SINDICATOS Y GRUPOS DE PRESIÓN ESPAÑOLES EN 1927.

Contenido esencial: El XVI Congreso de UGT, CNT-FAI, los militares, los católicos, sindicatos católicos, el Opus Dei, la Asociación Nacional de Propagandistas de la Fe ACNP, la Universidad,

El XVI Congreso de UGT.

UGT había perdido unos 50.000 afiliados durante la Dictadura, quedándole unos 150.000 todavía. El XVI Congreso de UGT, se celebró en septiembre de 1928, y aprobó, por 5.388 x 740 votos, el seguir colaborando con el Dictador, lo que suponía la confirmación de lo hecho por Julián Besteiro, Francisco Largo Caballero y Andrés Saborit, partidarios de la colaboración. No querían hacer patentes las enormes diferencias entre Julián Besteiro y Francisco Largo Caballero.

La primera reacción fue casi inmediata: el Comité del PSOE, creado para analizar la situación generada, rechazó la colaboración con el Gobierno por 6 votos contra 4.

Tras la recomendación del Congreso de UGT por la colaboración, y la recomendación del Comité del PSOE por la no colaboración, el problema mayor se le presentaba a Besteiro, el cual era simultáneamente Secretario General de PSOE y de UGT en 1925-1931. Besteiro había sucedido a Pablo Iglesias por designación de éste, antes de morir en diciembre de 1925, y aceptación por consenso en 1926.

La equivocación de Besteiro puede que fuera importante para los años siguientes, pues Besteiro era un intelectual que debería haber conducido al PSOE en la dirección hacia la socialdemocracia española, pues tenía capacidad para ello, pero desconocía lo que estaba pasando en Alemania y Gran Bretaña. El error que cometía en este momento le descalificaba para el futuro, sobre todo en momentos tan trascendentales como fueron los de la Segunda República.

El error de Besteiro fue hábilmente aprovechado por Francisco Largo Caballero, el cual abandonó la idea de colaboracionismo con la dictadura en 11 de agosto de 1929, y aprovechó el momento para culpabilizar a Besteiro de colaboracionismo con la dictadura, con tal de salvarse él mismo y tratar de dirigir el PSOE. El mayor colaborador de la Dictadura acusaba a otro de colaboracionismo. Su actuación durante la Segunda República fue decepcionante, pues no supo liderar el socialismo, y se creyó el profeta llamado a la gloria de liderar una revolución que no comprendía. Largo Caballero fue al socialismo “de clase” y se consideró a sí mismo un líder al que la historia recordaría como “el Lenin español”, pero sólo era un populista egocéntrico. El hombre locuaz, Largo Caballero, se impuso al intelectual con sentido ético, Besteiro, gracias a los errores intelectuales de Besteiro.

         CNT durante la Dictadura.

CNT era en 1923-1930 una organización semiclandestina dominada por los “grupos de acción” que asaltaban bancos y preparaban atentados. Tenía los locales cerrados, y cerrado también el periódico Solidaridad Obrera, aunque conservaba muchos periódicos locales abiertos. Organizó un Comité Nacional Pro-presos en Sevilla, para tener contacto con la gente. La dirección de CNT estaba en Lyón (Francia).

La CNT de los años veinte se radicalizaba progresivamente y asumía la violencia, con grandes protagonistas como Buenaventura Durruti, Francisco Ascaso y Amelia Jover Velasco, y en julio de 1927 se creó Federación Anarquista Ibérica, FAI, rechazando todo compromiso táctico con otros partidos y llamando a la revolución social, pero que no estuvo lista para la acción terrorista hasta 1929.

El grupo FAI de julio de 1927 se creó en Valencia, tras varias reuniones en Barcelona, Francia y Portugal. Era una federación de tres entidades: Unión Anarquista Portuguesa, Federación Nacional de Grupos Anarquistas de España, y Federación de Grupos Anarquistas de Lengua Española de Francia. Buscaba obtener la hegemonía en CNT, y acabar con los comunistas que se había infiltrado en el sindicato, y con los anarquistas moderados que estaban dispuestos a pactar con el Estado. En sus propias palabras, su objetivo era conseguir la “trabazón” o unión del sindicalismo con los grupos anarquistas activos. Los faístas más importantes eran Francisco Ascaso, Buenaventura Durruti, Joan García Oliver, Ricardo Sanz, pero éstos ingresaron en FAI en 1933. En 1936, el Nuevo Comité Nacional dirigido por Horacio Martínez Prieto reorganizaría el sindicato y prepararía un nuevo congreso para Zaragoza. El periódico faísta era Tierra y Libertad, dirigido por Juan Manuel Molina y Benjamín Cano Ruiz.

