EL GOBIERNO PRIMO DE RIVERA DE SEPTIEMBRE DE 1923.

Conceptos clave: el golpe de septiembre de 1923, los colaboradores en el golpe de 1923, el Directorio Militar, Política en el Rif en 1923, Decretos de Primo de Rivera, el Somatén, Unión Patriótica, funcionamiento del Directorio Militar.

El golpe de 13 de septiembre.

El 13 de septiembre de 1923, Primo de Rivera se pronunció. El manifiesto fue publicado en la prensa. Lo daba dos días antes de lo pactado con sus colegas.

El Gobierno pidió inmediatamente al Rey, que estaba en San Sebastián veraneando, que se presentase en Madrid. El Rey envió a Joaquín León Miláns del Bosch Carrió[1], el Jefe de su Casa Militar, a hablar con el Gobierno, y a comunicar que él llegaría al día siguiente. Miláns se entrevistó con el Capitán General de Madrid, Muñoz-Cobo[2], el cual no tomó postura ni a favor ni en contra del golpe. Tal vez se estaba a lo que dijera el Rey. Se entrevistó también con “el Cuadrilátero”, y estos generales le pidieron la destitución del Gobierno de Manuel García Prieto.

Quizás la única persona importante que se opuso al golpe fue el Capitán General José Zabalza Iturriría en Valencia, pero Balbino Gil-Dolz de Castellar y Peyró, Gobernador Militar de la ciudad, y García Tryo, Gobernador Civil de Castellón, le destituyeron. Al día siguiente, Gil-Dolz fue nombrado Capitán General de Valencia. Y José Zabalza aceptó a Primo de Rivera.

     El Rey, se hizo esperar en Madrid casi de dos días, desde que fue avisado por Primo de Rivera, y no regresó a Madrid hasta el día 14 a las 09:00 horas (tomó el tren de la tarde noche del día 13 en San Sebastián, cuando los sucesos habían empezado el 12, y se habían hecho públicos el 13 por la mañana). A la llegada del tren a la estación de Madrid, había dos grupos a recibirle, un grupo de Ministros de Manuel García Prieto, y otro del Cuadrilátero o Directorio Provisional.

     El Gobierno de García Prieto, que estaba en Madrid, no hizo nada para evitar el golpe. Había tenido todo el día 12 y el 13 para reaccionar. Incluso Santiago Alba, Ministro de Estado, que estaba al lado del Rey en San Sebastián, y podía presentarle el Decreto de destitución de Primo de Rivera, prefirió exiliarse a Francia, antes que plantear resistencia. Alba estaba convencido de que nadie haría nada una vez que el Rey estaba confabulado con los militares. En realidad, sí que se hizo algo: el Gobierno hizo una declaración afirmando que los Ministros sólo serían destituidos por la fuerza. Era un gesto romántico e inútil, cuando lo conveniente sería ponerse en contacto con generales y otras fuerzas armadas, y ver posibilidades de evitar el golpe. Se quedaron en postura de espera, a lo que el Rey decidiera. Y allí estaban en la estación el día 14 haciendo “el Tancredo”.

     El Rey estuvo muy contento durante el viaje a Madrid. Pero tenía algunas preocupaciones, y durante todo el viaje estuvo pidiendo información sobre la actualidad de las noticias. Cuanto más cerca de Madrid, más tranquilo estaba, porque la inmensa mayoría de los generales estaban a la espera de sus palabras, sin pronunciarse. No había surgido ningún movimiento militar a favor del Gobierno constituido. Tampoco el Rey se pronunciaría en ningún sentido hasta ver en que paraban los acontecimientos.

Manuel García Prieto fue a ver al Rey el 14 por la mañana y le pidió la destitución de Primo de Rivera y de Sanjurjo, los cabecillas aparentes del golpe en ese momento, y también le pidió la reunión de las Cortes para el 17 de septiembre. El Rey le preguntó si tenía fuerzas para oponerse al golpe, y García Prieto tuvo que contestar que no. Entonces, el Rey tomó la decisión de sumarse al golpe. Dijo que era lo que pedía el ejército y la opinión pública. Era un golpe popular en ese momento. El Rey se negó a convocar a las Cortes.

Manuel García Prieto dimitió el 14 de septiembre. En realidad el Gobierno se limitó a abandonar la Presidencia del Consejo de Ministros, y ni siquiera hubo acto formal de dimisión.

El Rey llamó al Capitán General de Madrid, Diego Muñoz-Cobo Serrano, y le comunicó que recibiría a Primo de Rivera, el cual quedaba convocado para ver al Rey.

El 15 de septiembre, Miguel Primo de Rivera se presentó en Madrid y fue encargado de formar Gobierno. Era un acto inconstitucional y absurdo, pues no se presentaba ante las Cortes. Se buscaron explicaciones para los españoles, como si los españoles fueran tontos: se les dijo que el Rey estaba salvando a España de una guerra civil, y estaba evitando los juicios sobre El Annual.

     Primo de Rivera mandó dos escuadrones a parar la posible llegada desde Valencia a Barcelona de José Zabalza Iturriría por tierra, y mandó preparar los cañones de Montjuich para si llegaba Valeriano Weyler desde Mallorca por mar. Pero Weyler había condicionado su ayuda a poder disponer de un barco de guerra, que nunca tuvo. Y Zabalza no reaccionó. Ese mismo día Primo de Rivera telegrafió su manifiesto al Rey y a la prensa. Santiago Alba, el Ministro que había estado en San Sebastián acompañando al Rey, dimitió y se fue a Francia.

     El 14 de septiembre, el Rey mandó al Capitán General de Madrid, Muñoz-Cobo, que guardara el orden hasta la llegada de Primo de Rivera. Los veraneantes volvían a Madrid sin preocuparse por las noticias, como si no fuera con ellos. Sólo el Capitán General de Valencia, José Zabalza, se ofreció al Gobierno para lo que hiciera falta y, como no hubo reacción, se ofreció al nuevo poder constituido. Muñoz-Cobo asumió la orden del Rey, y se incorporó al golpe.

     El 15 de septiembre, Primo de Rivera llegó a Madrid y cesó al Directorio Provisional.

     Los colaboradores en el golpe de Primo de Rivera.

El 13 de septiembre apareció un Directorio Provisional integrado por los cuatro del Cuadrilátero, la organización militar que había apoyado el golpe: José Cavalcanti de Alburquerque y Padierna de Villapadierna, Federico Berenguer Fusté, Leopoldo Saro Marín y Antonio Dabán Vallejo, a los que se sumó Diego Muñoz-Cobo Serrano, que era Capitán General de Madrid.

  El General, José Cavalcanti de Alburquerque y Padierna, marqués de Cavalcanti, estuvo en la Guerra de Marruecos de 1909, y en 1921, tras el Desastre de Annual, fue nombrado Comandante General de Melilla. Fue cesado y estaba en Madrid, sin destino. En julio de 1923 fue incluido en el proceso sobre Annual, y se sumó al Golpe de Primo de Rivera. En agradecimiento a ese servicio, fue nombrado Jefe de la Casa Real en 1924.

