El Directorio Civil de diciembre de 1925.

Ideas clave: El Directorio Civil de 1925, el Estado Novo en Portugal 1926, Asociaciones estudiantiles, Alianza Republicana, José Calvo Sotelo.

     El Rey recomendó al Dictador la formación de un Directorio Civil, es decir, cambiar a los Directores Generales que en ese momento eran militares. Ya lo tenía pensado también Miguel Primo de Rivera, y así lo había manifestado expresamente en abril de 1925. Incluso había enviado a Calvo Sotelo un esquema de los hombres que él pensaba que podían constituir un Directorio Civil, a fin de que preparara los aspectos legales. Y en octubre de 1925, con la cuestión muy madurada, había manifestado que se necesitaba un Gobierno más estable que el militar. Así que, en 4 de diciembre de 1925, Primo de Rivera envió a los militares a sus cuarteles, y les ordenó, taxativamente que se abstuvieran de tomar parte en política.

     El Directorio Civil debía reorganizar los Cuerpos Armados con criterios más amplios que el meramente profesional. Y los Gobernadores Militares, que durante el Directorio Militar habían ejercido como Gobernadores Provinciales, volvían a quedar relegados al ámbito militar.

     En noviembre de 1925, La Nación publicó un artículo, inspirado por Primo de Rivera, en el que se defendía la idea de que una Asamblea Nacional debía dar un nuevo cuerpo legal a España y crear un Estado nuevo. Esta Asamblea Nacional debía ser de base popular, que emanase de la colaboración de todos los ciudadanos, y fuera obtenida por órganos consultivos parciales, de los cuales salieran asesores del Gobierno. De este modo, la Asamblea Nacional representaría a todas las clases sociales y a todos los intereses de la sociedad. Pero la Asamblea Nacional Consultiva no se creó hasta 1927.

     El Directorio Civil de 4 de diciembre de 1925 incorporó al Gobierno a subsecretarios civiles con categoría de Ministros. Era como una promesa de que el régimen se pudiera normalizar algún día, y pudiera dejar de ser una dictadura militar. Incluso se habló de redactar una Constitución.

     Presidente del Consejo,  Miguel Primo de Rivera Orbaneja.

     Subsecretarios:

  Vicepresidente y Ministro de Gobernación, general Severiano Martínez Anido, que estaba en Gobernación desde septiembre de  1923

  Guerra, Juan O`Donnell y Vargas, III duque de Tetuán / 26 marzo 1928: Severiano Martínez Anido

  Marina, almirante Honorio Cornejo Carvajal, desde mayo 1924 / 3 de noviembre de 1928: Mateo García de los Reyes

  Trabajo, Comercio e Industria, Eduardo Aunós Pérez, maurista catalán, desde febrero de 1924.

  Hacienda, 31 diciembre de 1925: José Calvo Sotelo, maurista católico / 21 enero 1930: Francisco Moreno Zulueta, conde de los Andes.

  Estado, José de Yanguas Messía, conservador / 20 febrero 1927: Miguel Primo de Rivera y Orbaneja.

  Fomento, Rafael Benjumea Burín, conde de Guadalhorce, maurista.

  Gracia y Justicia, Galo Ponte Escartín.

  Instrucción Pública y Bellas Artes, Eduardo Callejo de la Cuesta[1].

     Primo de Rivera se reservaba la Presidencia del Consejo con facultad de decidir en todos los temas de Gobierno, el tema de Marruecos, el de las colonias y el Consejo de Economía Nacional.

     Se mantuvo un Delegado Gubernativo en cada provincia, la restricción de derechos individuales y políticos, y la censura de prensa.

     Se creó la Academia Militar de Zaragoza y se puso un uniforme único para todos los cuerpos militares.

     En 1925 se creó el Ministerio de Economía Nacional que asumía funciones de Agricultura (antes en Fomento), Aranceles y Valoración (antes en Presidencia), Comercio y Abastos (antes en Trabajo y Gobernación), y la Escuela de Ingenieros Industriales. Este Ministerio desaparecería en 1931, prácticamente con el sistema de la dictadura.

         Muerte de viejos líderes.

     El 9 de diciembre de 1925 murió Pablo Iglesias, el fundador, y gurú del socialismo PSOE.  El 11 de diciembre de 1925 murió Antonio Maura, la cabeza más popular del Partido Conservador. Francisco Mora, el intelectual del PSOE, había muerto en 1924. Virginia González del PCE, en 1923. García Quejido, del PCE, en 1927.

El nuevo presidente del PSOE y de UGT, desde diciembre de 1925, era Julián Besteiro.

     Campañas internacionales de prestigio.

El vuelo a Buenos Aires: El 22 de enero de 1926 se organizó un vuelo que debía pasar el Atlántico, y que pilotaban el comandante Ramón Franco Bahamonde, el capitán Julio Ruiz de Alda Miquélez[2], el teniente de navío Juan Manuel Durán González, y el mecánico Eloy Rada. Estos pilotos volaron a Gran Canaria, Cabo Verde, Fernando Noronha, Recife y Río de Janeiro en Brasil, y finalmente a Buenos Aires, a donde llegaron el 10 de febrero. Habían tardado 20 días, lo mismo que un barco trasatlántico, pero habían demostrado que era posible la comunicación aérea entre Europa y América del sur.

