Gobierno Casares Quiroga, mayo de 1936.

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Santiago Casares Quiroga, 1884-1950, era un abogado de La Coruña, amigo personal de Azaña. Estudió Derecho en Madrid, y tuvo una hija en 1910, a la que adoptó y dio sus apellidos, y se casó en 1920 con otra mujer con quien tuvo otra hija en 1922. La constante en su vida era su tuberculosis, la cual contrajo a los 5 años de edad, y siempre le dio problemas. Fue concejal por La Coruña en 1907, a los 23 años de edad. Junto a Segundo Moreno Barcia y José Martínez Rodríguez, crearon el partido Solidaridad Gallega. Casares Quiroga era líder de Organización Regional Gallega Autónoma, ORGA. Estuvo en el Pacto de San Sebastián de 1930 en representación de Federación Republicana Gallega, que era una coalición de Organización Regional Gallega Autónoma ORGA, Partido Radical-Socialista Independiente de Marcelino Domingo, Republicanos Federales, y Radical-Socialistas Gallegos. En 1930 fue enviado a Jaca para evitar la sublevación anticipada de los comunistas liderada por Fermín Galán Rodríguez, pero se fue a dormir en la noche de autos, y cuando se despertó esa mañana, ya estaba en marcha el levantamiento, ante lo cual no supo qué debía hacer, y no hizo nada. Pero en marzo de 1931 fue encarcelado por haber participado en un levantamiento frustrado, y se le condenó a seis meses y un día. En 1931 fue Diputado, e integró su partido en Izquierda Republicana. Fue Ministro de Marina en 1931, de Gobernación en 1931-1933, interino de Comunicaciones en diciembre de 1931, y Ministro interino de Comunicaciones en verano de 1932. En 1933, tuvo lugar la coalición del Partido Republicano Gallego, Alianza Republicana de Manuel Azaña, y Radical-Socialistas Independientes de Marcelino domingo, y surgió Izquierda Republicana. El 19 de febrero de 1936 fue Ministro de Obras Públicas para Azaña. En 17 de abril de 1936 fue también Ministro de Gobernación. Como Ministro de Gobernación en 1936, no supo reaccionar ante las revueltas anarquistas, ni ante el golpe de Estado de Sanjurjo de agosto de 1932. En cambio actuó excesivamente duro ante los sucesos de Casas Viejas. Murió en París en 1950.

Santiago Casares Quiroga, no tenía condiciones físicas para desempeñar su cargo de Presidente del Gobierno, pues estaba tuberculoso. Sólo aceptó por la amistad personal que le unía a Azaña.

     Gobierno Santiago Casares Quiroga,

     13 mayo 1936, a 19 julio 1936.

  Presidente del Consejo de Ministros, Santiago Casares Quiroga, 1884-1950, Izquierda Republicana.

  Gobernación, Juan Moles Ormella, 1871-1943, Independiente.

  Obras Públicas, Antonio Velao Oñate, 1889-1968, Izquierda Republicana.

  Instrucción Pública y Bellas Artes (educación), Francisco José Barnés Salinas, 1881-1943, Izquierda Republicana.

  Agricultura, Mariano Ruiz-Funes García, 1889-1953, Izquierda Republicana.

  Industria y Comercio, Plácido Álvarez-Buylla y Lozana, 1887-1939, independiente, de Unión Republicana.

  Hacienda, Enrique Ramos Ramos, 1873-1969, Izquierda Republicana.

  Trabajo, Sanidad y Previsión Social, Juan Lluhí Vallescá, 1897-1944, Esquerra Republicana de Cataluña.

  Justicia, Manuel Blasco Garzón, 1887-1954, Unión Republicana.

  Guerra, Santiago Casares Quiroga, 1884-1950, Izquierda Republicana.

  Estado, Augusto Barcia Trelles, 1881-1961, Izquierda Republicana.

  Marina, José Giral Pereira, 1879-1962, Izquierda Republicana.

  Comunicaciones y Marina Mercante, Bernardo Giner de los Ríos García, 1888-1970, Unión Republicana.