Frente a la minoría violenta de FAI, Joan Peiró, Ángel Pestaña, Joan López, Ricardo Fornells, y 26 compañeros más, firmaron un manifiesto que fue llamado Manifiesto de los Treinta. Los anarquistas moderados fueron llamados por ello “treintistas”.

En febrero de 1930, los anarcosindicalistas moderados celebraron un Pleno de Federaciones Regionales en el que decidieron colaborar con los republicanos en la consecución de unas Cortes Constituyentes, de unas libertades entre las que debía figurar la libertad sindical, y de una amnistía para presos políticos. Ángel Pestaña logró entrevistarse con el general Emilio Mola, entonces Director General de Seguridad, y la CNT fue legalizada.

En 1930, los treintistas apoyaron el Pacto de San Sebastián, es decir, la posibilidad de cooperar con otras fuerzas políticas para, en principio derribar la monarquía, hasta conseguir la revolución anarquista.

La consecuencia de aquella legalización fue inesperada: miles de españoles se afiliaron a CNT en los siguientes días. Entonces Pestaña y Joan Peiró intentaron movilizaciones populares y organización de huelgas, a fin de hacer propaganda para intentar su revolución. Ningún otro grupo revolucionario quiso pactar con ellos.

Las faístas dedicaron todas sus energías a destruir a los treintistas: Joan Peiró fue nombrado en 1930 director de Solidaridad Obrera, y los FAI fueron contra él haciéndole dimitir en septiembre de 1931. Peiró fue sustituido por Felipe Alaiz. En 1932 derribaron a Ángel Pestaña, secretario del Comité Nacional, poniendo en su lugar a Manuel Villar. También derribaron a Emili Mira, secretario del Comité Regional, poniendo en su lugar a Manuel Rivas. Con ello, los faístas terminaban su primera fase de lucha, la de destrucción del treintismo.

El triunfo republicano en las elecciones del 14 de abril de 1931, parecía dar la razón a los anarquistas moderados, pero las reivindicaciones anarquistas no fueron satisfechas en ese momento por el nuevo Gobierno. Entonces los FAI comenzaron una segunda fase, de lucha o enfrentamiento directo con el Gobierno de la República: En 1932 y 1933 iniciaron revueltas en todos los pueblos de España que pudieron. Los faístas eran perseguidos y fueron derrotados, y Diego Abad de Santillán, Jacinto Torhyo y José Peirats culparon de su derrota a los anarquistas bolcheviques, y captaron a la Revista Blanca.

Ante la guerra de 1936, los faístas decidieron admitir a todos los grupos de todas las tendencias de CNT, e incluso permitieron que García Oliver y Federica Montseny cooperasen con el Gobierno republicano. Escribían en revistas como El Libertario de Madrid y Nosotros de Valencia. El líder español era Abad de Santillán, y el líder portugués era Germinal de Souza. En 1937, en el Pleno Peninsular de Regiones celebrado en Valencia, decidieron cambiar la organización interna.

La Unión de Rabassaires fue otro sindicato permitido durante la dictadura.

LOS GRUPOS DE PRESIÓN DE LOS AÑOS TREINTA.

         Los Militares.

Los Militares españoles eran un grupo de presión que se consideraba con derecho a tutelar el Estado. De hecho, los militares habían sostenido la monarquía y los distintos Gobiernos españoles en los últimos siglos. Y de ahí les venía ese sentimiento de ascendencia sobre el Estado.

Pero los militares no eran un grupo tan homogéneo como querían aparentar, pues las ideologías también influyen sobre ellos, como sobre cualquier otro colectivo. Hubo en su día militares moderados, que eran mayoría, y militares progresistas. Más tarde hubo militares republicanos, frente a la mayoría monárquica. Y hubo militares conservadores, frente a militares liberales.

Pero la mayor ruptura interna entre militares no se produjo por ideología, sino por intereses: por la cuestión de los ascensos. Y no era de entonces, sino venía de antiguo. Los hijos de los militares tenían ciertas preferencias a la hora de ingresar en las Academias Militares. Ingresaban dos años antes, y ello suponía que a la edad en que otros terminaban su academia, ellos ya habían conseguido varios grados. Pero incluso entre los muchos hijos de militares, cabía ascender más o menos rápidamente, y ello se hacía posible “por méritos de guerra”, de modo que algunos tenían una carrera meteórica de ascensos, mientras otros se quedaban atascados en la escala. Y los ascensos suponían un sueldo mayor. Bastaba un destino en Marruecos, y la atribución por escrito de gestos militares, para conseguir esos ascensos.