El 5 de julio de 1926, Alfonso XIII fue nombrado Doctor honoris causa por la Universidad de Oxford, y se hizo muy popular entre los británicos. El Rey español visitó Londres en 1926, 1927, 1928 y 1929.

         Dictadura en Portugal.

En abril de 1926, Portugal inició una dictadura similar a la española: el Estado Novo. Ello dio frutos de cooperación entre ambos países como el aprovechamiento conjunto de los pantanos del río Duero (río Douro en portugués) en 1927, y el acuerdo de conciliación y arbitraje de 1928. También hubo acuerdos para facilitar las comunicaciones entre ambos territorios, y para los intercambios comerciales, pero estos acuerdos tuvieron poco recorrido en el ámbito de las realizaciones concretas.

El Estado Novo fue una creación de José Mendes Cabeçadas, Domingos de Costa e Oliveira y Antonio de Oliveira Salazar. Era un régimen autoritario, corporativista, católico, que se declaraba antiliberal, anticomunista y antiparlamentario, apoyado socialmente por Mocidade Portuguesa y Uniao Nacional, en régimen de partido único, apoyado realmente por los paramilitares de “Legión Portuguesa”, que servían para eliminar físicamente a los enemigos del Dictador de forma extralegal. La única limitación del poder era la moral católica interpretada por la propia conciencia del dictador y por el sentir del ejército. Había Parlamento, pero sólo servía para aclamar al Dictador y aprobar sus leyes por unanimidad, porque todos sus miembros se escogían de entre los partidarios más acérrimos. No se toleraba la oposición. Y un orden público exquisito era guardado por una policía política, Policía Internacional de Defensa del Estado, PIDE, que estaba infiltrada en todos los rincones sociales y vigilaba a todos los portugueses. La economía era dirigida por el Estado, el cual tenía gran interés en tener un escudo fuerte y prestigioso, lo que logró poniendo a los portugueses en una situación de suma pobreza, para poder producir barato, y exportar. Portugal fue el país más pobre de Europa Occidental durante muchos años. A Primo de Rivera, le venía bien un régimen político similar al suyo, con una pobreza aún mayor que la española.

         Asociaciones estudiantiles[3].

Las asociaciones estudiantiles habían aparecido y desaparecido siempre en la historia, pero el movimiento estudiantil más importante tuvo lugar a partir de 1920, cuando las clases medias altas enviaron a sus hijos a la Universidad, y aparecieron las primeras mujeres entre el alumnado. El movimiento estudiantil era mayoritariamente contracultural, un símbolo de protesta contra las costumbres burguesas irracionalmente aceptadas por la sociedad. Esa contracultura se manifestaba como socialista, comunista o fascista, y era hija de las revoluciones culturales de primer cuarto del XX, las vanguardias.

     En 1920 apareció Federación de Estudiantes Catolicos, FEC, de signo conservador, luego llamada Confederación de Estudiantes Católicos de España, CECE. Pero enseguida aparecieron movimientos no dirigidos por sacerdotes católicos.

     En 1924 apareció Unión Liberal de Estudiantes, ULE, de signo anticonservador, y esta agrupación organizó muchas protestas contra el Ministro Eduardo Calleja y su Reforma de la Enseñanza. Se relaciona con ella a Jiménez de Asúa y a Miguel de Unamuno.

En 1925, apareció definitivamente una agrupación estudiantil rupturista, de signo socialista y liberal, que fue Federación Universitaria Escolar, FUE, que inmediatamente dio lugar a Unión Federal de Estudiantes Hispanos, UFEH. UFEH fue ilegalizada en 1929, y se radicalizó aún más, se hizo republicana. Militaban en FUE: Emilio González López, José Medina, José Dicenta, Graco Marsá, Antonio María Isbert, Prudencio Sayagués, Antolín Casares, Eduardo Carlos Gilabert, Carmen Caamaño, Arturo Soria y José López Rey.

Los nuevos grupos estudiantiles enraizaban en la Unión Escolar de Filiberto Villalobos González[4] en Salamanca, y en la Unión Liberal de Estudiantes creada en 1924. Las nuevas asociaciones estudiantiles eran ilegales.

En 1928, UFEH pidió legalización, pero no se le concedió. Empezaron las protestas estudiantiles. Las protestas arreciaron cuando se concedieron privilegios a las Universidades de El Escorial y de Deusto, Universidades católicas cuyos estudios equivaldrían a los de la Universidades laicas, pero sin control del Estado sobre los estudios y títulos impartidos en las Universidades católicas. Por fin fueron legalizadas en junio de 1930 por Elías Torno, y obtuvieron representación en los claustros y juntas de gobierno universitarias.

El programa de UFEH era: reforma de los estudios, acceso a la Universidad de las clases bajas y ventajas para extensión universitaria, el vehículo que debía llevar la cultura a los pueblos españoles.

