encontrar oficiales de confianza del Gobierno. Sólo el 20% de los militares tenía la confianza de no estar con los rebeldes, y de no ser comunista ni anarquista. Entre los jefes, las listas de generales y coroneles rebeldes las tenía el Gobierno desde hacía tiempo, pues era un tema investigado. Pero en lo que respecta a oficiales, es decir, comandantes, capitanes y tenientes, se desconocía por completo la ideología de cada persona, y podían ser anarquistas, comunistas o socialistas de clase, con lo cual se entregaría el poder a fuerzas no democráticas. Incluso el 50% de los oficiales de la Guardia Civil eran dudosos. Las listas de comunistas y anarquistas no estaban confeccionadas.

Gran parte del Cuerpo Diplomático presente en Madrid, simpatizaba con los rebeldes, y ello era un obstáculo para el Gobierno a la hora de pedir ayudas exteriores.

El Ministerio de Guerra, decidió partir de cero, y crear un Estado Mayor nuevo, de confianza del Gobierno. Con el ejército disuelto desde el día 19 de julio, la tarea de defenderse de los rebeldes era muy complicada.

Todos los gubernamentales eran concientes de que el poder estaba en los milicianos, pues ellos tenían las armas y las organizaciones “militares”. El tema era si el Gobierno podría recuperar el poder mediante tretas políticas.

Quedaba claro el fracaso del ejército republicano, que no había sabido reaccionar a favor de la legalidad, y había dejado la defensa de la legalidad en manos de la Guardia Civil, Guardia de Asalto y voluntarios obreros milicianos. La disolución del ejército el día 18 de julio, había sido un error descomunal, tal vez por influencia de la propaganda marxista que había dicho que uno de los enemigos de los trabajadores era el ejército.

     Zonas Rebeldes y gubernamentales.

En agosto ya se habían definido los territorios de cada bando en guerra. Estaba decidido quién se inclinaba por los rebeldes y quién por los gubernamentales en las capitales de provincia. Eran dominadas por los rebeldes: La Coruña, Lugo, Orense, Pontevedra, León, Zamora, Salamanca, Palencia, Valladolid, Avila, Burgos, Soria, Segovia, Alava, Navarra, Logroño, Huesca, Zaragoza, Teruel, Cáceres, (Badajoz fue tomada por los rebeldes el 14 de agosto), Granada, Córdoba, Sevilla, Huelva, Cádiz, Palma de Mallorca, Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas de Gran Canaria. Eran 29 provincias de 50. Se había pues sublevado casi la mitad del territorio estatal, aunque era el territorio menos poblado, 11.000.000 de personas en zona rebelde, frente a 14.000.000 de personas en zona republicana.

Las zonas dominadas por los rebeldes eran cinco: las Islas Canarias; las Islas Baleares menos Menorca; la franja entre Sevilla y Cádiz; el norte de África; la meseta del Duero incluyendo Galicia, Navarra, gran parte de las provincias de Huesca, Zaragoza y Teruel (zonas occidentales de esas provincias) y la Sierra de Gata incluyendo el norte de Cáceres.

La zona de Sevilla, aunque pequeña, era clave para el traslado del ejército de África a la península. La unión de esta zona con la meseta era Portugal o se necesitaba conquistar Extremadura.

Ser rebelde o leal a la República, no era cuestión de ideas individuales o de sentir popular, lo cual importa muy poco en estos casos, sino territorios efectivamente dominados militarmente por los rebeldes. A veces, coincidían las zonas con el sentir mayoritario de su población, como Navarra carlista o Cataluña anarquista, pero otras veces no era así, como en el caso de Andalucía y Extremadura anarquistas y socialistas. Cada bando sabía que tenía muchos partidarios dentro del territorio del otro bando.

Los rebeldes llamaban a los suyos, que residían en territorio enemigo: «quinta columna». Los gubernamentales llamaban a los suyos que resistían en territorio enemigo: «resistencia». Lo curioso fue que, transcurrido un año, la inmensa mayoría de la población afirmaba estar conforme con el territorio que les había tocado en suerte. El lavado colectivo de cerebro había funcionado por ambos lados. El que no consentía en cambiar de criterio, era fusilado sistemáticamente, en ambos lados.

Organización de la zona rebelde a fines de julio.

La zona rebelde o “nacional” se caracterizó por el orden público y el respeto a las jerarquías, exigido mediante el terror. El orden público se entendía como funcionamiento de los servicios públicos y especialmente los transportes (de ninguna manera como ausencia de asesinatos masivos cotidianos de los considerados “rojos”). Para sostener la guerra se organizaron comités de ciudadanos de derechas, falangistas, carlistas, cedistas, en las diversas ciudades dominadas por los sublevados, que impusieron contribuciones obligatorias para la guerra a profesionales, administrativos y comerciantes, e hicieron “colectas voluntarias” de ropa, víveres y medicamentos para el frente. Los precios y los salarios fueron congelados (en unas ciudades al nivel de julio 1936 y en otras al de febrero de 1936 (lo cual era más ventajoso para los patronos). La congelación dio lugar al mercado negro[2], origen de muchas fortunas de principios del franquismo. Las autoridades provinciales eran militares, y con ellos colaboraba la Guardia Civil, y tenían como principal función la coordinación del funcionamiento de los negocios.