En el siglo XX, la guerra se producía en África, y los militares que ascendían rápidamente por méritos de guerra eran llamados “africanistas”. Los africanistas dominaban los cargos más altos de la escala militar, y se dio el caso de un militar que llegó general a los 33 años de edad, que fue Francisco Franco Bahamonde en 1926. Cada vez que uno ascendía, las posibilidades se cerraban para otros, pues las plazas de alta graduación eran limitadas.

         Los Católicos.

Los Católicos españoles fueron desde siempre un grupo de presión en política. El grupo dominante tradicional era el integrista, y contra él se habían rebelado los ilustrados del XVIII y los liberales del XIX, muchos de ellos católicos también. Su doctrina integrista decía que el poder proviene de Dios, y Dios ha conferido el cuidado de los hombres al Papa y a los sacerdotes. Por tanto, se sentían al margen del Estado, tenían su propio sistema judicial dependiente de los obispos y del Papa, y su sistema legislativo privativo que era el Derecho Canónico. Y para consolidar estos privilegios, tenían un montón enorme de propiedades, que les hacía muy poderosos, sobre todo cuando podían alquilarlas a sus seguidores, o quitárselas a sus contrarios. Y tenían una subvención del Estado que repartían desigualmente, con puestos muy bien remunerados, y otros en los que se pasaba hambre. Los liberales del siglo XIX, dijeron que la ley era igual para todos, y que el acaparamiento de bienes era una injusticia social, que había que remediar mediante la desamortización. La cuestión de que los sacerdotes fueran juzgados por tribunales ordinarios, además de por sus obispos fue más ardua de resolver. La Iglesia española se hizo entonces antiliberal, sin entrar en que el liberalismo fuera una doctrina económica y social muy progresista. Los socialistas de segunda mitad del XIX, dijeron que la Iglesia era un poder que en sí mismo, era una explotación del pueblo, y que además apoyaba a los explotadores, como la monarquía y los capitalistas. La Iglesia española se hizo antisocialista, sin analizar las doctrinas del socialismo.

Pero los sacerdotes y religiosos también piensan por su cuenta, y entre ellos surgieron liberales y socialistas, produciéndose una ruptura interna, aunque estos últimos fueran minorías. Esas minorías eran fuertemente apoyadas por muchos españoles, y se constituían en peligrosas por el simple hecho de denunciar a sus colegas, que se entregaban al servicio del poder instituido. Pero eran ninguneadas por la jerarquía católica.

         Los sindicatos católicos.

Los sindicatos católicos se quejaban al dictador de que los obreros fueran representados por UGT, pero los obreros católicos no actuaban con independencia efectiva, sino tutelados por los sacerdotes y obispos católicos, y eso les restaba representatividad real entre los obreros, excepto entre los muy católicos. Además, el cooperativismo, es una utopía que no es sostenible a largo plazo, y la Iglesia no está dispuesta a aportar sistemáticamente los capitales necesarios para que las cooperativas sean posibles.

En septiembre de 1928 hubo una reforma del Código Penal regulando la huelga y legalizando aquellas que tuvieran objetivos puramente económicos, pero no las demás. Parecía obvio que la Ley iba contra los sindicatos marxistas y anarquistas.

El Opus Dei.

El 2 de octubre de 1928, José María Escrivá de Balaguer Albás creó el Opus Dei. La obra se complementaría el 14 de septiembre de 1930 con la sección femenina del Opus Dei, con su gobierno diferenciado del de los hombres.

El Opus Dei buscaba gente cualificada profesionalmente para dar calidad al cristianismo, y no querían figurar como una religión de pobres, y con ello no se refería sólo a pobres en dinero. La doctrina base era la santificación personal, el apostolado constante en el trabajo, y la identificación del trabajo del individuo como su campo de acción para lograr su santificación.

En 1940 el Opus se extendió a Portugal iniciándose una internacionalización que llevaría el Opus a otros países, sobre todo latinoamericanos.

En 1943, la nueva institución sería aprobada por el Papa, y el 14 de febrero de 1943 nació una de las características más notorias de la Obra: la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, que es un grupo de sacerdotes que dirige espiritualmente a los miembros del Opus. El Director Espiritual es la figura clave que influye en todos los miembros, sean éstos Ministros, Militares, Profesores, Alcaldes, Profesionales Liberales, Empresarios… El miembro del Opus le debe comunicar todo a su director espiritual, en confesiones semanales y retiros mensuales, y se debe dejar aconsejar por esta persona. Ése es el gran poder del Opus. Hay un convenio de privacidad, por el que el miembro no habla de su director espiritual nunca, ni el director espiritual habla de sus protegidos, lo cual garantiza la inmunidad de los directores espirituales.

Los tres primeros sacerdotes de la Sociedad Sacerdotal se ordenaron en 25 de junio de 1944. En 1946, Escrivá de Balaguer fue a vivir a Roma para dirigir el Opus al lado del Papa. La protección de los Papas al Opus Dei ha sido total.

