GOBIERNO SÁNCHEZ DE TOCA DE JULIO DE 1919.

Conceptos clave: Unión Monárquica Nacional de 1919, terrorismo en 1919, Corporación General de Trabajadores, La Comisión Mixta de Trabajo de 1919, el anarquismo en 1919, el carlismo en 1919, el Congreso del PSOE en 1919.

     Joaquín Sánchez de Toca Calvo nació en Madrid en 1852. Era abogado. Diputado por el Partido Conservador en 1884 y años siguientes, fue senador vitalicio en 1889, Alcalde de Madrid en 1896 y en 1907, Ministro de Agricultura en 1900 y en 1901, de Marina en 1902 y 1903, de Gracia y Justicia en 1903 y 1904, Presidente del Consejo de Estado en 1904, Presidente del Senado en 1913 y 1920, y Presidente de Gobierno en 1919. En la división interna del Partido Conservador, tomó postura por Eduardo Dato. Escribió Nuestra Defensa Naval en 1903, y Regionalismo, municipalismo y centralización en 1921. Murió en Pozuelo de Alarcón en 1942.

     Sánchez de Toca no era líder de ninguna facción conservadora, pero ni Dato ni Maura, los líderes, se soportaban entre sí, y el Gobierno de Sánchez de Toca era un arreglo de compromiso entre los antimauristas.

     El Gobierno Joaquín Sánchez de Toca, conservador.

              20 julio 1919 a 09 diciembre 1919.

  Presidente del Consejo, Joaquín Sánchez de Toca Calvo.

  Gobernación, Manuel de Burgos Mazo.

  Estado, Salvador Bermúdez de Castro O`Lawlor, marqués de Lema.

  Guerra, Antonio Tovar Marcoleta.

  Marina, Manuel de Flórez Carrió, marqués de Hinojosa y de Diezma.

  Fomento, Abilio Calderón Rojo[1].

  Hacienda, Gabino Bugallal Araújo, conde de Bugallal.

  Instrucción Pública y Bellas Artes, José de Prado Palacios, datista.

  Gracia y Justicia, Pascual Amat Esteve[2].

  Abastecimientos, Miguel López de Carrizosa y de Quiles marqués de Mochales[3] (falleció en el primer Consejo de Ministros el 21 de julio) / 23 de julio de 1919: Carlos Cañal Migolla / 28 de septiembre: Fernando Sartorius Chacón, conde de San Luis.

         Complejidad social en Barcelona.

     Este periodo de Gobierno, a partir de 1919, se caracteriza por la guerra de bandas de pistoleros abierta en Barcelona, en medio de una guerra social de huelgas y lock out. Los obreros y campesinos causaban todo tipo de disturbios y los patronos respondían con lock-out. Con ello, el catalanismo se convirtió en un problema muy complejo:

Por una parte la Lliga, el partido de los empresarios, colaboraba con los militares para controlar a los obreros radicales; por otra parte, se estaba reforzando un catalanismo que buscaba el apoyo de los obreros desde el momento en que Lliga se puso de parte de los militares. El reforzamiento de los grupos violentos y republicanos, dará lugar con el tiempo a Estat Catalá de Maciá en julio de 1922, y a Acció Catalana, también en junio de 1922.

Por otro lado, el anarquismo catalán era muy fuerte y estaba dividido en dos tendencias: un sindicalismo CNT en desacuerdo con la violencia; y grupos paramilitares CNT violentos que atacan las fábricas y empresarios y recogían dinero de los obreros, tanto al salir de las fábricas antes de prohibir el Gobierno esta práctica, como dentro del lugar de trabajo y en las casas particulares después, para continuar la labor terrorista.

Por su parte, los patronos contrataron bandas de matones, de los muchos que había tras la Gran Guerra, para atacar a los sindicalistas violentos. Esta práctica se estaba generalizando en toda Europa tras el final de la Gran Guerra, sobre todo en Italia y Alemania, y no era exclusiva de Cataluña. Es el origen del fascio, y luego del fascismo.

Y con las bandas de matones, llegaron redes de mafiosos y espías, como Friedrich Rudolf Stalmann, alias barón de Köening, alias Rodolfe Lemoine, alias Alberto Colmann, alias Federico Stegni; e Isaac Ezrraty, alias barón de Ino von Rolland. Kóening imponía impuestos de protección a los patronos, que era protección respecto a él mismo, lo que entendemos por mafia. E Ino von Rolland lo mismo negociaba una venta de productos, que un asesinato.

Y como colofón, reaccionó la derecha y apareció un partido de derechas llamado Unión Monárquica Nacional, cuyo líder era Alfonso Sala Argemí. Unión Monárquica Nacional, UMN, fundada en 1919, trataba de coaligar a los conservadores, liberales y a los políticos independientes de Cataluña que pudieran aceptar a Alfonso XIII. Se quería diferenciar de Federación Monárquica Autonomista, que buscaba los mismos simpatizantes, pero al servicio de Lliga Catalana. Los principales miembros de UMN fueron: Manuel Rius, marqués de Olérdola; Darío Romeu Freixa, barón de Viver; José Enrique de Olano, conde de Figols; José María Milá Camps, conde de Montseny; Benito de Pomés, conde de Santa María de Pomés; Luis Pons Tusquett; y Aurelio Joaniquet Extremo. Y su fundamento económico se lo proporcionaba la patronal Fomento del Trabajo Nacional. UMN fracasó en las elecciones de 1922, y en 1923 sobrevivió apoyando el golpe de Primo de Rivera. El tema principal que se dirimía en este negocio de UMN era el españolismo en contraposición al catalanismo. El Dictador quería eliminar la Mancomunidad de Cataluña, y lo consiguió en 1924 y 1925. Pero también quiso luego eliminar los partidos, y le estorbaba UMN, al que no dejó más alternativa que integrarse en Unión Patriótica, el nuevo partido que creaba el Dictador. UMN desapareció, y sus miembros se integraron en diversos partidos de derecha y ultraderecha.

