Gobierno de Azaña de octubre de 1931.

     De 15 octubre 1931, a 16 diciembre 1931[1].

conceptos clave: Manuel Azaña, Pensamiento político de Azaña, Gobierno Azaña de octubre de 1931, plan de gobierno de Azaña, Proyecto de Ley de Reforma de la República, los católicos en otoño de 1931, Ángel Herrera Oria, la ultraderecha en otoño de 1931, Obras Públicas en 1931, recortes en el Presupuesto en 1931, el Programa de Responsabilidades Políticas de noviembre de 1931, radicalización política a fines de 1931.

              Manuel Azaña.

     Manuel Azaña Díaz-Gallo[2], 1880-1940, nació en Alcalá de Henares en enero de 1880. En 1889 murió su madre, y en 1890, su padre. Fue educado por su abuela, una liberal, y por un colegio privado. En 1892, una prédica de los jesuitas le produjo una crisis espiritual, y cuando terminó el bachiller en 1894, se fue al Colegio de Estudios Superiores María Cristina de El Escorial de los frailes agustinos, para estudiar Derecho. Se examinaba en Valladolid y en Zaragoza, pues los títulos no los concedía el Colegio. Perdió la vocación religiosa en 1897, y continuó Derecho en la Universidad de Alcalá. Se licenció en Zaragoza en 1898. Se doctoró en Madrid en 1900. Se hizo pasante de Luis Díaz Cobeña, donde fue compañero de trabajo de Niceto Alcalá Zamora. Desde el primer momento, se interesó por la reforma religiosa católica, que conocía bastante bien. Creía que las órdenes religiosas debían ser reguladas por ley de modo democrático. En 1903 inició negocios en Alcalá, que le salieron mal. En 1910 ganó la oposición a la Dirección General de Registros y Notariado, del Ministerio de Gracia y Justicia, oficio que le duró toda su vida. En 1911 fue becado por la Junta de Ampliación de Estudios y estuvo un año en París para estudiar Derecho Comparado. Se enamoró de la cultura francesa, por contraste con el atraso cultural español. El complejo de inferioridad de los españoles, respecto a la cultura europea occidental, se basaba en la realidad que existió desde finales del XVIII hasta mediados del XIX, de no aceptación en España de los avances culturales, en amplios sectores sociales. La ILE estaba convencida de que había que salir al extranjero. En Francia pudo escribir Estudios de Política Francesa Contemporánea. La Política Militar, de 1919. En 1913-1920 fue secretario del Ateneo de Madrid. En julio de 1915 se declaró aliadófilo, y admirador de Francia. En 1916 visitó Francia e Italia para conocer los ejércitos durante la guerra. Repitió visitas a Francia en 1917 y en 1919-1920, visita en la que estuvo seis meses. En algunos viajeros como Azaña, después de volver, se produjo un complejo de superioridad, que ya no le abandonó nunca en su vida. Ambos problemas persistirán en España hasta la década de los setenta del siglo XX.

     En 1918, Azaña fundó Unión Democrática Española, apoyado por Unamuno, Menéndez Pidal, Pérez de Ayala y Américo Castro, pero fue un fracaso. En 1919 y 1920, vivió en Francia como corresponsal de El Fígaro. En 1920 entró en el Partido Reformista, de Melquiades Álvarez, pero lo abandonó en 1924, y se declaró republicano. En 1925 creó un partido denominado “Grupo de Acción Política” que intentaba unir a los intelectuales y burgueses en torno a la idea de república. En febrero de 1926, participó en Alianza Republicana.

     Azaña escribió Vida de don Juan Valera, en 1926, con lo que fue premio nacional de literatura; El Jardín y los Frailes, en 1927; La Corona, en 1928. Y ensayos en revistas como “La Pluma” y “España”. Era un hombre muy culto. En 1930 era presidente del Ateneo de Madrid. En 1929, cuando tenía 49 años, Azaña se casó con una chica de 25 años. No tuvieron hijos.

     El 8 de febrero de 1930, estuvo en la conformación de Acción Republicana, un grupo dentro de Alianza Republicana. Frecuentaba las reuniones de los republicanos, y buscaba una gran coalición entre ellos. Estuvo en el Pacto de San Sebastián de 17 de agosto de 1930 y salió como miembro del Comité Ejecutivo Revolucionario, cuando nadie pensaba que aquello tuviera trascendencia alguna.

     El 14 de abril de 1931 se proclamó la Segunda República Española, y Niceto Alcalá-Zamora presidió el primer Gobierno Provisional, al tiempo que se consideraba Presidente de la República. Azaña fue Ministro de Guerra, y reformó el ejército. En julio de 1931, Acción Republicana apoyaba la conjunción de republicanos y socialistas.

