EL GOBIERNO DATO DE JUNIO DE 1917.

Conceptos clave: Revuelta socialista de junio de 1917, revuelta catalanista de julio de 1917, aprobación de las Juntas de Defensa en junio de 1917, Asambleas de Parlamentarios en julio de 1917, Huelga General de 1917.

     El Gobierno Dato de 1917 era un Gobierno de crisis. Los militares habían amenazado al Gobierno García Prieto, y el Rey se había puesto de parte de los militares. García Prieto topó con un grave dilema, o se echaba al Rey, o se dimitía. Y García Prieto dimitió el 9 de junio. Y los radicales, reformistas y socialistas estaban dispuestos a aprovechar la crisis, y se habían aliado para asaltar el poder. Todo ello había sucedido entre 1 y el 9 de junio.

     El 11 de junio, el Gobierno se entregaba a los conservadores, pero no al líder de la mayoría de los conservadores, Maura, sino al líder de una minoría, Dato. La razón de ello era que Maura y Alfonso XIII se odiaban.

         El Gobierno conservador de Eduardo Dato.

               11 junio 1917 a 26 octubre 1917

  Presidencia del Consejo, Eduardo Dato Iradier.

  Gobernación, José Sánchez-Guerra Martínez.

  Estado, Salvador Bermúdez de Castro O`Lawlor, marqués de Lema.

  Guerra, Fernando Primo de Rivera y Sobremonte marqués de  Estella (hermano de Miguel Primo de Rivera) / 18 octubre 1917: José Marina Vega.

  Marina, Manuel Flórez Carrió, marqués de Hinojosa y de Diezma.

  Fomento, Luis Marichalar Monreal, vizconde de Eza[1].

  Hacienda, Gabino Bugallal Araújo, conde de Bugallal.

  Instrucción Pública y Bellas Artes, Rafael Andrade Navarrete.

  Gracia y Justicia, Manuel de Burgos Mazo.

     Como se venía hablando de una nueva Constitución, al Rey no le pareció bien disolver Cortes, y Dato, conservador, tuvo que gobernar con las Cortes liberales que habían elegido Romanones y García Prieto. Nadie se atrevía a convocar elecciones, pues una nueva Constitución sería probablemente republicana.

     1917 fue el año de la posible coalición del catalanismo, ejército y republicanos para cambiar el Gobierno de España, el año de la revolución fracasada. El fracaso dejó claro que el sistema estaba tan cerrado sobre sí mismo que no podría ser cambiado sino por un golpe de Estado. Todos los españoles lo sabían. Los golpes de Estado que intentaron cambiar la política española fueron de signo conservador (1923), de signo progresista (1931) o de signo nacionalcatolicista (1936), pero todos sabían perfectamente de qué iba el juego.

         Las movilizaciones obreras en junio.

La reunión entre socialistas y republicanos para organizar un Comité Coordinador de la revolución, tuvo lugar el 5 de junio. Fue un acuerdo provisional. Se llegó a un pacto definitivo el 16 de junio de 1917, entre Largo Caballero y Julián Besteiro por el PSOE, Melquiades Álvarez por los reformistas accidentalistas, y Alejandro Lerroux por los republicanos radicales. El acuerdo consistía en la implantación de un Gobierno Provisional del que sería Presidente Melquiades Álvarez, y Ministro de Trabajo Indalecio Prieto. Este Gobierno tendría la misión de convocar Cortes Constituyentes

Los socialistas Julián Besteiro y Virginia González, se opusieron a que un socialista participara en un Gobierno burgués, pero no se impuso su opinión). Largo Caballero viajó a Barcelona a comunicar el acuerdo de 16 de junio a la CNT, y ésta criticó el establecer acuerdos con burgueses como Melquiades Álvarez y Lerroux, pero Ángel Pestaña y Salvador Seguí manifestaron que ellos estaban enterados previamente, y que habían dado su visto bueno, y CNT aceptó ir a la huelga conjuntamente con UGT para que triunfara el proyecto de golpe de Estado. CNT y PSOE coordinaron quiénes dirigirían las huelgas de las diferentes regiones de España y cómo comprar armas, y hubo dos coordinadoras de compras, por un lado la de CNT, y por otro la de Prieto, que las acumuló en Bilbao. Pablo Iglesias escribió en El Socialista que el propósito de esa revolución era establecer una república.

     Los coaligados convocaron inmediatamente un montón de huelgas. Decían a los obreros que Dato se negaba en redondo a intervenir sobre los precios, y que los alimentos eran muy caros. Las consignas estaban bien escogidas como enganches, pero no tenían relación con la realidad, pues Dato apenas había iniciado su Presidencia. Se iniciaron unos movimientos asamblearios, cuyo único fin era provocar la crisis política. Para junio, estaba convocada huelga de albañiles del País Vasco, de obreros del arsenal de Cartagena y de mineros de Cartagena.

     Los anarquistas creyeron llegado el momento de la revolución, y malinterpretaron sus fuerzas creyéndose capaces de echar abajo al Estado fácilmente. La represión afectó no sólo a los anarquistas sino a todos los partidos de izquierdas.

              La amenaza catalanista.

A primeros de junio de 1917, Cambó pidió apertura de Cortes y aseguró que, si no se abrían las Cortes, los catalanistas convocarían “asamblea de diputados catalanes”. Contaba con que los socialistas y los republicanos veían también llegado el momento de cambiar el Gobierno. Dato contestó a Cambó que su postura era delito de sedición.

     La Lliga de Cambó vio la posibilidad de agrupar a las fuerzas disconformes con el Gobierno de Dato, y proponer un modelo de España diferente al canovista o al de la Restauración. Pero no deseaba ir conjuntamente con socialistas y anarquistas, sino que quería aprovechar para sacar adelante la independencia de Cataluña.

     Cambó sondeó la opinión de los británicos, a los que la actuación independentista de Cambó les pareció grotesca. Así que dedujo que el movimiento se reduciría a dimensiones nacionales españolas. Cambó contaba con la colaboración del Coronel Márquez y sus Juntas Militares. Entonces, hizo una declaración sorprendente: si las tropas apoyaban el movimiento asambleario, la actuación contra el Gobierno sería legal, y sólo si las tropas no lo aprobaban, sería una sedición.

     Cambó convocó a los parlamentarios catalanes a reunirse el 5 de julio de 1917, puesto que no había Cortes ordinarias abiertas. Los catalanes pidieron apertura de Cortes, y Dato se negó de nuevo. Entonces, los parlamentarios catalanes convocaron Asamblea de Parlamentarios Españoles en Barcelona para el 19 de julio de 1917.

 La arriesgada jugada de Dato. Las Juntas de Defensa.

     Dató censuró todas las noticias sobre la Asamblea de Parlamentarios de Barcelona, a fin de no generalizar el conflicto en el resto de España. Dato no quería abrir Cortes porque no tenía mayoría, y se encontraba solo. Dato no podía hacer frente a la huelga general que amenazaba con ser muy general en las grandes ciudades.

Así que, el 12 de junio, Dato aprobó el Reglamento de las Juntas de Defensa, es decir, se rindió ante los militares, lo cual podía poner al ejército de su parte, y evitar gracias a él revueltas socialistas, anarquistas y catalanistas. No se equivocó en la previsión, a pesar de que se generaba un problema grave, el militarismo. El ejército se pacificó y en adelante, colaboró con el Gobierno. En esas condiciones, Dato creía que Cambó, el mayor peligro para su Gobierno, podría ser anulado con facilidad.

Dato sabía que Cambó era un conservador, y que no iría a la revolución socialista, aunque podía colaborar con los republicanos catalanes que sí querían una revolución, pero Cambó esperaba dominar la revolución en Cataluña con el apoyo de los empresarios catalanes, si ésta se producía.

Una vez conformadas legalmente las Juntas de Defensa, el poder del ejército era superior incluso al del Rey, al que podían exigir nombramientos y destituciones. Y el Rey simpatizaba con los militares, lo que significaba que los Presidentes y Ministros dependían del gusto militar. Para calmar a los descontentos se suspendieron garantías constitucionales y se impuso la censura de prensa.

