LA CRISIS POLÍTICA DE 1926.

Conceptos clave: Alianza Republicana de 1926, los conservadores en 1926, Alianza Republicana en 1926, los militares españoles en 1926, la Sanjuanada, la sublevación catalana de 1926, corporativismo de Primo de Rivera, el colaboracionismo de UGT, política exterior española en 1926.

     Los conservadores, los militares y los republicanos españoles, empezaron en 1926 a hacer política en contra de la Dictadura. Los terratenientes y burgueses estaban descontentos con un nuevo Impuesto sobre la Renta. Los del Partido Conservador, liderados por Sánchez Guerra, pedían a partir de 1926 la destitución de Primo de Rivera por su empeño en hacer una extraña Asamblea Constituyente con abandono de la democracia liberal. Y los republicanos, siempre divididos en múltiples grupos, decidieron unirse entre ellos una vez más para pedir un cambio radical del modelo de Gobierno en España.

         Inquietud de los conservadores en 1926.

     El Ministro de Hacienda José Calvo Sotelo, considerado la derecha española, no resultó tan “de derechas” como los terratenientes y burgueses en general pensaban que sería la Dictadura. No era un ignorante. No estaba con el liberalismo burgués. Sabía que había que terminar con el estado de cosas por el que los poseedores no pagaban apenas impuestos, lo cual era el aglutinante principal de los partidos conservadores españoles, de las derechas. El 8 de marzo de 1924, Calvo Sotelo aprobó el Estatuto Municipal que permitía a los Ayuntamientos recaudar algunos impuestos municipales hasta entonces inexistentes. Los Ayuntamientos localizaban terrenos incultos o deficientemente cultivados, y podían imponerles unas cargas municipales. El 24 de diciembre de 1925, obligó a los propietarios a declarar el valor real de sus fincas urbanas y rústicas, pues en caso de tenerlas valoradas a menos del 50% de su valor de mercado, se podrían expropiar por el valor declarado por el propietario.

     A estas reformas reales, se añadían rumores de proyectos nuevos para recaudar impuestos. Efectivamente, el 25 de junio de 1926, al día siguiente del golpe fracasado, se aumentaron los tipos impositivos de la contribución territorial y urbana, como se venía rumoreando. Y el 18 de enero de 1927, se presentó un Proyecto de Reforma Fiscal con un impuesto nuevo y progresivo semejante a nuestro IRTP actual, que se llamó entonces Impuesto sobre Rentas y Ganancias, IRG.

     En Calvo Sotelo, una cosa eran las ideas de la necesidad de mayor autoritarismo en el Gobierno y orden social en la calle, y otra distinta la de que los propietarios debían pagar más impuestos. Tradicionalmente, los burgueses venían confundiendo ambos conceptos, y Calvo Sotelo les sorprendió.

              Alianza Republicana.

     Los republicanos, a partir de febrero de 1926,  llegaron a un acuerdo entre ellos para ir en contra del Dictador: el acuerdo se llamaba Alianza Republicana, una asociación que pretendía unir a unos 450 centros republicanos de distintas ideologías, y decía contar con unos 100.000 asociados. Hubo una manifestación en Barcelona que fue masiva y se constituyó en el símbolo de esta Alianza Republicana. Los nuevos republicanos presumían de “modernos”, incorporaban programas “modernos” y entendían por “moderno” el hacer frente a los problemas socioeconómicos de una sociedad en proceso de cambio, cambio que debería afectar también a los diversos centros republicanos, los cuales debían convertirse en “modernos partidos de masas”. Pero ni eran 100.000, ni eran un partido, sino sólo un proyecto de unión de lo que era imposible unir, la diversidad republicana.

     En verano de 1926 estaba ya organizada «Alianza Republicana»: el Presidente de la agrupación era Alejandro Lerroux. Los principales grupos republicanos afectados eran:

Acción Republicana de Manuel Azaña, José Giral, Luis Jiménez de Asúa, Ramón Pérez de Ayala (creada en 1925). Partido Republicano Federal de Manuel Hilario Ayuso Iglesias. Prensa Republicana de Roberto Castrovido.  Partido Republicano Catalán de Marcelino Domingo y Lluis Companys.  Partido Republicano Radical de Alejandro Lerroux García (1908). Fue Secretario el abogado catalán Antonio Marsá Bragado. Fue Secretario de 1928 a 1930,el catedrático de Derecho Administrativo Enrique Martí Jara.