La principal dificultad de los sublevados era organizar un Gobierno civil pues Calvo Sotelo había sido asesinado, y Gil Robles y Lerroux no eran aceptados por los falangistas. El resultado fue el nombramiento de un Gobierno militar, 24 de julio de 1936, o Junta de Defensa Nacional, integrado por Mola, Saliquet, Ponte, Dávila y Miguel Cabanellas. Franco se incorporaría a esta Junta en agosto. Queipo de Llano actuaba por libre, como independiente, en Sevilla.

Los republicanos fueron incapaces de organizarse. El patrón de comportamiento era que los anarquistas organizaban unas milicias voluntarias, con jornaleros indisciplinados e histéricos, cuya principal obsesión era organizar “comités revolucionarios” y exigir la dirección de la actividad bélica a los militares. El resultado era absurdo e irracional, pues los inexpertos se hacían cargo de las operaciones militares, y los expertos quedaban apartados de ello.

El general Martínez Cabrera, general Miaja Menant y el general Asensio Torrado tenían por objetivos Granada y Córdoba, para convertirlos en bases desde las que tomar toda Andalucía. Pero empezaron las disensiones: Prado Mendizábal dijo que el objetivo debía ser Algeciras para evitar el desembarco de las tropas africanas. Y el resultado final es que no consiguieron ni lo uno ni lo otro. La flota anclada en Málaga, y la aviación que estaba en Málaga, no fueron utilizadas convenientemente. La aviación de Guadix y la de Andújar (Jaén), no fueron utilizadas coordinadamente. Las guarniciones de Cartagena, Murcia, Alcoy y Castellón de la Plana no fueron coordinadas. Parte de la culpa la tuvo la indisciplina de los milicianos anarquistas y de UGT. El caos máximo se produjo en Málaga. Si aquello era lo que podía hacer la República, la guerra se podía dar por perdida. Y aquello fue a peor cuando los comunistas también quisieron su revolución, y los separatistas sus programas de independencia.

El 25 de julio, el Gobierno nombró a José Miaja Menant Jefe de las Operaciones del Sur, es decir, encargado de dominar Andalucía. El 28 de julio, Miaja salió de Albacete con 5.000 hombres con destino Córdoba. Bastó que unos aviones les ametrallaran para que cundiera el pánico y l operación se considerara fracasada. Miaja  se trasladó a Valencia y tomó el mando de la III División Orgánica, desde donde pensaba levantar un ejército considerable con el que ir sobre Andalucía, pero las milicias de sindicatos socialistas y anarquistas y las comunistas, no se sometían a la disciplina militar, y el proyecto de Miaja fue un fracaso.

A fines de julio de 1936, el Gobierno de la República decidió acaparar los víveres y artículos de primera necesidad.  El 25 de julio, se creó un Comité de Intervención en la Industria. El Gobierno trataba de controlar las empresas que en ese momento estban cayendo en manos sindicalistas, sobre todo de UGT y CNT. La Dirección General de Industria designaba al Director de cada empresa, y éste legía un “comité obrero” de dirección de la empresa. Las empresas abandonadas por sus propietarios, eran incautadas a favor del Estado, y las empresas que todavía funcionaban eran intervenidas, de modo que el funcionamiento era similar, aunque la propiedad teórica continuase en los particulares.

En julio de 1936, UGT, CNT y PCE declararon que los alquileres, el gas, la luz y el teléfono no se debían pagar.

El orden público en zona gubernamental.

El 23 de julio de 1936, el Comité de Enlace que integraban: Anastasio de Gracia por el PSOE, Antonio Mije por el PCE, Pascual Tomás por UGT y Aurora Arnáiz por Federación de Juventudes Socialistas, pidió evitar la violencia, respetar la vida y la propiedad, y respetar la vida de los prisioneros. CNT-FAI contestó que ellos fusilarían a los delincuentes. Y el Ministro de Gobernación envió un telegrama al Director General de Seguridad y a los Gobernadores Civiles Provinciales, para que se fusilara a todos los que asesinaban y robaban en nombre de las autoridades políticas. Posteriormente, el Ministro de Guerra prohibió circular vehículos a gran velocidad, y prohibió a las personas el que llevaran armas por la calle.

Sorprende que el Gobierno quisiera controlar por la vái del decreto, a unas masas a las que había armado cuatro días antes.

Efectivamente, cada patrulla de orden público hizo lo que le vino en gana, y fue el momento de registrar casas y saquearlas para llevarse dinero, bebidas, comida, enseres y ropa, e incluso para asesinar a individuos que no les caían simpáticos a los milicianos. El orden público de la zona gubernamental no existió. Los encargados de hacer respetar el orden público eran los delincuentes. En ese punto, el Gobierno empezó a perder la guerra, pues perdió su credibilidad.

