GOBIERNO ROMANONES, DICIEMBRE DE 1915.

Conceptos clave: Santiago Alba contra Francesc Cambó, la huelga de ferroviarios de 1916, la preparación de la gran huelga en 1916.

     Era el segundo Gobierno del liberal Romanones, pues el primero se había producido en noviembre de 1912. Romanones gobernó esta vez de 09 diciembre 1915 a 19 abril 1917. Pero este Gobierno aparece dividido en dos etapas:

     El Gobierno de Transición de Romanones, transición de cara a hacer elecciones, gobernó de 9 de diciembre de 1915, a 30 de abril de 1916. El Gobierno posterior a las elecciones, gobernó de 30 de abril de 1916 a 11 de octubre de 1916 “en funciones”, y de forma ordinaria, con las Cortes abiertas, hasta 19 de abril de 1917.

     El Gobierno de transición de Romanones.

          9 de diciembre de 1915 a 30 de abril de 1916

  Presidente del Consejo, Alvaro de Figueroa y Torres, conde de Romanones.

  Gobernación, Santiago Alba Bonifaz, liberal.

  Estado, Miguel Villanueva Gómez, liberal / 25 de febrero de 1916: Álvaro de Figueroa y Torres, conde de  Romanones.

  Guerra, Agustín de Luque y Coca.

  Marina, Augusto Miranda Godoy.

  Fomento, Amós Salvador Rodrigáñez, liberal.

  Hacienda, Ángel Urzáiz Cuesta / 25 de febrero de 1916: Miguel Villanueva Gómez.

  Instrucción Pública y Bellas Artes, Julio Burell Cuéllar, demócrata

  Gracia y Justicia, Antonio Barroso Castillo, demócrata.

     Era un Gobierno muy similar al que había gobernado en 1912-1913 en el anterior Gabinete de Romanones, y su principal finalidad seguía siendo recomponer “la familia liberal” dando Ministerios a todos los grupos liberales, un camino que se mostraba equivocado, pero en el que insistían todos los Jefes de Gobierno de la época. Había en el Gobierno, romanonistas, demócratas y liberales independientes. García Prieto era la oposición a Romanones dentro del campo liberal, al igual que Maura era la oposición a Dato dentro del conservador. No era el único camino hacia el objetivo de reconstrucción del partido, pues se podían hacer políticas coherentes con un Gobierno bien cohesionado, y pactar los proyectos con los otros grupos políticos, sin necesidad de ceder carteras para todos y arriesgarse al peligro de la disidencia interna al Gobierno, a no ser que se pensara en el Gobierno como la explotación de un buen negocio de colocación de simpatizantes.

     El personaje con más proyección de futuro de este Gobierno era el Ministro de Gobernación, Santiago Alba, nacido en Zamora en 1872, formado en el grupo de El Norte de Castilla, junto a Germán Gamazo en Valladolid, pero que evolucionó primero al regeneracionismo de Costa y su idea de “escuela y despensa”, y más tarde se juntó al grupo de Moret y el liberalismo. Fue secretario de las Cámaras de Comercio, y representaba a los propietarios agrícolas castellanos. En 1900 había promovido la formación de un partido llamado Unión Nacional. En 1906, fue Gobernador de Madrid. Fue Ministro en 1906 con Moret, en 1912 de Instrucción Pública con Canalejas, en 1915 de Hacienda con Romanones. Creó Izquierda Liberal en 1917 y estuvo en el Gobierno Nacional de 1918 en Instrucción Pública. En 1920 preconizaría un Bloque Liberal dinástico y reformista. En 1933 sería Presidente de las Cortes. En 1936 se exilió a Portugal. Regresó en 1945. Murió en 1949. Era anticatalanista, pero nunca radical, siempre en la moderación, partidario de reorganizar las cosas, y no de eliminarlas. Se le recuerda sobre todo, por su idea de superar los problemas de Hacienda españoles aprovechando las ganancias extraordinarias de guerra, con el liviano esfuerzo de que parte de esas ganancias extraordinarias de los empresarios, fueran invertidas en deuda pública. Pero una idea tan sencilla resultaba muy compleja si se tiene en cuenta que la mayor parte de esas ganancias iban a parar a los industriales catalanes y vascos, y no éstos no tenían más que convertir el tema en un problema nacionalista para evitar colaborar en la idea de Santiago Alba. Vieron su oportunidad de comprar a buen precio las participaciones extranjeras en las grandes industrias españolas, y necesitaban mucho dinero para ello, por lo que no les quedaba para los proyectos de Alba.

     Los problemas generales a resolver por Romanones eran: el regionalismo, la cuestión social, y la mala distribución de la riqueza. En el primero, los separatistas se sentían estimulados por la Entente (Francia, Gran Bretaña y Rusia, más Serbia), la cual quería provocar dificultades a Alemania creando naciones en los Balcanes, y provocar problemas a Rusia a partir de 1917, creando naciones nuevas en el este de Europa. Los catalanes, y en menor medida los vascos, creían que si triunfaban las naciones balcánicas, habría un precedente para hacerse reconocer su independencia. En la cuestión social, el problema era la violencia anarquista contra la cerrazón completa de los empresarios. En cuanto a la mala distribución regional y social de la riqueza, el alza de los precios en tiempos de guerra favorecía a los ricos y provocaba el hambre entre los pobres, y el problema sólo empeoró durante los años de la Gran Guerra. Otro problema del Gobierno era la actitud política a tomar respecto a la guerra, pero se continuó en la neutralidad.

     El problema concreto que apareció como más grave fue la necesidad de regular las subsistencias y abastecer los mercados interiores, favorecer los puestos de trabajo, dar facilidades a las exportaciones y regular el crédito. Ángel Urzáiz, Ministro de Hacienda,  hizo unas declaraciones públicas en las que decía que deseaba poner tasas altas de exportación, regular las exportaciones ilegales que de hecho se estaban produciendo, y ganar dinero para Hacienda.     Pero la realidad era muy distinta: En contra de las declaraciones oficiales, Urzaiz autorizó la exportación de ganado, productos agrícolas y productos industriales y generó desabastecimiento en España, y se produjeron los primeros motines contra la carestía de vida.