  El General Federico Berenguer Fusté, era hermano de Dámaso Berenguer Fusté, uno de los implicados más importante en el juicio de El Annual.

  El General Leopoldo Saro Marín, 1878-1936, participó como capitán, aunque no máximo responsable, en la incursión del Barranco del Lobo en Marruecos 1909, donde hubo más de cien muertos españoles y fue ascendido a comandante, y trasladado a Madrid. En 1921 volvió a Marruecos como coronel, y ascendió a general. En 1936 fue asesinado por milicianos republicanos.

  El General Antonio Dabán Vallejo, 1872-1925, estuvo en la Guerra de Cuba, y en la Guerra de Marruecos de 1909. Fue ascendido a general en 1922, y es considerado el organizador del golpe en 1923. Tras el golpe, fue encargado de organizar los somatenes en la I Región Militar, tal y como funcionaban en Barcelona. Era neurótico y se suicidó en 1925.

Los Gobernadores Civiles de todas las provincias recibieron, el día 13, un telegrama que les informaba de la sublevación de Primo de Rivera, y la orden de que conservaran el orden público. No fue necesario, pues no hubo alteraciones del orden.

Los monárquicos colaboraron con el golpe al salir a los periódicos a decir: que Alfonso XIII se había limitado a aceptar unos hechos consumados que la opinión pública pedía desde hacia tiempo, y a aceptar que esta opinión pública estaba aclamando al General golpista; que el Rey no estaba por tanto actuando contra la voluntad popular, sino se convertía en mensajero de la misma; que se había violado la Constitución para el bien del pueblo; que el Rey se estaba sacrificando en beneficio de los españoles y para evitar una guerra civil.

El Rey estaba muy contento ese 15 de septiembre, pero no debería haberse alegrado tanto, pues estaba ligando la existencia de la monarquía al éxito de la Dictadura, y si caían, caerían juntos, porque ya no podría volver a la Constitución de 1876, y si recurría a hacer una nueva Constitución, se plantearía necesariamente la forma de Estado, y un Rey que había tolerado y propiciado una dictadura, tenía pocas posibilidades de supervivencia.

Primo de Rivera contribuyó a la confusión general declarando que se sublevaba contra los políticos corruptos, que creía interpretar la voluntad nacional, y que serviría en todo momento al Rey. Estaba diciendo generalidades de tipo populista, pues conocía que los españoles estaban muy cansados de la corrupción, y era eso lo que querían oír. La realidad puede ser vista de forma muy distinta cuando la contemplamos desde nuestra óptica actual, cuando sabemos que Primo de Rivera simpatizaba con Mussolini y era contrario al parlamentarismo. Mussolini había tomado el Gobierno de Italia el 22 de octubre de 1922, hacía casi un año.

Los que más claro vieron el significado del golpe fueron los comunistas, pues Primo de Rivera se había declarado anticomunista radical, y ellos acertaron en su crítica: Primo de Rivera significaba una manera de gobernar que se imponía por métodos violentos con absoluto desprecio del Parlamento y de la democracia liberal. Pero los comunistas eran minoría insignificante y se oponían a todo, y puede que acertaran por casualidad.

No lo tuvieron tan claro los liberales, pues todavía no habían identificado a Mussolini con el antiliberalismo, y hasta 5 de noviembre de 1927, no se rompió el parlamentarismo en Italia. Y algo parecido estaba ocurriendo en la Grecia de Ioannis Metaxás, y el Rey Jorge II, que acabaron poniendo una dictadura fascista en agosto de 1936. Y no eran muy distintos los movimientos de Stojadinovic en Yugoslavia, y los del Rey Carol en Rumanía.

Todos sabían que Primo de Rivera había felicitado a Mussolini por el golpe dado en Italia. La diferencia era que Mussolini era un civil, y Primo de Rivera pertenecía la cúpula militar, que Mussolini contaba con la simpatía de varios militares, y no con la del Rey de Italia, mientras Primo de Rivera contaba con la simpatía del Rey de España, pero con pocos militares comprometidos inicialmente.

La diferencia que personaliza a Primo de Rivera respecto a otros golpistas europeos, es que su golpe se parecía más a un golpe militar del siglo XIX, época en que los militares creían que, cuando el Rey o los Políticos no hacían las cosas correctamente, ellos debían aprestarse a salvar al país. España es tierra de redentores, de salvadores respecto a peligros que muchas veces sólo ven ellos, del peligro del absolutismo, del liberalismo, del anticlericalismo, del socialismo, de la derecha, de los capitalistas, del conservadurismo, del terrorismo, de la izquierda… y esa es la historia del todo el XIX y el XX español. El golpe de Primo de Rivera era uno más de ellos.

     La Iglesia Católica española se sumó inmediatamente al golpe de Primo de Rivera, aceptándole con actitud colaboradora.

     Los burgueses españoles se sentían satisfechos. Tenían la impresión de que las Cortes españolas iban a emprender reformas de tipo social, que les recortarían sus ganancias, y el golpe les venía muy bien. Tenían como ejemplo lo sucedido en Francia y en Gran Bretaña, donde se obligaba a pagar la seguridad de los obreros, y recortar horas de trabajo. Su campaña de prensa consistió en decir que Primo de Rivera iba a detener los ataques del comunismo internacional.

     Eduardo López de Ochoa Portuondo, se hizo cargo del Gobierno Militar de Barcelona en el momento en que lo abandonó Primo de Rivera para dar el golpe y hacerse cargo del Gobierno de España. En 1924 se declaró contrario a la dictadura porque era liberal, republicano y masón, por lo que en 1925 fue encarcelado. Se marchó a Francia y preparó un golpe contra Primo de Rivera en 1929 y otro en diciembre de 1930. En 1936, fue considerado por los comunistas responsable de la represión de los mineros asturianos de 1934, le encarcelaron, y le asesinaron en agosto de 1936.

     Emilio Barrera Luyando, había sido Subsecretario del Ministerio de Guerra y Ayudante de Campo de Alfonso XIII. Había participado en la Guerra del Rif. En 1923 era Gobernador Militar de Tarragona, la provincia más al sur de Cataluña, lo cual cubría a Barcelona de los ataques desde el sur. En septiembre de 1924 pasaría a ser Capitán General de Cataluña donde acabó con los terroristas. En 1924 viajó a Roma con Antonio Goicoechea, Antonio Lizarza, y Rafael Olaizabal a pedir armas y dinero a Mussolini. En 1935, fue condenado a muerte, pero fue amnistiado. En 1936 era Presidente del Tribunal Superior de Justicia Militar de Burgos, que hizo muchas condenas a muerte hasta 1939.

