REGADÍOS Y REGIONES AGRÍCOLAS ESPAÑOLAS A INICIOS DEL XX[1].

conceptos clave: Confederaciones Hidrográficas.

             La política de los regadíos.

     En 1900, había en España 850.000 hectáreas en regadío, de las cuales 200.000 estaban en Zaragoza y Valle del Ebro, y otras 200.000 en la Región Valenciana. Los agricultores pequeños ponían en riego pequeñas parcelas en las proximidades de los ríos, utilizando métodos antiquísimos, como cavar un pozo a mano, instalar una noria, o sacar el agua a cubos mediante cigüeñal. Eran métodos utilizados desde tiempo de los romanos.

     Las grandes obras para regadíos eran muy complejas, caras, y de escaso rendimiento económico, y no interesaban a la iniciativa privada. De hecho, los pantanos y canales de fines del XIX sólo pusieron en regadío unas 13.000 hectáreas. Era precisa la acción de Estado coordinando la construcción, garantizando el agua, y obligando a los agricultores a consumirla. Crear un pantano o una acequia de riego, sólo es una parte pequeña de la inversión, pues hay que allanar las zonas próximas, crear canales complementarios, y repartirse el uso del agua. Los agricultores esperaban que todo se lo diese resuelto el Estado. Y el Estado esperaba la colaboración económica de los agricultores. Mientras tanto, el incremento de rendimiento económico se limitaba a las fincas colindantes a la vena de agua, muy poco para las posibilidades de una obra hidráulica de gran capacidad. Si los agricultores no pagaban el servicio de agua, el Estado tendría que dedicar los presupuestos íntegros de varias décadas a conseguir levantar las infraestructuras de riego.

     La Ley de Concesión de Canales de Riego de 1870 otorgaba a las empresas constructoras capacidad para cobrar hasta 150 pesetas por hectárea beneficiaria de sus riegos, lo cual se alargaría durante las obras de construcción del canal y tres años más. Y luego se les otorgaban 10 ó 15 años más cobrando algunas tasas más bajas. No tuvo éxito.

     La Ley de Grandes Regadíos de 27 de julio de 1883 otorgaba subvenciones a los constructores de pantanos y canales de riego, hasta el punto de que se les financiaba el 50% de las obras, y se les concedían préstamos al 3% para hacer los brazales y acequias complementarias. No tuvo éxito.

     Hay que preguntarse por qué no tenían éxito estas ofertas del Estado, cada vez más ventajosas. Joaquín Costa comunicó a las Cortes en 1896 las causas que a su parecer justificaban el fracaso: para atraer a una empresa a construir pantanos o canales, era preciso tener con anterioridad el control completo del río, es decir de la cuenca entera, de forma que el caudal anual fuese previsible. Era una idea brillante y, en el Proyecto de Ley de 1896, presentó un Plan General de Canales y Pantanos, que preveía la necesidad de elaborar previamente a una obra hidráulica: unos estudios sobre los aforos de los ríos, un plan de reforestación forestal de las cabeceras de los ríos para evitar avenidas, un inventario de los pantanos y canales existentes, un inventario de cultivos propios de regadío, a fin de poder calcular el agua que se podía extraer del río sin dañarle. Según Costa, todo este trabajo le correspondía al Estado, pues el desorden hidráulico sería la ruina de los inversores, y una catástrofe para la cuenca entera de cada río.

     Joaquín Costa afirmaba que: extendiendo las zonas de prados y estabulando los animales, se podía decuplicar la cantidad de ganado existente en España; armonizando los intereses de la agricultura con los de la ganadería, podían salir ambos sectores beneficiados; iniciando la piscicultura y cultivos de frutales, se podía obtener nuevas fuentes de ingresos; con la repoblación forestal se regularían las avenidas y se podían obtener nuevos ingresos; con una política de huertos familiares se podía aliviar el hambre en España; un sistema de crédito agrícola mejoraría los rendimientos de los cultivos; y el conjunto de estas acciones evitaría la emigración, lo cual sería beneficioso para España, y reduciría en mucho la cantidad de estepas y margales de los que tanto se habían quejado los políticos y agricultores españoles.

