Gobierno Portela Valladares de 30 de diciembre de 1935.

ideas clave: El Gobierno Portela Valladares de 30 de diciembre de 1935, las uniones políticas de liberales en 1936, el Frente Popular, el PSOE en el Frente Popular, el Frente Popular catalán, el Bloque Nacional, el Frente Nacional de Primo de Rivera, el Frente Nacional Contrarrevolucionario, la campaña electoral de febrero de 1936, Resultados electorales de febrero de 1936, la dimisión de Portela Valladares, la no aceptación de resultados por la derecha, los carlistas en febrero de 1936, la Iglesia Católica en febrero de 1936, la agresividad de Gil Robles, las discrepancias internas en el PSOE en febrero de 1936.

  Gobierno Portela Valladares de 30 de diciembre 1935.

     Era un Gobierno para hacer elecciones. Era un Gobierno de amigos de confianza de Alcalá Zamora y de Portela Valladares:

  Gobernación, se mantuvo Manuel Portela Valladares, 1867-1952, independiente, Partido Centrista.

  Obras Públicas y Comunicaciones, mantuvo a Cirilo del Río Rodríguez, 1892-1957, Partido Republicano Progresista.

  Instrucción Pública y Bellas Artes (educación), Filiberto Villalobos González, 1879-1955, médico radiólogo en Salamanca, fundador de la Agrupación Republicana Gubernamental, de ideas socialistas reformadoras y democráticas, algo desconocido en la España del siglo XX. Partido Centrista de Alcalá Zamora.

  Industria y Comercio y Abastos, José María Álvarez-Mendizábal Bonilla, 1889-1968, independiente, abogado y terrateniente conquense del Partido Liberal, y luego de PRR.

  Hacienda, Manuel Rico-Avello García de Lañón, 1886-1936, Independiente. Asturiano que pasó por Madrid a estudiar y se decepcionó de la falsedad de la política y el periodismo español. Trabajó para la patronal Mineros Asturianos, y era republicano reformista. Fue Ministro de Gobernación en octubre de 1933 para Martínez Barrio, y en diciembre de 1933 para Lerroux. En 1935, fue Alto Comisario en Marruecos. Fue asesinado en 23 de agosto de 1936 por los gubernamentales, cuando estaba en la Cárcel Modelo de Madrid.

  Trabajo, Sanidad y Justicia, Manuel Becerra Fernández, 1867-1940, Partido Centrista, malagueño que se hizo ingeniero en Madrid, de ideología progresista.

  Guerra, general Nicolás Molero Lobo, 1870-1936, africanista, coronel en Barcelona en 1922, y tras ser Ministro, pasó a Jefe de la VII División-Valladolid.

  Estado, Joaquín Urzaiz Cadaval, 1887-1957, Partido Republicano Progresista.

  Marina, Antonio Azarola Gresillón, 1874-1936.

         Primeras medidas de Gobierno.

El 2 de enero de 1936 se legalizó Mundo Obrero, la revista del PCE.

     El 7 de enero, el Gobierno pidió prórroga en la disolución de las Cortes por un mes más, y convocó elecciones para el 16 de febrero de 1936 la primera vuelta, y 1 de marzo la segunda vuelta. La medida de convocar elecciones con suspensión de Cortes, era anticonstitucional, y provocó protestas. No obstante, Alcalá–Zamora hizo el Decreto de disolución de las Cortes el 7 de enero. Y como las Cortes deben ser disueltas para celebrar nuevas elecciones, se dio apariencia de legalidad. Pero las elecciones habían sido convocadas con las Cortes disueltas.

     Se considera que con la convocatoria de elecciones para febrero de 1936, se terminaba el Bienio Radical Cedista, sin haber conseguido el equilibrio presupuestario, sin haber recuperado un nivel de empleo aceptable, y sin hacer las reformas constitucionales y la reforma de la Ley Electoral que se habían propuesto casi tres años antes. La alianza de CEDA católica, con los republicanos radicales anticatólicos, no había dado frutos. Y la corrupción practicada por los unos, y tapada por los otros, les estaba desprestigiando a los dos. La derecha estaba en una situación de desprestigio muy notable, lo cual era ocasión propicia para las diversas revoluciones obreras que se proyectaban en España.

     Convocadas las elecciones, los partidos de izquierda y de derecha, se apresuraron a hacer grandes coaliciones para asegurarse el triunfo en las mismas. Los partidos se habían dado cuenta de que los pequeños no sacarían apenas Diputados, y los grandes obtendrían muchos. Por lo tanto eran precisas grandes coaliciones, frentes amplios.

         Las uniones de los liberales.

     Las alianzas entre partidos considerados de izquierda habían empezado entre liberales: El 2 de abril de 1934, Izquierda Republicana había conjuntado la Acción Republicana de Manuel Azaña, con el Partido Radical Socialista Independiente de Marcelino Domingo, y con ORGA de Santiago Casares Quiroga. Fue un trabajo de Azaña para reconstituir la vieja coalición republicano socialista. El PSOE de Largo Caballero se opuso a colaborar con los liberales, y no aceptó entrar en el pacto. En 1935, los liberales progresistas siguieron concentrando partidos de cara a las eleciones: El 12 de abril de 1935, Izquierda Republicana, Unión Republicana de Diego Martínez Barrio, y Partido Nacional Republicano de Felipe Sánchez Román, emitieron un comunicado conjunto como signo de alianza entre ellos.

              El Frente Popular.

     A fines de 1934, el PCE recibió instrucciones de Moscú de hacer un Frente Popular, que se entendía como una alianza de los comunistas con los socialistas y con los liberales de izquierda, que permitiera reformar la Constitución y emprender un Gobierno de la clase obrera. Una resolución del VII Congreso de la III Internacional de 1935, recomendó a los PC la formación de frentes muy amplios de partidos obreros, e incluso burgueses (llamaban socialburgueses a los socialistas), para cerrar el paso al fascismo. Por tanto, a finales de 1935, los comunistas españoles obedientes al Comintern, estaban dispuestos a una alianza con el PSOE y con los Republicanos.

     El PCE renunciaba a un principio fundamental de 1920, de no colaboración con partidos socialdemócratas, renunciaba a la formación inmediata de un Gobierno obrero y campesino organizado en soviets, y establecía una etapa intermedia de colaboración con otras fuerzas políticas para luchar contra el fascismo.

     Desde el punto de vista del PCE, el Frente Popular tenía tres vertientes de lucha: una sindical, una suprapartidista y una de ideología política. En la vertiente sindical, se intentaría crear un Frente Obrero mediante asociaciones con UGT y CNT, que se llamarían Alianzas Obreras, alianzas que trataban de unir a todos los obreros de una región en un solo y único grupo. Los comunistas creían que debían dominar ellos la dirección de estas Alianzas a fin de que su futura evolución no diera lugar a una república burguesa como la de 1931, o una simple democracia, sino que fueran un auténtico paso a la revolución proletaria. Fue un fracaso para el PCE, porque los socialistas les demostraron que tenían la mayoría en todas las alianzas, y reclamaron el mando para ellos. La idea se había puesto en práctica en Asturias en octubre de 1934, y  los comunistas no lograron hacerse con la dirección de todo el movimiento revolucionario, pues los anarquistas asumieron la dirección en algunas ciudades. En la vertiente suprapartidista, se crearía un Frente Antifascista como un acuerdo entre partidos políticos, y admitiría a nacionalistas, republicanos y socialistas. Al igual que en el caso del Frente Obrero, los republicanos y socialistas se negaron a entregar el mando a los comunistas, pero era una idea atractiva, y los comunistas jugaron con ella durante largo tiempo, incluso durante los años de la Guerra Civil de 1936-1939. En la vertiente ideológica, el programa ideológico del Frente Popular hablaba de liberación nacional de los pueblos oprimidos, confiscación y repartos de tierras, derechos políticos y sociales para los obreros, y amnistía para los represaliados de octubre de 1934 en Asturias, tal vez 40.000 personas.

