PENSAMIENTO CONSERVADOR DE PRINCIPIOS DE SIGLO XX

Conceptos clave: regeneracionismo, neotomismo, pensamiento católico, órdenes religiosas católicas.

     Tras los sucesos de 1898, que fueron determinantes no por su propia magnitud, sino por la trascendencia que tuvieron, aparecieron en España varias tendencias socioculturales: regeneracionismo, reformismo y tradicionalismo. Todas ellas son corrientes pesimistas llenas de críticas al estancamiento económico y al aislacionismo cultural respecto a Europa. Caían muy bien en una sociedad disconforme en la que los partidos monárquicos estaban en contra del catalanismo y del republicanismo, los catalanistas en contra de los republicanos y socialistas, los republicanos en contra de los militares, y los anarquistas en contra de todos. Cada uno necesitaba un general golpista, aliado con ellos, que salvara su causa. Lo que ocurrió sin embargo, en 1923, fue lo que era más probable: un general golpista, apoyado en el ejército, se puso en contra y por encima de todos.

     Los pensadores del reinado de Alfonso XIII eran una especie de “misioneros de la salvación nacional”, pero ya no estaban en puestos determinantes de la Administración ni en la presidencia de partidos políticos, como había ocurrido en épocas anteriores. Los pensadores se limitan a hablar en mítines, escribir en la prensa, participar en instituciones culturales, donde se les escucha teniendo en cuenta su prestigio personal. El tema que les inquietaba a todos era “España como problema”. Y como la mayoría sabían poco de la revolución científica y técnica, por falta de nivel de preparación en esos campos, todos estaban obsesionados por alcanzar niveles científicos y técnicos altos en España.

     En 1902, a la llegada de Alfonso XIII al trono, España era tan ingobernable como siempre: Entre los pensadores había tantas discrepancias como siempre, y las discrepancias eran irreconciliables, de modo que cada uno pensaba que los demás debían ser aniquilados. Había neotomistas, positivistas, krausistas, neocriticistas, marxistas y anarquistas.

     Todos trataban de oponerse a cualquier corriente de pensamiento que amenazase dominar, o amenazase hacer síntesis de otras. Se empeñaban en decir que España era diferente, e ignoraban adrede que los problemas del resto de países occidentales eran los mismos que los de España. Estaban acertados en cuanto a reconocer las peculiaridades españolas pues había una historia determinante de ese momento concreto, pero se excedían cuando afirmaban que España tenía problemas diferentes y soluciones que debían ser distintas a todo lo extranjero. En realidad, los pensadores españoles estaban justificando su propia ignorancia, pues desconocían a Nietzsche, Husserl, Heidegger, Maritain, la Escuela de Lovaina, la Escuela de Milán, y tal vez quisieran decir que no les hacía falta conocer el pensamiento extranjero para entender los problemas de España.

     Para entonces, Kant y Hegel estaban ya agotados en Europa. Kant había sido revisado por Schopenhauer y su doctrina de la importancia de la voluntad.

     En cambio, Kierkegaard y Nietzsche estaban de moda a principios del XX, porque eran teorías que rechazaban la razón, y ello le venía muy bien al pensamiento tradicionalista español, que creía en la victoria de la fe sobre la razón, sobre la diosa razón, y decían que el progreso no daba esperanzas al individuo, sino que la felicidad provendría de la vuelta a Dios. Y los individualismos españoles no creaban pensamiento nuevo, pero percibían que un ciclo se había terminado y hundido en el fracaso, y estaba empezando una época nueva.

              El regeneracionismo.

     El regeneracionismo defendía la necesidad de explotar los recursos internos del país para salir de la miseria a que se había llegado. El país que se consideraba rico pero mal explotado y organizado. Para que fuera posible una organización de la producción, se pensaba que era imprescindible acabar con el analfabetismo y la incultura, y acabar con la mayoría de los valores de la España tradicional.

