ORTEGA y UNAMUNO

Conceptos clave: Ortega, Unamuno.

              ORTEGA Y GASSET. EL VITALISMO.

Ortega y Gasset se basaba en ideas de Nietzsche, Dilthey, Bergson y Klages, y afirmaba que la vida era una fuerza poderosa que se abría camino por sí misma, que se imponía incluso a la voluntad humana.

     Nietzsche[1], 1844-1900, había publicado El Origen de la Tragedia 1872, La Gaya Ciencia 1882, Así Habló Zaratustra 1883, Más allá del bien y del mal 1886, La Genealogía de la Moral 1887, El Ocaso de los Ídolos 1889, El Anticristo 1896, La Voluntad de Poder 1901, y Ecce Homo 1908 (las traducciones son a menudo muy malas, y confieso que yo muchas veces no entiendo casi nada). Decía que la moral cristiana debía ser superada por sistemas de moralidad mejores. Decía que los valores tradicionales cristianos pertenecían a una moral de esclavos, se habían hecho en tiempo de los esclavos, y se habían hecho para seres débiles y resentidos contra sus amos, seres que deben conformarse con lo que tienen, resignarse. Pero en la actualidad hacía falta una nueva moral, un sistema de valores nuevo, que diera lugar a otro tipo de hombre, autónomo, creador, independiente, seguro, individualista y vital, a lo cual llamaba “superhombre”, el producto de la nueva moral. Creía que los hombres se mueven por “voluntad de poder”, poder sobre uno mismo y sobre los demás, y ello es bueno porque genera creatividad. Decía que los hombres autoelevados a esta nueva categoría son muy pocos, y forman una minoría selecta, y que esta minoría debe regir los Estados.

     Las teorías de Nietzsche se difundieron mucho en España a través de periódicos y revistas en 1900-1910, es decir, cuando Nietzsche ya había muerto, y no porque nadie lo estudiara y lo explicara en profundidad. La primera publicación de Nietzsche se hizo en España en 1900. Los noventaiochistas lo asimilaron como lectura imprescindible, junto a Zola, Tolstoi, Ibsen, Verlaine y Kierkegaard, las seis lecturas imprescindibles para ellos. Los noventaiochistas estaban obsesionados por que España captara la cultura europea, sobre todo los aspectos críticos que venían mejor a la “España del Desastre”. A partir de 1914, los intelectuales decidieron prescindir de traducciones francesas, luego pasadas al español, y decidieron ir directamente al alemán.

De los primeros españoles en conocer las ideas de Nietzsche fue Joan Maragall, 1860-1911, allá por 1893, cuando este autor era un desconocido en España. Pompeyo Gener decía haber leído a Nietzsche, aunque hoy creemos que debió ser por encima, con poca atención, pues acabó diciendo que Nietzsche llegaba a las mismas conclusiones que la revolución científica, es decir, que la intelectualidad es una élite, una aristocracia hereditaria. En 1898, la Revista Contemporánea, publicó que en Francia, Henri Lichtenbergen había publicado La Philosophie de Nietzsche y creemos que éste fue el camino por el que la generación de 1898 se enteró del nuevo pensamiento europeo.

Las ideas sobre Nietzsche venían a España desde Francia, a través de periódicos y revistas francesas. Mediante la recepción de estos autores, los españoles rechazaban las filosofías racionalistas del XIX y también el sistema político de la Restauración.

Nietzsche gustaba especialmente en España porque representaba los antivalores, y sus ideas podían ser utilizadas contra lo existente a final del XIX: había que cambiarlo todo, y nadie sabía qué había que cambiar, ni a dónde se dirigiría el cambio. Con el tiempo, los jóvenes críticos maduraron y abandonaron los principios de los republicanos federales y los de los anarquistas violentos, y los de los católicos a ultranza, pero en su juventud, la mayoría de las figuras de principios del XX eran rebeldes y gustaban el vivir la vida en tensión. Se llamaban a sí mismos modernistas y presumían de haber leído a Tolstoi, Ibsen y Nietzsche, aunque si exceptuamos a Unamuno, puede que ninguno los hubiera leído, al menos con detenimiento.

     La lectura de Nietzsche tenía un especial inconveniente en España, pues atacaba al cristianismo, y los autores españoles que lo leían eran católicos, pero aun así, los filósofos y literatos españoles continuaron leyéndole toda la primera mitad del XX. Las explicaciones que los católicos daban de Nietzsche eran muy discutibles.

     Pero entre los intelectuales en general, había surgido el ateísmo, o al menos la duda en el Dios cristiano, pues el cristianismo de su tiempo era decadente en moral, y fúnebre en su consideración de la realidad. Los que se mantenían en la vieja creencia, como Ganivet, decían que el catolicismo español era castizo, muy propio de lo español. Unamuno no creía que Nietzsche tuviera razón en sus ataques al cristianismo. Ganivet creía que España padecía abulia y necesitaba un Hércules moral, y esa idea se parece a la del superhombre de Nietzsche.

     Todos los intelectuales españoles de principios del XX criticaban la moral tradicional católica y revisaban sus valores, e incluso Primo de Rivera y Franco, creyeron que había que hacer una renovación de España, aunque los unos querían una renovación comunista o anarquista y los otros una renovación que profundizase en los valores antiguos del catolicismo.

              Los pensadores europeos.

     Wilhelm Dilthey, 1833-1911, había estudiado en Heidelberg y en Berlín, y luego fue profesor de filosofía en varias Universidades centroeuropeas. Saltó a la fama con sus publicaciones:  La vivencia y la poesía, 1906; La esencia de la filosofía, 1907; y La estructuración del mundo histórico, 1910. Se rebeló contra la pretensión de las “ciencias objetivas” de anular a las “ciencias humanas” como el Derecho, la historia, la filología, la religión o el arte. Decía que el individuo, la humanidad y la naturaleza son un todo que debe ser entendido simultáneamente en su totalidad. Las ciencias objetivas estudian partes de la realidad, pero se debe dar sentido a esos estudios parciales dentro del todo. Las ciencias objetivas son muy útiles e incluso imprescindibles, pero por sí solas no son capaces de abarcar el todo humano, ni el todo natural. Y sin esta perspectiva del todo, el conocimiento siempre será parcial e incompleto.