     El 2 de junio de 1935, el PCE estuvo de acuerdo en una coalición con los republicanos, de modo que se formase un Frente Popular antifascista amplio. Aceptaba “pactar con los burgueses”. Ello contrastaba con la cerrazón de Largo Caballero, que se negaba a pactar con los republicanos, y sólo aceptaba el pacto con los comunistas.

     Incluso los anarquistas estaban de acuerdo en la conveniencia de una coalición de izquierdas, aunque ellos no participasen en esa coalición, y dejaron de atacar a los republicanos y a los socialistas para facilitar el acuerdo. CNT se oponía al participar en el Frente Popular porque no era esa la revolución proletaria anarquista: CNT exigía no votar, no comprometerse en política, pero los obreros veían que votar al Frente Popular era obtener la amnistía para muchos compañeros encarcelados e incluso condenados a muerte. En febrero de 1936, los obreros no siguieron las consignas de CNT, y el Frente Popular triunfó ampliamente.

     La formación de Comités de Ayuda a los Presos, tras los sucesos de octubre de 1934, que habían dado lugar a la existencia de decenas de miles de presos, puso en contacto y en colaboración a casi todos los grupos socialistas, comunistas y anarquistas. Se gestó un ambiente de colaboración entre ellos, y la gente empezó a llamar a este acuerdo Frente Popular. Para integrar también a los liberales de izquierdas, y siguiendo las consignas del Comintern, los comunistas y socialistas pactarían un Gobierno en el que dejarían todos los Ministerios a los republicanos, permaneciendo ellos en la sombra, pero apoyando a ese Gobierno republicano que debía llevar a cabo un programa “democrático burgués”. Esto recordaba a las ideas del sector moderado pesoísta, pero controlado desde el comunismo.

Largo Caballero se opuso en 1935 al Frente Popular, y dimitió alegando que se sentía incompatible con Azaña, al que calificaba de burgués. Dijo que le apoyaría contra el fascismo, pero no colaboraría en un Gobierno de Azaña.

     El 14 de noviembre de 1935, Azaña propuso oficialmente a Prieto la conjunción de republicanos y socialistas, y Prieto respondió afirmativamente el 16 de noviembre. La iniciativa venía ahora de liberales y pesoístas, como si fuera algo distinto del proyecto comunista de 1934.

     El 14 de enero de 1936 se llegó por fin al pacto electoral de toda la izquierda española, o Frente Popular. Firmaban: Antonio Sacristán Colás, abogado que actuaba como coordinador y era miembro del Partido Nacional Republicano de Felipe Sánchez Román; Amós Salvador Rodrigáñez, por Izquierda Republicana; Bernardo Giner de los Ríos, por Unión Republicana; Manuel Cordero Pérez, por el PSOE; Juan Simeón Vidarte, por el PSOE; Francisco Largo Caballero, por UGT; José Cazorla Maure, por Federación Juventudes Socialistas España; Vicente Uribe Galdeano, por PCE; Ángel Pestaña Núñez, por el Partido Sindicalista; Juan Andrade Rodríguez, por el POUM.

     El programa del Frente Popular, preparado por Antonio Sacristán Colás, era moderado en enero de 1936: amnistía para los delitos políticos posteriores a 1933 y la atenuación de las condenas de los presos de octubre de 1934; la anulación de las destituciones de funcionarios, y de los traslados por efectos de octubre de 1934; reparaciones a las víctimas de los sucesos revolucionarios; reposición de los Ayuntamientos elegidos democráticamente; restablecimiento pleno de la Constitución de 1931; y la restauración de las garantías constitucionales. En la revitalización de la Constitución de 1931, se pedía el desarrollo de las leyes orgánicas en ella prometidas: recuperación de la política de Reforma Agraria, autonomía para Cataluña, reforma de la Ley Municipal, reforma de la Ley de Orden Público, derogación de la Ley de Arrendamientos, alza de salarios y establecimiento de salario mínimo, jurados mixtos de empresa, enseñanza para todos, y democratización universitaria.

     No se incluía en el programa del Frente Popular la nacionalización de la tierra que había pedido Largo Caballero, ni el control obrero sobre el Estado que habían pedido los comunistas PCE, en forma de control sobre la Justicia, Industria, Obras Públicas, Banca, Enseñanza y Gobiernos Autónomos.

     No todos los españoles de izquierdas estaban de acuerdo con el Frente Popular: El 14 de enero de 1936, el Partido Nacional Republicano se retiró de la mesa de negociaciones en desacuerdo con que los comunistas estuvieran en la coalición. Antonio Sacristán Colás, el organizador y coordinador del Frente Popular, se retiró del Frente Popular en el momento en que se aceptó que el PCE tuviera representación propia en el pacto del Frente Popular, pues él defendía que el PCE debía estar, pero representado por el PSOE. También, Felipe Sánchez-Román Gallifa, 1893-1956, catedrático de Derecho Civil en Madrid y Diputado por el Partido Nacional Republicano en 1931, disentía de la idea de ir juntos con los marxistas, renunciando a ideas y programas liberales, y aceptando a los comunistas como socios. Exigió que los comunistas no estuvieran en esa alianza, porque no eran demócratas. Largo Caballero le replicó que PCE, POUM y Juventudes Socialistas, debían estar en el pacto, o de otro modo, tampoco estaría PSOE-UGT. En ese momento, Sánchez-Román abandonó la reunión, y nunca participó en el Frente Popular, que se convirtió en ese momento en un órgano revolucionario marxista, en vez de en un recurso democrático. El PCE triunfaba en su táctica revolucionaria.

     Los integrantes definitivos del Frente Popular, fueron: Izquierda Republicana de Azaña, que era una agrupación de Acción Republicana, radical socialistas y ORGA, Unión Republicana de Martínez Barrio, PSOE-UGT de Largo Caballero, que resultaba líder del Frente Popular por ser el que más fuerza tenía en diputados, Federación Nacional de Juventudes Socialistas FNJS, Partido Comunista de España PCE, Partido Sindicalista, y Partido Obrero de Unificación Marxista, POUM, Esquerra Catalana, Acció Republicana de Catalunya ARC, Partido Nacionalista Republicano Catalá, Unió Socialista de Catalunya, y Alianza Obrera.