A principios de 1931, UFEH declaró una huelga general universitaria, y la Universidad fue cerrada por un mes el 5 de febrero de 1931. Los estudiantes crearon una Universidad Libre, con clases paralelas. El 24 y 25 de marzo de 1931, los estudiantes ocuparon la Facultad de Medicina de San Carlos de Madrid, y se envió a la Guardia civil a desalojarlos, lo que provocó que un obrero y un guardia civil cayeran muertos y varios estudiantes heridos. Los estudiantes se fueron radicalizando progresivamente, en comunistas y fascistas.

FUE evolucionaría hacia sectores republicanos antifascistas en 1934, cuando surgió Sindicato Español Universitario SEU, muy de derechas. En 1939, FUE estaría en la clandestinidad y desapareció hacia 1946. Cuando aparezca en 1960 Federación Universitaria Democrática Española, FUDE, se dirá que era la refundación de FUE.

              Alianza Republicana.

En febrero de 1926, el Directorio Civil dio una muestra de liberalización y permitió celebrar el aniversario de la República, el 11 de febrero de 1872. El permiso lo utilizó Escuela Nueva de Madrid, una extensión universitaria permitida por José Giral, para que los obreros y funcionarios tuvieran acceso a la Universidad.

Y tras este éxito, crearon Alianza Republicana. Establecieron una Junta Provisional directiva de este “partido” o federación, integrada por: Manuel Azaña, por Grupo de Acción Republicana (creado en 1925); Hilario Ayuso, por el Partido Republicano Federal; Roberto Castrovido por Prensa Republicana; Marcelino Domingo por Partido Republicano Catalán; Alejandro Lerroux por Partido Republicano Radical. Estaban también en el proyecto de Alianza Republicana: Enrique Martí Jara, Antonio Marsá Bragado del Partido Republicano Radical, y los intelectuales Antonio Machado; Miguel de Unamuno; Gregorio Marañón; Juan Negrín; Ramón Pérez de Ayala.

Se negaron a entrar en Alianza Republicana: José Ortega y Gasset, y los republicanos catalanes regionalistas.

Estos republicanos de Alianza Republicana intervinieron en la Sanjuanada de 1926, y en el levantamiento de Sánchez-Guerra en 1929. Pero no estuvieron preparados el día del cese de Primo de Rivera, 28 de enero de 1930, día que fue una sorpresa para ellos. Y en 1931, se desinflaron como fuerza política, ante el resto de fuerzas de izquierda, y frente a las fuerzas de derecha. Quizás no había la suficiente coherencia interna entre ellos, y sobraba teorización individual.

 Definición de la Dictadura como pseudofascismo.

En septiembre de 1926 Primo de Rivera pensó en dar un aspecto legal a su Gobierno, una vez liquidados los viejos partidos, y encauzada la guerra de Marruecos. En 1923 había dicho que necesitaba 90 días para sanear el Gobierno, y ya llevaba dos años y medio en el poder. Hizo un plebiscito informal, sólo para ver el apoyo popular que tenía, a fin de proponer un nuevo régimen político que ya tenía pensado, que sería dirigido por la Asamblea Consultiva, pero que no sería planteada sino hasta septiembre de 1927, y no se reunió hasta febrero de 1928.

Así pues, el 25 de octubre de 1926, en un discurso en Alcalá de Henares, Primo de Rivera solamente hizo un avance del nuevo sistema político que pensaba imponer, y que significaba la eliminación del parlamentarismo y de los partidos políticos, un sistema gestionado por técnicos sin inclinaciones políticas, y sin ideologías. En las formas, era la misma utopía en la que creían los fascistas, pero no fue aceptado por Mussolini como fascismo genuino. El Dictador español tenía limitaciones en la moral católica, si bien interpretada por él mismo, y en la Monarquía a la que servía, y no dependía tampoco de las decisiones de un partido nacional-fascista, sino que pretendía crear un partido a su medida. El proyecto se parecía al sistema político implantado en Portugal en abril de 1926, cinco meses antes.

              José Calvo Sotelo.

     José Calvo Sotelo, 1893-1936, nació en Tuy (Pontevedra), fue profesor auxiliar de Derecho en la Universidad de Madrid. Se afilió al partido de Maura en 1919 y fue diputado ese año. En 1923 decidió colaborar con el dictador y fue presidente de la Dirección General de la Administración. En 1931 se exilió y evolucionó hacia el fascismo-corporativismo e incluso trató en 1933 de entrar en Falange Española, pero se opuso a ello José Antonio Primo de Rivera. En febrero de 1936 fue diputado. El 13 de julio de 1936 fue asesinado.