     Ángel Urzáiz Cuesta, 1856-1926, era un hijo de un marino militar que pasó su vida entre Vergara, Cádiz y Pontevedra. Estudio Derecho en Madrid, y fue diputado por Pontevedra en 1881, a los 25 años de edad, y repetidas veces diputado por Vigo. Se hizo fama de experto en economía política, y había sido Ministro de Hacienda en marzo de 1901 para Sagasta, y en julio de 1905 para Montero Ríos. En 1908 se hizo con un periódico, La Voz de Vigo, como casi todos los políticos importantes de su época. Tenía carácter fuerte y fama de eficaz. Pero llama la atención que en 1907 fuera maurista, después de haber sido liberal, y en 1915 apareciera otra vez como liberal.

Los Ministros discutían todos los días con él en 1916, y fue destituido el 25 de febrero de 1916. El nuevo Ministro de Hacienda, Miguel Villanueva Gómez, prorrogó por un año la Ley de Subsistencias que controlaba el comercio de los alimentos y no permitía exportar libremente para no desabastecer al mercado interno. La cartera de Estado que dejaba Villanueva fue ocupada por Romanones.

Ante esta medida intervencionista tomada por Villanueva, los vascos gritaban: ¡Muera España!, y muchos catalanes se unieron a Prat de la Riba y su movimiento independentista, y reivindicaban hablar el catalán y no el español. En el fondo, tras el cese de Urzáiz, se demostró que había un problema de insolidaridad entre las regiones ricas e industrializadas, Cataluña y País Vasco, y el resto de las regiones de España. Las regiones ricas querían exportar sin limitaciones, mientras las regiones pobres querían no pasar escasez y no sufrir subidas de precios.

         Las elecciones de abril de 1916.

     El 16 de marzo Romanones obtuvo del Rey disolución de las Cortes y convocó elecciones para el 2 de abril de 1916.

La campaña electoral fue un duelo entre Santiago Alba y Francesc Cambó, pues Alba se propuso eliminar diputados de Lliga, el partido de intereses empresariales y regionalista contrario a sus planes de regeneración de la economía estatal. La táctica  fue favorecer a Unión Monárquica en Cataluña, a los del Partido Republicano Radical, e incluso a los federales de PUF (Partido de Unión Federal, nacionalista y republicano), con los que hizo en los primeros días de abril un pacto llamado Pacto de la Castellana por estar firmado en esa calle de Madrid. Alba reunió en casa de Romanones, en La Castellana de Madrid, a todos los adversarios de Lliga. Estuvieron los liberales catalanes, los republicanos radicales de Lerroux y los federalistas de PUF. El objetivo era quitar diputados a Lliga en las elecciones de 9 de abril siguiente. Alba propuso en Cataluña una coalición de carlistas, conservadores, liberales, republicanos radicales y republicanos nacionalistas, contra la Lliga de Cambó.

     La actuación de Santiago Alba respondía a un manifiesto de Lliga llamado “Per Catalunya i l`Espanya Gran”, emitido en marzo de 1916 y redactado por Prat de la Riba al dictado de Cambó, en el que decían que los catalanes no debían permitir ser asimilados por el resto de España, sino luchar por una personalidad catalana distinta.

El Pacto de la Castellana enfureció a los catalanistas, y Francesc Cambó, líder de Lliga Regionalista, dedicó el resto de su vida a crear mal ambiente contra los políticos de Madrid.

Prat de la Riba argumentó que Cataluña no era contraria a España, sino una bandera para los demás pueblos de España, una ayuda para todos ellos. La afirmación era retóricamente muy bonita, pero una región como Cataluña, industrializada desde mediados del XVIII, no estaba en condiciones de igualdad con las el resto de las regiones españolas, agrícolas y subdesarrolladas. En un Estado Federal, en el que cada región se buscase su propio futuro, la frase de Prat de la Riba era un insulto al resto de los españoles, aunque insinuara que Cataluña ayudaría a los demás.

     El tema político principal del Gobierno Romanones de 1916 era el enfrentamiento entre Santiago Alba Bonifaz y Francésc Cambó: Alba pretendía imponer sus proyectos de estabilizar la deuda del Estado e incluso reducirla, obligando a los exportadores a invertir en deuda pública una parte de los excedentes extraordinarios generados por la subida de precios al doble y al triple de lo ordinario, mientras los costos de producción eran iguales. Y Cambó quería no tener que invertir en el Estado español, sino en Cataluña y en las empresas catalanas, y desestabilizar al máximo al Estado para lograr ventajas para Cataluña. Si Alba quería aprobar sus leyes tenía primero que eliminar a Cambó. Y si Cambó quería imponer sus exigencias debía evitar que Alba sanease el Estado, pues con un Estado español fuerte, no tendría posibilidades de chantajear a cada Jefe de Gobierno. Pero Lliga obtuvo 13 escaños. El fracaso se lo apuntaron tanto Alba en Madrid, como Esquerra en Cataluña.

     RESULTADOS DE LAS ELECCIONES DE 9 DE ABRIL DE 1916. Se elegían 409 escaños. Eran mayoría 205 escaños.

  Partido Liberal Fusionista: 203 escaños, pero divididos entre “Liberales Demócratas” de Manuel García Prieto; “Liberales” de Álvaro de Figueroa conde de Romanones, y “Albistas” de Santiago Alba Bonifaz.

     Sumando a los independientes afines al Partido Liberal, como Rafael Gasset, Niceto Alcalá Zamora, el Conde de Sagasta, Ángel Urzáiz y otros, podían contar con hasta 224 diputados. Algunos otros historiadores les dan hasta 235 diputados, pues las atribuciones de simpatías son muy subjetivas. No se sabe dónde encuadrar a los “reformistas” de Melquiades Álvarez.

     145 de estos diputados, habían salido por el artículo 29, sin celebrarse elecciones.

  Partido Liberal Conservador: 113 escaños, divididos entre “datistas” de Eduardo Dato, 88 escaños; “mauristas” de Antonio Maura, 17 escaños; y “ciervistas” de    Juan de la Cierva Peñafiel, 8 escaños. Otros autores lo rebajan a 110 escaños: 86 conservadores de Dato, 16 mauristas, 8 ciervistas.

  Republicanos:

     Conjunción Republicano Socialista, de Roberto Castrovido Sanz, 13 escaños. Partido Reformista, de Melquiades Álvarez, 12 escaños. Coalición Republicana Radical, de Alejandro Lerroux, 6 escaños. Bloc Republicà Autonomista, de Marcelino Domingo Sanjuán, 1 escaño. Republicanos catalanes independientes, de Salvador Albert Pey, 1 escaño.  Nacionalistas Republicanos, de Francés Maciá, 1 escaño.

  Lliga Regionalista de Francesc Cambó, 13 escaños.