  Nota: no se debe confundir la Unión Monárquica Nacional de 1919, con la Unión Monárquica Nacional creada en 1930 a raíz de la disolución de Unión Patriótica de Primo de Rivera, y que estaba integrada por José Calvo Sotelo, Ramiro de Maeztu, José Yanguas Messía, Eduardo Gallego de la Cuesta, Galo Ponte Escartín, Fernando Gallego de Chaves Calleja marqués de Quintanar, Manuel Delgado Barreto, José Gavilán, José Antonio Primo de Rivera, Rafael Benjumea Burín conde de Guadalhorce. Esta segunda organización política era más de derecha y se implantaba en todo el territorio español.

El terrorismo en Barcelona.

     El 2 de septiembre de 1919, el Gobierno levantó el estado de sitio en Barcelona. Se encargó del asunto catalanista a Manuel Burgos Mazo[4], Ministro de Gobernación, un empresario de Palos de Moguer, católico, preocupado por los problemas sociales, el cual estaba dispuesto a resolver el problema catalán negociando. Pero el asunto resultaba complicado:

El 15 de septiembre de 1919, apareció asesinado Manuel Bravo Portillo[5], jefe de policía de Barcelona del que se decía que había “asesinado” a varios obreros. También apareció muerto Eduardo Ferrer, un metalúrgico que era confidente de la policía.

     El Gobierno contestó el 23 de septiembre, enviando 2.000 guardias civiles a Barcelona y un nuevo jefe de policía, el Inspector General de Seguridad y Coronel de la Guardia Civil, llamado Miguel Arlegui Bayonés. Este hombre iba con la misión de colaborar con el Gobernador Civil Severiano Martínez Anido, y entre los dos, acabaron con el terrorismo anarquista aplicando la Ley de Fugas, que era terrorismo de Estado. Arlegui sería nombrado en 1923 Director General de Orden Público, y ascendido a general de brigada de la Guardia Civil.

     En septiembre de 1919 se llegó a un pacto entre el Gobierno y los sindicatos por el que los líderes más conocidos del sindicalismo condenaban públicamente los crímenes sociales, y el Estado levantaba el estado de guerra, concedía un indulto y creaba la Comisión Mixta del Trabajo.

     El resultado del pacto fue más bien pobre. Los “pistoleros” de los Libres empezaron a actuar por su cuenta, y los patronos consideraron un atropello el que el Gobierno dialogase con los obreros. Representantes de la burguesía se pusieron en contacto con los militares de las Juntas de Defensa, dispuestos a financiar proyectos mayores.

     El “Decreto de las 8 horas” de trabajo diario, de 3 de abril de 1919, publicado el 13 de septiembre, no fue bien aceptado por los patronos. La idea patronal era despedir a todos los obreros y readmitir solamente a los no conflictivos, dejando fuera a todos los sindicalistas. Algunos patronos aprovecharon para despedir a los dirigentes obreros más significativos.

              Los Sindicatos Libres.

     El 19 de octubre de 1919 apareció la Corporación General de Trabajadores, conocida popularmente como Unión de Sindicatos Libres. Eran sus fundadores los carlistas jaimistas (de Jaime III) catalanes. Estaban en la dirección de los Libres: Juan Llaguís Lliteras, Ignacio Juvert y Ceferino Tarragó. Su presidente era Ramón Sales Amenós, 1893-1936. Sales era un catalán que emigró a Barcelona y se afilió a CNT, hasta que se decepcionó del anarquismo porque se sentía católico, y veía que el anarquismo era ateo. Se hizo entonces carlista y requeté (paramilitar carlista). Entonces creó un sindicato, que fuera la contraposición a los anarquistas y ugetistas, y por eso era denominado “libre”. Este sindicato era la Corporación General de Trabajadores y tuvo mucha aceptación en Barcelona.

La Corporación General de Trabajadores defendía el mutualismo, la caridad y la enseñanza escolar. Rechazaron afiliaciones políticas y confesionalidad religiosa para dar cabida a todo tipo de obreros, y llegaron a ser muy fuertes en 1922-1923. Sales y sus compañeros apoyarían a Primo de Rivera en 1923.

Los Sindicatos Libres se oponían a los Sindicatos Únicos anarquistas y a los Sindicatos marxistas como el PSOE-UGT. Sindicatos Libres tenía un periódico que era Unión Obrera. En diciembre de 1919, se hicieron oficiales los Sindicatos Libres.

Inmediatamente surgieron las tensiones: por un lado, los patronos querían utilizar a los Sindicatos Libres contra los sindicatos “únicos” de CNT; por otro lado, los “Únicos” atacaban a los “Libres”. Y Ramón Sales decidió crear una fuerza paramilitar de los “Libres”, la cual inició una guerra en la que cayeron más de una cincuentena de personas de “Libres”, y otros tantos de “Únicos”. Los pistoleros no tenían programa ideológico. Respondían al dinero que cobraban.

Ramón Sales era un amigo personal de Martínez Anido. Naturalmente, los pistoleros Libres, una minoría teóricamente integrada en los Sindicatos Libres, nunca se hicieron oficiales, sino que aparecían como una organización secreta. La CNT siempre dijo que la Corporación General de Trabajadores, o Sindicato Libre, era un acuerdo de la patronal con Martínez Anido.