     No quisieron entrar en la Alianza Republicana algunos republicanos catalanes porque odiaban a Lerroux.

     En el Manifiesto fundacional de Alianza Republicana, manifestaban que querían unas Cortes constituyentes que legalizaran un Estado republicano, lo cual era contrario a la costumbre española de proclamar primero la república, e intentar después hacer una Constitución republicana. Se sumaron entonces al movimiento constituyente Vicente Blasco Ibáñez, Miguel de Unamuno, Antonio Machado, Gregorio Marañón, Eduardo Ortega y Gasset, Luis Bello, Juan Negrín, Ramón Pérez de Ayala, y otros.

     La existencia de esta asociación de republicanos fue difícil desde el primer día: Alianza Republicana apoyó el golpe de junio de 1926 contra la Dictadura, la Sanjuanada, y fue perseguida por el Régimen. Lerroux estuvo a punto de destruir la Alianza Republicana cuando propuso aliarse con los constitucionalistas, moderados y liberales, lo cual hubiera dinamitado los acuerdos de unión entre republicanos. De todos modos, en 1929, abandonaron Alianza Republicana los Republicanos Federales, la mayor parte de ellos catalanes, el sector más radical del republicanismo.

         El descontento militar en 1926.

El descontento militar se había originado por varias causas: Algunos militares se sentían excluidos por la política de Primo de Rivera, sobre todo a partir de diciembre de 1925, fecha de instauración del Gobierno Civil. Eran el coronel Segundo García García, y los generales Domingo Batet Mestres, Valeriano Weyler Nicolau y Francisco Aguilera Egea. Estos militares se pusieron en contacto con políticos liberales  como Álvaro de Figueroa conde de Romanones y Melquiades Álvarez, y comenzó la preparación de un golpe de Estado.

El 9 de junio de 1926, Primo de Rivera creó la Academia General de Toledo, poniendo a Arsenio Martínez-Campos Antón a su frente. Arsenio Martínez-Campos era un africanista de infantería. Los peninsulares se sentían pospuestos.

La cuestión de los ascensos, no se había resuelto. Lo militares habían creído que el golpe de 1923 se había hecho para solucionar, entre otros, este problema. En 1926, se decidió el cambio, que en realidad no cambiaba nada, sino que era una vuelta al sistema tradicional: se acabó con las llamadas “escalas cerradas” (se llamaba así al juramento de los oficiales de artillería de ascender sólo por antigüedad, sin abrirse a los méritos de guerra o servicios al Estado). El cambio de Cuerpo o Arma iba a volver a ser posible, y los ascensos dentro de infantería podrían renovarse indefinidamente trasladándose a otros cuerpos los ascendidos. Lo peor de la Ley de 1926, era que se declaraba su retroactividad desde 1920. La ley decía que los ascensos en el generalato serían igual para todos los cuerpos y armas, y serían regulados por libre elección hecha por una Junta de Clasificación para el generalato, abandonando la diversidad de los turnos y de los méritos.

Ante esta Ley, la infantería y caballería declararon su apoyo al Rey y a Primo de Rivera. Los artilleros Correa, Arzadún, Sirvent, Flores y Haro, protestaron, como lo habían hecho tantas veces desde 1866. El general de Artillería, Juan Arzadún Zabala, fue a ver al Rey y a Primo de Rivera, que se enfadó mucho tras serle expuestas las quejas. Como castigo a la insolencia de protestar, y a la posible connivencia con el golpe de Estado, fueron suprimidas las compensaciones económicas que recibían los artilleros por su renuncia al ascenso hasta que le llegara su turno por antigüedad. Los artilleros protestaron de nuevo, se recluyeron en los cuarteles, fueron suspendidos de empleo y sueldo, y muchos pidieron el pase a la reserva. El 5 de septiembre de 1926 se declaró estado de guerra, hasta que el 7 de septiembre se resolvió el conflicto. Los cabecillas fueron detenidos al precio de un muerto y dos heridos. Artillería fue sometida y obligada a aceptar mandos de otros cuerpos del ejército.