     A pesar de la apariencia optimista y racional, el regeneracionismo era todo lo contrario, era pesimista e irracional. En primer lugar, no contemplaba los nuevos adelantos científicos, técnicos e industriales, de su tiempo, y consideraba que España no estaba preparada para ellos. Era pues pesimista. Y al aceptar que, en una vuelta al pasado se hallaba el camino a la prosperidad, hacía un salto irracional, pues el pasado es irrecuperable siempre. Respecto al pasado, al hombre no le caben más posibilidades que aceptarlo, o lamentarse. El regeneracionismo pensaba en una España agrícola, mejorada por la alfabetización y por unos nuevos valores del trabajo y del esfuerzo. Y sobre el pasado, optó por lamentarse. No cabe mayor pesimismo.

El regeneracionismo fue considerado como «el espíritu del 98», y su figura más destacada fue Joaquín Costa. Costa provenía de una familia campesina aragonesa. Además de tener muchos fracasos en su vida personal, tenía un físico contrahecho. Trabajaba en la Historia del Derecho y escribió más de 40 volúmenes sobre ese tema. La pregunta que trataba de resolver era: ¿cuáles son las causas del atraso español respecto a Europa, y las causas del desastre del 98?

     Costa hizo una serie de sugerencias de los males que había que curar para salvar España:

  El Gobierno debía ser abandonado por los militares y pasar a manos de los políticos, pero no a políticos que defienden ideologías, sino a las «clases neutras» que sólo buscan la solución a los problemas reales de cada día. El Gobierno debía ser abandonado por la oligarquía y pasar a las clases medias. El paso se debería hacer mediante un abandono temporal del parlamentarismo, y la adopción de un presidencialismo.

  La venta de comunales debería anularse para devolver la tierra a los Ayuntamientos. En su lugar debería expropiarse la tierra de los absentistas para crear propiedades medias.

  El presupuesto militar y gran parte del administrativo deberían dedicarse a agricultura e industria, para hacer toda una reforma agraria y una infraestructura industrial.

     Costa organizó algunos grupos para luchar contra la banca, contra el cobro de algunos impuestos, y para organizar un partido independiente, que debía ser lo que él entendía por clases neutras. Fracasado en la implantación del partido, creyó que ello se debía a falta de preparación de los españoles debido a problemas educativos que los habían anquilosado. Protestaba contra los métodos educativos conformistas, contra los profesores vacíos llenos de retórica, y contra la corrupción en la Escuela y la Universidad.

     Los regeneracionistas reivindicaron como influencia suya la crítica de Menéndez Pelayo al dogmatismo, la de Ramón y Cajal al sistema educativo, la de Ortega y Gasset a la sociedad española, la de Unamuno al obscurantismo, la de Pío Baroja a la sumisión de las clases bajas a las jerarquías sociales, la de Maeztu a la escasez de espíritu crítico, la de Valle Inclán, la de Machado, la de Zuloaga… Es dudoso que fueran influencias regeneracionistas, pero indican coincidencias de pensamiento.

         Tradicionalismo y neotomismo.

     El tradicionalismo, era una llamada a volver a los viejos valores sociales españoles. Los tradicionalistas adoptaban una crítica fuerte sobre la sociedad de su tiempo, y lo razonaban de esta manera: había habido muchísimos adelantos técnicos a finales del siglo XIX, y estos adelantos habían generado la posibilidad de pensar en nuevas dimensiones de la realidad, y en corrientes religiosas mundiales, protestantes, judías y católicas, que se habían atrevido a reinterpretar las Sagradas Escrituras atendiendo más al espíritu que a la letra. Pero había que volver a la pureza de la fe. Así, ellos también se atrevieron a criticar el realismo, el naturalismo y el academicismo literarios de finales del siglo XIX.

     Entre los tradicionalistas triunfó en esta época El neotomismo.  A principios del siglo XX, Europa se estaba planteando la validez del cristianismo como sistema moral.

