EL GOBIERNO ROMANONES DE DICIEMBRE DE 1918.

Conceptos clave: Economía española en 1914-1919, catalanismo en 1918, huelga de La Canadiense en 1919, el PSOE en 1919, crisis económica en España en 1919, crisis política en España en 1919.

     Romanones intentó formar Gobierno con Ministros liberales y fracasó, con monárquicos y fracasó, y al final, hizo un Gobierno con amigos, pero sólo tenía 40 escaños del Congreso, y le era prácticamente imposible gobernar. Tardó varios días en formar Gobierno. Aguantó cuatro meses porque a nadie le interesaba tirarle. Nadie quería tomar la responsabilidad del Gobierno en tiempos difíciles.

El Gobierno  Romanones, liberal.

              5 diciembre 1918 a 14 abril 1919

  Presidente del Consejo, Álvaro de Figueroa y Torres, conde de Romanones.

  Gobernación, Amalio Gimeno Cabañas.

  Estado, Álvaro de Figueroa y Torres, conde de Romanones.

  Guerra, Dámaso Berenguer Fusté, / 27 enero 1919: Diego Muñoz-Cobo y Serrano.

  Marina, José María Chacón Pery.

  Fomento, José Gómez Acebo, marqués de Cortina[1].

  Hacienda, Fermín Calbetón Blanchón / 31 de enero 1919: José Gómez Acebo marqués de Cortina, interino / 5 de febrero 1919: José Gómez Acebo marqués de Cortina.

  Instrucción Pública y Bellas Artes, Joaquín Salvatella Gisbert[2].

  Gracia y Justicia, Alexandre Roselló Pastors (del grupo Romanones).

  Abastecimientos, Baldomero Argente del Castillo, un periodista/ 21 de febrero de 1919: Leonardo Rodríguez Díaz.

     El nuevo Gobierno era entero de hombres de confianza de Romanones, y no de concentración de partidos como los dos Gobiernos anteriores. Le apoyaban solamente 40 diputados, el 10% de la Cámara, y sin embargo, Romanones se atrevió a gobernar.

El origen de este Gobierno tan particular tuvo lugar en una cacería que hizo el Rey el 4 de diciembre de 1918.  Romanones le habló a Alfonso XIII de que tenía proyectada una gran concentración de partidos, que conformarían un Gobierno presidido por él, pero tras ser designado para formar Gobierno, no logró ese Gobierno de Concentración, y se quedó solo con sus amigos personales y su imaginación. Romanones presumió en la ceremonia de toma de posesión de que, al menos, “todos los Ministros eran amigos del Presidente”, lo cual contrastaba con Gobiernos recientes en los que los Ministros eran enemigos entre sí.

         Actividad económica durante la Gran Guerra.

     El 11 de noviembre de 1918 terminó la Gran Guerra. Era el momento de replantearse la incidencia de este acontecimiento en España. Era interesante el tema de la reciente implantación de empresas extranjeras en España.

Producir en España había sido librarse de los inconvenientes de la guerra en cuanto a importación de materias primas no autorizadas, que un país neutral sí podía importar. Pero los países beligerantes no querían trasladar sus máquinas a España, pues esperaban reabrir sus propias fábricas una vez terminada la guerra. Les interesaba aprovecharse de la mano de obra barata española y de la situación de neutralidad, para ir fabricando lo imprescindible que debían llevar a sus países respectivos, aunque fuese con tecnología atrasada. Lo hacían igual los franceses que los alemanes. Cataluña fue el polígono de fabricación de materiales de guerra y armas para ambas potencias.

     Durante la Gran Guerra, apareció en Cataluña “el nou ric” (nuevo rico). Muchos de ellos eran comerciantes a los que les sobraba el dinero. Por entonces, se iluminaron las Ramblas durante la noche, y la noche cobró más vida que el día: las mujeres en general, y no solo las prostitutas, salían cada noche a captar el dinero que circulaba por la calle, y los hombres a reírse y divertirse haciendo gala del mucho dinero que podían gastar y regalar. El lujo era estridente. Los teatros y cabarets de la noche barcelonesa estaban repletos, y se podían comprar joyas a toda hora, de modo que las mujeres obtenían joyas de sus maridos o de sus amantes a cualquier hora del día o de la noche. La fiesta y las joyas requerían grandes escotes de las “señoras”, con los vestidos adecuados. Y un poco de comida y mucha bebida hacían el resto.

Y de pronto, los barceloneses se encontraron en 1919, con que el ingreso de dinero desapareció. Entonces los “intelectuales” iniciaron una crítica contra el “nou ric”, al que no se habían atrevido a criticar en años anteriores. Y esos “nuevos intelectuales” decían que los ricos se habían lanzado a inversiones poco seguras, que habían hecho demasiada especulación, que no se habían preocupado por reducir sus antiguas deudas y tampoco habían aprovechado para comprar tecnología moderna, y que no habían invertido en bienes de capital para promover el despegue de la industria española y la de Cataluña. En fin, decían cosas de Pero Grullo a toro pasado, como profetas del pasado. Y además, las críticas a veces eran falsas, pues se había construido mucho en Barcelona, y las dificultades hubieran surgido también, al acabar la guerra, si las cosas se hubieran hecho de otra manera, pero se podían haber afrontado mejor. Lo que no se había hecho era prever el periodo de escasez. Era cierto que muchas empresas creadas ex profeso para especular durante la guerra, desaparecían, porque se trataba de negocios privados. Pero todavía lograron permanecer un tercio de las empresas generadas en los años de la guerra. Se calcula que de 1916 a 1920, se abrieron 12.484 empresas y que en 1919-1923 se cerraron 6.123 empresas. Se cerrarían algunas más en los años siguientes.

En 1919, al problema económico se añadía el político, el grado de compromiso adquirido con los beligerantes, lo cual significaba desventajas en el momento de terminar la guerra. Como se había hecho de tapadillo, los vencedores no reconocían, ni podían hacerlo, las ayudas recibidas, y echaban en cara a los españoles las ayudas recibidas por el bando contrario. Y los vencidos argumentaban lo mismo.

         Los negocios de guerra.

     Durante los años de la Gran Guerra, los empresarios españoles habían ganado muchísimo dinero, pero el Estado no había aprovechado convenientemente el momento:

El Banco de España, que en 1902 poseía 393 millones de pesetas en oro, compró oro hasta llegar a tener 2.555 millones en 1921, lo cual servía como respaldo a la peseta, y garantizaba el 60% del capital circulante. El problema era que el déficit también había aumentado, y el Ministro anunciaba 782.410 millones de pesetas corrientes de deuda en 1922, cifra que sería modificada posteriormente para aumentarla hasta 996.101 millones para ese mismo año. El déficit y la deuda eran a todas luces excesivos. Como referencia para su valoración, las exportaciones españolas anuales en pesetas corrientes, aunque muy irregulares de un año a otro, estaban entre los 1.000 y los 1.600 millones, y las importaciones entre los 1.000 y los 3.000 millones, que en pesetas oro eran unos 1.400 millones en exportaciones y 2.800 millones en importaciones en 1922 y 1923 (fuente ANECSE).

     En cuanto a la repercusión de la Gran Guerra sobre la población española en general, el dinero se lo habían embolsado unos pocos afortunados, y no la mayoría de los españoles. El Gobierno, que podría haber redistribuido las ganancias entre los españoles, tampoco había hecho una política como la que era necesaria. De hecho, los salarios habían bajado en términos reales, puesto que habían subido menos que los precios.

     Los navieros vascos acumularon grandes beneficios pues, aunque el volumen de los fletes había disminuido, su precio unitario había aumentado muy substancialmente. Las compañías navieras vascas eran las más favorecidas, y aunque sus barcos estaban preparados para transportar carbón, sólo era cuestión de hacer pequeñas modificaciones, y podían transportar cualquier cosa. Tenían capacidad para cubrir los servicios de todos los puertos de España. En comparación con 1913, los beneficios de los navieros vascos se multiplicaron por 12 en 1915.

     Los navieros valencianos encontraron una bicoca en la necesidad de los beligerantes de obtener productos alimenticios frescos, y la Federación Mercante Mediterránea vivió un periodo de esplendor. En 1917, al iniciarse la guerra submarina, perdieron la ventana de prosperidad, y se trasladaron a Barcelona, para asociarse con los banqueros catalanes. Tras 1920, cayeron juntos catalanes y valencianos.

     Los bancos entraron en pánico en 1914 en el momento en que empezaba la guerra. Pero sólo era una impresión de inexpertos. Inmediatamente se dieron cuenta de que la guerra es una de las mejores oportunidades de hacer negocios, pues todos los beligerantes necesitan financiación, además de todo tipo de productos que pagan al precio que se les pida. La banca de Madrid se especializó en banca comercial. La banca de Barcelona se especializó en Bolsa de Valores y operaciones de cambio de moneda extranjera, además de financiación de empresas, esto último en menor escala. Y el País Vasco tuvo un desarrollo bancario espectacular financiando operaciones mercantiles. Barcelona apostó a caballo equivocado en su Bolsa de Valores, y 1920 fue su ruina.