     En octubre de 1931, Azaña fue Presidente del Consejo Ministros Provisional en sustitución de Alcalá-Zamora. En 8 de junio de 1933 dimitió, y en noviembre de 1933 pasó a la oposición, cuando ganó la derecha las elecciones. Luchó por la unidad de la izquierda, que se consiguió en el Frente Popular de 1936. El 19 de febrero de 1936, volvió a ser Presidente del Consejo de Ministros. Pero en mayo de 1936, perdió el timón del verdadero poder, cuando le nombraron Presidente de la República y le quitaron la Presidencia del Consejo de Ministros. Como tal Presidente, abandonó Madrid en octubre de 1936 y fue a Montserrat huyendo de la guerra. Pero Barcelona no era un lugar seguro, en medio de las revoluciones anarquista y comunista, y se marchó a Valencia después de mayo de 1937. Regresó a Barcelona en 1938, porque los rebeldes franquistas amenazaban la zona levantina. En enero de 1939 se exilió a Francia y murió en Montaubán (Francia) en noviembre de 1940.

         Pensamiento político de Azaña.

     Azaña era el líder de Acción Republicana. Y lo más relevante de su personalidad es que quiso realizar su propia versión de República sin atender a otros puntos de vista de coetáneos. Se obcecó en su propia visión de la política. Hablaba continuamente de “revolución”, cuando él sólo era un reformista, un ilustrado. Lo hacía así para competir con los parlamentarios del PSOE que no paraban de hablar de revolución, pero con ello, caía en el peligro de propiciar una revolución que no era la liberal burguesa en la que él creía, sino la socialista, una revolución como la de Largo Caballero. Azaña quería una transformación profunda de la sociedad española. Esa transformación se había de hacer sin violencia social, sin lucha de clases, sino atendiendo a un interés superior. Y quería adoptar un modelo de sociedad que fuera español y universal, revolucionario y tradicional. La suya era una revolución económica, política y social, pero no una revolución armada que llevara a una clase social al poder, como era el caso de los pesoístas del socialismo de clase.

     Azaña era un hombre de oratoria caudalosa, abundante de ideas, fluida en palabras. Tenía amplios conocimientos intelectuales y mostraba una superioridad enojosa ante los que le escuchaban. Se mantenía muy seguro porque conocía la historia de España y el Derecho español, y la evolución de su tiempo en Europa. Y ello le llevaba a su mayor defecto: despreciaba al adversario, y utilizaba el Banco Azul para mostrar su superioridad oratoria en público. En los momentos de debate, utilizaba sarcasmos innecesarios, expresiones ofensivas, y siempre con actitud de no pactar.

     Manuel Azaña, hizo agudos análisis políticos, pero no supo gobernar la realidad de cada día. Era un abogado madrileño muy culto, que definió con nitidez las necesidades de España: una reforma agraria, una reforma militar, descentralización administrativa, un Estado laico y la construcción de escuelas. Pero no supo liderar el Gobierno, porque creyó que las multitudes siempre tenían razón, aunque fuese en el fondo de sus reclamaciones. No supo manejar las multitudes, y entregó el poder de decisión a populistas como Largo Caballero, el cual quería una revolución socialista “de clase”, o el poder para los sindicatos obreros liderados por él mismo, lo cual resultó fatal para España.

     Cuando trató el problema del ejército, Azaña cometió imprudencias como pedir la “republicanización del ejército”, una idea incomprensible en sí misma, y también pidió el objetivo de un ejército pequeño, pero moderno, que fuera efectivo para la defensa nacional. Las invectivas de Azaña contra los viejos generales, fueron entendidas por Mola como una “trituración del ejército”, y a Mola le fue fácil convencer a muchos militares de que Azaña iba contra todo lo militar.

     Cuando Azaña trató del problema religioso, dijo una frase por la que se hizo muy famoso. La frase en cuestión, pronunciada el 13 de abril de 1931, era: “El problema religioso no puede exceder de los límites de la conciencia personal, y es un problema político, de constitución del Estado. Se trata de organizar el Estado de acuerdo con una premisa que la proclamación de la República convierte en axioma: España ha dejado de ser católica”. Los católicos cortaron la frase para dejarla en las seis últimas palabras, lo cual les permitía deformarla y acusar a Azaña de todo tipo de barbaridades. Pero lo que dijo Azaña era que el Estado español dejaba de ser católico integrista, pero que él respetaba la conciencia de cada español para pensar como quisiera en el tema religioso. Y el tema lo remató Álvaro de Albornoz cuando dijo “no más abrazos de Vergara, no más Pactos de El Pardo… si quieren hacer la guerra civil, que la hagan”.