En 1930, los Sindicatos Libres fueron culpabilizados de toda la violencia habida en Barcelona en 1919-1930, lo cual exculpaba convenientemente a la otra parte, anarquistas y socialistas. Lluis Companys organizó la campaña definitiva contra los Libres, logrando que CNT y UGT pactaran boicotear a todos los obreros Libres. Esta campaña se llamó el “Pacto del Hambre”, porque querían acabar con un sindicato de esa manera nada democrática y más bien “fascista”: Ningún “libre” era aceptado en ningún trabajo, le hacían la vida imposible, le echaban encima al resto de los obreros, hasta que abandonaba. En 1931, cuando triunfaron los socialistas, comunistas y anarquistas, se hallaron armas en las sedes de la Corporación General en Barcelona y el Sindicato Libre fue disuelto por el Gobierno de la República. Si hubieran buscado en las sedes de los otros sindicatos también hubieran encontrado armas. Los líderes de los Libres fueron detenidos y juzgados, y Ramón Sales huyó a Francia. Regresó en 1935, y se encontró con que los restos de Libres que quedaban, se habían derechizado y figuraban en las filas de José Calvo Sotelo, y estaban preparando un golpe de Estado contra la República. La derechización era consecuencia lógica de las prácticas “fascistas” llevadas a cabo por UGT y CNT en Barcelona, pues la actitud del “pacto del hambre” contra los libres era fascista.

Los comportamientos políticos de las minorías en la época de posguerra, 1919-1925, eran muy similares en toda Europa y en todos los partidos políticos, por mucho que posteriormente se culpabilice de ello a los fascistas en exclusiva. En estos años, Mussolini se contrataba como capo de bandas paramilitares, para romper huelgas y acabar con la violencia sindical, y ello dio nombre al “fascio” y a los “fascisti”. Pero el comportamiento de CNT era idéntico con sus bandas de matones, y luego con su FAI (Federación Anarquista Ibérica). El requeté de los carlistas era lo mismo. Los grupos montañeros del PNV eran igual. Los escamots catalanes, lo mismo. Y los comandos comunistas presentes durante casi toda la existencia del comunismo español, y del estalinismo en general, eran similares. Como el pueblo es ignorante, los comunistas culpabilizaron más tarde de estos comportamientos a los fascistas, y dijeron que el fascismo es de extrema derecha, pero ello es discutible. El fascismo va contra la derecha burguesa, que no acepta los dogmas de sometimiento al proyecto vital y al líder, y va contra el socialismo porque no acepta el organicismo social fascista, pero ser enemigo de la extrema izquierda no le convierte en extrema derecha. El fascismo está fuera del viejo esquema de derechas e izquierdas, pues es un proyecto totalitarista enemigo de ambas posiciones políticas.

El boicot a la empresa y a las personas, el ejercicio de la violencia, el nulo respeto a la ley, el populismo… eran practicados por todos en la época de posguerra, en Alemania, en Francia, en Italia, en el este europeo, en Portugal y en España, así como en países americanos. Las diferencias entre la mafia que utiliza la coacción para el negocio, y los grupos violentos políticos, son muy tenues, y muchas veces se confunden. Y en el fascismo habrá hombres procedentes de todos los campos, de la izquierda y de la derecha, del anarquismo, del comunismo, del socialismo, del catolicismo, del conservadurismo, y del liberalismo burgués. Igualmente, algunos fascistas y algunos anarquistas acabarían en partidos comunistas, pues las diferencias no son tan grandes entre ellos en la práctica diaria.

El 16 de julio de 1936, la policía registró la casa de Ramón Sales y encontró armas, cosa muy lógica y sabida, y Sales volvió a huir a Francia. Cometió el error de regresar, momento en que fue detenido y descuartizado vivo ante el edificio de los Sindicatos Libres, en una venganza absolutamente vergonzante, como tantas otras durante la Guerra Civil española en ambos bandos. La barbarie de la izquierda no fue menor que la de la derecha en los años de la guerra española.

         El lock out de octubre de 1919.

     El 27 de octubre de 1919, la Confederación Patronal Española declaró su intención de hacer lock out contra la posición intransigente de los sindicatos. Y el lock out duró hasta enero de 1920, lo cual elevó las tensiones muchísimo. Los obreros no podían soportar la circunstancia de llevar más de dos meses sin cobrar. Salvador Seguí, líder de CNT, se mostró dispuesto a conseguir acuerdos entre los obreros y la patronal, porque era absurdo incrementar la lucha terrorista entre ambos, pero la patronal siempre se negó en redondo. Intervino el Gobierno de Madrid, y Sánchez de Toca encargó al Ministro de Gobernación, Burgos Mazo, que resolviera el conflicto catalán.

El Ministro Burgos Mazo envió a Barcelona a Julio Amado como Gobernador, un militar que distinguía entre terrorismo, que se debía combatir, y problemas sociales de los obreros, que se podían resolver dialogando. Las dificultades eran muchas pues tenía que enfrentarse a unos empresarios catalanes ultracatólicos, de ultraderecha y partidarios de la mano dura, que debía aplicar el ejército. Julio Amado propuso el diálogo como solución, y como casi siempre que hay un conflicto, el diálogo sirvió de poco cuando las partes no quieren dialogar, pues la actitud dialogante presupone un deseo de convivencia y un respeto hacia la parte contraria. Son demasiados supuestos apriorísticos, y la actuación de Julio Amado fue un fracaso. El diálogo en política suele ser una táctica dilatoria para los problemas que no se quieren abordar. Desde principios del siglo XIX ya era famoso el aforismo político: “si quieres que nada se resuelva, crea una comisión”.