     Las ideas de Dilthey provinieron del estudio de un teólogo de principios del siglo XIX, Schleiermacher, el cual iniciaba la hermenéutica. Este hombre, a pesar de estar alejado de las ciencias experimentales, decía cosas muy razonables: Un concepto puede ser captado intuitivamente gracias a que un individuo se ha educado en un contexto sociocultural determinado similar al del que ha expresado el concepto.

     Henri Bergson 1859-1941, se educó en Francia y fue profesor de filosofía, pero le gustaban mucho las matemáticas y la tecnología, por lo que sabía de qué hablaba cuando hablaba de ciencias. Impactó su obra Ensayo sobre los datos inmediatos de la conciencia, 1889. Bergson reaccionó contra el positivismo cerrado, para defender los valores irracionales, estéticos e intuitivos del hombre, porque son tan reales como los extraídos de las ciencias positivas experimentales. Explicaba que los estudios humanísticos antiguos tenían métodos inaceptables que había que revisar e incluso negar, una vez que las ciencias positivas habían demostrado su falsedad. Pero la razón matemática y experimental no es la única válida en el conocimiento de la verdad, porque en el hombre existen irracionales y subconscientes que también son realidad, porque la humanidad tiene un sentido global en el tiempo, porque el individuo tiene un sentido en su integración en el todo, y estas realidades deben ser contempladas también.

     Ludwig Klages, 1872-1956, era químico y filósofo, pero se interesó más por aspectos de la realidad no estudiados suficientemente en su tiempo, como la psicología, la expresión en el arte y la grafología, es decir, que nos dijo que existía una parte de la realidad no estudiada ni por las ciencias humanas, ni por las ciencias experimentales. Creía que la vida era una fuerza creadora esencial, y la denominaba lo anímico, y que el hombre había creado estudios y contemplación de lo ya  caducado y muerto, lo espiritual, entre cuyos estudios estaban las ciencias experimentales.

              Los pensadores españoles

     Como fruto de este ambiente rupturista con el pasado, en España surgieron algunos jóvenes, como Ernesto Giménez Caballero, Ramiro Ledesma Ramos y José Antonio Primo de Rivera, que buscaron la exaltación del hombre y, a la vez, el antimarxismo. En el arte buscaban la ruptura en el futurismo y el surrealismo. En política creyeron encontrar la solución en el fascismo. Estos rupturistas españoles son muy peculiares porque no se preocuparon por negar los valores morales del siglo XIX que todos veían como caducados: las ideas filosóficas del tomismo, la democracia burguesa en el peor sentido de la palabra, la idea de que la estabilidad y el orden son preferibles a la justicia social. Y decidieron oponerse a la estética romántica, a la democracia liberal, a los socialismos de tipo internacionalista. Defendieron la moral cristiana, la metafísica, la imaginación creadora y el sentido estético de la creación mental.

     Ramiro de Maeztu Whitney, 1874-1936, hizo en 1898 un Estudio sobre Sudermann, que era el prólogo a El Deseo, y allí decía que era necesario el nacimiento del superhombre mesiánico que librara a España de su pasado y la llevara a la tierra de promisión. Estaba desfigurando el pensamiento de Nietzsche, cosa nada rara en España respecto a los autores extranjeros, y de allí surgieron muchos anti Nietzsche y muchos pro Nietzsche, aunque no hubieran leído al autor casi ninguno. Ramiro era alavés y llegó a Madrid en 1897 con la lectura de Así habló Zarathustra, con la que estuvo entusiasmado al menos hasta 1905. En 1899, escribió Hacia otra España, despotricando contra los que predicaban armonía, porque decía que la vida es violencia brutalidad y muerte. Ramiro estuvo en Inglaterra y conoció la democracia británica, y conocía también a Ortega y Gasset, y fue evolucionando desde el individualismo nietzscheriano al “colectivismo salvador”, y más tarde, se pasó al catolicismo y estuvo el resto de su vida tratando de conciliar Nietzsche y catolicismo.

     Ernesto Giménez Caballero, 1899-1988, estudió Filosofía y Letras en Madrid y se movió en ambientes socialistas, y comunistas a partir de 1921, por lo que conocía bien estos medios. En 1928 se interesó por el fascismo italiano, un socialismo en el que los sindicatos tomaban el poder y ejercían su soberanía sobre las Cortes y sobre el Estado, pero no renunciaba a la vieja cultura de cada pueblo. Creía que era hora de que en España se dejase de discutir entre los Austrias y los Borbones, entre Gran Bretaña y Francia, y pensó en un mundo feliz con Cortes sin políticos, con libertades sin liberalismo, y con política sin milicias armadas de todos los partidos que sólo servían para coartar la libertad. Todos los españoles debían estar unidos, en un fascio, en la búsqueda del progreso. En 1935 se hizo catedrático de literatura en un Instituto de enseñanza media. Entonces se interesó por el futurismo de Marinetti y el surrealismo, como expresiones del arte del futuro que superaría las viejas barreras del arte. Trató de crear una literatura vanguardista, que rompiera barreras y se adelantara al futuro. En 1933 le interesó Ramiro Ledesma Ramos y sus ideas sindicalistas. Enseguida se interesó también por José Antonio Primo de Rivera y estuvo en la fundación de Falange Española, pero al poco se decepcionó de que José Antonio sólo fuera un político más, que imponía dogmas políticos, y no el político nuevo que él esperaba. En 1936 estuvo con Francisco Franco y le sugirió el Decreto de Unificación, o sometimiento de Falange al franquismo, lo cual le hizo odioso a los falangistas camisas viejas.