     Como Ministro de Hacienda de Primo de Rivera de 1925 a 1930, José Calvo Sotelo hizo muchas cosas a fin de controlar la economía: Ordenó la deuda pública. Financió el gasto público con emisiones de deuda. Creó un sistema bancario especializado. Tomó medidas de fomento del ahorro. Obligó a declarar los valores en renta y los que estaban en venta, en un registro de Arrendamientos. Obligó a los industriales y comerciantes a tener un libro de cuentas. Implantó un Impuesto sobre el Lujo. Propuso que los dueños de fincas rústicas y urbanas declarasen el valor real de las mismas, y dio un plazo para ello de tres meses, con la condición de que si declaraban menos del 50% del precio real estimado por el Estado, éste podía expropiarles por el valor declarado, sumando un 15%. El tema fue muy polémico y los propietarios tachaban a Calvo Sotelo de bolchevique. Primo de Rivera echó abajo el proyecto Calvo Sotelo aumentando los tipos impositivos, pero no las bases de la contribución fiscal, y los burgueses se apaciguaron.

     La política económica de Primo de Rivera fue autoritaria y centralista. El Estado intervenía en el funcionamiento de las empresas con el fin de fomentar la industrialización, y a cambio les daba muchas facilidades nuevas: El Estado debía hacer las obras de infraestructura y los servicios públicos que iban a necesitar las empresas para su instalación, lo cual ahorraría muchos costes a las empresas.

     Los criterios políticos, económicos y sociales de Primo de Rivera, como los de tantos otros políticos españoles regeneracionistas de primera mitad el XX, eran paternalistas y católicos, basados en el utopismo de la buena voluntad y en la virtud cristiana, pero no en teorías económicas serias. Se intentaba favorecer a las clases bajas con medidas caritativas y bienintencionadas, pero poco coherentes desde un punto de vista racional. Se intentaba la industrialización del país. Se intentaba la regeneración de la agricultura. Pero no se contaba con fondos para financiar los proyectos. Los proyectos serán muchas veces realizados por Franco hacia 1959-1973, y otras muchas veces quedaron pendientes para el futuro, a veces cuando ya no eran viables, ni tenían sentido con la nueva realidad de 50 años más tarde. Sin esta prevención, el lector no comprendería el valor de la política de José Calvo Sotelo y su jefe, Miguel Primo de Rivera.

Calvo Sotelo tuvo el gran fallo de no contener el gasto público, que Primo de Rivera incrementaba sin cesar, pues el dictador creía que en economía todo era válido con tal de incrementar el empleo. El dictador creía que, si España necesitaba ferrocarriles, escuelas, escuadra, caminos… pues había que hacerlo. La riqueza creada ya pagaría en adelante la inversión hecha con anterioridad. Calvo Sotelo creía que ello era posible, pero emitiendo deuda pública, lo cual no era más que diferir los gastos para contabilizarlos a partir del año siguiente y durante varios años. Este tema creó mucha polémica, pues Calvo Sotelo utilizaba la deuda pública con demasiada alegría. La deuda pública es una trampa, pues a determinado nivel, los intereses de la deuda son mayores que las disponibilidades del presupuesto del Estado, y ello significa la paralización de los proyectos, la paralización del Estado mismo, y la ruina del país durante décadas. Ya había sucedido en España en tiempos de Felipe II, y en tiempos de los Borbones. Pero el mundo de los años veinte creía todavía en la disponibilidad de dinero sin limitaciones (la prosperity), y no se convenció de lo contrario hasta la crisis de 1929 y la depresión de los años treinta.

El momento económico de 1926 era óptimo en todo el mundo: Alemania había aceptado el tratado de Versalles en el Tratado de Locarno, y Europa entraba en época de prosperidad económica; España estaba terminando la guerra de Marruecos, que acabaría en 1927, y ello le permitía ahorrar unos dineros para obras públicas, industria, electrificación, minería de la hulla, siderurgia y reformas sociales.

Pero España no podía aprovechar el buen momento económico mundial en agricultura e industria textil, porque en España, estos sectores tenían problemas estructurales muy profundos que nadie quería abordar: minifundismo y falta de tecnología. Poner dinero en ellos, era lo mismo que tirarlo, como afirmó más tarde el New Deal estadounidense. Se necesitaban unas inversiones enormes en sectores que resultarían deficitarios y que lo más sensato era cerrarlos. Tampoco la decisión de cerrarlos era asumible en una sociedad con mucho paro obrero. La Junta Central de Colonización, ya existente, compraba fincas a los propietarios que quisieran vender, y hacía lotes para asentar a pequeños campesinos. En tiempos de Primo de Rivera se compraron 21.000 hectáreas y se colocaron 4.200 colonos (4-5 hectáreas era un minifundio pero se consideraba un gran progreso en una España pobre). Los resultados eran paupérrimos, cuando hablamos de solucionar el problema de dos millones de campesinos. Por eso, el Dictador citaba la idea en sus dircursos, pero nunca las cifras. También tomó medidas de conceder un subsidio a las familias numerosas, otra manera de paliar la pobreza, pero que no era solución del problema económico.

La bonanza económica mundial fue aprovechada de otro modo: una de las grandes realizaciones de Primo de Rivera fue su intento por independizar la economía española respecto a las grandes multinacionales, y abandonar los caracteres coloniales.

