EL GOLPE DE PRIMO DE RIVERA EN 1923[1].

Conceptos clave: Miguel Primo de Rivera, nacionalismos en 1923, pensamiento español en 1923.

     El 13 de septiembre de 1923 tuvo lugar en España un golpe de Estado protagonizado por el general Miguel Primo de Rivera. Lo venía anunciando la prensa desde tiempo antes:

  La burguesía y el ejército lo pedían porque estaban cansados de servir a intereses de los partidos políticos y a los de sus jefecillos de facción, con olvido de los intereses del país. Burguesía y ejército preferían culpar del fracaso del 98 a los políticos, interpretando que éstos habían traicionado a los militares y a los intereses patrios. Y los políticos preferían culpar del fracaso a los abusos empresariales y corrupciones militares. Todos estaban de acuerdo en que la culpa la tenían “los otros” y, mientras tanto, nadie se ocupaba de poner remedio ni a los defectos puestos de manifiesto en el ejército en 1898, 1909 y 1921, ni al mucho más grave de la escandalosa subida de precios a partir de 1915.

  Los partidos conservador y liberal ya no encontraban Gobiernos estables que tuvieran credibilidad. Las Juntas de Defensa habían mostrado la debilidad de los Gobiernos durante el tiempo de su existencia en 1917-1922. Cada líder de una facción de un partido luchaba por llegar a Presidente del Gobierno y colocar a los suyos, y le importaba poco votar contra otro líder de su propio partido, e incluso veían bien derribar al Presidente del Gobierno cuando era de su propio partido, si con ello pensaban obtener el Gobierno para ellos.

  Era preciso evitar que las responsabilidades del expediente Picasso llegasen a los altos cargos del ejército y la política. Incluso el Rey estaba implicado si se picaba más alto.

  La Constitución de 1876 no era muy simpática a los demócratas y progresistas, por su falta de valoración del parlamentarismo y falta de sentido democrático, lo cual hacía que hubiera cierta violencia en la calle «que era preciso evitar».

  El Rey se mostraba de acuerdo con el golpe y se había entrevistado, en julio de 1923, con varios generales y con Maura, para hablar del tema de la necesidad de una dictadura. Eso no significa que el Rey estuviera en la conspiración de Primo de Rivera, en la que estaban José Cavalcanti de Alburquerque y Padierna de Villapadierna, Leopoldo Saro Marín, Antonio Dabán Vallejo y Federico Berenguer Fusté, sino que ambos movimientos coincidían en la necesidad de una dictadura militar. El Rey no se entrevistó con Primo de Rivera para que éste diera el golpe, pero sí se había entrevistado con Maura y con algunos generales para manifestar la conveniencia de que el Rey tomara poderes absolutos, lo cual era otro golpe de Estado, que nunca tuvo lugar, dado por el propio Rey. Y una vez producido el golpe, el Rey colaboró con Primo de Rivera porque le venía bien una dictadura.

              Ambiente internacional en 1923.

     Mussolini había marchado sobre Roma en 28 de octubre de 1922 y la prensa española no había sido capaz de ver la barbaridad política de que un líder, en nombre de la voluntad del pueblo del que él mismo se proclamaba portavoz, pero al margen del sistema democrático y de la Constitución, reclamara el poder, y hasta vieron bien que obtuviera del Rey Víctor Manuel III el Gobierno de Italia. Al contrario, la prensa española comentaba que en España se necesitaba un hombre fuerte para acabar con la farsa que los políticos estaban representando desde hacía años, al servicio de sus propias ambiciones e intereses económicos. El 30 de octubre de 1922, Mussolini había sido hecho Presidente del Gobierno de Italia y había lanzado un proyecto de Cortes corporativas y de control paramilitar sobre el Estado. Era el primer proyecto de fascismo llevado a la práctica.

     En octubre de 1923, hubo un golpe de Estado en Grecia, tratando de eliminar a Jorge II. Aunque fracasaron, el Parlamento griego se tomó el asunto en serio, destituyó a Jorge II el 25 de marzo de 1924 y se proclamó la República Griega.

     La iglesia católica de 1923 estaba regida por Pío XI, 1922-1939, un Papa controvertido porque tenía algún colaborador preocupado por cuestiones sociales y políticas, mientras él era de lo más conservador. Los graves asuntos de la humanidad fueron tratados “al estilo de la Iglesia católica”: pedía la confianza de todos en los sacerdotes, en los obispos y en la Iglesia (ente indefinible, que unas veces puede ser el conjunto de los católicos, y otras la jerarquía, y otras la autoridad papal), en vez de pedir que la jerarquía confiara en las comunidades cristianas. Así que promovió Acción Católica y promulgó la doctrina católica sobre el matrimonio. Este Papa vivió engañado durante años por el fascismo, pues estaba cegado en contra del comunismo ateo, que no sabía interpretar. Pactó con Mussolini en 1929 los acuerdos de Letrán y aceptó que el Vaticano fuera un Estado autónomo controlado por Italia. Un cambio en la mentalidad de la Curia Romana empezó a verse reflejado en la encíclica Quadragésimo Anno de 1931, momento en el que alguien en El Vaticano reinterpretó más correctamente la realidad. El Papa sólo se dio cuenta de su error sobre el fascismo hacia 1933, pero por entonces no quería exponerse a las iras de Hitler y de Mussolini. Se manifestó públicamente en contra del fascismo en 1937, muy tarde para el mundo. Y todavía en ese año, no se le hizo ningún caso en España, donde se estaba implantando en esos momentos una dictadura militar-fascista-católica-regeneracionista. La Iglesia española se situó en una posición moralista por encima del Papa, y el Papa no se atrevió a reaccionar adecuadamente contra ese acto de soberbia española.

         Momento español de la Dictadura de 1923.

     Desde principios del XX, había en España una crisis económica, o ciclo económico negativo, tras la pérdida de mercados por finalización de la Gran Guerra de 1914-1918. Los pedidos desde el exterior estaban en contracción, y la producción española en general se hallaba en recesión, lo que acarreaba despidos de obreros y bajas de salarios reales. Y el alza de precios injustificada, habida durante la Gran Guerra, mantenía los productos fuera del alcance de la mayoría de los ciudadanos, pues la baja no se produjo tan rápidamente como se había producido el alza. En consecuencia, la conflictividad social era alta.

     El alza desmesurada de precios estaba provocando una mortalidad más alta de lo habitual, lo que se añadía a la gran mortalidad catastrófica de la gripe de 1918 y 1919.

     La Guerra del Rif no acababa. Duró desde 1907 a 1927. Y los miles de muertos de la batalla de Annual de 1921 estaban muy recientes. Una de las informaciones que no se quería divulgar era que el Rey Alfonso XIII, personalmente, había ordenado el ataque al General Fernández Silvestre, lo que le hacía responsable como colaborador en las muertes. Y el escándalo de los desfalcos generalizados en el ejército, conocido en 1922, había desacreditado a todo el ejército.