  Católicos:

     Comunión Tradicionalista, de Enrique Aguilera Gamboa marqués de Cerralbo, 9 escaños. Eran llamados “jaimistas” y también “carlistas”. Católicos Independientes, del Marqués de Santillana, 3 escaños. Partido Integrista, de Manuel Senante Martínez, 2 escaños. Dinásticos Vascos, de Luis de Urquijo Ussía, 1 escaño.

  Regionalistas Castellanos, de Antonio Zumárraga Díez, 1 escaño.

     Hay tres cuestiones importantes a resaltar en la lectura de estos resultados: La primera, que cada vez los diputados eran más personalistas y menos sentido tenían los partidos. Un diputado no tenía disciplina de voto, y podía cambiarlo, o cambiarse de grupo político, en cualquier momento. La segunda, que el abstencionismo había sido grande, como habían pedido los anarquistas, pero el abstencionismo es siempre difícil de interpretar. La tercera, es el papel del PSOE en estas elecciones, pues los pesoístas estaban perdiendo posiciones políticas, aunque sacaron un diputado, y sólo estaban ayudando a sus aliados republicanos y reformistas a sacar unos pocos diputados. Pero los republicanos actuaban en el campo estricto de la política y no entraban en cuestiones laborales, lo cual no era el objetivo del PSOE.

El Gobierno en funciones de Romanones de abril de 1916

          De 30 de abril 1916 a 11 de octubre 1916

     De 30 de abril de 1916 a 11 de octubre de 1916, el Gobierno estuvo en funciones, pasando a ejercer con normalidad en 11 de octubre de 1916. Cambiaban de titular:

  Gobernación, Joaquín Ruiz Giménez.

  Estado, Amalio Gimeno Cabañas.

  Fomento, Rafael Gasset Chinchilla.

  Hacienda, Santiago Alba Bonifaz.

  Instrucción Pública y Bellas Artes, José Francos Rodríguez.

     Continuaban en sus Ministerios:

  Guerra, Agustín de Luque y Coca.

  Marina, Augusto Miranda Godoy.

  Gracia y Justicia, Antonio Barroso Castillo / 8 octubre de 1916: Juan Alvarado y del Saz.

     Y para contentar a los otros líderes liberales, Romanones hizo a Manuel García Prieto Presidente del Senado, y a Miguel Villanueva Gómez, Presidente del Congreso. García Prieto era colaborador de Santiago Alba.

     La disputa entre Alba y Cambó, después de las elecciones.

     Cambó exigió un Gobierno catalán para Cataluña, que no se aceptó, y entonces exigió que los funcionarios de Cataluña usaran obligatoriamente el idioma catalán, y tampoco se le aceptó. La Lliga hizo una fuerte campaña en mayo de 1916 (mitin del Palau de la Música y banquete de Parque Güell) en pro del nacionalismo, y abandonó las negociaciones para presentar exigencias de que los funcionarios catalanes hablaran catalán, de que tuvieran soberanía, una asamblea legislativa propia y un Gobierno catalán. Pero Cambó insistió en que él no era separatista, sino que defendía un hecho natural creado por Dios, y puesto por la naturaleza y por la historia, de que los pueblos eran diferentes y tenían derecho a decidir sobre sí mismos. Decía que defendía un modelo de España diferente, pero no una destrucción de España. Hay que tener en cuenta que Cambó tenía miedo de que la Gran Guerra eliminase a Cataluña: Si Cataluña se tomaba la independencia y destruía España, el país podría ser repartido entre los vencedores, y Cataluña no podría sobrevivir sin la reserva del mercado peninsular, pues no era competitiva frente a Gran Bretaña y Francia. Cataluña necesitaba a España, aunque la quisiera sólo como mercado para vender.

Cambó puso a Francisco Bergamín García como miembro vitalicio en el Senado español, para defender las ideas catalanistas, mientras Cambó hablaba en el Congreso defendiendo el catalanismo.

     Como el Ministro de Hacienda, Santiago Alba Bonifaz era partidario de hacer crecer los impuestos del Estado, lo cual incomodaba a los empresarios catalanes que no querían pagar más impuestos, se hizo política cerrada contra Alba. Alba quería abolir los impuestos al consumo, pero se le pusieron en huelga los tenderos minoristas, los cuales estaban dispuestos a actuar como recaudadores para Hacienda cobrando impuestos indirectos, pero no a pagar impuestos de sus propias ganancias.

     En 3 de junio de 1916 Alba propuso un impuesto especial sobre los beneficios extraordinarios de sociedades y particulares con ocasión de la guerra, y que eso sirviera para pagar el desarrollo español. Se trataba de gravar sólo beneficios superiores al 7% anual, y de forma transitoria, hasta nuevo decreto en contrario. Otro proyecto de Alba fue el “En defensa de los valores españoles”, proponiendo prohibir que los españoles adquirieran deuda extranjera. Un tercer proyecto era una reforma de la Ley de Inquilinatos.  Cambó trabajó duro y logró una mayoría de oposición a Alba: Estaban en ella, además de los catalanistas de Cambó, los conservadores de Maura, los vascos y todas las patronales españolas. Los empresarios consideraban inoportunas las reformas de Alba porque a su parecer, paralizaban las inversiones, porque eran ambiguas e injustas,  castigaban el esfuerzo empresarial, eran inaceptables pues tenían efectos retroactivos, y eran irrealizables técnicamente. Los más afectados eran los empresarios catalanes, que tenían más intereses en el comercio interior español.

     Cuando se concedía la palabra en el Congreso a algún catalanista, éste aprovechaba su “derecho al uso de la palabra hasta que terminara su exposición”, y entretenía toda una tarde o todo un día completo en la exposición. La finalidad era perder el tiempo, y no hablar de nada en concreto. Luego de varias intervenciones, pedían votaciones nominales para todo, lo cual consumía unos 45 minutos en cada votación, y conseguían cientos de votaciones para cada proyecto que presentaban. Presentaban enmiendas a todo, enmiendas por centenares, y su labor obstruccionista estaba paralizando la labor de las Cortes. Además, retiraron a sus representantes en la Comisión de Presupuestos, y se negaban a colaborar con el Gobierno. La táctica amenazaba con no tener Presupuestos del Estado para diciembre de 1916, y como los de 1915 ya estaban prorrogados, el Gobierno tendría un problema grave. El boicot catalanista a las Cortes era completo.

Alba tuvo que retirar su proyecto una semana después de haberlo presentado.

     La huelga de ferroviarios de 1916.