     José Antonio Primo de Rivera Sáenz de Heredia, 1903-1936, fue educado por profesores particulares en su propio domicilio y por su padre, el General Miguel Primo de Rivera Orbaneja, pues su madre había muerto cuando José Antonio tenía 5 años de edad. Se incorporó a la Facultad de Derecho en segundo año de carrera, y allí conoció a Ramón Serrano Súñer, el líder del fascismo español, y se afilió a la Asociación de Estudiantes de Derecho que se oponían a las asociaciones católicas de Ángel Herrera Oria. Cuando terminó sus estudios, su padre ejerció como dictador durante siete años, y la vida le fue fácil. En 1930, su padre fue depuesto y murió al poco de exiliarse. Entonces mostró sentimientos de rabia contra la irracionalidad de las masas, y contra los pseudointelectuales que las pastorean. Y se sintió atraído por el fascismo italiano que atacaba al liberalismo y a los socialismos, organizadores de grupos de masas irracionales. Entonces estuvo en la creación de Movimiento Español Sindicalista, inicio del fascismo, y luego en Falange Española, los cuales defendían la soberanía de los sindicatos de trabajadores, nacionalsindicalismo, pero dirigidos a la defensa de la cultura y los valores tradicionales de la patria. En 1934, se asoció con Ramiro Ledesma Ramos y Julio Ruiz de Alda, en un proyecto de generar el fascismo español, pero en 1935 recibió un sueldo importante de Mussolini, y se quedó como único líder de “Falange Española y de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista”, FE y de las JONS. Entonces su proyecto sumó la defensa del catolicismo y el rechazo del liberalismo y el socialismo. A principios de 1936, su partido fue ilegalizado, y él condenado por posesión de armas y preparación de golpes de violencia. En julio de 1936 se inició la sublevación de Franco, y José Antonio mandó a los suyos colaborar con Franco e iniciar la sublevación en sus lugares de residencia, y fue por ello juzgado, condenado a muerte y ejecutado por el Gobierno de la República.

         El pensamiento de José Ortega y Gasset.

     José Ortega y Gasset, 1883-1955, era un niño de familia bien, que estudió en los jesuitas de Málaga y los jesuitas de Deusto (Bilbao), para pasar después a Madrid a hacer Filosofía y Letras. Su padre, José Ortega Munilla, era periodista en Los Lunes de El Imparcial. Su abuelo, Eduardo Gasset Artime, era el dueño de El Imparcial. Se doctoró en 1904. Luego pasó tres años en Alemania. Ortega había estudiado en Leipzig y en Marburgo con Paul Natorp y con Hermann Cohen, y estaba enamorado de la cultura alemana. Paul Natorp le había enseñado que el único conocimiento válido es el científico y no el especulativo imaginativo. Hermann Cohen le había enseñado que las experiencias religiosas deben quedar al margen del razonamiento científico. En 1909 dio clases en la Escuela Superior de Magisterio. En 1910 obtuvo la cátedra de Metafísica en la Universidad Central y destacó por pedir rigor en los conocimientos, investigación y trabajo, cosas que escaseaban en los ambientes universitarios del momento.

     En 1915 fundó la revista “España”, y en 1923 “La Revista de Occidente”, una publicación mensual para dar a conocer a los escritores europeos de su tiempo, como Spengler y Wolflin. Publicó sus principales obras en forma de seriales en periódicos, y así nacieron España Invertebrada, y La Rebelión de las Masas. Ortega se hizo famoso por comunicar a los españoles las ideas de los pensadores de Europa Occidental de su tiempo: Oswald Spengler, Johan Huizinga, Edmund Husserl, Georg Simmel, Jacob von Vexküll, Heinz Heimsoeth, Frant Brentano, Hans Driesch, Ers Müller, Alexander Pfänder, Beltran Russel, gracias a sus conocimientos del alemán.

     Ortega constató que el mundo estaba cambiando ostensiblemente a principios del siglo XX: segunda revolución industrial, nueva banca, crisis del liberalismo del siglo XIX, nuevas tendencias pictóricas, automóviles y aviones, revolución soviética, teoría cuántica de Max Planck, teoría de la relatividad de Einstein, sistema neuronal de Ramón y Cajal, psicología de Freud… Y mientras tanto, España hacía esfuerzos para volver al pasado, “a un pasado glorioso” según los tradicionalistas. Y los españoles seguían debatiéndose entre caciques y regeneracionistas sin querer percibir que la derrota de 1898, y el Desastre de Annual 1921, habían puesto de manifiesto el final de esa época. Aceptaba que España estaba mal, pero no se angustiaba pro ello, como los noventaiochistas, sino que trataba de bajar a la arena y buscar las causas de los males españoles.

     El mensaje de Ortega decía: La realidad viene definida por dos principios, el del vitalismo y el del historicismo. Por el vitalismo sabemos que la realidad es muy compleja, más compleja que el hombre, regida por el principio vital que rige la existencia del universo. Por el historicismo sabemos que la esencia de la realidad es el devenir, que la realidad es lo que ha llegado a ser, cambiante en cada momento. Debemos tener en cuenta ambos principios. El objetivo de la filosofía es encontrar el ser fundamental del mundo, la realidad permanente y total, el cual está por encima de las individualidades contingentes y parciales. Pero ambos niveles son parte de la realidad, tanto el todo como las realidades individuales, porque “yo soy yo, y mis circunstancias”. La esencia de la realidad es la fuerza de la vida que conocemos mediante la razón, y también la personalidad individual o las percepciones de cada individuo, las circunstancias. La suma de las perspectivas individuales no es la realidad misma, porque la realidad es mucho más compleja y contiene muchos más factores que los humanos, como el tiempo, el espacio, la materia, las relaciones entre ellas, lo que la razón no ha percibido todavía de la realidad, lo que es inconcebible para el hombre porque la razón no llega a ello. La realidad es mucho más rica y compleja que el ser humano.