     A finales de 1919, tanto el Sindicato Único anarquista como la Corporación General de Trabajadores (libres) y la Federación Patronal esperaban la reacción de Julio Amado ante la provocación terrorista. Esta reacción fue crear una Comisión Mixta de Trabajo para iniciar un diálogo. Los pistoleros eran grupos dentro del Sindicato Único, y dentro de la Corporación General, o tal vez al servicio de algunos patronos y escondidos bajo diversas siglas.

     El que aceptó el diálogo fue el anarquista Salvador Seguí, el cual se mostró conforme con dialogar a tres bandas, entre patronos, trabajadores y representantes del Gobierno. La mayoría de los anarquistas se negó a dialogar. Los empresarios se negaron a abandonar el lock out. Eso significaba que 250.000 obreros y empleados estaban sin trabajo.

         La Comisión Mixta de Trabajo.

La patronal manifestó el 26 de octubre de 1919 que, si el Gobierno no tomaba medidas duras contra los obreros, las tomaría ella misma. Pero la patronal asistió a la Comisión Mixta de Trabajo convocada por Julio Amado, y el 2 de noviembre, también Salvador Seguí aceptó dialogar en nombre del Sindicato Único. Lo primero fue acordar la suspensión del lock out y de las huelgas, y la vuelta al trabajo, el 12 de noviembre. Lo segundo fue elegir una segunda Comisión Mixta de Trabajo más representativa. Y el tiempo de diálogo se iba dilatando.

Los dirigentes obreros abandonaron la Comisión Mixta en 15 de noviembre de 1919. Solidaridad Obrera recomendó la “acción directa” y la huelga. Acción Directa era perpetrar atentados, incendios y boicots, que dañaran a la patronal. La Patronal recomendó volver al lock out, lo que se hizo el 25 de noviembre y duró hasta 26 de enero de 1920. Los obreros comenzaron a sublevarse contra la CNT, que les había llevado al paro y al hambre. CNT había fracasado.

     El Gobierno también había fracasado en el conflicto de Barcelona, pero la patronal, obsesionada en ganar dinero, y el ejército, obsesionado en guardar el orden, también habían fracasado aunque todavía no eran conscientes de ello.

         Anarquismo en Andalucía en 1919.

     Si la situación de Cataluña era violenta en grado máximo, no era el único problema del Gobierno español. El orden público en Andalucía en 1919, dejaba también mucho que desear. Los sindicatos agrarios, la mayoría de ellos anarquistas, se habían organizado en torno a un periódico, «La Voz del Campesino«, y tenían un programa que se resumía en tres puntos: abolición del trabajo a destajo, negociación salarial, y legalización de los sindicatos agrarios.

     La popularidad del movimiento campesino era máxima. Sus convocatorias de huelga eran seguidas hasta por las criadas y las amas de cría de los señoritos. Los propietarios rurales decidieron arrendar las tierras y marcharse a vivir a la ciudad. De esta forma los movimientos obreros campesinos se producían contra esos arrendatarios, al fin y al cabo convecinos suyos. Y estos arrendatarios defendían sus derechos con armas y escopeteros.

     Los comités de huelga se hicieron cargo de los Gobiernos Municipales de algunos pueblos y contactaron con sus colegas anarquistas catalanes para ampliar el movimiento a todo el Estado español. Pronto lograron extenderse por Murcia y Valencia. El Gobierno de Madrid decidió enviar tropas a Andalucía.

     CNT consideró declarada la guerra contra el Estado español, y declaró amarillista a UGT porque no se levantaba en armas. Algunos cenetistas eran partidarios de colaborar con UGT y de no enfrentar a las masas trabajadoras entre sí, pero eran considerados traidores en los años 1920 y 1921. En 1921, CNT se planteó la alianza con el PCE.

         Los anarquistas del resto de España.

     En el resto de España, en 1919, la lucha CNT – UGT, tenía desorientada y fuertemente sensibilizada a la clase obrera. CNT, además de en Barcelona y Andalucía, estaba bien implantada en Vigo, Gijón y Zaragoza. En Andalucía, destacaba la organización en Huelva.

     CNT quería la revolución proletaria directa. Le importaban bien poco los problemas salariales, excepto como motivo para iniciar las huelgas y atraer a los obreros a la huelga general. El objetivo final era la destrucción del Estado.

     La policía sabía muy bien lo que ocurría, y tenía especial cuidado de eliminar cenetistas. UGT defendía ante los trabajadores que defendía los mismos fines de CNT, y les decía a los anarquistas que estaban siendo manipulados por unos pistoleros para iniciar acciones contra los patronos, y que esas acciones no llevaban a la defensa del trabajador sino a la revolución protagonizada por ese grupo de pistoleros. Todos eran conscientes de la gravedad de los hechos.

         Los anarquistas en diciembre de 1919.

     Del 10 al 18 de diciembre de 1919 se celebró también Congreso de CNT en el teatro de la Comedia de Madrid, presidido por Salvador Seguí, Ángel Pestaña, Manuel Buenacasa Tomeo, Juan Peiró y David Rebull, y llegaron a cuatro conclusiones:

  1.Ratificaban los “sindicatos únicos”, uno por cada ramo de la industria, organizados en federaciones locales y comarcales, que se federaban en federaciones regionales, y éstas en una Confederación Regional.