     Las Juntas de Defensa creadas en 1917 como sindicatos militares, se habían acostumbrado a imponer determinadas medidas de gobierno, directrices políticas e incluso Ministros. Desde 1922 se estaban oponiendo a la publicación del Expediente Picasso. Y en 1922 fueron disueltas. Pero los militares pedían en los cuarteles que un militar parase las consecuencias del expediente Picasso, y que el Gobierno otorgase a los militares recursos para acabar con la guerra de Marruecos.

     Mientras tanto, los civiles pedían que se cobrasen responsabilidades militares, y que acabase de una vez la corrupción militar. De hecho, Primo de Rivera se sublevó en el momento en que fue concedido el suplicatorio para juzgar al senador y general Dámaso Berenguer Fusté.

     Los partidos políticos estaban rotos por dentro por disidencias entre líderes, y desacreditados por su falta de operatividad frente a los problemas de los españoles. El problema de fondo era si el Rey podía disolver las Cortes cuando quisiese, y cesar a los Gobiernos cuando le apeteciese, como decía la Constitución, porque ello favorecía el caciquismo

Y ello era seguido por el pucherazo sistemático en las elecciones, pues los Gobernadores Provinciales eran designados ex profeso por el Ministro de Gobernación para dirigirlas adecuadamente.

     Los partidos autonomistas-independentistas de Cataluña, País Vasco y Galicia, pedían autonomía desde noviembre de 1918. La situación era especialmente violenta en Cataluña, donde los pistoleros anarquistas de “Los Únicos” luchaban a muerte contra los pistoleros de “Los Libres”, que eran pistoleros contratados por los empresarios y colocados como miembros de los Sindicatos Libres para darles una cobertura. La burguesía catalana estaba cansada de huelgas y asesinatos, y vio con simpatía el que Primo de Rivera pudiera terminar con el anarquismo que organizaba los asesinatos de “Los Únicos”, y con el socialismo que les organizaba huelgas contra sus empresas. Le pidieron a Primo de Rivera que elevara los aranceles de importación de determinados productos extranjeros, y con ello, fueron capaces de aportar fondos para el golpe. El 13 de septiembre de 1923 se alegraron mucho por el éxito del golpe. Incluso, Josep Puig i Cadafalch, Presidente de la Mancomunidad de Cataluña y miembro de Lliga Regionalista, manifestó que era preferible la ilegalidad, a la corrupción que había en los partidos políticos. Esta expresión definía muy ajustadamente el sentido del golpe de Estado. Inmediatamente, la Unión Monárquica Nacional, fundada en 1919, se declaró al servicio del Dictador.

     Los conservadores eran intransigentes en sus políticas sobre libertad de aranceles e igualdad de tributación. Defendían un liberalismo burgués que pudiera haber tenido sentido en el siglo XVIII, pero se manifestaba como una gran injusticia desde finales del XIX. Se oponían incluso a proyectos de impuesto progresivo, y decían que era aritméticamente desigual. No creían que la empresa debiera pagar impuestos y abogaban por exenciones y subvenciones continuas.

     Los partidos socialistas se habían radicalizado tras la revolución de octubre de 1918 en Rusia. Pablo Iglesias pedía el poder para los obreros, aunque renunciaba a la guerra para obtenerlo. En España no se aceptaba ni el liberalismo democrático y social en la derecha, ni el socialismo democrático al servicio de los intereses generales. El pensamiento político se había quedado estancado en Marx y Bakunin, renovado más tarde por Lenin. La socialdemocracia británica y alemana era despreciada porque no se comprendía, ni se quería comprender. La diferencia entre un socialismo “de clase” como el que defendía Pablo Iglesias, y un comunismo leninista, era tenue en cuanto a resultados, aunque diferente en cuanto a las vías para conseguirlo.

UGT y CNT hablaban de revolución obrera y de hecho, UGT de Vizcaya organizaba huelgas masivas todos los veranos, la UGT hacía huelga en RENFE cada poco, y CNT las organizaba en Cataluña y Valencia y en el campo andaluz. A los sindicatos “de clase” les interesaba una revolución hacia “el Gobierno del proletariado”, y no tanto la defensa de los derechos de los trabajadores y resolución de sus problemas, que eran aspectos secundarios par ellos. UGT estaba al servicio del PSOE, pero incluso podía buscar por sí misma la revolución por encima de los programas del PSOE. CNT sólo quería la revolución anarquista del comunismo libertario.

Los sindicatos anarquistas, organizados como Sindicatos Únicos, habían generado una guerra urbana en Cataluña, y frente a ellos, los patronos habían creado un grupo de pistoleros para reventar huelgas y les habían encuadrado en el “Sindicato Libre” para darles cobertura legal. Los anarquistas “Únicos” habían reaccionado con políticas de acción directa, asesinando personas y quemando haciendas. Los “Libres” reaccionaban asesinando anarquistas. Y el ejército estaba actuando en medio de esta guerra urbana, imponiendo mayor dureza a favor de los empresarios, y Martínez Anido, Gobernador Civil de Cataluña, estaba imponiendo la Ley de Fugas, que servía para matar detenidos en el momento de la detención.

              Miguel Primo de Rivera Orbaneja.

     Miguel Primo de Rivera Orbaneja, 1870-1930, segundo marqués de Estella, nació en Jerez de la Frontera (Cádiz) en 1870. Era hijo de Miguel Primo de Rivera Sobremonte, y de Inés de Orbaneja y Pérez de Grandallana. Nieto de José Primo de Rivera Ortiz, general que luchó en la Guerra de la Independencia y en la de la Independencia de América. Bisnieto de Rafael de Sobremonte, marqués de Sobremonte, virrey de Río de la Plata. Era sobrino del general Fernando Primo de Rivera Sobremonte, primer marqués de Estella, que fue Ministro de Guerra con Dato en 1917. Era hermano de Fernando Primo de Rivera y Orbaneja, cuya muerte en 1921 en la Guerra de África, durante la retirada desde Annual, le afectó mucho. En fin, no faltaban militares en la familia.

Miguel ingresó en la Academia militar en 1884, y tras graduarse, fue destinado a Marruecos. Ganó la Laureada de San Fernando en 1893 por rescatar un cañón en Melilla, que le valió además el ascenso a capitán. La máxima condecoración militar española parece una recompensa excesiva, si no tuviéramos en cuenta sus relaciones personales y antecedentes familiares. En 1895 estuvo en Cuba con Martínez Campos, y llegó a comandante. En 1897 estuvo en Filipinas con su tío Fernando, que había sido nombrado Capitán General de Filipinas. En 1902 se casó con Casilda Sáenz de Heredia con la que tuvo seis hijos, el mayor de los cuales se llamó José Antonio Primo de Rivera Sáenz de Heredia, 1903-1936, y fue líder de Falange Española. En 1906, Miguel era teniente coronel, fue destinado al Campo de Gibraltar, y ascendió a coronel. En 1909 fue voluntario a Marruecos y estuvo en los combates de Melilla. Llegó a General de Brigada en 1912, a los 42 años de edad. Su carrera militar había sido muy rápida.