Costa estaba predicando algo que todos deseaban creer, pero que era falso. Lo que hacía falta era sacar del campo a tres millones de agricultores. Y ningún español quería planteárselo[2].

     Macías Picavea abundó en estas mismas ideas en 1899, con su libro El Problema Nacional.

     El 11 de mayo de 1900, el Servicio Hidrológico creó siete “Divisiones del Trabajo Hidráulico” para ordenar el territorio español susceptible de regadíos.

     El 25 de abril de 1902 se publicó el Plan de Obras Hidráulicas de Rafael Gasset, el cual planificaba 205 actuaciones para mejora de riegos antiguos, y la creación de otros nuevos, con una actuación total sobre 1,469 millones de hectáreas. Era un plan colosal, que resultó imposible de abordar. En 1909 se redujeron las ambiciones del plan, y en 1916 se volvieron a reducir para dejarlo en 155 actuaciones sobre 0,570 millones de hectáreas. Pero todavía era demasiado, pues financiar tales cantidades iba a ser muy difícil. En 1919 se adjudicaron 348 millones de pesetas para obras en el Ebro sobre 0,353 millones de hectáreas, y en el Duero por 0,112 millones de hectáreas. Para pasar de la fase de planificación a la fase de adjudicación de obra se había tardado 17 años. Y todavía faltaba la realización efectiva de la obra.

     El Estado hacía unos proyectos tan faraónicos porque esperaba que la iniciativa privada se lanzaría, de un momento a otro, sobre estas inversiones, pero la entrada del capital de la iniciativa privada no se produjo nunca.

     En 1933 tuvo lugar el Segundo Plan Nacional de Obras Hidráulicas. Lo primero fue hacer recuento de lo efectivamente hecho en años anteriores, y se comprobó que hasta ese momento sólo se habían puesto en regadío 0,270 millones de hectáreas, es decir, la mitad del proyecto más pequeño, o la octava parte del proyecto inicial. Y casi todo lo realizado se había hecho en el Ebro, donde los regadíos eran más antiguos. Los habían hecho los romanos y los habían continuado los árabes.

     En 5 de marzo de 1926 se crearon las Confederaciones Hidrográficas, entidades que tenían jurisdicción sobre toda la cuenca de un río, el principal y sus afluentes, y sobre las actividades agrícolas, ganaderas, forestales e industriales en esa cuenca. Por fin se llegaba a la idea de que un río es un todo que no puede subdividirse. Por el mismo tiempo, en Estados Unidos, en 1933, llegaron a la misma conclusión en el Tennessee Valley Authority. Una Confederación Hidrográfica podía formarse en el momento en que un 10% de la riqueza agrícola o industrial de la cuenca lo solicitase, o cuando lo decretase el Gobierno. Es decir, la Ley se hacía con voluntad de que se cumpliera. Una vez conformada la Confederación, obligaba a todos los agricultores a sindicarse en la asociación de agricultores. Las Confederaciones tenían derecho a expropiar derechos territoriales, con lo cual era muy difícil oponer se a ellas. Y el resultado fue la formación de las Confederaciones Hidrográficas en todos los ríos de España.

La primera Confederación Hidrográfica fue la del Ebro en 5 de marzo de 1926, la cual se propuso, a largo plazo: instalar un millón de caballos de fuerza motriz, reforestar casi un millón de hectáreas de terreno, asegurar las 72.200 hectáreas de regadío existentes en el Ebro, y las 344.000 en sus afluentes, con un sistema que garantizara el riego sin depender de las sequías anuales y periódicas, y crear 198.000 hectáreas nuevas de regadío en el Ebro, y 547.000 nuevas en los afluentes.

La Confederación Hidrográfica del Tajo se creó en 5 de marzo de 1926.

La Confederación Hidrográfica del Júcar se creó el 8 de mayo de 1927 y en la actualidad comprende las cuencas de los ríos Mijares, Palancia, Turia, Júcar, Serpis y Vinalopó.

La Confederación Hidrográfica del Duero se creó en 22 de junio de 1927.

La Confederación Hidrográfica del Guadalquivir se creó también en 1927.

La Confederación Hidrográfica del Segura se creó en 4 de diciembre de 1927.