Todos ellos, elaboraron y publicaron un Manifiesto del Frente Popular el 15 de enero de 1935. El punto más llamativo de este manifiesto, era que Manuel Azaña pactase con los marxistas. Azaña ofrecía al PSOE su colaboración y alianza electoral, incluso si el PSOE hacía alianzas con otros grupos de izquierdas. Un liberal demócrata se aliaba con los marxistas, creyendo en la buena fe de éstos, frente a la presunta mala fe de las derechas.

     De cara a las elecciones de febrero de 1936, las candidaturas del Frente Popular se organizaron en un Comité Nacional, y el 25 de enero de 1936 llegaron a un acuerdo para las listas electorales. En esa fecha, sabían los puestos que le corresponderían a cada partido en cada lista electoral.

Gracias al Frente Popular, el PCE consiguió un gran éxito en febrero de 1936 logrando 17 diputados. Entonces empezó la época dorada del PCE, pues desde ese momento, y sobre todo tras la guerra de julio de 1936, los españoles vieron que sólo los soviéticos apoyaban al Gobierno legítimo de España. Sin embargo, el PCE no tomó el poder, sino que apoyó a Negrín a ultranza. Prefería que se desgastasen otros en el poder, con la intención de tomarlo cuando el triunfo comunista fuera seguro. La realización de este proyecto significó enfrentamientos a tiros entre los distintos grupos del Frente Popular en mayo de 1937. En 1939, la dirección del PCE salió hacia México, Francia y URSS. En 1942 murió José Díaz, su Secretario General.

         Crítica al Frente Popular.

     De febrero a julio de 1936, España vivió un proceso de eliminaciones políticas, cada vez más radicales. En este sentido, el Frente Popular sólo buscaba “la revolución”, y constituía una simplificación de los problemas de España, muy complejos y graves, para reducirlos a un solo paso de enfrentamiento violento entre la derecha terrateniente, católica y militarista, y el proletariado explotado. Se buscaba que no fuera posible el diálogo, sino el triunfo de las teorías de los unos, o de los otros. Eran sistemas de razonamientos excluyentes, elaborados como totalitarios: Un modelo de Estado burgués capitalista, o un Estado proletario. Salvador de Madariaga lo expresó diciendo que 1936 no debería haber sido el momento de Largo Caballero, sino el de Azaña.

     Y para complicar más las cosas, los republicanos del Frente Popular fueron por un lado, mientras los pesoístas fueron por otro muy distinto, sin contar con los anarquistas y los comunistas que tenían sus propios modelos sociales y económicos como objetivo. Los republicanos no aceptaban la nacionalización de la tierra y su posterior entrega a los campesinos, como pretendían los socialistas de Largo Caballero, los anarquistas y los comunistas. Los republicanos tampoco aceptaban que se impusiera un seguro de paro, como pedían UGT y CNT, de modo que los obreros tuvieran garantizada su vida, aunque no trabajasen. Ni se podía pagar, ni era justo. Pero sí era populista. Era una bandera fácil de líderes sindicalistas que no buscaban el bien de España, sino tener muchos seguidores incondicionales.

     Los republicanos entendían que el principal problema de España era el paro obrero, unos tres millones de parados, y entendían que había que resolverlo mediante la Reforma Agraria, desarrollo industrial, obras públicas, y un Plan de Reconstrucción Nacional. Entendían que la República no debía hacer reformas sociales y económicas “de clase”, sino que debía extender las libertades democráticas y perseguir el interés público y el progreso social. Lo principal era elevar las condiciones de moralidad social, el poder adquisitivo de los trabajadores hasta el límite máximo que permitiera el interés general. Y eran conscientes de que ello requeriría sacrificios, y renuncia a privilegios de algunos sectores sociales y políticos. Pero nunca aceptarían un comunismo, o control obrero de la economía nacional. Era un programa a muy largo plazo, difícil de entender y soportar por los millones de pobres que apenas tenían para subsistir.

     Y la realidad del momento de fines de 1936 era que el sentimiento “revolucionario” de alcanzar el poder para los obreros, había cuajado. Los campesinos estaban hartos de leyes y legalismos que llevaban doscientos años prometiéndoles la propiedad de la tierra, y nunca se la entregaban, ni les proporcionaban vías de acceder a ella. Y en 1931 se les había vuelto a prometer lo mismo, como si República equivaliese a “tierra para todos”. Así lo celebraron el 14 de abril de 1931. Y en 1936, los campesinos decían que la legalidad la impondría en adelante el pueblo, y si la ley no servía para satisfacer los deseos del pueblo, se pasaría por encima de la ley. En este sentido de totalitarismo, lo mismo era el discurso falangista, que el ugetista de Largo Caballero, que el comunista, y que el anarquista. Todos estaban dispuestos a pasar por encima de la ley, aunque estas palabras concretas las pronunciara sólo la comunista Dolores Ibárruri.

     Por eso, en el transcurso de 1936 se habían iniciado las ocupaciones de fincas. En Extremadura, unos 80.000 campesinos se habían lanzado sobre 300.000 hectáreas de terrenos. Era una tontería, pues en el caso hipotético de que lo hubieran hecho posible, hubieran tocado a poco más de tres hectáreas de secano, en una tierra en donde necesitaban como poco, veinte o treinta hectáreas cada uno para sobrevivir al nivel de vida de 1936.

     El Ministro de Agricultura desde febrero de 1936, Mariano Ruiz de Funes García, no sabía cómo actuar sin provocar males mayores, y simplemente trató de limitar los movimientos de ocupación de fincas. El 20 de marzo promovió la Ley que autorizaba al Instituto de Reforma Agraria para ocupar cualquier finca “por causa de utilidad social prevista en la Ley de Reforma Agraria de 1935”. No mencionaba las indemnizaciones, que era la cuestión principal. Ruiz de Funes trataba de legalizar las ocupaciones, creyendo que así resolvería el problema. Pero se estaba metiendo en un pantano, en un cenagal.    Azaña, a menudo clarividente, se mostraba desorientado a principios de 1936. Ya no controlaba los acontecimientos. Reprochó a Largo Caballero su actitud revolucionaria.

     El clima social resultante fue de inseguridad social y de avances del marxismo en las simpatías populistas. Muchos Comités de la Federación Nacional de Trabajadores de la Tierra FNTT, de UGT, crearon sus propias milicias para defender a los ocupantes de tierras, y para oponerse a las medidas gubernamentales que se tomaran en contra. Ello hacía predecir disturbios, y los hubo. Y la Guardia Civil fue la encargada por el Gobierno de cargar contra los ocupantes de fincas. Los campesinos españoles ya tenían a “los buenos”, los FNTT, y a “los malos”, la Guardia Civil. Ya eran manejables por cualquier líder populista.

     El Frente Popular español, aunque pretendía copiar al francés, no podía compararse con él: España era una economía agraria, sin sectores secundario y terciario fuera de Cataluña, con los medios de producción mal distribuidos territorialmente, y con un umbral de pobreza que alcanzaba al 70% de la población. Por otra parte, el grupo de oposición más importante en España era la CNT y no el PCE, y dentro de la CNT era muy decisiva, aunque no mayoritaria, la FAI pidiendo intransigentemente sus reformas anarquistas: negación del parlamentarismo burgués, negación del sistema de elecciones burgués y acción directa de ocupación de fincas y ataque a los burgueses. Además, algunos de los que se decían de izquierdas eran más bien simplemente anticlericales.