  2.Invitaron a UGT a unirse a CNT, y declararon amarillos a todos los obreros que no se afiliaran a CNT. Para ellos, ser rojo era positivo, y ser amarillo era traicionar al movimiento obrero.

  3.Abandonaron la vía política o de las negociaciones, y recomendaron la “acción directa”, o realización de atentados y uso de la fuerza contra empresarios e instituciones estatales.

  4.Hilario Arlandis y Eusebi Carbó Carbó pidieron entrar en Tercera Internacional. Salvador Seguí y Eleuterio Quintanilla Prieto se oponían, y mantenían la necesidad de conservar la independencia anarquista. Ganaron los terceristas e hicieron una declaración imposible, en la que mantenían las ideas de Bakunin de independencia del individuo y de cada agrupación, y la aceptación de ingreso en Tercera Internacional y pérdida de toda iniciativa individual y de posibilidad de grupos parciales. No quisieron ser conscientes de la contradicción. Además crearon Juventudes Libertarias, ya en 1920, para preparar pistoleros para la lucha terrorista contra las patronales.

CNT decidió afiliarse al Komintern, lo cual no parecía tener sentido en una agrupación anarquista que no creía en autoridad alguna. La única explicación era que quería provocar a los demás. Rechazaron la petición de Francisco Largo Caballero, líder de UGT, hecha en 1919, para que los anarquistas se unificaran con UGT. Las decisiones de CNT en 1919 no se entienden. Tal vez no habían entendido lo sucedido en Rusia, y lo asimilaban a la revolución anarquista. De todos modos, fueron Manuel Buenacasa y Enrique Valero los que contestaron a Largo Caballero que lo que procedía era que la UGT se disolviese y sus miembros ingresaran en CNT.

         El balance de la violencia de 1919.

     Hemos hablado de desgracias económicas y sociales, pero no hemos considerado el punto de vista estrictamente político para los sindicatos. Cuando un sindicato no es estrictamente laboral, sino que defiende un programa político, sus actuaciones pueden desorientar al trabajador. A los sindicatos “políticos”, muchas veces les interesa más dar pasos hacia su idea de revolución, o dictadura del proletariado en el caso del socialismo, que ganar una huelga determinada. Les interesa más tener a los obreros en espíritu de lucha, que conseguir las ventajas para el obrero que ofrezcan los empresarios y el Estado. Si pensamos de manera pesimista, que el Estado es siempre burgués y contrario a los intereses del trabajador, la consecución de la revolución es el único camino, pues se debe destruir el Estado para implantar uno nuevo. Pero si pensamos en la posibilidad de un Estado social y democrático, la pérdida de vidas y energía obrera en la lucha revolucionaria es un crimen contra los intereses obreros. Son puntos de vista contrarios.

     En el caso de los sindicatos llamados “de clase”, su objetivo era la conquista del poder para el proletariado, la dictadura del proletariado. Y ahí estaban UGT y CNT en 1919. La lucha les interesaba por sí misma, y sabían que la victoria debilitaba a sus militantes. El sufrimiento obrero sólo era considerado como una circunstancia penosa que el obrero debía estar dispuesto a soportar, en bien del triunfo de la revolución. Es decir, políticamente, los sindicatos consideraron un éxito el haber tenido sin comer a los obreros dos meses y medio, porque creían tener muchos luchadores dispuestos para la revolución. Y de hecho tuvieron muchos más afiliados.

     Frente a la consideración del desastre económico objetivo, que era evidente, el balance político para los sindicatos, y para el PSOE, era extremadamente positivo:

     El balance político para CNT no podía ser más positivo. En Cataluña, de los 107.096 afiliados que tenía en 1918, pasó a 345.000 a fines de 1919. En el conjunto de España tenía 714.028 afiliados en 1919. Se estaba consolidando en Asturias y Vizcaya, que hasta ese momento eran territorios exclusivos de UGT. Ya veían próxima la revolución libertaria.

     UGT también creció en 1919, pues de unos 100.000 afiliados que tenía en 1918, pasó a 211.000 en 1919, pero en el vuelco hacia la sindicalización masiva, fue CNT la que se llevó la mejor parte.

     A partir de 1919, el PSOE fue decayendo en la aceptación popular, pues sus debates internos sobre la conveniencia de integrarse o no en la Tercera Internacional, no eran un tema de interés para los obreros españoles. Nacía una nueva fuerza que era el comunismo leninista.

              El metro de Madrid y Barcelona.

     El 17 de octubre de 1919 se inauguró la primera línea de metro de Madrid, Sol – Cuatro Caminos con una longitud de 3,45 kilómetros. Y disponía de 8 estaciones o apeaderos. Fue muy popular, y de un uso multitudinario inmediato.

La idea del metro se había iniciado en Londres en 1863, Nueva York en 1885, París en 1900, Berlín en 1902 y también llegaría a Barcelona en 1929. En Madrid, el proyecto de Miguel Otamendi, Carlos Mendoza y Antonio González Echarte, se hizo en 1914, la concesión se obtuvo en enero de 1917 para la empresa “Metropolitano Alfonso XIII”, y la primera línea se abrió en 1919. Otras líneas serían mucho más tardías: Ventas-Sol-Quevedo es de 1929, Sol-Argüelles es de 1941, Argüelles-Goya es de 1944, Embajadores-Delicias es de 1949 y la gran ampliación del metro a la periferia y Barajas es de finales del XX.

En Barcelona, la idea del metro surgió a partir de las líneas de cercanías, y creó estaciones dentro de la ciudad a partir de 30 de diciembre de 1924, en una línea norte-sur llamada Gran Metropolitano de Barcelona. Esa línea se completó con otra este-oeste, llamada Metropolitano Transversal, que comenzó a abrir estaciones a partir de julio de 1926. Ambas líneas se cruzaban cerca de Plaza de Cataluña.