La confederación Hidrográfica del Guadiana se creó en 20 de febrero de 1953.

La Confederación Hidrográfica del Norte se creó en marzo de 1961, y posteriormente se dividió en dos partes en 2008: la Confederación Hidrográfica del Miño-Sil, y la Confederación Hidrográfica del Cantábrico. Esta última comprende las cuencas de los ríos Eo, Porcía, Navia, Esva, Nalón, Sella, Bedón, Deva, Guadamía, Saja, Pas, Asón, Agüera, Nervión, Urumea, Bidasoa y otros muchos menores.

     La Ley de Confederaciones Hidrográficas fue completada por el Real Decreto de 7 de octubre de 1926 que obligaba a los agricultores a crear regadíos en las zonas aptas para ello, al tiempo que se preveían los anticipos y subvenciones que se les otorgarían para hacerlo, de modo que los intereses particulares no pudieran boicotear las obras de regadío. Se concedían a los agricultores 20 años para hacer las obras y, en caso de no realizarse, el Estado expropiaba la finca. Los propietarios tendieron a no hacer ninguna obra, y el Estado hubo de cargar con muchos gastos, lo cual retrasaba los proyectos.

     En la Ley de Aguas de 1985, se regularon también los acuíferos, tanto los asociados a los ríos como los autóctonos de depresiones geológicas.

         LAS REGIONES AGRÍCOLAS ESPAÑOLAS.

     La España húmeda, es una región que recibe más de 800 litros por metro cuadrado de agua de lluvia al año. Las temperaturas son suaves y casi nunca baja de los 6º centígrados de media diaria. Las heladas son poco frecuentes, unas 12 al año, en la temporada noviembre abril, y no duran más allá de dos o tres días cada una. Los montes de esta zona contienen frondosas como el roble, haya y castaño, y abundan los prados verdes. Apenas hay altitudes por encima de los 2.000 metros que resultan incultivables. Los campos suelen estar cercados, con piedra o con seto vegetal. Las explotaciones de principios del XX eran minifundistas y divididas en múltiples parcelas muy pequeñas, generalmente a distinta altitud. Se consideraba que esta zona no precisaba de regadíos, pero a partir de 1961 se llegó a la conclusión de que también necesitaba regular las disposiciones de agua. El principal problema era la gran demanda de agua potable de las grandes ciudades industriales del norte, lo cual había llevado a la contradicción de escaseces de agua en la región que más lluvias recibía.

     En Galicia, la superficie cultivada era del 20% del territorio. El campesino tendía a cultivar de todo: leguminosas (principalmente alubias), hortalizas, maíz, pastos patatas, centeno, mijo y vides. El vino era de mala calidad, pero se tomaba como alimento, un poco en cada comida y se valoraba mucho el vino de algunos pequeños valles soleados que alcanzaban una calidad aceptable en el mercado. El principal ganado de Galicia era vacuno. La vaca autóctona gallega era la rubia, que se destinaba a labores del campo, pero también se utilizaba su leche y su carne como productos secundarios, aunque la producción era poca, porque la ganadería no estabulada produce poco. Galicia tenía muchas vacas y abastecía de carne a gran parte de España.

A principios del XX, Asturias y Galicia tenían agricultura de policultivo y de subsistencia, con trigo escanda, centeno, maíz y berzas, manzana de sidra, y ganadería no estabulada, que pastaba en prados particulares, y en comunales en determinadas épocas.

     El País Vasco tiene una parte oceánica, al norte de la cordillera, correspondiente a Vizcaya y Guipúzcoa, y una parte alta, en la meseta, de clima continental español, correspondiente a Álava. Abundaban las ovejas y vacas, e importaron también vacas suizas y holandesas que estabularon. La demanda para los productos agrícolas y ganaderos fue alta a fines del XIX y durante todo el XX, porque la industrialización necesitaba muchos alimentos. Los entornos de las ciudades industrializadas se convirtieron en un cinturón de huertas para abastecer de frutas frescas y hortalizas los mercados urbanos diarios.

     El País Vasco y el norte de Cataluña, cultivaban más manzana de consumo y limones que el resto de la España húmeda. En el siglo XX, la España húmeda introdujo vacas suizas y holandesas, animales que necesitaban más hierba y cuidados que las autóctonas, pero daban más rendimiento en leche y terneros de más peso.