En 1924 se habían iniciado algunas reformas económicas: creación del Consejo Nacional del Trabajo, Comercio e Industria, la integración del Instituto de Reformas Sociales en el Ministerio de Trabajo, la creación de la Dirección General de Emigración, y la creación del Consejo de Economía Nacional el 8 de marzo de 1924.

Complementando al Consejo de Economía Nacional, actuaban: El Comité Regulador de la Producción Industrial, el cual autorizaba, o no, la construcción de empresas, y la construcción de instalaciones para atraer empresas; El Comité Regulador de la Industria Textil; El Instituto de Estructuración Minera

Todos eran órganos corporativos, con representación de todos los sectores económicos y sociales implicados en cada iniciativa.

     El Ministro de Hacienda, José Calvo Sotelo, creía en las grandes empresas, y en que las grandes realizaciones se debían hacer en tiempos cortísimos. Suprimió el libre comercio y la libre competencia. Y favoreció las compañías monopolísticas, a fin de que las empresas fueran grandes. Se abrían nuevas empresas por concesión gubernativa, y estas empresas eran subvencionadas por el Estado. El Ministro instituyó órganos intervencionistas complejos, que resultaron altamente ineficaces, que intentaban controlar la producción y economía de las empresas, pero que no llegaban a cumplir sus objetivos nunca. Lo que sí consiguió Calvo Sotelo fue la excesiva burocratización de todos los procesos industriales y comerciales, que era un engorro a la hora de tomar iniciativas. Las empresas tendían a llevar su propia política económica al margen del control Estatal porque el Estado no tenía en cuenta los costes de producción, ni la prospectiva de mercados.

         La Hacienda de Calvo Sotelo.

En materia impositiva, Calvo Sotelo decidió que la unidad económica básica era la familia, y que lo que había que gravar eran los ingresos familiares con un “impuesto global” que suprimiera a los impuestos individuales. El Impuesto Global era un tipo de impuesto parecido al posterior sobre la renta (pero el impuesto sobre la renta admite ser individual o familiar, a gusto del declarante), y no fue bien visto por los millonarios españoles porque gravaba ingresos no procedentes del trabajo, que eran los de los ricos, así que nunca salió aprobado. El fracaso en la imposición de una política fiscal avanzada es una de las causas del fracaso global de la dictadura, y de Alfonso XIII.

Una cuestión muy discutida fue la autorización a todos los Ayuntamientos para endeudarse sin límite cuando emprendían proyectos industriales o educativos. No tenían permiso para gastar ni una sola peseta de más para sueldos de funcionarios, pero sí para inversiones productivas.

También intentó elaborar un presupuesto extraordinario de diez años, que luego, los presupuestos ordinarios anuales deberían respetar a fin de que se fueran pagando las grandes inversiones públicas. Pero de nuevo fracasó.

El error de las concepciones económicas de Calvo Sotelo, se manifestó cuando los extranjeros perdieron la confianza en la peseta, que se devaluó un 60% en 1930, lo cual fue la causa principal de la dimisión y abandono de Primo de Rivera. Entonces, Manuel Argüelles decidió deshacer el error, y obtener fondos alternativos, para lo cual penalizó las inversiones. Ello fue un nuevo error, pues colapsó la economía española.

A finales de 1925, el Consejo Superior de las Cámaras de Comercio, Industria y Navegación del Reino protestó contra la falta de personalidad del Gobierno, porque no regulaba los gastos del Estado, ni fijaba los ingresos con criterio estable, sino que lo hacía en función de las circunstancias, de modo que los preceptos fiscales se multiplicaban con cada nueva idea de un Ministro, y siempre pagaba el contribuyente, por lo que era previsible que Hacienda acabara en un caos.

A los comerciantes e industriales les pareció muy mal que el Gobierno les obligara a llevar al día el “Libro de Rentas” en el que debían anotar cada objeto vendido y su precio.

Los comerciantes e industriales también estaban disgustados por la continua emisión de deuda pública, pues ello retiraba dinero del mercado y encarecía el dinero a los particulares, a ellos.

     En 1926 se hizo una reforma fiscal por la que se elaboraban dos presupuestos: uno ordinario que equilibraba los ingresos del Estado con los gastos ordinarios del mismo. Otro extraordinario, decenal, para grandes proyectos para los que no se tenía financiación, y que se cubría con emisiones de deuda pública.

El presupuesto extraordinario era una medida de emergencia, transitoria, hasta hacer una reforma fiscal adecuada. Entonces, Calvo Sotelo, Ministro de Hacienda, propuso el Impuesto sobre la Renta en 1926, el viejo impuesto que los burgueses y terratenientes españoles siempre se habían negado a pagar, desde tiempos de Felipe V por lo menos. Y lo que ocurrió es que una vez más los burgueses y terratenientes armaron alboroto y desorden suficientes para que tampoco se aplicara esta vez.