Jacques Maritain, 1882-1923, estudió en La Sorbona como protestante, y luego se hizo católico. Se interesó por Santo Tomás de Aquino y obtuvo muchas ideas interesantes, como el sentido de la democracia, la participación popular, la libertad ideológica y la libertad de religión en la que creía. En 1936 se escandalizó porque la Iglesia católica hubiera declarado que la rebelión de Franco era una cruzada, y negó que los sublevados españoles fueran auténticos católicos. La gran aportación de Maritain al pensamiento católico es encontrar el papel del Estado frente a los individuos. El Estado es necesario porque cumple muchas funciones: hace redistribución social de los bienes, ordena la vida en común mediante el principio de autoridad, y propone una moralidad en los ámbitos sociales y económicos a los que llega. Pero el Estado no es toda la realidad, no llega a la mayoría de las relaciones sociales y económicas, ni debe pretender hacerlo. Los Estados que lo pretenden son totalitarismos. El individuo es una realidad muy rica, variada, amplia, que el Estado no puede ni debe querer abarcar. Se debe limitar a administrar lo que es posible administrar. El individuo es en parte los aspectos materiales que le permiten subsistir, y es a la vez el conjunto de factores espirituales que cultiva, aspectos ambos que sumados dan la personalidad. No se puede reducir la realidad a los aspectos materiales como hacen los Gobiernos socialistas, ni se puede pretender controlar los aspectos espirituales de la persona. El Estado debe hacer su papel e introducir una moralidad mediante la ley, pero esa moralidad no puede ser excluyente, ni llega a los aspectos de la vida humana que la Ley no llega. Existen otras moralidades compatibles con la del Estado, y la moral estatal puede ser criticada y mejorada.

Etienne Gibson, 1884-1978, fue un neotomista defensor de la metafísica y de la historia de la filosofía, desde un punto de vista cristiano. Intentaba hacer compatible a Kant con Santo Tomás.

Desiré Mercier, 1851-1926 fue un neoescolástico tomista, cardenal desde 1907.

Edoardo Gemelli, 1878-1959, fue un médico italiano interesado por el socialismo, pero decepcionado por él, se hizo católico en 1903, y se ordenó sacerdote en 1908 con el nombre de Agostino Gemelli. Rechazaba el materialismo, y el cienticifismo de que todo se explica mediante la ciencia, y defendía que la razón debe ser complementaria con la fe. Fundó en 1921 la Academia de las Ciencias en Milán, cuyos filósofos se denominan Escuela de Milán.

En España, esta corriente neoescolástica tenía mucho arraigo:

Alonso Getino, 1877-1946, escribió en 1906 “Vida y Procesos del maestro Fray Luis de León”, y en 1914 “Renacimiento filosófico teológico del Siglo XVI”.

     Santiago Ramírez Ruiz de Dulanto 1891-1967, fue un dominico que estudió en la Universidad Pontificia de Santo Tomás de Aquino de Roma, y dio clases en San Esteban de Salamanca, escribió una reinterpretación de Santo Tomás publicada después de 1931 y divulgada después de su muerte gracias al trabajo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas CSIC.

Norberto del Prado, 1852-1918, fue un dominico asturiano, experto en tomismo, que estuvo en Manila.

Francisco Marín Sola, 1873-1931, fue un dominico experto en Santo Tomás, que también estuvo en Manila.

     Un grupo de profesores redactó en 1916 las 24 tesis tomistas e hizo que fueran aprobadas por la Sagrada Congregación de Estudios, la cual afirmó que efectivamente éstas contenían las ideas de Santo Tomás, lo cual fue ratificado por el Papa Pío X.