     También los ferroviarios se quejaban del alza de precios y de sus bajos salarios, y convocaron huelga general. Las razones que esgrimían solían ser falsas, verdades a medias, y más bien respondían a un programa de los dirigentes sindicales de crear inestabilidad económica y de orden público, a fin de que fuera posible la toma del poder por los obreros. Por tanto, nunca podían ser satisfechas, hiciera el Gobierno lo que hiciera. En 1916, las huelgas se habían hecho violentas, y los socialistas y anarquistas se habían reunido en Zaragoza en julio de 1916 para firmar la paz entre ellos, paz rota en 1902 por discrepancias sobre el sentido de la huelga. La situación social empezó a empeorar en 1916 cuando los ferroviarios se pusieron una vez más en huelga el 12 de julio, y no hicieron caso de la militarización a que se les sometió. Los sindicalistas pedían el reconocimiento de asociaciones y sindicatos obreros, y el de Ferrocarriles de Norte concretamente, descanso dominical, abolición de la militarización de ferroviarios, aumento salarial de 0,50 pesetas diarias.

El Sindicato de Mineros de Asturias hizo huelga de solidaridad con los ferroviarios. El Instituto de Reformas Sociales de Gumersindo de Azcárate recomendó reconocer los sindicatos, para calmar las huelgas. El 9 de agosto se reconocieron las aspiraciones sindicales, se subió el sueldo a los ferroviarios, y la huelga se calmó. Los dirigentes sindicales quedaron satisfechos de lo que habían concebido como un ensayo de una huelga más grande a hacer próximamente. Y como los políticos lo sabían, el ambiente social era muy malo.

     El sindicalismo era un movimiento que se había impregnado de la teoría de la huelga general revolucionaria desde 1904 pero que nunca había tenido la posibilidad de alcanzar el éxito. El movimiento político sindical, al que nos referimos aquí al hablar de sindicalismo, había nacido en el Congreso de La Haya de la II Internacional, cuando se aceptó la lucha económica como arma para arrebatar el poder a los burgueses, lo cual significaba que los partidos debían controlar y manejar a los sindicatos hacia la revolución. En Gran Bretaña la idea se tradujo en una declaración de principios del Partido Laborista. En Francia hubo un intento del Partido Socialista de controlar al sindicato, pero el sindicato CNT reaccionó no queriendo ser dirigido por socialistas, aunque aceptase la lucha diaria por la revolución.

En España es donde se dio el total control de UGT por el PSOE, lo cual se convirtió en un inconveniente a la hora de pactar con CNT, que exigió, y logró en Stuttgart 1907, que el PSOE reconociera la independencia de UGT. Nunca fue real esa independencia, pues los pesoístas militaban obligatoriamente en UGT y dominaban los cargos sindicales de UGT. CNT acusaba a UGT de ser un sindicato vertical al servicio de intereses políticos, y no al servicio de los obreros.

     En mayo de 1916, UGT había iniciado una campaña de “educación del proletariado”, a fin de poder movilizarle oportunamente citándole a manifestaciones y asambleas. A este movimiento de movilizaciones populares se le llamó izquierda socialista. Además, decidieron abrir negociaciones con CNT para posibles actuaciones conjuntas. La campaña de movilizaciones empezó en septiembre de 1916. No fue fácil el entendimiento entre los dirigentes de las manifestaciones: los socialistas buscaban reformas; los anarquistas buscaban la revolución, e incluso compraron pistolas y manuales para hacer bombas. La asociación UGT – CNT no podía tener futuro. Cada uno tenía unos fines distintos y hasta contradictorios.

     El 18 de diciembre de 1916, UGT y CNT hicieron ensayo de huelga general conjunta, y fue un éxito. En 1917, intentaron el asalto al poder.

         El cierre de las Cortes.

     En 13 de julio de 1916 Romanones cerró las Cortes bajo la excusa de enfrentarse a la huelga de ferroviarios, y para replantearse la neutralidad en la guerra, puesto que Italia y Portugal habían entrado en ella. Inglaterra y Francia presionaban para que España entrase de su lado, y el Gobierno de España se lo planteó en Santander, residencia veraniega del Rey, y en San Sebastián, lugar de reunión del Consejo de Ministros. Decidieron mantener la neutralidad. La verdadera razón era evitar el obstruccionismo de Cambó, el cual debilitaba al Estado frente a un posible ataque de acoso y derribo.

         Cambios en las denominaciones municipales.

     El 26 de julio de 1916, 573 municipios españoles cambiaron su nombre. Se trataba de evitar que hubiera nombres idénticos, por lo que los más pequeños, debieron incorporar una referencia a la comarca, o montaña, o accidente geográfico más próximo. Era una sugerencia del servicio de Correos y Telégrafos. Por ejemplo, Miranda en Salamanca, se llamó Miranda del Castañar y así se diferenció de Miranda de Avilés en Asturias, Miranda de Arga en Navarra, Miranda de Duero en Soria, Miranda de Ebro en Burgos, Miranda de Azán en Salamanca, y Miranda de Cartagena en Murcia. Nadie protestó esa medida.

         Los efectos de la Gran Guerra en 1916.

     La situación de neutralidad española era atacada por Alemania, que envió un submarino a repostar a Cartagena en 21 de junio de 1916, y por Francia, que pidió ayuda militar española para las poblaciones civiles deportadas por los alemanes y, más tarde, pidió directamente que España entrase de una vez en la guerra del lado de Francia. El hecho de que Alemania hundiese otro barco español de naranjas parecía momento propicio para comprometer a España.

     En diciembre de 1916 Alemania quiso proponer una paz, y los Estados Unidos preguntaron si España podía tantear ante Alemania las condiciones de esa paz. España no quiso intervenir. En realidad Estados Unidos pensaba que España era germanófila, puesto que vendía muchos productos básicos a los alemanes, y tanteaba a España para ver si se declaraba por un bando o por el otro. La actitud española de no negociar, fue interpretada como de verdadera neutralidad. Alemania se enfadó mucho y, en enero de 1917, declaró guerra total en el Mediterráneo occidental, las aguas de España, igual que la hacía en las costas británicas y francesas. Los barcos mercantes serían atacados por submarinos alemanes sin necesidad de aviso. España quedaba bloqueada comercialmente a partir de febrero de 1917 y los barcos españoles podían ser torpedeados.

         El Gobierno ordinario de Romanones

 de 11 de octubre de 1916 a 19 de abril de 1917.