Pero el mayor error de concepción económica de Calvo Sotelo fue la idea de que una peseta fuerte beneficiaría a la economía española. Luchó por tener una moneda fuerte como la de los países más poderosos, sin tener en cuenta que la moneda es el termómetro que mide la fuerza de un país, y no se gana fuerza manipulando el termómetro. La fuerza de una moneda debe corresponder con la capacidad de producción real del país en un momento determinado, a fin de que pueda exportar e importar en las condiciones más acordes a sus necesidades actuales. La peseta se revaluó en 1923-1926, y ello significó pérdida de exportaciones y aumento de las importaciones en un momento en que las exportaciones estaban bajando porque los precios se habían subido artificialmente durante 1915-1920. Calvo Sotelo creyó que logrando el patrón oro, se resolverían los problemas financieros de España. Cuando creó el presupuesto extraordinario de la deuda, a fin de que las cuentas públicas apareciesen en positivo, los extranjeros no se dejaron engañar, y cotizaron a la baja la peseta. Calvo Sotelo no se lo creía, y dijo que era una situación transitoria. Pero el mercado internacional es tozudo, y la peseta siguió devaluándose en 1927-1929. Y entonces, Calvo Sotelo dimitió como Ministro.

         El déficit del Estado.

Errores gravísimos, que invalidaban las realizaciones económicas de Miguel Primo de Rivera fueron la mala financiación de las obras públicas, las subvenciones a empresas y la concesión de gastos ilimitados a los Ayuntamientos. Las invalidaba porque, como era previsible racionalmente, las inversiones y obras se pararon en un momento dado, y las que quedaron a medio hacer, se deterioraron con el tiempo hasta hacerse inservibles, porque no había mantenimiento. El error se llama déficit inadmisible.

El Gobierno de la Dictadura escondió el déficit creyendo que podría engañar al sistema económico. El déficit en 1921 y 1922 ascendió a 1.101 millones de pesetas (30% del presupuesto del Estado de cada año), lo cual se consideraba insoportable a medio y largo plazo. En 1923 y 1924, el déficit se redujo a 576 millones de pesetas. En 1924 y 1925 a 414 millones de pesetas. Y en 1928, había superávit, pero era mentira.

La realidad de 1928 era que había dos contabilidades. El presupuesto ordinario iba reduciendo el déficit e incluso logrando superávit, tal vez por eliminación de funcionarios inútiles y oficinas prescindibles. Pero la gran cantidad de obras públicas y gastos de industrialización se hizo con cargo a presupuestos extraordinarios. Y además se sostuvo una guerra en Marruecos con otro presupuesto extraordinario. Y la línea de crédito crecía a ritmo insostenible mientras, en las publicaciones de la prensa, las cuentas del Estado permanecían estables e incluso en superávit.

Para cubrir los presupuestos extraordinarios se emitía deuda pública. Y los intereses de esa deuda cargaban sobre el presupuesto ordinario. El sistema era irracional, era inviable. Cuando la deuda alcanzó niveles que no se podían pagar, el Estado, o Calvo Sotelo en concreto, recurrió a “consolidar la deuda”, lo cual nos recuerda a los gestores de Hacienda españoles a finales del XVIII, es decir, nos recuerda que en materia financiera España no había progresado mucho. Y la consolidación de la deuda, al evitar las devoluciones del principal, pareció una salida ingeniosa y hasta incluso inteligente. Pero no sirve de nada si se sigue acumulando la deuda a mayor ritmo cada vez. Y entonces se llega a la quiebra. La ventaja de estos Gobiernos torpes, es que los efectos de sus malas políticas no se descubren hasta pasados unos años, cuatro, tal vez diez, y entonces pueden culpabilizar a otros de los errores propios. Consolidar la deuda, es que el dinero no se devuelve nunca a los depositantes, a los ciudadanos que han comprado esa deuda en sus bancos, pero se les reconoce que tienen ese dinero, y puede que se les pague intereses por ella.

Aparte de los intereses crecientes de la deuda tomada, había que financiar el déficit comercial que requiere una política expansiva. La balanza comercial siempre se cerró con enormes déficits: En 1924, 1.000 millones de pesetas;  En 1925, 650 millones; En 1926, 588 millones; En 1927, 690 millones; En 1928, 820 millones.

El déficit se intentaba compensar con las remesas de los emigrantes a América y con el turismo, y se decía que era soportable.

Para comprender la cuantía de los datos anteriores hay que tener en cuenta que el Presupuesto de gastos del Estado en 1925 era de 3.000 millones de pesetas, y las principales partidas eran: deuda pública, 777 millones; gastos militares, 901 millones (subdivididos en 442 millones para el ejército, 179 millones para la Marina, y 280 millones para gastos en Marruecos); Fomento, 421 millones; gastos de corporaciones y particulares, 263 millones; gastos de Gobernación 255 millones; y otros gastos menores.

     La balanza comercial de Calvo Sotelo.

La balanza comercial del comercio exterior se equilibró y la peseta se revalorizó alcanzando las 30 pesetas por libra esterlina. Este equilibrio hay que explicarlo por los frutos de las inversiones de los capitales habidos durante la Gran Guerra de 1914-1918, que salieron a la luz estimulados por el proteccionismo, así como por la afluencia de capitales extranjeros atraídos también por esas medidas proteccionistas de las que también podían disfrutar si producían en España. Los ferrocarriles, teléfonos y siderurgia recibieron muchos de estos capitales. Estas inversiones eran de tipo coyuntural y se retiraron al primer momento de desconcierto e intranquilidad, en 1929. Pero fue la caída de la dictadura lo que provocó retirada de capitales y no al revés. La mayoría de los índices de producción continuaron creciendo en España hasta 1932 que es cuando afectó la crisis de Nueva York.