     José Sanjurjo Sacanell, marqués del Rif desde 1927, estuvo en la Guerra de Cuba, y en la Guerra de Marruecos de 1909, y en la recuperación del Rif en 1921-1922. En 1923, era Gobernador Militar de Zaragoza y cubría el flanco este de Barcelona. En 1925 estuvo en el desembarco de Alhucemas y fue Alto Comisario en Marruecos. En 1928 fue simultáneamente  Director General de la Guardia Civil. En 1931, la República le confirmó en ambos cargos hasta que se opuso a las reformas militares de Azaña, y los perdió. En agosto de 1932 dio un golpe en Sevilla, que se llamó “la sanjurjada” y fue condenado a muerte, conmutada la pena por cadena perpetua, y amnistiado en 1933 por Lerroux. En abril de 1936 preparaba otro golpe de Estado en Madrid, pero fracasó, y le sustituyó al mando de los golpistas Emilio Mola. Sanjurjo se exilió a Portugal y, cuando triunfó el golpe de Mola, pretendía regresar a España para ponerse a la cabeza de los golpistas, cuando su avioneta se estrelló al despegar.

El Capitán General de Valencia, José Zabalza Iturriría, el cual se puso a las órdenes del Gobierno de Madrid, y fue depuesto por el Gobernador Militar de la ciudad, Balbino Gil-Dolz de Castellar y Peyró, pero tras ponerse al servicio de Primo de Rivera, recibió el día 14 el nombramiento de Capitán General. Se cambió de bando a las pocas horas de manifestar que estaba en contra del golpe. José Zabalza, 1858-1925, había estado en la Guerra de Cuba en 1896-1898, y en la Guerra de Melilla en 1909, había ascendido a general en 1911, y acababa de ser nombrado Capitán General de la Tercera Región Militar hacía poco, cuando tuvo lugar el golpe de 13 de septiembre de 1923. En diciembre de 1923, fue premiado con el nombramiento de miembro del Consejo Supremo de Guerra y Marina, tribunal que debía juzgar los sucesos de Annual.

     Valeriano Weyler Nicolau se mostró también fiel al Gobierno desde su destino en Baleares. Era otro de los cambiados de bando en pocas horas.

El general Severiano Martínez Anido, 1862-1938, que había sido Gobernador civil de Barcelona en noviembre de 1920-octubre de 1922 y había luchado contra el terrorismo anarquista.

     El general Miguel Arlegui Bayonés, que había sido ascendido a Inspector General de Seguridad en 1920 y ascendido a general de la Guardia Civil en el momento en que se encargó de cumplir las órdenes de Severiano Martínez Anido en Barcelona.

     Y no eran muchos más los colaboradores de Primo de Rivera, excepto el Rey Alfonso XIII.

Entre los contrarios a la dictadura, destacó el coronel José Marchesi Segarra, Director de la Academia de Artillería en Segovia, que se negó a aceptar la legalidad del golpe, lo que significó el cierre de la Academia y disolución del Cuerpo de Artillería en 1926.

             El Directorio Militar.

    El 17 de septiembre, Primo de Rivera formó un Directorio Militar, o Gobierno integrado por un general de cada Región Militar y de cada arma: 3 generales de Infantería, 1 de Caballería, 1 de Artillería, 1 de Ingenieros, 1 de Estado Mayor y 1 Contraalmirante de la Armada, declaró estado de guerra y suspendió las garantías constitucionales. El Gobierno estaba integrado por Directores Generales y no por Ministros, pues se entendía que Primo de Rivera era responsable de todos los temas, Ministro de todo. De ahí se origina el nombre de Directorio. Los Directores Generales eran como consejeros del Dictador. El Rey continuaba reinando, y de hecho se consideraba de acuerdo con este tipo de Gobierno. El Directorio se consideraba fruto de un pacto entre el Rey y Primo de Rivera.

         Directorio Militar de Miguel Primo de Rivera.

  Presidente del Directorio, Miguel Primo de Rivera Orbaneja, marqués de Estella

  Vicepresidente y vocal de Marina, contraalmirante Antonio Magaz y Pers, marqués de Magaz.

  Vocal por la I Región Militar (Madrid), Adolfo Vallespinosa Vioz.

  Vocal por la II Región Militar (Sevilla), Luis Hermosa Kith, de artillería.

  Vocal por la III Región Militar (Valencia), Luis Navarro Alonso de Celada, de infantería.

  Vocal por la IV Región Militar (Barcelona), Dalmiro Rodríguez Pedré, de infantería.

  Vocal por la V Región Militar (Zaragoza), Antonio Mayandía Gómez, de ingenieros.

  Vocal por la VI Región Militar (Burgos), Francisco Gómez-Jordana Souza conde de Jordana, de Estado Mayor.

  Vocal por la VII Región Militar (Valladolid), Francisco Ruiz del Portal Martín, de caballería.

  Vocal por la VIII Región Militar (La Coruña), Mario Muslera Planes, de infantería.

     Era secretario del Directorio Militar Godofredo Nouvilas, Presidente de la Junta de Infantería.

     Los generales actuaban como responsables de los Ministerios, supervisados por el Dictador y por el Directorio, y podían ser cambiados a gusto del dictador.

         Responsables de los Ministerios.

  Jefe de Gobierno y Ministro Universal, Miguel Primo de Rivera Orbaneja, marqués de Estella.

  Encargado de la Presidencia del Consejo, Carlos Fort y Morales de los Ríos, conde de Morales de los Ríos.

  Encargado de Gobernación, Millán Millán de Priego y Bedmar / 22 septiembre 1923: Severiano Martínez Anido.

  Encargado de Estado, Fernando Espinosa de los Monteros Bermejillo.

  Encargado de Trabajo, Comercio e Industria, Alejandro García Martín / 21 diciembre 1923: Juan Flórez Posada / 7 febrero 1924: Eduardo Aunós Pérez. Aunós era el secretario de Françésc Cambó, y luego sería franquista en 1936.

  Encargado de Fomento, José Vicente Arche / 21 diciembre 1923: Pedro Vives Vich.

  Encargado de Instrucción Pública y Bellas Artes, Alfonso Pérez Gómez-Nieva / 21 diciembre 1923: Francisco Javier García de Leániz y Arias de Quiroga

  Encargado de Gracia y Justicia, Fernando Cadalso Manzano / 21 diciembre 1923: Ernesto Jiménez Sánchez / 22 enero 1924: Francisco García Goyena y Alzagaray.

  Encargado de Guerra, Luis Bermúdez de Castro Tomás / 4 de julio 1924: Juan O`Donnell Vargas duque de Tetuán.

  Encargado de Hacienda, Enrique Illana y Sánchez de Vargas / 21 diciembre 1923: Carlos Vergara Caillaux / 25 febrero 1924: José Carral Larre.

  Encargado de Marina, Gabriel Antón Iboleón / 5 febrero 1924: Federico Ibáñez Valera, interino / 12 febrero 1924: Ignacio Pintado Gough / 25 de mayo 1924: Honorio Cornejo Carvajal.

     Sólo Primo de Rivera era Ministro, Ministro de todo, es decir, sólo él tenía autoridad de decisión. Los demás eran colaboradores, encargados, funcionarios administrativos a las órdenes del general.

Política en El Rif.

El 19 de septiembre de 1923, Primo de Rivera, que había dicho en 1921 que el Rif debía ser abandonado por España, y por ello había sido destituido como Capitán General de Castilla la Nueva (Madrid), cambió de opinión, y decidió que era cuestión de honor permanecer en el Rif.