Miguel fue comisionado por el Gobierno español para visitar a los franceses y británicos durante la Primera Guerra Mundial. De 1915 a 1917 fue Gobernador Militar de Cádiz, y allí manifestó que España debía abandonar Marruecos, lo que de momento no tuvo trascendencia. En 1919 era Teniente General y Capitán General de Valencia, y después lo fue de Madrid. Como Capitán General de Madrid, tuvo la valentía de oponerse al Gobierno, y opinar que se debía abandonar Marruecos y cambiar a los ingleses Ceuta por Gibraltar, lo cual sentó mal en el Gobierno español que le destituyó, pero en marzo de 1922 le nombraron Capitán General de Cataluña, donde apoyó a los burgueses frente al terrorismo, y destituyó a varios Gobernadores Civiles catalanes contemporizadores, o que no eran del gusto de la Patronal catalana. También tenía reuniones con los sectores nacionalistas, lo que llevó a éstos a ciertas esperanzas. El 22 de junio de 1922 fue aclamado en Barcelona por la multitud y por los políticos asistentes a un acto. En 1923 opinó que se debía tomar Alhucemas, lo cual le hizo muy popular entre el ejército. El 13 de septiembre de 1923 se avino a dar el Golpe de Estado que le convenía al Rey y a los militares, tras el desastre de Annual. Murió en París en 1930.

     No se parecía a Hitler, Mussolini, Franco, Oliveira Salazar o Stalin: Era mujeriego, jugador, generoso, franco, fatuo, antojadizo, resuelto y con experiencia de mundo. Era un arquetipo andaluz, impresionable, que se dejaba guiar de sentimientos y premoniciones, lo que conllevaba ser generoso y bondadoso, pues creía en el bien. No era un tipo duro e implacable como los dictadores antes citados. Quizás se parecía algo a Franco en el hecho de ver que los partidos políticos españoles estaban falseados y había que renovarlos, regenerarlos, y en que ambos se creían intérpretes de la voluntad popular, que ellos creían conocer y pensaban que los partidos ocultaban y falseaban. Pero Franco era antiliberal convencido y antidemocrático convencido, mientras Primo de Rivera buscaba nuevas fórmulas de la democracia que no sabía cuáles eran y creyó en algún momento ver en los proyectos de Mussolini. También se parecía a Franco en que Primo de Rivera era honesto y defendía unas ideas más o menos utópicas, como que el ejército era una gran familia, que poseía la única ética sana que todavía quedaba en la sociedad, y que las leyes y las costumbres corrompidas de esta sociedad, debían ser depuradas y corregidas.

     Se conocía su opinión contraria a las Juntas de Defensa desde que era coronel, pero también su oposición desde 1922, a que los políticos juzgaran los sucesos africanos de 1921. Miguel Primo de Rivera hablaba con la gente en la calle y contestaba de su puño y letra a los que le escribían. Generalmente, en estas conversaciones y cartas, daba consejos como que se hiciera una sola comida fuerte al día sobre las 17 a 19 horas, mandaba dinero para redimir ropas empeñadas en Montes de Piedad, recomendaba las prácticas religiosas, y atacaba ciertas prácticas ultraliberales. Por eso era popular, por esas cosas tan elementales y primarias.

Para completar su retrato hay que decir que odiaba el regionalismo separatista, y creía en un regionalismo que cultivara el folklore (danza, música, artesanía y trajes típicos) como patrimonio español, pero mantuviera la unidad política y militar de España. Por eso eliminaría en su momento el uso del catalán en las iglesias y centros oficiales.

     Su tío, Fernando Primo de Rivera y Sobremonte 1831-1921, primer marqués de Estella, había sido teniente general de la Armada, había hecho la revolución de 1868, había sido capitán general de Castilla la Nueva en 1874 para Serrano, pero se había puesto del lado de Martínez Campos y de Alfonso XII, y no de una dictadura de Serrano. Estuvo en la guerra carlista en 1874-1875, y en 1876 le dieron el marquesado precisamente por ello. Más adelante sería ministro de Guerra para Maura en 1907, y para Dato en 1917. Falleció en Madrid en 1921, y le dejó el título nobiliario a Miguel Primo de Rivera.

         Primo de Rivera y los nacionalismos.

     Primo de Rivera provenía en 1923 de la Capitanía General de Barcelona. Allí estaban ocurriendo cosas graves:

El 18 de julio de 1922, Francésc Maciá Llussá había organizado a unos pocos catalanes en Estat Catalá, un grupo radical nacionalista, cuya bandera llevaba una estrella blanca sobre fondo azul. Teorizó que mientras hubiera monarquía en España, Cataluña nunca podría tener autogobierno y por tanto, a los catalanes no les quedaba otro remedio que declararse independientes e iniciar la insurrección armada. Pero dado que un Estado catalán sería demasiado débil, deberían buscar la confederación del País Valenciano, Islas Baleares, la Catalogne francesa y también la Aquitaine francesa. Como necesitaban armas, abrieron un centro catalán en La Habana, llamado “Club Separatista Catalá”, el cual funcionaba en secreto y tenía como misión recaudar dinero de los distintos centros catalanes que estaban abriendo en Hispanoamérica. Naturalmente, el Gobierno de Maciá se estableció en el exilio. Estableció una oficina en París y se declaró Gobierno Provisional de Cataluña y Comité Revolucionario. En el interior, funcionaban desde el “Centro Autonomista de Dependientes del Comercio y la Industria”, CADCI. El CADCI era un sindicato de empleados de Barcelona que portaba bandera negra y llevaba a cabo todo tipo de acciones violentas contra el Estado español. Sus miembros fueron detenidos y encarcelados en 1931.

     Durante la Dictadura de Primo de Rivera, los catalanes reaccionaron febrilmente en favor de su lengua, y decidieron no hablar más que catalán, lengua que identificaban con libertad y bienestar frente a las imposiciones de la dictadura. En noviembre de 1926, Francesc Maciá, de Estat Catalá, intentó una invasión de Cataluña desde Francia pagando a ex-soldados de la Primera Guerra Mundial, pero fue detenido en Francia y condenado a dos meses de cárcel.

En los primeros días de la Dictadura, Primo de Rivera exigió a los Sindicatos Únicos (anarquistas), que presentaran sus estatutos, registros y libros de cuentas, con intención obvia de ilegalizarlos. Encarceló a los dirigentes anarquistas y cerró sus periódicos. Ello supuso un gran crecimiento de los Sindicatos Libres, pues los obreros cambiaron su afiliación. En 1925, los Sindicatos Libres tenían 100.000 afiliados, y en 1929 llegaron a los 200.000 afiliados. Los perdieron en 1931, cuando acabó la Dictadura. Dentro de los Sindicatos Libres estaban afiliados los pistoleros pagados por los patronos, pero eran una cosa distinta al sindicato propiamente dicho.