     A la industria química le fue muy bien la guerra: En 1914 empezaron a desaparecer del mercado europeo los ácidos elementales y los abonos químicos, y surgió la oportunidad de fabricarlos en España. Anteriormente los productos químicos provenían normalmente de Alemania. Durante la guerra, se pusieron fábricas en Cataluña. Terminada la guerra, Alemania no estaba en condiciones de recuperar sus mercados, que pasaron a Francia y Estados Unidos, y el territorio español parecía un buen mercado creciente para las nuevas empresas catalanas, que pudieron mantenerse gracias al mercado peninsular. En vez de productos bélicos, se fabricaban abonos agrícolas.

     La industria siderúrgica y metalúrgica tuvo distinta suerte. Los altos hornos instalados a fines del XIX en Vizcaya, no daban abasto durante 1914-1917. Santander y Asturias aprovecharon para abrir nuevas factorías. Y Málaga se equivocó una vez más abriendo sus viejos hornos con madera como combustible, pues pasada la guerra, los hornos que utilizaban como combustible la madera, se vieron inviables, como ya lo eran años antes, y se perdió una magnífica oportunidad de reindustrialización.

     Para la industria textil, la guerra había sido una magnífica oportunidad. Los precios de los tejidos de algodón, vendidos en el extranjero, se pagaban un 250% más caros, y los talleres crecieron un 16% durante los años de la guerra. Las ventas en el mercado español iban para arriba, aunque a precios más moderados. Las ventas colocadas en el extranjero eran pocas en proporción, pero a precio muy alto, pues eran productos para la guerra, uniformes y mantas. Las mantas de lana de Sabadell y Tarrasa subieron de precio un 2.000%, y se vendían sin límites en el extranjero, sobre todo en Alemania. Pero la paz fue un desastre, y casi todas las nuevas inversiones fracasaron, pues se cortó el mercado exterior y se contrajo el interior.

     Es interesante la experiencia de los puertos francos[3]. En 1914, fueron aprobados los puertos francos en España. Los había habido antes, pero habían sido clausurados. En septiembre de 1914 fue aprobado el Puerto Franco de Cádiz, como depósito franco único para España. Era explotado por Junta de Obras del Puerto. Empezó su actividad en diciembre de 1915. En octubre de 1916 se concedió el Puerto Franco a Barcelona, explotado por Crédito and Docks en arrendamiento. En 1917, Crédito and Docks se quedó con la explotación del Puerto Franco de Cádiz. En verano de 1918, se concedieron Puertos Francos a Bilbao y a Santander. Y en 1928, empezó a funcionar el Puerto Franco de Vigo. En 1920, Bilbao fue autorizado a almacenar margarinas, y en 1921, garbanzos, que limpiaba y empaquetaba, antes de revenderlos.

     El negocio más importante del puerto de Cádiz fue la importación de automóviles, y al poco, en 1918, Ford Motor Co. se instaló en Cádiz para ensamblar las piezas que eran importadas al puerto franco. En 1922, tras el permiso para ensamblar automóviles, Ford Motors Co. se trasladó a Barcelona, porque la cartera de pedidos más numerosa estaba en Barcelona, y porque en Barcelona podía fabricar algunas piezas y repuestos. En 1927, la empresa se instaló en Poblenou y ensambló, antes de 1930, unos 12.200 coches, que vendía en España, Italia, Portugal y norte de África. La producción creció a partir de 1933.

     Los empresarios mineros asturianos decidieron aprovecharse de las circunstancias de guerra de una manera “inmoral”: ante la escasez del coque inglés y galés, cuando hubo que recurrir al carbón asturiano, decidieron duplicar la producción y los precios, y con ello, maximizar sus beneficios. El Gobierno trataba de fijar los precios para que fueran posibles las previsiones industriales, pero los empresarios asturianos, apoyados por los sindicatos mineros, fundamentalmente UGT, no quisieron ver la proyección del negocio a medio y largo plazo, y se empeñaron en mirar sólo el día a día. Subieron los sueldos y los beneficios, en contra de las recomendaciones del Gobierno. Decidieron vender el carbón al precio máximo posible que admitiera el comprador. Y los sindicatos estaban muy felices porque los mineros cobraban salarios escandalosamente altos, veinte veces mayores a los de un obrero ordinario, participando de la misma inmoralidad del liberalismo burgués, que según ellos, dejaba de serlo cuando beneficiaba a los obreros. La prostitución y el derroche en León y en Oviedo no eran tan espectaculares como en Barcelona, pero eran puntos peninsulares relevantes en este sentido.

     El Estado español no intervino, convirtiéndose con ello en tercer protagonista de la inmoralidad, ello provocó que muchas pequeñas empresas españolas perdieran su competitividad al terminar la guerra. En segundo lugar, el ansia por exportar, hizo que los hogares españoles pasaran frío, pues no podían pagarse el carbón de su “cocina económica” a los nuevos precios.

     Y en 1919 se constató este error de la subida de los precios. El carbón fue el caso más espectacular: en el momento en que acabó la guerra, el carbón español dejó de ser demandado porque era de mala calidad y caro. Asturias equivocó su política económica, pues aumentó la producción a costa de disminuir la productividad y la calidad del producto obtenido, y eso era un error que sería carísimo en adelante. El Gobierno de la Dictadura pensó entonces en hacer grandes pantanos para tener fuentes alternativas de energía. A partir de 1930, los pantanos generaban energía, y era menos necesario el carbón. Los sucesos de 1934 tienen relación con la política de precios de 1914-1918. Y todo el resto de siglo XX fue la historia anunciada del cierre de minas de carbón.

     Los comerciantes e industriales catalanes practicaban la misma inmoralidad “liberal”: por una parte, la Cámara de Comercio de Barcelona pedía nuevos sistemas arancelarios para poder exportar bienes de capital, libremente y sin impuestos, y para importar máquinas y herramientas exentas de impuestos. Ganar entre un 250% – 1.200% anual ya les parecía poco. Por otra parte, los empresarios buscaron los máximos beneficios, sin cortapisas o limitaciones, como pudieran haber sido el buscar un porvenir fuerte para sus empresas, e incluso La Vanguardia, decía que los beneficios durarían siete u ocho años más, a partir del momento en que acabase la guerra, y que las empresas ganarían tanto dinero en ese tiempo, que no tendrían ninguna dificultad económica después. Y sobre responsabilidades, La Vanguardia decía que la independencia catalana respecto a España, solucionaría todo en el futuro. Sólo una minoría se preocupó por la naturaleza transitoria de la coyuntura económica favorable, y la necesidad de aprovechar para comprar tecnología y abaratar precios. A poco que hubieran reflexionado, habría que prever que el fin de la guerra supondría un momento de superproducción, del que sólo sobrevivirían los más aptos, y que no prepararse para ese momento, y gastar escandalosamente mientras tanto, era una inmoralidad. Al contrario, decían que tras una década de llegada abundante de dinero a toda España, la demanda crecería espectacularmente, y la bonanza sería imparable y continua. Pero ello era contradictorio con el hecho de que los salarios reales que ellos pagaban iban espectacularmente a la baja. Creían haber inventado la máquina del movimiento perpetuo en el campo de la economía.

         El catalanismo en diciembre de 1918.

El tema candente en diciembre de 1918 en la política española, era el catalanismo, y éste fue el problema inmediato del nuevo Gobierno Romanones. Cataluña era la región más rica con diferencia de España, y una de las más ricas de Europa. Y cuando España estaba en problemas muy graves y profundos, Cataluña optó por pedir autonomía, en el caso de los empresarios, e independencia en el caso de los catalanistas más de izquierda. Ambos grupos eran minoritarios, pues esa pequeña región de 32.000 kilómetros cuadrados, el 7% del territorio español, estaba muy poblada por inmigrantes, y las ideologías eran muchas y dispares.

La población “autóctona” catalana tenía ideologías diversas: En el siglo XIX había sido uno de los bastiones del carlismo, herederos del absolutismo y del catolicismo integrista, y quedaban todavía muchos catalanes que pensaban así. Los obispos y abades lideraban un movimiento antiespañolista en la idea de que el Gobierno liberal de España les había quitado sus muchas propiedades en la desamortización y predicaba libertades científicas que perjudicaban a sus sermones. Los clérigos habían cultivado un idioma diferente, rescatado de las zonas rurales, el catalán. Los empresarios, los hombres más ricos de España, venían pidiendo exenciones de aranceles de importación, y reservas de los mercados del Caribe y del resto de España, como una necesidad para mantener los puestos de trabajo, lo que significaba que el resto de los españoles renunciaba a los productos baratos procedentes de Gran Bretaña y Francia. Y también significaba que, como la cantidad a recaudar por el Estado podemos considerarlo una constante, la disminución de recaudación procedente de los empresarios catalanes, repercutía en la necesidad de mayor recaudación en el resto de España.

Y entre la población inmigrante o “charnega” las diferencias no eran menores, pues los había que se hacían más catalanistas que los catalanes, los que defendían el catolicismo político, los que se apuntaban al anarquismo, los que aparecían como socialistas violentos, los que eran nacionalistas españoles…

La organización anarquista CNT, constituida en 1910, tenía ya más de 100.000 afiliados en España, y Cataluña era la región española con más implantación del anarquismo.

Y en Cataluña se habían desarrollado diversos grupos republicanos, y un pequeño grupo socialista muy radicalizado a la izquierda, del que saldrían grupos leninistas y trotskistas.