     El 27 de septiembre de 1916 se reabrieron las Cortes. El Gobierno pudo ser confirmado por las Cortes y entrar en legislatura ordinaria el 11 de octubre. Romanones confirmó a todos los Ministros. Había muerto Antonio Barroso, y fue nombrado ministro de Gracia y Justicia, Juan Alvarado y del Saz.

Alba reintentó su Ley sobre Beneficios Extraordinarios interrumpida en julio por cierre de las Cortes. Ahora el plan de Alba era más completo, todo un paquete de 22 propuestas de organización administrativa y financiera, impuestos y monopolios: Conseguir un amplio superavit en 1917 mediante reducción de gastos del Estado y aumento de los ingresos, o impuestos, por causa de la coyuntura de guerra, a fin de lograr paliar el déficit de Hacienda. Hacer un presupuesto extraordinario “de reconstitución nacional” emitiendo deuda que cubriera los déficits previstos para los siguientes diez años. Aprovechar el momento para construir barcos, armar al ejército, hacer escuelas y carreteras en un plan para diez años. Legislar a favor de la agricultura, la industria, el crédito nacional, la financiación de Ayuntamientos y la capitalización del Banco de España, a fin de sacarles de sus deudas aprovechando la coyuntura de guerra. Alba prohibió emitir, introducir y anunciar en España títulos de deuda extranjeros. Y también pretendía aprobar el Presupuesto del Estado para 1917. Pidió con éxito un empréstito de 1.000 millones de pesetas.

La táctica de Alba en octubre, era más sofisticada que en junio: Alba abrió negociaciones con algunos empresarios catalanes para demostrar que Lliga no representaba a todos los empresarios catalanes, como Cambó presumía en Madrid y en Barcelona. Las conversaciones las gestionó José de Caralt i Sala Conde de Caralt, Presidente de Fomento del Trabajo Nacional, la principal patronal catalana y española. Caralt no entendía la política obstruccionista de Cambó, en la que no ganaba nadie, y con la que los empresarios catalanes no disponían de apoyos del Gobierno. La actitud de Caralt movió a la Cámara de Industria de Barcelona, la cual destituyó a su Presidente, Ferrer i Vidal, y eligió a otro más de acuerdo con dialogar con Alba.

El 2 de octubre de 1916 se debatió el Proyecto de Ley de Beneficios Extraordinarios de Guerra. Cambó se negó en redondo a suscribir deuda pública, y empezó a poner dudas formales de qué cosa en concreto era prioritaria, para enumerar luego las dificultades de la misma y dilatar la discusión al infinito. Logró boicotear la aprobación del presupuesto, y se prorrogó el presupuesto de 1915. El año 1916 acabó sin aprobar ni el presupuesto, ni los proyectos de Alba. Para enero de 1917, Cambó había conseguido la colaboración de los empresarios vascos contra Alba. A partir de ese momento, las cosas irían peor para el Gobierno de España. Cambó decidió hacer obstruccionismo completo en Cortes.

     Alba dijo que, entonces, lo que convenía era discutir primero el tema de los Beneficios Extraordinarios de Guerra, y pasar después a la discusión de Presupuestos de 1917. Pero Cambó logró que conservadores, republicanos y regionalistas juntos exigieran que, primero, se discutiera el Presupuesto de 1917. Pero las discusiones eran boicoteadas, y no progresaron durante un mes, desde el 27 de octubre al 20 de noviembre de 1916.

     Sobre el pensamiento económico de Santiago Alba caben nuestras dudas y nuestras críticas:      Alba quería unos recursos para llevar a cabo una revolución agraria que sacara definitivamente al país de sus técnicas medievales, y que hiciera rentable la agricultura, el principal recurso económico español. Como nosotros pensamos que la agricultura no era el futuro del desarrollo, pues el desarrollo significa armonía de crecimiento en todos los sectores económicos posibles en un territorio, Cambó tenía su parte de razón. Frente a Alba, Cambó defendía a los industriales de Barcelona, de los que decía que eran el progreso real, por lo que no podía ponerse en marcha un proyecto de ficción, eminentemente agrario, como el que pretendía Alba. Volver sobre el proyecto de una economía agrícola, no parecía el camino adecuado, visto desde hoy, pero respondía a las ideas regeneracionistas de la época.

Sobre el pensamiento económico de Cambó, también nos parece criticable, pues no quería industrializar España, sino reindustrializar Cataluña y tal vez el País Vasco. Se insistía en el desequilibrio regional español, en el que sólo había dos pequeñas regiones desarrolladas, Cataluña y País Vasco, pidiendo más riqueza para las regiones ya ricas. El camino de no atender a las regiones pobres, conduce a que éstas pierdan poder adquisitivo, lo cual perjudica al conjunto, y también a las regiones ricas que pierden mercado. Cataluña tiene 32.000 kilómetros cuadrados. El País Vasco tiene 7.000 kilómetros cuadrados. España tiene 500.000 kilómetros cuadrados.

     En marzo de 1917, Cambó protestaba por la decisión española de no entrar en la guerra e incluso convocó una huelga general para forzar al Gobierno a decidir en favor de los aliados. Alemania estaba bloqueando el Mediterráneo, y ello perjudicaba a Cataluña. Cambó fue encarcelado.

El 20 de noviembre de 1916, el conservador González Besada volvió sobre la idea de simultanear las discusiones de ambos temas, presupuestos del Estado y Beneficios extraordinarios, pero fue inútil, porque los regionalistas catalanes planteaban el obstruccionismo con cientos de enmiendas y discursos interminables, y reclamaciones de más enmiendas y votaciones.

     El Presupuesto Ordinario para 1917 tenía que estar aprobado, por mandato constitucional, antes de 31 de diciembre de 1916, y como el Presupuesto de 1916 era ya una prórroga del de 1915, los catalanistas entendían que el Gobierno estaría en apuros si lograban llegar a 1917 sin presupuesto. Presentaron otras 400 enmiendas, que amenazaban con llenar todo el mes de diciembre, y exigieron que les dejaran media hora para defender cada una, y votación nominal, que tardaba unos 45 minutos cada vez.

     El 11 de diciembre de 1916, Maura presentó una enmienda sobre el Presupuesto para pagar al clero rural. El Gobierno rechazó la enmienda, y le apoyaron en ello reformistas y republicanos. Entonces se enfadaron los integristas católicos, los tradicionalistas, los carlistas y los mauristas, e iniciaron todos el obstruccionismo contra el Gobierno de Romanones, sumándose al obstruccionismo catalán.

     Romanones fue al Senado y aprobó la enmienda de Maura para suavizar el tema. Pero entonces fueron los republicanos los que se sumaron al obstruccionismo, el 14 de diciembre de 1916.