     Ángel Amor Ruibal, 1869-1930, escribió Los problemas fundamentales de la Filosofía y el dogma en 1914-1922, y el obispo de Santiago le invitó a abandonar su cátedra de Teología Fundamental y pasarse a la de Derecho Canónico, y Ruibal destacó también en Derecho Canónico. Ruibal intentaba liberar a la teología católica de las frases platónicas y aristotélicas, es decir de toda la escolástica. También atacó la especulación racionalista, la positivista e incluso la idealista católica de Rosmini. No quería destruir el tomismo, sino ponerlo al día, sumar los filósofos posteriores, incluidos los laicos, y sobre todo, no quería dar por sentado que el único pensamiento válido era el tomismo. Tampoco quería admitir la herejía. Se preguntó por la realidad del ente e intentó una nueva cosmovisión: aportó estudios del hilemorfirmo, el atomismo y el dinamismo, y llegó a la conclusión de que la propiedad esencial del ente son las relaciones con los restantes seres del cosmos. La substancia del ente es la permanencia de relaciones objetivas que sostienen su identidad, a pesar de las continuas modificaciones a que se ve sometido.

     Juan Zaragüeta, 1883-1974, doctor en filosofía desde 1914, catedrático de Psicología de la Complutense en 1931, era neoescolástico, pero explicaba la fenomenología de Bergson, filosofía del lenguaje, y filosofía de los valores. Creía que la filosofía debía ser conocida en todas sus ramas, o de lo contrario, perdía su sentido como explicación del mundo. Tendió a alejarse de corrientes y grupos de pensamiento de su época, y procuró estudiar y profundizar en su propio pensamiento. Decía que era importante polemizar menos y pensar más.

         El pensamiento católico.

     Las Carmelitas de la Caridad seguían las normas de su fundadora, Joaquina Vedruna Vidal, 1783-1854, una aristócrata catalana que sentía necesario cambiar la sociedad de las clases pobres a través de la limpieza de sus vestidos y aposentos, la enseñanza y la sanidad.

     Paula Montal Fornés, 1799-1889, fue una catalana que empezó ayudando a su párroco en la catequesis, y acabó fundando un colegio de Escolapias para educar a las niñas.

     Antonio Vicent, 1837-1912, jesuita en Valencia, hizo patronatos de la juventud y abrió escuelas dominicales para niños, que llegaron a tener 8.740 alumnos, y escuelas nocturnas para adultos que lograron una asistencia de 6.206 personas. Entonces, Orihuela (Alicante) y Segorbe (Castellón) abrieron escuelas similares a la valenciana, y el fenómeno sorprendió. Tortosa, Barcelona y Murcia se interesaron por la experiencia del padre Vicent. A raíz de ello se expandió el sindicalismo cristiano, pues era necesario para sostener la escuela.

     Enrique de Ossó Cervelló, 1840-1896, fue un catalán que prometió a su madre en el lecho de muerte hacerse sacerdote, y lo cumplió en 1867. Creyó que el liberalismo descristianizaría al mundo y dedicó su vida a educar en el catolicismo antiliberal. Su más importante obra fueron las Teresianas, colegios de monjas para niñas. En la actualidad, la obra más importante es el Movimiento Teresiano para el Apostolado, el cual lo realizan monjas que viven en institutos de enseñanza media y universidades, sin ropa especial que las distinga.

     El pedagogo más importante de final del siglo XIX fue Andrés Manjón, 1846-1923, el cual impuso su  método en las Escuelas del Ave María: Manjón era un sacerdote de Burgos que llegó a catedrático de Derecho en Granada, y quedó impresionado por la situación social del Albaicín y Sacromonte, los barrios más pobres de la ciudad: los niños se criaban completamente abandonados en las calles, desnudos y famélicos, y las familias eran analfabetas al cien por cien. Nunca se propuso luchar contra la escuela laica, como hacían los catalanes, sino ayudar a los más pobres para que llegaran a ser útiles para la sociedad. Inició su escuela en 1888, y él mismo recogía al niño de la calle, lo llevaba a la escuela, le daba de comer y le vestía. Cuando conseguía que se quedaran, y ello era frecuente ante la posibilidad de comer, les llevaba de paseo por el campo a observar la naturaleza, y les explicaba todo los que los niños preguntaban, desde cómo nacían las plantas, cómo se cultivaba, de dónde se obtenía cada cosa. Procuraba que los niños aprendieran por sí mismos. Y aprovechaba la situación para hablarles de principios morales y, como no podía ser de otro modo en un sacerdote, para hablarles de la Iglesia católica. También recogía niñas, pero eso se hacía mucho más difícil, pues las niñas eran apreciadas por los padres en vistas a tratos futuros sobre matrimonios con otras familias.