La sociedad catalana era pues muy diversa, estaba dividida entre españolistas y catalanistas. Los españolistas podían ser catalanes viejos, o inmigrantes. Los catalanistas igualmente podían ser oriundos del país, de la Cataluña Vieja (Catalunya Vella es el espacio al norte de Barcelona, hasta Cabo de Creus), o de la Cataluña industrial del sur de Barcelona, o podían ser algunos de los inmigrantes. Y en cada grupo de ellos había muchos partidos enemigos ideológicamente entre sí, lo que significaba tremenda disparidad en todos los casos.

Santiago Alba hizo campaña anticatalanista a fines de 1918, y le secundó la prensa de Madrid. Los madrileños llegaron a manifestarse en la calle contra los catalanistas, tal vez estimulados por el Círculo de Unión Mercantil y por la Cámara Oficial de Industria, que estaban en contra de los privilegios catalanes en materia comercial y de importaciones. En Castilla y León se manifestaron contra las declaraciones de algunos catalanistas, de que Castilla había sojuzgado a los pueblos de España a lo largo de la historia. Recurrir a la historia para justificar la política, es siempre síntoma de muy bajo nivel cultural, y puesto que en Cataluña el nivel cultural era alto, la interpretación no puede ser otra que el populismo. Y hacer generalizaciones victimistas, era propio del nacionalismo exacerbado de fines del XIX.  Niceto Alcalá Zamora apostilló que el Cid estaba enterrado, y eran los catalanes lo que querían desenterrar el cadáver de Jaime I, y además acusaba a Cambó de que no decía lo mismo cuando hablaba en Madrid sobre la autonomía catalana, que cuando hacía peticiones de independencia y soberanía en Barcelona.

El 11 de diciembre de 1918, Maura intentó remediar el enfrentamiento catalanistas – anticatalanistas, afirmando en las Cortes que descentralización y autonomía se podían otorgar, pero soberanía no, lo cual era echar una mano a los catalanistas moderados. En medio del discurso de Maura en el Congreso, muchos diputados empezaron a gritar ¡Viva España! Y Cambó se enfadó y retiró a su grupo parlamentario del Congreso de Diputados. Los socialistas y republicanos gritaban ¡Viva Cataluña! La concordia y respeto entre Diputados se había roto, y el catalanismo se había enredado con un asunto entre izquierdas antidinásticas y partidos dinásticos tradicionales.     La izquierda entera se puso del lado de los catalanistas, lo cual no tenía otro sentido que destruir el Estado español para conseguir otros modelos de Estado diferentes. El intento de Maura había salido al revés de lo planificado.

     Romanones trataba de remediar la situación absurda que se había creado contra el catalanismo en los territorios no catalanes, y contra el españolismo en Cataluña. El Gobierno designó el 16 de diciembre de 1918 una Comisión para estudiar el tema de las autonomías, comisión integrada con líderes de partidos: Antonio Maura, Sánchez Toca, Rodrigáñez, Ruiz Giménez, Alcalá Zamora, y líderes catalanistas, pero en las calles de Barcelona se provocaron algunos disturbios, y en Vizcaya también.

     El 16 de diciembre de 1918 fueron cerradas las Cortes. Era un síntoma tremendo del mal momento político que vivía España. Toda la izquierda votaba en contra del Gobierno, y las Cortes no le servían para nada a Romanones.

         Viaje de Romanones a París.

     El 18 de diciembre de 1918, Romanones se entrevistó con el Presidente de los Estados Unidos, Wilson, en París. La entrevista fue cordial. Romanones le propuso que en su viaje de regreso a América, lo hiciera desde Palos de la Frontera o desde Cádiz, en memoria del viaje de Colón. Sacó buena impresión del Presidente de los Estados Unidos, del que dijo que era un tipo simpático.

     Después, Romanones se fue a ver a Clemenceau, Presidente de Francia, y la entrevista ya no fue tan agradable. Clemenceau le echó en cara los artículos de prensa publicados en España y firmados por políticos españoles, a favor de Alemania. Y también la venta a Alemania de productos químicos y textiles para armas, mantas y uniformes necesarios para la guerra. Clemenceau dijo sobre el tema de Marruecos, que Francia ocuparía todo el territorio que España no fuese capaz de dominar. En adelante, el Rif sería un problema exclusivamente español, pero Francia deseaba quedarse con todo Marruecos, si podía.

     No obstante, el 24 de diciembre de 1918, Romanones regresó a España optimista. Pero creía que Marruecos sería para Francia, y España quedaría expulsada de ese territorio.

     El problema de las autonomías en enero de 1919.

     El 24 de diciembre de 1918, Romanones volvió de París y se encontró con que la Comisión para las Autonomías había sido un fracaso al renunciar a participar en ella muchos conservadores, y todas las izquierdas antidinásticas.

     Por otra parte, Marcelino Domingo declaró que la Asamblea de la Mancomunidad Catalana se declaraba a sí misma Asamblea Constituyente, para redactar el Estatuto de Cataluña. El Partido Republicano Radical de Lerroux, hasta entonces españolista, secundó la propuesta de Domingo. Cambó no quería renunciar a ninguna de las dos propuestas, la autonomista de Madrid y la independentista de los catalanistas, esperando sacar adelante su proyecto en Madrid bajo la amenaza del proyecto republicano catalán independentista, pero esta postura resultó un fracaso. El 30 de diciembre de 1918 los catalanistas decidieron seguir en su “constituyente”. Romanones supo de los hechos ese mismo día por teléfono, de boca de Cambó, y decidió seguir con el trabajo de la Comisión en Madrid, la cual quería un Estatuto otorgado por las Cortes.

El Proyecto de Autonomía de Cataluña, dado por España, estuvo listo el 2 de enero de 1919, y pasó a las Cortes el 21 de enero, cuando de nuevo fueron abiertas las Cortes. Los militares amenazaron entonces al Gobierno de que no se atreviera a romper la unidad de España. El Proyecto de las Autonomías se ponía difícil. El ambiente social en Cataluña era muy grave en enero de 1919: Los militares eran silbados, abucheados y atacados en diversos lugares de Cataluña, tanto por sindicalistas de CNT, como por nacionalistas catalanes.

     Al reunirse las Cortes en enero de 1919, los Diputados catalanes exigieron la retirada del proyecto gubernamental español, y la asunción del proyecto catalán: Ventosa se lo dijo a Romanones, y Cambó a las Cortes. Romanones se negó a aceptar esa exigencia. Se votaría el proyecto hecho en Madrid. Entonces los Diputados catalanes promovieron la resistencia civil a todos los Proyectos y Leyes del Gobierno español, y la CNT decidió una campaña antiespañola.

              Nacionalismo español en 1919.

     A principios de 1919 se fundó Unión Monárquica Nacional UMN, una federación de agrupaciones conservadoras que hablaban de unificar el espíritu nacional español. Estaba despertando el nacionalismo español. En Cataluña, Puig i Cadafalch pedía firmas de afirmación monárquica, aunque era autonomista como Lliga de Cambó. Ello llevó a enfrentamientos en las Ramblas de Barcelona entre los regionalistas catalanes y los anticatalanistas de Liga Patriótica Española, los cuales eran pocos, pero estaban protegidos por la policía. Los incidentes habían empezado en el Teatro Goya, cuando algunos espectadores habían dado vivas a Cataluña, y otros habían gritado vivas a España, mientras la orquesta se puso a interpretar sardanas catalanas y Els Segadors, el himno independentista, que habla insistentemente de cortar las cabezas a “los españoles” (buen golpe de hoz), himno que en Cataluña enseñan a todos los niños los maestros de primaria y los profesores de enseñanza media.

La situación catalana culminó el 21 de febrero de 1919, con motivo de la huelga de La Canadiense, empresa suministradora de energía eléctrica para Cataluña, huelga que arrastró también a las compañías del gas, agua y tranvías de Barcelona.

En las elecciones de junio de 1919, Unión Monárquica Nacional defendió la monarquía, la unidad de España y el orden público y se inició una contienda política dura, en la que Lliga dijo que los anticatalanistas estaban siendo engañados por la oligarquía central, y que Unión Monárquica Nacional estaba siendo manejada por Lerroux, mientras los nacionalistas dijeron que el Gobierno español era impotente y no controlaba ni las huelgas, ni los atentados, ni las bombas anarquistas, y por su lado los españolistas culpaban a Lliga y a los independentistas de ser malos catalanes. La victoria electoral fue para Lliga.

         La conflictividad social en 1919.

     La CNT era, en efecto, muy radical. Pero algunos de sus líderes, como Salvador Seguí y Ángel Pestaña eran más bakuninistas, más moderados que el grueso de los militantes. La actitud belicosa de la patronal y del Gobierno catalanes acabó con el liderazgo de los líderes moderados de CNT, para dar paso a los kropockinianos, los violentos. Así, en febrero de 1919, se planteó la huelga de La Canadiense.

     Las huelgas de 1919 fueron el doble en número que en años anteriores, y todavía crecerían más en 1920, año de máxima tensión laboral. Las reivindicaciones principales obreras eran la jornada de 8 horas y las subidas de salarios.