     Casares Quiroga presentó su Gobierno como representativo del Frente Popular, pero sólo tenía Ministros de partidos republicanos conservadores, y no había pesoístas ni comunistas. Se califica a su Gobierno como un Gobierno de izquierda con el apoyo de unas Cortes frentepopulistas. Conservaba los Ministros de Estado, Agricultura y Marina del Gobierno anterior. Y dijo que defendería la República, y que sería beligerante contra el fascismo. Casares Quiroga era Presidente del Consejo de Ministros y Ministro de Guerra al mismo tiempo. Contaba con que tendría el apoyo parlamentario del PSOE.

     Lo cierto es que Casares Quiroga tenía en contra al ala izquierda revolucionaria pesoísta, liderada por Largo Caballero, el cual tenía detrás a masas de proletarios, no sólo de UGT. Y por supuesto, tendría en contra a los comunistas y anarquistas. Y también tenía en contra a toda la derecha, que ya había iniciado preparativos para un golpe de Estado, tal vez militar, tal vez republicano democrático, tal vez católico liberal tradicionalista, tal vez fascista.

Y la mayoría de los españoles estaba cansada de políticos y políticas que hablaban demasiado e introducían muy pocas reformas favorables al progreso social. Casares Quiroga decía que apostaba por la izquierda, pero eso valía mientras sirviese a los intereses de las revoluciones del proletariado que estaban en marcha.

     Lo que ocurría era que los revolucionarios estaban muy enfadados después de dos años de gobierno radical cedista, y su represión posterior a octubre de 1934. También estaban muy enfadados la Esquerra catalana y el PNV, por la represión hecha contra los nacionalismos (en el caso del PNV resultaba un grupo de derechas que se sentía compañero de persecuciones de los grupos de izquierdas restantes). Todos darían apoyo a Casares Quiroga mientras les conviniese, y de ello se deduce que el Gobierno era muy poco estable.

     El Gobierno de Casares Quiroga no interpretó correctamente la sublevación militar que se estaba preparando. La trama era conocida, pero el Gobierno se negó a hacer una investigación sobre los rumores, y se limitó a hacer algunos cambios de destino de los militares más sospechosos. Azaña estaba también implicado en este error, que resultó fatal. Una correcta interpretación de las noticias, hubiera dado como resultado que entre los rebeldes había muchas opciones muy distintas entre sí: Había republicanos que sólo querían una democracia liberal, sin concesiones a los socialistas de clase y a los comunistas; había monárquicos alfonsinos, de Alfonso XIII, que se conformaban con que les dejaran existir; había monárquicos tradicionalistas carlistas; había partidarios de una dictadura militar de tipo primorriverista; había integristas católicos; había antimarxistas; y había simpatizantes de las nuevas tendencias europeas nazionalsindicalistas y fascistas. Un análisis correcto de la rebelión, hubiera permitido pactar con algunos de ellos. Por el contrario, el ataque frontal a los rebeldes, supuso el predominio entre ellos de los autoritarios no democráticos liberales, y en las filas gubernamentales, el predominio de los revolucionarios marxistas y anarquistas, sobre los liberales demócratas.

     Mientras tanto, Calvo Sotelo se estaba poniendo en contacto con Mussolini para buscar apoyos exteriores en un futuro alzamiento o golpe de Estado contra la República. Calvo Sotelo inició una campaña demagógica, con el fin de encrespar los ánimos al máximo, y preparar un ambiente de guerra civil: Hablaba de «cientos de iglesias quemadas», lo cual además de mentira, trataba de exaltar a los españoles. Se debía referir a la suma de los sucesos de mayo de 1931, los de octubre de 1934, y los que estaban ocurriendo en 1936. Del mismo modo, hablaba de «cientos de muertos» «cientos de huelgas». Las formas de hablar tienen su importancia en política.

         Actuaciones del Gobierno Casares Quiroga.