     El padre Manjón publicaba regularmente Hojas del Ave María, y escribió Diario, y El Maestro mirando hacia dentro, y El Maestro mirando hacia afuera. Contenían consejos prácticos para quien no tuviera apenas medios de enseñanza.

     Los niños aventajados, pasaban enseguida a ser maestros de un grupo del Ave María.

     En 1905, abrió una Escuela Normal que se llamó Seminario de Maestros y Escuela Normal de Maestras, y estaba situada en Sargentes de Lora.

     La institución del Ave María se extendió desde Granada a Andalucía, y desde Burgos a Castilla la Vieja. El Ateneo de Madrid la vio con simpatía y la apoyó. Los más contrarios a la institución fueron algunos sectores católicos y el clero secular.

     Los alumnos que terminaban en el Ave María, y tenían algún rendimiento, solían continuar estudios en los Centros Católicos Obreros. Estos centros pretendían una educación interclasista. Eran una escuela taller que preparaba a los chicos para obtener un trabajo, y dependían de la asociación correspondiente de socorros mutuos, caja de ahorros, cocina económica de una cooperativa de obreros o campesinos. Estos centros no gustaban nada a los socialistas y anarquistas, los cuales tenían sus propios centros que preparaban socialistas y anarquistas para la revolución, al igual que los Centros Católicos preparaban para el catolicismo. Los socialistas y anarquistas atacaban a estas escuelas y las calificaban de “amarillas”.

     Las experiencias de enseñanza católica fueron difundidas por los Congreso católicos de Madrid 1889, Sevilla 1893, Tarragona 1894, Santiago de Compostela 1902. Estos Congresos reivindicaban el derecho de la Iglesia a la función docente, pero a partir de ahí se politizó el tema. Que la Iglesia enseñara en sus propios centros, no podía ser discutido, pero que se inmiscuyese en los centros estatales, era una cuestión política no aceptable por otros grupos políticos.

     Los claretianos y claretianas, fundaciones de Antonio María Claret Clará en 1849 y 1855, también se dedicaban a la enseñanza. Este burgués catalán se ordenó sacerdote en 1835 y estaba obsesionado por las misiones, por llevar el catolicismo a todo el mundo, hasta que los jesuitas le centraron en 1839 y le convencieron que había trabajo por la Iglesia sin necesidad de hacer grandes viajes. Lo primero que encontró fue cuidar enfermos y luchar contra el liberalismo, pero luego fue madurando y se dio cuenta de que era fundamental la labor educativa, la del pueblo y la del clero, no menos ignorante. Por eso fundó las congregaciones religiosas. En su estancia en Cuba, comprendió que la ignorancia iba más allá, y afectaba incluso a los obispos y, cuando regresó a España y fue Confesor de Isabel II, y casi toda la Corte de Madrid quería confesarse con él, empezó a trabajar porque los obispos fueran gente con vocación de ayudar al pueblo cristiano, y no la consecución de un jugoso sueldo. Entonces percibió problemas más sucios, pero no se atrevió a censurar la mala vida de la Reina, lo que le significó muchas críticas de los liberales.

     Rafaela Porras Ayllón, 1850-1925, fue una cordobesa que se hizo monja Reparadora, y más tarde decidió dedicarse a la educación de niñas a través de la fundación Adoratrices del Santísimo Sacramento e Hijas de María Inmaculada, popularmente Esclavas.

     El valenciano José María Amigó Ferrer, 1854-1934, que cambió su nombre al profesar como capuchino a Luis, llevó la idea del padre Manjón a los delincuentes juveniles, y en 1885 fundó las Terciarias Capuchinas, y en 1889 los Terciarios Capuchinos, para educar cristianamente a los jóvenes.