     El problema culminó en 21 de febrero de 1919, cuando se planteó la huelga de La Canadiense.  La Canadiense era el nombre popular de la multinacional estadounidense, alemán y belga, Barcelona Traction, la empresa eléctrica más importante de España que tenía saltos de agua en el Pirineo y abastecía a las ciudades catalanas. La huelga empezó como huelga de oficinistas, y esta fase acabó en algunos despidos. El 5 de febrero de 1919 fueron despedidos ocho empleados que eran de CNT, y habían organizado campañas por la subida de salarios. Los dirigentes extranjeros de la Barcelona Traction se caracterizaban por no negociar nunca nada con los obreros. La CNT transformó la huelga de La Canadiense en huelga general, mientras La Canadiense pedía interlocutores para dialogar los aspectos conflictivos de la huelga. De no dialogar nada, pasaba a pedir diálogo. CNT no quería dar interlocutores porque ello significaba decir quiénes eran sus líderes, y condenarles a las represalias burguesas para siempre. El 22 de febrero a las 16:00 horas, los empleados de La Canadiense abandonaron la fábrica y dejaron a Barcelona sin suministro eléctrico. Enseguida, las tiendas y los bares cerraron, porque no se veía, y los tranvías dejaron de funcionar porque no había energía. El 24 de febrero, los ciudadanos empezaron a enfadarse, pues lo que parecía una broma el día anterior, tenía mal aspecto al considerarse de duración indefinida. Pero la reacción fue inesperada para los patronos: la gente se dirigió a las compañías del gas y del agua, para que cerraran también sus servicios, y se resolviera de una vez el conflicto de La Canadiense. Tuvo que intervenir el Gobierno de Madrid, que estaba renovando entonces el Instituto de Reformas Sociales precisamente para estos diálogos entre patronos y obreros, y hacer acuerdos de salarios. El Delegado del Gobierno, José Morote i Greus, resolvió el conflicto: El 18 de marzo, La Canadiense decidió que admitiría a todos los obreros, les subiría el sueldo, les concedería la jornada de ocho horas. Y las autoridades Barcelona liberarían a todos los detenidos. Los empleados de La Canadiense se comprometían a volver al trabajo en 48 horas.

     Los patronos organizaron su propio servicio de correos, para comunicarse entre ellos, a pesar de la huelga y del apagón. Entre los patronos apareció con ello una fuerza muy grande a tener en cuenta en el futuro.

     La huelga de La Canadiense dio fuerza a CNT en Barcelona, pues fueron los anarquistas los que soportaron la huelga: hubo casi 3.000 trabajadores encarcelados en Montjuich. Muchos se afiliaban a CNT.

En febrero de 1919 la situación de Cataluña se hizo grave, pues los obreros fueron militarizados, muchos se negaron a ir al trabajo, y unos 3.000 de sus líderes fueron encarcelados en Montjuich. Miláns del Bosch había apresado a todos los huelguistas más destacados, lo cual impedía la aceptación del acuerdo de Madrid por parte de CNT. El Capitán General Miláns del Bosch se negó a liberar cenetistas. El Gobernador Martínez Montañés se mostró partidario de dialogar, pero manteniendo a los dirigentes obreros presos. CNT convocó entonces huelga general para el 24 de marzo de 1919, huelga que perduró hasta 14 de abril de 1919. De nuevo se cortó la luz en Barcelona, y entonces, Miláns del Bosch declaró la Ley Marcial. Maura se negó a destituir a Miláns.

     La colaboración de todas las fuerzas patronales, cerró los centros de CNT, arrestó a los dirigentes cenetistas, incluido Ángel Pestaña, y acabó con la huelga en abril de 1919.

     Miláns culpó de la violencia generada a la ineptitud del Gobernador Civil, Martínez Montañés, que no tomaba decisiones definitivas. Estaba tapando su propia ineptitud y su recurso constante a la violencia como sustituto del trabajo de negociar.

     Romanones envió a Barcelona a Alfonso Sala y a José Enrique de Olano conde de Figóls, para que hablaran con Miláns y le reconciliaran con Martínez Montañés. No hubo arreglo posible, y Martínez Montañés dimitió.

Los militares eran silbados, abucheados y atacados tanto por sindicalistas de CNT como por nacionalistas catalanistas. Muchas empresas catalanas, creadas ex profeso para la guerra de 1914-18, cerraban. Si las textiles habían vendido paño para los uniformes alemanes, las químicas y mecánicas habían vendido armas sobre todo a Francia. Las ganancias de los empresarios muchas veces fueron a gastos suntuarios y a inversiones en el exterior, aunque también hubo compras de tecnología. Pero el final de la guerra significaba cierre de la producción. Cataluña había participado en la guerra mucho más de lo que se decía y había participado en los dos bandos, vendiendo a los dos combatientes.

CNT veía la posibilidad de hacer su revolución anarquista, y las huelgas sólo eran un pretexto para ello. CNT, había sido declarada ilegal en 1911 y legalizada en 1914 por Dato, había crecido mucho durante 1914-1918, y creció mucho más después de la huelga de 1917, pues de 73.000 militantes a principios de 1918, pasó a 345.000 a fines de año. En junio de 1918, CNT se había reformado en los llamados Sindicatos Únicos, que consistían en agrupar en una sola sección a todos los obreros de un sector industrial, y abandonar la agrupación de obreros por categorías. Ello significaba agrupaciones más numerosas y más fuertes. La mayor parte de los afiliados españoles de CNT estaban en Cataluña. CNT, constituida en 1910, tenía ya más de 100.000 afiliados en Cataluña en 1918.

También se decía que los alemanes pagaban las revueltas, y que por ejemplo, habían pagado a Eduardo Ferrer, presidente del sindicato metalúrgico, para asesinar al ingeniero Josép Albert Barret i Monet, un fabricante de granadas que eran vendidas a Francia. Eran rumores: Se decía que se había provocado una huelga, y en el transcurso de la misma, el comisario Bravo Portillo había aprovechado para asesinar a Barret el 8 de enero de 1918[4]. Con este asesinato, el 8 de enero de 1919, había empezado una auténtica guerra de terrorismos, patronal y sindical, combinados con huelgas generales, atentados e incendios, en la que caerían muchos muertos, tanto cenetistas como empresarios y militares, a lo largo de 5 años.

     La huelga y los desórdenes de Barcelona se contagiaron a Madrid el 28 de febrero de 1919, y la gente asaltaba tahonas y tiendas porque el hambre era grande. Toda España se convirtió a los pocos días en una sublevación general.

     El Gobierno militarizó a los huelguistas pero nadie le hizo caso. No se volvió al trabajo. Así que el 17 de marzo de 1919 el Gobierno decidió conceder la jornada de 8 horas, la obligatoriedad del seguro de paro y la excarcelación de los líderes obreros apresados. Ángel Pestaña que era de León, y Salvador Seguí que era de Lérida, pero ambos actuaban en Barcelona, eran algunos de los beneficiarios.

La patronal catalana decidió entonces pedir un Gobernador más duro, que nos les obligara a subir salarios, y Madrid les envió al General Severiano Martínez Anido en noviembre de 1920. (había sido Gobernador Militar de febrero de 1919 a octubre de 1920, y sería Gobernador Civil de noviembre de 1920 a octubre de 1922). El Gobierno de Madrid quería dialogar con CNT, con el origen y núcleo del problema, pero las autoridades y empresarios de Barcelona decían que no se dialogaba con asesinos.

     Martínez Anido vino a empeorar más las cosas. Favoreció una política de sindicatos amarillos con espías dentro de ellos para dar los nombres de los líderes revolucionarios. Estos líderes comenzaron a sufrir increíbles “accidentes”, en forma de asaltos callejeros, en los que iban muriendo individuos de ambos bandos. CNT decidió que el terrorismo era la única arma que les quedaba, y que solamente podían responder a los burgueses con su misma moneda. Y surgió un doble terrorismo, el del Estado y los patronos, y el de CNT.

     Los patronos organizaron una nueva fuerza paramilitar, a partir del somatén y de los Libres, que eran ciudadanos de prestigio y honradez, dispuestos a imponer el orden público, a los que se les daban armas y permiso para patrullar la ciudad. Este grupo de ciudadanos se caracterizó por dar palizas a los pistoleros que encontraban por la calle, la mayor parte de CNT. Los Libres patronales, peleaban contra Los Únicos anarquistas.

              El PSOE en 1919.

En febrero de 1919, Julián Besteiro asistió a la Conferencia de Berna en representación del PSOE, y Francisco Largo Caballero representó a UGT en un congreso paralelo. Besteiro se sumó a las facciones de izquierda que defendían la dictadura del proletariado, posición que no nos es comprensible en un moderado que estaba en contra del leninismo. El sueco, Hjalmar Branting fue el que defendió las posiciones de la II Internacional. Besteiro explicó después, que había votado leninismo porque pensó que se votaba entre la dictadura o la anarquía socialista. La desorientación de los socialistas españoles era máxima, y aparecieron tres facciones en el PSOE:

  El grupo centrista comprendía a Pablo Iglesias, Julián Besteiro y Francisco Largo Caballero, que se podían calificar entonces de socialdemócratas reformistas, sin renunciar a la dictadura del proletariado cuando la sociedad capitalista estuviera madura. Este grupo rechazaba ocupar carteras ministeriales, a no ser que les ofrecieran la Presidencia del Gobierno y, por tanto, actuaba en contradicción con lo que decía. Hablaban con admiración de los fabianos, admiraban a Kautsky en el caso de Besteiro, pero actuaban como Berstein, aunque Berstein no tuviera seguidores en España. Era un grupo de difícil definición.