El 18 de septiembre de 1923, Primo de Rivera hizo un Decreto contra el Separatismo, delito que sería juzgado por tribunales militares. Se prohibían las banderas, el himno de Cataluña, la difusión de ideas separatistas, el uso del idioma catalán en los actos oficiales y en las actas redactadas en oficinas del Estado. Los catalanes independentistas decidieron interpretar en todos sus actos la sardana La Santa Espina, a modo de nuevo himno, y esta pieza musical también fue prohibida.

El encargado de organizar la represión del catalanismo independentista fue el general Emilio Barrera Luyando[2], el cual encarceló a muchos nacionalistas, entre los que había no pocos sacerdotes. Todo ello ocurría en los 10 primeros días de la Dictadura. Había muchos alcaldes y periodistas entre los detenidos. Barrera Luyando cerró las entidades “culturales” como bibliotecas, grupos excursionistas, grupos musicales, grupos deportivos, que todos sabían que eran la tapadera para las actividades independentistas. Y en 27 de octubre de 1923 se obligó a practicar la enseñanza en castellano, y se prohibió el uso del catalán en la escuela. Primo de Rivera suprimió las expresiones políticas, culturales y simbólicas del catalanismo. Prohibió la senyera, el uso del idioma catalán en los actos oficiales, en la iglesia y en la catequesis, las ofensas contra la seguridad y unidad de España. Esos delitos serían juzgados por tribunales militares. También cerró los clubs catalanistas, arrestó a los líderes nacionalistas, y persiguió al clero nacionalista.      También mandó cambiar los rótulos de las calles que estaban en catalán y prohibió a los comerciantes anunciarse en catalán.

La prohibición no afectaba a las actividades culturales elitistas de altura: La Historia Nacional de Cataluña de Rovira i Virgili no fue prohibida. También permanecieron como organizaciones legales: el Ateneo Barcelonés, el Ateneo Enciclopédico Popular, el Orfeón Graciense, el Centre Autonomista de Dependientes de Comercio e Industria, el F.C. Barcelona, La Veu de Catalunya, La Vanguardia, y otros periódicos, que fueron copados por nacionalistas. La cultura catalana se desarrolló como nunca, a la contra de la represión. Apareció un movimiento denominado “Catalunya Endins” (Cataluña hacia dentro), que fue muy radical en La Nau.

Muchos de los separatistas catalanes eran sacerdotes católicos, lo mismo que ocurría entre los separatistas vascos. Y entonces, el arzobispo de Tarragona, Francesc Vidal i Barraquer, y el obispo coadjutor de Barcelona, Josep Miralles Sbert, asumieron la defensa de los independentistas en general, y pidieron al Papa que ordenara predicar en catalán, atendiendo a que el Concilio de Trento había dicho que se predicara en las lenguas que el pueblo usaba. El Papa entendió el engaño de la propuesta catalana, y se negó a ordenar lo que le pedían. Entonces, Vidal i Barraquer dijo que la Iglesia era independiente del Estado, y como tal, haría lo que le viniera en gana. Primo de Rivera pidió al Papa la destitución de estas dos autoridades catalanas, que estaban creando falsas organizaciones católicas que sólo servían para encubrir a los nacionalistas, cuyas organizaciones habían sido cerradas.

La prohibición del idioma catalán fue ocasión de grandes negocios editoriales en catalán, pues apareció la costumbre popular de comprar un libro en determinadas fechas. Así se desarrollaron las editoriales Barcino, Llibrería Catalonia, y Proa, y también se vendieron bien algunos periódicos prohibidos.

     Los empresarios catalanes habían recibido a la dictadura con euforia. Y habían obtenido paz social y aranceles muy altos para la posible competencia extranjera, los más altos de Europa. Pero pronto quedó claro que no iban a obtener la autonomía, la cual les permitiría fabricar lo que quisieran, poner el precio que desearan, y vender donde les viniera bien.

     En diciembre de 1923, un Decreto prohibió a las escuelas catalanas impartir asignaturas no incluidas en el programa oficial del Ministerio de Instrucción Pública, lo que significaba que se suprimían las asignaturas de enseñanza del catalán, de historia de Cataluña, y literatura catalana.

El 24 de diciembre de 1923, dimitió el Presidente de la Mancomunidad de Cataluña, Josep Puig i Cadafalch. Fue sustituido por Alfonso Sala Argemí conde de Egara. Pero Primo de Rivera no se conformó con cambiar al Presidente, sino que intentó liquidar la propia Mancomunidad de Cataluña, lo cual dejaba sin competencias a Alfonso Sala, pero ello no tuvo consecuencias hasta 1925.

En enero de 1924, Primo de Rivera disolvió la Mancomunidad de Cataluña y sustituyó a todos los Gobernadores Provinciales de España, menos a los de Vascongadas y Navarra. También en enero de 1924, un Decreto declaró disueltas las Diputaciones Provinciales, a excepción de Álava, Guipúzcoa, Navarra y Vizcaya. Y en 12 de marzo de 1925, el Estatuto Provincial disolvió definitivamente la Mancomunidad de Cataluña, es decir, la posibilidad de que las cuatro provincias catalanas se rigieran desde un único organismo. No se hizo explícitamente, pero la Mancomunidad de Cataluña no aparecía entre las competencias que tenían las provincias.

La supresión de libertades políticas hecha por Primo de Ribera aumentó el descontento de los catalanes en general, y muchos de ellos se sumaron a los regionalistas. La política represiva estaba alcanzando resultados contrarios a los esperados.

Tanto Cataluña como el País Vasco aprovecharon la grieta abierta en la sociedad, para atacar a la Dictadura mediante instituciones con aspecto legal. Como la Dictadura admitía actividades culturales y las lenguas regionales en ámbitos no oficiales, los independentistas abrieron sociedades “culturales”, como Sociedad de Estudios Vascos, copia del Institut d`Estudis Catalans, y las Escuelas Bilingües de Vasco.

Los catalanes podían hacer sus actividades regionalistas en catalán, pues ya habían conseguido que la sociedad catalana fuera bilingüe, pero los vascos tenían que hacerlo necesariamente en español, pues solamente unas 400.000 personas, de un total de 1.200.000 vascos, hablaban vasco. Se crearon muchas asociaciones de música, danza y arte, en las que la cultura se mezclaba con la política independentista.

En octubre de 1925, Maciá viajó a Moscú en compañía del José Bullejos, el Secretario General del PCE, para pedir ayuda a Stalin para la insurrección catalana. Fue bien recibido por Trostky, Bujarin, y Zinoviev, pero Stalin se negó a apoyar una insurrección nacionalista que no encajaba en la disciplina de los partidos comunistas, y que carecía de programa y no podía definirse como comunista.

Maciá lanzó entonces al mercado unos bonos respaldados por el Gobierno Provisional en el exilio, que fueron un fracaso rotundo. También organizó una milicia armada, denominada por el pueblo los Escamots, y cuyo nombre oficial era Ejército Nacional Voluntario, la cual debía invadir Cataluña desde Francia. Pero sólo logró reunir un centenar de soldados a los se unieron algunos italianos “antifascistas”. El Gobierno francés les detuvo en Prats de Molló, en el lado francés de la frontera con España, y Maciá fue condenado a dos meses de cárcel. Entonces, Maciá se fue a Hispanoamérica a buscar dinero y apoyos políticos.