     Mariano Ruiz de Funes, Ministro de Agricultura, viajó a Andalucía y Extremadura frecuentemente, para estar junto a los que ocupaban fincas, y evitar las cargas de la Guardia Civil contra los ocupantes. Los terratenientes interpretaron mal estos viajes de Ruiz de Funes.

Se restableció la autonomía de Cataluña con competencias en materia de orden público, obras hidráulicas y puertos. Cataluña tenía un problema laboral con los metalúrgicos, que habían firmado 44 horas semanales de trabajo en 1934, y estaban trabajando todavía en 1936, 48 horas semanales. El Gobierno les ofreció 40 horas para compensar, y así se aliviaba la falta de ventas por la crisis, pero los obreros no aceptaban esa oferta, y pedían atrasos salariales.

Se restablecieron los Ayuntamientos suspendidos en el País Vasco y se empezó a discutir el Estatuto Vasco. El principal inconveniente era que “el cupo” que pagaban los vascos era muy bajo, a pesar de ser los más ricos de España. Los vascos no estaban dispuestos a pagar más, porque esa política de bajos impuestos atraía inversiones al País Vasco.

Un problema de este Gobierno eran los ferroviarios, que cobraban poco y organizaban huelgas frecuentes. Las compañías ferroviarias se esforzaban en demostrar que tenían pérdidas, y no podían pagar más. Los ferroviarios estaban prestos a organizar todo tipo de huelgas.

En mayo de 1936, el Gobierno recibió un informe del Director General de Seguridad, José Alonso Mallol, sobre la existencia de una conspiración militar. El informe aportaba una lista de 500 implicados, y una recomendación de actuar en contra de todos ellos. Casares Quiroga no hizo nada útil, como ponerse a dialogar con los diversos sectores rebeldes, sino se limitó a tomar medidas de castigo.

El 20 de mayo, el Gobierno cerró los colegios religiosos, teóricamente para evitar incidentes, y aquél año no hubo exámenes finales en estos colegios. Los padres católicos se sintieron intranquilos. El Gobierno perdía simpatías populares.

En cuanto a la labor de José Giral Pereira, Ministro de Marina desde 19 de febrero de 1936 a 22 de agosto de 1936, este Ministro decretó la reducción del Estado Mayor de la Armada a la Sección de Operaciones de la Flota, y puso a su mando al teniente de navío Pedro Prado Mendizábal, que adquiría una autoridad similar a la del Jefe de la Flota. En cada buque había un “Comité de Gobierno” de confianza de los marineros, el cual tenía autoridad en algunas cuestiones, incluso sobre el comandante del buque. Cada buque era una democracia popular. Y el Jefe de la Flota era el capitán de fragata Fernando Navarro Capdevila. La relación personal entre ambos militares era pésima. Navarro Capdevila era de la vieja escuela militar, y sabía que las democracias populares de la tropa, restan efectividad militar. La mayoría de los altos jefes de la Flota se pusieron a favor del golpe de Estado.

     Maduración de la sublevación de Mola.

El 25 de mayo de 1936, Mola emitió un plan de la sublevación titulado “El objetivo, los medios y los itinerarios”, el cual incluía las sucesivas metas militares durante el golpe, y la forma de conseguirlas. El primer objetivo era dominar Madrid. Los medios serían las Divisiones Orgánicas periféricas a Madrid: La III División-Valencia, la V División-Zaragoza, la VI División-Burgos, y l VII División-Valladolid, debían confluir en Madrid. La IV División-Barcelona se limitaría a mantener el orden en Cataluña, y sería reforzada con parte de la III. La VIII División-La Coruña guardaría el orden en Asturias. Las I División-Madrid, y la II División-Sevilla, quedaban fuera del plan, porque no eran fiables a priori. La Marina de guerra debía evitar posibles desembarcos de tropas africanas que se opusieran al golpe. Y no se debía contar con Aviación, porque muchos de sus miembros eran republicanos. Habría que buscar en todos los casos la colaboración de las masas ciudadanas, las fuerzas de orden, las milicias de Falange y del requeté. Y no se contaría con las tropas de Marruecos porque éstas se limitarían a defender su territorio.