     Cuando trató el problema agrario, Azaña amenazó a los terratenientes diciendo que eran enemigos de la República.

     En todos los temas de Azaña, vemos que no podía despreciar más a todos sus oponentes, no se podía ser más displicente.

     Por contraste, a Azaña se le ocurrió pactar con el socialismo, un socialismo de clase que buscaba el Gobierno para el proletariado, y era plenamente marxista. Lo hizo porque sabía que la Conjunción Republicana-Socialista de 1909-1913 había sido una oportunidad de éxito para ambos. Y ahí cometió una nueva torpeza: excluyó a los conservadores y a los católicos en bloque, como si todos ellos fueran contrarios a las ideas de Azaña. Y esta torpeza se volvió contra él en 1933, cuando los conservadores y católicos ganaron las elecciones. En primer lugar, Azaña no quiso reconocer la victoria de la derecha, y dijo a Martínez Barrio que anulase esas elecciones y convocase otras nuevas. Ello era una actitud antidemocrática de quien decía defender la democracia por encima de todo, de quien presumía de ser el más demócrata de los españoles. Y la derecha se dedicó a deshacer las reformas de Azaña.

     El asalto a la democracia que hizo la izquierda socialista de clase y comunista, en octubre de 1934, empeoró las cosas. Y la derecha empezó a desconfiar de la izquierda. Cuando la derecha perdió las elecciones en abril de 1936, entendió que la izquierda no actuaría democráticamente, sino que acabaría con la libertad, y se entregó a los golpistas. Luego sucedió que la derecha se encontró con que habían apoyado a una dictadura militar de tipo y modos fascistas, pero ya no había remedio. El ejército había tomado el poder, y ni falangistas ni monárquicos de derecha podrían hacerle abandonar a Francisco Franco el trofeo conseguido. 

         El Gobierno Azaña de octubre de 1931.

     El 14 de octubre de 1931 se hizo cargo del Gobierno Manuel Azaña Díaz, de forma provisional, hasta que hubiera Constitución. No abandonó por ello la cartera de Guerra. Manuel Azaña había sido funcionario de Justicia y Secretario del Ateneo de Madrid, y era un nombre nuevo en la alta política cuando en 14 de abril de 1931 se hizo cargo del Ministerio de la Guerra. Ahora, en octubre, era ya Presidente de Gobierno, sorprendentemente para muchos.

  Presidente Provisional del Consejo de Ministros, Manuel Azaña Díaz-Gallo.

  Gobernación, Santiago Casares Quiroga, antes Ministro de Marina, sustituía a Miguel Maura Gamazo, el cual había dimitido al tiempo que Alcalá-Zamora.

  Fomento, repetía Álvaro de Albornoz Liminiana 1879-1954 (radical socialista)

  Instrucción Pública y Bellas Artes (educación), repetía Marcelino Domingo Sanjuán 1880-1940 (radical socialista)

  Hacienda, repetía Indalecio Prieto Tuero, 1883-1962 (socialista PSOE)

  Trabajo y Previsión Social, repetía Francisco Largo Caballero (socialista PSOE).

  Justicia, repetía Fernando de los Ríos Urruti 1883-1962 (socialista PSOE)

  Guerra, Manuel Azaña Díaz-Gallo 1880-1940 (Acción Republicana)

  Estado, repetía Alejandro Lerroux García 1864-1939 (Partido Republicano Radical)

  Comunicaciones, repetía Diego Martínez Barrio 1884-1950 (radical)

  Economía Nacional, Luis Nicolau D`Olwer, 1888-1961 (catalanista)

  Marina, José Giral Pereira (1879-1972), catedrático de Química de la Universidad Central, que era Vicepresidente de Acción Republicana. Sustituía a Casares Quiroga, que había pasado a Gobernación.

     El Gobierno se apoyaba en una coalición de republicanos y socialistas. Los republicanos estaban divididos en grupos de derecha, centro e izquierda, con intereses distintos cada uno de ellos, que se manifestarían más adelante.

         Plan de Gobierno de Azaña.

     En su discurso de 13 de octubre de 1931, Azaña anunció tres grandes reformas: las autonomías locales; la reforma de la propiedad denominada «el problema social»; y la implantación del Estado laico. Pero en la práctica se realizaron algunas más, que ya venían del periodo de Alcalá-Zamora: la reforma militar que hizo el propio Azaña; la reforma educativa que hizo Marcelino Domingo; las reformas sociales que hizo Largo Caballero.

     La confirmación de Azaña como Jefe del Gobierno en diciembre de 1931, todavía daría más seguridad en que el cambio era de verdad. Se trataba del proyecto de acción política más importante de España desde las Cortes de Cádiz. Pero era una reforma de tal envergadura, y tan precipitada, que quedó inacabada en 1933, y ya no se realizó en los años siguientes. Una reforma sin financiación, es papel mojado.