El PCE era insignificante hasta 1936, pues apenas contaba con 3.000-10.000 militantes, según las épocas. En esa fecha recibió a las Juventudes Socialistas, y duplicó militancia, pero a costa de romper el PSOE.

     En España, la izquierda y la derecha estaban enfrentadas a muerte desde 1933, y ello hacía diferente la situación española de todas las demás europeas. España copiaba del Frente Popular francés, en el que no se trataba de una nacionalización comunista, sino que se aceptaban los principios democráticos burgueses, pero el PSOE insistía en que era necesaria la reforma agraria, la democratización del Banco de España, un programa de obras públicas para dar trabajo a los obreros, y la depuración del ejército y de la administración para eliminar elementos fascistas, limitación de privilegios eclesiásticos, protección al pequeño campesino y pequeño industrial, reforma municipal y reforma fiscal.

         El PSOE en el Frente Popular.

     Para complicar más las cosas, el PSOE estaba dividido entre los dispuestos a colaborar con los republicanos, grupo de Indalecio Prieto, y los que querían una revolución socialista dirigida desde los sindicatos, el “sindicalismo de clase” de Francisco Largo Caballero. Largo Caballero pensaba pactar con los comunistas, y absorberlos más tarde. Estaba despreciando la fuerte teoría política que engrandecía al PCE, precisamente porque Largo Caballero carecía de fondo ideológico suficiente, lo cual le hacía caer a Largo Caballero en el error de que subyugaría a los comunistas con su gracejo y palabrería acostumbrada.

     La coalición de los pesoístas con los comunistas, era de muy difícil realización desde el primer momento. Lo raro es que durara dos años, lo cual sólo es explicable por la necesidad de oponerse a otros grupos de derecha, pero no por programas comunes o ideas mínimas pactadas.

El 14 de enero, se oponía a la posible coalición con los comunistas, Felipe Sánchez Román y su Partido Nacional Republicano, compuesto por menos de un centenar de afiliados, pero acabaron retirándose.

     El 16 de enero de 1935, Azaña le había propuesto a Prieto una “Conjunción Republicano Socialista”, y Prieto decidió en 29 de marzo de 1935, hacer una encuesta entre los pesoístas sobre el tema, llegando el 14 de abril de 1935 a la conclusión de la conveniencia de dicha conjunción o coalición. Prieto dio cuenta de su decisión en un artículo de prensa de 14 de abril de 1935.

Largo Caballero, recién salido de la cárcel en diciembre 1935, atacaba directamente a la dirección del PSOE, y hablaba en 12 de enero de 1936, de la conquista del poder político para la clase trabajadora. En la cárcel, los comunistas le habían adoctrinado, e incluso le habían explicado el marxismo, versión leninista. Y Largo Caballero cambió de pensamiento, si es que tenía algún tipo de pensamiento político elaborado. Largo Caballero impuso a los republicanos que, en el deseado «frente de izquierdas», estuviesen presentes el PCE, JJ.SS., POUM y el Partido Sindicalista de Angel Pestaña, pues en caso contrario, UGT no iría a esa coalición.

     La radicalización socialista y su acercamiento al PCE, quizás tuviera algo que ver con el exilio en Francia que se autoimpuso Prieto tras los sucesos de Asturias de octubre de 1934. En ese tiempo, dejó el camino libre a Largo Caballero. Prieto permaneció fuera de España hasta octubre de 1935, y no se atrevió a aparecer en público hasta la amnistía de febrero de 1936. Durante 1935, Largo Caballero se hizo el líder absoluto del PSOE, se aproximó a los comunistas, y firmó el pacto del Frente Popular con ellos el 15 de enero de 1936. Pero Largo Caballero ya no estaba al frente del PSOE, en su Ejecutiva, sino en otras tareas políticas. La nueva ejecutiva del PSOE estaba integrada por: presidente, Ramón González Peña; vicepresidente, Luis Jiménez de Asúa (izquierda del PSOE); secretario, Ramón Lamoneda (izquierda del PSOE); secretario de actas, Francisco Cruz Salido; vocales, Jerónimo Bujeda, Manuel Albar, Indalecio Prieto (centro), Fernando de los Ríos (centro), Manuel Cordero, Anastasio de Gracia.

         El “Frente Popular” catalán.

     En julio de 1935, en Cataluña, se llegó a una coalición entre: Esquerra Catalana, Acció Catalana Republicá, Partit Nacionalista Republicá Catalá, y Unió Socialista de Catalunya, que se llamó Coalició de Esquerres Catalanas.

     Unió Socialista llevó la iniciativa más allá para contactar con otras fuerzas de izquierda, y el 4 de febrero de 1936 estaba listo el Front d`Esquerres al que se unían, además de los partidos citados más arriba: Partido Comunista de Cataluña; Partido Obrero de Unificación Marxista POUM; Partit Catalá Proletari; Partido de la Izquierda Republicana de Catalunya (Marcelino Domingo o socialistas de Tarragona); Unió de Rabassaires.

         El Bloque Nacional en enero de 1936.

La derecha y el centro estaban alarmados ante el anuncio de la conformación de un Frente Popular. Ellos no veían la posibilidad de unirse entre sí, porque CEDA estaba muy desacreditada, y los republicanos radicales de Lerroux habían sido pillados en corrupción. También los monárquicos se sentían traicionados por Gil-Robles.

Fue José Calvo Sotelo el que tomó la iniciativa de formar un bloque de derechas, o Bloque Nacional. Sería la conjunción de Renovación Española, Acción Española y Tradicionalismo. Era un bloque muy difícil de cohesionar porque era difícil conciliar a alfonsinos con carlistas. Y mucho más difícil que ambos aceptaran el pensamiento totalitario de Calvo Sotelo, que pretendía imponerse a través de una dictadura militar.

     Calvo Sotelo era partidario de este frente de derechas, dejando para después del triunfo de la derecha, el plan de saneamiento político y social que España necesitase. Prometía una España sin elecciones, no democrática, gobernada por militares y civiles organizados. Era seguido por monárquicos, tradicionalistas y Lliga.

     El 14 de enero de 1936, ABC publicó un artículo en el que pedía la militarización moral de la sociedad, o necesidad de adoptar un sentido de la obediencia. La disciplina y la jerarquía como valores que debían regenerar a España. Ello era preciso para hacer frente a las “hordas rojas”.

     No hubo manifiestos electorales del Bloque Nacional. Su programa era completamente negativo: contra el marxismo y contra la revolución marxista.

         José Antonio y su Frente Nacional.