     Por fin, el Presupuesto de 1915 fue habilitado como Presupuesto de 1917. En esas condiciones, se consideraba presupuesto nuevo, y podía ser prorrogado en 1918. Cambó había vencido a Alba, el cual no tendría dinero para sus proyectos, y no habría Proyectos de Ley nuevos.

              Economía española en 1916.

     La exportación masiva de alimentos al exterior, produjo escasez en el mercado interior, con la consiguiente subida de precios y aparición del hambre en un país agrícola como España: España obtenía sus recursos en un 66% de la agricultura, un 16% de la industria, y un 18% de los servicios. Las proporciones variaron un poco tras la Gran Guerra, pues en 1920 marcaban un 57% en agricultura, 22% en industria, y 21% en servicios.

     Durante la Gran Guerra, el volumen real del tráfico marítimo de España con Europa disminuyó mucho, y bajó de hecho un 69%, pero el dinero obtenido sólo disminuyó en un 35%. Los precios de las exportaciones subieron hasta un 100%. Y como los precios en el interior se subieron artificialmente, los productores españoles creían que les iría muy bien. Las importaciones del exterior cayeron en volumen y en valor, llegando casi a ser inexistentes en muchas materias.

     La inflación fue el fenómeno más notable de España en 1914-1923. Con índice 100 para 1900, el índice de los precios de tiempo de guerra y posguerra fueron: 1914, 108; 1918, 124; 1917, 141; 1918, 160; 1919, 183; 1920, 188; 1921, 186; 1922, 174; y 1923, 175, primer año de descenso de la inflación fuerte.

     Según Vicens Vives, de 1914 a 1918 los precios subieron un 100% (fuente Vicens Vives, Historia Económica de España.) Los precios no habían bajado en España en el XIX al ritmo que sucedía en Europa, y una subida tan brusca era difícilmente asumible a principios del XX. Todavía subirían un 18% más hasta el máximo que se produjo en 1920 para caer en años posteriores hasta la gran subida de 1934 y años siguientes, esta vez de más del 140%.

     La inflación supuso descenso del poder adquisitivo de los asalariados. Subieron los sueldos nominales a partir de 1920, porque el mercado se estaba perdiendo por incapacidad física de que los asalariados comprasen, pero siempre subieron por debajo de la inflación. Los sueldos reales bajaron en general.

     Los beneficios de la industria se repartieron mal: los bancos aumentaron sus ganancias en un 400%, mientras los salarios sólo crecieron un 56%. Como la inflación fue de un 100%, el poder adquisitivo general de los españoles, bajó.

     Hubo mucha migración del campo a la ciudad, pero la población rural seguía siendo del 60%. Crecieron espectacularmente Barcelona, Bilbao y Madrid, los centros fabriles.

     Los salarios crecieron poco durante 1914-1917, no más del 50%, pero crecieron otro 50% en 1917-1918, y otras 3 pesetas diarias en 1919. Desde las 5 pesetas diarias de 1914 se llegó a las 14 pesetas en 1920. Pero estas subidas se limitaron a las grandes ciudades como Barcelona, Vizcaya y Asturias en sectores como la metalurgia, minería, madera, química y eléctricas. En Andalucía y Castilla los salarios subieron muy poco, no más del 15 ó 20%, manteniendo jornales de 2 a 3 pesetas diarias. Los funcionarios subieron un 30% de media y muchos maestros rurales, los que empezaban, cobraban 4,75 pesetas diarias de media.

     Los precios en general subieron al doble entre 1914 y 1920. Y subieron más en las áreas rurales, donde menos subían los salarios. El costo de vida en las áreas urbanas industriales se calculaba en 19 pesetas diarias por familia en 1914, y en 39 pesetas en 1919, lo que era muy superior a lo que se podían gastar con 5 pesetas de sueldo de 1914 y 14 pesetas en 1919. En zonas agrícolas el gasto de 1914 se calculaba en 2,50 pesetas y el salario en 2 pesetas, mientras en 1920 el gasto se calculaba en 4,50 y el salario en 3 pesetas.

              Las Cortes en 1917.

     En enero de 1917, era evidente que no se podía gobernar con los presupuestos de 1915, como se había aprobado en Cortes. A fines de mes, Romanones pidió permiso para emitir deuda pública y las Cortes se lo concedieron. Como las Cortes no servían de nada en ese momento, fueron clausuradas en febrero de 1917.

         El proteccionismo español de 1917.

     La izquierda protestó por el intento de aprobar créditos extraordinarios para la Guerra de Marruecos y los socialistas, el 1 de abril de 1917 convocaron huelga general en los talleres de Norte de Valladolid.

     El Gobierno se negó a tomar postura. Solamente el catalanista Cambó protestaba por la decisión de no entrar en la guerra, e incluso convocó una huelga general para forzar al Gobierno a decidir. Cambó fue encarcelado. El 26 de marzo hubo que declarar estado de excepción, y el 28 de marzo de 1917, se procedió a la detención de los probelicistas

     El 2 de marzo de 1917 se tomaron medidas proteccionistas para la industria española, que ya estaba ganando mucho dinero por esas fechas. La Ley de Protección a las Industrias concedía auxilios y subsidios estatales, de tipo directo e indirecto, auxilios directos a los creadores de industrias, y bonos a los exportadores de tejidos. Complementariamente a esta medida, se crearía en 4 de agosto de 1920 el Banco de Crédito Industrial, aunque la medida no fue eficaz en la práctica porque el interés oficial del dinero era más alto que los intereses que ofrecía la banca privada. No obstante, el 2 de mayo de 1924 se prolongaría la vigencia de la Ley de Protección de Industrias de 1917, hasta que la dictadura se pensó un sistema más proteccionista todavía, el Consejo de Economía Nacional de 1925 y el decreto de 1926 prohibiendo establecer nuevas industrias que introdujeran mayor competencia en algunos sectores, premiando la exportación de textiles de algodón, y obligando a las industrias a comprar hierro español para poder acceder a las ayudas del Estado.

         Extensión del problema regional a Andalucía.

     Se cumplió un dicho de que cuando los problemas no empiezan a solucionarse, empeoran. Y aunque en este momento el movimiento independentista andaluz no fue importante, apareció la figura de Blas Infante Pérez 1885-1936, nacido en Casares (Málaga) y estudiante de derecho en Granada, pero vecino de Sevilla con notaría abierta. Blas Infante empezó a luchar por el andalucismo en 1914. Pedía tierra para los jornaleros, odiaba a los partidos políticos como cosa corrupta y sin solución, y odiaba a las muchedumbres desorganizadas por su irracionalidad. Tampoco le gustaba CNT. En medio de los problemas de la Guerra Mundial pasó casi desapercibido, pero en 1936 fue detenido en Coria del Río, llevado a Sevilla y asesinado, y cobró cierto renombre como primer andalucista.