     Respecto a la sociedad, en continuo cambio y continua degradación, creía que debía ser renovada y reactivada por minorías conscientes. Las masas, irracionales por definición, se estaban adueñando del Estado y empezaban a dirigir la sociedad. Si los políticos se entregan a las masas, será el fin de la civilización. El liberalismo debe dejar de dar culto al voto, para buscar la mejor distribución y desarrollo de los derechos humanos. El socialismo debe dejar de dar culto al Estado y a la masa, para buscar la redistribución de los bienes económicos con respeto a los derechos humanos. El problema de nuestro tiempo es la “hiperdemocracia” sistema en el que todo se confía al voto popular, en vez de a la razón. La razón es cosa de minorías selectas. La masa ignora el futuro, y se centra en resolver los problemas de su presente, los suyos exclusivamente. Del liberalismo debemos rescatar el derecho a discrepar, y la voluntad de dialogar con el adversario. Del socialismo debemos rescatar la necesidad constante de buscar la igualdad en el disfrute de los bienes materiales. En ambos sistemas, debemos rechazar el uso del apoyo de las masas para imponer totalitarismos y puntos de vista excluyentes.

     El 23 de marzo de 1914, José Ortega y Gasset dio una conferencia en el Teatro de la Comedia de Madrid y la titulaba “Vieja y Nueva Política”. Se dirigía a los intelectuales corrientes, no a los de élite, no a las figuras deslumbrantes, sino a los hombres que se habían hecho a sí mismos. Tampoco confiaba en los estéticos de la generación del 98. Les convocaba a todos a la regeneración de España. Y les decía que había que olvidarse de personalismos inútiles, de falsos quijotismos, e imitar más el progreso, la civilización, la técnica, la investigación y la ciencia europeas. Confiaba en los que trabajaban en laboratorios, bibliotecas, archivos, los que no eran conocidos por el gran público, porque ellos eran la “España vital”, lejos de la “España oficial” que representaba lo decadente. Las esperanzas de España radicaban en la España vital, la cual no era una fuerza robusta, pero la única que podía aportar algo para que España tuviera futuro.

     José Ortega y Gasset, era uno de los últimos filósofos de la filosofía de la salvación, de la necesidad de que alguien salvara a España, de que se abandonase la filosofía tradicional y se iniciase una “filosofía pura”, con conocimientos científicos y técnicos actuales, y no basada en especulaciones teológicas y aristotélicas de siglos pasados. Había escrito artículos y ensayos, impartido conferencias y clases abiertas, y publicado en Revista de Occidente (que era una editorial y también un periódico homónimo), para divulgar las ideas europeas.

     Cuando Ortega dice que hay que incorporarse a la cultura europea, lo que está diciendo es que hay que asimilar la cultura alemana, y las aportaciones de otros países occidentales. Porque Ortega despreciaba lo anglosajón y lo latino, incluyendo a Francia entre los países latinos. Creía que España necesitaba superar la época de la Restauración de Cánovas, la cual había producido mediocridades más despreciables de la cultura europea, tales como Menéndez Pelayo y Juan Valera. Ortega era pues intelectualmente agresivo, agresivo contra el tradicionalismo español, con los subjetivismos, con los individualismos españoles. Quería para España una gran síntesis filosófica y cultural que superara el racionalismo del XIX y el individualismo de su época, la primera mitad del XX. Decía que las ideas eran más importantes que las personas que las habían creado.

     Recomendaba a sus alumnos estudiar historia de la filosofía, pero les decía que, para ello, debían conocer primero varios idiomas, e incluso salir al extranjero, porque conocer sólo lo español era no conocer apenas nada. Tuvo gran éxito como profesor, y muchos españoles se consideraron sus alumnos, sólo porque habían leído algo suyo.

     Los jesuitas le atacaron hacia 1943-1947 y desde ese momento Ortega fue diana de muchos ataques. Le defendió Julián Marías. Destacó en sus ataques a Ortega y Gasset, el dominico tomista Santiago Ramírez Ruiz de Dulanto, el cual decía que Ortega era incompatible con el cristianismo, que el cristianismo era un valor permanente, mientras Ortega no era más que uno más de los que negaban los valores del cristianismo. Pero entonces, los católicos ortodoxos defendieron a Ortega, y apareció la confusión entre seguidores y detractores del filósofo.

     El estudio más interesante sobre Ortega y Gasset tal vez lo hiciera José Ferrater Mora, profesor exiliado en 1939 en diversos países americanos, y desde 1947 en Estados Unidos. Ferrater Mora distinguía tres etapas en la vida de Ortega, la del objetivismo en 1902-1914, la del perspectivismo en 1914-1923 y la del raciovitalismo en 1924-1955.

     En la etapa de objetivismo, Ortega no hizo publicaciones voluminosas, sino escritos en revistas como Vida Nueva, La Lectura, Europa, y en diarios como El Imparcial, El sol, El Crisol, Luz. Hay que tener en cuenta que su padre era periodista y ello le daba acceso a los periódicos, y además Ortega creía que el periódico llegaba a las masas. Ya por entonces, creía que España necesitaba importar ideas y cambiar los cimientos de la educación española “desde perspectivas españolas”. Sus artículos era necesariamente simples, para ser entendidos por la masa, precisos en conceptos y sistemáticos. Pero ya en esta primera etapa, hacia 1910, podemos observar el nacimiento del vitalismo, el abandono del idealismo tradicional para bajar la Diosa razón al nivel del intelecto humano corriente. Porque Ortega no cree ni en el idealismo a secas ni en el vitalismo a secas, sino en la complementariedad de ambas formas de pensamiento.