Entre los ganaderos, surgió el deseo de roturar bosques para tener más prados, pues necesitaban pastos secos para todo el año, lo cual suponía un problema a largo plazo, pues destruir el bosque no es nada positivo en general. La hierba se ensilaba, y junto al maíz, cuya planta servía de alimento fresco y el fruto para el año, servía para mantener la ganadería. Pero surgió la obsesión del campesino por quemar el bosque, y los incendios empezaron a ser muy frecuentes, demasiado habituales.

     Asturias y Cantabria tenían actividad principal ganadera, y la mayoría de sus vacas eran autóctonas, asturiana de los valles, asturiana de montaña y tudanca de los valles de Santander. Aguantaban bien los fríos y la alimentación frugal. En la franja costera, de clima más benigno por estar a menor altitud, los ganaderos importaron vacas suizas y holandesas, que se mostraron de gran rendimiento en carne y rendimiento medio en leche, unos 30 litros diarios al inicio del posparto (los grandes rendimientos en leche se conseguirían a finales del XX). Las vacas estaban en prados pequeños dotados de establo. Junto a las cabañas ganaderas aparecieron pequeños talleres de queso y mantequilla. Los quesos eran un poco inferiores a los de oveja y cabra tradicionales, pero se obtenían en cantidad abundante y resultaban rentables. Algunas poblaciones de montaña ensayaron el “queso picón”, un queso azul de excelente calidad, pero el mercado español rechazaba ese tipo de queso. Con la mantequilla se elaboraban dulces típicos. En agricultura, era típico que cada familia tuviera su huerto familiar en el que cultivaba de todo.

     La España interior se caracteriza por su altitud. Castilla la Vieja está a 700-800 metros de altitud, y Castilla la Nueva y Extremadura a 600 metros. El Valle del Ebro, está a 600 en la parte alta del río y la altitud desciende hasta menos de 100 en el centro del valle y menos en la parte baja.

Los inviernos de este clima continental español, o mediterráneo continentalizado, son fríos y largos, y los veranos muy calurosos y secos. El paisaje agrario general es de openfield, y coexisten en él el latifundio (Salamanca, Extremadura y Aragón) y el minifundio.

El valle del Duero cultivaba cereales (pan llevar) como trigo para alimento humano y cebada para alimento animal, leguminosas (lentejas, garbanzos y alubias para el consumo humano, y algarrobas y besas para el consumo animal). La apertura de mercados a fines del XIX hizo retroceder la vid hacia los valles cálidos y laderas en solana, pues llegaba vino del sur de España con más calidad y graduación. La alta graduación se valoraba mucho a principios del siglo XX. El olivo era residual en algunos valles cerrados con microclima especial. Se cultivaba en tres hojas, con barbecho, trigo y cebada alternando, o a año y vez, uno de barbecho y otro de cereal, cuando el terreno era flojo. El ganado ovino dependía mucho del barbecho, pues aprovechaba las hierbas de ese terreno y estercolaba la tierra. También utilizaba los sembrados tras la “derrota de las mieses” o día de finalización de la recogida del cereal. El ganado bovino se dedicaba al trabajo, y se prefería el buey, pero la ganadería vacuna requería pastos, que eran escasos, y a medida que los pastos desaparecían, el buey fue sustituido por mulas y asnos.

Los valles del Tajo y Guadiana tienen altitud de menos de 600 metros. Ello permite el cultivo del olivo y la vid, pero el cultivo fundamental de fines del XIX y principios del XX era el trigo. En las cercanías de los ríos se cultivaban hortalizas, frutales, maíz y forrajeras. La oveja era el animal predominante en el capítulo de ganadería. Extremadura se caracterizaba por los encinares, el latifundismo y retraso técnico agrícola, y todavía quedaban zonas que cultivaban al cuarto, lo cual era habitual entre encinares. Se trataba de dos años de barbecho con cultivo parcial de avena, un año de barbecho laboreado y abonado, y uno de cultivo. Los animales predominantes eran la oveja merina y el cerdo de bellota. A veces, una hoja de terreno se dejaba para pastos permanentes, tal vez como recuerdo de la Mesta.