         El carlismo a fines de 1919.

     El carlismo se escindió en 1919, cuando Juan Vázquez Mella se separó de la obediencia de Jaime III, el cual nombró a Pascual Comín Moya su representante en España. En el Congreso había 3 diputados jaimistas (carlistas), 3 mellistas (Vázquez Mella)y 1 integrista católico, la otra escisión del partido. En agosto de 1919, Jaime III cambió a Comín por un hombre más joven llamado Luis Hernando Larramendi. En febrero de 1920 nombrará Jefe del requeté a Juan Pérez Nájera, un veterano de la guerra carlista de 1872.

              Las Juntas de Defensa en 1919.

         Dimisión de Sánchez de Toca.

     Junto al problema catalanista, el Gobierno tenía el otro problema heredado de 1917, el militar de las Juntas de Defensa, cuyo territorio más implicado era también Cataluña: en julio de 1919, algunos militares pidieron eliminar el Estado Mayor como Cuerpo del ejército independiente, y argumentaban que en él se producían ascensos rápidos que perjudicaban a los demás militares. Proponían un Servicio de Estado Mayor en el que los jefes y oficiales provinieran de la Escuela Superior de Guerra, pero siguieran perteneciendo a sus Armas respectivas, y guardaran el orden del escalafón para los ascensos. La petición recordaba a las hechas en 1917, y a las de mayo de 1918. Pero en realidad se trataba de una iniciativa de militares progresistas que querían eliminar a la cúpula conservadora de las Juntas de Defensa.

Los conservadores hicieron un Tribunal de Honor a los alumnos progresistas que promovían esta iniciativa, y los alumnos denunciaron a las Juntas de Defensa como ilegales. Triunfaron los conservadores más reaccionarios.

     El Consejo Supremo de Guerra y Marina negó la validez de ese Tribunal de Honor, porque era lo mismo que ceder la soberanía en temas militares al propio ejército, y las Juntas de Defensa reclamaron al Capitán General de Madrid. Intervinieron las Cortes, los Ministros, el Rey y, al final, el Tribunal de Honor se salió con la suya, y los alumnos de infantería que protestaron fueron expulsados.

     El general Antonio Tovar, Ministro de Guerra, presentó su dimisión el 1 de diciembre por no saber dominar la división creada en el ejército. El Gobierno pidió la confianza del Rey, y éste les hizo proseguir. El Gobierno decidió expulsar a unos 25 militares culpables de insubordinación en el asunto de los Tribunales de Honor. Tovar se negó a expulsarles, y presentó dimisión irrevocable. El Gobierno no podía dominar a las Juntas de Defensa que se mostraban más fuertes que los Ministros y el propio Gobierno. El Gobierno Sánchez de Toca dimitió el 9 de diciembre de 1919.

              El PSOE en diciembre de 1919.

     El 10 de diciembre de 1919, el día después de la dimisión de Sánchez de Toca, y dos días antes del Gobierno de Allendesalazar, se reunió un Congreso Extraordinario del PSOE para discutir la cuestión de la Tercera Internacional, la posición frente al Comintern. La situación era que algunos partidos europeos intentaban reconstituir la Segunda Internacional, y se estaban celebrando reuniones para ello en Europa. Porque si se aceptaba la Tercera Internacional, cada partido perdería su independencia de decisión, y pasaría a la obediencia ciega a Moscú. En el PSOE habían surgido partidarios de cada posibilidad, y lo mismo había ocurrido en Juventudes Socialistas. Los que optaban por la Tercera Internacional eran denominados “terceristas”.

     Los terceristas acusaban a los socialistas tradicionales de colaborar con partidos burgueses, republicanos y reformistas, y de perderse en reivindicaciones parciales, como las 8 horas y las subidas de salario, olvidando la revolución del proletariado, el único objetivo que les parecía real.

El problema era serio, porque gran parte de los pesos pesados del PSOE estaban por la Tercera Internacional: Fabra Rivas, Núñez Arenas, García Quejido, García Cortés, Daniel Anguiano, Virginia González, Verdes Montenegro[6], Torralva Beci, Ovejero, Pérez Solís, eran terceristas.

Defendían la Segunda Internacional: Julián Besteiro, Indalecio Prieto y Trifón Gómez[7], que se entendía que eran el “sector pablista”. No querían subordinarse al Comintern ni querían la revolución mediante la fuerza, pero fue evidente que los terceristas eran muchos, aunque no mayoría.

El líder del PSOE, de facto, era Julián Besteiro, pues Pablo Iglesias Posse estaba fuera de juego por enfermedad. Se dijo que por una pulmonía. Pablo no volvió a recuperarse nunca, hasta su muerte en 1925.

Intervino Besteiro para decir que lo sucedido en Rusia no era trasladable a España, y que cada país tenía su propio camino hacia el socialismo. Besteiro dijo que había distintas vías de acceso al socialismo, y cada país debía escoger la suya de acuerdo al desarrollo económico y social existente en él. Y dijo que, en España, lo prioritario era generar una democracia liberal parlamentaria, aunque burguesa, sobre la cual actuar desde el obrerismo, imponerse en el Parlamento, y hacer las reformas oportunas.

     Intervino después Indalecio Prieto, el cual negó los argumentos del tercerista Andrés Ovejero[8], tildándole de idealista y contrario al marxismo. Terminó, diciendo que las ideas de Lenin y Trotsky no eran superiores a las manifestadas por la Segunda Internacional.