Mola contactó con los dirigentes de las milicias del Requeté, de los tradicionalistas, y éstos le pidieron puestos en el Gobierno desde el día siguiente al del golpe. Mola no quería entregarles el Gobierno a los tradicionalistas, y no hubo acuerdo. No se avinieron hasta muy pocos días antes del 18 de julio. El Requeté tenía cerca de 20.000 hombres, muchos de ellos entrenados en el manejo de armas, y sólo le faltaban las suficientes armas y municiones para estar listos para el combate, aunque ya almacenaban algunas. Durante la guerra, llegaron a ser 60.000 hombres.

El 30 de mayo, el tenido por cabeza de la sublevación, José Sanjurjo fue a ver a Mola, y aceptó que el general de la 12 Brigada de Infantería, Emilio Mola, dirigiera los preparativos de la insurrección desde Pamplona. Mola ni siquiera tenía el mando de una División. Pero a los carlistas les parecía que Mola era un cargo muy bajo como para dirigir un golpe de Estado, y creían que podían imponer sus condiciones, tener gente en la dirección del golpe, y establecer los fines del mismo. Las relaciones de Mola con los carlistas fueron largas y muy tensas, con continuas amenazas de ruptura. Y entre los carlistas, los navarros eran más transigentes que los andaluces, los cuales querían un pacto previo entre la Junta Carlista de Andalucía y el propio Mola. Gil Robles fracasó en el intento de lograr que Mola aceptara la entrevista con el carlismo, y luego lo intentó Sanjurjo.

Manuel Fal Conde, Secretario General de Comunión Tradicionalista, visitó a José Antonio Primo de Rivera en la cárcel. Y por otro lado, Mola se entrevistó con algunos falangistas. Se considera que sí que hubo acuerdos entre ellos, pero los desconocemos.

Emilio Mola contactó con Francisco Franco, para que se pusiese al frente de las operaciones militares con el Ejército de África, pero éste, en el último momento, se echó atrás. O no veía maduro el golpe, o no le gustaban las condiciones en que éste se iba a realizar. Convencer a Franco, fue una tarea complicada, que sólo se resolvió a partir de asesinato de Calvo Sotelo en 13 de julio de 1936. Franco era el militar de más prestigio en el ejército de África, y el Ejército de África era el único con capacidad para emprender una guerra en España, y el único con capacidad de amedrentar al Gobierno de cara al golpe de Estado que Mola preparaba.

Nunca estuvieron en la planificación del golpe de Estado ni Gil Robles, ni la dirección de CEDA, pero sí muchos cedistas a título personal.

Después de las entrevistas de Sanjurjo, Mola y Franco, quedaba claro que el golpe sería militar. Pero había que lograr la unidad del ejército, y era preciso atraer a los africanistas, la élite del ejército, entre los que estaban Franco y Goded. Mola también era africanista, pero de ideas democráticas, y no dictatoriales como las de Franco. Unificar los criterios militares era muy difícil porque Mola era liberal republicano, Varela era carlista, otros eran alfonsinos, y alguno era falangista. Todos estaban de acuerdo en ir contra el Gobierno de la República y sus leyes marxistas y anarquistas, pero esto no garantizaba el día después del golpe. Decidieron dar el golpe, y ya se vería lo que sucedía al día siguiente. La cuestión evolucionó de la peor manera posible.

    Ley de Protección al Trabajo de 1936.

El 2 de junio de 1936 tuvo lugar una ley que unificaba y regulaba la protección al trabajo: En el seguro de vejez se permitía la afiliación después de los 45 años, introduciendo el criterio de la pensión variable según los años cotizados. El retiro era posible en algunos casos a los 60 años, y normalmente a los 65, y se podía percibir de una sola vez o en pagas mensuales hasta la muerte del interesado.

En la invalidez, se ponía como condición necesaria el haber estado cotizando para el seguro de vejez, y se aseguraba al inválido una pensión equivalente al tercio de su salario, más todos los gastos médicos y farmacéuticos.