El PSOE era un partido insignificante y poco organizado, cuyos 15.000 militantes significaban muy poco. El peligro estaba en su sindicato prohijado, UGT, que podía provocar huelgas, sobre todo en Asturias, pero más problema era CNT si se coordinaba con UGT, pues movía a muchos más obreros.

     El Manifiesto catalanista de 14 de junio de 1917.

     El 14 de junio de 1917, los Diputados y Senadores de Lliga Regionalista, publicaron un Manifiesto en el que denunciaban la falta de representatividad parlamentaria en España, y pedían una nueva Constitución que reconociera las autonomías regionales ibéricas. Esto haría a todos más fuertes: Per Catalunya i l`Espanya gran. Decía que el propósito de la revolución era acabar con el caciquismo, con el sistema de turno de partidos, y con el sistema de designación de Alcaldes y Gobernadores Civiles. Estos cambios renovarían España, y no los cambios de Gobierno que se estaban dando tan a menudo para no cambiar nada. No eran los Gobiernos los que había que cambiar, sino el sistema político.

     Firmaban el manifiesto Raimundo Abadal y 6 senadores mas, y Antonio Albafuls Vidal y 11 diputados más, entre los que estaba Francesc Cambó Batlle. Con el Manifiesto de 14 de junio se ponía en marcha el principal problema de Estado que Dato preveía.

     Cambó fue a Madrid, y le pidió a Dato la reapertura de Cortes como habían dicho los parlamentarios catalanes. Dato se negó en redondo. Abrir las Cortes para facilitar la postura sediciosa de Cambó, era una insensatez.

     Y entonces empezó la gran demostración teatral en la que Cambó aparecía como el más democrático y progresista de los españoles. Cambó pidió representación auténtica de los españoles en las Cortes, algo que podían compartir con él todos los españoles. Cambó estaba intentando una alianza de él mismo con la derecha. Mientras tanto, Prat de la Riba intentaba una coalición revolucionaria con la izquierda catalana. Y como Cambó y Prat estaban de acuerdo, preveían un final feliz para sus pretensiones.

El asunto de la coordinación entre Cambó y Prat de la Riba era complejo porque Cambó era conservador, muy de derechas y muy catalanista, e incluso en un momento de su vida, Cambó había apoyado a los carlistas. El interés de Cambó radicaba en que Lliga tuviera un grupo grande de parlamentarios a fin de influir decisivamente en los Gobiernos de Madrid desde Barcelona. Cambó no quería revoluciones sociales ni revoluciones políticas, que le venían mal a los empresarios catalanes. Incluso no quería perder el mercado español que los empresarios textiles y químicos catalanes tenían como reserva propia. Cambó quería concesiones de tipo autonomista. En cambio, Prat de la Riba quería una revolución catalanista, en sentido independentista y republicano, y estaba ensayando algún sistema de coalición con la izquierda republicana española. Es decir, era una coalición de derecha e izquierda con un punto común en el catalanismo.

     En su idea de España, Cambó había observado que la izquierda española estaba en situación prerrevolucionaria, y que estaba muy animada por la revolución de febrero de 1917 en Rusia, la cual había derrocado al Zar con menos esfuerzo del previsible. Sabía que los socialistas y anarquistas querían la revolución económica y social, que UGT y CNT eran beligerantes con las subidas de los precios que Cambó y los empresarios estaban generando, y que incluso, en julio de 1916 ya habían convocado una huelga con estos lemas, y esperaban convocar otra para julio de 1917. Sabía que los socialistas estaban en contactos con Izquierda Republicana de Melquiades Álvarez, marzo de 1917, para pedir la abdicación del Rey y un Gobierno Provisional. Los contactos se habían renovado en junio de 1917 y la nueva meta era la “soberanía nacional”, lo que quería decir Cortes Constituyentes y una segunda República.

         El fracaso de Cambó ante los militares.

     El 25 de junio de 1917, los militares declararon que no querían ser instrumentos del Gobierno, pero Cambó se preguntaba si estaban dispuestos a hacer una revolución.

     Cambó llamó al Coronel Benito Márquez, líder de las Juntas de Defensa, y éste se mostró partidario de colaborar en el levantamiento propuesto por Cambó, pero cuando Márquez lo propuso a las Juntas Militares, los oficiales dijeron que ellos no estaban allí para hacer catalanismo ni republicanismo, y que las declaraciones de los parlamentarios de Lliga de Prat de la Riba eran “una maniobra política con miras antiespañolistas” y separatistas.

     Intervino entonces Marcelino Domingo, republicano catalán, animando a los suboficiales y tropa, a hacer ellos también juntas militares como las de oficiales, “para disciplinar a los generales políticos y a los Gobiernos creados por ellos”. Aquello era idéntico a formar soviets de suboficiales y soldados, como se estaba haciendo en Rusia, y si se conseguía, también podía dirigirse contra las Juntas ya establecidas de oficiales, que abarcaban desde capitanes a coroneles. La declaración de Marcelino Domingo fue condenada por las Juntas Militares de Defensa, las cuales dijeron que se debía respetar a las autoridades constituidas. Marcelino Domingo no logró hacer Juntas de Suboficiales.

     Marcelino Domingo Sanjuán, 1884-1939, era un maestro de escuela catalán, hijo de un guardia civil andaluz y una catalana, un auténtico charnego que tenía que reivindicarse ante los catalanes de pura cepa. En 1909 se hizo republicano de Unión Federal Nacionalista Republicana UFNR, y en 1914 salió elegido Diputado. Había captado la importancia de escribir en los periódicos para promocionarse políticamente. En 1914, abandonó UFNR y se pasó a CNT, pero siguió colaborando en periódicos como La Publicidad y La Lucha. En 1915 no veía futuro en CNT, y creó Bloc Republicá Autonomista, BRA, que fue un fracaso. En 1917, creó Partit Republicá Catalá, PRC, y se sumó a la propuesta de Cambó de hacer la Asamblea de Parlamentarios y la huelga revolucionaria. En 1929, abandonó el catalanismo y se hizo del Partido Republicano Radical Socialista PRRS de Álvaro de Albornoz, y en 1934 se asoció a Azaña y a Casares Quiroga en Izquierda Republicana y logró ser Ministro varias veces. En 1939 se exilió a Francia, donde murió al poco.

     Cambó habló también con los mauristas, pero todos se negaron a colaborar en el proyecto de un Parlamento alternativo en Barcelona. Intervino Maura, líder de la derecha, que se negó a aceptar el asamblearismo. Maura estaba incómodo con Dato y con el Rey, pero no estaba dispuesto a aceptar una revolución.

Cambó se quedó solo, abandonado por el resto de la derecha española, lo cual significaba que la protesta iniciada por él, quedaba en manos de los republicanos, izquierda catalanista y socialistas. Era curioso el hecho de que Cambó fuera un burguesito catalán conservador y no un revolucionario, y estuviera creando tantas oportunidades a la revolución de izquierdas en España. Y su partido, Lliga, era el partido de los industriales catalanes, conservadores burgueses, enemigos de toda revolución proletaria. Pero estos empresarios creían que, atacando al Gobierno de España, impondrían un dominio de los industriales catalanes sobre la España agrícola y atrasada. Había muchos vacíos en este razonamiento.

     La Asamblea de Parlamentarios Catalanes de 5 de Julio de 1917.

     Cambó captó perfectamente la importancia de los sucesos del

1 de junio de 1917, tanto del Manifiesto de las Juntas de Defensa, como del manifiesto del PSOE de ir al golpe de Estado, y de las coaliciones de 5 de junio y 16 de junio para el golpe de Estado, así como el reconocimiento de las Juntas de Defensa por el Gobierno en 12 de junio de 1917. Sabía que se avecinaba la posible institucionalización de un nuevo Estado si triunfaba la situación revolucionaria que estaba empezando.