Quedaba fuera del Bloque Nacional, y del Frente Popular, Falange Española. José Antonio Primo de Rivera y Sáenz de Heredia decía no ser de derechas ni de izquierdas. Criticaba a la derecha por no saber elaborar un programa electoral atractivo que prometiera “un gran quehacer, una gran tarea, una palabra animosa y una esperanza” para los españoles. E iba mucho más allá, y pedía el terror contrarrevolucionario contra el rencor revolucionario marxista. El ideario de José Antonio nacionalizaba la tierra y organizaba cooperativas de producción, y nacionalizaba la industria para ponerla al servicio de los intereses del Estado. Por ello, no se puede calificar de derechas. También actuaba contra las revoluciones marxistas y anarquistas que destruían el Estado en manos de comités de trabajadores, pues pensaba que el Estado era un valor superior al que debían servir los trabajadores. Por tanto, no era de izquierdas. Ni con los empresarios, ni con los obreros, sino al servicio de los intereses de la nación. El fascismo es imposible de encuadrar en esquemas burgueses, o marxistas, de derechas e izquierdas.

José Antonio Primo de Rivera y Sáenz de Heredia nació en Madrid en 24 de abril de 1903 y estudió Derecho. Conoció en la Universidad a Ortega y Gasset, al que admiró. También admiraba al socialismo, y compartía con él la necesidad de separar la Iglesia del Estado y la necesidad de socializar la propiedad, pero no aceptaba un socialismo ateo y que renunciara a la unidad nacional. Admiraba a Mussolini y sus dotes de orador. Le gustaba la gente con energía, despreciaba a los monárquicos y a Gil-Robles en concreto, porque era gordito y hablaba siempre con sutilezas verbales que dejaban las cosas a medias, de modo que no fueran entendidas. Se oponía en principio a la violencia, pero no dudaba en utilizarla si se sentía atacado. Incluso riñó con Ruiz de Alda acusándole de ser poco decidido. Despreciaba el materialismo burgués y el marxismo, y gustaba de los mitos imaginativos fascistas.

El 29 de octubre de 1933, José Antonio, junto con Alfonso García Valdecasas y Julio Ruiz de Alda, fundaron el partido Falange Española. En 1934, su partido se unió a Juventudes de Ofensiva Nacional Sindicalista JONS, de Onésimo Redondo, y empezó a liderar el nacionalsocialismo español. Al no salir elegido Diputado en 1936, perdió la inmunidad parlamentaria, y fue encarcelado el 15 de marzo de 1936 en Alicante. Al iniciarse el levantamiento militar de julio, estaba dispuesto a aceptar un Gobierno republicano moderado, pero tras ratificarse el Gobierno en la colaboración con socialistas y comunistas, se declaró partidario de los golpistas. Entonces fue juzgado, y sería ejecutado el 20 de noviembre de 1936.

     José Antonio Primo de Rivera planteó un «Frente Nacional» que se estableciese definitivamente en el poder, eliminando para siempre a las izquierdas, lo cual era el núcleo de su pensamiento. No era un Bloque Nacional como estaba haciendo la derecha, sino un Frente Nacional: No una coalición política, sino hombres en lucha permanente por los intereses de España. Esos intereses no venían dictados por las urnas, sino por las tradiciones y la historia, y quedaba sin resolver quiénes serían los intérpretes de la tradición y de la historia.

A principios de 1936, José Antonio creía dominar sobre 10.000 hombres en “Primera Línea”, y sobre otros tantos estudiantes en “SEU”, y se sentía más fuerte que nunca. Pero el atentado contra Luis Jiménez de Asúa, de 12 de febrero de 1936, realizado por unos falangistas, había servido para mandar detener a las jerarquías de FE y, en esta situación, Agustín Aznar dirigió las milicias falangistas del SEU con total arbitrariedad, convirtiéndolas en un instrumento de dudosa utilidad para un futuro Gobierno de derechas. El 18 de julio de 1936, José Antonio seguía en la cárcel, y la coordinación entre Primera Línea y milicias del SEU, no existía, siendo un grupo poco operativo en los momentos decisivos del inicio de la Guerra Civil. Los falangistas se pusieron al servicio del ejército rebelde, y se caracterizaron por la dureza de sus represiones en los pueblos conquistados, pero no dirigieron la rebelión.

José Antonio dijo que no aceptaría el resultado de las próximas elecciones de febrero de 1936. Fue en el Cinema Europa de Madrid: “Si el resultado es contrario a los eternos destinos de España, la Falange relegará con sus fuerzas las actas del escrutinio al último lugar del menosprecio. Y si después, quieren otra vez los enemigos de España asaltar el poder, entonces Falange, estará en su puesto como hace dos años, como hace un año, como ayer, como siempre”.

         Gil-Robles y su Frente Contrarrevolucionario.

     Gil-Robles, líder de CEDA, llamó a su coalición Frente Nacional Contrarrevolucionario: Gil Robles quería un frente contrarrevolucionario para ganar esas elecciones, y eliminar el peligro comunista. Era completamente diferente del Frente Nacional de José Antonio Primo de Rivera, que no sólo quería ganar las elecciones, sino establecerse definitivamente en el poder como dictadura, sin alternativa posible. Los tradicionalistas (Pradera, Rodezno, Calvo Sotelo) le pidieron a Gil-Robles un programa de futuro, algo más que un programa electoral. No hubo acuerdos, y la derecha fue a las elecciones de febrero de 1936 sin programa común, con sólo la consigna de CEDA: «contra la revolución«. Las negociaciones entre Gil- Robles y Primo de Rivera fueron todavía peor, porque Gil-Robles no aceptaba los supuestos del sistema político de Falange Española. Gil-Robles era más católico y conservador, mientras José Antonio estaba dispuesto a hacer una revolución en la propiedad, y quería una Iglesia sometida a los principios universales de Falange.

     El 19 y 20 de enero de 1936, se celebraron reuniones de Alba, Maura, Gil Robles y otros para una alianza del centro derecha, pero todos exigían autonomía de los distintos grupos, y la unión entre ellos era débil. La mayoría de españoles católicos y de derechas, no estaba preparada para esas elecciones.

La campaña electoral de febrero de 1936.

     España se había dividido en dos bloques encontrados: El líder de la izquierda era Largo Caballero, pero el candidato era Azaña. Los líderes de la derecha eran Gil-Robles, más moderado, y Calvo Sotelo, más exaltado. Los líderes eran personajes muy radicales en sus ideas, que intentaban exaltar, aún más si cabía, las posiciones ya encontradas entre los bloques que lideraban.

     En febrero de 1936, la mayoría de los españoles querían votar antimarxista, para evitar violencias. Pero no había candidatos moderados a quién votar, pues Lerroux había desaparecido, y Alcalá-Zamora se había desprestigiado sin llegar a madurar su proyecto. Y los activistas de extrema izquierda y de extrema derecha, estaban haciendo una propaganda muy intensa.

     El ambiente político en los primeros días de febrero de 1936 era de expectación, pero no hubo incidentes. Sólo hubo presiones por ambos lados. El Ministro de Gobernación envió instrucciones a favor de los centristas, y dijo que el desmoche de la extrema derecha debía ser total. Y en cuanto a la postura del Gobierno frente a los partidos de derecha, el Ministro opinaba que había que infiltrar personas de izquierda, que fueran amigos del Gobierno, en sus listas electorales. Portela obligó a las derechas a aceptar un entendimiento entre ellas a cambio de apoyo de los delegados gubernamentales a los grupos de derecha en las elecciones.