  El grupo pragmático comprendía a Indalecio Prieto, Fernando de los Ríos y Remigio Cabello. Este grupo desdeñaba las teorías intelectuales, y confiaban su acción política a las movilizaciones sociales. Pero Prieto era un orador brillante, era abierto a los acuerdos con los republicanos, y tenía muchos seguidores en el PSOE, a pesar de su poca formación marxista, y en otras teorías socialistas. Su principal idea era que socialismo era conseguir el liberalismo verdadero que los burgueses habían corrompido a lo largo del XIX. Fernando de los Ríos era el más intelectual de este grupo, quizás porque provenía de la ILE. Defendía que el motor de la historia no era la lucha de clases, como decía Marx, sino los hombres buscaban los ideales de justicia, libertad y plenitud humana. Creía que el capitalismo era antihumanista porque daba a los valores materiales más importancia que a los derechos del hombre. En cierta manera se parecía a Georgy Lukács, el autor de Historia y Conciencia de Clase, 1923. En 1926, Fernando de los Ríos publicó sus ideas en El Sentido Humanista del Socialismo, lo que le hizo una figura destacada del socialismo español.

  El tercer grupo del PSOE era la izquierda socialista, agrupada en torno a la revista Nuestra Palabra, en donde podemos encontrar a Mariano García Cortés, Manuel Núñez Arenas, Ramón Lamoneda, César González, Virginia González, y Daniel Anguiano. Todos ellos abandonaron el PSOE en 1921 y constituyeron el PCE.

     La unión entre PSOE y UGT era muy íntima, por más que PSOE fuera un partido, y UGT un sindicato. Hasta 1914, las directivas de ambas instituciones eran idénticas. Más tarde, UGT reclamó cierta independencia, y hubo cargos del PSOE que no fueron directivos de UGT. Pero UGT está pensada para secundar los programas políticos del partido PSOE. No es un sindicato “independiente”, sino que está concebido con cierta verticalidad respecto al PSOE.

     En las elecciones de 1 de junio de 1919, la campaña del PSOE fue floja. Obtuvo 6 diputados, lo cual disimula el bajón real de esta tendencia de pensamiento, pero la caída era muy evidente en número de votos obtenidos. Y ello, a pesar de que España estaba en recesión económica, lo cual es tiempo bueno para alternativas revolucionarias como el socialismo.

              La crisis económica de 1919.

     La coyuntura económica internacional fue de cierta prosperidad en 1918, 1919 y 1920, años en los que se iniciaba la reconstrucción de Europa, seguida de una crisis de hundimiento de los precios de las materias primas en 1921, momento en que se cerraron los mercados para una España que vendía caro. El ritmo productivo se recuperó en Europa en 1924, pero el gran suministrador era ya por entonces Estados Unidos, y recuperarle el mercado a Estado Unidos era difícil. Ante la nueva crisis, se generalizó el proteccionismo y el cierre masivo de viejas empresas tecnológicamente atrasadas, y algunos Gobiernos insistieron en el patrón oro. Se dice que la Gran Guerra europea la ganó Estados Unidos.

En cuanto a la crisis política europea, el año de 1919 fue traumático en la historia de Europa: En febrero de 1917 había caído la monarquía zarista. En noviembre de 1917 se había instalado el leninismo en Rusia. En noviembre de 1918 había caído la monarquía alemana. En 1919, la monarquía austrohúngara fue eliminada por los vencedores de la Gran Guerra y con ello habían aparecido Austria, Hungría y Checoslovaquia. En enero de 1919 apareció el movimiento espartakista en Alemania, un comunismo que reivindicaba la liberación de los trabajadores, como Espartaco había liberado a los esclavos romanos. En 1920 apareció el Gramscismo[5] en Italia.

     En España, la crisis de 1919 sólo era el principio de una época larga de problemas económicos: A fines de 1919 se notaron los primeros efectos de la crisis. En 1919 sobrevino el desempleo: en Barcelona por falta de algodón, en Valencia por pérdida de exportaciones de naranja y arroz, en Madrid por paralización de la construcción. Además se perdió la emigración a América, que fue compensada por la emigración a Francia, casi todos desde el País Valenciano, Murcia, Aragón y Salamanca.

En 1920, la producción española bajó a niveles de 1913 y el paro obrero era considerable.    En 1920 el problema principal era al paro, y el segundo, encontrar una vivienda. El obrero había mejorado en cuanto al horario de trabajo de 8 horas, pero no en nivel de vida.

En el sector naviero, en 1920 llegó la crisis, como al resto de los sectores económicos, pues cayeron las exportaciones, incluidas las de mineral de hierro y las de acero, y muchas empresas vascas pequeñas, firmadas al calor de la bonanza, quebraron. Los astilleros no eran competitivos por las enormes subidas de salarios habidas en los años precedentes. Muchos astilleros de Bilbao cerraron o redujeron plantilla.

El cierre de los astilleros significaba reducción de actividad de los altos hornos y despedida de obreros. La mitad de las minas de carbón de Asturias cerraron. Y minas de mineral de hierro despidieron obreros.

Cuando cesó la guerra, los empresarios asturianos, de acuerdo con los sindicatos socialistas y anarquistas, lanzaron a los mineros, socialistas y comunistas, a la violencia para que el Estado asumiera la compra del carbón asturiano para el ferrocarril español, y se mantuvieran los puestos de trabajo de decenas de miles de mineros. Los socialistas, comunistas y anarquistas se cegaron en la posibilidad del triunfo de la revolución del proletariado, y no vieron que la ruina general no beneficiaba a nadie. El problema generado, tardó casi un siglo en arreglarse.

Igualmente ocurrió con la agricultura, cuyos productos se habían vendido a cualquier precio que la oferta pidiera en años anteriores y que, ahora, no se podían vender ni en el mercado interno por los altos precios alcanzados.

La demanda de naranjas bajó desde 1918 un 25% respecto a las ventas de 1914, porque aparecieron en el mercado naranjas de otras procedencias. En 1917 se había producido la primera cosecha de cítricos con excedentes, y ya no se vendió nunca más la totalidad de lo producido.

El vino de Jerez perdía consumidores. Ante la cuestión de reducir gastos, parece que el vino fue uno de los productos prescindibles en Europa.

En 1919, la industria del corcho de Gerona, que había vendido mucho durante la guerra, se arruinó por falta de mercados en Europa.

     En el invierno de 1920 a 1921 hubo crac en la bolsa de Barcelona y en la banca catalana de Barcelona y de Tarrasa. Habían especulado excesivamente con los cambios de moneda extranjera asumiendo muchos riesgos: En 1918, el marco alemán se hundió, y los bancos catalanes que habían acumulado muchos marcos perdieron todo ese efectivo, lo cual se mantuvo en secreto. Pero un día, la noticia pasó a ser de dominio público, y los clientes hicieron colas a las puertas de los bancos para sacar su dinero. Los cronistas dicen que se lo llevaban en bolsas, sacos y cajas. Y la banca catalana nunca se recuperó. La banca quedó en adelante como un negocio vasco, y secundariamente, de Madrid.

     Pero hubo empresas que salieron adelante: Por ejemplo, La Maquinista Terrestre y Marítima negoció con MZA, de ferrocarriles, para suministrarle material, y con los Krupp de Essen para suministrarles materias primas, y se mantuvo. En el conjunto de España, algunas empresas buscaron la asociación entre ellas, fundamentalmente para repartirse un mercado más pequeño, y se mantuvieron.

     En 1920, Francésc Cambó encontró un magnífico negocio: se trataba de esconder las empresas alemanas que habían trabajado en Cataluña, para que no fueran expropiables por los aliados, y creó CHADE, Compañía Hispano Americana de Electricidad, que se hizo cargo de los negocios de CADE alemana, que poseía muchas líneas de distribución eléctrica en Hispanoamérica. En realidad, la CHADE española se limitaba a conseguir capital para la empresa multinacional, pero figuraba como la empresa misma.

         El problema de los precios.

     Bajar los precios era tarea difícil: Las patronales se empeñaron en mantener niveles de ganancias similares a los de años pasados y mostraban al público ejemplos de empresas que no podrían mantenerse si no se bajaban los salarios, ocultando cuidadosa y sistemáticamente aquellos ejemplos en los que sus ganancias habían sido o eran escandalosamente grandes. El secreto, en estos casos, es hablar en general, sin concretar nada, para así engañar al gran público. Los sindicatos se negaban rotundamente a que bajasen los salarios y a que se despidiese gente, en todos los casos, sin entrar a diferenciar unas empresas de otras.

     Los precios del azúcar de remolacha y del aceite subieron mucho. Los precios de los abonos químicos, que se importaban masivamente desde Europa, subieron muchísimo.

     El error de la subida de precios desde 1915, era imposible de corregir en 1919 y años sucesivos.

     Respecto a los mineros asturianos, la solución adoptada por los sindicatos, fundamentalmente UGT, fue pedir que el Gobierno les subvencionase, y declarar al Gobierno culpable de todo. Los asturianos habían abierto pozos de producción marginal durante la guerra, pozos que tuvieron que ser cerrados en 1920 y 1921. No invirtieron en tecnología en los pozos que podían ser rentables. Y cuando bajaron los precios, resultó que todos los pozos eran inviables. La solución desde 1921, fue presionar al Gobierno de España para que impusiera el proteccionismo. Proponían que el ferrocarril español fuera abastecido únicamente con carbón nacional, al precio que los mineros dijeran. Era un chantaje al resto de los españoles.