De otro lado, el coronel Francisco Franco y otros militares africanistas habían exigido, desde siempre, la lucha y sometimiento de Abd el Krim, incluso amenazando a Primo de Rivera con motivo de la evacuación de Xauen en 1924. La rendición de Abd el Krim se produjo el 27 de mayo de 1926, pero ante los franceses. Ello le dio mucho prestigio a Primo de Rivera, que se autoadjudicó la victoria y la gloria de haber terminado una guerra empezada en 1907.

     La Sanjuanada o crisis militar de 1926.

     El fracaso de la dictadura era todavía, en 1926, de tipo político, y no de orden económico y social como sería en 1929: el problema era que en 1923 se habían suprimido las libertades constitucionales de forma transitoria, habían pasado ya tres años sin libertades, y parecía que el régimen se prolongaría mucho tiempo todavía.

     En 24 de junio de 1926 hubo un intento de golpe de Estado liderado por Sánchez-Guerra, en el que estaban implicados el liberal Álvaro de Figueroa y Torres conde de Romanones, el Republicano Radical Alejandro Lerroux, Gregorio Marañón, el general Valeriano Weyler, el general Francisco Aguilera Egea, y el general Domingo Batet Mestres. Para el golpe de 24 de junio, Festividad de San Juan, se habían sumado también los anarquistas de CNT, aunque su relación con los conservadores que se sublevaban era nula.

El Golpe se hizo con suma inocencia y candidez, como si el Rey no hubiera estado de acuerdo en el golpe que impuso la dictadura de Primo de Rivera en 1923. No se quería eliminar a la monarquía, sino manipular al Gobierno como siempre se había hecho en España.

Se preparó para enero de 1926, pero se enteró el Rey por boca de los mismos golpistas, y les dijo que si había sublevación o se derramaba una gota de sangre, abandonaría la Corona y se iría de España. Los militares temían la declaración de República, por lo mucho que les iba en ello. Decírselo al Rey había sido lo mismo que comunicárselo a Primo de Rivera. Se pospuso el golpe, y se fijó para el día de San Juan, 24 de junio de 1926. Mientras tanto, Primo de Rivera tuvo tiempo de cambiar algunas cosas.

Debían iniciar el levantamiento en favor de la legalidad constitucional Valencia, Cartagena y Valladolid. El líder militar del levantamiento era Francisco Aguilera, teniente general del ejército. El manifiesto programático era apoyado por su jefe, el capitán general Valeriano Weyler Nicolau, y fue redactado por Melquíades Álvarez. Sánchez Guerra exigió que en el manifiesto constara que el objetivo era reintegrar a España a la normalidad jurídica constitucional.

El 22 de junio, los líderes del golpe, Melquiades Álvarez en la trama civil, y el general Francisco Aguilera Egea, redactaron un manifiesto, y Aguilera se levantó en Valencia, teniendo a muchos militares comprometidos en distintas partes de España.

Pero el 24 de junio no progresó el levantamiento, y ni siquiera Valeriano Weyler se sublevó, resultando un ridículo grande. Por eso se llamó la Sanjuanada.

Los altos mandos implicados sólo fueron condenados a multas, y las penas, hasta 6 años de cárcel, fueron mayores cuanto más baja era la graduación del implicado. Entre los golpistas que fueron condenados a multas encontramos: Álvaro de Figueroa y Torres conde de Romanones; general Francisco Aguilera; general Valeriano Weyler; general Gil Dolz de Castellar; José Manteca Roger (miembro del Partido Reformista en Valencia); Gregorio Marañón (que no había participado en nada); coronel Segundo García (ayudante del general Aguilera); Barriobero; Domingo Batet (Gobernador Civil de Tarragona); Marcelino Domingo; Benlliure Tuero; Lezama; coronel Luis Bermúdez de Castro Tomás; Amalio Quílez; capitán Fermín Galán; Antonio María Isbert (del Frente de Estudiantes de Izquierdas).