     En la etapa de 1914-1923, o de perspectivismo, Ortega estaba viviendo una realidad española de huelgas generales, vida parlamentaria convulsa que acabó en la dictadura de 1923. E introdujo la idea del perspectivismo, la cual era nueva en España, pero no en Europa. Eran ideas ya tratadas por Leibnib, Nietzsche, Teichmüller y Vaihinger. La noción de perspectiva no tenía para ellos el sentido inmediato y limitado de la percepción, sino que trataba de interpretar la totalidad de la realidad, no desde perspectivas trascendentales kantianas, sino desde categorías personales. Y como Ortega era español, aportaba su propia perspectiva. “No existe la realidad inmutable y única con la que comparar otras obras de arte y otros modelos de sociedad, y otros tiempos históricos”. Hay tantas realidades como puntos de vista, porque el punto de vista genera su propio panorama de la realidad. El problema del perspectivismo era plantearse si existe la verdad objetiva, válida para todos. Ortega afrontó este problema en Meditaciones del Quijote, 1914;  Verdad y Perspectiva, 1916. Dice allí, que la filosofía cristiana solía partir de la idea de que el punto de vista individual siempre es falso, y el hombre debe aprender de las escuelas de pensamiento ya aceptadas y admitidas por la Iglesia. Si de ello deducimos que no existe más punto de vista que el individual, concluiremos que no existe la verdad objetiva, y llegaremos al escepticismo. Pero si creemos que la verdad existe a pesar de todo, debemos tener en cuenta los puntos de vista supraindividuales y adoptar el racionalismo. Ortega dice que ambas conclusiones son falsas, porque ambas parten de principios falsos: hay dos realidades, la objetiva que está fuera de nosotros, y la perspectiva que es el punto de vista desde el que cada uno de nosotros observamos la realidad objetiva. Ni se puede inventar la realidad, como hacen algunso individuos, ni se puede prescindir de los puntos de vista individuales. La autenticidad de cada hombre es ser fiel a su propio punto de vista, pero teniendo en cuenta que él es parte de la realidad global. Para poder entender esto, es preciso liberar a la filosofía de la teología, y decir que la filosofía no es sierva de la teología, sino una ciencia humana independiente y con finalidades propias. El hombre puede creer, o no, en dios, pero nunca puede ser excluido su punto de vista en ninguno de los dos casos. Terminó la etapa del perspectivismo con dos grandes obras: La España Invertebrada, 1921; El Tema de Nuestro Tiempo, 1923. En La España Invertebrada, Ortega habla de decadencia, de falta de unas minorías selectas que levanten el nivel intelectual y moral de los españoles, de la falta de un Estado fuerte. En El Tema de Nuestro Tiempo, Ortega hizo afirmación de la vida como principio fundamental de la filosofía y afirmó que todos los valores culturales están sometidos a las leyes vitales, sin que haya posibilidad de dar marcha atrás. Precisamente, la vida es el proceso de adquisición de valores éticos y morales, es ímpetu y fuerza, y no sólo racionalismo. En La Deshumanización del Arte, 1925, defiende el arte moderno de su época, a pesar de haber borrado de sus lienzos al individuo. Y con ello, Ortega llega al raciovitalismo, la etapa en la que afirma que la vida es a la razón como el animalismo a la racionalidad.

     En la última etapa de raciovitalismo, Ortega fue muy prolífico y escribió Mirabeau o el Político, 1927; Visión de la Universidad, 1930; La Rebelión de las Masas, 1930, que nos habla de la ascensión de las masas a puestos en el Gobierno que deberían corresponder a minorías selectas, lo cual puede terminar con la cultura occidental; Rectificación a la República, 1931; La Redención de las Provincias y la Decencia Nacional, 1931; Ideas y Creencias, 1940; Estudios sobre el Amor, 1940; Dos Prólogos a un Tratado de Montería; Historia de la Filosofía, 1945; Qué es la Filosofía, 1958; La Idea de Principio en Leibnib y la evolución de la teoría deductiva, 1958; Origen y Epílogo de la Filosofía, 1960; Vives, Goethe, 1961. Afirmaba Ortega que la Escolástica basaba su pensamiento en la ontología, pero había que basarlo en la antropología. Del binomio vida-razón, se derivan ideas y creencias, lo que Ortega expresa con el conocido dicho “yo soy yo y mis circunstancias”. Las creencias son nociones opiniones, costumbres que aprendemos por el simple hecho de vivir en sociedad. La razón es creadora de ideas, pero las ideas las crea cada individuo dentro de su capacidad personal y su espíritu crítico. Cada individuo tiene un número de creencias y de ideas, y las unas están en proporción inversa a las otras, a más creencias, menos ideas, i viceversa. No hay duda alguna sobre la existencia del hombre, y no hay lugar al razonamiento de Descartes, pero hay que aportar algo al pensamiento tradicional: el hombre es un ser complejo y su personalidad es la suma del yo y la de sus circunstancias.

     Ortega simpatizaba con el socialismo, pero odiaba la violencia sindical que estaban utilizando para manipular a las masas, y acabó perdiendo su fe en los socialistas. Comprendió que la teoría era muy diferente de la práctica y que ésta era la que mejor definía la realidad. En 1923, creyó que Primo de Rivera reconduciría la política española y se equivocó como otros muchos españoles. Se decepcionó muy pronto y escribió El Tema de Nuestro Tiempo, 1923, y Mirabeau o el Politico, 1927; El Error Berenguer, 15 de noviembre de 1930; Delenda est Monarquía, 1930. El 10 de febrero de 1931, se asociaron Ortega y Gasset, Gregorio Marañón, y Ramón Pérez de Ayala, en “Agrupación al Servicio de la República”, una institución que pretendía unir a los intelectules españoles, profesionales liberales, abogados, médicos, ingenieros, escritores… para que los candidatos a puestos políticos fueran de un nivel intelectual aceptable. Ello era preciso porque las quemas de conventos le parecían inaceptables, y negaban la validez de un sistema político republicano que no sabía controlarlas. Si la dictadura habái sido mala, la república de 1931 parecía mucho peor. Y el 6 de diciembre de 1931 escribió Rectificación de la República, porque la República carecía de proyecto político laudable, moral y aceptable, y era preciso que los ciudadanos y el Gobierno se atuviesen a la realidad.