El éxito de hacer retirar a Alba la Ley de Impuestos Extraordinarios de Guerra, de principios de junio de 1916, hizo pensar a Francesc Cambó, que el Gobierno de España estaba en un momento de debilidad, y que esta circunstancia podía ser aprovechada por los empresarios catalanes. Como el ambiente revolucionario era republicano, la táctica era presentar a los empresarios como defensores de los valores republicanos. Cambó utilizaba un lenguaje progresista y de izquierdas, como conjuro mágico para su papel de mago de la política, pero Cambó era un conservador. La idea era asustar a los liberales de Romanones, y a los conservadores de Dato, y atraerse a las masas catalanas como si fuera uno de sus líderes populares. Durante toda la primera mitad de 1917, Cambó se entrevistó con toda la oposición al Gobierno. Le interesaban los republicanos radicales de Lerroux, y los anticlericales de Melquiades Álvarez. Sabía que tanto el uno como el otro, eran dos burguesitos que jugaban a ser líderes de izquierdas. Pero él jugaría al mismo juego, más de izquierdas que nadie en el discurso, pero conservador en el fondo.

El 28 de junio, Cambó decidió reunir a los diputados y senadores catalanes en asamblea, que se llamó Asamblea de Parlamentarios Catalanes. El 1 de julio, Raimundo Abadal Calderó[2] hizo la convocatoria oficial de diputados y senadores catalanes en el Ayuntamiento de Barcelona para el 5 de julio.

Cambó reunía a los diputados y senadores catalanes para sacar adelante los intereses económicos catalanes, con ningún sentido de Estado respecto a España. Lo que le interesaba era suprimir el impuesto sobre beneficios extraordinarios, obtener un puerto franco para Barcelona, y conseguir la reducción de impuestos de importación y exportación para los industriales catalanes. Cambó arengó a los miembros de la Lliga Catalanista hablando de “Per Catalunya i l`Espanya gran”. Las ideas directrices políticas manifestadas, eran exigir apertura de Cortes o disolución de las mismas, y convocatoria de elecciones.

     Las exigencias a las que llegó la Asamblea de Parlamentarios Catalanes reunida el 5 de julio fueron: que se reuniesen Cortes Constituyentes para dar una nueva organización al Estado español, un Estado con Autonomías;  que si no se convocaban Cortes las convocarían ellos mismos, los catalanes, iniciando el proceso revolucionario; que Cataluña debía tener su autonomía. Y por fin, que si Dato no admitía la convocatoria de Cortes Constituyentes, que era precisa una reunión de los parlamentarios españoles, Diputados y Senadores, y se invitaba a todos ellos a reunirse en Barcelona el 19 de julio para decidir el asunto de las Cortes Constituyentes.

     El resto de los partidos españoles no secundó la iniciativa de los diputados catalanes, salvo pocas excepciones socialistas y algunos republicanos reformistas. Maura, con su negativa a colaborar, fue decisivo para que no tuviera lugar el movimiento revolucionario político. Cambó, el conspirador que había organizado la maniobra, se quedó suspendido en el aire, entre republicanos y socialistas.

     Las conclusiones del 5 de julio le fueron comunicadas a Dato el día 6. Dato respondió el 8 de julio diciendo que los catalanes no tenían competencias para exigir Cortes, y que la Asamblea convocada en Cataluña era ilegal.

     Las Juntas de Defensa contactaron con Maura para echar a Dato del Gobierno, pero Maura se negó a cooperar. Entonces Cambó conectó con las Juntas de Defensa para que permitieran la Asamblea de Parlamentarios del 19 de julio. Cambó les aseguró que los catalanes no eran separatistas, pues ello perjudicaba a Cataluña, sino que querían un modelo diferente del Estado español. Márquez dudaba en si apoyar a Dato, o a Cambó, pero las Juntas Militares tenían claro que no apoyarían a separatistas catalanes.

         El pacto sindical propuesto por UGT.

     El 17 de julio, UGT propuso a CNT un pacto entre sindicatos, lo cual produjo un programa absolutamente utópico, pero que muestra el espíritu revolucionario presente en estos días: derrocamiento de la monarquía, poder de los sindicatos para vetar leyes, llevar la revolución a todos los países beligerantes en Europa, 7 horas de jornada laboral y tarde del sábado libre, salario mínimo de 4 pesetas, pensiones para los incapacitados, supresión del trabajo para menores de 14 años, disolución del ejército y su sustitución por milicias, abolición de la diplomacia y que la guerra sólo se hiciera por plebiscito popular y sólo fueran a ella los que votaran a favor, federación de todos los países de Europa, separación Iglesia-Estado, divorcio y cierre temporal de las iglesias hasta tener una nueva Constitución, autonomía municipal y regional, nacionalizaciones del suelo, subsuelo, trabajo y seguros. Era lo que hoy calificaríamos de comunismo internacionalista, pero en esos días se llamaba socialismo.

     CNT no se unió al pacto de 17 de julio, pero ese mismo día 17 de julio, declaró que sí se sumaría a una república en la que los sindicatos pudiesen vetar cualquier ley, y el ejército fuera eliminado y sustituido por una milicia nacional. En su declaración, CNT pedía también que se suprimiesen “los espectáculos públicos que embrutecen al pueblo” (varietés y teatros populares). Y manifestó que no apoyaría las demandas de Cambó ni las de la Asamblea de Parlamentarios Catalanes, que eran burguesas.

      La Asamblea de Parlamentarios españoles de 19 de julio.

El 19 de julio se reunió la Asamblea de Parlamentarios en Barcelona. Eran 63 diputados y 15 senadores, 46 de ellos catalanes. Los reunidos no quisieron que se organizasen manifestaciones callejeras, e incluso Pablo Iglesias habló con CNT para que no hubiera huelgas de apoyo. Pero los tenderos de Barcelona cerraron sus comercios en solidaridad con la Asamblea de Parlamentarios. Cambó pidió a los Ayuntamientos catalanes que guardasen el orden público, y que no se dejasen arrastrar por anarquistas y socialistas a la violencia revolucionaria. Pablo Iglesias, Melquiades Álvarez y Francesc Cambó no estaban de acuerdo con la huelga porque temían que se adueñasen de ella los anarquistas, y porque los socialistas y los anarquistas tenían un modelo de Estado diferente al catalanista.

     Cambó había contactado con el coronel Márquez para que levantase al ejército, con Marcelino Domingo para que levantase UGT, y con Lerroux para que saliesen a la calle los republicanos. Lo que no quería era justificar la actuación militar antes del momento necesario. Los militares de las Juntas de Defensa habían renunciado a cooperar con Cambó, pero podían al menos no atacar a los Parlamentarios.

Los Parlamentarios españoles trataron de reunirse en el Ayuntamiento de Barcelona, pero la fuerza pública no les dejó. Leopoldo Matos Massieu, Gobernador Civil de Barcelona, ocupó militarmente la plaza de San Jaime y alrededores del Ayuntamiento de Barcelona. Los asamblearios cambiaron de lugar de reunión. Se fueron a comer al restaurante El Parque, y más tarde se reunieron en el Palacio de la Ciudadela.

Los líderes parlamentarios y Presidentes de la Asamblea de Parlamentarios, eran Raimundo de Abadal (Lliga Regionalista), Hermenegildo Giner de los Ríos (republicanos radicales) y Salvador Samá i Torrens marqués de Marianao (monárquico alfonsino liberal autonomista). Asistieron casi la totalidad de los parlamentarios catalanes, faltando sólo algunos monárquicos. Otros asistentes destacados fueron: Melquiades Álvarez; Francesc Cambó; Pablo Iglesias; Alejandro Lerroux; Felipe Rodés Baldrich (en representación de los republicanos reformistas); Josep Roig i Bergadá; Luis de Zulueta. Se negó a aceptar la invitación Antonio Maura.