         La preparación de la gran huelga de 1917.

     El PSOE se mostró en 1916-1917, como un partido pensado para la toma del poder para los obreros. No era un partido democrático, sino revolucionario. No buscaba el equilibrio entre empresarios y obreros, sino la dictadura de los obreros sobre los empresarios a través de la posesión de los poderes del Estado. Y en esa toma del poder, no se descartaba el uso de la violencia.

     Los obreros iniciaron todo tipo de huelgas, y tomaron por banderín de enganche la lucha contra la subida de precios, como ocurrió en Barcelona, Valencia, Rio Tinto, Cartagena, La Carolina e incluso Logroño, donde murió un obrero ante la fuerza pública.

El PSOE se había puesto nervioso porque los obreros comenzaron a borrarse de UGT, y se pasaban a CNT. Corría el peligro de que la revolución fuera anarquista.

Los partidarios de la toma del poder para los obreros se constituyeron en la llamada izquierda del PSOE, mientras los partidarios de hacer evolucionar la sociedad hacia la justicia social por vías pacíficas, fueron considerados la derecha. En estas posturas, la aparición de los bolcheviques en Rusia, significaría la ruptura del partido español, y la aparición de grupos de izquierda, primero el PCOE, y luego el PCE.

La postura de izquierdas se justifica a sí misma diciendo que sólo desde el poder se pueden tomar medidas para cambiar en profundidad la sociedad. La postura de derechas se justifica en que es preciso hacer primero la revolución burguesa y conseguir el desarrollo industrial, comercial y de servicios, antes de hacer la revolución social que reparta esa riqueza equitativamente entre todos los ciudadanos. La primera postura de asalto al poder, no garantiza las transformaciones necesarias para la sociedad, pero sí garantiza una dictadura comunista. Y como los gobernantes siempre están muy a gusto en el poder, se pueden perpetuar indefinidamente en los cargos, sin que les importe el progreso social. La segunda postura de educación social lleva la revolución a un horizonte lejano, de décadas. En el fondo de ambas posiciones políticas, hay que considerar el problema de la honestidad, la moralidad de los gobernantes, y como hemos aprendido que en todos los momentos de la historia, muchos gobernantes no son honestos, ambas posturas son criticables.

     En mayo de 1916 tuvo lugar en Madrid el XII Congreso de UGT, y allí sí se propuso el tema de la situación económica de la clase obrera, a fin de entenderse con CNT para una huelga general en contra de las subidas de precios. Fue una reacción primitiva y de poca preparación intelectual, pero es lo que había. Julián Besteiro “exigió” al Gobierno que actuara para reducir el costo de los productos de primera necesidad, actuando sobre los precios. En segundo lugar se decidió que había que actuar conjuntamente con CNT en esta lucha.

     La decisión de la unidad sindical estaba en contra de la doctrina pablista de que el PSOE actuara siempre de forma separada e independiente de otras formas políticas y sindicales, a fin de mantener firme la ortodoxia del partido.

Se decidió un equipo directivo que era similar a la directiva del PSOE, con el cambio más significativo que el vicepresidente de UGT era Largo Caballero, y Besteiro no estaba en la directiva de UGT. La UGT pasaba por malos momentos, pues en 1914 había tenido 160.000 afiliados y en 1916 sólo tenía 85.000. Casi había desaparecido en Aragón y en el País Vasco. Los obreros culpaban a los socialistas de no hacer nada por ellos, y se pasaban masivamente a CNT, que sí convocaba huelgas. La CNT estaba ilegalizada desde 1911, y tras el asesinato de Canalejas había sufrido una fuerte represión, pero en 1914 había sido legalizada de nuevo y se estaba reorganizando. Los dirigentes de UGT decían que los CNT eran unos ignorantes.

El 17 de julio de 1916 se decidió el Pacto de Zaragoza, entre CNT y UGT. Firmaron por CNT: Ángel Pestaña, Salvador Seguí, y Ángel Lacort (un anarquista de Zaragoza). Firmaron por UGT: Julián Besteiro, Vicente Barrio (líder moderado de los mineros vascos), y Francisco Largo Caballero, el líder radical de UGT. Largo Caballero había sido concejal por Madrid en 1905, y pasó a miembro del Comité Nacional de UGT en 1908, donde llegó a Vicepresidente. Manifestó que, mediante estos pactos, se podía atraer a algunos anarquistas hacia el sindicato UGT.

El Pacto de Zaragoza alegró a muchos trabajadores al tiempo que preocupaba al Gobierno, el cual suspendió las garantías constitucionales y detuvo a muchos sindicalistas.

     CNT celebró una conferencia nacional en Valencia a los pocos días y también propuso la acción conjunta con UGT para la huelga general contra los precios.

     UGT y CNT prepararon una huelga general de 24 horas para 18 de diciembre de 1916, y entonces, el Gobierno ordenó detener a todos los líderes firmantes del pacto de Zaragoza.

     Julián Besteiro se entrevistó varias veces con el Presidente Romanones y con Joaquín Ruiz Giménez, anunciándoles que de no intervenir sobre los precios a la baja, irían a la huelga. El Gobierno no cedió en ningún momento. Los industriales catalanes pedían que el Gobierno se mantuviera fuerte y no bajase los precios, y el Gobierno escuchó a los empresarios. La huelga de diciembre de 1916 no fue importante, pero la de agosto de 1917, sí lo fue.

     El 5 de marzo de 1917, el Comité Nacional del PSOE convocó la reunión de sus Federaciones Regionales y emitió un Manifiesto contra el neutralismo y contra la pasividad ante el hecho de que Alemania hubiera hundido barcos españoles fruteros que se dirigían a Gran Bretaña. La Directiva PSOE se proclamó beligerante en contra de Alemania. Los pacifistas se convirtieron en minoría dentro del PSOE. El PSOE estaba buscando motivos que sirvieran de banderín de enganche para sacar la gente a la calle. El PSOE declaró que apoyaba a los franceses y a los belgas, y que rechazaba las tesis de la Conferencia de Zimmerwald y la de Kienthal. Estas conferencias hablaban de convertir la Gran Guerra en una revolución europea contra todos los Gobiernos burgueses.