     Los sentimientos regionalistas se declararon incompatibles con la lealtad a la patria grande, España. Y desde 1927, el lema del Gobierno fue “España, Una, Grande, e Indivisible”, muy parecido al lema falangista-franquista “España una, grande y libre”. Y los inmigrantes españoles en Cataluña fueron despreciados y postergados, al menos hasta que supiesen hablar catalán y se integrasen en el nacionalismo, momento en que dejaban de ser “charnegos”.

     La oposición catalanista a Primo de Rivera la lideraban el socialista Lluis Nicolau d`Olwer, que dirigía la rama derechista de Acció; Antoni Rovira i Virgili, líder del sector izquierdista de Acció y director de La Nau, periódico que dio lugar en 1931 a Acció Republicana de Catalunya; y el radical violento Francesc Maciá, el cual creó los Escamots, comandos paramilitares dispuestos a una insurrección armada inmediata. Maciá necesitaba apoyos para su proyecto de revolución armada, para lo cual pactó con los nacionalistas vascos para que éstos iniciaran un segundo foco de guerra en España. Los depósitos de armas se situaban en Francia, muy cerca de la frontera española. El proyecto resultó mucho más complicado de lo que Maciá imaginaba, y dos años después apenas había progresado.

         El País Vasco

A principios del siglo XX, el proceso de urbanización era espectacular en el País Vasco, y ello estaba creando nuevas tensiones sociales, porque hasta los pueblos pequeños estaban recibiendo industrias importantes, y se convertían en ciudades industriales en pocos años, lo cual originaba las tensiones derivadas de todo crecimiento desordenado y rápido. Los vascos se estaban alfabetizando y llegaron casi al 100% de alfabetizados en 1930. Y las comunicaciones por carretera avanzaron de modo que todos los pueblos quedaron comunicados. El precio fue la ruptura entre los vascos de toda la vida, “de ocho apellidos vascos”, y los inmigrantes denominados despectivamente “maketos”.

El nacionalismo progresó entre las clases medias-bajas de los vascos tradicionales, católicos y rurales, los cuales se hacían del PNV. Pero los maketos tendían a hacerse del PCE, algunos, y del PSOE-UGT, los más.

Otra divergencia fue que Álava y Navarra no tuvieron tanta industrialización, sino que conservaron sus estructuras económicas y sociales agrarias, lo cual favorecía el que no llegaran maketos masivamente, y su sociedad se hizo muy diferente a la de Guipúzcoa y Vizcaya.

El resultado global de todo ello, visto a grandes rasgos, es que lo más ricos y los más pobres eran nacionalistas de derecha, y las clases medias trabajadoras se inclinaban a la izquierda e izquierda radical. El nacionalismo se veía entre la opinión pública, como el medio de defender los intereses regionales, el tradicionalismo y la industrialización conseguida. Que ello no fuera racional, no importaba.

         Antiliberalismo de la dictadura.

     El sistema primoriverista era antiliberal: Primo de Rivera creía y defendía que toda Ley debía violarse cuando estaba en juego el destino de la patria. La idea era de Napoleón Bonaparte, otro dictador. Y era antiliberal porque suponía que el Jefe posee toda la verdad y clarividencia, mientras los demás buscan la luz porque están ofuscados por el error. Sabemos que un individuo que no cree en los demás, y no les respeta como sujetos de derechos, y no respeta el poder judicial y la ley democráticamente elaborada, es antiliberal, pero en la época, se aceptaba la supremacía del Jefe sobre el resto de los ciudadanos, y no sólo en España. Consecuentemente, se le concedió la medalla del trabajo como el más trabajador de los españoles, y se distribuyó su fotografía a todos los miembros de Unión Patriótica, para que la llevaran consigo.

La Unión Patriótica condecoró a Primo de Rivera con insignias de oro y diamantes. Y se promovió una campaña entre los españoles para regalarle una casa y un bastón de mando lo más valioso que se alcanzara, con una joya engarzada. Se difundió el bulo de que Primo de Rivera no disponía de dinero ni de tiempo para comprarse esas cosas, pues se pasaba las veinticuatro horas cuidando de los españoles.

     Todos los Decretos de Primo de Rivera llevaban la sanción del Rey, lo cual era anticonstitucional y antidemocrático. Lo constitucional era que los Decretos los confirmaran las Cortes y estas decisiones de las Cortes fueran sancionadas por el Rey. Las Cortes representaban al pueblo español, pues habían sido elegidas pero él. Pero Primo de Rivera sólo representaba al pueblo español según su propia teoría, no democrática, antiliberal, propia de los dictadores que se creen representantes genuinos de la voluntad popular.

Alfonso XIII era consciente de la inconstitucionalidad de sus modos de sanción de Decretos, pero le gustaba el sistema político dictatorial y próximo al fascismo. El Rey razonaba que el parlamentarismo no tenía recursos frente al programa de acción del comunismo soviético, que era directo e inmediato, mientras la democracia era garantista y dilataba sus decisiones en el tiempo, lo cual es militarmente ineficaz. Afirmaba que Italia estaba reaccionando adecuadamente a la amenaza mundial.

     Los comunistas retuercen el argumento y acusaron a la democracia de contradecirse a sí misma, de no ser democrática, lo cual no les permitía hacer su revolución, que pretendía acabar con la “democracia liberal”, para imponer la “democracia popular” que ellos consideran que es la única democracia. Para entender la idea hay que distinguir entre dos conceptos contradictorios y contrarios, el de democracia liberal y el de democracia popular. En el primero, los hombres están al servicio de los derechos humanos interpretados por los representantes elegidos por ellos. En el segundo, los hombres están al servicio de las decisiones del pueblo representado por los dirigentes comunistas y por el partido comunista.

              Pensamiento español de la época.

     En 1923 apareció Revista de Occidente, una publicación fundada y dirigida por José Ortega y Gasset, que trataba de incorporar a España los valores de la ciencia y del pensamiento europeos, y una nueva ética, que obviamente tenía varias relaciones con el fascismo. Ortega, desde 1915, había sido Director de la revista España, un periódico de signo liberal que trataba de analizar la realidad española, tan complicada por haber arrastrado problemas seculares sin solucionarlos nunca. Ortega murió en 1955. Pues bien, Ortega se congratuló del golpe de Estado de 1923, y lamentó que no se hubiera producido incluso antes. Ortega opinaba que era la única manera de hacer los cambios que España necesitaba. En un artículo, dos meses después de éste, publicado en El Sol, todavía afirmaba que en el golpe de 1923 el pueblo se había identificado con el ejército y viceversa. Ortega había caído en el error de aceptar la ilegalidad y la violencia contra la Constitución, como algo positivo.