     El programa decidido por la Asamblea de Parlamentarios era

protestar por la actitud negativa de Dato; obtener Cortes Constituyentes, convocadas por un Gobierno Nacional democrático y representativo de la soberanía del país, y no dependiente de un partido concreto; autonomía para Cataluña, concedida por esas Cortes.

Acordaron también constituir una comisión política para redactar una Constitución que necesariamente debía contemplar la autonomía regional. Una comisión militar que debía reestructurar el ejército español en un sistema de defensa nacional. Una comisión cultural que debía reestructurar la enseñanza. Una comisión jurídica que debía reestructurar la justicia. Y también había comisiones social y económica, para hacer las reformas oportunas. Acordaron también no participar en ningún Gobierno de España que no aceptara esos puntos y que no incluyera a Melquiades Álvarez en el Gobierno, puesto que Melquiades Álvarez era el representante de los republicanos y socialistas. El monárquico Salvador Samá y sus 13 parlamentarios abandonaron la asamblea.

     La policía y la guardia civil entraron en la sala cuando se estaba acabando la asamblea. Empezó una farsa política: cuando más tarde, llegó Leopoldo Matos, Gobernador Civil de Barcelona, a la asamblea, los Parlamentarios le rogaron que se sentara. El Gobernador les dijo que se disolvieran. Y los Diputados le dijeron que no reconocían autoridad superior a la de aquella Asamblea y “que entre la fuerza pública a sacarnos”. El Gobernador se dirigió al Presidente de la Asamblea y posó su mano en el hombro del Presidente, lo cual fue el inicio de un alboroto, pues los Diputados decían “que se había ejercido violencia por parte de un representante del Gobierno sobre un parlamentario electo”. Fueron desalojados a empujones. Entonces 55 Diputados y 13 Senadores se fueron en taxis al Restaurante Casino, en el Parque de la Ciudadela. Pretendían representar a todos los Diputados y Senadores españoles, pero teniendo en cuenta que había 407 Diputados, y que no habían obtenido representación de ninguno de los no presentes, aquello era una fanfarronada.

Fueron expulsados del restaurante, y entonces salieron a pie, hacia el Gran Hotel, y la multitud les aclamó mientras iban por la calle. Melquiades Álvarez salió al balcón del Gran Hotel y arengó a la multitud. Les dijo que la Asamblea de Parlamentarios propuesta se había celebrado, a pesar del Gobierno, que no acatarían más soberanía que las del pueblo, y que debían dispersarse.

La Asamblea de Parlamentarios no podía hacer mucho más, pues se produciría la ruptura entre Cambó, de derechas, y el resto de la Asamblea, republicana y socialista. Los Parlamentarios fueron detenidos. Poco más tarde fueron liberados.

     Marcelino Domingo, nada más ser detenidos los parlamentarios catalanes, dijo a los ferroviarios de Valencia que era hora de iniciar una huelga general, pero la huelga tardó un mes en generalizarse.

Los parlamentarios catalanes se volvieron a reunir en Madrid el 30 de octubre de 1917, para ver cómo seguir adelante, pero el Rey y Dato ofrecieron a Cambó dos Ministerios para el Gobierno que iba a formar García Prieto, y Cambó aceptó. Los Ministerios fueron el de Hacienda que lo tomó Ventosa i Calvell, y el de Instrucción Pública que lo tomó Felipe Rodés. A partir de “esta colaboración” con el Gobierno de Madrid, la idea de Asamblea de Parlamentarios se disolvió en el agua.

  Las consecuencias de la Asamblea de Parlamentarios.

     Dato se negó a aceptar las conclusiones de la Junta de Parlamentarios Catalanes, y otro tanto hicieron las Juntas de Defensa, y lo mismo los partidos nacionales españoles.

La prensa española presentó los sucesos de Barcelona como una intriga de los catalanistas. Se podía interpretar así porque la mayoría de los allí reunidos eran catalanes. Era muy difícil explicar a los españoles la presencia de Cambó en aquella mascarada de Barcelona, el cual había manifestado que la autonomía de Cataluña beneficiaría a toda España. Eran difíciles de compartir las manifestaciones de Marcelino Domingo, que decía que Cataluña había dicho en voz alta lo que toda España estaba diciendo en voz baja.

Los Parlamentarios reunidos en Barcelona, quedaron en verse en el Ateneo de Madrid el 30 de octubre de 1917. Pero durante el verano, los socialistas abandonaron la coalición y dijeron que no harían huelgas de apoyo a los Parlamentarios de la Asamblea. Desde ese momento, en la opinión pública, las huelgas se cargaron en la cuenta de los Parlamentarios catalanes, como carga de acusación, por fomentar la revuelta social.

     La represión fue contundente. El hecho de la Asamblea de Parlamentarios Catalanes era gravísimo. El alcalde de Barcelona fue cesado por el Ministro de Gobernación por prestar locales para la asamblea, la policía empezó a detener implicados, y a registrar sus casas.

              El catalanismo en 1917.

     El catalanismo era, como hemos dicho en otra parte, un movimiento burgués que vivía de hacer el doble papel de mártires en economía, y nacionalistas en política. Todo ello entendido en una región diez veces más rica que la media española. Se quejaban de la poca rentabilidad de los negocios, de no poder dar más trabajo a más gente, lo cual, sabiendo que sus ingentes ingresos de guerra extraordinarios, nos lleva a la conclusión de que existía un cierto cinismo. En este momento pedían un puerto franco para exportar sin pagar impuestos, argumentando que así darían trabajo a mucha más gente en sus empresas. A la contra amenazaban, si no se cedía a sus exigencias, con arrastrar a los catalanes al republicanismo, y con derrocar la monarquía española.

     En 1917, los movimientos obreros catalanes, tras el fracaso de la huelga general en España, empezaron a pensar en la conveniencia de una revolución regionalista. Ello supuso una fuerte inyección de fuerza al catalanismo, que inició una tercera fase de actividad política, capitaneado por Cambó (la primera había sido de reivindicación del proteccionismo, hasta 1885, la segunda plenamente burguesa, hasta la muerte de Prat de la Riva en 1917).

     En 1 de agosto de 1917 murió Prat de la Riba, y el único líder de todos los catalanistas era Cambó[3]. Cambó despreciaba tanto a los conservadores como a los liberales españoles, y lo único que le interesaba era obtener prerrogativas para la Mancomunidad catalana. Era el hombre de los grandes empresarios catalanes. Cambó era un rico capitalista que buscaba prosperidad para sus propios negocios atribuyendo al Estado, “a Madrid”, el deber de hacer cuanto le faltaba a su mercado particular: crédito agrícola, repoblación forestal, pantanos y regadíos, obras públicas y el ferrocarril para comercializar sus productos.

     Dado que el movimiento era burgués, todo el mundo sabía que la constante amenaza de entregar Cataluña a los republicanos, cuyos componentes eran revolucionarios populares y populistas, era falsa. Pero se trataba de un juego peligroso en el que los mayores colaboradores eran los partidos de izquierda moderada catalanes, que siempre amenazaban pero nunca daban el golpe y, cuando daban golpes, lo hacían sobre «Madrid», es decir, sobre los objetivos que les habían marcado los burgueses, y no sobre sus propios objetivos que eran históricamente y doctrinalmente antiburgueses. Para asegurarse esta colaboración de la izquierda catalana, los burgueses catalanes utilizaban un lenguaje progresista y revolucionario y hablado en catalán, cuando hablaban en Cataluña, y otro lenguaje moderado, conservador y en castellano, cuando hablaban en Madrid. En el caso de Cambó, parecía esquizofrénico a los que entendían el catalán. El resultado fue un recelo general del resto de los españoles hacia lo catalán, recelo que fue aprovechado por la burguesía catalana para afirmar que la causa de todos los males catalanes era el odio de España hacia lo catalán, es decir, para fortalecer sus posiciones nacionalistas arrastrando, mediante sentimentalismos, a todos los catalanes hacia la defensa de los intereses burgueses catalanes.