     La Junta de Defensa Nacional, rebelde.

Una vez muerto Sanjurjo, había que resolver quién sería el líder político de los sublevados, el escogido para ese puesto antes de 18 de julio. Sanjurjo era el hombre de consenso entre las facciones rebeldes, la liberal republicana, la monárquica alfonsina, la monárquica carlista, y la antidemócrata autoritaria. No creemos que la minoría fascista tuviera opciones. La desaparición de Sanjurjo, dio comienzo a una batalla política, que se hizo más dura día a día, a medida que era evidente el fracaso del golpe de Estado, y la necesidad de emprender una guerra larga si se quería recuperar el poder.

Emilio Mola viajó a Burgos el 21 de julio para organizar un Gobierno rebelde. Al llegar a esa ciudad, se encontró con que los militares ya habían hecho una Junta, en la cual le habían reservado el Negociado de Guerra. En la Junta de Burgos, sólo había dos militares: Mola en Guerra, y Dávila en Hacienda, a los que había que sumar el secretario, Moreno Calderón. Y el resto de vocales eran civiles sin experiencia política. A Mola le pareció inviable aquella Junta que le presentaban como cosa ya hecha, porque los carlistas, a falta de formar ellos el Gobierno, exigían que la Junta fuera íntegramente militar, y que más tarde se discutiera el sistema de Gobierno a imponer. Los carlistas propusieron a Cabanellas como Jefe de esa Junta Militar a conformar. Era curioso que los monárquicos carlistas propusieran a un republicano para presidir la Junta nueva, pero Cabanellas tenía mucha credibilidad como hombre honesto.

El día 22 de julio, Mola viajó a Zaragoza para ver a Cabanellas. Y Mola cedió a Cabanellas la presidencia. En pura tradición militar, Cabanellas era el general más antiguo de la rebelión, y le correspondía la jefatura. En este punto se muestra un gran fallo de la rebelión, el no tener prevista la formación de una Junta o Gobierno, o el no tener prevista la posible muerte de Sanjurjo. Se perdieron varios días en el ataque a Madrid, y en el desarrollo del golpe, por culpa de tener que coordinarse en formar un Gobierno.

Emilio Mola era el planificador, y se había instalado en el Cuartel de la VI División Orgánica, Burgos, pero casi todos consideraban que él no debía ser el jefe. En las Instrucciones de julio de 1936, Mola había hablado de una “Junta Suprema” integrada exclusivamente por militares, y presidida por el general Sanjurjo, el más antiguo. Pero Sanjurjo había muerto el 20 de julio. Y Mola cambió su plan de Gobierno. Pensó en una “Junta de Defensa Nacional” porque ya se estaba en una guerra, y no en el triunfo de un golpe de Estado. La Junta actuaría como un Gobierno Provisional. La Junta debía tener su sede en Burgos, lugar central de la zona rebelde más fuerte, entre Zaragoza, Pamplona y Valladolid. Mola consultó con Goicoechea y con Vallellano, de Renovación Española, pero no con Franco ni con los falangistas, porque desconfiaba de los totalitarios. Fal Conde, líder de lso tradicionalistas, aceptó un Gobierno militar “por un tiempo prudencial y hasta ganar la guerra”.

Miguel Cabanellas era el general más antiguo, pero era masón y republicano, y no contaba con las simpatías de los monárquicos, ni de los católicos. Y cuando las tropas sublevadas no lograron pasar el Guadarrama, se le cargó con las culpas de ese fracaso. Mola sabía que bajo la presidencia de Cabanellas, sería él quien dirigiese la guerra.

Mola se sintió contento tras lograr imponer su Junta de Defensa Nacional, y anunció que el golpe ya había triunfado en casi todo el país. Era obvio que se sentía eufórico, y que no eran ciertas estas declaraciones.

En esos primeros días de la rebelión, Francisco Franco estaba en África y no era capaz de pasar su ejército a la península, como estaba previsto en el plan inicial. Franco era un referente para los soldados, pero era un desconocido para la mayoría de los españoles. Franco fue nombrado Jefe del Ejército de África y del Sur de España. Franco estaba al tanto de que se preparaba un nuevo Gobierno, y emitió una proclama en la que, el 22 de julio, dijo: “Éste es un movimiento nacional español, republicano, que salvará a España del caos en que se pretendía hundirla”. Es decir, aceptaba los planes de Mola, incluida la República. Franco se estableció en Cáceres el 26 de julio. Queipo de Llano terminaba todos los días sus larguísimas y maleducadas charlas radiofónicas, con un ¡Viva la República!

Cuando Mola regresó a Burgos, el 22 por la tarde, no había un líder que gustara a todos los rebeldes. El 23 de julio, se decidió constituir un mando colectivo, que se llamaría Junta de Defensa Nacional, con la lista de hombres que Sanjurjo había preparado.