Las razones que aportaba en 1921, eran que se trataba de una guerra impopular en España, y que causaba un gran desprestigio internacional a España.

Y en 1923, dijo que abandonar sería un gran desprestigio internacional, y un desprestigio personal suyo. Lo que había cambiado era que en ese momento gobernaba él, y no podía perder su principal apoyo a la dictadura, el ejército. Añadía además, que Gran Bretaña no quería que España se fuese de Marruecos, y que el Rey Alfonso XIII estaba muy orgulloso de poseer un territorio exterior.

No obstante, Primo de Rivera era realista y decidió el repliegue del ejército español en Marruecos, para obtener posiciones de defensa más ventajosas.

Miguel Primo de Rivera había estado en Melilla en ocasiones muy señaladas y excepcionales, cuando la situación militar era grave, y quizás pudiera pensarse que no conocía el problema de lo que allí ocurría en tiempos de suspensión de hostilidades. Pero el general Miguel Primo de Rivera Orbaneja tenía un hermano muerto en El Annual, llamado Fernando, pues al mando del Regimiento de Caballería Alcántara, se había encargado de proteger la retirada de las tropas españolas de Annual, la cual fue un fase más del desastre. Fernando Primo de Rivera le había informado a su hermano de la corrupción existente en el norte de África, donde los jefes militares se llevaban dinero, se hacían otorgar cruces y condecoraciones que eran subidas de sueldo, y se ayudaban con excelentes informes de los unos para con los otros, a ascender con rapidez. Ello estaba provocando la ruptura del ejército entre “junteros” de las Juntas peninsulares, en contra de los militares del norte de África, o “africanistas”. Por ello, Miguel Primo de Rivera conocía bien el problema africanista.

         Los Decretos de Primo de Rivera.

En la política general: declaración de estado de guerra con suspensión de las garantían constitucionales. Disolución del Congreso de Diputados el 17 de septiembre. Supresión de la Presidencia del Consejo de Ministros (Jefe de Gobierno), supresión de Ministerios, supresión de los Subsecretarios, excepto los de Estado, Guerra y Marina; disolución del Congreso y la parte electiva del Senado pasando las labores de las Comisiones legislativas a ser realizadas por oficiales del ejército. Los políticos y funcionarios no pudieron dirigir empresas privadas a fin de evitar corruptelas. Los Diputados y Senadores perdieron su derecho a viajar gratis en los ferrocarriles del Estado. Fueron despedidos muchos funcionarios públicos que cobraban el sueldo sin ir por el puesto de trabajo, más que cuando era preciso, para cobrar, naturalmente. Fueron multados muchos especuladores, sobre todo en el tema del precio de los alimentos.    Primo de Rivera utilizó militares para gobernar, excepto en los casos de cargos técnicos que necesitaban personas preparadas, para los que utilizó civiles como Calvo Sotelo (maurista), Aunós (Lliga), Guadalhorce o el economista Flores de Lemos. Lo terrible de estas medidas, es que en muchas tenía toda la razón el militar golpista, y denunciaba la corrupción en los Gobiernos anteriores.

     Adviértase que el Directorio Militar no suprimió la Constitución, aunque iban a gobernar un poco al margen de ella. Quedaba suspendida. Prometieron restaurarla en cuanto se saneara la política española y, mientras tanto, gobernarían por Decretos. La razón de esta postura era la “salud pública”, es decir, lo que era conveniente para España a su criterio.

En la política territorial: Hizo una nueva división administrativa, gubernativa, judicial y militar a fin de crear “regiones robustas”; nombramiento de militares como Gobernadores Civiles de las provincias; puesta al frente del Ministerio de Gobernación (hoy Interior) y Dirección General de Seguridad de generales, algunos procedentes de Cataluña, y de toda confianza de Primo de Rivera; decisión por la que los alcaldes serían designados por el Gobernador de cada provincia de entre los mayores propietarios (decreto de 30 de septiembre disolviendo los Ayuntamientos, el cual ponía a gobernar a «juntas de asociados»), y su actuación era vigilada por un capitán del ejército (decreto de 21 de octubre), que estaba en cada partido judicial como delegado del Gobierno. Este delegado militar se puso en contacto con los caciques locales, que eran los que al final gobernaban. Estas medidas se complementaron con la disolución de las Diputaciones provinciales, excepto Alava, Guipúzcoa, Vizcaya y Navarra, lo cual significaba la desaparición de la Mancomunidad de Cataluña y el poder de la Lliga. Se disolvieron 9.254 Ayuntamientos, casi todos los que había en España, y los concejales que habían participado en corruptelas fueron destituidos. Los caciques locales sorprendidos en corruptelas, fueron arrestados.

En la política estatal: creación de Unión Patriótica como partido único. Cortes corporativas con parlamentarios designados por el Rey.

En la política social: medidas de orden público acabando con los delincuentes, las huelgas y los sindicatos. Represión del catalanismo eliminando la Mancomunidad, la bandera y el himno; supresión del jurado en los juicios; restablecimiento de la «ley de jurisdicciones» por delitos contra la patria (declaró delitos el uso de la bandera distinta a la nacional y el uso de un idioma distinto al castellano en actos públicos), cerró los centros catalanistas y nombró a Martínez Anido, destacado por su dureza frente a los sindicalistas catalanes en 1920-1923, como responsable del orden público en toda España. Los militares vieron subidos sus sueldos en la idea de evitar el soborno fácil a militares.

En la política económica: programa de obras públicas construyendo canales de riego, alcantarillados urbanos, escuelas públicas en los pueblos, y hospitales en las ciudades. Creación del Consejo Nacional del Trabajo para el estudio de los problemas laborales.     La cosecha de 1923 había sido buena. Primo de Rivera ordenó bajar el precio del pan y prohibió las huelgas. El orden social se impuso en la calle y se inició una reactivación industrial.

En la política exterior: Elaboración de un plan para terminar la Guerra de Marruecos, con amnistía para los afectados por el expediente Picasso, un pacto con Francia (que se realizó en 1925) y unas acciones definitivas para acabar la guerra (desembarco de Alhucemas de 8 de septiembre de 1925, tras el cual, Abd el Krim se entregó a los franceses. El problema de Marruecos se debería resolver militar y diplomáticamente, de forma simultánea.

No hubo levantamientos populares contra la dictadura en 1923. Al contrario, las medidas de Primo de Rivera parecían muy sensatas a todos, y seguirían siendo deseables en décadas futuras. El aspecto del régimen político en 1923 era inmejorable.

 Extensión del somatén a todos los pueblos de España.

El Somatén era un grupo de vecinos de confianza de la Guardia Civil, y controlados por ésta, a los que se les daba un arma y se comprometían a informar y colaborar con la Guardia Civil en todo lo que se les pidiera. Desde hacía tiempo, estaba implantado en Cataluña, y Primo de Rivera decidió llevarlo al resto de España. En 1924 llegaron a ser 175.000 personas. Se reunían periódicamente a oír misa, y celebrar un banquete de hermandad entre ellos y la Guardia Civil. Hacían campañas contra la blasfemia, las huelgas, los alborotadores, el contrabando… Era un órgano para defender el orden, la moralidad, la justicia, y el progreso.