     La campaña electoral fue apasionada. Pero no había radicalismos en los programas. Lo que había eran palabras fuertes entre los candidatos. Los enfrentamientos violentos se produjeron en algunos puntos concretos como Cuenca, Granada, y algunas otras capitales de provincia pequeñas.

     El 9 de febrero de 1936, se hizo la proclamación oficial de los candidatos ante las Juntas del Censo: había 1.025 candidatos para 473 escaños de Diputados. En la izquierda dominaban los candidatos del PSOE, y también había Izquierda Republicana, Unión Republicana, Esquerra Catalana, y PCE. En la derecha dominaba CEDA.

     El Frente Popular presentaba 343 candidatos en candidatura común y única. Hubo algunos casos de indisciplina, pero anecdóticos.

     El Bloque Nacional presentaba 473 candidatos a Diputado, lo cual fue un error, pues dispersaba el voto de derechas entre ellos, y ello presagiaba la victoria de la izquierda, aun con menos votos que la derecha. El Frente Popular se conformaba con obtener mayoría absoluta, más de 237 diputados. La derecha, en conjunto, presentaba muchos más candidatos, pues a los del Bloque nacional había que añadir los de formaciones de fuera del Bloque.

     El domingo 16 de febrero de 1936, se elegirían en primera vuelta 473 Diputados, y mayoría simple serían 237.

     Respecto a la Ley Electoral vigente, la de 1907, habían cambiado los distritos electorales, que ya no eran los partidos judiciales, sino las provincias. Votaban las mujeres, como en 1933. Votaban los mayores de 23 años. Se concedió elegir a un Diputado por cada 50.000 personas, pero si el resto era mayor de 30.000 personas, ese Distrito tenía derecho a un Diputado más.

     Las condiciones electorales premiaban a los grandes partidos o coaliciones: se votaría en listas abiertas, y el votante, que podía dar su voto a varios candidatos en número establecido, podía votar a candidatos de distintas listas.    En las provincias pequeñas, la provincia era distrito único. En las grandes, la capital era un distrito, y el resto de la provincia otro distrito electoral.

     En cada distrito, el candidato que obtenía más del 20% de los sufragios quedaba elegido en primera vuelta el 16 de febrero. Su partido debía obtener el 40% de los sufragios. Los que no hubieran llegado a esos porcentajes, y hubieran superado el 8% de los votos, pasaban a una segunda vuelta, que se celebraría el 1 de marzo siguiente. El partido más votado, obtenía entre el 67 y el 80% de los escaños en liza, según distintos distritos, y el segundo más votado obtenía el resto. Los demás, no obtenían nada. Con ello se eliminaban las minorías.

     Era un sistema pensado para premiar a las grandes ciudades. Con sólo ganar en las grandes ciudades, ya se tenía mayoría en el Congreso de Diputados. En Barcelona, el partido más votado se llevaba 16 escaños, y el segundo obtenía 4 escaños. En Madrid, el partido más votado se llevaba 13 escaños y el segundo obtenía 2 escaños. En las provincias poco pobladas, el ganador se llevaba 2 escaños y el segundo obtenía 1. Era un sistema muy complicado. Pero con ganar en las ocho grandes ciudades con distrito propio, se podían ganar las elecciones.

     Participó entre el 73% y el 76% del censo electoral, lo cual fue una muy alta concurrencia a las urnas.

     Las derechas hicieron campaña electoral visitando el JAP a los vecinos puerta a puerta, y con altavoces sobre automóviles, y con grandes retratos de Gil-Robles en plazas de Madrid. Su grito de campaña era “Todo el poder para el Jefe”. Aquello parecía prometer una dictadura de tipo Mussolini, y no les dio el resultado esperado.

La expectación, el día 16 de febrero de 1936, era máxima. Por la tarde, a las 18 horas, todavía Portela creía que había ganado el centro derecha, y así lo dijo por radio, pero a las 22:00 horas, dijo que la izquierda había ganado en Cataluña. El día 16 por la tarde, ya se sabía que el Frente Popular había ganado en las 5 ciudades más grandes de España.

     El 17 de febrero, se creía que el Frente Popular ganaría al menos en 31 circunscripciones (el total eran 58). Los periódicos anunciaban una posible victoria del Frente Popular. Lo que no se decía es que, en todas las circunscripciones, se presentaban los candidatos más moderados del Frente Popular, porque se sabía que los españoles no querían radicalismos. No hubo ocasión de que estos hombres se hicieran presentes en el Parlamento, porque el levantamiento republicano se produjo antes.

     El 18 de febrero, antes de conocerse el resultado oficial, Francisco Franco se había entrevistado con Gil-Robles, y le había expuesto la idea que tenía en aquél momento sobre la opinión del ejército: que la aviación, la Guardia de Asalto y los Generales de División eran pro-gubernamentales, pero que el Estado Mayor y los Generales de Brigada eran partidarios de un golpe de Estado, que rectificase los errores de la República, pero mantenían la República. Los soldados en los cuarteles estaban muy nerviosos. Desconocemos la respuesta de Gil-Robles.

Francisco Franco, Manuel Goded Llopis, el general Sebastián Pozas Perea, Inspector General de la Guardia Civil, y también José María Gil-Robles, pidieron a Portela Valladares, Presidente del Gobierno, que declarase el Estado de Guerra, lo cual equivaldría a anular la votación del 16 de febrero. Calvo Sotelo fue al Palace Hotel, donde estaba Portela, y le amenazó para que declarase el estado de guerra. Como la gente estaba en la calle, y asaltaba las prisiones liberando a los presos, el estado de guerra era una medida coherente, y Alcalá-Zamora autorizó a Portela a declarar estado de guerra, pero Portela Valladares se negó. Portela Valladares decidió dimitir en medio de los días de elecciones, entre la primera y segunda vuelta, y ello fue definitivo para la historia de España.

     Resultados de las elecciones de febrero de 1936.

     El Gobierno de la República nunca publicó los datos oficiales de las elecciones. Y luego, entre la primera y la segunda vuelta, hubo anulaciones, repeticiones, retiradas de candidatos, y un cambio de Gobierno, por lo que es difícil ofrecer los resultados.

     Electores: 13.553.710. Votos emitidos: 9.864.783, 72% del censo electoral, sobre 13.500.000 personas con derecho a voto.     El abstencionismo era del 28%, mucho menor que en 1933, que había sido del 33%, y que en 1931, que había sido del 30%. El abstencionismo era poco en todas las circunscripciones a pesar de la campaña anarquista a favor del abstencionismo. En las ciudades votó hasta el 81%.

Javier Tussel da los siguientes resultados:

Frente Popular, obtenía 4.555.401 votos, a los que habría que sumar 99.715 centristas próximos al Frente Popular. Era el 34,3% de los electores.    Nacionalistas vascos obtenían125.714 votos.   Centro, obtenía 400.901 votos. Derecha: 1.866.981 votos. Derecha aliada a centro: 2.636.524 votos. La suma de derecha, y derecha aliada a centro daba el 33,2% de los electores.