El 23 de julio por la tarde, llegó a Burgos Miguel Cabanellas. En ese momento, tuvo lugar la constitución oficial de la Junta de Defensa Nacional. La Junta asumía todos los poderes del Estado, y la representación de España en el Extranjero, propia del Jefe del Estado. Las decisiones se tomaban por acuerdo entre los vocales de la Junta, y la firma de su Presidente. La sede de la Junta era el edificio de Capitanía General de Burgos.

El 24 de julio de 1936 se publicó el establecimiento de una Junta de Defensa Nacional, Gobierno del bando sublevado. Su Presidente era el general Miguel Cabanellas Ferrer; vocales eran el general Andrés Saliquet Zumeta, el general Emilio Mola Vidal, el general Fidel Dávila Arrondo, el general Miguel Ponte Manso de Zúñiga, el coronel Federico Montaner Canet, el coronel Fernando Moreno Calderón, y el capitán de navío Francisco Moreno Calderón. Todos eran peninsulares, y era evidente que se excluía a los africanistas dictatoriales antidemócratas.

Se designaban como mandos militares: Jefe del ejército del Norte al general Emilio Mola Vidal, con mando sobre la V, VI, VII y VIII Divisiones Orgánicas. Y Jefe de las fuerzas de Marruecos y Sur de España, al general Francisco Franco Bahamonde. Franco pasó el Estrecho el 25 de julio, y se instaló en Cáceres el 26.

La razón de la composición de esta Junta de Defensa Nacional, era que Cabanellas era republicano conservador, y representaba al sector de la derecha republicana; Fidel Dávila y Luis Miguel Limia Ponte eran alfonsinos de Alfonso XIII; y Emilio Mola no era ni alfonsino ni carlista, y así quedaban representados todos los sectores políticos rebeldes. Mientras tanto, Franco no disponía en la Península de las fuerzas africanas que le apoyaban, y Queipo de Llano no tenía un ejército importante en Sevilla. Todavía, el objetivo era el golpe de Estado, la toma de Madrid, y se consideraba que este Gobierno debía ser una cosa puntual a muy corto plazo, y no se había pensado en una guerra larga. No eran capaces todavía de reconocer su fracaso como golpe de Estado, y que, de hecho, ya se habían embarcado en una guerra, cosa que tardarían mucho en asumir. Cuando lo asumieron, Franco era el jefe militar indiscutible y ya no había opción a un juego liberal entre monárquicos y republicanos.

Se le encomendó a Mola forzar el dominio del Cantábrico, País Vasco, Cantabria y Asturias, pero el frente se estabilizó entre Álava y Guipúzcoa, y Mola no pudo apuntarse éxitos que le dieran popularidad. La estabilización de frentes se debía a que ambos ejércitos combatientes carecían de material de guerra adecuado para doblegar al enemigo, e incluso para resistir, pues por ejemplo, tenían balas de cañón, pero no tenían cañones, y tenían muchos fusiles viejos, sobrantes de la Gran Guerra de 1914, pero no tenían munición para esos fusiles. Como los dos bandos estaban igual, el frente no progresaba. Lo único que hacían en el frente eran operaciones de desgaste, ejecución de posibles enemigos civiles, que producían muchos muertos, y ningún resultado estratégico.

El Presidente, Miguel Cabanellas, adoptó una guardia pretoriana de falangistas, un error evidente, cuando los falangistas querían su propia revolución nacional española, y no la vuelta al sistema democrático constitucional republicano.

La Junta de Defensa Nacional no decidía nada sobre asuntos políticos, ni sobre lo que se hacía en Sevilla (Queipo de Llano), o en Navarra (Mola), o en Cáceres (Franco), y era por ello solamente un intento de recomponer el poder. La Junta podía elaborar disposiciones, pero no tenía capacidad de hacerlas cumplir, con lo cual, tanto Franco como los falangistas, podían hacer lo que les viniera en gana en todo momento.

El 24 de julio se publicó el primer Boletín Oficial de la Junta, el cual se imprimió en el Gobierno Civil de Burgos. Apareció publicado el 25 de julio. En la cabecera había un escudo de la República con una corona de tres torres. Mantenía la bandera republicana roja, amarilla y morada. Dio permiso a los carlistas para usar su bandera blanca, y a los nacionalistas españoles monárquicos, la roja amarilla y roja, a su gusto.

     Reajustes militares entre los rebeldes.

Se cesó al general Sebastián Pozas Perea como Inspector General de la Guardia Civil y se puso en su puesto al general Federico de la Cruz Boullosa; se destituyó a todos los Gobernadores Civiles, cuyo trabajo pasaba a los Gobernadores militares correspondientes; se nombró Jefe de la V División Orgánica (Zaragoza) al general Germán Gil Yuste y se cesó a Cabanellas; se nombró Jefe de Servicios del Aire a Alfredo Kindelán; se nombró Jefe de la Flota al capitán de navío Francisco Moreno Calderón, que también era nombrado vocal de la Junta de Defensa Nacional. Un decreto posterior, de 4 de agosto, nombró a Franco vocal de la Junta de Defensa Nacional. Y otros vocales de la Junta nombrados más tarde, fueron Gil Yuste, Queipo de Llano, y Orgaz Yoldi.