              La Tercera Internacional.

     Del 2 al 6 de marzo de 1919, tuvo lugar la creación de la Tercera Internacional en Moscú, lo cual daba inicio a una nueva discusión, el “tercerismo” o ingreso y sumisión del socialismo a las ideas leninistas aceptando las 21 condiciones que se dictaron en 1920. Ello significaba la aparición de un nuevo grupo socialista, más radical y violento.

         La Internacional cristiana.

     En 1919 se celebró Consejo Nacional de Sindicatos Católicos para adherirse a Confederación Internacional de Sindicatos Cristianos, o internacional cristiana.

               Los Sindicatos Libres.

     En 1919 se creó la Corporación General de Trabajadores – Unión de Sindicatos Libres en Barcelona, conocida popularmente como Los Libres. La creaban en Barcelona los carlistas de Jaime de Borbón. Ramón Sales Amenós decidió que no se podía vivir en manos de los anarquistas de CNT. Se declararon anticomunistas y antianarquistas, y no dependientes de ningún partido político. Por eso, se declaraban “libres”. Su crecimiento fue rápido, pues en 1921 tenían 10.000 afiliados y en 1923, tras el golpe de Primo de Rivera tuvieron 150.000. Sufrieron 53 muertos a manos de los Únicos de CNT, pero hicieron otros tantos asesinatos de anarquistas, generando un caos en el orden público de Barcelona.

              Andalucismo en 1918-1919.

     Si la situación de Cataluña era violenta, otras regiones presentaban problemas, y una de ellas era Andalucía. Los sindicatos agrarios andaluces se habían organizado en torno a un periódico, «La Voz del Campesino», y tenían un programa que se resumía en tres puntos: abolición del trabajo a destajo, negociación salarial y legalización de los sindicatos.

     La popularidad del movimiento campesino era máxima. Sus convocatorias de huelga eran seguidas hasta por las criadas y las amas de cría de los señoritos. El miedo en el campo fue tan grande que los propietarios rurales decidieron arrendar las tierras y marcharse a vivir a la ciudad. De esta forma los movimientos obreros campesinos se producían contra los arrendatarios, que dejaban los emigrados a la ciudad, simples labradores que pretendían salir de la pobreza.

     Los comités de huelga se hacían cargo de los gobiernos municipales de algunos pueblos y contactaron con sus colegas catalanes para ampliar el movimiento a todo el Estado español. Pronto lograron extenderse por Murcia y Valencia. El Gobierno de Madrid decidió enviar tropas a Andalucía.

     En mayo de 1918, las demandas andaluzas eran todavía moderadas, y había mucha retórica mesiánica, muy típica del personaje estereotipo andaluz, pero eran suficientes para lograr una organización, y para ir pasando a demandas más concretas como la abolición del trabajo a destajo, un convenio salarial negociado y la legalización de los sindicatos obreros. En otoño, volvió la actividad política obrera. Y en octubre de 1918 se celebró el Congreso de Castro del Río, el cual declaró huelga general en toda la provincia de Córdoba.

     En 1918-1921, Andalucía vivió el “trienio bolchevique”, caracterizado por los desórdenes, las manifestaciones en las calles y las huelgas continuas. Los desórdenes aparecieron en el momento en que se conoció que había habido una revolución bolchevique en Rusia en 7 de noviembre de 1918 (la Revolución de Octubre). Se manifestaron primero en una especie de fiebre social por la organización social y la sindicalización obrera. Detrás de todo ello, estaba un alza de precios tan grande como estaban viviendo, con un alza de salarios meramente nominal, que era bajada en términos reales. Las regiones andaluzas que más se soliviantaban eran las ricas, pues las sierras yermas apenas mostraban actividad. Había un ansia desmedida por saber de la revolución rusa, por conocer las últimas noticias.

     Y enseguida surgió una afiliación masiva a Confederación Regional Andaluza, un órgano de CNT en Andalucía. En diciembre de 1919, eran 100.000 los afiliados a CNT, mientras que UGT no tenía más que 23.900 afiliados

     En marzo de 1919, se produjo una segunda convocatoria de huelga general. La primera había sido en mayo de 1917. La siguieron Andalucía y Extremadura y algunos campesinos se repartieron tierras. Además de trabajadores del campo, seguían la huelga cocineras, criadas, amas de cría y todo el servicio de los señores.

     La mayor parte de los empresarios simuló acceder a las demandas y huyó a la ciudad, a capitales de provincia donde tenían más defensa. Los obreros aprovecharon la ausencia de los señores para quemar cosechas y tomar los Ayuntamientos.

     En mayo de 1919, las autoridades decidieron intervenir, cerraron las casas utilizadas por los sindicatos, y los piquetes obreros se retiraron, tras lo cual las huelgas perdieron fuerza. Pronto volvieron a la apatía que les caracterizaba.

         Conflictividad en Asturias.

     En Asturias dominaban los sindicatos UGT. Los beneficios empresariales habían sido muy grandes en 1915-1919. Los salarios de los picadores mineros eran veinte veces superiores a un salario medio.     Entonces tomó la iniciativa el Sindicato de Mineros Asturianos, que contaba con 19.000 afiliados en 1914, y 38.000 en 1917. Se estaban radicalizando. Eran muy fuertes en el puerto de Gijón. Era una iniciativa, no por los salarios ni las mejoras en el nivel de vida, sino por la dictadura del proletariado, que los radicales de UGT creían posible. Aquello no tenía sentido racional alguno, pues en un comunismo, los salarios de los mineros deberían bajar espectacularmente. Pero los demagogos les decían que en la dictadura del proletariado los empresarios les tendrían que pagar muchísimo más por menos trabajo.

     En agosto de 1917 fueron a la huelga general. Terminada la huelga, la Asociación Patronal de Mineros Asturianos se negó a readmitir a los que habían organizado las huelgas, a los miembros de comités obreros y a los cargos sindicales.

     Cuando en 1919 llegó la depresión, la realidad se imponía por su propio peso, y era obvio que el carbón inglés era mejor y más barato que el asturiano. Los mineros se empeñaron en decir lo contrario. Los empresarios propusieron cerrar algunas minas y reducir salarios. Las noticias llegadas desde Moscú les pedían que se radicalizaran, e Isidoro Acevedo estaba por la labor de hacer una revolución como la soviética.

     Intervinieron entonces el obispo de Oviedo, Francisco Javier Baztán y Urbiza, como líder del sindicato católico vertical, dirigido por la jerarquía,  y el canónigo Maximiliano Arboleya, organizador de sindicatos católicos horizontales, dirigidos por los propios obreros, ambos enemigos políticos y muy distantes en ideas. Claudio López Bru II Marqués de Comillas, líder católico ultraconservador, calificó de “radical” a Arboleya (un cura de derechas pero no integrista) y reunió a los patronos con el fin de boicotear la huelga. Hubo choques armados entre sindicalistas amarillos y sindicalistas de UGT. El caso más crítico se produjo el 11 de abril de 1921, con 11 muertos.

              Nacionalismo vasco en 1918.

     En 1917, era presidente del Bizcai Buru Batzar, del PNV, Ignacio Rataeche Velasco[6]. El PNV se escindió en dos ramas, que se reagruparon en 1930.

     Los empresarios vascos apoyaban poco al movimiento nacionalista, y se limitaban a sacar a los obreros a la calle cada vez que tenían dificultades, como era el caso de perder el proteccionismo estatal. Es lo que estaba ocurriendo en 1916-1918, cuando Santiago Alba proponía imponer impuestos extraordinarios de guerra, que los navieros, mineros, y banqueros, a pesar del dineral que estaban ganando, se sintieron molestos y alegaron que no se podía hacer “una ley retroactiva”, pues los impuestos habrían de pagarse sobre el dinero ya ganado. El argumento, válido en el tema criminal, es difícil de hacer valer en el tema de los impuestos, que siempre se pagan después de ganar un dinero, excepto por la argucia legalista de que la Ley debería ser anterior al periodo impositivo, pero la argucia es moralmente despreciable, pues no se podía pedir al Gobierno que previera que habría una guerra, y que se ganaría mucho dinero durante la Gran Guerra, para lo cual habría que tramitar una Ley con mucho tiempo de antelación a fin de ser aprobada a tiempo. Otra vez más la moralidad y la legalidad no estaban de acuerdo. Otro argumento de los empresarios vascos era que, por qué el impuesto lo debían pagar los industriales vascos, y no los harineros castellanos. En esta argumentación estaban de acuerdo catalanes y vascos, y Cambó visitó el País Vasco para dar algunas conferencias contra el proyecto de Santiago Alba. Y una vez en el País Vasco, se habló de la conjunción de intereses de ambas fuerzas nacionalistas contra el Estado español, se habló de “impuestos brutales” y de que España se gastaba tontamente el dinero en aventuras coloniales. Era demagogia pura, pues las aventuras coloniales las habían exigido los industriales, banqueros y comerciantes, catalanes y vascos, para vender sus productos.

     En 1916-1920, el País Vasco disfrutó de un gran boom económico y se produjeron grandes capitales. Unas 3.000 empresas empleaban a 75.000 obreros. Las 12 compañías más grandes empleaban a 25.000 obreros. Las principales trabajaban en la extracción de mineral de hierro y en la metalurgia.