     Otro pensador que resume el pensamiento de esta época, de signo cercano al fascismo, es Juan Vázquez de Mella y Fanjul 1861-1928. Vázquez de Mella había nacido en Cangas de Onís. Había estudiado derecho en Santiago. Era periodista en El Correo Español, un periódico carlista, de la entonces llamada Comunión Tradicionalista. Como carlista, se negó a colaborar con Cánovas y con Sagasta, y con Maura más tarde. Lo importante de Vázquez de Mella es su teoría de la “Soberanía Social” o soberanía basada en las familias, a través del jefe de familia, que es una ideología que compartiría con el PNV. La Soberanía Social era una soberanía compartida con la del Rey, pero el Rey estaría siempre por debajo de la Soberanía Social en caso de conflicto. Decía que la “soberanía del Estado” producía siempre tiranía, puesto que todos los partidos buscan el poder y abusan de él siempre, deformando la representación soberana que en teoría ostentan. La democracia liberal era pues un engaño que permitía que el individuo fuera dominado por los partidos e instituciones políticas y permitía todo género de abusos. Por eso imaginaba una democracia corporativa.

     Por otra parte, la generación de alumnos de la Institución Libre de Enseñanza ya estaba lista. Giner de los Ríos había muerto en 1915, pero Manuel Bartolomé Cossío había cogido el relevo para inculcar la libertad de pensamiento en la enseñanza. Los chicos de 1874 y cursos posteriores, ya eran hombres maduros en 1923. Pero esa misma libertad en que habían sido educados, y la falta de dirección o coordinación de su pensamiento, significaba muchas tendencias y pensamientos diferentes entre ellos. Era una libertad bastante inútil para España. Habían llegado a posiciones encontradas e irreconciliables, un aspecto más de la ILE no muy estudiado.

     No sólo España, sino también Europa tenía grandes deseos de cambios, que se reflejaban en España, pues “Las Señoritas de Avignon” de Picasso en 1907 anunciaban una nueva pintura, y “El Profeta” de Gargallo de 1933 es una nueva escultura con vacíos dentro de sí y usando el hierro en vez de mármol o bronce, ensayada por su autor desde 1904, y Joaquín Turina y Oscar Esplá renovaban la música, y Manuel de Falla y Ernesto Halffter cambiaban el concepto de música española.

          Características del golpe de 1923.

El día 13 de septiembre de 1923 todo era incierto, todo confusionismo. Primo de Rivera convocó a la prensa e hizo una declaración contra el Gobierno, como tantas otras que hacían los militares. Luego se fue a inaugurar una exposición de muebles. Cuando la prensa lo publicó, se vio que Primo de Rivera amenazaba al Gobierno a que, o el Gobierno sometía a los militares, o se preparaba para una confrontación armada. La Vanguardia y el ABC, y El Sol, que publicaban esas noticias, le hicieron el trabajo más duro a realizar por un golpista, la difusión de su amenaza. Los periódicos publicaron que Primo de Rivera se había hecho cargo del Gobierno, que había decretado el estado de guerra y que se trasladaría el día 14 a Madrid a ver al Rey, el cual aceptaba el nuevo Gobierno militar. Todo estaba por verse, pero la prensa lo daba por hecho.

     El golpe de 1923 trataba de evitar el sugerido por el Rey Alfonso XIII, el cual estaba dispuesto a dar un golpe de Estado por sí mismo, cosa del todo improcedente para la institución de la monarquía en España. Le comunicaron al Rey que, a corto o a largo plazo, ello daría alas a los republicanos. Se prestó a dar el golpe Miguel Primo de Rivera, Capitán General de Barcelona, el cual emitió un manifiesto en la prensa el 13 de septiembre de 1923 declarando sus intenciones.

     El golpe pretendía evitar las consecuencias del expediente Picasso, dotar de medios al ejército para acabar la Guerra de Marruecos, acabar con el sistema de partidos de la Restauración, y acabar con el terrorismo de CNT.

     Algunos dicen que Joaquín Costa había estado preparando el Golpe de Primo de Rivera cuando en 1896 había pedido un “cirujano de hierro” para España, pero hay demasiada distancia en el tiempo, y Costa estaba hablando de regenerar la economía española, y no de dar golpes reaccionarios.

     El golpe de Estado de 1923 fue incruento. Ello no estaba previsto por los nacionalistas vascos y catalanes, que habían profetizado una situación de violencia extrema, en la cual ellos conseguirían su independencia apareciendo como pacificadores y libertadores ante las potencias vencedoras de la Gran Guerra.

     Es más, Primo de Rivera estableció buenas relaciones con la Lliga catalana, e inmediatamente les dijo que respetaría una autonomía limitada, y que descentralizaría el Estado. Les dijo que la finalidad del golpe había sido evitar la hegemonía de los independentistas y combatir a los separatistas radicales. Tres días más tarde del golpe, el 19 de septiembre de 1923, Primo de Rivera prohibió la agitación separatista, y emprendió una campaña contra Francesc Maciá, contra Acció Catalana y contra Aberri vasca. El partido político Aberri fue suspendido.

     El 23 de septiembre de 1923, los Presidentes de las tres Diputaciones Provinciales vascas visitaron a Primo de Rivera para hablar de autonomías provinciales. Y en octubre de 1923, Primo de Rivera cerró 34 centros del PNV en Vizcaya, y obligó al PNV a suspender sus actividades políticas.

A fines de 1923, la Diputación de Guipúzcoa presentó un proyecto de autonomía para las tres provincias vascas, y un proyecto de Gobierno en común de las tres en conjunto para las cuestiones que les fueran comunes. Pero la Diputación de Vizcaya no aceptó el proyecto que presentaba Guipúzcoa, al que consideraba demasiado radical, y el proyecto no fue adelante.

El golpe fue bien recibido por la mayoría de los españoles, algunos incluso con entusiasmo, porque creían que se acabaría la corrupción de los partidos políticos, los asesinatos anarquistas, la violencia del Gobierno en las calles. Pero muy pronto, los españoles se decepcionaron en sus esperanzas. En el periodo inicial, incluso UGT, el sindicato dependiente del PSOE, decidió colaborar con el dictador, con la esperanza de hegemonizar el movimiento sindical, dado que CNT estaba siendo perseguida y erradicada. También el PSOE decidió no oponerse a la dictadura. Pero luego, los partidos fueron ilegalizados, los anarquistas eliminados por métodos nada democráticos, los comunistas perseguidos igualmente, y cuando en 1925 se llegó a la censura de prensa y al partido único, la mayoría de los españoles cambió de opinión, y reconoció que se habían equivocado con el militar que teóricamente venía a “sanear la sociedad y la política española”, porque vieron que no era más que una dictadura de derechas.