En la muerte, se daba una indemnización para gastos funerarios, y una pensión de supervivencia a la viuda, en los casos que ésta fuera mayor de 60 años, inválida, o tuviera hijos menores de 16 años, o incapacitados, a su cargo.

En la enfermedad se pagaba el 25% del salario los primeros 8 días, y el 50% del salario a partir del octavo día, más los gastos médicos y farmacéuticos.

     Nueva crisis del PSOE en mayo de 1936.

En mayo de 1936 tuvo lugar una nueva crisis del PSOE que pudiera haber sido interesante:

Los “pesoístas demócratas”, capitaneados por González Peña, hicieron frente a Largo Caballero, y se opusieron al planteamiento de violencia sistemática en la calle que se estaba haciendo. Los de esta tendencia, cuyo líder más conocido era Indalecio Prieto, eran partidarios de la colaboración con los republicanos de Azaña, porque creían en la economía planificada, pero no en ponerla en manos del jacobinismo, del populismo, y creían en un cambio por evolución, y no en métodos de ruptura a base de huelgas totales.

Largo Caballero se oponía a que los socialistas formaran Gobierno, y se desgastaran en él, porque prefería la revolución proletaria que decía que se estaba logrando en la calle. No quería ninguna colaboración con los republicanos a los que tildaba de burgueses, y opinaba que se debía eliminar a Azaña porque, según Largo Caballero, era demasiado demócrata. Incluso pensaba en la posibilidad de pactar con CNT para lograr la revolución proletaria.

Prieto dominaba en ese momento en el PSOE. Largo Caballero dominaba en UGT. Prieto fue acusado por Largo Caballero de burgués y traidor al socialismo. Largo Caballero fue acusado por Prieto de ambición personal e infantilismo revolucionario. La discusión llegó a las manos, y algunos grupos prietistas y caballeristas, se dieron palizas entre ellos en Madrid y en Barcelona, e incluso algunos pesoístas contrarios al pacto con CNT, llegaron a tirotearse con cenetistas en Málaga.

El resultado de la crisis del PSOE no fue el apartamiento de Largo Caballero, sino la escisión del partido, y su debilitamiento consiguiente.

CNT acusó entonces a Largo Caballero de ser «largo de lengua, falso y mentiroso», puesto que predicaba la revolución y no hacía nada por ella, puesto que de hecho no se unía a los cenetistas. También le acusaba de ambición personal, medrador político y de poca inteligencia.

A Largo Caballero le gustaba tanto hablar, y se deleitaba tanto en la exaltación de las masas, sabiendo que las tenía pendientes de su palabra y de su potente voz, que era el personaje que la derecha ponía como referencia para demostrar la conjura comunista. La derecha llegó a creer en esa «conjura roja» durante muchos años. Las investigaciones históricas posteriores demuestran la inexistencia de esa conjura, y muestran por el contrario, los muchos desacuerdos dentro de PSOE, y entre PSOE, UGT, CNT y PCE. Muchos socialistas decidieron no colaborar con el Frente Popular. En mayo de 1936, el Frente Popular sin los pesoístas, era un absurdo político del que podía esperarse cualquier barbaridad.

    La huelga de junio de 1936.

En los pueblos se impuso un terror antipatronal, y los patronos respondieron confiándose a los jóvenes de Falange, que eran los únicos dispuestos a enfrentarse a las cuadrillas socialistas antipatronales. Era precisa una alianza nacional contra los fascistas, y contra los grupos jacobinos-populistas de los pueblos de España. Azaña estaba dispuesto a pactar con CEDA, pero Largo Caballero se opuso tajantemente.

En 1 de junio de 1936 se pusieron en huelga más de 800.000 obreros de UGT y CNT. Recibían dinero de los “fondos de solidaridad”, y se preveía que la huelga iba a ser larga. Parecía que la huelga tenía más motivos políticos que laborales. Era una huelga popular, en la que los tenderos vendían al fiado a los obreros en huelga, y las tabernas invitaban a rondas gratis a estos obreros. La huelga empezó con unos 40.000 obreros de la construcción en Madrid, convocados por CNT. Pronto fueron acompañados por otros 30.000 electricistas, fontaneros y auxiliares de la construcción. La huelga se prolongó durante el mes de julio.