     Esos miles de obreros recibían organización de UGT. El 60% de los obreros de estas empresas pertenecían a UGT. Entre los dirigentes obreros destacaban Indalecio Prieto y Facundo Perezagua. Indalecio Prieto era un reformista, más político que activista. Era Diputado en Cortes y tenía hábito de negociar. Llamaba a los del PNV “separatistas reaccionarios”, por ser nacionalistas y de derechas. Facundo Perezagua era un revolucionario violento.

     Pero la fuerza política dominante en el País Vasco no era UGT, sino el Partido Nacionalista Vasco, conservador y católico, mientras los españolistas conservadores, fusionistas y socialistas estaban en la oposición. La oposición se mantenía unida contra el PNV, como si hubiera un acuerdo tácito de no atacarse entre ellos.

     Respecto a las fuerzas económicas, la oligarquía mercantil, bancaria e industrial estaba con la oposición, excepto Ramón de la Sota Llano que era líder del PNV.

     Pero había en el ambiente un espíritu de colaboración entre el capital y el trabajo, por encima de la política, para sacar adelante las empresas vascas: las empresas tenían que ser vascas. Y ello se manifestaba en un cierto diálogo por el que los empresarios cedían de vez en cuando algo a UGT, y este sindicato lo presentaba como una conquista “arrancada a los patronos”, lo cual calmaba a los obreros y daba publicidad a UGT. UGT les pedía incrementos salariales moderados y jornada de ocho horas.

     El 16 de junio de 1917, las tres Diputaciones Vascas pidieron la autonomía para el País Vasco, pero no quisieron hacerlo en la ilegalidad, como era el caso de Cataluña. La gran diferencia era que los nacionalistas catalanes eran republicanos y los vascos eran monárquicos.

     En las elecciones de 1918, los vasquistas obtuvieron 7 Diputados. Pero empezó su división interna, pues los monárquicos católicos organizaron Liga Monárquica, que se oponía al Nacionalismo Vasco.

     En julio de 1920, UGT y los patronos llegaron a un acuerdo razonable para ambos. Pero en 1921, la situación cambió bruscamente. Entre los obreros apareció un sector radical, dominado por el Partido Comunista de España, y concretamente por Óscar Pérez Solís y Facundo Perezagua. Estos líderes obreros eran partidarios de la Tercera Internacional comunista.

     UGT, el sindicato dependiente del PSOE, decidió no ir a la Internacional Roja y no hacer la revolución comunista, y Pérez Solís y Perezagua decidieron no abandonar UGT, sino dinamitar el sindicato desde dentro, y llevarse la gente al PCE.

     El mundo estaba en plena crisis de posguerra, y los empresarios vascos querían poder reducir salarios y despedir obreros, porque los márgenes de beneficios estaban bajando.

     Y ambos factores, confluyentes, dieron lugar a una lucha social muy dura en la que los comunistas predicaban la revolución del proletariado, y los empresarios la imposibilidad de mantener las plantillas de obreros.

     En 1922, UGT comprendió que era absurdo mantener en sus filas a los comunistas, que estaban soliviantando a sus militantes. Y los comunistas fueron expulsados de UGT, y emprendieron una nueva táctica: atraerse al otro sindicato, Confederación Nacional del Trabajo CNT, de carácter anarquista. Resultaba que algunos cenetistas querían ingresar en Tercera Internacional, pero la mayoría no. Todos sabían que el PCE iba a la revolución comunista en España, como parte de la revolución mundial. Y los anarquistas llamados violentos iniciaron campañas de violencia contra los sindicalistas de UGT, que eran moderados, los violentos convocaron huelga general, pero fue un fracaso y se desacreditaron, lo cual provocó una crisis interna muy grave, pues los más violentos fueron acusados de hacer fracasar el progreso de la revolución. La huelga de la Federación Minera de Bilbao, promovida por el PCE, dejó a los obreros tirados en la calle, abocados a la miseria, y hablando mal de los comunistas que les habían empujado al abismo del paro.

               Conflictividad social.

     La conflictividad fue común en toda la Europa de la posguerra y era un tanto compleja. Por un lado, se producía una reacción contra el activismo sindicalista, contra el activismo corporativo propio de la derecha y la Iglesia católica, y contra el activismo de clase propio de anarquistas y socialistas. Por otro lado, las organizaciones sindicales iban a más.

     Durante la Gran Guerra de 1914-1918, los patronos habían hecho mucho dinero, y se habían interesado por contratos permanentes y estables que les aseguraran la mano de obra. Por eso, concedían subidas de salarios y mejoras en las condiciones de trabajo, aunque las subidas fueran por debajo de la inflación y se limitaran a ser nominales. Y los trabajadores se afiliaron masivamente a los sindicatos porque éstos conseguían resultados, aparecían como protagonistas que conseguían esas subidas de salarios y mejoras de condiciones de trabajo. Así, CNT pasó de 15.000 afiliados en 1915, a 718.000 afiliados en 1918. Y UGT tenía en 1920, 211.342 afiliados. Lo que los obreros interpretaban como triunfos sindicales se explica porque los patronos buscaban soluciones rápidas a los conflictos laborales, pues cada día de pérdida de producción era pérdida de oportunidades de ventas. Pero los patronos pedían sindicatos “responsables”, es decir, que mantuvieran lo pactado.

     Un caso diferente eran las empresas pequeñas, en las que los patronos no aceptaban a los sindicatos e imponían su ley.

     En 1920, el panorama laboral cambió, como lo hizo la perspectiva de ventas y precios, y los empresarios se negaban a dialogar con los sindicatos. Todos los empresarios, los grandes y los pequeños. Y ante esta postura de fuerza, los obreros se dividieron respecto a la actitud a jugar: CNT luchaba contra UGT.

     CNT celebró congreso en Madrid en 1919 en el Teatro de la Comedia. Por entonces, los anarquistas creían que se daban las posibilidades para una revolución anarquista y despreciaban al sindicato UGT que sólo quería negociar condiciones de trabajo. Cada vez que los patronos cedían en las negociaciones con UGT, CNT perdía partidarios. En 1923, CNT era un sindicato muy débil. Los obreros consideraban inútiles las huelgas que convocaba CNT, porque percibían que no eran laborales sino políticas al servicio de los sindicalistas anarcos.

     En febrero de 1920, Jaime Cussó, Presidente de la patronal catalana Fomento del Trabajo, escribió al Presidente del Gobierno de España que era preciso controlar a los sindicatos, porque había peligro de revolución entre los anarquistas agrarios andaluces, entre los mineros asturianos, y entre los anarcosindicalistas catalanes, y que el Gobierno debía instituir tres comisiones parlamentarias permanentes que vigilasen esos tres focos de revuelta. El Gobierno se negó a hacerlo y los empresarios catalanes se sintieron agraviados.

     En ese momento los sindicalistas, socialistas y anarquistas estaban discutiendo el problema de la adhesión a la III Internacional. Joaquin Maurín[7] y Andreu Nin[8], ambos catalanes y maestros de primera enseñanza, querían sumarse a la revolución leninista, pero el resto de CNT no quería hacerlo. La discusión tuvo lugar en el Congreso de Zaragoza de 1922.

     Pablo Iglesias dijo que PSOE y UGT no se incorporarían a la Tercera Internacional, pero las Juventudes Socialistas del PSOE dijeron que ellos sí se incorporaban, y en 1920 crearon el Partido Comunista Español, PCE (que no era el posterior Partido Comunista de España). Casi todos los nuevos comunistas españoles eran universitarios menores de 30 años de edad.

     Los comunistas organizaron un mitin en Málaga, y ello provocó descontento entre los militares españoles, los cuales decidieron que era precisa una dictadura militar que acabara con la tolerancia a grupos políticos extremistas.

         La dimisión de Romanones.

     En marzo de 1919, el Gobierno de Romanones decidió acabar con la huelga dialogando. El problema mayor era Cataluña. Las autoridades catalanas eran Joaquín Miláns del Bosch, Capitán General; Martínez Anido, Gobernador militar; Carlos Montañés, Gobernador Civil, ingeniero de La Canadiense, nombrado Gobernador por Madrid para solucionar la crisis; Gerardo Doval, era el jefe de policía, enviado por Madrid; José Morote, era delegado del Gobierno de Madrid para dialogar con los obreros y con la empresa.

     Estos enviados por el Gobierno, llegaron a un acuerdo con los huelguistas de Salvador Seguí, anarquistas moderados, en 17 de marzo de 1919 que contenía los siguientes puntos: Libertad para los presos por cuestiones sociales; Readmisión de obreros despedidos; Aumento de salarios; Cobro de media paga correspondiente a los días de huelga; Jornada de 8 horas.

     Era muy buen acuerdo. Los negociadores convocaron asamblea de obreros en la plaza de toros de Las Arenas el 19 de marzo de 1919, para ratificar el acuerdo y hubo una gran discusión entre Salvador Seguí y los anarquistas que querían la revolución a toda costa. Seguí impuso la vuelta al trabajo.

     Pero la facción exaltada de CNT decidió continuar la huelga, con la excusa de que todavía quedaban presos sin liberar. Los no liberados, eran los procesados por delitos graves, que estaban excluidos expresamente en el acuerdo de 19 de marzo.