Seguía sin haber Jefe militar de la sublevación. El mejor posicionado era Mola, porque había organizado el golpe, mientras Cabanellas no era popular en el ejército. Francisco Franco y Gonzalo Queipo de Llano se habían quedado fuera de la Junta.

Pero Fidel Dávila Arrondo, empezó a maniobrar desde dentro de la Junta de Defensa Nacional a fin de que Franco ganase poder paulatinamente. Ello era abogar por otro modelo de Estado, antiliberal, sin Cortes, sin partidos, ni liberales ni socialistas. Franco sabía que Dávila abogaba por él, y en su momento, le haría Jefe de Estado Mayor y Presidente de la Junta Técnica del Estado. Y más tarde, en febrero de 1938, Ministro de Defensa; y en agosto de 1938, Capitán General de la II División Orgánica, Sevilla; y en 1941, Jefe de Estado Mayor Central; y en julio de 1945, Ministro del Ejército; y en octubre de 1949, le dejó a cargo del Gobierno mientras él viajaba a Portugal.

En 24 de julio, se entendía todavía que el golpe era para rectificar las malas acciones del Gobierno de la República, cuando había entregado el poder a socialistas de clase, comunistas y anarquistas, y no respetaba la democracia. No se había pasado a la fase autoritaria y militarista de eliminación física de esas personas, como sucedería más tarde cuando el poder lo tomó Franco. Recordemos que la democracia liberal representativa y de derecho, respeta los derechos de cada persona en cada momento concreto, cree en los derechos de la iniciativa empresarial, la fuerza del trabajo y los órganos del Estado, asume que la soberanía radica en los representantes elegidos por el pueblo cuyo poder está por encima de disciplinas de partido y amenazas de gobernantes, y respeta la Constitución y las leyes, en tanto estén legítimamente vigentes. Y recordemos que la “democracia socialista de clase” da prioridades a unos derechos sociales sobre otros individuales, elimina la iniciativa privada empresarial, impone la dictadura sobre los órganos del Estado, y se rebela contra la Constitución y las leyes, a las que declara burguesas, imponiendo su propio sistem legal por la vía revolucionaria, a menudo violenta. La democracia liberal es incompatible con la democracia socialista de clase, y la una supone la destrucción de la otra.

Respecto a la “democracia orgánica” que impondría más tarde Franco, es un modelo fascista que se opone a las dos democracias anteriormente citadas. Y no queremos decir que el franquismo fuera fascismo, sino que utilizó bases ideológicas y modelos de organización ciudadana fascistas. El fracasado golpe de Estado de julio de 1918, trataba de luchar contra la democracia socialista, y restaurar la democracia liberal, pero se apoyó en fuerzas militaristas y fascistas, y dio lugar primero a una guerra sangrienta, y después, a una dictadura autoritaria militar, apoyada en una red fascista.

El 24 de julio, boletín que apareció el 25 de julio, se redactó el Decreto que decía que la Junta de Defensa Nacional asumía todos los poderes del Estado e incluso la representación de España en el extranjero.

Por el Decreto de 24 de julio, se eliminaban las Cortes clasistas obreras existentes en ese momento, lo cual no quería decir que no se fueran a convocar otras más democráticas, pues no se convocaron nunca. Se declaró ilegal el marxismo en España. Se pedía la solidaridad nacional con la necesaria autoridad inflexible que debía imponer el orden público, la paz, y el restablecimiento de las relaciones económicas. El Estado protegería a los obreros, los cuales mantendrían sus derechos laborales. Los cargos políticos no serían inamovibles, de modo que, cuando fuera tomado Madrid, se constituiría el definitvo Directorio Militar que gobernaría en España. De este modo, el golpe parecía ser de los liberales y demócratas.

El 24 de julio, la Junta de Defensa Nacional no mencionaba para nada el catolicismo, y no aclaraba el régimen político que pensaban imponer. Todavía se discutía entre monárquicos, republicanos y antidemócratas.

Evolución de la Junta de Defensa Nacional.

Posteriormente a julio de 1936, se hizo la incorporación a la Junta de Defensa Nacional del capitán de navío Francisco Moreno Fernández en 30 de julio, y de cuatro generales más: Francisco Franco Bahamonde el 4 de agosto, Germán Gil Yuste el 18 de agosto, Gonzalo Queipo de Llano Sierra el 19 de septiembre, Luis Orgaz Yoldi el 19 de septiembre.

Miguel Ponte fue cesado como miembro de la Junta, el 18 de agosto de 1936.