     En cuanto a la idea del regionalismo, o la España federal, los catalanistas siempre defendían la desigualdad de las regiones, es decir, el mantenimiento de la situación de privilegio catalana frente a las demás regiones, fundamentando esto en razones históricas. Se hablaba del “hecho diferencial catalán” para referirse a la desigualdad de condiciones. La presentación ante el resto del Estado español era que también pedían autonomía para las demás regiones del Estado, pero esta expresión tenía poco sentido entre regiones extremamente desiguales. La burguesía catalana quería una situación de privilegio industrial y comercial, cosa que nunca podría conseguir si se hiciera independiente. Pero la amenaza de la independencia les servía para rechazar el pago de algunos tributos, y rechazar el servicio militar.

     La realidad durante los principios de siglo XX, era que la mayoría de los catalanes no sabía hablar catalán ni les importaba. Y estos ciudadanos no ideologizados en el nacionalismo, veían con claridad el doble juego de la Lliga, nacionalista y burgués. Esto les hacía mostrarse indiferentes, cuando no contrarios, ante las campañas políticas de sus dirigentes catalanistas.

     Para Cambó, la muerte de Prat de la Riba era un problema personal. Hasta entonces, Prat hacía de catalán malo, y Cambó de catalán bueno. A partir de 1917, Cambó asumió los dos papeles, si bien utilizando los escritos de Prat de la Riba cuando hablaba en catalán.

         La Caja Central de Crédito Agrícola.

     En 1917 se puso en marcha la Caja Central de Crédito Agrícola con dinero aportado por el Estado, y por el Banco de España, los pósitos, el Banco Hipotecario y la banca privada, a fin de aportar créditos al agricultor sin exigirle hipotecas. Esta idea se hacía necesaria en la crisis de la guerra mundial para que el agricultor pudiera introducir mejoras permanentes (cercados, pozos, drenajes, allanamientos), mejoras de capital a corto plazo (animales y maquinaria), y adquirir capital circulante (semillas, abonos, pago de jornales). Tradicionalmente, éste era un campo cultivado por usureros, rurales y urbanos, particularmente inmoral durante el XIX. En el siglo XVIII se había tratado de remediar mediante los pósitos. En 1872, se intentó mediante el Banco Hipotecario de España, pero éste cobraba muchos gastos de escritura y registro, y no resultó eficaz. Después se había encargado del tema la Acción Social Católica, sobre todo en el País Vasco. El tema será retomado en marzo de 1925 por Primo de Rivera creando el Servicio Nacional de Crédito Agrícola, y en 1962 por Franco con el Banco de Crédito Agrícola del Instituto Nacional de Crédito del Ministerio de Hacienda.

         La huelga general de julio-agosto de 1917.

     El 19 de julio de 1917 se inició la huelga de ferroviarios valencianos. El republicano Marcelino Domingo había dicho que la Asamblea de Parlamentarios de Barcelona había sido el inicio de la revolución en España. Por eso, Dato había negociado con los militares, y Dato propició el inicio de la huelga lo más pronto posible, a fin de descabezarla pronto.

     Fue organizada por los sindicatos y partidos de izquierda, pero también apoyada por algunos militares y por partidos de derecha como Lliga. Tuvo carácter indefinido y revolucionario, y reivindicaba tanto mejoras salariales y de jornada de trabajo, como un cambio de Gobierno. Pero se agotó en cinco días.

El PSOE, que tradicionalmente no se aliaba con nadie, tuvo que hacer un esfuerzo para aliarse con militares y empresarios en la huelga. En este caso, el fin justificaba los medios. Pero se equivocó: los socios de derechas buscaban consolidar privilegios, y la alianza del PSOE con ellos confundió a muchos militantes de UGT que creían en la dictadura del proletariado. Si hubieran analizado correctamente la realidad, tendrían que haber visto que no estaban preparados para asumir el poder, y que, en caso de triunfo de la huelga general revolucionaria, el poder iría a manos, o bien de empresarios, o bien de militares, o en último caso a CNT. La estrategia estaba confundida. Los socialistas de UGT no sabían qué estaban haciendo en esa huelga y se dedicaron a “hacer la revolución”, es decir, a armar jaleo, desorden y destrucciones. Un esfuerzo completamente inútil.

     Casi nadie deseaba la huelga, que no beneficiaba a nadie, excepto al Gobierno y al ejército, que tendrían motivos para actuar. CNT y Largo Caballero sí que querían la huelga. Largo Caballero se reunió con miembros de CNT en Valvidriera (Barcelona). CNT le propuso la huelga general revolucionaria, y Largo Caballero repuso que no había condiciones objetivas en España para el triunfo de una revolución, una vez que el ejército apoyaba al Gobierno. El sector conservador del PSOE dijo que España necesitaba una república burguesa democrática, que superara el sistema burgués conservador instaurado en 1812 y en 1837. El triunfo burgués sería un paso hacia la definitiva república socialista. Pero CNT quería una revolución radical, con eliminación del Gobierno y reparto de la propiedad. Los objetivos eran completamente diferentes.

     En aquella reunión, UGT planteó la huelga general como pacífica, pero en el transcurso de los hechos, CNT se negó a la moderación, y los anarquistas hablaron con los republicanos, en concreto habló Marcelino Domingo con Francesc Macià. La Asamblea de la huelga repitió los principios políticos que habían planteado los Parlamentarios en Barcelona el 19 de julio: querían Cortes Constituyentes y un Gobierno Provisional que tratara los problemas del país.

     El 20 de julio, la huelga fue seguida por los comercios y fábricas de Valencia. Ya era un fracaso, cuando al siguiente día, Norte decidió expulsar a 36 ferroviarios que habían organizado la huelga de 20 de julio, y esto renovó el ambiente conflictivo. ¿Quién impulsaba los despidos de Norte y tenía interés en que hubiera conflictos? Se decía que Dato. Otro fracaso era que Norte de Valladolid, el taller central de Ferrocarriles del Norte de España, no les secundó en la huelga. Entonces Dato habría provocado la huelga y la habría confinado a Valencia.

El 21 de julio, el Capitán General de Valencia, Antonio Tovar Marcoleta, declaró estado de guerra. El 22 se restableció la calma en la calle y el 25 de julio se pudo dar por finalizada la huelga. El Gobierno parecía haber triunfado.

     Para generalizar la huelga, se aprovechó que el sindicato ferroviario venía negociando un convenio laboral desde 1916, y que la Compañía de Norte había despedido a los huelguistas de Valencia. UGT no quería extender la huelga, y negoció con Norte la readmisión de los empleados. Norte se mostró dura, por indicación del Gobierno, que se mostró desafiante. Norte tomó represalias y despidió a 35 ferroviarios, al tiempo que otros estaban detenidos por Antonio Tovar. El Gobierno ordenó entonces a Tovar soltar a los detenidos, y pidió a Norte readmitir a los despedidos. Norte se negó. Los obreros de Norte reconvocaron la huelga para el 10 de agosto.

     El 9 de agosto, las conversaciones entre patronal y sindicatos se rompieron porque el Ministro José Sánchez Guerra dijo que no tenía miedo a los huelguistas. Los ferroviarios convocaron huelga para el 13 de agosto.

     Pablo Iglesias no quería la huelga general revolucionaria de ninguna manera, y sólo admitió una huelga de solidaridad con los ferroviarios despedidos. Pero los jóvenes socialistas, Largo Caballero y Besteiro, creyeron que Pablo Iglesias estaba viejo y había que ir a la huelga. Iglesias perdió la votación, y UGT declaró huelga general. UGT fue a la huelga y nombró un Comité de Huelga integrado por Julián Besteiro, Andrés Saborit, Daniel Anguiano y Francisco Largo Caballero, logrando extender los desórdenes por toda España. Pero el Comité de Huelga no quería desórdenes en la calle, sino que procuraba que estos se diluyeran, aminoraran e incluso cesaran. El Comité de Huelga hizo coincidir la Huelga General convocada en Valencia con el día de huelga convocado en toda España. Pablo Iglesias estaba muy incómodo y ordenó que no se buscaran fines políticos revolucionarios, y que transformaran la huelga general revolucionaria en una huelga general laboral simple. Pablo Iglesias pensaba que los socialistas no estaban preparados para controlar el poder en caso de que triunfase la huelga, y que los acontecimientos sobrepasarían al PSOE. Pensaba que destruir el capitalismo español no llevaría a nada más que la pobreza, lo cual podía ser un ideal anarquista, pero no cabía en el programa del PSOE. Pensamos que era Besteiro el que influía en estos planteamientos.