El 24 de marzo de 1919 empezó una huelga general en toda España. Entonces las Juntas de Defensa empezaron a actuar por su cuenta y destituyeron al Gobernador, Carlos Montañés, y al jefe de policía de Barcelona, Gerardo Doval, los metieron en un tren con destino a Madrid.

     El 3 de abril de 1919, Romanones firmó el Real Decreto de la Jornada de Ocho Horas, pero éste no fue publicado hasta 23 de septiembre de 1919. Romanones trataba de cortar la huelga, concediendo lo fundamental que pedían los huelguistas.

     Las Juntas de Defensa se sintieron traicionadas por el Gobierno, por haber negociado con los huelguistas sin contar con ellos. Entonces la Lliga Catalanista decidió abandonar a sus colaboradores anarquistas y sumarse a los militares e intransigentes. Acudió al “somatén” para boicotear la huelga, y los vecinos se hicieron cargo de restablecer el funcionamiento del mercado, cementerio, hospitales, luz, agua, orden público y transportes. La CNT riñó definitivamente con Lliga. El somatén permitió que el ejército se hiciera cargo de los puntos complicados en los barrios marginales y la huelga se acabó pronto. El ejército detuvo a los 200 del comité de huelga. Era el 10 de abril.

     Ante esta intromisión militar, Romanones, que no quería enfrentarse a los militares, ni consentía en su insubordinación, dimitió el 14 de abril de 1919.


[1] José Gómez Acebo, marqués de Cortina, 1860-1932 fue ministro de Fomento en diciembre de 1918 y de Marina en agosto de 1921. Desde 1918 a 1930, fue presidente del Banco Español de Crédito.

[2] Joaquín Salvatella Gisbert 1881-1932 fue ministro de Instrucción Pública en diciembre de 1918 y en diciembre de 1922.

[3] Joseba Lebrancón Nieto. Los depósitos francos en España 1914-1930. Investigaciones de Historia Económica. Otoño de 2009.

[4] Eduardo Ruiz Tosaus. El Caso Savolta: entre realidad y ficción.

[5] Antonio Gramsci, 1891-1937, era sardo de familia muy pobre y huérfano de padre desde los 7 años de edad, lo que hacía muy difíciles las condiciones de vida de su familia, e incluso no podía acudir a la escuela pues tenía que trabajar muchos días, desde los siete años de edad. En 1911 consiguió una beca para estudiar en la Universidad de Turín, una beca insuficiente para su mantenimiento. Y se afilió al Partido Socialista Italiano. En el año en que terminaba sus estudios, 1915, Italia entró en la Gran Guerra. En 1917, mostró sus simpatías por los bolcheviques, y en agosto de ese año, logró sublevar Turín. En 1919, Antonio Gramsci, Ángelo Tasca, Palmiro Togliati y Umberto Terracini crearon Órdine Nuovo, un grupo comunista leninista. La táctica política de este grupo era organizar continuas huelgas, ocupar las fábricas y crear el máximo desorden social, a fin de probar al Estado hasta que llegara la oportunidad de una revolución bolchevique. Eso es el gramscismo. El 21 de enero de 1921, Gramsci y Terracini crearon el PCI, pero no para participar en la vida política parlamentaria, sino para organizar los máxinos desórdenes que propiciaran la revolución. Gramsci, ante el fenómeno de Mussolini de 1922, hizo un análisis equivocado de la realidad: dijo que el fascismo era un fenómeno transitorio que desaparecería a corto plazo. Dijo que se trataba simplemente de que la pequeña y media burguesía había entregado el poder a la alta burguesía, y que esta realidad era fácilmente atacable por unas células comunistas que eliminaran a los pocos burgueses que conformaban el nuevo régimen político. En cuanto al campesinado, se necesitaban unos jóvenes comunistas entusiastas que adoctrinaran adecuadamente a los obreros del campo contra sus dueños opresores. De este modo, Gramsci llevó mucha violencia a Italia, pero nada práctico para una sociedad mejor.

[6] Ignacio Rotaeche Velasco, 1888-1951 era un alavés ingeniero de caminos, casado con Juana Chalbaud Amann, 1895-1979, hija del presidente de Unión Española de Explosivos, Pedro Chalvaud Errazquin. En 1912 ingresó en el PNV y en 1917 era presidente del Bizcai Buru Batzar. Ignacio Rotaeche hizo trabajos de planificación del ferrocarril de La Robla (1918-1922), el puente levadizo de Deusto, el puente levadizo del Ayuntamiento de Bilbao. En 1936 decidió no apoyar a ninguno de los dos bandos, lo cual le costó amenazas de muerte, incluso provenientes de miembros de PNV. Se marchó a San Juan de Luz, a Venezuela, y a Portugal en 1942, hasta que en 1943 se le permitió regresar, con la condición de no vivir en el País Vasco ni en sus cercanías.

[7] Joaquim Maurín Julià, 1896-1973, era maestro en Lérida, y en 1913 estaba en Juventud Republicana. En 1921 viajó a Moscú al Congreso Fundacional de la Internacional Roja, y regresó en octubre, momento en que fue elegido Secretario General de CNT. En febrero de 1922 fue detenido y empezó a trabajar en la creación de Comités Sindicalistas Revolucionarios, que eran agrupaciones bolcheviques para preparar la revolución comunista en España. su grupo fue denominado La Batalla, por el periódico que editaban. En 1924, el grupo La Batalla ingresó en el PCE, y Maurín se encargó de organizar la célula Federación Comunista Catalano Balear. En enero de 1925 fue encarcelado, y cuando fue liberado en octubre de 1927, se marchó a París, con otros comunistas. En 1930 regresó a Barcelona, se opuso al estalinismo y abandonó el PCE. En 1 de marzo de 1931 ingresó en el Partit Comunista Catalá, y crearon el Bloc Obrer i Camperol, BOC (Bloque Obrero y Campesino) de mucho éxito en Cataluña. En 1934, promovió la creación de “Alianzas Obreras”, las cuales debían promover la revolución comunista en España, cuya acción más importante fue llevada a cabo en la rebelión minera de Asturias. Tras la derrota comunista de 1934, BOC se alió con Izquierda Comunista de Andreu Nin, que se decía trotskista, y juntos, formaron Partido Obrero de Unificación Marxista POUM. En julio de 1936, cuando se sublevó Franco en Melilla, Maurín estaba en Galicia, zona sublevada, y huyó hacia su tierra, pero fue detenido en Jaca, antes de llegar a su destino. Fue llevado a Salamanca y encarcelado bajo el nombre de Máximo Uriarte. Fue juzgado en 1944 y condenado a treinta años. Indultado en 1946, se fue a Nueva York, donde creó una agencia de noticias y trabajó en un periódico.

[8] Andreu Nin Pérez, 1892-1937, era maestro en El Vendrell (Tarragona) y en 1911 se hizo Republicano Federal, en 1917 del PSOE, y en 1918 estaba afiliado a CNT, donde, desde 1919, defendía su integración en la Internacional Comunista. En 1921 fue a Rusia al Congreso de la Internacional Roja, abandonó CNT y se hizo comunista. Estuvo un tiempo con Nicolai Bujarin, y más tarde con León Trotski. Visitó  Francia, Italia y Alemania como delegado de la Internacional Comunista. En 1926 se integró en Oposición de Izquierda de León Trotski, y tuvo que abandonar Rusia en 1930, cuando triunfó Stalin. Creó en 1931 y dirigió en España Izquierda Comunista de España, que era trotskista, cuya política no gustó ni al propio Trotski. Estuvo en la rebelión obrera de 1934 organizando grupos obreros en Cataluña, y discutió con Trotski. Entonces decidió abandonar el trotskismo y fusionar su grupo con Bloque Obrero y Campesino, de donde surgió Partido Obrero de Unificación Marxista POUM. En 1936, fue Consejero de Justicia de la Generalitat de Cataluña e implantó los tribunales populares que hacían ejecuciones extrajudiciales a todo aquel al que consideraban fascista y enemigo del pueblo, lo cual era ejecutado por las milicias del POUM, tanto buscarles, como detenerles y ejecutarles. En noviembre de 1936, Josep Tarradellas el Presidente de Cataluña, creyó inconveniente la acción de Nin, y el 16 de diciembre fue cesado. En mayo de 1937, el POUM fue acusado por los estalinistas de fascismo y colaboración con Franco, pues sus crímenes daban muy mala propaganda a los comunistas, y los habían hecho sin el permiso de de la URSS, de modo que Alexander Orlov dio orden de eliminar a los POUM. El 16 de junio de 1937, la cúpula del POUM fue detenida por los republicanos catalanes y Nin fue trasladado a Alcalá de Henares, cárcel comunista donde desapareció para siempre.

Post by Emilio Encinas

Emilio Encinas se licenció en Geografía e Historia por la Universidad de Salamanca en 1972. Impartió clases en el IT Santo Domingo de El Ejido de Dalías el curso 1972-1973. Obtuvo la categoría de Profesor Agregado de Enseñanza Media en 1976. fue destinado al Instituto Marqués de Santillana de Torrelavega en 1976-1979, y pasó al Instituto Santa Clara de Santander 1979-1992. Accedió a la condición de Catedrático de Geografía e Historia en 1992 y ejerció como tal en el Instituto Santa Clara hasta 2009. Fue Jefe de Departamento del Seminario de Geografía, Historia y Arte en 1998-2009.

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