         La política económica de la Dictadura.

     Los resultados de esta política económica fueron positivos, pero poco eficientes. Un asunto diferente radicaba en si eran sostenibles. Entre los años 1923 y 1929: La producción de carbón se incrementó un 18,1%; la producción de las minas metalíferas se incrementó un 37%; la producción de minas no metalíferas, en un 38%;  la producción de electricidad se incremento en un 98%;  el sector del cemento creció un 110% la producción y un 350% en consumo; la producción de hierro de fundición creció un 95%; la producción de acero creció un 101%; Los viajeros en tren eran de 3.500.000 por año, en 1923-1925; las mercancías por tren se elevaban a 13.500.000 toneladas; la bolsa subió todo el tiempo; los seguros elevaron sus beneficios en un 166%; y la cantidad de embalses, puertos y edificios de viviendas crecía por todas partes.

Consecuentemente, las comodidades sociales aumentaron: En 1923-1927, un el 33% de los hogares españoles gozó del estreno de la electricidad; los teléfonos se duplicaron; se difundió el uso de la radio.

     Sorprendentemente para un sistema regeneracionista que no cesaba de hablar de agricultura, la agricultura fue un sector un poco abandonado. La razón es que se encontraron con problemas seculares muy complicados como la persistencia del latifundio y la necesidad de una transformación social, lo cual necesitaba mucho tiempo, además de dinero. Muchas veces se decidió esperar a que se produjera la migración a la ciudad, en la idea de que la mejor reforma agraria es la revolución industrial. En el campo había alto exceso de población y debía emigrar a las zonas industriales, lo cual haría inútiles las inversiones en el campo dirigidas a una realidad minifundista y empobrecida. Más sorprendente fue que no se hiciera la repoblación forestal de la que tanto se hablaba.

     España tenía los más altos aranceles del mundo y se decía que era con el fin de promocionar la producción nacional. Esta política económica tiene dos puntos de vista: para los empresarios de medio pelo, de intereses regionales, como era el caso de los textiles catalanes, incapaces de competir en el exterior, era una gran ventaja pues les quitaba la competencia de los tejidos ingleses y franceses, y seguía haciendo eficiente su tecnología anticuada, y en caso de tener tecnología moderna, sus ganancias eran desmesuradas. Para los empresarios que necesariamente tenían que importar productos químicos exteriores y tecnología exterior, era una gran desventaja, pues incrementaba sus costes de producción y los precios de salida de sus productos, lo cual significaba imposibilidad de exportar, y muchas dificultades para colocarlos en el mercado interior.

     El nivel de vida familiar creció muy poco durante todo el periodo de la dictadura. Más bien crecieron las fortunas de los grandes empresarios, las empresas. Por ello, los resultados estadísticos simples no resultan muy ilustrativos de la realidad. Consecuentemente, el deseo de emigrar era alto. Y a últimos de la década, a fines de 1929, llegó el despido masivo de obreros, por efecto de la depreciación de la peseta y caída consiguiente de los programas de construcción de obras públicas. Ello hizo disminuir la producción industrial de los suministradores de materiales, lo que produjo el paro.

     A partir de 1925, los salarios bajaron su cuantía, pero los obreros no protestaron porque los precios bajaban también: en 1923, el IPC era de 167,6%, en 1926 era de 180,8%, y en 1929 era de 165,5%, es decir los precios habían bajado un 7% entre 1926 y 1929. Los precios que más bajaron fueron los de productos alimenticios básicos, porque el Gobierno se esforzaba en que bajaran. Por el contrario, los productos industriales subían sus precios, pues los aranceles altos les impulsaban a ello. Pero como se comía, las huelgas disminuyeron en un 30% y el número de conflictos disminuyó en igual proporción.

     Los obreros podían recurrir a la huelga, no estaba prohibido, pero el trabajo de UGT en los Comités Paritarios eliminó muchos conflictos, e incluso el Sindicato Minero de Asturias aceptó reducirse los sueldos con la condición de que no hubiera despidos.

     El mayor problema social del Gobierno de la Dictadura tuvo lugar cuando el Gobierno decidió que los salarios de los obreros eran sujeto imponible, es decir, que tenían que cotizar a Hacienda. Esta circunstancia no se consideraba posible, y sorprendió mucho a toda la sociedad, incluidos los empresarios, los cuales vieron que los salarios que pagaban se quedaban más pequeños todavía.

         Arbitrariedad y caciquismo.

     Uno de los problemas de Primo de Rivera era que firmaba cosas arbitrariamente, o hacía firmar a los Ministros obras para las que difícilmente se encontraba financiación. Mandaba construir presas, carreteras de firmes especiales y electrificación de ferrocarriles, lo cual era muy aplaudido por el público en general. El ministro Guadalhorce era otro fanático de las obras públicas y también se entusiasmaba con ellas.