     Ramón Ruiz Amado, 1861-1934, jesuita catalán, fundó la revista Educación Hispano-Americana, de inspiración católica. Se dedicó a la enseñanza. Atacaba las leyes del Partido Liberal.

     El muy conservador y católico Marcelino Menéndez Pelayo, 1856-1912, fue formado por el educador santanderino, formado en Llanes y Oviedo, Gumersindo Laverde Ruiz, 1835-1890, y él formó al pedagogo arriacense Rufino Blanco Sánchez, 1864-1936. Laverde era un denominado neocatólico, es decir, integrista católico. Blanco era un maestro que hizo filosofía y Letras en Madrid y entonces conoció a Menéndez Pelayo, y luego fue profesor de pedagogía en la Normal de Madrid, y escribió más de cuatro docenas de pedagogías de todos los temas de la enseñanza infantil. Era el hombre de confianza de Claudio López Bru, II marqués de Comillas y líder del integrismo católico.

     El andaluz Pablo Poveda, 1874-1936, intentó trabajar la enseñanza secundaria en Asturias y proyectó una “Institución Católica de Enseñanza” y creó después la Institución Teresiana.

     Los colegios de escolapios, jesuitas y agustinos, presentes desde el siglo XVIII, continuaron haciendo su labor pro-católica sobre todo en nivel medio, pero también en el superior en Deusto en el caso de los jesuitas, y El Escorial en el caso de los agustinos. Los salesianos se especializaron en la enseñanza profesional.

     La mayoría católica conservadora rechazaba el noventayochismo y consideraba a esos autores como antiespañoles, como los nuevos afrancesados que sólo pretendían acabar con las tradiciones católicas. Había razones para la rivalidad entre unos y otros. Los noventayochistas encontraban al catolicismo como demasiado formal, oficial, cínico e insincero. Los católicos encontraban a los noventayochistas como materialistas y positivistas.

     En 1923, los católicos se encontraron, sin quererlo, en la oposición al régimen de Primo de Rivera, dado que éste quería renovaciones, y ellos tradición.

     Eugenio D`Ors Rovira, 1882-1954, fue un abogado catalán que, en 1904, empezó como crítico de arte catalán, pero quedó hastiado del regionalismo y el modernismo, y dijo que prefería la antigüedad grecorromana, más universal. En 1906-1910 vivió en París y conoció la altura del pensamiento y la cultura occidental y supo que Estados Unidos se había incorporado a la vanguardia de estos pensadores y científicos. Y comenzó a escribir artículos en catalán, en periódicos catalanes, que denominó Glosas, y su conjunto se denomina Glosari, sobre la actualidad cultural y científica del mundo. Llegó a escribir unas 4.000 a lo largo de 16 años. En 1912 se licenció en filosofía. No fue comprendido en Cataluña, porque no era catalanista, y en 1919 le censuraron y rechazaron públicamente. Entonces se marchó a vivir a Madrid, donde fue el contrapunto de Ortega y Gasset. Desde ese momento, las glosas se escribieron en español en ABC.

D`Ors defendía el catolicismo. Escribió Religio et Libertas, 1908; La Bien Plantada, 1911; Las Aporías de Zenón de Elea y la noción moderna del espacio, 1913; Una primera llicó de filosofía, 1916; Introducción a la filosofía, la doctrina de la inteligencia, 1939; Estilos de pensar, 1945; La ciencia de la cultura, 1945;  El secreto de la filosofía, 1947;  Sus obras  se recopilan en Glosari, 1950; Nuevo glosario, 1947; y Novísimo glosario, 1946. En La Bien Plantada, Adelaida representa lo carnal, y Teresa los valores de la raza, y están condenadas a convivir, lo que significa la convivencia de lo nuevo con lo viejo, lo subjetivo con lo objetivo, lo realista con lo idealista, y Cataluña con España. Defendía la necesidad de reaparición de los valores católicos. D`Ors criticaba los mitos de la generación española anterior a él, y citaba los dichos populares que acompañaban a las citas de cada historiador, filósofo, artista, poeta… del que a menudo no se sabía nada, salvo el dicho, y era a menudo erróneo. Sostenía que la tradición permite conciliar el dilema entre lo histórico y contingente y lo cultural y trascendente y eterno. Y también, que todo fenómeno está en relación con otro anterior, concomitante o posterior. Lo ideal es conciliar la “patética” o filosofía de la naturaleza, con la poética o filosofía del hombre.