     Óscar Pérez Solís, habló en contra de la revolución rusa y, junto a Antonio Fabra Ribas, propusieron votar a favor de la Segunda Internacional. Es curioso constatar que Pérez Solís fue uno de los que, dos años más tarde, en 1921 se pasó al PCE.

     Antonio Fabra Ribas dijo que había que evitar las escisiones en el partido. Estas palabras eran de difícil interpretación: por una parte, propuso votar a favor de la Segunda Internacional; por otro lado, trabajaba en la revista La Internacional, una revista pro-bolchevique. Pero en 1919, abandonó La Internacional y se pasó a El Socialista, revista del PSOE.

     Hablaron a favor de la Tercera Internacional: Daniel Anguiano Mangado, José Verdes-Montenegro Montoro, Mariano García-Cortés Romero, y Andrés Ovejero Bustamante.

     Isidoro Acevedo, pablista asturiano, presentó una enmienda de compromiso, de permanecer en la Segunda Internacional hasta ver en qué paraba el Congreso de Ginebra, de modo que el PSOE actuara de modo acorde al resto de los socialismos europeos. Y la enmienda de Acevedo fue aceptada.

La decisión del Congreso de diciembre de 1919 fue continuar en Segunda Internacional y, si ésta no lograba reconstituirse, pedir ingreso en Tercera. También acordaron romper alianzas con los partidos burgueses, y buscar uniones o coaliciones con CNT.

              La ruptura del PSOE.

     El 16 de diciembre de 1919, se reunió la Federación de Juventudes Socialistas de España, FJSE, y votaron entrar en la Tercera Internacional, abandonar la Segunda y abandonar el PSOE.

La escisión definitiva del PSOE se produjo en 1921, cuando una minoría de socialistas abandonó el partido para fundar Partido Comunista Obrero Español PCOE, aunque poco más tarde se unieron a Juventudes Socialistas, y definitivamente constituyeron Partido Comunista de España, PCE. El nuevo partido, siempre de minorías, tenía su mayor número de afiliados en el País Vasco.

     Una posición indecisa, pero significativa, fue la de Luis Araquistain, 1886-1959. Luis había nacido en Bárcena de Pie de Concha (Cantabria) y había estudiado náutica en Bilbao. Emigró a Argentina y allí colaboraba con periódicos de signo anarquista. En 1908 regresó a España a los 32 años de edad, y trabajó en periódicos siendo corresponsal en Londres, Berlín y Bruselas. En 1911 ingresó en el PSOE, pero era admirador del laborismo inglés de tipo liberal. Estuvo en la Escuela Nueva. Fue vocal del Comité Nacional del PSOE en 1915, y era aliadófilo como su partido. En 1917 se interesó por la revolución rusa y por Lenin, y en 1920 se inclinaba por la adhesión a la III Internacional. Quedó muy decepcionado por la 21 condiciones de 1921. Se salió del PSOE. En 1931 volvió al PSOE en el sector caballerista, y en 1932 fue embajador en Alemania. En 1933, ante el triunfo de Lerroux, se declaraba marxista radical. En 1936 era embajador en París, pero cayó junto a Largo Caballero. Se exilió.

El Comintern no mostró interés por los socialistas españoles. Borodin, representante del Comintern en España, había llegado a España por casualidad, pues había sido nombrado representante en México, fracasó, y en el viaje de regreso a España, se quedó en España. Le acompañaban el hindú Manabendra Nath Roy y un tal Rodríguez, pseudónimo de un comunista latinoamericano. De todos modos, estas tres personas eran la máxima autoridad comunista en España en esos momentos.

     Mikhail Markovich Gruzemberg, alias Mijail Borodin, se entrevistó en España con Daniel Anguiano, Ramón Lamoneda Fernández, Mariano García Cortés, Manuel Núñez Arenas y Ramón Merino Gracia, pero no quiso dialogar con ninguno de los pablistas del PSOE. Sus instrucciones eran de dividir a los partidos socialdemócratas europeos, destruirles y arrastrar hacia el Comintern a los miembros que pudiera. Su trabajo fue perfecto en España. La táctica se denominó “entrismo” y hoy diríamos “infiltración”.

Los tres siguientes años a 1919 fueron llamados por algunos historiadores el “trienio bolchevique” por las continuas huelgas en Cataluña y Andalucía.


[1] Abilio Calderón Rojo, 1867-1939, era el cacique de Palencia y fue ministro de Fomento en julio de 1919, y de Trabajo en marzo de 1922

[2] Pascual Amat Esteve, 1856-1928 era un militar, abogado, intendente militar, que fue liberal en 1893 y se pasó al conservadurismo de Silvela en 1899, mucho antes de ser ministro de Justicia en 1919.

[3] Miguel López de Carrizosa y de Giles, marqués de Mochales, marqués de Casa Pavón, marqués de Casa Bermeja, 1857-1919, estaba casado con María de los Dolores Elduayen Martínez, marquesa de Mos, marquesa de Pozo de la Merced, marquesa de Valladares. No tuvieron hijos. Miguel era hijo de Francisco Javier López de Carrizosa y Pavón, I Marqués de Mochales, VIII marqués de Casa Pavón, 1825-1882. Le sucedió José López de Carrizosa y Giles, III marqués de Mochales, marqués de Casa Bermeja.