     La no realización de las reformas de Azaña, dio lugar a un mito popular, que persistió durante los siguientes cien años, como si todo lo que aquel Gobierno había propuesto fuese lo ideal para España. Pero hay que mantener una postura crítica con este mito populista: por ejemplo, quizás fuese una suerte el que no se realizase la reforma agraria, o solución al “problema social”, pues la creación de tres millones de minifundios, que serían económicamente inviables veinte años después como mucho, incluso antes de terminarse una transformación así, podría haber dado lugar a problemas mucho mayores a medio y largo plazo, o tal vez no. Quizás fuese una suerte el que no se realizase la reforma de la enseñanza, pues un Estado sin edificios escolares, sin maestros y sin profesores, ni presupuesto para construir y formarlos, podía haber dado lugar a consecuencias inesperadas. Un atraso de unos cincuenta años, no podía abordarse en un periodo corto. En este sentido, falta mucho realismo en los artículos escritos sobre la República Española. Y nunca podemos situarnos en el qué hubiera pasado si…

     El Proyecto de Ley de Defensa de la República.

     Azaña no era un mentecato ignorante, y sabía que el Gobierno se debía sustentar sobre una fuerza militar de orden público. El 29 de octubre de 1931 sacó adelante el Proyecto de Ley de Defensa de la República, luego ratificado tras la aprobación de la Constitución. Esta Ley condenaba: la resistencia a las leyes, la resistencia frente a las fuerzas de orden público, la violencia por motivos políticos, religiosos o sociales, las noticias que perturbaran la paz, la difamación sobre los proyectos del Gobierno, la apología de la monarquía, la tenencia de explosivos, las huelgas salvajes, las subidas injustificadas de precios, y la negligencia de los funcionarios públicos. El Ministro de Gobernación podía suspender las reuniones y manifestaciones públicas de carácter político, religioso o social, cuando fuese presumible el desorden público. Todas estas medidas eran poderes extraordinarios para los grandes cambios políticos que pensaban hacer los republicanos. Eso permitía actuar con legalidad a las fuerzas de orden público sin temor a violar los derechos constitucionales, que podían ser suspendidos en caso de necesidad. Casares Quiroga, Ministro de Gobernación, aplicaba sin remilgos esta ley. Tenía un sabor a dictadura, tal como había hecho Espartero en su momento, aunque se hiciese con buena voluntad. Tenía un sabor a ilegalidad y desprecio de algunas libertades ciudadanas.

     La Ley de Defensa de la República no era democrática, en el sentido de que hacía formulaciones ambiguas, y podía ser incluso anticonstitucional, cuando se aprobó la Constitución. Azaña redactó la Ley con la buena intención de hacer las reformas que España necesitaba, y fue aprobada por aclamación. Pero Prieto le advirtió a Azaña del error que estaba cometiendo. Efectivamente, esa Ley, en manos de una persona poco honesta, podía dar lugar a una dictadura, de derechas o de izquierdas. Era un gran error de Azaña. La ley de Defensa de la República fue sustituida en julio de 1933 por una Ley de Orden Público que preveía tres grados de suspensión de libertades ciudadanas: estado de prevención, estado de alarma y estado de guerra.

     Por la Ley de Defensa de la República, se dieron por aludidos los carlistas, los clericales y los anarquistas. Y la República empezó como confrontación, en vez de cómo colaboración de los españoles en un proyecto común.

         Los católicos en otoño de 1931.

     Entre los católicos ocurrió lo previsible: los católicos se dividieron entre los partidarios de las vías justas y legítimas de protesta, y los que iban más allá y no reparaban en los medios de protesta a utilizar. La Iglesia se había creado a sí misma un problema serio. Los integristas recibieron, por mano de Enrique González de Carvajal, Delegado General de los Jesuitas, una declaración del Papa Pío XI que era auténtica, y que pasaba por encima de la Secretaría de Estado Vaticana y de la Nunciatura. La declaración pedía que los obispos organizaran protestas contra “las injurias recibidas por la Iglesia”. En noviembre, de 1931, era muy evidente la existencia de dos grupos de católicos españoles, unos que aceptaban la legalidad, y otros que estaban dispuestos a conculcarla.

     El 28 de octubre de 1931 fueron a Roma los sacerdotes Luis Carreras y Antonio Vilaplana, como delegados de Tedeschini. Pedían al Papa que admitiera un Embajador de la República Española en El Vaticano. Y proponían para el puesto a Luis Zulueta. Informaron al Secretario de Estado, Eugenio Pacelli, sobre la situación religiosa en España.