En 1957, el Opus ganó mucha influencia en España entrando José María Alboreda Herranz, del Opus Dei, a ser secretario general del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, CSIC, y marcando las líneas maestras de ese centro de investigaciones español. Por entonces Mariano Rubio fue Ministro de Hacienda y Alberto Ullastres Ministro de Comercio. Los miembros del Opus dieron una cierta altura intelectual al sistema franquista, y como ello exigía abandonar viejos patrones políticos, y se hizo con unas normas precisas, fueron llamados los “tecnócratas”. En el mismo ámbito del Opus se movían Manuel Lora Tamayo (Educación), Gregorio López Bravo (Industria), Jesús Romero Gorría (Trabajo), Laureano López Rodó (Comisario del Plan de Desarrollo). 

El 26 de junio de 1975 murió Escrivá de Balaguer, sucediéndole en la dirección del Opus Álvaro del Portillo y Díez Sollano. Este hombre consiguió en 27 de noviembre de 1982 una Prelatura Personal para el Opus, de modo que los miembros del Opus dependen sólo de la Sagrada Congregación de Ritos de Roma, y no están sometidos al obispo de su zona de residencia.

 La Asociación Católica Nacional de Propagandistas.

Asociación Católica Nacional de Propagandistas, ACNP, era un grupo de unos 600 intelectuales, licenciados universitarios, de profundas creencias católicas, con puestos importantes en la sociedad. La iniciativa de este grupo político católico, nació en Valladolid en 13 de noviembre de 1923, cuando se creó el Círculo Católico Agrario, tras el cual nacieron distintas “Uniones Patrióticas” provinciales en las siguientes semanas bajo el liderazgo de Ángel Herrera Oria. El Presidente de ACNP y cabeza pensante del movimiento, era Eduardo Callejo de la Cuesta, un abogado vallisoletano que fue Ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes en 1925-1930, e hizo en 1928 una reforma educativa que intentaba regenerar España a través de la enseñanza media y la enseñanza universitaria, unos modelos de enseñanza que se debían aproximar a los métodos de los jesuitas y agustinos.

La ACNP tuvo gran influencia en la política española, hasta ser desplazada por el Opus en los años sesenta. Pero siguió existiendo. Se democratizó intelectualmente, y aceptó muchas teorías científicas y sociales nuevas, lo cual le hizo perder la confianza del la jerarquía católica y de Franco.

         La Universidad.

La Universidad es otro grupo de presión. La Universidad tiene sus propios métodos de renovación, de modo que los catedráticos y profesores en general sean de la tendencia que le conviene al Gobierno. Y desde sus cátedras, hacen teorías que justifican al gobernante de turno, y por ello les pagan bien, y obtienen publicaciones y mejoras en destinos de enseñantes.

La Universidad es el vivero de donde salen necesariamente los gestores del Estado. Son los mejor preparados para esa gestión. Y los gobernantes lo saben muy bien. Pero la Universidad es fácil de corromper, pues cualquier individuo se puede prestar a las peticiones de los gobernantes a fin de medrar en sus aspiraciones y obtener algún dinero al mismo tiempo. De la moralidad de la Universidad, depende en gran manera la moralidad del conjunto del Estado.

De la Universidad salen los equipos de enseñantes, englobados en Departamentos Universitarios, de los que salen los enseñantes de enseñanza media para los siguientes treinta años. De la Universidad salen la mayoría de las publicaciones importantes de un país. Y de la Universidad salen también los equipos que tratan de vivir a costa de las grandes instituciones y del Estado. Unos son los que van a servir al Estado, y otros los que van a servirse del Estado. El exceso del profesorado, sin acomodamiento posible en la Universidad, busca un carguillo en la Administración, pública y privada, e incluso en los propios Departamentos universitarios, generándose una clase social especial, en la que en cada “familia” tratan de ayudarse los unos a los otros, al tiempo que se ayudan para derribar a los miembros de las otras familias. La Universidad no es un lago de aguas tranquilas precisamente.

Post by Emilio Encinas

Emilio Encinas se licenció en Geografía e Historia por la Universidad de Salamanca en 1972. Impartió clases en el IT Santo Domingo de El Ejido de Dalías el curso 1972-1973. Obtuvo la categoría de Profesor Agregado de Enseñanza Media en 1976. fue destinado al Instituto Marqués de Santillana de Torrelavega en 1976-1979, y pasó al Instituto Santa Clara de Santander 1979-1992. Accedió a la condición de Catedrático de Geografía e Historia en 1992 y ejerció como tal en el Instituto Santa Clara hasta 2009. Fue Jefe de Departamento del Seminario de Geografía, Historia y Arte en 1998-2009.

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