El decreto de implantación del Somatén se produjo el 17 de septiembre, y estaba dentro de un paquete: Sustitución de los 50 Gobernadores Civiles y de los altos cargos de Gobierno por militares. Sustitución de los 8 Capitanes Generales por Comités Militares integrados por todas las Armas y Cuerpos militares. Censura de la prensa en cuanto a no hablar del Gobierno ni de la Guerra de Marruecos. Amnistía a los militares implicados en asuntos de África. Abolición del juicio por jurados. Reinicio, el 16 de octubre, de las operaciones de guerra en el Rif. Prohibición, en 18 de septiembre, de todas las lenguas distintas al castellano, así como el uso de los símbolos regionalistas. Concesión de plenos poderes al general Luis Aizpuru Mondéjar[3], jefe de las fuerzas en Marruecos.  Amenaza de despido a todos los funcionarios que abandonaran su puesto de trabajo y orden de que permanecieran en sus puestos hasta que el Dictador resolviese eliminar a los funcionarios superfluos. Designación de “prestigiosos magistrados” para el juicio de responsabilidades de Annual. Medidas de orden público rigurosas, incluyendo la censura previa.

     El somatén reclutaba a los ciudadanos de reconocida moralidad de entre los que ejercían su profesión en la localidad en que residían, y que estuvieran dispuestos a conservar la paz ciudadana. No era una institución nueva, ni era la milicia fascista, sino una línea de contención contra los desbordamientos sociales. Primo de Rivera declaró que el somatén era el hermano mayor de Unión Patriótica. La pertenencia al somatén era discreta, y cada cuartel de la Guardia Civil llevaba el control de los componentes y de las armas que poseían, que debían pasar revista una vez al año. El régimen de Franco afirmó tiempo después que él contaba con 250.000 hombres armados en el somatén, pero no se puede confirmar esa cifra.

      La Unión Patriótica como base del Directorio.

     Los orígenes del partido Unión Patriótica radicaban en Unión Patriótica Castellana, fundada en Valladolid en octubre de 1923, como unión de pequeños y medianos agricultores (de ahí el dicho popular de “fachadolid”). A fines de 1923 hacían asambleas por toda Castilla defendiendo los valores católicos, la justicia social, los intereses agrarios y una solución digna para la Guerra de Marruecos. Los tres primeros principios son fundamentales en el pseudofascismo español.

     A Primo de Rivera le gustó la idea vallisoletana. Hacía algún tiempo que venía sugiriéndolo en artículos publicados por El Debate. El 14 de abril de 1924 insistía en que quería «hombres de ideas sanas entre los que encontrar candidatos para las elecciones generales».

     A principios de 1924, Unión Patriótica Castellana se fusionó con Secretariado Nacional Agrario, una organización de pequeños agricultores presidida por José Primo de Rivera Orbaneja, el hermano del dictador Miguel Primo de Rivera, y empezaron a reivindicar la rebelión de los agricultores frente al capitalismo, el proceso de urbanización y el parlamentarismo.

     La creación de Unión Patriótica tuvo lugar en abril de 1924: El 5 de abril de 1924, Miguel Primo de Rivera escribió a los Delegados Gubernativos (Gobernadores Provinciales) para que se pusieran en contacto con los hombres de buena voluntad de su provincia (los que habían creado las Uniones Patrióticas provinciales). Y el 15 de abril de 1924 hizo público su plan: Unión Patriótica sería un partido político que no hiciera política, sino que trabajara para colaborar con la Iglesia y el Estado, y liderar al conjunto de la población española en trabajar para conseguir las reformas que estos dos entes le pidieran. El 25 de abril, dijo que el partido se llamaría Unión Patriótica, y que se estructuraría en unos Comités de Ciudadanos o Juntas Locales, que se encuadrarían en la Junta Patriótica Provincial correspondiente. No obstante, el día que se dio por oficialmente creada la Unión Patriótica fue el 15 de octubre de 1925, cuando ya estaba completamente estructurada e implantada.    En 1924, los de Unión Patriótica decían tener dos millones de afiliados, pero la cifra es poco creíble.

En conclusión, en el momento de crearse, todavía no era partido único, pero se tendía a ello. El dictador decía que Unión Patriótica era una liga de ciudadanos que hacían innecesaria la formación de partidos políticos. A Unión Patriótica se afiliaron los Partido Social Popular (católicos), mauristas, catalanistas moderados, tradicionalistas y caciques. Los viejos caciques buscaban situarse en el nuevo sistema político, con la esperanza de obtener ventajas y colocaciones, como venían haciendo en su antiguo partido, y efectivamente, algunos lograron colocarse como alcaldes y como Gobernadores Provinciales. El caciquismo no había muerto. Pero no había puestos para todos, y mucho menos habiendo ocupado los militares muchos de los cargos administrativos.

     La Unión Patriótica no era propiamente un partido, sino el conjunto de ciudadanos españoles dispuestos a colaborar con su líder, Miguel Primo de Rivera. No representaba más ideología que la católica conservadora tradicional y el militarismo, embutidos ambos en unas creencias regeneracionistas. Como entidad política, sólo se parece al franquismo posterior a abril de 1937, tras el sometimiento de Falange al Caudillo.

También tenía muchos parecidos con el fascismo de Mussolini, la doctrina que estaba de moda en su tiempo. Unión Patriótica copió formas externas fascistas como los grandes desfiles. Tenía estructura jerarquizada, presidida por un jefe nacional, el cual dominaba sobre un Directorio Nacional, y éste sobre la asamblea, que era la representación de las 50 asambleas provinciales. En cada provincia había un Directorio Provincial, Asamblea y secciones locales de los distintos pueblos de la provincia.

Pero Unión Patriótica no era exactamente fascismo: No tenía brazos armados como el fascismo, ni como los independentistas catalanes de Maciá, los carlistas navarros, los anarquistas FAI. No monopolizaba la economía, aunque creía en la importancia de la acción económica del Estado. El primorriverismo, al igual que el franquismo, fueron siempre burgueses, y nunca sometieron a los empresarios a los programas del partido, como hacía el fascismo.

     Unión Patriótica se basaba en el modelo de los partidos católicos conservadores, como el Partido Popular Italiano, o los sindicatos católicos españoles de su tiempo, partidos de adhesión a unas autoridades civiles y religiosas.

La columna vertebral de Unión Patriótica, y luego del franquismo, sería Asociación Católica Nacional de Propagandistas, ACNP, un grupo de unos 600 intelectuales, licenciados universitarios, de profundas creencias católicas, con puestos importantes en la sociedad. La iniciativa de este grupo político católico, nació en Valladolid en 13 de noviembre de 1923, cuando se creó el Círculo Católico Agrario, tras el cual nacieron distintas “Uniones Patrióticas” provinciales en las siguientes semanas bajo el liderazgo de Ángel Herrera Oria. El Presidente de ACNP y cabeza pensante del movimiento, era Eduardo Callejo de la Cuesta, un abogado vallisoletano que fue Ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes en 1925-1930, e hizo en 1928 una reforma educativa que intentaba regenerar España a través de la enseñanza media y la enseñanza universitaria, unos modelos de enseñanza que se debían aproximar a los métodos de los jesuitas y agustinos.