     La multitud de Consejos, Comisiones y Consorcios había sido ocupada por caciques y amigos de caciques, y las obras públicas se realizaban con total arbitrariedad y favoritismo rayano en el escándalo: por ejemplo, estaban las subvenciones a Transmediterránea y Trasatlántica, empresas de conocidos millonarios católicos, la subvención al ferrocarril Ontaneda-Calatayud (o Santander-Mediterráneo), a la Sociedad de Canalización y Fuerza del Guadalquivir, a Electrometalúrgica Ibérica, a la Asociación de Prensa de Madrid, a Juan March que se le concedió el monopolio de tabacos en Ceuta y Melilla, a ITT que se convirtió en la suministradora exclusiva de Telefónica.

     Se oponía a esta política de descontrol presupuestario José Calvo Sotelo, el Ministro. Pero no tuvo ningún éxito en sus opiniones, y el conjunto del programa económico de Primo de Rivera fue un fracaso a los pocos años, tras la crisis de 1929, que llegó a España hacia finales de 1930.


[1] Eduardo Callejo de la Cuesta 1875-1950, fue un reformador de las enseñanzas medias en 1926 y de las universitarias en 1928.

[2] Julio Ruiz de Alda Miquélez, 1897-1936, se hizo muy popular con el vuelo del Plus Ultra. Era un artillero de academia, que en 1922 hizo el curso de piloto y observador aéreo, y obtuvo el título en 1923. Tras esta popularidad, intentó la vuelta al mundo en avión, pero fracasó en 1928. En 1932 se acercó a José Antonio Primo de Rivera y fundó para él el sindicato de extrema derecha Movimiento Español Sindicalista. También se acercó al teórico español del fascismo, Ramiro Ledesma Ramos. Y influyó lo que pudo para que ambos movimientos se unificaran y se fundara Falange Española en octubre de 1933. En 1936 fue encarcelado en Madrid, y en agosto fue víctima de una “saca” anarquista.

[3] Jaime Castán, 2018. Historia y Juventud. El movimiento estudiantil contra la Dictadura de Primo de Rivera. Izquierda, Diario.es.

[4] Filiberto Villalobos González, 1879-1955, fue un personaje muy interesante. Era salmantino, pero de padres procedentes de Rueda (Valladolid). Se formó en Salamanca y se licenció en medicina en 1904, y fue profesor de la Universidad de Salamanca. Se interesó por la infancia y la escuela rural. Se sentía republicano, pero no revolucionario, ni creía que la monarquía fuera el problema más apremiante de España. Como Teniente Alcalde de Salamanca, propuso la creación de una Junta de Beneficencia y Consumo en cada barrio de Salamanca. Se hizo del Partido Reformista de Melquiades Álvarez, luego Partido Demócrata tras 1931, porque era socialista pero sin necesidad de lucha de clases, y reformista sin necesidad de revoluciones violentas, anticaciquil sin necesidad de atacar físicamente a los caciques, y tampoco creía en la violencia anticatólica. La Dictadura de 1923 tuvo lugar cuando Villalobos era Consejero Delegado en la Caja de Previsión Social de Salamanca y Zamora, creada para proteger al niño rural y al trabajador del campo. Abril de 1931, representó para Villalobos una gran alegría, y colaboró en la Reforma Agraria en los temas de arrendamientos, aparcerías, bienes comunales y latifundios, al tiempo que aconsejaba mejor educación y sanidad en la escuela rural. Pero quedó decepcionado cuando los republicanos quisieron eliminar colegios religiosos, y los religiosos se opusieron a las escuelas que no pusieran un crucifijo en cada aula, porque nunca hubo Ley General de Arrendamientos, y nunca se reestructuró racionalmente la propiedad, sino se hicieron campañas políticas, ocupaciones de fincas y exaltaciones de la violencia. Se pasó a colaborar con la derecha, y fue Ministro de Instrucción Pública en 28 de abril de 1934, y en 4 de octubre de 1934. En la nueva situación política de España, Villalobos representaba la izquierda del Gobierno y CEDA le declaró enemigo de la derecha. En agosto de 1936, fue encarcelado y sus bienes le fueron incautados, como enemigo del nuevo régimen franquista. Jesús Ramón de Andrés Martín, DB-e.

Post by Emilio Encinas

Emilio Encinas se licenció en Geografía e Historia por la Universidad de Salamanca en 1972. Impartió clases en el IT Santo Domingo de El Ejido de Dalías el curso 1972-1973. Obtuvo la categoría de Profesor Agregado de Enseñanza Media en 1976. fue destinado al Instituto Marqués de Santillana de Torrelavega en 1976-1979, y pasó al Instituto Santa Clara de Santander 1979-1992. Accedió a la condición de Catedrático de Geografía e Historia en 1992 y ejerció como tal en el Instituto Santa Clara hasta 2009. Fue Jefe de Departamento del Seminario de Geografía, Historia y Arte en 1998-2009.

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