     Vidal i Barraquer convocó a los obispos españoles a una reunión en Madrid para los días 18 al 20 de noviembre de 1931, e informó a Alcalá-Zamora de esa convocatoria. La petición iba al antiguo Presidente, muy católico, que era Alcalá-Zamora, y no al Presidente del Gobierno de ese momento, que era Manuel Azaña.

     Y los obispos pidieron que el Estado aumentase las limosnas en concepto de “bula de cruzada” (que se vendían en cuaresma a los católicos y resultaban prácticamente obligatorias), que se alcanzase una prórroga con la Santa Sede en cuanto a las normas que debían regir en los seminarios Diocesanos, y que se acordasen los requisitos para las Universidades Pontificias que habían sido expresados en la constitución apostólica “Deus scientiarum Dominus”. Se habló de la enseñanza y propaganda religiosa; se habló de los medios para suplir el presupuesto de culto y clero que el Estado dejaba de pagar, y se dijo que las parroquias y diócesis deberían aportar más dinero; se habló de reorganizar Acción Católica, pero en este tema, Secretaría de Estado Vaticana y el Nuncio pusieron muchas enmiendas y no se pudo lograr un acuerdo hasta 1932; y se habló de publicar una protesta colectiva de los obispos, la cual vio la luz en 21 de noviembre de 1931.

     Del 18 al 20 de noviembre de 1931 se celebró conferencia de obispos metropolitanos en Madrid. Éstos acordaron reorganizar Acción Católica. Opinaban que Acción Católica había tenido poco protagonismo político y social en 1931.

     Los obispos impusieron sobre Acción Católica una Dirección General, la cual tenía jurisdicción sobre toda España. El Director General debía ser un Obispo por delegación de los demás Obispos, y no un Cardenal representante del Papa. Y se le denominaría Consiliario Nacional de Acción Católica. El primer Consiliario fue el obispo de Oviedo, Juan Bautista Luis y Pérez. Era un hombre bien relacionado con Democracia Cristiana (inmersa en CEDA a partir de 1933) a través del canónigo Maximiliano Arboleya, el creador de las Semanas Sociales.

     La labor del Consiliario era relacionarse frecuentemente con las diversas Juntas de Acción Católica diocesanas, y procurar que éstas se relacionasen con el obispo correspondiente y con los socios de Acción Católica.

     En cada parroquia y en cada diócesis, Acción Católica estaba organizada en las ramas de: hombres, mujeres, juventud masculina, juventud femenina, y aspirantes. La célula base era la Junta Parroquial. Las Juntas Parroquiales se agrupaban en la Junta Diocesana. Y las juntas diocesanas se agrupaban en la Junta Interprovincial, y éstas se agrupaban en la Junta Nacional. Se nombró Presidente de la Junta Central de Acción Católica Española a Ángel Herrera Oria, asesorado por el Consiliario General Juan Bautista Luis y Pérez, obispo de Oviedo.

     La existencia de Juntas Regionales de Acción Católica, fue una exigencia de Cataluña, lo cual sorprendió a Roma, pero el Papa aceptó lo que parecía una Iglesia Catalana. No fue capaz de ver que estaba interviniendo activamente en política, por mucho que negara estar haciéndolo.

     Los arzobispos manifestaron el deseo de que todas las asociaciones católicas, religiosas y seglares, estuviesen ligadas a Acción Católica como socios colectivos o como entidades adheridas. Estaban copiando el modelo italiano.

     Hubo discusiones entre las distintas ramas de Acción Católica, por quién tenía más autoridad en Acción Católica, y quién entre Acción Católica y otras organizaciones de seglares.

     En este momento, destacó en la política española Ángel Herrera Oria, un hombre que se dio cuenta de que el catolicismo español debía racionalizarse, en el sentido de que los católicos debían tener formación intelectual básica, y los dirigentes católicos, una formación más profunda tanto en materia cultural y científica, como religiosa. También percibió que la opinión pública se hacía a través de los medios de comunicación social, y que la Iglesia no podía perder la batalla de la opinión pública que estaban ganando en ese momento los socialistas y anarquistas. Y en cuanto a la política, se debía renunciar a la táctica de decir que no se participaba en política, cuando en realidad eso es imposible, para impulsar una actividad clara y militante de los católicos en los partidos que eran compatibles con el pensamiento católico, de modo que no quedaran en manos de las nuevas tendencias republicanas laicas, y socialistas anticlericales.