El ejército, tras los sucesos de 1926, quedaba en manos del Dictador. Algunos generales se enfadaron mucho, y Queipo de Llano llegó a llamar a Unión Patriótica, en siglas UP, “Urinarios Públicos”, y los generales Weyler y Berenguer se solidarizaron con él.

    Consecuencias de la Sanjuanada.

Las conversaciones entre artilleros y Gobierno se rompieron tras La Sanjuanada. Primo de Rivera declaró estado de guerra el 5 de septiembre de 1926 y suspendió de empleo y sueldo y uniforme a todos los oficiales de artillería complicados en la protesta.

En noviembre de 1926, Primo de Rivera perdonó a los artilleros y les ofreció la posibilidad de reingreso en el Cuerpo de Oficiales de Artillería, pero firmando una confesión individual de aceptación de culpabilidad.

El maltrato a artillería era el segundo gran error de Primo de Rivera, tras la anulación de la Mancomunidad de Cataluña en 1924.

Primo de Rivera sintió la necesidad de apoyo popular y los días 10 al 13 de septiembre de 1926 se celebró un plebiscito de adhesión al Directorio. El resultado fueron casi 7 millones de votos favorables al Directorio. Votaron 7,5 millones de síes respecto a 13 millones de potenciales votantes. Se votó en las mesas caciquiles tradicionales, y con la consigna se sacar el sí. El resultado no era pues fiable.

El 1 de octubre la Universidad de Salamanca entregó el doctorado “honoris causa” a Miguel Primo de Rivera.

 La sublevación catalana de octubre de 1926.

En 29 de octubre de 1926, Maciá había comprendido que la sublevación catalana era muy difícil. Los vascos no le habían respondido. Los comunistas no colaboraban. Entonces, pidió ayuda a unos soldados italianos mercenarios. Entre estos soldados estaba Riciotti Garibaldi, el cual le comunicó a Mussolini los proyectos de Maciá. Mussolini se lo comunicó a Primo de Rivera, y éste tomó medidas para que la policía detuviera a los complicados en el complot. Del 2 al 4 de noviembre de 1926, fueron detenidos los cabecillas de la sublevación, entre ellos Francesc Maciá. Y con ello, se obtuvo más información, la cual permitió detener a muchos implicados que residían en Barcelona.

Como suele suceder en las sublevaciones ocurridas en España, los sublevados españoles fueron convertidos en héroes por la prensa europea. Maciá se envalentonó con ello, y pasó a América a recaudar dinero para una sublevación definitiva.

      Evolución de la Dictadura al corporativismo.

     Según Primo de Rivera, el Estado y los órganos corporativos de la sociedad eran los elementos esenciales de la sociedad española. Primo de Rivera decía tener interés por las clases obreras y afirmó que encontraría un equilibrio justo entre los poseedores y los desposeídos mediante “la armoniosa asociación entre el capital con el trabajo”. Para desarrollar esta idea: hizo una llamada a los patronos para que sacrificaran una parte de sus beneficios a favor del progreso del nivel de vida de los obreros; dio facilidades para los contratos de trabajo; hizo accesible el crédito “a los hombres honrados”; y fomentó las cooperativas de producción. Era una llamada a la utopía regeneracionista, basada en la buena voluntad de los hombres. La idea se parecía mucho al fascismo puesto de moda por Mussolini desde 1922. Y obtuvo los resultados esperables de ello: ninguno.

La explicación de este fracaso es fácil: Primo de Rivera estaba manifestando falta de formación económica y de formación política. Las empresas son entes sin conciencia, ni moralidad. No son humanas, y no tienen las cualidades que se les supone a las personas. En todos los sistemas políticos, comunistas, democráticos o fascistas, católicos, protestantes o ateos, las empresas son gestionadas por hombres, y a esos hombres se les exigen resultados, y no se les juzga por las obras de caridad realizadas. Un sistema de Gobierno no puede apelar a la conciencia de los empresarios, porque es entrar en el campo de la subjetividad y el desorden, lo contrario de lo que es gobernar. Al gestor de una empresa se le juzga por los resultados y sólo por los resultados[1].