     Durante los debates del Estatuto de Cataluña, Ortega fue atacado pro sus enemigos políticos, en unos ataques a lo personal, y entonces pensó en la disolución de Agrupación al Servicio de la República, expresado en una circular de 20 de octubre de 1932. Y en agosto de 1932, se retiró de la política. No quería estar en el bando conservador que había denunciado como inmoral, ni el bando revolucionario que aparecía como más inmoral todavía.

     MIGUEL DE UNAMUNO, LA ANGUSTIA VITAL.

Miguel de Unamuno Jugo, un creyente atribulado, se basaba en ideas de Kierkegaard, Heidegger, Jaspers y Sartre, y afirmaba que la existencia es insegura, incierta, trágica, que el hombre se siente desamparado, sólo y abocado irremediablemente a la muerte.

Soren Aabye Kierkegaard, 1813-1855, fue un danés muy preocupado por la subjetividad del individuo, por los problemas de personalidad, los sentimientos de desesperación y de angustia vital, por el sentido de la religión. Vivía una época de crisis de cristianismo, e inició una serie de autores cristianos que expresaron los mismos problemas. En el caso de Kierkegaard, el pesimismo existencial le venía del modo de concebir la religiosidad que tenía su padre, el cual se sentía condenado por Dios por haber pecado. Y él desarrolló la misma angustia y rompió con su novia sin tener motivo alguno, y sin dejar de amarla, lo cual significó otro trauma adquirido de modo absurdo para toda su vida. En 1846, empezó a pensar que quizás la que estaba equivocada era la cultura cristiana, por haber hecho una interpretación dogmática y haber burocratizado el clero. Empezó a pensar en una relación equivocada entre el hombre y dios, que debía ser crítica y personal en vez de mediatizada por el clero. En su fuero interno, pensaba que la vida era todo ansiedad, desesperanza, y que sólo podía salir de ese estado mediante la fe. Y se dio cuenta de que ello era una irracionalidad, pero una irracionalidad que para él era necesaria. Pero como tampoco quería aceptar los dogmas transmitidos por las autoridades religiosas que vivían de ello, tenía que llegar a una doctrina personal que le ayudara a salir de ese estado de ánimo. Llegó a la conclusión de que la religión era un compromiso personal del individuo con Dios, compromiso que le debía llevar a superar el conocimiento de la religión y el cumplimiento de los mandamientos religiosos a través de un verdadero compromiso de vivir conforme a la voluntad divina, que es una cosa distinta a cumplir cada día y cada semana con unas normas religiosas más o menos rituales. A Dios, o se le acepta, o se le sustituye por un sistema nuevo de creencias, en cuyo caso, el hombre debe replantearse toda la realidad de nuevo, de forma distinta a como lo ha venido haciendo la cultura cristiana durante siglos. En el segundo caso, el nuevo hombre que se replantea todo, sería “el superhombre”. Precisamente, la modernidad se estaba caracterizando por dudar de todo y por intentar crear  sistemas políticos y filosóficos nuevos, y Kierkegaard creía que la religión institucionalizada estaba siendo un elemento retardatario en ese proceso, y la Iglesia no se había renovado debido a que había creado formulismos vacíos, prácticas absurdas e intereses espúreos del clero, con los que se había deformado totalmente el cristianismo original.

Martin Heidegger, 1889-1976, provenía de la teología católica, y constató que el catolicismo de principios del XX, y el protestantismo también, se habían convertido en modos de sometimiento del hombre al servicio del clero. Por eso, abogó por un cristianismo libre. El instrumento de sometimiento ideológico del cristianismo ha sido la Metafísica, un saber que se preguntó por el qué es la existencia y qué sentido tiene, y había elaborado muchas teorías cada vez más alejadas de la realidad. El ser depende de su origen y conformación, de su entorno, de su tiempo, y de las cualidades personales del propio ser que le lleven a modificar su conducta. Si no se tiene en cuenta esta realidad, estaremos hablando sólo de entes sin sentido, vacíos, que es lo que había estudiado la metafísica. Estas teorías las expuso en 1927 en Ser y Tiempo. Heidegger se afilió a NSDAP en 1933 porque creyó que la máxima realidad del ser se realizaba cuando se entregaba a la nación, al progreso de la colectividad. El nazismo es la creencia en la soberanía de los sindicatos, y en ello es igual que los socialismos y comunismos de los cuales es hermano, pero al servicio de la cultura del Volgeist, en vez de al servicio de la revolución socialista, que es el reparto de la propiedad entre todos los trabajadores. Por eso, en 1945 fue destituido como Rector de la Universidad de Friburgo. Su mayor problema es que se empecinó en no ver la realidad, y negó el holocausto y las barbaridades nazis contra la libertad, la vida y los derechos de los demás, y se cegó porque creía que la patria es la esencia del ser, y por tanto, sirviendo a la patria no podían ocurrir las cosas que estaban ocurriendo.

Karl Jaspers, 1883-1969, estudió medicina en Oldemburgo y se interesó por la psiquiatría. En 1933 se opuso al nazismo y sufrió represalias por ello. Como psiquiatra, defendió que no era importante el qué sentían y decían los enfermos, ni el cómo lo decían o nos lo manifestaban, sino el por qué lo sentían y decían. No creía en ninguna religión, pero se interesaba por todas como modelos de interpretación de la realidad hechos por distintas culturas. En 1966 protagonizó la polémica más importante de su vida, al cuestionar a los partidos políticos, los cuales crean unos pocos sistemas ideológicos determinados, y pretenden hacernos creer que fuera de esos sistemas el individuo no puede expresarse en política.