     Ángel Herrera Oria[3], 1886-1968, era hijo de un abogado cubano repatriado en Cantabria, y ultracatólico, que tuvo 15 hijos, y cinco de ellos fueron jesuitas. La familia se fue a vivir a Valladolid, por razones obvias de economía familiar para que pudieran estudiar los hijos, y Ángel estudio Derecho en Valladolid, y luego pasó a Deusto, la Universidad de los jesuitas en Vizcaya. Se licenció en Salamanca porque Deusto no podía dar títulos. Continuó estudiando Filosofía y Letras en Deusto, y acabó sus estudios en Madrid. Ángel Herrera se implicó en la Congregación Mariana de San Luis Gonzaga, los Luises, una nueva idea católica de formar a los obreros con conferencias, teatro y publicaciones periódicas, que había creado el jesuita Ángel Ayala Alarcó. Ángel Ayala estaba preocupado por los obreros católicos, y los quería capaces y bien formados y había creado una escuela de aprendices y montadores, y una escuela de ingenieros, que se llamaron Instituto Católico de Artes e Industrias, ICAI, y también un colegio para enseñanza media, previa a esa enseñanza superior que quería darles, en la calle Areneros de Madrid. Y también había colaborado en la creación de Acción Católica Nacional de Jóvenes Propagandistas, ACNJP, aunque sus actividades fueron por el lado de la formación. Ángel Ayala necesitaba colaboradores, y reclutó a Los Luises para las tareas de formación de los obreros. Todos los viernes celebraba reuniones con sus jóvenes colaboradores, y éstos daban conferencias por diversas ciudades. En 1911, Ángel Ayala se retiró, y dejó a Ángel Herrera Oria al frente de la ingente tarea de aculturación de los obreros católicos. Ayala había viajado a Roma y había hablado al Papa de la conveniencia de poseer medios de prensa católicos. La tarea era inmensa, y lo normal era que Herrera Oria hubiera fracasado. Pero gracias a José María de Urquijo y a los empresarios de La Gaceta del Norte, Herrera Oria pudo comprar El Debate, a los hermanos Mataix, y convertirlo en el periódico de referencia de los católicos españoles. Y el impulsor de toda esta labor, Herrera Oria, tenía 25 años de edad en ese momento. La primera idea del nuevo Director de prensa fue enviar chicos a la Escuela de Periodismo de Columbia (Estados Unidos), para que se formasen en las técnicas del periodismo y abriesen una escuela de Periodismo en España. El cambio en el catolicismo, desde una praxis irracional basada en la tradición y obediencia al clero, a una formación científica y actualizada, era muy notable.

     El segundo paso en el cambio en el catolicismo, fue la intervención abierta en política. Ángel Herrera Promovió los sindicatos Agrarios Católicos, empezando en Palencia en 1912. La idea era que en cada pueblo, el párroco gestionara una Caja de Ahorros Local, con los ahorros de los campesinos del pueblo, y que los campesinos creasen una agrupación sindical. Llegó a tener más de 5.000 Cajas. Esos sindicatos locales se coordinaron en 1916 en Confederación Nacional Católico Agraria, CNCA, organización dirigida por el padre Sisinio Nevares, y el agricultor Antonio Monedero. La falta de preparación economicista de los párrocos llevaba a estas organizaciones a la quiebra sistemática, pero la idea de participación política católica estaba clara. En 1920, Ángel Herrera inició otra campaña para unificar los criterios políticos de los católicos, pero en ese momento, chocó con los obispos, pues los criterios racionales no estaban acordes con el tradicionalismo católico español. Entonces optó por apoyar a un partido ya existente, que fue Democracia Cristiana de Severino Aznar, presente en Aragón, en la idea de extenderlo y generalizarlo en toda España. Y se dio cuenta de que el cambio era mucho más complicado de lo que pensaba inicialmente, y que había que empezar en la escuela, donde los maestros debían introducir enseñanzas de un catolicismo más moderno, que no fuera contrario a los avances científicos de los dos últimos siglos, sino que se pusiera en cabeza de ellos. Y en 1920, ayudó a Fernando Martín Sánchez-Juliá a crear Confederación Nacional de Estudiantes Católicos, CNEC, en esa misma idea de tener una élite científica católica. Aspiraba a tener en España un partido católico como el Zentrum alemán, o como el Partido Popular Italiano, y lo inició con el Partido Social Popular, creado en Zaragoza en junio de 1922. Pero demostró poca experiencia y pocos conocimientos de política, al querer unir a tradicionalistas (carlistas), mauristas, sindicalistas católicos y sus grupos de propagandistas y enseñantes, bajo el simple paraguas de que todos eran católicos. Y además, el golpe de septiembre de 1923, acabó con los partidos. Entonces, cometió el error de colaborar con Primo de Rivera, y creó Unión Patriótica Castellana en Median del Campo (Valladolid), idea que el Dictador le robó para crear una Unión Patriótica nacional. Otro error de Herrera Oria, fue tratar el nacionalismo como un factor manejable por la Iglesia Católica, sin pensar que la Iglesia sería manejada por los nacionalistas. Creía que el regionalismo era deseable, y que los sacerdotes políticos se acercarían más al pueblo estimulando el uso de las lenguas, costumbres, folklore y cultura regionales.