El día 10 de agosto de 1917, la huelga se generalizó entre los ferroviarios de toda España, y entre los demás obreros, en solidaridad, el 13 de agosto de 1917. Fue una huelga con barricadas en las calles, y armas de fuego en las barricadas. Los obreros habían recibido consignas de dar vivas al ejército, cuando los soldados se acercaran a las manifestaciones, a fin de sumar a los soldados a la revolución, pero no tuvieron éxito. Pero no lograron que un solo oficial les apoyase, sino que la barricada era levantada. El ejército también colaboraba en repartir pan entre la población civil, pues había muchos panaderos en huelga y escaseaba ese producto.

     En Barcelona, UGT formó piquetes para que los tranvías no circulasen el 13 de agosto. Empezó una huelga en los talleres metalúrgicos de Barcelona, que se extendió enseguida a cocheras, y a las 11 de la mañana se sumaron los estibadores. Ello significó el corte de los servicios del tranvía, el cierre de la catedral y el cierre de los puestos de flores de Las Ramblas. En Barcelona, la huelga la gestionaba CNT, y el Capitán General, Miláns del Bosch, utilizó la máxima violencia. Las fuerzas armadas se temieron lo peor y llevaron siete cañones a Barcelona. El martes hacía mucho calor. El ejército apoyó a los conductores que quisiesen trabajar y a los tenderos que quisiesen abrir. Los soldados se hicieron cargo de la conducción de los tranvías y restablecieron el servicio. Hubo algunos disparos cerca de la Universidad. Las fuerzas del orden cerraron 17 centros obreros. El miércoles no había carne en los mercados. El jueves, los huelguistas se cansaron y volvieron a sus casas. Se habían dejado en el camino 33 muertos y 80 heridos. El ejército acabó con la huelga de Barcelona. Hubo que detener a muchos piquetes el 16 de agosto, pero, una vez retirados los piquetes, la huelga se vino abajo.

En Madrid los albañiles, panaderos y tipógrafos paraban los tranvías y apedreaban las tiendas abiertas. Algunos grupos de soldados, en Cuatro Caminos, dispararon a matar y cayeron algunos obreros.

En el País Vasco, los obreros y mineros salieron a la calle. La huelga fue dirigida por Indalecio Prieto, un pablista moderado, y por Facundo Perezagua, un dirigente minero. El Gobierno envió soldados desde León para imponerse sobre los huelguistas.

En Asturias, los mineros de SOMA asaltaban armerías, ferrocarriles, cárceles y juzgados a partir de 19 de agosto. Se produjo lo más violento de la huelga. El movimiento lo gestionaban: Isidoro Rodríguez González alias Isidoro Acevedo, un socialista español de primera hora, que se fue radicalizando hasta acabar en 1921 en el comunismo; Manuel Llaneza Zapico, un sindicalista duro que ingresó en el PSOE en 1902, creó el Sindicato de Obreros Mineros Asturianos SOMA, fue alcalde de Mieres a partir de 1911; y el reformista Melquiades Álvarez González-Posada, un abogado asturiano republicano, que fundó en 1912 el Partido Reformista, que se moderó a partir de 1917 y en 1931 creó el Partido Republicano Liberal Demócrata. El inicio de la huelga no fue violento, pero fue reprimida con mucha violencia, pues el ejército hizo fuego sobre las multitudes de mineros. Este error se puede atribuir al Gobernador Militar de Oviedo, Ricardo Burguete, el cual dijo que “daría caza a los huelguistas como a animales salvajes”. Los mineros asturianos resistieron quince días más que el resto de provincias españolas, y sólo les sirvió para tener más víctimas.

León también hizo algunas algaradas. Apenas hubo huelgas en Castilla la Vieja y Andalucía. Los mauristas se ofrecieron voluntarios para que funcionaran los trenes de toda España, boicotearon la huelga de ferroviarios, y la huelga sólo se notó en las regiones citadas, y más bien en las barricadas de esas ciudades. En realidad, la huelga fue un fracaso rotundo de los sindicatos.

     El 15 de agosto, la policía descubrió el alojamiento del Comité de Huelga, Calle del Desengaño número 12 de Madrid, una casa propiedad de José Ortega y Juana Sanabria. Les detuvo a todos. No se resistieron a la detención. Entonces, Lliga Regionalista dijo que no continuaría apoyando la huelga. Lerroux huyó a Francia. UGT se quedó sola entre los obreros y la represión policial.

     El 18 de agosto finalizaron la mayoría de las huelgas, menos en Asturias que se prolongó dos semanas más.

El Presidente Dato pudo con la huelga, gracias a haber solucionado previamente sus problemas con el ejército.

La huelga terminó en septiembre de 1917, sin que los campesinos se unieran a las manifestaciones. En 20 de agosto fue desconvocada por los sindicatos, el 1 de septiembre se retiraron los sindicatos asturianos, y el 15 de septiembre abandonaron los últimos mineros y ferroviarios. Así pues, los acontecimientos empezados en 19 de julio, perduraron hasta 15 de septiembre.

     Cambó estaba asustado por las consecuencias de sus actitudes contra el Gobierno. Al fin y al cabo, Cambó era un burgués que jugaba a amenazar para sacar ventajas y ser alabado por los catalanes. No quiso comprometerse a nada con los huelguistas. El Gobierno decidió que, en adelante, no recibiría a Cambó. La nueva actitud del Gobierno acabó con la popularidad de Cambó entre los españoles, y el 3 de noviembre, Lliga renunció a sus demandas sobre el Gobierno. La hipotética proclamación de la república en España, si ésta proclamaba los principios de egalité y fraternité, acabaría con los privilegios burgueses catalanes e incluso podría acabar con la burguesía catalana. El tema se le complicaba mucho a Cambó.

 Consecuencias de la huelga de julio-septiembre 1917.

     El balance final de víctimas de la huelga fue de 71 a 80 muertos, unos 2.000 detenidos. Los miembros del Comité de Huelga fueron juzgados el 29 de septiembre, y condenados a muerte, indultados, y cambiada la sentencia a cadena perpetua, y luego amnistiados al ser elegidos diputados Largo Caballero de UGT, Besteiro de PSOE, Saborit de PSOE, y Anguiano de UGT. El resultado final, tras el fracaso, no fue bueno para UGT, pues muchos militantes se dieron de baja en UGT: de 180.000 militantes que tenían en 1917, se quedaron en 89.601 en 1918.

     La Lliga Catalanista de Cambó se quiso lavar la cara: propuso una suscripción popular para premiar a las familias de los soldados que habían evitado la violencia durante la huelga. Una vez fracasada la operación, Cambó tuvo la habilidad de declararse contrario a las huelgas alegando que él no había convocado a la violencia. Cambó dijo que había dado la orden a los suyos de no participar en los disturbios de agosto ni en la huelga general.  La Lliga se rompió en ese momento. Pero la jugada política no le salió bien, pues perdió la confianza de la derecha por haber iniciado la huelga, y la confianza de la izquierda por no sostenerla. Empezó su declive. Además se alió a La Cierva, el representante de la derecha, y consiguió una mala imagen. En 1917, los intelectuales de la Lliga, abandonaron ésta, y se aliaron con los republicanos catalanistas. El líder del movimiento nacionalista a partir de entonces, fue Francesc Maciá[4] y, en 1922, se concretaría en «Acció Catalana» con las ideas de Cataluña como una república independiente dentro de la República Federal Española, y Cataluña republicana como única vía al progresismo y única manera de cambiar la superestructura burguesa que dominaba a Cataluña. Pero Maciá predicaba la violencia a la juventud catalana, dentro de un tipo de pensamiento militar, donde todo se hacía por la fuerza. Maciá era militar, aunque estuviese jubilado. Este estilo violento hizo que la burguesía que podía apoyarle le retirara su confianza para acabar dándosela a Primo de Rivera en 1923.