     El hombre que daba la imagen de Unión Patriótica en los medios de comunicación era José María Pemán, un idealista que había pensado en un social-catolicismo, que luego continuaría bajo la protección de Francisco Franco. Procedía de Unión Patriótica de Cádiz. Al igual que predicaban los Papas, Pemán decía odiar al liberalismo y al socialismo. En su concepto antiliberal, odiaba la democracia y el sufragio universal, porque ponía a ignorantes al mando de los servicios sociales. Y hablaba de apoliticismo en el sentido de que el hombre no debía ir a la política a beneficiarse de ella, sino a servir a los demás. Identificaba el bien con el servicio al Estado y a la Iglesia católica, como si dentro de estas entidades no pudiera alojarse el mal, lo cual es fanatismo. Admiraba la monarquía y el militarismo. La primera porque representaba la tradición secular, y lo segundo por su disciplina al servicio de la patria.

     El periódico de referencia de Unión Patriótica era La Nación, cuya versión en Barcelona era La Razón. En el conjunto estatal, Unión Patriótica contaba con 70 periódicos que informaban de la apertura de nuevos clubs de obreros, de las distribuciones de comida gratuita a los necesitados, de las actividades de Unión Patriótica. Es decir, hacían propaganda del régimen.

     Y en julio de 1926, se aprobaron unos Estatutos de Unión Patriótica en los que se declaró que Primo de Rivera era el Jefe Nacional de Unión Patriótica, y el Jefe del Consejo Directivo Nacional.   El órgano directivo de Unión Patriótica era la Junta Directiva Nacional, la cual se componía de los 50 Jefes Provinciales y de 21 miembros designados pro Primo de Rivera. A algunos les recuerda al Gran Consejo Fascista de Mussolini, pero no era lo mismo.

     La actividad dentro de Unión Patriótica era enorme, pues todos los días había actuaciones, mítines, reuniones de las secciones masculinas, femeninas y juveniles, asambleas, homenajes a personas destacadas…

     Las secciones locales, células básicas de Unión Patriótica, tenían como misión la organización cada una de una Junta Cívica local, que debía tener como fin el fomentar la educación, la moralidad y los valores ciudadanos, a fin de “revivir la gloriosa tradición del pasado de España”.

     Cada aniversario de la dictadura se celebraba con una reunión de cientos de propagandistas, y docenas de trenes trasladaban a miles de personas a unas ceremonias que terminaban en un desfile popular en Madrid.

     Y en determinadas épocas, Unión Patriótica organizaba suscripciones de adhesión al dictador, y se reunían miles de firmas. No sabemos si eran verdaderas o falsas, pues no hay forma de comprobarlo. También se hacían desfiles ante el Palacio de Buenavista de Madrid (Calle Barquillo 49, al norte de Cibeles), residencia de Primo de Rivera.

         La ideología de Unión Patriótica.

     Unión Patriótica cultivaba el mito de la amenaza comunista, que según ellos iba a acabar con la cultura occidental y con el catolicismo. No sabían qué era el comunismo, pero lo dibujaban como el monstruo que lo iba a destruir todo. Defendían que había que luchar contra el utilitarismo, contra el positivismo, contra el materialismo, que eran los falsos pilares culturales difundidos, según ellos, por el semitismo. Y alababan el fascismo de Mussolini que iba por delante en esta lucha. No sabían muy bien que era cada uno de los conceptos contra los que tenían que luchar, pero eran palabras que llenaban los discursos y los artículos de los periódicos. Y decían que España y Unión Patriótica construirían un Bloque Nacional que sería decisivo en la confrontación mundial entre los derechos subjetivos e individuales del liberalismo y los valores de la patria, y acabaría con el comunismo de los soviets, con el anarquismo destructivo y contra el comunismo tiránico.

     Sobre los partidos políticos, decían que eran instituciones del pasado completamente inservibles, pues no valían para enfrentarse a las “exigencias de la vida moderna” (otra expresión que nunca explicaron). Frente a los partidos, Unión Patriótica establecería la verdadera libertad en la que triunfarían los valores colectivos y se controlarían tiránicamente los individualismos.

     Sobre la labor de educación de las masas, decían que era preciso manipular la masa social a fin de imbuir en ella las virtudes del autosacrificio de la individualidad en bien de los valores colectivos, de forma que el ciudadano se debía convertir en un soldado siempre dispuesto a la lucha por los valores eternos de la civilización occidental y española. Estos valores eran: el espíritu religioso, la unidad nacional, la estructura familiar, y el respeto a la autoridad constituida. Y el valor supremo y consigna del partido sería ”España ante todo”, idea que provenía de Alemania, y era conocida como führerprinzip.

     En un plebiscito que organizó Primo de rivera, obtuvo 7.560.468 votos. La idea de los plebiscitos era practicar la democracia directa, pues la democracia parlamentaria le parecía decadente al Dictador. Por eso, el pueblo debía manifestar su voluntad a través de manifestaciones y plebiscitos, concentraciones cívicas y desfiles.

     Unión Patriótica no era monárquica, pero respetaba la figura del Rey como Jefe del Estado, aunque valdría cualquier otro Jefe de Estado. En España, el poder constituido era el Rey, y así lo respetaban. Procuraban no citar casi nunca a la monarquía, porque les resultaba un tema violento.

     Unión Patriótica hacía culto a la personalidad del Jefe, y el jefe era Miguel Primo de Rivera, el Dictador. Se dibujaba al Dictador como la personificación de los valores del humanismo, de la cristiandad y del patriotismo. Se insistía constantemente en que Primo de Rivera era el “Padre de la Patria” que trabajaba infatigablemente por el pueblo español e incluso vigilaba mientras los españoles dormían. Era el Atlas que sostenía el techo de la patria sobre sus fornidos hombros.

         Política pro-católica del Directorio.

     El Directorio dio leyes para guardar la moralidad católica y los modos de vida católicos. Así, en los domingos, se obligó a no trabajar y a asistir a misa (los profesores y alumnos de todos los colegios e institutos de España, y los soldados, estaban obligados a asistir a esa misa), se pusieron inspectores en las escuelas para que los maestros enseñaran doctrina católica, se puso un texto único en la escuela con muchas lecciones de religión. Y las ideas y principios esgrimidos por la Iglesia católica, tuvieron que ser respetados a rajatabla: explicar el liberalismo era castigado con la expulsión del maestro (explicar el socialismo y el anarquismo tenían penas mayores), no recibir “adecuadamente” al obispo era motivo de castigos (se le ponían arcos florales a su llegada, se arrodillaban todos a besarle el anillo, y se debía mostrar alborozo y manifestar que era por la visita del señor obispo). En cuanto a la vida ordinaria, debía haber un delegado eclesiástico que vigilaba que no se dijeran cosas inconvenientes en las juntas de ciudadanos de cualquier tipo, en las comisiones de fiestas, en las cuestiones laborales, en las reuniones para decidir obras para el municipio, etc.