     Para las elecciones de 12 de abril de 1931, Herrera Oria preparó el 3 de marzo de 1931 el Centro Constitucional, cuyo nombre tenía sabor alemán, en la idea de fusionar a regionalistas y derecha católica. El fracaso fue estruendoso. Pero no se rindió, sino que creó Acción Nacional, cuyo Presidente era José María Gil Robles, y que más tarde se tuvo que denominar Acción Popular por exigencias del Gobierno. el proyecto acabó en Confederación Española de Derechas Autónomas, CEDA, en 1933. Pero el movimiento monárquico de CEDA, se hizo irracional, antirrepublicano, sin considerar si los republicanos tenían razón en algo alguna vez. Eran visceralmente antirrepublicanos. Herrera Oria, había fracasado en su idea de elevar el nivel cultural católico. Y en febrero de 1933, volvió a la idea de base, de trabajar en la formación de los católicos a través de las “semanas católicas”. Incluso abandonó la dirección de El Debate. Y también volvió a trabajar en un Instituto Social Obrero, y en un Centro de Estudios Universitarios, que preparara profesores católicos. Y después de todo ello, viajó a Friburgo (Alemania) y decidió hacerse sacerdote. Como España estaba en guerra civil, se refugió en la parroquia de Santa Lucía de Santander, hasta que pasada la guerra, el 3 de mayo de 1947 se le ordenó Obispo de Málaga. siempre defendió sus viejas ideas de formar a los cristianos en la ciencia y la cultura, y en la religión católica y en 1944, promovió Biblioteca de Autores Cristianos, BAC. El 22 de febrero de 1965 le hicieron cardenal, pero en 1966, renunció a su archidiócesis y se fue a Madrid los últimos días de su vida.

              Las obras públicas en 1931.

     Indalecio Prieto, Ministro de Obras Públicas en octubre de 1931, (antes Ministro de Economía) inició un programa de construcción de pantanos en el Ebro, en el Guadalquivir y en el Cíjara-Badajoz (pantanos que terminaría en su día Franco), y la electrificación del ferrocarril Madrid-Segovia. El ingeniero Manuel Lorenzo Pardo le presentó un proyecto para un trasvase de aguas del Tajo al Segura, proyecto que retomará en 1966 Federico Silva Muñoz y lo realizará.

     La República se caracterizó por planificar mucho y no poder financiar nada, por lo que se quedó en retórica para nostálgicos, la cual perduró durante un siglo como un mito.

         El programa de recortes de presupuesto.

     La evidencia de los muchos proyectos y muy caros, y la falta de dinero para realizarlos, era palmaria. Manuel Azaña se propuso solucionarla, y ello dio pie a las izquierdas para ponerse en su contra, pues no admitían recortes de gastos y paralizaciones de los programas republicanos. Las derechas ya estaban en su contra desde abril de 1931. El fracaso de la República era predecible desde los primeros momentos.

     En los primeros días de noviembre de 1931, Azaña propuso despedir al 50% de los funcionarios y aumentar el sueldo de los que quedaran en un 20%. Ello era complementario con despedir a gran parte de los Jefes militares. Ahorrar era otra solución para el enorme déficit acumulado por el Estado. Tampoco les gustaba esto a los sindicatos.

      El programa de responsabilidades políticas.

     En noviembre de 1931, se empezó a ver el dictamen de la Comisión de Responsabilidades que había sido elegida en julio de 1931, y había presentado el dictamen a las Cortes en agosto. Las detenciones de acusados políticos habían empezado en septiembre de 1931. Empezó el juicio a los generales y políticos que habían colaborado con la dictadura de 1923-1930. Se declaró incompatibles al diputado radical Emiliano Iglesias, y al diputado Juan March, y se investigó a Rafael Guerra del Río.

     En 20 de noviembre de 1931, se constituyó un alto Tribunal para juzgar al Rey Alfonso XIII, acusándole de descuido en sus deberes constitucionales, complicidad en la inmoralidad administrativa y complicidad en el golpe de 1923. Romanones  defendió al Rey. El Rey fue condenado a destierro perpetuo, y fue desposeído de su derecho de soberanía, además de confiscársele todos sus bienes.

         Radicalización política a fines de 1931.