La huelga promovida por CNT, fue secundada por UGT, es decir, por Largo Caballero, el cual estaba completamente despistado, y creía que ése sería su triunfo personal definitivo. El Comité de Huelga acordó pedir un 12% de subida de salarios, y un mes de vacaciones retribuidas, la paga completa los días lluviosos en los que el sector no podía trabajar, y la semana laboral de 36 horas. En plena crisis económica, estas peticiones sólo se pueden calificar de populistas, de provocadoras. CNT predicó la táctica de comer en restaurantes, y marcharse sin pagar, lo cual era populismo irracional, y desprestigió a estos ladronzuelos metidos a políticos.

Los comunistas se dieron cuenta de la irracionalidad de la tabla de reivindicaciones, y las calificaron de “extremas”, pero los anarquistas y socialistas lograron que los albañiles abuchearan a los comunistas. El abucheo sucedió en la Plaza de Toros de Madrid. Pero la huelga siguió adelante con gran alegría de los anarquistas y largocaballeristas.

Los huelguistas de Madrid eran unos 80.000 trabajadores de la construcción, 7.000 del sector de la madera, 15.000 del sector de la confección…

En 20 de junio, los empresarios aceptaron un jurado mixto con UGT para resolver la huelga, pero CNT decidió que se continuaba. Los anarquistas David Antona y Cipriano Mera apelaron a la “unidad revolucionaria”, y UGT decidió continuar la huelga.

El 4 de julio, la huelga iba por la 5ª semana, y UGT desconvocó, pero los trabajadores asistieron al trabajo “de brazos caídos”. El 18 de julio de 1936, la huelga se mantenía.

Largo Caballero llegó a percibir que algo iba mal, que CNT “le estaba comiendo la tostada”, y que tal vez no sería Presidente del Gobierno siguiendo en esta alianza con CNT. Y dio marcha atrás. Dijo que aceptaba los Jurados Mixtos que CNT rechazaba, y que aceptaba la oferta del Ministro de Trabajo, Juan Lluhí Vallescá, republicano de izquierdas, que le ofrecía 15 días de vacaciones retribuidas, y semana de 40 horas, justamente la propuesta inicial del PCE. Por fin, Largo Caballero aceptó el arbitraje, y mandó abandonar la huelga. La unidad UGT-CNT había fracasado. Los anarquistas le acusaban de traidor, y los republicanos de incapaz de controlar a sus propios seguidores.

Naturalmente, CNT se enfadó mucho al ver fracasada su táctica revolucionaria, y dijo que Largo Caballero era un ”traidor” y un “reformista”, lo cual venía a ser otro insulto entre los revolucionarios. Y ordenó a los pistoleros de CNT disparar sobre los trabajadores que volvían al trabajo, acusándoles de esquiroles.

         El caso Malumbres.

El 3 de junio de 1936, fue asesinado en Santander, Luciano Malumbres Francés, 1890-1936. Era un palentino que había sido militar destinado a Santander en 1916, que luego fue al Protectorado Marroquí, y enviaba crónicas a El Cantábrico. Se asentó definitivamente en Santander, y se hizo cargo del periódico La Región en 1933, un periódico que se sobrepasaba en descalificaciones de las personas de derechas. Malumbres tuvo escolta policial día y noche, por las amenazas que sufría. Y el 3 de junio de 1936, Malumbres fue asesinado en la Calle del Martillo por un militar falangista llamado Amadeo Pico Rodríguez. Los obreros presentes, algunos de ellos armados, persiguieron a Amadeo Pico, y le mataron en Plaza de Mariana Pineda (actual Porticada). Los obreros ordenaron con amenazas cerrar todos los comercios, establecimientos y fábricas de Santander, y organizaron varias manifestaciones populares, al tiempo que se inició la caza de integrantes de un presunto comando falangista. Los piquetes de obreros mataron a Pedro Cea en la Calle del Rubio, persiguieron a tiros a otros dos falangistas, y asaltaron el bar La Austriaca, centro de reuniones falangistas. Avisaron a sus contactos de Madrid de que había un comando falangista en Fuencarral, y la policía detuvo a varios integrantes del mismo, en este caso legalmente y por vías ordinarias. El entierro de Malumbres fue algo insólito en Santander, pues acudieron unas 20.000 personas, en una ciudad de 85.000 habitantes. Matilde Zapata, viuda de Malumbres, se hizo cargo de La Región, y se manifestó en adelante como miembro del PCE, y radicalmente antifascista.