Francisco Moreno Fernández, 1883-1945, se había hecho popular en 1935 por su enfrentamiento con el Subsecretario de Guerra, el cual quería reformar la Marina a su manera, y en julio de 1936, porque se rebeló en El Ferrol cuando era comandante de quilla de los cruceros pesados Baleares y Canarias, los más potentes de la flota española a partir de 1937. En 1937 le ascendieron a contralmirante, en 1939 le ascendieron a vicealmirante y le destinaron a Cartagena, y en 1941 le ascendieron a Almirante y le destinaron a El Ferrol.

Francisco Franco Bahamonde, 1892-1975, era general desde 1926, había sido Director General de la Academia General Militar de Zaragoza desde 1928, era general de división desde 1936, y líder del ejército africano, y luego líder de todo el ejército en su conquista de España a partir de 1936.

Germán Gil Yuste, 1866-1948, había sido Director de la Academia General Militar de Toledo en 1918, y colaborador de Primo de Rivera en 1923. En 1931 había abandonado el ejército, pero reapareció en 21 de julio de 1936 para ser Gobernador Militar de Álava por el bando rebelde. Fue Jefe de la V División-Zaragoza, y desde 18 de agosto de 1936, vocal de la Junta de Defensa Nacional, y Secretario de Guerra desde 4 de octubre de 1936 a 31 de enero de 1938.

Gonzalo Queipo de Llano Sierra, 1875-1951, era Jefe militar en Sevilla. Queipo de Llano era un alcohólico excéntrico, al que le daba por criticar groseramente a todos sus jefes. En 1923, criticó al ejército de Primo de Rivera, y la primera vez fue degradado desde general de brigada, encarcelado la segunda, y apartado del ejército en 1928. Entonces se hizo antimonárquico y conspirador contra Alfonso XIII, y hasta tuvo que huir a Portugal. Regresó a España en 1931, con la República, y asumió el mando de la I División, Madrid, y la jefatura de Estado Mayor, hasta que se dieron cuenta de que trataban con un excéntrico. Comenzó a criticar a los Gobiernos republicanos, y se sumó a los rebeldes en  mayo de 1936. Se sublevó en Sevilla en 18 de julio de 1936, y fue conocido por dos cosas: las muchas muertes que ordenó, y las tediosas charlas radiofónicas en las que presumía de cojones, de haber vencido con pocos hombres a los comunistas, y de que sus hombres violaban a las mujeres de los rojos. Su autoridad en Sevilla era absoluta, y ni siquiera Franco se atrevió a cuestionarla, hasta que en 1939, una vez decidida la guerra, Franco decidió destituir a Queipo de Llano, y le envió a Roma, donde podía hacer menos daño a su Gobierno.

Luis Orgaz Yoldi, 1881-1946, era africanista, y fue conspirador contra la República de 1931 desde elprimer momento. Participó en la conspiración de Sanjurjo de 1932 y en la conspiración de Madrid de marzo de 1936 para preparar el Golpe de Estado. Fue enviado a Canarias y desposeido del mando, pero se juntó con Franco, al que sustituyó cuando Franco voló a Tetuán, y luego acompañó a Franco en Ceuta, y se quedó como Alto Comisario de España en Marruecos al servicio de Franco.

Miguel Cabanellas Ferrer 1872-1938 había nacido en Cartagena y fue soldado de Caballería destinado en Cuba. Africanista a partir de 1909, organizó junto a Berenguer las unidades de regulares. Se manifestó contrario a las Juntas de Defensa en 1917. Defendió Melilla en 1921 cuando atacaban los bereberes de Abd el Krim. Se opuso a la dictadura en 1923. Estuvo en la reconquista del Rif en 1925. El dictador le pasó a la reserva en 1926 porque le consideraba liberal, y porque era masón. Colaboró en la conspiración de Sánchez Guerra contra la dictadura en 1929, por lo que sería considerado republicano por casi todos. En 1931-1936 fue Jefe de la II División en Andalucía, jefe de las fuerzas de Marruecos, Director General de la guardia Civil y jefe de la V División Orgánica en Zaragoza, porque se le consideraba un hombre de la República. El 18 de julio de 1936, el general Miguel Núñez de Prado fue a verle creyendo que sería fiel a la República, y se encontró la sorpresa de que apoyaba la sublevación. El levantamiento de los sublevados en Zaragoza fue muy peculiar porque se gritaba “viva la República”. Los rebeldes quisieron quitarle el mando directo en tropa y por ello le hicieron Presidente de la Junta Nacional de Defensa en 24 de julio de 1936. Mola no fue un hombre cómodo para Franco, pues el 21 al 28 de septiembre de 1936 se opuso a conceder todo el poder político y militar a Franco, pues Mola era demócrata y consideraba a Franco demasiado autoritario e individualista, antidemócrata, no obstante accedió a firmar el documento que le entregaba esos poderes al caudillo el 1 de octubre de 1936. Franco no le perdonó nunca y le dio siempre cargos secundarios del tipo de inspección de cosas del ejército, hasta que murió en Málaga en 1938. Franco confiscó todos sus papeles y los hizo desaparecer. En 1936, Miguel Cabanellas tenía a su favor el haber sido republicano, lo que daba una mejor impresión inicial, cuando el levantamiento era por la República, por un mejor funcionamiento de la República.