     En 10 de octubre de 1931 tuvo lugar la fusión de “La Conquista del Estado”, fundada por Ramiro Ledesma Ramos en enero de 1931, con “Juntas Castellanas de Actuación Hispánica”, fundada por Onésimo Redondo Ortega en Valladolid en junio 1931. Se estaba preparando un núcleo fascista español, y la unión fue llamada Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista, JONS. Las secciones sindicales locales de JONS, se llamaban Centros de Ofensiva Nacional Sindicalista, CONS. Las JONS sólo contaban con dos pequeños grupos, uno en Valladolid y otro en Madrid, y pedían unidad nacional, primacía de los valores hispánicos y justicia social, y no debieran haber sido valorados tanto por Ortega. En diciembre de 1931, apareció Acción Española, revista editada por JONS.

     El futuro de esta agrupación fue distorsionado respecto a la idea de sus fundadores, al crearse, en octubre de 1933, Falange Española de José Antonio Primo de Rivera, que absorbió a las JONS en marzo de 1934, produciéndose después, en 1935, la disidencia de Ramiro Ledesma, que desapareció de la vida política. José Antonio impuso entonces una jefatura unipersonal del partido Falange Española, que rompía el triunvirato llevado por los tres citados de 1934 a 1935. En 1936, Falange Española obtuvo muy pocos votos, unos 40.000, y el 19 de abril de 1937, por el Decreto de Unificación, Falange desapareció subsumida en el sistema franquista, igual que los Tradicionalistas de Comunión Tradicionalista. Aunque se mantenía el nombre de Falange Española Tradicionalista y de las JONS, era una nueva Falange sometida a Franco, en absoluto revolucionaria.

     Otro campo de radicalización política eran los monárquicos, los cuales habían decidido unirse a los alfonsinos y carlistas en el Pacto de Territet (Suiza), y atacar todos a la República con el argumento de que ellos eran gente de orden, y que los republicanos estaban poniendo en peligro ese orden en la Patria española. Eligieron como miembros de un Comité Director a cuatro alfonsinos y cuatro carlistas. Eugenio Vargas Latapié, apoyaba desde la revista Acción Española, cuyo primer número apareció el 15 de diciembre de 1931, y en él colaboraban Calvo Sotelo (Monárquico Alfonsino exiliado en Paris), Pradera (Tradicionalista), y Pemán (de Acción Nacional. Pedro Sainz Rodríguez, de acción Nacional. Ramiro de Maeztu que hizo el artículo de presentación del grupo y hablaba de “un ideal hispánico”.

También se radicalizaba Alejandro Lerroux, que lograría llamar la atención de intelectuales y universitarios monárquicos en 10 de agosto de 1932 porque en el golpe de Sanjurjo había aconsejado al golpista que abandonase.

     14 de noviembre de 1931: apareció Mundo Obrero, revista del Partido comunista, extremamente radicalizada.

         “Rectificación de la República” de Ortega.

     El 6 de diciembre de 1931, Ortega hizo un discurso en las Cortes que fue llamado “Rectificación de la República”. Decía Ortega que no comprendía que a los siete meses de haberse instalado la República, ya hubiera desazón, descontento, desánimo y tristeza, y se preguntaba “¿por qué nos han hecho una República triste y agria?”. Él mismo se respondía que la razón era que el Gobierno tomaba medidas radicalizadas, las Universidades mostraban disconformidad con todo, y las masas respondían con más radicalizaciones.


[1] Además de la consabida Historia General de España y América, he tenido en cuenta a: Carolyn P. Boyd, La Política Pretoriana en el reinado de Alfonso XIII, 1990; Carolyn P. Boyd, Historia patria: política, historia e identidad nacional en España 1875-1975; Carlos Navajas, Ejército y sociedad en España 1923-1930; Stanley Payne, Los militares y la política en España contemporánea, Ruedo Ibérico.

[2] Octavio Ruiz Manjón, Manuel Azaña Díaz, Real Academia de la Historia, DB-e.

[3] José Luis Orella Martínez. Ángel Herrera Oria, Real Academia de la Historia, DB-e.

Post by Emilio Encinas

Emilio Encinas se licenció en Geografía e Historia por la Universidad de Salamanca en 1972. Impartió clases en el IT Santo Domingo de El Ejido de Dalías el curso 1972-1973. Obtuvo la categoría de Profesor Agregado de Enseñanza Media en 1976. fue destinado al Instituto Marqués de Santillana de Torrelavega en 1976-1979, y pasó al Instituto Santa Clara de Santander 1979-1992. Accedió a la condición de Catedrático de Geografía e Historia en 1992 y ejerció como tal en el Instituto Santa Clara hasta 2009. Fue Jefe de Departamento del Seminario de Geografía, Historia y Arte en 1998-2009.

Leave a Reply