     UGT durante la dictadura.

     En el tema sindical, la Dictadura hizo distinción entre los sindicatos “violentos y revolucionarios” como CNT, a los que había que eliminar, y los sindicatos “inteligentes” como el de Pablo Iglesias (muerto en 1925 y ya un poco mitificado durante la Dictadura). Teorizó que los sindicatos no debían actuar en política, que debían ser pacíficos y que debían aceptar el valor moral del patriotismo. Otra vez estaba introduciendo un elemento irracional en las relaciones de producción.

     Fue la UGT la que decidió colaborar con Primo de Rivera. Primo de Rivera creía que el nuevo líder de UGT sería Manuel Llaneza Zapico[2], dirigente minero asturiano, y le invitó a dialogar sobre las demandas de los mineros. Por otro lado, visitó la Casa del Pueblo de Madrid para contactar con los líderes del polo madrileño de UGT. Y cuando el dictador disolvió los Ayuntamientos, invitó a los socialistas y ugetistas a participar en la formación de los nuevos Ayuntamientos. La idea era eliminar anarquistas y comunistas. De nuevo se equivocó, pues el líder fue Besteiro, y más tarde Largo Caballero. Nadie podía prever que el más ignorante y violento, Largo Caballero, llegase a ser líder del sindicato UGT.

     El Ministro de Trabajo, Aunós, llamó a los socialistas para que participaran en todas las corporaciones socioeconómicas patrocinadas por el Estado tales como el Consejo de Administración y de Información Telegráfica, el Consejo Interventor de Cuentas de España, la Junta de Abastos, la Junta de Subsistencias, y el Consejo de Economía Nacional. La colaboración se produjo hasta casi última hora, hasta 1929.

              Política exterior en 1926.

     En 1926, España intentó conseguir un puesto permanente en el Consejo de Seguridad de la Sociedad de Naciones. Ello despertó recelos en Alemania y en Suecia. Estos Estados manifestaron que si se le daba a España el puesto, también habría que dárselo a Polonia, y lograron distraer la atención del mundo, y evitar que España consiguiera el puesto que pedía. Primo de Rivera desconocía la realidad diplomática europea, e incluso menospreciaba la política exterior. Recortó el presupuesto de la Oficina Española en la Sociedad de Naciones en un 40%, y perdió todas sus posibilidades en el juego diplomático. Incluso acabó pidiendo la retirada de España de la Sociedad de Naciones, lo cual fue efectivo en diciembre de 1926. Hasta 1928, la participación española en política exterior fue mínima, pero España volvió a la Sociedad de Naciones cuando se discutía sobre Tánger en 1928, cuando España temió quedar excluida de ese punto comercial.

España buscó un “padrino” internacional y creyó haberlo encontrado en Benito Mussolini. Las relaciones con Mussolini habían sido buenas desde el primer momento, pues Alfonso XIII había visitado Roma en septiembre de 1923 y le había dicho a Mussolini que simpatizaba con su movimiento, y al Papa le había dicho que España se ofrecía para una nueva cruzada contra los enemigos de la religión católica. En junio de 1924, devolvieron la visita los Reyes de Italia, acompañados del Príncipe heredero. Mussolini envió a España a fascistas destacados como Stefano Molle, que dio unas conferencias en España en 1926. Y los hijos de Mussolini, acompañados por cientos de vanguardistas, estuvieron en Barcelona en septiembre de 1929. Desde 1927, los periódicos españoles tenían prohibido hablar mal de Italia, igual que no podían hablar del Rey de España, ni de Primo de Rivera.

     El 20 de febrero de 1927 dimitió José Yanguas, subsecretario de Estado. La política exterior española en Europa había fracasado.