Emilio Mola Vidal 1887-1937 había nacido en Placetas (Cuba) el 9 de julio de 1887 y en 1904 había ingresado en la academia militar de Toledo. en 1909-1925 estuvo en la Guerra de Marruecos, por lo que era un africanista. En 1927 era general. En febrero de 1930, Berenguer le había hecho jefe de la Dirección General de Seguridad. En abril de 1931 era acusado por el Frente Popular de represivo y en agosto de 1932 fue separado del ejército, lo que determinó su enemistad con el Gobierno de la República. En 8 de mayo de 1934 fue amnistiado y fue a Marruecos como Alto Comisario. En febrero de 1936 fue trasladado a Pamplona para alejarlo de Madrid, por ser sospechoso de enemistad con la República, pero hizo entrevistas en Madrid con Goded, Kindelán, Orgaz, Varela y Franco a los que propuso el levantamiento militar. El 24 de julio de 1936 estaba en la Junta Nacional de Defensa, y obtuvo la jefatura del ejército del norte. El 3 de junio de 1937 visitaba el frente de Segovia en avioneta, cuando tuvo un accidente en Alcocero (Burgos), y murió.

Pero todo el mundo sabía que los hombres fuertes de los sublevados eran los militares Emilio Mola, Gonzalo Queipo de Llano y Francisco Franco. De ellos, Mola tenía en su contra el haberse opuesto a Alfonso XIII en 1931, y haber sido Director General de Seguridad, lo que le había dado una cierta fama de policía, de un funcionario más, poco simpático a los militares africanos. Queipo de Llano también había conspirado contra la monarquía en 1930 y, además, era pariente de Alcalá Zamora y había sido Jefe de la Casa Militar presidencial para él. Además, Queipo era ordinario en sus palabras y en sus maneras de comportarse en sociedad. En cambio, Francisco Franco era el militar puro, el hombre que había colaborado a sacar adelante el Tercio de Extranjeros, un hombre acostumbrado a imponer disciplina. Franco tenía en su contra que no se había comprometido en la sublevación hasta el final, e incluso el 17 de julio mostraba muchas dudas. Pero Franco era el hombre preferido por Juan March, Mussolini y Hitler. Además, los monárquicos recordaban que fue Alfonso XIII quien le nombró general, por lo que algo de gratitud esperaban de él. Definitivamente, estaba a favor de Franco, que su ejército estaba avanzando por Andalucía y Extremadura y se acercaba a Madrid, mientras el de Mola estaba mostrando una ineficacia completa en Somosierra y Guadarrama.

El progreso de Franco y caída de Mola, significaba que no se daría el golpe para rectificar el Gobierno de la República hacia posiciones liberales democráticas, sino se iría a la instauración de un modelo de Estado completamente nuevo, antiliberal, antirrepublicano, anticomunista y militar dictatorial.

El Gobierno de la Junta de Defensa Nacional.

Las principales decisiones de la Junta de Defensa Nacional, porque todos sus componentes estaban de acuerdo en ellas, eran:

El 28 de julio de 1936, declaración de estado de guerra en todo el territorio español, lo que significaba que las autoridades militares tenían preeminencia sobre las civiles, lo cual daba legalidad jurídica a una situación de hecho desde 18 de julio de 1936. Quedaban sometidos a jurisdicción militar los que se rebelaran (contra los rebeldes), delito para cuya prueba bastaría la palabra de un militar, los que poseyeran armas, los que celebraran reuniones sin permiso militar, los que dificultaran los abastecimientos a civiles o a militares del bando rebelde, o de Mola y Cabanellas, los que elevaran los precios, los que ejercieran coerción sobre contrataciones y salarios, o practicaran despidos. El decreto también habilitaba a los militares a censurar la prensa y a incautarse de vehículos.

En materia económica, la Junta de Defensa reguló el cobro de impuestos, suspendió los plazos de los efectos mercantiles, impuso nuevos plazos para el cobro de contribuciones, y el 14 de agosto, declaró delito la exportación de oro y metales preciosos. También reguló las “donaciones” de oro y metales preciosos a la Junta Nacional. Y el 29 de agosto, autorizó a los jefes militares a incautarse de los recursos minerales que consideraran oportuno, y se declararon nulas las operaciones realizadas con la garantía del Banco de España. El 21 y 23 de agosto, decidió la política de intervencionsimo estatal sobre el trigo y su precio, de modo que había que entregar todas las codsechas y aceptar el precio que fijaba el Estado. Se decidió que las fincas que el Gobierno de la República tenía en expropiación, volvieran a sus propietarios anteriores a 16 de febrero de 1936. Y el 4 de septiembre, creó una Comisión de Industria y Comercio que representaba a los principales empresarios del país, y un Comité Nacional de la Banca Privada con los principales banqueros de la zona rebelde. No ersa una economía fascista, estatalizante, pero sí de control estatal.