La Historia General de España y América dice que: El Frente Popular obtuvo 4.654.000 votos (100.000 votos más de los que dice Tussel), pero los mismos si añaden los partidos próximos en ideología. La derecha obtuvo 4.500.000 votos (que son la suma de los de derecha, y derecha aliada a centro que da Tussell). Continua la Historia General diciendo que CEDA obtuvo 86 Diputados (desde los 115 que tenía antes), y que los agrarios obtuvieron 13 Diputados (desde los 36 que tenían antes). Y el centro obtendría 500.000 votos (100.000 más de los que cita Tussel).

En cuanto a diputados, la Historia General dice que el Frente Popular obtuvo 279 escaños, la derecha 130 escaños, y el centro 60 escaños. En realidad, se constatan con facilidad los 259 escaños obtenidos en la primera vuelta, a lo que se sumaron 6 más tras unas impugnaciones de actas, y 13 escaños más tras los sucesos de Cuenca y Granada.

         Comentario a los resultados electorales.

     El Frente Popular ganó con diferencia en las grandes ciudades y en los pueblos del litoral mediterráneo, en Extremadura, en Asturias, La Coruña y Pontevedra.

     El centro derecha arrasó en Navarra, Palencia, Guadalajara, Cuenca, y Baleares. Y ganó en la meseta norte de España. El Partido de Centro Democrático obtuvo 21 Diputados en primera vuelta, que se quedaron en 17 en la segunda vuelta.

Soria, Vizcaya, y Orense, tuvieron que repetir elecciones el 23 de febrero, y en esas elecciones, la izquierda no sacó ningún diputado.

Diputados de Partidos de derecha: CEDA, 101 diputados (88 en segunda vuelta); tradicionalistas, 15 diputados; carlistas, 21 diputados; liberales demócratas, 1 diputado; agrarios, 1 diputados en primera vuelta, y 11 en segunda; progresistas, 6 diputados; radicales, 9 diputados; independientes de derecha, 9 diputados; Renovación Española, 10 ó 12 diputados; monárquicos independientes, 2 diputados; conservadores, 2 diputados; Lliga, 12 diputados; PNV, 5 diputados; Nacionalistas españoles, 1 diputado; católicos, 1 diputado. Total de la derecha: 133. Total de centro derecha: 77. Total de suma de ambos: 210 diputados.

Diputados de Partidos de izquierdas: PSOE, 88 diputados en primera vuelta, que fueron 99 en la segunda; Izquierda Republicana, 79 diputados; Unión Republicana, 34 diputados (37 tras la segunda vuelta); PCE, 14 diputados (17 diputados en la segunda vuelta; Republicanos Federales, 2 diputados; sindicalistas independientes, 1 diputado; Partido Sindicalista, 1 diputado; Galleguistas, 3 diputados; Esquerra Valenciana, 1 diputado; Independientes de izquierda, 4 diputados. A ellos hay que sumar los catalanistas: POUM, 1 diputado; Partit Catalá Proletari, 1 diputado; Esquerra Republicana de Catalunya, 22 diputados (se quedaron en 21 en la segunda vuelta); Acció Catalana, 5 diputados; Unió Socialista de Catalunya, 3 diputados; Estat Catalá, 1 diputado; Nacionalista Revolucionario Catalán, 1 diputado; Unió de Rabassaires, 2 diputados. Los diputados catalanistas sumaban 33 diputados. Los diputados de izquierda burguesa sumaban 151 diputados. Los diputados de izquierda proletaria sumaban 112 diputados. El total de diputados de izquierda sumaba 263 diputados.

Con estos resultados era obvio que el partido que más votos había sacado era CEDA, pero también que la izquierda había ganado en Diputados. La derecha había dispersado sus votos, y el sistema electoral había premiado al Frente Popular.

El voto no se había radicalizado, sino que era relativamente moderado. Y los programas electorales de todos los candidatos, no eran extremistas. Sin embargo, el resultado amenazaba con la implantación de un régimen marxista en España.

También hay que reseñar que muchos anarquistas, contrarios a las urnas, fueron a votar el 16 de febrero.

     Dudas sobre la limpieza electoral en 1936.

Los resultados oficiales de la primera vuelta se dieron a conocer el 20 de febrero: la izquierda había tenido 265 Diputados, y la derecha había obtenido 209 Diputados. Las dudas empezaron tras las impugnaciones, anulaciones y repetición de elecciones, cuando el nuevo Presidente del Gobierno era el candidato que al final ganó.

Tras las impugnaciones de los resultados en Cuenca y Granada, y la celebración de la segunda vuelta el 1 de marzo, los resultados definitivos fueron 278 Diputados para la Izquierda, y 197 para la derecha.

Desde el 20 de febrero, muchas personas de izquierda salieron a la calle, y lo celebraron asaltando centros de reunión de grupos de derecha. No fue un fenómeno generalizado, pero sí significativo. En su alborozo, decían que “se había recuperado la República para la democracia”. Entendían por democracia, cada uno una cosa distinta, pero todos decían que había triunfado la democracia.

     La dimisión de Portela Valladares.

En la noche del 16 al 17 de febrero de 1936, se sospechaba que había ganado el Frente Popular, y Gil-Robles pidió a al Presidente Portela Valladares que se proclamase “estado de guerra”. Y el general Francisco Franco, Jefe de Estado Mayor, le pidió al general Sebastián Pozas Perea, Director General de la Guardia Civil, que se pronunciase en el mismo sentido. Portela no accedió a declarar el estado de guerra. Consultó a Alcalá-Zamora, y éste le firmó un Decreto de declaración de estado de guerra rogándole que no lo hiciera público de momento. Portela dejó pasar unos días con el decreto en el bolsillo, porque temía tanto un golpe militar de Franco y de Goded, como una sublevación proletaria de UGT-CNT.

Lo normal hubiera sido que Gil-Robles recurriera a la Junta Electoral y a los tribunales, para quejarse de las elecciones, pero lo hizo ante los militares.

     Para sustituir a Portela Valladares, se hicieron consultas por teléfono y, en 18 de febrero, se encargó a Azaña formar Gobierno a toda prisa. Se hizo oficial el 19 de febrero de 1936.

     El 19 de febrero, Portela Valladares, presionado para declarar estado de guerra y anular de las elecciones, dimitió ante Alcalá-Zamora, quien llamó a Azaña inmediatamente para que éste se hiciera cargo de la Presidencia del Consejo de Ministros. Azaña opinaba que Portela debería quedarse hasta la apertura de nuevas Cortes y la designación de nuevo Jefe de Gobierno, porque era preciso celebrar la segunda vuelta de las elecciones sin cambiar de Gobierno. Pero Portela quería irse ya.

La dimisión de Portela no se pudo hacer ante las Cortes, porque no había Cortes en ese momento. Se estaban eligiendo. La entrega del Gobierno sin participación en dicho acto de las Cortes, y sin que los resultados oficiales de las elecciones hubiesen sido publicados no era muy ortodoxa, no era legal. El estado de guerra o el golpe de Estado, no eran medidas del todo incoherentes una vez conculcada la legalidad por el Gobierno y por el pueblo, pero había que tener en cuenta las palabras de Azaña de enero de 1936 afirmando que en ese momento «un golpe de Estado, lejos de producirse sin lucha, comenzaría por ésta en su forma más feroz», cosa que todo el mundo intuía, acertadamente, como verosímil.