Primo de Rivera asumió personalmente la cartera de Asuntos Exteriores, e inició una nueva política: llamaba a los hispanoamericanos “hermanos de la raza ibérica” e hizo muchas campañas de propaganda para llamarles la atención sobre España. Ya en 22 de enero de 1926 se habían enviado dos pilotos a América en el Plus Ultra, acompañados de un militar y un mecánico, que llegaron a Buenos Aires el 10 de febrero. El lema era “Viva la Raza Ibérica”. También la Patrulla Elcano voló en tres aparatos desde Madrid hasta Manila, pilotados por los capitales Martínez Esteve, Lóriga y González Gallarza. Y en diciembre la patrulla Atlántida, del Comandante Rafael Llorente, hizo la ruta Melilla- Casablanca- Las Palmas- Villacisneros- Port Etienne- San Luis de Senegal- Dakar- Bolama- Konakry- Monrovia- Abidján- Lagos- Santa Isabel, en la Guinea Ecuatorial española. Y animados por la popularidad que alcanzaban estos vuelos en la prensa, los obispos organizaron en 1928 un vuelo a Jerusalén en tres aviones, de los cuales, sólo llegó uno a destino.

     Otro objetivo de la Dictadura fue el establecer buenas relaciones con Portugal. En agosto de 1927 se llegó a un acuerdo con Portugal para explotar el río Duero con saltos de agua, pues la frontera entre ambos países está situada en profundos barrancos, los Arribes, fáciles de represar. En febrero de 1928, una Comisión Hispano-Portuguesa de cuestiones económicas se puso a buscar espacios de cooperación, y el Presidente de Portugal, Carmona, hizo una visita a España en la que ambos países acordaron luchar juntos contra el comunismo.


[1] Expliquémoslo para alumnos de bachiller: un estudiante muy de izquierdas y muy comunista, que tuviera unos dineros en una cartilla de un banco, si una entidad le da el 3% y otra el 1%, meterá sus dineros en la del 3%, y no se preguntará si un banco es más moral que el otro, sino que “razonará que todos los bancos son iguales en la injusticia, y que él tiene que sobrevivir y pagarse sus gastos, pero acabará metiendo su dinero en la entidad que le da el 3%. Por ello, todos los bancos se verán empujados a ofrecer ese 3%, o a ponerse de acuerdo, aunque ello sea ilegal por monopolio, en bajar los intereses ofrecidos, todos al mismo tiempo y al mismo nivel. La moralidad no es esperable en estos casos. Al director de banco que consiga muchas cartillas, se le dará un premio, o al que, en otro momento, arruine al banco por dar excesivos intereses, se le expulsará.

[2] Manuel Llaneza Zapico, 1879-enero de 1931, era asturiano de nacimiento, pero empezó a trabajar en Barruelo de Santullán (Palencia). Fue a trabajar a Mieres (Asturias) en 1902 e ingresó en PSOE. En 1906 organizó una huelga y fue despedido, tras lo cual se marchó a unas minas en Francia, hasta que regresó en 1910. Fundó entonces Sindicato de Obreros Mineros de Asturias SOMA, integrado en UGT al poco. En 1911 fue elegido alcalde de Mieres, cargo que ocupó hasta 1920. En 1921 se opuso que el PSOE ingresara en la Tercera Internacional. En 1923 fue Diputado por Asturias antes de la Dictadura de Primo de Rivera. En 1924, se entrevistó con Primo de Rivera a fin de lograr una cooperación entre patronos y obreros, y también logró la colaboración del Estado para imponer una tasa sobre el carbón para pagar un orfanato de hijos de mineros. Los mineros se fueron poco a poco oponiendo a la cooperación con el Estado, política que fue abandonada en 1928.

Post by Emilio Encinas

Emilio Encinas se licenció en Geografía e Historia por la Universidad de Salamanca en 1972. Impartió clases en el IT Santo Domingo de El Ejido de Dalías el curso 1972-1973. Obtuvo la categoría de Profesor Agregado de Enseñanza Media en 1976. fue destinado al Instituto Marqués de Santillana de Torrelavega en 1976-1979, y pasó al Instituto Santa Clara de Santander 1979-1992. Accedió a la condición de Catedrático de Geografía e Historia en 1992 y ejerció como tal en el Instituto Santa Clara hasta 2009. Fue Jefe de Departamento del Seminario de Geografía, Historia y Arte en 1998-2009.

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