El caso Malumbres muestra que los sindicatos españoles se estaban tomando la justicia por su mano, y que optaban por la violencia como sistema.

     Las ocupaciones de fincas de 1936.

En Salamanca, Extremadura y Andalucía se volvieron a producir ocupaciones de fincas en 1936, como en 1933. Pero ahora los terratenientes y arrendatarios se habían marchado a las ciudades, y las masas no respondían con violencia a las desocupaciones que les ordenaba la Guardia Civil, sino se limitaban a volver al día siguiente. Como se habían decretado salarios altos y jornadas de 7,5 horas, se apuntaron a la siega muchos que nunca habían segado, incluso muchos gitanos[1] no acostumbrados a trabajar. Los propietarios habían comprado unos miles de segadoras en los dos últimos años. El Gobierno, para no empeorar las cosas con más huelgas y violencias en el campo, prohibió el uso de segadoras mecánicas mientras hubiera trabajadores en paro en la comarca. Miles de trabajadores, algunos procedentes de las huelgas vagaban de pueblo en pueblo buscando trabajo. Eso significaba que los propietarios agrícolas, que habían comprado más de 100.000 segadoras desde 1932 a 1935, no podrían utilizarlas, y tendrían que pagar un precio muy alto por una cosecha que podrían recoger de manera fácil, rápida y barata con las máquinas, a no ser por la prohibición legal. Las federaciones locales estaban haciendo propaganda barata de un próximo reparto de la tierra, como si ello fuese posible, y estaban creando un ambiente mesiánico como el zapatista de 1917, ucranianos de 1917 o cubanos de 1959.

El debate parlamentario de 16 de junio de 1936.

El 16 de junio de 1936, se produjo en las Cortes una polémica entre Calvo Sotelo y Casares Quiroga, en cuyas palabras se adelantó lo que iba a suceder un mes más tarde, y nadie se creía en ese momento que fuera posible.

El 16 de junio de 1936, Gil-Robles presentó ante las Cortes un resumen de desórdenes habidos en febrero-junio de 1936, y hablaba de 170 iglesias quemadas, 251 intentos fallidos, 269 muertos, 1.267 heridos en la calle, asaltos, incendios, huelgas generales… Las cifras no eran reales, y muchas veces exageraba un incendio confundiéndolo adrede con una quema de papeles a la puerta de una iglesia. Pero no le faltaba un punto de razón. También se quejaba de que le insultaban constantemente llamándole fascista.

Habló después Calvo Sotelo, líder de Renovación Española, y se puso a citar provocaciones anarquistas, confiscaciones caóticas de tierras, bajos salarios en el campo… acusaba al Gobierno de antimilitarismo, y advertía que los militares no eran antirrepublicanos, pero que algunos se sublevarían para salvar a España de la anarquía. Siguió el discurso insultando a funcionarios republicanos de distintas regiones españolas, hasta que el Presidente de las Cortes hubo de mandarle callar.

Casares Quiroga respondió a Calvo Sotelo diciéndole que exageraba, que estaba incitando a la rebelión, y que “si algo ocurría, que no ocurriría, haría a su señoría responsable de todo”.

Calvo Sotelo respondió que sus espaldas eran anchas y admitía la responsabilidad de todo lo que había dicho.