     En Salamanca, el Alcalde denunció a los organizadores de la huelga, y la Cámara de Comercio abrió una colecta en favor de los soldados y policías, por su comportamiento patriótico en evitar la huelga.

Los soldados exigieron del Gobierno compensaciones en forma de subidas de sueldo, pues el Gobierno había sido incapaz de resolver el problema y ellos lo habían solucionado. La reivindicación estaba organizada por las Juntas Militares, las cuales querían sacar provecho de la circunstancia. Insinuaron que el Gobierno necesitaba a los militares para imponer moralidad, justicia, y sentido de la previsión.

     El 12 de agosto de 1917, en el artículo “Cosas Veredes”, publicado en El Socialista y en El País, Julián Besteiro emitió un manifiesto en el que hablaba de moralidad y decoro. Y llamaba a una revolución política que sorprendió a todos, pues el PSOE siempre había hablado de revolución social en el seno del capitalismo burgués, previamente a la revolución socialista. Indudablemente, la intención de Besteiro era que el PSOE no fuera sobrepasado por la Asamblea de Parlamentarios. El Gobierno secuestró ambas publicaciones de Besteiro, que no llegaron a distribuirse por provincias.   Pablo Iglesias y Julián Besteiro analizaron la huelga de 1917 y se ratificaron en que no se podía hacer una revolución armada en España, pues el intento conseguía algunos obreros muertos y ningún avance para la revolución social.

     Por todo esto, la noticia de la revolución bolchevique de 7 de noviembre de 1917 (revolución de octubre en Rusia), fue recibida por el PSOE con desconfianza. Entonces surgieron minorías en el PSOE que se entusiasmaron con Lenin, y se produjo la escisión comunista del PCE. Los moderados, como Indalecio Prieto y Óscar Pérez Solís, se reafirmaron en que, en España, era preciso hacer la revolución sin violencia, aunque ello requiriese mucho tiempo. Un sindicalista duro, como Manuel Llaneza Zapico, dijo que la huelga había estado mal planificada y mal dirigida, pero España podía haber logrado la revolución socialista en 1917, antes que Rusia. Los antipablistas acusaron a Pablo Iglesias de cobardía, y crearon una tendencia llamada de izquierdas, dentro del PSOE, que acabaría constituyendo el PCE en 1921.

     El sistema canovista podía darse por definitivamente desaparecido. La sociedad ya no se mantendría pacífica en el juego político de dos partidos y escuchando los tediosos discursos que se hacían en las Cortes.

     El resultado tampoco fue bueno para el Gobierno, pues el Gobierno Dato cayó en octubre de 1917, aunque por varias causas diferentes.

     Los patronos catalanes, ante lo que empezó como una revolución, continuó como un planteamiento de huelga general, y acabó en un pequeño motín callejero de tres días, en el que unas docenas de revoltosos se habían quedado solos en su propia revuelta, cobraron mucho ánimo, y hasta se reían del miedo infundado que ellos mismos habían pasado. Rovira i Virgili, un nacionalista asambleísta minimizaba el efecto de la huelga y decía que la habían ganado los patronos. La huelga del 13 al 16 de agosto de 1917 fue denominada como “semana cínica”, por contraste a la “semana trágica” de 1909.

       Militarización fracasada de España en 1917.

     El 7 de septiembre de 1917, el ejército emitió una circular en la que amenazaba con “intervenir circunstancialmente en la vida nacional”, y así se lo comunicó a los Presidentes de Gobierno, Senado, Congreso, y jefes de partidos políticos. Dato sabía de su equivocación de 7 de julio de 1917 al legalizar las Juntas. Había que afrontar las consecuencias. El ejército cometió el error de reclamar para sí el juicio a los detenidos, iniciando una política efectiva de dirigir ellos la política, que perduró durante décadas, con algunos paréntesis excepcionales.

     Las Juntas Militares de Defensa habían exigido en septiembre de 1917, que los coordinadores de la huelga de julio, que había producido tantos muertos, fueran ejecutados. Ello significaba la eliminación de gran parte de los dirigentes PSOE-UGT. Exigieron también que se mantuviera situación de estado de guerra hasta la pacificación completa de España. Dato no les concedió nada, y los militares se disgustaron contra Dato.

     Por aquellos días, la Lliga se mostraba molesta con el Gobierno por haber dicho éste que había un acuerdo entre huelguistas y Lliga para la huelga, lo cual era falso.

     El 29 de septiembre hubo Consejo de Guerra contra los dirigentes de la huelga acusados de sedición militar (animar a militares a sublevarse) y de rebelión. El 4 de octubre hubo sentencias, desde 4 condenas a la reclusión perpetua a la absolución de algunos detenidos.      En octubre se produjo un movimiento de petición de amnistía con manifestaciones por todo el país en las que participaban catedráticos de universidad y de instituto.

     La confrontación entre el Gobierno y el Ejército fue patente:     Dato publicó un artículo en el que decía que el problema de España era la falta de desarrollo económico y social, lo cual es una generalización que trataba de evitar el verdadero problema, o desviar la atención hacia otra parte que no fuera el ambiente revolucionario y la concesión del poder a los militares. Los militares enviaron un mensaje al Rey pidiendo políticos representativos del pueblo español, y comprometiéndose a disolver las Cortes si de unas elecciones así, resultaba un sistema en contra de la monarquía. Proponían a Maura como Jefe de Gobierno para realizar el cambio. Como Maura les dijo que no aceptaba, propusieron a La Cierva. Todo ello tuvo lugar durante septiembre y octubre de 1917.

     El 15 de octubre, el Rey volvió de sus vacaciones en San Sebastián. Se preveía cambio de Gobierno: Alba pensaba gobernar si llegaba a un acuerdo con Cambó. Maura pensaba gobernar si llegaba a contar con Cambó. Dato esperaba seguir gobernando si le daban disolución de Cortes. ¿En qué estaban pensando los líderes políticos españoles, y qué papel jugaba el Rey descansando en las playas?

     El 18 de octubre se restablecieron las garantías constitucionales, y la prensa publicó la circular del ejército de 7 de septiembre, en la que amenazaban con intervenir en el Gobierno.

     El 18 de octubre de 1917 fue nombrado Ministro de Guerra, José Marina Vega. El hombre que tan mal había gestionado la cuestión de las Juntas de Defensa como Capitán General de Cataluña, pasaba a Ministro de Guerra con jurisdicción en todo el Estado español.

     El 23 de octubre, Cambó culpó al Gobierno de provocar la violencia de junio y julio para poder utilizar al ejército contra los catalanes y contra los obreros. Cambó pidió cambiar de Gobierno y sustituirlo por un Gabinete de concentración que hiciera elecciones y eligiera un nuevo Gobierno que resolviera los problemas reales de España. Es decir, que Lliga se ratificaba en las tesis de junio. Pero se reunieron con los socialistas y éstos se mostraron muy defraudados porque los catalanistas no luchaban por la revolución, y no hubo acuerdo entre ambos grupos.

         Caída del Gobierno Dato.

     El 25 de octubre hubo Consejo de Ministros presidido por el Rey y no pasó nada, así que Dato todavía esperaba gobernar, pero en la noche de ese día, llegó una nota del ejército exigiendo cambio de Gobierno.