En 1936, D`Ors estaba en París. En 1937 se incorporó a la zona rebelde, en Pamplona, y sus hijos fueron soldados voluntarios en el ejército rebelde. Se ocupó de recuperar las obras del Museo del Prado que los republicanos habían enviado a Francia, y continuó su obra de difusión del pensamiento, cultura y ciencia universal en España.

     Manuel García Morente 1886-1942, fue un andaluz que estudió en Burdeos y se sumó a la ILE para obtener una beca de la Junta de ampliación de estudios, lo que le permitió vivir en Alemania, y más tarde traducir a Kant, Bergson, Husserl, Phänder, Spengler, Kayserling. En 1936 huyó a París, y en 1937 se convirtió al catolicismo, y se ordenó sacerdote en 1940.

          Las instituciones religiosas católicas

Las instituciones religiosas católicas eran, en 1900: 2.656 de comunidades religiosas femeninas, y 597 de comunidades religiosas masculinas, es decir, unas 3.250 en total. De las comunidades religiosas femeninas, 960 se dedicaban a la enseñanza, 1.029 a la beneficencia (atención en hospitales, hospicios y desamparados), y 717 eran contemplativas. De las comunidades religiosas masculinas, 249 se dedicaban a la enseñanza, 97 al pastorado religioso, 92 a misiones, 75 eran contemplativas y 30 eran de beneficencia. Es decir,  que había 1.200 colegios religiosos-católicos.

     Los principales docentes religiosos tradicionales eran los jesuitas, agustinos, escolapios, franciscanos y dominicos, pero en esta época se incorporaron los salesianos, Hermanos de las Escuelas Cristianas, Maristas y Marianistas.

     Los colegios católicos eran favorecidos por casi todos los Gobiernos, excepto por los republicano-federales, pero éstos no gobernaron ni siquiera un año. Los moderados y luego los conservadores, les favorecían mucho más que los progresistas, y luego los liberales. Estaban establecidos por toda España. Los colegios les servían para muchos fines: uno de ellos era la influencia en las generaciones futuras, a las que podían pedir favores atendiendo a que habían sido viejos alumnos. Otro era el impacto en la cultura nacional, que así se aseguraban que fuera católico y conservador. Y el tercero era mantener una cierta ascendencia sobre las familias a las que aconsejaban en muchos campos, además del religioso. Algunos centros de enseñanza católicos eran regidos por seglares, como era el caso del Colegio Miró de Barcelona, pero los propietarios les exigían ser católicos y enseñar el catolicismo.

              El tradicionalismo laico

El tradicionalismo laico defendía las corridas de toros, la oligarquía y el caciquismo (el cual mantenía de un cierto nivel cultural), el latifundio, las pasiones morbosas (como el amor a las historias criminales y desgracias notorias), el militarismo y el funcionariado tradicional (con uniforme que lo distinguiera del resto de la sociedad, el uniforme como un honor). Era una forma de vivir, pero no una corriente de pensamiento.

Post by Emilio Encinas

Emilio Encinas se licenció en Geografía e Historia por la Universidad de Salamanca en 1972. Impartió clases en el IT Santo Domingo de El Ejido de Dalías el curso 1972-1973. Obtuvo la categoría de Profesor Agregado de Enseñanza Media en 1976. fue destinado al Instituto Marqués de Santillana de Torrelavega en 1976-1979, y pasó al Instituto Santa Clara de Santander 1979-1992. Accedió a la condición de Catedrático de Geografía e Historia en 1992 y ejerció como tal en el Instituto Santa Clara hasta 2009. Fue Jefe de Departamento del Seminario de Geografía, Historia y Arte en 1998-2009.

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