El nombramiento como Presidente del Gobierno del hombre que era candidato del Frente Popular en las elecciones que se estaban celebrando, no era regular. Pero Azaña aceptó. Resultó así, que la persona más interesada en las elecciones, dirigió la segunda vuelta de las elecciones. El nombramiento de Azaña como Presidente del Consejo de Ministros, dejaba muy bajo el nivel de la democracia en España, tanto en el caso de Alcalá-Zamora, que designaba a la parte interesada para dirigir en adelante las elecciones, como del propio Azaña que aceptaba el cambalache.

Y en efecto, hubo irregularidades en la segunda vuelta: En el País Vasco, Castellón y Soria, hubo segunda vuelta, y entones intervino el Vicario General de Vitoria, Jaime Berástegui, para manifestar que los reaccionarios eran tan católicos como el resto de las derechas, y que se les podía votar. Con ello invitaba a votar a partidos de ultraderecha, y el Frente Nacional Contrarrevolucionario se enfadó, y recomendó votar a PNV en segunda vuelta. De este modo, el Frente Popular obtuvo 8 escaños, y el PNV se quedó con 7, muchos más de lo que esperaba. Y los gubernamentales obtuvieron sólo 5 escaños.

El nuevo Gobierno declaró nulas las elecciones en Granada y Cuenca, y ambas debían ir a segunda vuelta, a elegir a todos sus Diputados. En Granada, las derechas se retiraron, y el Frente Popular se adjudicó todos los Diputados. En Cuenca, en las nuevas condiciones, ganó el Frente Popular.

     No aceptación de resultados por la derecha.

El triunfo del Frente Popular fue probablemente legítimo, dentro de las irregularidades en que se hizo la convocatoria, pero difícil de aceptar por las derechas. Gil-Robles había fracasado. Falange Española no obtuvo ni un solo Diputado. Ello daba a los de izquierda expectativas de recuperar las leyes de 1931-1933. Pero les daba poca credibilidad democrática.

Gil-Robles pidió a Portela Valladares la declaración de estado de guerra, y José Calvo Sotelo secundó la petición, atendiendo a las irregularidades observadas. Y Francisco Franco se puso al habla con Manuel Goded y con Ángel Rodríguez Barrio, Inspector General del Ejército, para sondear las posibilidades de un golpe de Estado militar. Los sondeos manifestaron que el ejército no estaría en el golpe, y Franco desistió. Los Directores de las fuerzas de seguridad, Sebastián Pozas Perea, Director General de la Guardia Civil; y Miguel Núñez de Prado, Jefe de Policía; se opusieron al golpe de Estado, y el golpe no tuvo efecto.

     Los carlistas en febrero de 1936.

     El 16 de febrero de 1936, los carlistas habían entrado a última hora en el Bloque Nacional, y obtuvieron 13 escaños, aunque le fueron anuladas luego 3 actas. El requeté empezó a ser lanzado contra Juventudes Socialistas. Contaba con unas 30.000 boinas rojas en España, y un depósito de armas en el ático del Círculo Tradicionalista de Pamplona. Querían la sublevación contra la República, pero querían dirigirla ellos. Entonces contactaron con el general José Sanjurjo Sacanell en la esperanza de lograr su objetivo. Sanjurjo les mandó hablar con Emilio Mola. Fal Conde se entrevistaría con Mola el 12 de junio de 1936 y trató de imponerle las condiciones de los tradicionalistas, pero Mola quería una sublevación militar independiente de cualquier partido, y no accedió. Los militares rebeldes de 17 de julio de 1936, no querían todos una dictadura militar como la que impuso Franco después, sino que buscaban una “rectificación de la República”, una República no dominada por socialistas de clase y comunistas. Cuando las cosas se pusieron peores en julio de 1936, el 9 de julio, Mola llamó a Fal Conde y le pidió que colaborase en el levantamiento próximo. Como el 14 de julio fue asesinado Calvo Sotelo, los carlistas dijeron sí el 15 de julio. La decepción carlista fue grande cuando Sanjurjo murió el 20 de julio. Mola empezó su sublevación con una cesión al tradicionalismo carlista, la cual desvirtuaba su levantamiento. Franco eliminó el poder carlista en 1937, igual que el falangista, en el Decreto de Unificación.

          La Iglesia Católica en febrero de 1936:

     Los católicos integristas estaban liderados por el primado cardenal Isidro Gomá, por algunos dirigentes de CEDA y por algunos líderes monárquicos.

Los socialcristianos estaban dirigidos por el cardenal de Tarragona Vidal i Barraquer, por el cardenal de Sevilla Illundáin, por los obispos de Madrid y Barcelona, y por algunos católicos de base.

     La agresividad del Cardenal Eugenio Pacelli, futuro Papa Pío XII, era muy grande, y las posibilidades de un acuerdo entre la República y los católicos, eran nulas.

         Las discrepancias en el PSOE.

     En medio de este caos, hay que advertir que el socialista más votado por los españoles el 16 de febrero de 1936 había sido Julián Besteiro, el pacifista y moderado que Largo Caballero quería eliminar. Y hay que reseñar que Francisco Largo Caballero era el penúltimo de entre los elegidos por los votos, sólo por delante del comunista José Díaz Ramos. Los españoles no se habían radicalizado, sino que eran sus líderes políticos los que lo estaban haciendo:

     En el Ayuntamiento de Madrid estaban Manuel Muiño Arroyo, Andrés Saborit y Trifón Gómez, partidarios de Besteiro, pesoístas moderados. Los líderes revolucionarios eran los sindicalistas ferroviarios de UGT, y los de Artes Gráficas. Largo Caballero había dimitido en diciembre de 1935 como Presidente del PSOE, porque el Comité Ejecutivo había votado a favor de Prieto en contra de sus advertencias.

     El director de El Socialista era Julián Zugazagoitia, considerado centrista, o posición intermedia entre Besteiro, al que los pesoístas situaban a la derecha por ser pacifista, y Largo Caballero, considerado de izquierdas porque estaba dispuesto a la revolución de un socialismo de clase, incluso con las armas.

     En medio de este caos, Indalecio Prieto estaba buscando una coalición con los republicanos de izquierda, pues los republicanos de derecha estaban con Besteiro, de modo que Prieto resultara líder del PSOE. Así que la política de Largo Caballero se encaminó a impedir la alianza de PSOE con republicanos de izquierda, a fin de ser él quien se quedara con el PSOE. Las ideas no servían de nada, y la moralidad ya no existía, y todo se reducía a una lucha por el poder.

Post by Emilio Encinas

Emilio Encinas se licenció en Geografía e Historia por la Universidad de Salamanca en 1972. Impartió clases en el IT Santo Domingo de El Ejido de Dalías el curso 1972-1973. Obtuvo la categoría de Profesor Agregado de Enseñanza Media en 1976. fue destinado al Instituto Marqués de Santillana de Torrelavega en 1976-1979, y pasó al Instituto Santa Clara de Santander 1979-1992. Accedió a la condición de Catedrático de Geografía e Historia en 1992 y ejerció como tal en el Instituto Santa Clara hasta 2009. Fue Jefe de Departamento del Seminario de Geografía, Historia y Arte en 1998-2009.

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