La colaboración de los socialistas con el régimen político tuvo algunas buenas consecuencias para UGT y para los españoles: por una parte, UGT recibió muchas afiliaciones; por otro lado, UGT hizo una política laboral muy beneficiosa para los trabajadores. Sobre este punto, Joaquín Maurín y Juan Andrade, del PCE, criticaron duramente la colaboración del PSOE con la dictadura. Los historiadores Shlomo Ben Ami y José Luis Gallego, liberales, dieron otra versión menos agresiva para con el PSOE: Dijeron que el PSOE ejerció el oportunismo.

Para matizar el tema, hay que advertir que los republicanos no hicieron ningún tipo de oposición a la dictadura en los primeros años de la misma y que el republicano progresista Melquiades Álvarez se calló en todo momento, cuando podía criticar. Casi toda la prensa se felicitó por el golpe. Es decir, los españoles de 1923 estaban de acuerdo con la dictadura. Y la Junta Nacional Republicana de Alejandro Lerroux tampoco aportó ninguna queja. Otra cosa fue la situación en 1926, cuando la opinión de los españoles respecto al Dictador, cambió.

Los únicos que se opusieron desde el primer momento a la dictadura fueron CNT y PCE, y tenían motivos para hacerlo puesto que la dictadura les amenazaba directamente a ellos. Pero el seguimiento de los españoles a la invitación a rebelarse contra el Dictador fue mínimo, y podemos decir que casi inexistente en 1923.

Hay que matizar también que los golpistas prometían la construcción de muchos pantanos de riego y la protección a la agricultura, en una España que era 60% agrícola y ganadera. Debemos citar que un hombre que había sido muy popular en 1899, Joaquín Costa, había dicho que España necesitaba un “cirujano de hierro” que hiciera las reformas que España necesitaba y en la que los políticos no se ponían de acuerdo. Primo de Rivera prometía hacer las reformas. También hay que tener en cuenta que el sistema canovista estaba corrompido desde el principio, no funcionaba desde la muerte de Cánovas en 1897, y estaba desarticulado en múltiples tendencias o facciones. La política española necesitaba unos principios éticos nuevos y la práctica de la moralidad, y el dictador se presentaba como la persona que iba a imponer esos principios. La inmoralidad había sido citada por las Juntas de Defensa de 1917 como una realidad reconocida por todos los españoles. Y la ineficacia de los Gobiernos y la incompetencia de los políticos, era algo sabido y denostado por todos.

En septiembre de 1923, los socialistas decidieron colaborar con la dictadura aceptando administrar algunas instituciones del Estado, de modo que así se favoreciera mejor a la clase trabajadora. De hecho, se mantenían en las instituciones en las que ya estaban desde antes. No pensaron en una revolución socialista en 1923, porque no había todavía una revolución burguesa que fuera la base de esa revolución socialista. Julián Besteiro pensaba en un destino por el que la revolución socialista llegaría inevitablemente en su momento oportuno, cuando la sociedad burguesa evolucionara. La idea estaba ya antes en Marx.

Pero, para nosotros, es evidente que el PSOE no analizó correctamente la situación de 1923, que no hizo debates teóricos sobre el tema, y que se limitó a decir obviedades como que Alfonso XIII permanecía en el trono. El error era manifestar que el cambio político que significaba la dictadura, era accidental y pasajero. No se discutió si el golpe tenía relación con el de Mussolini de octubre de 1922, ni la posibilidad de que surgiera un partido fascista en España, de la posibilidad de una “marcha sobre Madrid” al estilo de la Marcha sobre Roma. Tampoco analizaron el bonapartismo francés.

El análisis más acertado de lo que era la dictadura de Primo de Rivera lo hizo Antonio Gramsci desde Italia: unas fuerzas en conflicto entraban en lucha entre ellas, y se destruían mutuamente, pudiendo dar lugar al triunfo de una tercera fuerza indeterminada. Las fuerzas en conflicto eran el progreso y el reaccionarismo, que ya se habían batido en España en 1917. El nuevo César podía inclinarse por los unos, o por los otros. Se jugaba a cara o cruz. Pero Primo de Rivera era un reaccionario y, si los reaccionarios lo aceptaban como su líder, el golpe se inclinaría hacia ese lado de la balanza. La tercera fuerza podía ser el comunismo, si sabía aprovechar el momento.

Julián Besteiro, el mejor ideólogo del socialismo en ese tiempo, debería haber hecho un análisis mejor de su tiempo. Creía que la revolución socialista se produciría en un país avanzado como Gran Bretaña, y se debía esperar a que ello ocurriese, despreciando la revolución leninista. Como líder de un sector socialdemócrata del PSOE, estaba perdiendo la oportunidad de obtener credibilidad para su facción, y ello fue quizás definitivo para la historia de España, en el sentido de no tener socialdemocracia en un momento crucial. En 1924 se fue a Gran Bretaña, pero no a estudiar el laborismo que había triunfado ese año, sino para conocer las posibilidades de la revolución socialista. Fue una ocasión perdida para España.

Manuel Cordero, de UGT, defendió la necesidad de colaborar con Primo de Rivera y argumentaba que el socialismo no tenía posibilidades de mantenerse en Rusia porque los campesinos estaban todavía en la servidumbre, y el liberalismo no había ni empezado en ese Estado. El socialismo sobrevendría en Gran Bretaña y, mientras tanto, España debería crear las mejores condiciones para el obrero, como Primo de Rivera prometía.

Antonio Fabra Rivas, socialista catalán, hablaba en 1924 de los sucesos de Gran Bretaña, y decía que eran lo más importante ocurrido en Europa en las últimas décadas, ninguneando la revolución rusa de 1917 y la revolución espartaquista alemana de 1919. Lo ocurrido en Gran Bretaña era el ascenso del Independent Labour Party, ILP, el cual llegó al poder en enero de 1924 de la mano de Ramsay MacDonald. El nuevo partido, nacido en 1895 a partir del Partido Liberal, defendía que los derechos de los trabajadores eran tan importantes como los de los empresarios que, hasta entonces, estaban defendiendo los sucesivos Gobiernos. Defendía que había que luchar a favor de la propiedad común, del sufragio universal, de un mejor reparto de la riqueza y de unas condiciones laborales más justas. Consiguieron que los Diputados gozaran de un sueldo, lo cual permitía que las clases medias y bajas pudieran ejercer como Diputados. En 1918, consiguieron el sufragio universal (excepto para criminales y lunáticos) incluidas las mujeres mayores de 30 años. Y en 1921 ello les proporcionó 142 escaños, que fueron 191, en 1923. En 1921, se negaron a aceptar a los comunistas en su organización. Se hicieron llamar “social-liberalismo”.

Indalecio Prieto hizo un análisis de calidad, y dijo que Gran Bretaña tenía un sistema político muy estable, un nivel de educación muy alto y un Partido Laborista que respetaba las libertades y que estaba introduciendo reformas laborales muy importantes, y afirmó en ese sentido que, si en 1918 había dicho “España no es Rusia”, era el momento de decir que “España no es Inglaterra”. El objetivo estaba claro, pero el camino para conseguirlo no estaba abierto en España.