En 15 de marzo de 1917, el Zar de Rusia, Alejandro II, había abdicado, y quedaba demostrado que un poder que se consideraba fortísimo en toda Europa, podía caer con facilidad. Algunos españoles así lo creyeron. Pero los dirigentes del PSOE no veían que derrocar la monarquía fuera tan fácil en España. En el análisis de los hechos, dijeron que Rusia iría a la democracia, pero nunca podría ir al socialismo, porque no tenían hecha la revolución industrial burguesa. Decían que la evolución de Rusia hacia la democracia debía ser un motivo de alegría para todos los demócratas. Las noticias de los siguientes días, que se había formado un Gobierno burgués en Rusia, confirmaron los pronósticos de ese análisis. Los socialistas españoles llegaron a pensar que los desórdenes rusos y la deriva tomada por los acontecimientos, podían convencer a Romanones de que, en España, era preciso controlar los precios, a fin de evitar situaciones como la rusa.

     El 27 de marzo de 1917 se reunieron en Madrid representantes del PSOE, de UGT, de los republicanos y de los reformistas, para coordinar la llegada de la república a España a través de una huelga general. En esa reunión se expusieron los verdaderos problemas de España en ese momento: las ocultaciones de riqueza para no contribuir; la no reinversión de algunos beneficios de guerra; la no entrega al Estado de parte de los beneficios de guerra para poder hacer obras sociales; la política de protección al empresario y represión del obrero. Y por fin se decidió la huelga general. El análisis de la realidad era mucho más marxista en estas reuniones que en las de PSOE.

     En este mismo día, 27 de marzo de 1917, en la Casa del Pueblo de Madrid, Julián Besteiro emitió un manifiesto, que fue apoyado por ambos sindicatos, UGT y CNT, que denunciaba la inacción del Gobierno frente a las subidas de precios. Firmaron el manifiesto: por CNT, Salvador Seguí y Ángel Pestaña; por UGT, Julián Besteiro, Vicente Barrio, Daniel Anguiano, y Andrés Saborit. El manifiesto culpaba al régimen monárquico burgués de la situación de hambre que pasaba España, y amenazaba con la huelga general revolucionaria, hasta tumbar al Gobierno y al Rey. El Rey cometió en esos momentos uno de los mayores errores de su reinado, pues le comunicó al Gobierno que debía disolver las Juntas Militares. Eso significaba poner en manos de los revolucionarios a parte del ejército, y el inicio de la revolución de 1917.

El Gobierno de España consideró que UGT y CNT estaban preparando una sedición. Romanones reaccionó deteniendo a los reunidos del 27 de marzo de 1917, y ello provocó manifestaciones y amenazas de huelgas, ante lo cual decidió liberar a los presos dando imagen de falta de autoridad, lo que le llevaría a la dimisión.

Los socialistas y anarquistas salieron a la calle a protestar por las detenciones, y los presos salieron a la calle en 3 de abril de 1917.

         El recrudecimiento de la Gran Guerra.

El 1 de febrero de 1917, Alemania anunció que sus submarinos hundirían a todos los barcos que portasen mercancías para los países en guerra contra Alemania. El anunció tuvo un gran impacto en España y en el resto del mundo.

     A principios de abril de 1917, Alemania declaró la guerra submarina total, con hundimiento de todos los barcos que se acercasen a puertos del bando aliado. Ello tuvo su primera consecuencia para España el 5 de abril en el carguero San Fulgencio, el cual había salido de Cartagena con fruta para Alemania, y en el camino de vuelta había parado en Newcastle para cargar 2.000 toneladas de carbón con destino a Barcelona. Al llegar a la costa occidental francesa, le abordó el submarino UG-71 de Hans Valentiner, y le pidió la documentación. Comprobó que tenía visado del cónsul alemán para llevar fruta, pero no para cargar carbón en Gran Bretaña, por lo que ordenó bajar a la tripulación a los botes, y puso cinco cargas que hundieron el barco. Los marineros fueron abandonados a su suerte. Fueron rescatados por un pesquero francés al día siguiente.

     El Presidente Wilson propuso la entrada en la Gran Guerra en 2 de abril de 1917, y la decretó en 6 de abril de 1917.  El 6 de abril de 1917, Estados Unidos declaró la Guerra a Alemania. Las tropas americanas no empezaron a llegar hasta junio del siguiente año.

     El 9 de abril, el Parlamento español le exigía a Romanones que pidiera una reclamación fuerte a Alemania por el San Fulgencio, lo cual implicaba amenaza de guerra, y entrada en guerra en el bando de los aliados en caso de la previsible negativa de Alemania.

Romanones no sabía imponer una política determinada, y dimitió el 19 de abril de 1917.

                   El Sol.

     En 1917 salió en Madrid un nuevo periódico llamado El Sol. En él escribían Nicolás María Argoiti, José Ortega y Gasset, Mariano de Cavia, Corpus Barga, Madariaga, Álvarez del Bayo, Ramón J. Sénder, Ramiro de Maeztu, Julio Camba y el dibujante Luis Bagaría. Se trataba de un periódico regeneracionista que pretendía educar a las clases pobres, lo cual es ruinoso como idea empresarial. En 1923, El Sol apoyó la dictadura y cambió de opinión en 1928, cuando Ortega se decepcionó de los que él creía que iban a ser una renovación y sólo eran una dictadura militar. A la contra del Gobierno, en 1930 El Sol publicó “El Error Berenguer”, uno de los artículos más célebres de Ortega. En marzo de 1931 fue comprado por unos monárquicos, y la mayoría de los que escribían en El Sol abandonaron el periódico. El nuevo director fue Manuel Aznar. En 1932 apoyó a la República. En 1934 lo dirigía Fernando García Vela. En 1936 lo tomaron los comunistas como su órgano de expresión. En 1939 fue cerrado.

Post by Emilio Encinas

Emilio Encinas se licenció en Geografía e Historia por la Universidad de Salamanca en 1972. Impartió clases en el IT Santo Domingo de El Ejido de Dalías el curso 1972-1973. Obtuvo la categoría de Profesor Agregado de Enseñanza Media en 1976. fue destinado al Instituto Marqués de Santillana de Torrelavega en 1976-1979, y pasó al Instituto Santa Clara de Santander 1979-1992. Accedió a la condición de Catedrático de Geografía e Historia en 1992 y ejerció como tal en el Instituto Santa Clara hasta 2009. Fue Jefe de Departamento del Seminario de Geografía, Historia y Arte en 1998-2009.

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