     En 1928, Primo de Rivera llegó a decir que él se había rebelado contra el liberalismo, el comunismo y el nacionalismo desintegrador. Las dos primeras cosas eran ideas compartidas de la Iglesia. En la tercera, había muchos sacerdotes tanto en el nacionalismo desintegrador catalán, como en el vasco.

Funcionamiento del Directorio Militar.

     El Director General de toda la Administración era José Calvo Sotelo[4], el auténtico núcleo de poder en el Gobierno aunque en teoría estuviese sometido a los generales del Directorio. Calvo Sotelo era un antiguo maurista, en 1923 muy de derechas y muy católico.

     El 28 de septiembre de 1923 el régimen dictatorial llamó a dialogar a PSOE-UGT, y les dijo que «quería asociaciones obreras para la cultura, protección del obrero, mutualismo y sana política, pero no para resistencias y luchas con los empresarios». PSOE-UGT dudaron si debían colaborar o no.

     Se dijo que el proyecto de Gobierno de Primo de Rivera era estar tres meses para renovar la política española. Pero una cosa era la necesidad de acabar con la situación de inestabilidad política, con las corruptelas administrativas y con las discusiones interminables e inútiles para la nación, y por el liderazgo de los partidos, y otra cosa era hacer las reformas políticas necesarias para salir de la situación. “El proyecto” se alargó indefinidamente.

     El Directorio Militar se reunía a diario y trataba de todos los asuntos del país, aunque muchos de los reunidos no eran entendidos en la mayoría de lo que allí se trataba. Tocaron 20.000 asuntos en 100 días, lo que da una media de 200 asuntos diarios. Esta barbaridad racional, de decidir sobre lo que no se entiende, es común a casi todos los Gobiernos del mundo de todos los sistemas políticos, y son muchos los ejemplos de Presidentes y Ministros ignorantes. Los militares no eran en ello diferentes.

     De los asuntos considerados, 7.814 quedaron resueltos, 8.122 fueron transferidos a los correspondientes Departamentos Ministeriales, que entendían mejor del tema considerado, y 3.614 fueron directamente dictaminados por el general Primo de Rivera, es decir, que el general despachó 36 asuntos diarios sobre la marcha, sin más consideraciones ni consultas.

     Para comprender mejor la enorme labor del Directorio, debemos decir que cada Decreto era acompañado de un comentario que lo justificaba. Como es de suponer, enseguida se adquirieron unas “plantillas” de comentario en las que se decía que Primo de Rivera era afable, patriota y un salvador de España, “motivos que le llevaban a decretar lo siguiente:”, y allí aparecía el Decreto. Eran Decretos intuitivos, con poca fundamentación legalista. Y el sistema entero se convirtió en una falsedad a las pocas semanas de haber sido instituido.

     Y se publicaron muchos proyectos, que nunca fueron realizados: se iba a hacer un Estatuto Municipal con libre elección de alcalde y concejales; se iba a hacer un Estatuto Provincial que, efectivamente, redactó José Calvo Sotelo, Director General de Administración Local; se iba a hacer un sistema de Administración a través de la Diputación Provincial, que concedería las obras y reformas públicas, y las Diputaciones tendrían competencias para iniciar las obras, según fueran de ámbito provincial o regional, como fuera más conveniente. Y como es tan frecuente en España, y los españoles seguirían aceptando, se hacía caso de las declaraciones, en vez de exigir realizaciones. Con este ambiente social, los políticos españoles “listos”, se dedicaron a hacer declaraciones populistas. España es un país dado al populismo, donde lo importante es hacer declaraciones, aunque nunca se realice lo prometido, ni se tenga intención de realizarlo.

         La Administración durante la Dictadura.

     La realidad del funcionamiento de la Administración Territorial, más allá del nivel de los deseos y teorías expresados en la prensa y los discursos elaborados para papanatas, fue que Unión Patriótica designó a los Alcaldes, a los Concejales, a los miembros de la Diputaciones Provinciales, como quiso, aunque dijera que era de forma provisional. Y los designados, en los primeros años fueron militares, pero durante el Directorio Civil, eran los mismos caciques de siempre. Los militares se preocuparon por controlar a los funcionarios, por organizar los somatenes, organizar tropas de niños exploradores, asociaciones de educación física, dar conferencias sobre los principios de la buena ciudadanía y de la lucha contra el analfabetismo.

     El 1 de octubre de 1923, La Gaceta publicó la destitución de los Alcaldes de todos los Ayuntamientos. El Decreto decía que pasaban a ser “vocales asociados”. El PSOE aceptó el 3 de octubre este cambio y recomendó a los suyos aceptarlo. Parecía un cambio de nombre, pero se trataba de mucho más.

     En cuanto al orden en la calle, no fue necesaria la represión. La creencia popular de que habría represión fue suficiente para evitar los desórdenes. Además, todos creían que la situación era transitoria, pero pasaron tres meses y el Dictador seguía, y cuando hubo pasado un año, declaró que le quedaban muchas cosas por hacer, y que la dictadura seguiría por un tiempo indefinido.

     Como los militares que debían gobernar no tenían conocimientos suficientes para hacerlo, se contrataron una serie de “delegados asesores”, pero esos delegados hubo que escogerlos entre los adictos al sistema, lo que se tradujo en que las decisiones eran tomadas por gente mediocre, que no tenía conocimientos suficientes, y deseaba agradar a sus superiores.

Así que lo normal fue gastar dinero a lo tonto, y resolver pocas cosas. Eso, con el tiempo, dio como resultado que los gobernados, militares y civiles, se fueran dando cuenta del nivel de la cuadrilla de inútiles que estaban gobernando, y poco a poco, los militares se fueron decepcionando y los civiles de igual manera. El paso de los días se convirtió en el peor enemigo del nuevo régimen. Se anunciaban decisiones grandiosas, imposibles de realizar, y se daba mucho jabón al líder, al dictador, como si de ello dependiera el desarrollo y la renovación económica y social. Por ejemplo, el sistema judicial se convirtió en una serie de decisiones paternalistas, legalizadas por el Decreto de junio de 1926, que autorizó al Gobierno a imponer “correcciones gubernativas y disciplinarias”. Más tarde, un Decreto de diciembre de 1928 suprimió la inamovilidad judicial, es decir, que los gobernantes pudieran corregir a los abogados que no les gustaban, lo que se traducía en que los abogados podían ser perseguidos con multas por no llevar adecuadamente un caso, a juicio del gobernante, y todos los funcionarios públicos podían ser multados por no cumplir con su trabajo adecuadamente. Esas multas eran gubernativas, y no pasaban bajo supervisión de ningún juez. Y el siguiente paso fue la corrupción en los juzgados, en el momento en el que los gobernantes aprovechaban la circunstancia política para pedir la absolución de algunos acusados cuando eran amigos o familiares del gobernante. El sistema hacía aguas por todas partes.

     A la hora de plantear reformas, Primo de Rivera se encontraba sin apoyos: quería instaurar la representación proporcional en las elecciones a Cortes, quería una nueva política sanitaria y educativa, quería reducir el déficit público, quería hacer obras públicas y quería libertad de cultos. A todo se oponían los burgueses, la iglesia, y los viejos políticos.