Jean Paul Sartre, 1905-1980, estudió filosofía en París en una Escuela para alto coeficiente intelectual. Su primera experiencia vital tuvo lugar en el ejército en 1929-1931, donde vivió el drama de la relación de la metrópoli francesa con las personas de la colonia argelina. Y entendió que cada soldado era responsable de las atrocidades que se cometían, y no valía excusarse en el ejército ni en el Estado, que sólo eran colectividades. Por eso, llegó a la conclusión de que el hombre se hace a sí mismo, el hombre es responsable de cómo es y de lo que es en cada momento, porque es lo que ha llegado a ser, y en ello ha tenido siempre la opción de decir no. El hombre es libre. El hombre está condenado a ser libre. No se pueden poner excusas de esencias anteriores que han determinado la personalidad, porque el único responsable de lo que el ser es, es él mismo. A pesar de que criticaba el estalinismo como un intento de imposición sobre la conciencia de los individuos, en 1945 se declaró comunista, y luego maoísta, pero se decepcionó de estas teorías, que tampoco conducían a la liberación intelectual del hombre. El hombre comienza a serlo cuando se descubre a sí mismo, y entonces descubre también su capacidad para aceptar o rechazar las cosas, y en cada momento es exactamente el resultado de los que ha aceptado y lo que ha rechazado. El hombre es lo que es, y la conciencia que tiene de sí mismo en su relación con los demás. Y en esta realidad, no cabe imaginar la existencia de principios o fuerzas exteriores, como podía ser Dios, que modifique nada de lo que el hombre es. Dios no existe, sino como falsa realidad de los que quieren atribuir a otro lo que ellos mismos han hecho. Un punto conflictivo de Sartre es que negaba toda la parte irracional de la personalidad humana, como conformante de esa personalidad.

Unamuno probablemente no llegó a conocer la obra de Kafka, aunque La Metamorfosis es de 1912. Franc Kafka 1883-1924, tenía unos sentimientos parecidos a los de Unamuno: estaba preocupado por la realidad vital, el existencialismo, la brutalidad humana, la culpa, la espiritualidad, el absurdo de la realidad. Y escribió sobre el absurdo de hombres desesperados que buscan algo dentro de ese absurdo, pero encuentran que la vida es insegura, fantástica (antirracional) a veces, aleatoria. Por ello, su novela, la realidad, debe ser presentada por un narrador externo que le confiera algo de racionalidad y orden. Si hubiera vivido un poco más, hubiera visto que sus hermanas, judías, eran llevadas a un gueto, y luego exterminadas por los nazis, lo cual llamó la atención del mundo, y llevó a estudiar las obras de Kafka después de 1945.

Aunque Unamuno no llegó a conocer la obra de Camus, tal vez interese conocer hacia dónde evolucionaron los intelectuales que vivieron más allá de 1939.

Albert Camus Sintes nació en la colonia francesa de Argelia, pero su padre murió al empezar la guerra de 1914. Estudió con muchas dificultades y enfermó de tuberculosis. Hacía 1937, abandonó el Partido Comunista porque éste apoyaba la independencia de Argelia. Hacía 1948 contactó con los anarquistas, que expresaban mejor su pensamiento. Las teorías de Camus son de 1951, expresadas en El Hombre Rebelde. Camus representa la desilusión de todo, tanto del dogmatismo cristiano, como de la doctrina del paraíso comunista. Ambos movimientos los considera iguales, con sus profetas, sus dogmas, sus líderes intocables, sus fiestas, sus mártires, sus mandamientos a cumplir por los fieles… Creía en el liberalismo intelectual, y en algunos puntos del anarquismo. Su pensamiento se basa en la idea de que el hombre desea que la realidad, la vida y la historia tengan sentido, y puedan ser entendidas, pero la realidad es irracional, es absurda vista por los ojos del hombre, es como es. Vivir es enfrentarse cada día al absurdo y, por eso, el hombre trata de crear pequeñas parcelas de racionalidad y moralidad en las cuales vivir y desarrollar una cultura. El absurdo no puede servir para justificar la inmoralidad, sino que el hombre debe crear un sistema de valores y ser fiel a ellos. Se puede y se debe ser rebelde contra los inmorales, pero sin traspasar los límites de la moralidad. La defensa de la moralidad no puede servir para justificar el asesinato, la opresión ni la realización del mal. Los grandes inmorales utilizan la historia y la búsqueda de la moralidad para justificar sus grandes inmoralidades. Por ello, es justo el derecho de rebelión, siempre que éste se ajuste también al criterio de moralidad.

         El pensamiento de Miguel de Unamuno

Miguel de Unamuno Jugo, 1864-1936, era coetáneo de Joaquín Costa Martínez, 1844-1911, Ricardo Macías Picavea, 1847-1899, y de Joaquín Dicenta Benedicto, 1863-1917. Y tuvo como base de su pensamiento el rechazo de los racionalismos excluyentes, porque la parte irracional del hombre es también muy importante. En su fase socialista, habló de la necesidad de europeizar España y españolizar a Europa. Tuvo amistad con José Antonio Primo de Rivera en tiempos de la República, y se decepcionó por la actuación de una república filomarxista, y aún más por el Alzamiento Nacional y su idea de “muerte a la inteligencia”. Unamuno no era un liberal reformista. Creía que la política era necesaria y fundamental.

     Unamuno planteó el problema de cómo crear un hombre nuevo, si los que han de crearlo son hombres viejos, y la educación que van a impartir es vieja. Eso significa un drama. Y para explicar ese drama, construyó un pensamiento desordenado y personalista, que acumulaba el trabajo de muchas lecturas, pero que nunca sistematizó. Sabía poco griego cuando aprobó la oposición a catedrático de griego en Salamanca, y nunca se preocupó por saberlo. Lo que interesaba a Unamuno eran los filósofos, el pensamiento, y se volvió un tipo polémico.