     El 25 de octubre de 1917, se produjo un Mensaje de las Juntas Militares apelando al Rey para que, en el plazo de 72 horas se deshiciera de Dato, o de otro modo, el ejército se sentiría libre para actuar como creyera conveniente, incluso para apoyar a la Asamblea de Representantes o Parlamentarios, en su pretensión de organizar un nuevo Estado. Inmediatamente, el coronel Márquez fue apodado “Benito I”. Decía que respetaba la supremacía del poder civil, pero que exigía un buen gobierno con la colaboración entre el Rey, el Ejército y el pueblo, y que el Gobierno debía estar al servicio de la patria y del orden.

     El 26 de octubre, el Rey pidió la dimisión a Dato, y la opinión pública creyó que Maura sería el siguiente Jefe de Gobierno. Dato dimitió el 27 de octubre de 1917.

         El último intento catalanista en 1917.

     El 30 de octubre de 1917 los parlamentarios catalanes se reunieron en el Ateneo de Madrid, y Cambó volvió a amenazar al Gobierno. A la asamblea del Ateneo de Madrid ya no asistieron los socialistas ni los republicanos, que habían roto con Cambó. Era casi exclusivamente catalanista. En medio de la reunión, el Rey llamó a Cambó y éste propuso al Rey un Gobierno de Concentración de todos los partidos mayoritarios, con Manuel García Prieto como Presidente, con la misión de hacer unas elecciones que fueran limpias. El Rey aceptó y Cambó volvió a El Ateneo a comunicárselo a los Parlamentarios allí reunidos. El 1 de noviembre, el Rey designó a García Prieto Presidente del Consejo de Ministros.

Cambó quería que hubiera cambios en la Constitución de modo que los pequeños partidos pudieran acceder al Gobierno pactando con otros partidos y se acabase así el monopolio del Partido conservador y Partido Liberal, que se introdujese el parlamentarismo de modo que los Gobiernos fuesen hechos por el Parlamento y cesados por él, y que en los conflictos entre Gobierno y Parlamento decidiese el pueblo mediante elecciones.

Cambó quería un Gobierno de Concentración de todas las fuerzas antidinásticas, de modo que se pudiera cambiar el modelo de Gobierno español. García Prieto habló con Cambó, y ambos llegaron a un pacto: habría Gobierno de Concentración Nacional.

Cambó fue llamado por el Rey, el cual le ofreció los Ministerios que quisiera a cambio de su colaboración. Melquiades Álvarez se apresuró a recordar a Cambó las promesas que había hecho a la Asamblea de Parlamentarios de no participar en ningún Gobierno que no incluyera a Melquiades Álvarez, abriera Cortes Constituyentes, y diera la autonomía a Cataluña. Y Cambó se echó atrás, y no aceptó formar parte del Gobierno de Manuel García Prieto. La Asamblea de Parlamentarios de 30 de octubre ya no tenía sentido y se disolvió sin consecuencia alguna.

     El Partido Liberal intentó reorganizarse en torno a Romanones y a García Prieto. El programa de Romanones era: supremacía del poder público sobre todos los órganos y clases sociales; respeto a la Constitución y a los derechos del individuo; prioridad a la soberanía nacional; saneamiento del sufragio; reformas en la Constitución para que fueran posibles los anteriores puntos. Quedaba en el aire la supremacía del Ejército o la de los partidos. Se debía resolver en el futuro.


[1] Luis Marichalar Monreal, vizconde de Eza, 1873-1945, fue Ministro de Fomento en junio de 1917, y de Guerra en mayo de 1920. Era el cacique de Soria, hijo de Amalio Marichalar San Clemente, marqués de Montesa.

[2] Raimundo Abadal Calderó, 1862-1945, era un abogado tarraconense muy conservador, que militó en el Partido Conservador, hasta que sus ideas catalanistas le llevaron en 1899 a fundar Centre Nacionalista Catalá. En 1901 se pasó a Lliga Regionalista de Cambó, y desde entonces fue el hombre de Cambó en Barcelona. En 1936 huyó a Francia, y luego a Italia, y regresó poco después de 1939, siendo bien acogido por Franco.

[3] Francés Cambó nació en Verges (Gerona) en 1876 y se afilió, muy joven, al Centre Escolar Catalanista, siendo llevado a posiciones conservadoras por Verdaguer y Prat de la Riba y el grupo La Veu de Catalunya. En 1901 participó en la fundación de Lliga Regionalista y fue concejal por Barcelona donde, denunciando la corrupción caciquil, se hizo famoso. En 1904 hizo un discurso ante el rey que provocó la escisión de la Lliga, saliéndose los más liberales y nacionalistas. Los líderes de los que se quedaban eran Prat de la Riba y Cambó. También organizó Solidaritat Catalana. En 1907 fue herido en la campaña electoral en la que fue elegido diputado, y fue colaborador de Maura en el fracasado proyecto de Administración Local. Su colaboración significó la ruptura de Solidaritat Catalana. En 1915 hizo el discurso “per Catalunya y l`Espanya Grand” que pretendía cambiar el sistema político español y para ello llamaba a catalanes, vascos, asturianos, valencianos y gallegos. En 1916, como representante burgués, se opuso al impuesto sobre beneficios extraordinarios que proponía  Santiago Alba Bonifaz. En 1918-23, años de terrorismo en Cataluña, se hizo más conservador e incluso apoyó a Martínez Anido en la represión. En 1923 no será hostil a la dictadura pero tampoco colaborará directamente. En 1930 defenderá la autonomía de Cataluña y el mantenimiento de la monarquía española, y en marzo de 1931 creó Centro Constitucional como coalición de Lliga y conservadores monárquicos, pero fue un fracaso. Cambó se exilió a Francia. Volvió para reorganizar un partido en 1933 que se llamaría Lliga Catalana. En 1936 trató de hacer otra coalición, Front Catalá d` Ordre, con Lliga, conservadores, monárquicos y carlistas, pero volvió a fracasar. En julio de 1936 apoyó a los sublevados y en 1939 se marchó a Argentina donde falleció en 1947.

[4] Francésc Maciá Llusá 1859-1933, nació en Vilanova i la Geltrú y estudió en la Academia de Ingenieros Militares de Guadalajara. En 1906 se había incorporado a Solidaritat Catalana. En 1907 fue diputado y abandonó el ejército. En 1917, cuando se convoca la Asamblea de Parlamentarios, defendió que se convirtiera en una Convención Nacional Catalana, e inmediatamente fundó Estat Catalá, un partido nacionalista opuesto a los regionalistas que todavía abundaban en Cataluña. En 1923 se tuvo que exiliar. En 1926 intentó un pronunciamiento en Cataluña, entrando con gente armada desde Francia, pero fracasó. En 1931 Estat Catalá se integró en Esquerra y ello les dio el triunfo en las municipales de de abril de 1931. el 14 de abril, se adelantó a proclamar la república, pero la República Catalana, lo cual era un inconveniente para los republicanos españoles, pues planteaba una nueva guerra en mal momento. El 17 de abril de 1931 cambió de idea a petición de los republicanos españoles y se conformó con un Gobierno de la Generalitat. En agosto de 1931 dirigió el plebiscito para aprobar un estatuto catalán que debía imponerse a la constitución española y al Estado español, y provocó un nuevo desencuentro con los republicanos. Azaña se negó a aceptar que la soberanía fuese catalana, y en los primeros artículos de la Constitución dejó claro que España era un Estado unitario. Maciá murió en 1933.

Post by Emilio Encinas

Emilio Encinas se licenció en Geografía e Historia por la Universidad de Salamanca en 1972. Impartió clases en el IT Santo Domingo de El Ejido de Dalías el curso 1972-1973. Obtuvo la categoría de Profesor Agregado de Enseñanza Media en 1976. fue destinado al Instituto Marqués de Santillana de Torrelavega en 1976-1979, y pasó al Instituto Santa Clara de Santander 1979-1992. Accedió a la condición de Catedrático de Geografía e Historia en 1992 y ejerció como tal en el Instituto Santa Clara hasta 2009. Fue Jefe de Departamento del Seminario de Geografía, Historia y Arte en 1998-2009.

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