[4] Manuel Burgos Mazo, 1862-1946, era un terrateniente de Huelva que se hizo abogado y se integró en el Partido Constitucional de Sagasta. Pero Burgos Mazo era ultracatólico y abandonó a los liberales para irse al Partido Tradicionalista carlista en 1881. En tiempos de Cánovas se pasó al Partido Conservador, y se convirtió, gracias a un matrimonio muy conveniente, en el cacique más importante de Huelva, lo que en 1897 le permitió saltar a la alta política nacional. Se afilió a la facción de Eduardo Dato, “los idóneos” que se oponían a “los mauristas”, todos dentro del Partido Conservador. Fue Ministro de Gracia y Justicia para Dato en enero de 1915, y de nuevo en julio de 1919. Era un organizador de Congresos Católicos y de instituciones de Caridad católicas, es decir bonhomista. Escribió en 1914: El Problema Social y la democracia cristiana. En cuanto al problema de Cataluña, envió a Julio Amado a Barcelona en la idea de que era un hombre dialogante y cristiano, y no obtuvo resultados porque los problemas eran profundos y no se podían arreglar con palabras. Y empezó su declive personal: en 1923 fue postergado porque era constitucionalista; en 1930 resultó secundario porque era monárquico pero contrario a Alfonso XIII, y en las elecciones de 1931, los republicanos le eliminaron de la política en las elecciones de Huelva. Más tarde apoyó la Sanjurjada, que fue un fracaso, y se pasó al Partido Agrario Español en 1934.

[5] Manuel Bravo Portillo, 1876-1919, es un caso de espionaje y violencia policial como ninguna película había imaginado: en 1908 había llegado a Barcelona como policía, y estaba a las órdenes de José Millán Astray. En estos medios conoció a Ino von Rolland, que le reclutó para el servicio de espionaje alemán, y le asignó un sueldo mensual 100 veces superior al que cobraba hasta entonces. Bravo Portillo reclutó su propio equipo de espionaje: Guillermo Ballés Moliner (presunto autor material del asesinato del profesor y empresario Alberto Barret Moner, que fabricaba granadas para los franceses) y Pilar Millán Astray, hija de su antiguo jefe, la cual sedujo al embajador británico Arthur Henry Hardinge, para sustraerle documentos de importancia. Los aliados también tenían sus espías en la policía de Barcelona, como Ramón Carbonell, Jefe de la Brigada de Investigación Criminal, y Francisco Martorell, Jefe de la Unidad antianarquista. Bravo Portillo recibió el encargo de eliminar a estos espías de los aliados, y lanzó acusaciones de violencia policial, logrando que Carbonell fuera trasladado a Madrid, y Martorell fuera desacreditado.

                Pero los anarquistas trabajaron bien y lograron documentación para ir contra Bravo Portillo. Y el 9 de junio de 1918, empezaron a publicar en Solidaridad Obrera, documentos comprometedores, cartas y mensajes de Bravo Portillo. El 14 de junio, Marcelino Domingo preguntó en el Congreso de Diputados a Manuel García Prieto y a Romanones por los documentos publicados, y un juez detuvo Bravo Portillo, Guillermo Ballés, y Alfonso Royo. Pocos días después, Royo apareció muerto en la cárcel. Y el 7 de diciembre de 1918, Bravo Portillo salió libre por no encontrarse pruebas contra él. Bravo Portillo empezó a trabajar para el Capitán General de Cataluña Miláns del Bosch, y formó un comando policial conocido como “La Banda Negra”, que se encargó de eliminar a los anarquistas que molestaban a los empresarios catalanes, entre ellos, el 19 de julio de 1919, al tintorero Pablo Sabater. Y el 5 de septiembre de 1919, Pablo Portillo apareció asesinado. Lo fácil era pensar que los anarquistas se habían vengado. Pero los anarquistas negaron los hechos y arguyeron que Pablo Portillo era un espía doble, que vendía documentos alemanes a las autoridades españolas, y probablemente los alemanes le habían hecho desaparecer.

[6] José Verdes Montenegro 1865-1940, nacido en Madrid, licenciado en Filosofía en 1895, profesor de antropología, psicología y pedagogía en la Escuela de Segunda Enseñanza de Instituciones de la Asociación para la Enseñanza de la Mujer, era un intelectual con formación sólida. En 1897 había redactado una memoria sobre El Socialismo y el Derecho Civil y había ingresado en el PSOE proviniendo de Unión Republicana. En 1919 era netamente tercerista y se oponía a las posiciones de Pablo Iglesias y Besteiro.

[7] Trifón Gómez San José 1889-1955 trabajaba en Talleres de los ferrocarriles de Valladolid y desde 1918 era secretario del Sindicato Nacional Ferroviario UGT (hasta 1934). En 1920 pasó a vocal de la Comisión Ejecutiva de UGT, y en 1948, ya en el exilio, sería presidente del PSOE hasta su muerte en 1955.

[8] Andrés Ovejero Bustamante, 1871-1954, fue profesor en Puerto Rico y, desde 1902, en la Universidad de Madrid. entonces se afilió al Partido Radical. En 1910 se pasó al PSOE.

Post by Emilio Encinas

Emilio Encinas se licenció en Geografía e Historia por la Universidad de Salamanca en 1972. Impartió clases en el IT Santo Domingo de El Ejido de Dalías el curso 1972-1973. Obtuvo la categoría de Profesor Agregado de Enseñanza Media en 1976. fue destinado al Instituto Marqués de Santillana de Torrelavega en 1976-1979, y pasó al Instituto Santa Clara de Santander 1979-1992. Accedió a la condición de Catedrático de Geografía e Historia en 1992 y ejerció como tal en el Instituto Santa Clara hasta 2009. Fue Jefe de Departamento del Seminario de Geografía, Historia y Arte en 1998-2009.

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