Joan Ventosa (Lliga) y José María Cid (Agrarios), apoyaron las opiniones de Calvo Sotelo. Afirmaban que el desorden público era general por falta de sentido de autoridad del Gobierno y que la democracia había degenerado en demagogia pura.

     El Congreso PSOE de junio de 1936.

En junio de 1936 el PSOE decidió celebrar un Congreso Extraordinario para restablecer a Largo Caballero en el Comité Ejecutivo del partido, del que había dimitido en diciembre de 1935. El programa decía que se iban a reforzar las estructuras del PSOE, y se hacía según un modelo leninista, y que se iba a pedir la unificación con el PCE.

Era un programa “revolucionario” que podía acabar con el PSOE tradicional para siempre, y los socialistas tradicionales se movilizaron y se unieron momentáneamente: los caballeristas fueron derrotados en todas las federaciones locales. Los intelectuales del PSOE estaban comprendiendo el peligro que representaba Largo Caballero, y se preparaban para defenestrarle.

Juan Simeón Vidarte Franco-Romero, un abogado extremeño ingresado en la Agrupación de Madrid en 1930, había sido elegido Vicepresidente de la Ejecutiva del PSOE en octubre de 1932, y Prieto le presentó para un puesto la Comisión de Cuentas, y derrotó al candidato de Largo Caballero.

A su vez, Ramón González Peña, minero asturiano líder del SOMA de Mieres, y líder en la revolución de octubre de 1934, fue propuesto para Presidente del PSOE, y derrotó al candidato caballerista.

Largo Caballero y los suyos, se dieron cuenta de la operación que estaba tramando Indalecio Prieto para hacerse con la Secretaría General del PSOE, y declararon que eran partidarios de una alianza con los republicanos de izquierda, y que “nunca permitirían una escisión en el PSOE”. Intentaban ganarse a la masa de militantes, negando la realidad de sus alianzas con el PCE. Incluso Claridad modificó su lenguaje, y dejó de apoyar sistemáticamente todas las huelgas que se declaraban en Madrid, y también aconsejó en alguna ocasión volver al trabajo. Largo Caballero estaba recogiendo amarras. En su torpeza, Largo Caballero empezó a decir que las advertencias de Indalecio Prieto, de que se estaba preparando un golpe militar, eran un engaño para que los socialistas le encargasen a Prieto la dirección del PSOE.

Sólo en julio de 1936, Largo Caballero comprendió que Prieto no mentía, ni estaba haciendo lanzando fuegos de artificio. Para entonces, ya no había remedio, ni tiempo para actuar contra el golpe: en julio, Largo Caballero realizó varias visitas al Presidente Casares Quiroga para advertirle que se preparaba un golpe militar, algo que todos sabían. Largo Caballero estaba apareciendo en julio como un necio, porque además, quería aparentar que el proyecto de golpe de Estado lo había descubierto él.


[1] Gitano, no hace referencia en general a la raza, sino a un modo de vida específico de una parte de la raza gitana, y de algunos de los payos, denominados quinquilleros o quinquis. Estos grupos se negaban a entregar sus hijas a miembros de otras familias no gitanas, se negaban a aceptar la Justicia del Estado, y no concebían el derecho de propiedad sobre la tierra y el ganado, que era la base de la sociedad paya. Payos son los no gitanos.

Post by Emilio Encinas

Emilio Encinas se licenció en Geografía e Historia por la Universidad de Salamanca en 1972. Impartió clases en el IT Santo Domingo de El Ejido de Dalías el curso 1972-1973. Obtuvo la categoría de Profesor Agregado de Enseñanza Media en 1976. fue destinado al Instituto Marqués de Santillana de Torrelavega en 1976-1979, y pasó al Instituto Santa Clara de Santander 1979-1992. Accedió a la condición de Catedrático de Geografía e Historia en 1992 y ejerció como tal en el Instituto Santa Clara hasta 2009. Fue Jefe de Departamento del Seminario de Geografía, Historia y Arte en 1998-2009.

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