El valle del Ebro tiene fuertes contrastes entre las zonas altas del Pirineo y la Ibérica, a más de 2.000 metros de altitud, y la zona media y baja del Ebro a menos de 60 metros de altitud. Los cursos de los ríos son abundantes en agua, y desde tiempos antiguos los agricultores habían hecho canales y acequias para llevar el agua al máximo de campos posible. Había canales muy viejos, de diez siglos, y canales relativamente nuevos, del siglo XVIII. El valle cultivaba cereal en secano a año y vez, viñas, almendros y olivos en las zonas cálidas, y remolacha azucarera, alfalfa, maíz, y productos hortofrutícolas en zonas de regadío.

La España periférica es el conjunto de provincias costeras. Como España es una península, resultan formar casi un círculo.

Cataluña, tiene una zona húmeda, correspondiente a Gerona aproximadamente, y una zona seca mediterránea, Barcelona y Tarragona, y otra zona seca continental española en Lérida. En las laderas de los Pirineos explotaban la ganadería vacuna, en las zonas húmedas o de regadío cultivaban maíz, floricultura por la demanda de Barcelona, vid en el Priorato, Penedés y Campo de Tarragona, arroz en el delta del Ebro en Tarragona, y en la zona meseteña de Lérida, trigo.

En la Región Valenciana existe una zona alta cerealística y de almendros y olivos, y una zona baja susceptible de regadío llamada “la huerta”. En la huerta se cultivan naranjos, hortalizas y frutales, además de flores. Y en las marismas hay arrozales. En torno a la ciudad de Valencia, surgió en el XX un cinturón lechero, que cuidaba vacas para el mercado de la ciudad.

Murcia tiene también una huerta importante, pero pobre en agua, y otra zona de aridez extrema. Cultivaba limones, hortalizas, albaricoques, frutas, y se caracterizaba por las conservas de hortalizas y frutas.

Andalucía es un territorio muy extenso, de unos 800 kilómetros en sentido este-oeste, y variado en cuanto a orografía, suelos y climas, desde las zonas más áridas a las más húmedas de la península, desde las zonas de altitud cero a las zonas de alta montaña con nieves que perduran 8 meses al año (y que se sitúan a muy pocos kilómetros de la costa). En Andalucía se encontraban dehesas en la zona media y baja del Guadalquivir, en las que había vacas y cerdos de montanera, extensas zonas de secano en lugares alejados del río con cereales, patatas y garbanzos, cultivados en tres hojas, y zonas de olivares, zonas de regadío en las cercanías del Guadalquivir y afluentes en las que se obtienen magníficas hortalizas y frutas, y una zona subtropical al sur de la Penibética, que produce caña de azúcar y plátanos (banana), pero que a principios del XX producía uva de mesa, higos y productos de la huerta. Algunas fincas son susceptibles de producir algodón. En las zonas altas, pues Andalucía tiene las mayores altitudes peninsulares en la Penibética, la ganadería era pobre, de ovejas y cabras, y la agricultura aprovechaba las solanas de donde obtenía excelente fruta, productos hortícolas y algunos cereales.


[1] Mis recuerdos para mi profesor Ángel Cabo Alonso, 1922-2016, cuyas lecciones de geografía sirvieron para hacer a vuelapluma este capítulo.

[2] Para ver más información sobre el regeneracionismo, se debe pasar a 19.24.18.El Regeneracionismo en el XIX, en esta misma página WEB, Historia de España. nivel medio.es.

Post by Emilio Encinas

Emilio Encinas se licenció en Geografía e Historia por la Universidad de Salamanca en 1972. Impartió clases en el IT Santo Domingo de El Ejido de Dalías el curso 1972-1973. Obtuvo la categoría de Profesor Agregado de Enseñanza Media en 1976. fue destinado al Instituto Marqués de Santillana de Torrelavega en 1976-1979, y pasó al Instituto Santa Clara de Santander 1979-1992. Accedió a la condición de Catedrático de Geografía e Historia en 1992 y ejerció como tal en el Instituto Santa Clara hasta 2009. Fue Jefe de Departamento del Seminario de Geografía, Historia y Arte en 1998-2009.

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