     El 12 de diciembre de 1894, Pablo Iglesias propuso a Unamuno organizar la agrupación socialista de Salamanca. Iglesias quería que se basase en la acción del proletariado, es decir, que Unamuno organizase manifestaciones y huelgas. Unamuno discrepaba, y decía que el socialismo debía ser gestionado por intelectuales. Así que, en 22 de mayo de 1895, le dijo a Pablo Iglesias que discrepaba del PSOE en muchas cosas: decía que los que se decían socialistas en Salamanca desconocían a Marx, eran fanáticos de sus propias ideas, eran ignorantes e intolerantes, estaban llenos de prejuicios burgueses y eran ciegos enemigos de la clase media, desconocedores del proceso evolutivo del socialismo y carentes de todo sentido social. Le dijo que esas personas, llamaban a Unamuno “místico idealista” y afirmaban con evidente estupidez, que para ser socialista había que abrazar el materialismo ateo, como si un católico no pudiera ser socialista. En esas condiciones no quería seguir siendo socialista. Y en 1897, Unamuno abandonó el PSOE en carta dirigida al Director del periódico La Lucha de Clases, de Bilbao. Decía que una cosa era no estar de acuerdo con la Restauración burguesa, y otra tener que aceptar teorías insufribles sobre Carlos Marx como si fueran dogma. Una cosa era querer ayudar a los necesitados, y otra era tener que luchar por los problemas personales de algunos militantes, los más de ellos luchadores contra su propia conciencia religiosa. Es decir, que creían que ser socialista era no ir a misa y hablar mal de los curas. Unamuno reconocía que la cuestión religiosa era capital, tan importante como la económica, pues no se podía negar que el hombre siente temor y preocupación ante la muerte. Negarlo es negar la realidad, y ello contradice el espíritu de Marx de partir de la realidad, y hacer un análisis dialéctico de la misma para profundizar en ella. El que luego, Marx se inclinase por dar más sentido de realidad a unos aspectos de la vida que a otros era secundario y opinable. Entonces, Pablo Iglesias insistió en que los verdaderos socialistas eran irreligiosos, lo que pareció a Unamuno una torpeza, aunque quizás admisible. Pero cuando Pablo Iglesias lanzó a los socialistas a atacar a los que creían cosas distintas a las del PSOE, aunque fueran dignas y puras como puede ser la religión, Unamuno comprendió que el PSOE estaba fuera de la realidad, y tal vez del marxismo, había perdido su sentido de la justicia social, y Unamuno renunció al socialismo “pesoero” o “pesoísta” (me refiero al PSOE populista, con perdón del neologismo).

     En su obra En torno al casticismo, 1902, trató de desmontar la estructura ideológica de lo español, convertirla en unas ruinas a partir de las cuales pudiera resurgir el hombre nuevo. El español antiguo era, según Unamuno, individualista, católico y conservador violento que defendía su yo, su manera de ser, contra todo lo innovador.

     Unamuno había perdido su fe católica desde joven, y buscaba la inmortalidad a través de sus obras, de la poesía, la novela, el teatro. Su gran problema fue que confundió catolicismo con integrismo católico, que era lo que predominaba en España, y entonces los integristas le devolvieron los ataques y eso influyó en toda su vida. En 1880-1884, estudió en la Universidad de Madrid y dejó de ir a misa, algo imperdonable en un católico de entonces. Pero luego, a lo largo de su vida, se dio cuenta de que la fe era confortable, que daba esperanza y comprensión, y quiso recuperar su fe de juventud. Para entonces, ya era un intelectual y fue incapaz de volver a la fe ciega, tradicional y familiar.

     Unamuno era un autoritario y no dejaba hablar a nadie cuando él tomaba la palabra. Ello le dificultaba el trato con los demás.

     La principal idea de Unamuno era que la renovación del hombre debía provenir de su interior. El 24 de noviembre de 1902, hizo el discurso de apertura de curso del Rector de la Universidad, estando presente Alfonso XIII. Unamuno admitía el individualismo, “cada uno con sus cadaunadas”, (o más popularmente, “ca uno con sus caunadas”), pero no admitía la diversidad por la diversidad, que cada Universidad tuviera su programa diferente, e incluso asignaturas distintas, que la política se hiciera absurda.

     En 1907, Unamuno escribió Mi Religión, y afirmó que la religión es la búsqueda de la verdad de la vida, y la búsqueda de la vida en la verdad. Es una lucha incansable con el misterio, porque es entrar en el campo de no lo no racional, del sentimiento, campo que puede ser tan real o tan equivocado como el de lo racional. Por ello, Unamuno considera cristiano a todo el que respeta la religión de Cristo, pero no considera cristianos a los integristas (a los que Unamuno llamaba “ortodoxos”), porque pretenden tener la interpretación exclusiva del evangelio, lo cual es la negación a que los demás busquen su verdad. Los integristas son la negación de Dios.


[1] Fernández López, Justo. El influjo de Nietzsche en España. Hispanoteca.

Post by Emilio Encinas

Emilio Encinas se licenció en Geografía e Historia por la Universidad de Salamanca en 1972. Impartió clases en el IT Santo Domingo de El Ejido de Dalías el curso 1972-1973. Obtuvo la categoría de Profesor Agregado de Enseñanza Media en 1976. fue destinado al Instituto Marqués de Santillana de Torrelavega en 1976-1979, y pasó al Instituto Santa Clara de Santander 1979-1992. Accedió a la condición de Catedrático de Geografía e Historia en 1992 y ejerció como tal en el Instituto Santa Clara hasta 2009. Fue Jefe de Departamento del Seminario de Geografía, Historia y Arte en 1998-2009.

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