El 27 de agosto, se atribuyó jurisdicción militar y civil a los generales y jefes de ejércitos en operaciones de guerra.

El 4 de septiembre, se nombró Rector Vitalicio de la Universidad de Salamanca a Miguel de Unamuno, el cual había accedido a cooperar con los rebeldes, lo que significaba un gran prestigio para la rebelión. La aceptación de Unamuno fue muy discutida. Los Rectores de Universidad adquirieron autoridad para expulsar de la Universidad a personas consideradas peligrosas.

El 16 de septiembre de 1936, se reguló la actuación de los partidos políticos y se condenó a todos aquellos que hubieran formado parte del Frente Popular, pero el Partido Republicano Radical fue tolerado, pues de hecho era muy de derechas. En cambio en PNV fue prohibido, aunque era muy de derechas y católico. Los bienes de los partidos disueltos pasaban al Estado.

El 21 de septiembre tuvo lugar una reunión de la Junta de Defensa Nacional en Salamanca, para normbrar un mando militar único. Se opuso a ello el general Cabanellas, pero se pasó a la votación, y salió elegido Francisco Franco Bahamonde, con la abstención de Cabanellas.

El 28 de septiembre de 1936, fue preciso aclarar la Ley de 16 de septiembre, pues don Juan de Borbón y don José María Gil Robles entendieron que ellos podían tener sus propios partidos. En la aclaración se publicó que quedaban prohibidos todos los partidos políticos y todas las actividades sindicales, incluidas las de partidos de derechas. El único partido aceptado era el del ejército rebelde, y los únicos sindicatos, los que promovieran el nuevo sistema de Gobierno de España. Se toleraban las agremiaciones profesionales sumisas a la autoridad militar de su zona.

Los rebeldes tenían un problema a la hora de declararse por un régimen político determinado: si concretaban el régimen político a imponer, perderían el apoyo de los requetés, de los falangistas y del ejército de África liderado por Franco. Y si no concretaban, habría de todas formas lucha por dominar la Junta de Defensa Nacional e imponer un régimen político determinado.

El tema de definición política se complicó por intervención de la Iglesia Católica: la Junta Nacional nunca pidió apoyo a la Iglesia católica, pero fueron los obispos los que se inmiscuyeron, alegando que era su deber dar las ideas morales y religiosas a respetar en la zona rebelde. Tras ello, latía un odio profundo a los de UGT, CNT y comunistas. La Iglesia declaró que la sublevación era una “cruzada”, para así animar a los católicos a participar en la guerra. Mola acabó aceptando el planteamiento católico en agosto de 1936, en un discurso en Radio Castilla, cuando dijo que la cruz unía  a todos los sectores y secciones rebeldes. Mola estaba cometiendo un error muy grande, pues entregaba la rebelión a los sectores más conservadores de la misma.

En Educación, la Junta decidió que el objeto de la educación era restaurar las supuestas virtudes tradicionales españolas, y abolir las que habían tratado de imponer los Gobiernos de la República. Y el 21 de agosto y 8 de septiembre de 1936, se reguló la reanudación del curso escolar, separando los niños de las niñas en distintas aulas. Se decretó que, en los casos en que no hubiera locales para cumplir este Decreto, se harían turnos de mañana para chicos y de tarde para chicas. En ambos casos, se impuso la asignatura de “patriotismo”. Las autoridades locales tenían la obligación de poner en cada escuela una bandera bicolor, y en cada aula, un crucifijo.

     Francisco Franco, jefe de la rebelión.

El 30 de septiembre se hizo entrega oficial a Franco de los títulos de Jefe del Gobierno del Estado y de Generalísimo de los Ejércitos.

El 1 de octubre, desfilaron las tropas de Burgos delante del nuevo Generalísimo.


[1] Miguel Gila fue un soldado gubernamental que se hizo humorista en el frente, caricaturizando situaciones de guerra absurdas, tuvo éxito entre sus compañeros, y tuvo mucho éxito en las décadas siguientes en España.

[2] En el mercado negro se podía conseguir casi todo, a precios muy altos. En el mercado oficial había carencias de todo. Los encargados de la distribución de mercancías, no tenían más que retirar los mejores productos de los comercios, a precios bajos, y ofrecerlos en el mercado negro, a precios altísimos.

Post by Emilio Encinas

Emilio Encinas se licenció en Geografía e Historia por la Universidad de Salamanca en 1972. Impartió clases en el IT Santo Domingo de El Ejido de Dalías el curso 1972-1973. Obtuvo la categoría de Profesor Agregado de Enseñanza Media en 1976. fue destinado al Instituto Marqués de Santillana de Torrelavega en 1976-1979, y pasó al Instituto Santa Clara de Santander 1979-1992. Accedió a la condición de Catedrático de Geografía e Historia en 1992 y ejerció como tal en el Instituto Santa Clara hasta 2009. Fue Jefe de Departamento del Seminario de Geografía, Historia y Arte en 1998-2009.

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