También estuvo acertado Gabriel Alomar Villalonga, un republicano catalán, en un artículo publicado en La Libertad y reproducido en El Socialista, donde decía que el socialismo inglés no era “socialismo” y no pretendía un modelo de Estado diferente, no era revolucionario. En cambio, el PSOE español sí era revolucionario, pues pretendía tomar al poder para cambiar la realidad económica y social, aunque situase la revolución en un futuro lejano. El laborismo sólo era reformista, mientras el socialismo español era marxista. En Gran Bretaña, el objetivo revolucionario lo mantenía la Federación Socialdemócrata, SDF, que después sería British Socialist Partei, BSP. El PSOE se podía parecer al laborismo en cuanto a tácticas políticas, pero sus fines eran diferentes, pues el laborismo aspiraba a reformar el Estado, mientras el PSOE aspiraba a crear un nuevo Estado, un Estado manipulado por los dirigentes obreros. Gabriel Alomar estaba describiendo lo que sería la base del progreso británico y del atraso español en lo que restaba de siglo: el ansia de revoluciones y de revanchas era propio de los españoles, y de todo el arco mediterráneo, y el reformismo político era la esencia de lo británico y de su entorno europeo. En España, se dijo desde entonces que los británicos no tenían “sangre”, sino flema en las venas.

El ILP era liberalismo democrático y social, y el PSOE no aceptaba ser democrático, sino que quería un socialismo “de clase”, que pusiera el Estado en manos de los trabajadores, y éstos administrasen también las empresas. En la realidad socioeconómica, donde el interés general viene definido por el equilibrio y derechos de la iniciativa empresarial, Estado y fuerza del trabajo, el PSOE optaba por el Estado de los trabajadores, al igual que el liberalismo burgués había optado por el Estado de los empresarios. Ambas posturas eran extremistas y contrarias al interés general. A esa democracia del PSOE, la denominaban “democracia socialista”, pero no era la democracia de todos, empresarios y trabajadores participando en igualdad de derechos en el Estado. No era democracia liberal y social.

Francisco Largo Caballero, de muy poca valía como intelectual, se fijó en el Partido Laborista y su vinculación orgánica a los sindicatos, y pensó que el modelo británico servía para PSOE-UGT. Pero en su incultura, no se fijó en la nueva idea que representaba la socialdemocracia, sino sólo en las posibilidades que le ofrecía para su triunfo personal: se le ocurrió en 1924, que podía justificar con ella la aceptación de cargos en el Gobierno de Primo de Rivera. Pero Largo Caballero era el prototipo de revolucionario español, lo más contrario a la socialdemocracia y al laborismo. Largo Caballero podía defender cualquier postura, siempre que él fuera el “gran líder” en ella. Luis Araquistáin contó que Largo Caballero quería crear un Comité Conjunto PSOE-UGT, sin llegar a fusionar ambas instituciones, y dirigir personalmente los pasos hacia una revolución socialista, pues se creía “el Lenin español”.

     Las características de la Dictadura de 1923.

     Concentración del legislativo y ejecutivo, y a través de ellos, control del judicial, en manos de Primo de Rivera.

     Supresión de libertades públicas, creando un partido de gobierno al que se le dan todos los cargos (primero se le han dado a los militares en 1923-25) e intentando avanzar desde ahí a una Asamblea Nacional que cree una Constitución autoritaria. También se suprimió la Mancomunidad catalana.

     Represión de las huelgas y del terrorismo, acercándose a UGT tras conceder un cargo a Largo Caballero, para concentrar esfuerzos contra CNT.

     Finalización de la Guerra de Marruecos con cambio de táctica a base de pactar con Francia y no como se venía haciendo anteriormente.

     Control estatal de la economía básica mediante la creación de monopolios estatales (energía, carreteras, embalses, aviación).

     Depuración de autoridades provinciales y locales que venían corrompiendo la política española. De septiembre de 1923 a abril de 1924 se disolvieron todos los ayuntamientos y diputaciones, y los gobernadores provinciales, ahora militares, investigaron las cacicadas y recomendaciones que eran denunciadas y se podían probar, descubriendo innumerables casos de inmoralidad, y dejando como falsos o imposibles de probar otros muchos. Los encargados de la investigación eran militares que actuaban como delegados gubernativos. El problema fue que, el pueblo, acostumbrado a corromper a los políticos, también corrompió a algunos de estos delegados gubernativos. Los casos probados, fueron tratados con evidente superficialidad, sin respeto a las normas jurídicas, y el estamento judicial se sintió ofendido por el modo de proceder de Primo de Rivera y sus militares. Los jueces, principales organizadores del caciquismo, no querían ser perseguidos en unos casos, o no aceptaban, en otros, una persecución no adaptada a las leyes y garantías, que supusiera una nueva ilegalidad ahora regentada por militares.


[1] Shlomo ben Ami, Hacia una comprensión de la Dictadura de Primo de Rivera. Traducido por José Andrés-Gallego en “e-spacio uned.es”

[2] Emilio Barrera Luyando, 1869-1943, fue un militar burgalés de Estado Mayor que, en 1898 se trasladó a Puerto Rico y obtuvo varios ascensos por méritos de guerra. En 1909-1923 se incorporó a Marruecos. En 1923 fue Gobernador Militar de Tarragona, pero realizaba las funciones que Primo de Rivera no podía desempeñar como Capitán General de Cataluña, y en 14 de septiembre de 1924, recibió el nombramiento de Capitán General de Cataluña. Su actuación contra el terrorismo fue definitiva. En 1927 fue nombrado miembro de la Asamblea Nacional consultiva de Primo de Rivera, y en 1931 formó parte de un grupo antirrepublicano integrado por él, José Cavalcanti de Alburquerque y Padierna, y Luis Miguel Limia-Ponte y Manso de Zúñiga. El trabajo más destacado de Barrera Luando fue preparar grupos paramilitares carlistas, denominados Decurias, que más tarde evolucionaron a patrullas de boinas rojas de cinco miembros cada una, y fueron armados gracias a la colaboración de una Junta Sacerdotal que recogía dinero y compraba las armas. Llegaron a disponer de 10.000 hombres, y los pusieron al servicio de Francisco Franco en 1936. Barrera Luyando perseguió a los sacerdotes catalanistas y vasquistas, pero se valió de sacerdotes navarros para organizar la sublevación franquista en Navarra en 1936.

Post by Emilio Encinas

Emilio Encinas se licenció en Geografía e Historia por la Universidad de Salamanca en 1972. Impartió clases en el IT Santo Domingo de El Ejido de Dalías el curso 1972-1973. Obtuvo la categoría de Profesor Agregado de Enseñanza Media en 1976. fue destinado al Instituto Marqués de Santillana de Torrelavega en 1976-1979, y pasó al Instituto Santa Clara de Santander 1979-1992. Accedió a la condición de Catedrático de Geografía e Historia en 1992 y ejerció como tal en el Instituto Santa Clara hasta 2009. Fue Jefe de Departamento del Seminario de Geografía, Historia y Arte en 1998-2009.

Leave a Reply