[1] Joaquín León Milán del Bosch Carrió, 1854-1936, fue Capitán General de  Cataluña en 1918 y apoyó a los patronos contra las sindicales obreras, y creó el somatén. En 1920 fue nombrado Jefe de la Casa Militar de la Casa Real. En 1924 fue nombrado de nuevo Gobernador de Barcelona y se caracterizó por prohibir las instituciones culturales catalanistas. En 30 de agosto de 1936, fue asesinado por milicianos republicanos.

[2] Diego Muñoz-Cobo Serrano, 1854-1937, fue Ministro de Guerra en enero de 1919, y Capitán General de Madrid en 1923. En enero de 1924 pasó a la reserva. En 9 de septiembre de 1931 fue juzgado por su participación en el golpe de 1923 y condenado a 12 años de confinamiento. Fue amnistiado en 1934.

[3] Luis Aizpuru Mondéjar, 1857-1939, militar de infantería, fue Comandante General en Melilla en 1915, Jefe de Estado Mayor Central en 1922-1923, Ministro de Guerra desde mayo de 1923 a septiembre de 1923, y Alto Comisario en Marruecos en 1923-1924.

[4] José Calvo Sotelo, 1893-1936, había nacido en Tuy, estudió Derecho en Zaragoza y colaboró en el diario católico El Noticiero, y fundó la revista universitaria La Es…coba. En 1915 era letrado del Ministerio de Gracia y Justicia. En 1916, Abogado del Estado. Se doctoró en Madrid en 1917 y frecuentó el Ateneo de Madrid, donde conoció a gente importante. Se casó en junio de 1918 con Enriqueta Grondona. También fue secretario de Maura. Fue entonces profesor auxiliar de la Universidad Central hasta 1920. subsecretario de  ¿? con Primo de Rivera, hizo Estatuto Municipal en 1924, y Subsecretario de Hacienda en 1925 hizo también numerosas reformas muy polémicas de signo antiburgués. En 1930 creó, junto a José Antonio Primo de Rivera, Unión Monárquica Nacional. En abril de 1931 se exilió a Portugal y, cuando la República hizo una Comisión de Responsabilidades para juzgar a los colaboradores de la Dictadura, disintió alegando que debía ser juzgado por jueces y no por políticos republicanos. Le acusaron de conceder a Juan March el monopolio de tabacos de África (que había concedido Primo de Rivera con la disconformidad de Calvo Sotelo), y de malversar fondos del Estado con esa concesión a Juan March (lo cual no era sostenible porque Calvo Sotelo había impuesto a Juan March un canon más alto que el de los tabaqueros peninsulares normales). Fue condenado a 12 años de confinamiento en Santa Cruz de Tenerife y 20 años de inhabilitación. Calvo sotelo se fue a vivir a París, donde contactó con Charles Maurras, católico ultraconservador de Acción Francaise, y con los carlistas y alfonsinos exiliados, trató de unir a todos para cobrar mayor fuerza política. En 1933 visitó Roma y vio a Mussolini. En 1933 fue elegido diputado y pudo volver a España. El 30 de abril de 1933, fue amnistiado. Entonces Calvo Sotelo se convirtió en líder de Renovación Española, la tercera fuerza de derechas, tras CEDA, y fue visto como un posible líder del nuevo movimiento político, el falangista, que se estaba fraguando entre las derechas: José Antonio Ansaldo y Ruiz de Alda fueron a verle, pero Calvo Sotelo se negó a ingresar en Falange. Los historiadores se preguntan si era José Antonio Primo de Rivera el que no quería a José Calvo Sotelo en sus filas, para no verse desplazado por una figura con mucha más trayectoria intelectual y política que él. En diciembre de 1935, Calvo Sotelo se opuso a Alcalá Zamora, porque opinaba que la presidencia de Gobierno debía ser para Gil Robles, el hombre que había ganado las elecciones. Calvo Sotelo propuso un golpe de Estado, con apoyo de Franco, Fanjul y Goded, pero el asunto fracasó porque el enlace, Ansaldo, no pudo contactar con los generales, sino solamente con el coronel Valentín Galarza. En las elecciones de febrero de 1936, Calvo Sotelo estaba convencido de que la derecha iba a perderlas, dada la violencia que había organizada en las calles, y el tono de las discusiones en Cortes se agrió mucho. Dolores Ibárruri “Pasionaria” gritaba: “justicia para los asesinos del pueblo”, porque estaba nerviosa con motivo de las elecciones. Perdió la derecha. Calvo Sotelo se convirtió en el Pepito Grillo de todas las falsedades e irregularidades de la República, y el Gobierno, con ánimo de defenderse, acusaba a Calvo Sotelo de todo lo que podía, en un duelo que era más personal, que democrático. Y así se llegó a la definitiva polémica de 16 de junio de 1936 entre Calvo Sotelo y  Casares Quiroga: Calvo Sotelo le acusó de desorden económico y militar, de permitir las huelgas y provocar los cierres patronales, de capitalismo abusivo y de manipulación de las libertades. En el discurso, incluso insinuó la posibilidad de un golpe militar que evitara los abusos de las Milicias Ciudadanas, y el trato vejatorio que ese estaba dando a la Guardia Civil. Casares Quiroga respondió acusándole de preparar un golpe de Estado, y le advirtió que, si el ejército se sublevaba, él (por Calvo Sotelo) sería el responsable. Entonces intervino Dolores Ibárruri pidiendo juzgar a Calvo Sotelo y a Martínez Anido, y dejó entrever la conveniencia de la desaparición de Calvo Sotelo. La polémica era tan dura, que no se resolvió en ese día, y se retomaría más veces: el 1 de julio de 1936, Calvo Sotelo acusaba al Gobierno de proletarizar a los españoles, y de provocar con ello el fascismo. Estas palabras dieron lugar a un gran desorden en la sala, el señor Aza hubo de ser expulsado, y Gil Robles amenazó con abandonar la Cámara si no se permitía la vuelta al hemiciclo del señor Aza. Entre los gritos, Dolores Ibárruri, fuera de sí, pedía la muerte de los políticos de derechas. El 14 de julio se esperaba una nueva intervención de Calvo Sotelo en las Cortes, pero no hubo lugar, pues el 13 fue asesinado. Lo peor fue que los socialistas encubrieron, en lo posible, a los asesinos, porque ello desató una violencia aún mayor, y la guerra.

Post by Emilio Encinas

Emilio Encinas se licenció en Geografía e Historia por la Universidad de Salamanca en 1972. Impartió clases en el IT Santo Domingo de El Ejido de Dalías el curso 1972-1973. Obtuvo la categoría de Profesor Agregado de Enseñanza Media en 1976. fue destinado al Instituto Marqués de Santillana de Torrelavega en 1976-1979, y pasó al Instituto Santa Clara de Santander 1979-1992. Accedió a la condición de Catedrático de Geografía e Historia en 1992 y ejerció como tal en el Instituto Santa Clara hasta 2009. Fue Jefe de Departamento del Seminario de Geografía, Historia y Arte en 1998-2009.

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