DIVERSIDAD “EXTERIOR” en el XVI.

 

Conceptos clave: Flandes, América, Italia y Portugal.

 

El hecho de que nuevos territorios se incorporaran a la Corona española en el XVI, complicó aún más la mucha diversidad ya existente sobre la Península Ibérica.

 

 

EL IMPERIO ALEMÁN.

 

En 1520, murió el emperador Maximiliano de Austria, abuelo de Carlos I, y éste viajó a Alemania para ser emperador, y dejó en Castilla a Adriano de Utrecht. La entrada de un extranjero en el gobierno de Castilla tuvo mucha relación con las rebeliones de las comunidades de Castilla. Tras conseguir la corona imperial, el emperador Carlos V tuvo interés en dominar Italia, territorio aragonés, y lo hizo utilizando ejércitos castellanos, y de hecho resultó Rey de Castilla y Aragón, ambas gobernadas mediante Regentes, Gobernadores o Lugartenientes. También dominaba Flandes y Nápoles y Milán.

 

 

LA DIVERSIDAD EN FLANDES.

 

La royaume francesa es el conjunto de espacios regidos por señores feudales que se declaraban vasallos del Rey, lo cual era peligroso para la unidad del Reino, pues los señores feudales de la royaume podían cambiar de señor y declararse vasallos de otro, o declararse independientes.

Los reyes de Francia medievales habían creado apanages, es decir, cesión de territorios a miembros de su familia, con la condición de que no podían venderlos ni hipotecarlos, y de que volvieran al Rey en caso de perderse la línea de varones. Este fue el caso de Felipe V el Atrevido, el cual recibió Borgoña en apanage en 1363.

Felipe V el Atrevido, 1292-1322, se casó con Margarita de Male, condesa de Artois y de Flandes, y con esa base empezó a construir un gran señorío: compró el condado de Charolais, heredó de su tía materna, Juana de Bretaña, los ducados de Bravante y Limburgo y en ellos estableció a uno de sus hijos. El señorío lo completó su nieto Felipe el Bueno, 1419-1467, pues compró en 1429 el condado de Namur y en 1430 se apoderó de Bravante y Limburgo, del marquesado de Amberes y del ducado de Malinas. Y en 1428, se hizo con los condados de Hainault, Holanda, Zelanda, y Frisia. En 1435 adquirió la castellanía de Picardía, y en 1431 compró el ducado de Luxemburgo. Es decir se había hecho un señor tan poderoso como los reyes occidentales, pues dominaba los Países Bajos y Borgoña. Situó su Corte en Bruselas en el Pays de par deçá, relegando con ello a Borgoña, el Pays de par Delá.

La Joyeuse Entrée de Bravante de 1356, decreto dado por Juana de Bravante, trató de limitar los privilegios de los nobles, para dejar manos libres al Príncipe, y no tener que pedir consentimiento a obispos, regiones, parlamentos y gremios cada vez que quería emprender algo. Y en 1430 se creó el Consejo de Bravante integrado por un Canciller trilingüe, cuatro Ministros de Bravante, y dos extranjeros, con el fin de poder tomar decisiones eficaces.

Felipe el Bueno, 1396-1467, optó por cooperar con las grandes familias de los Países Bajos y mantener el sistema feudal en bien de la convivencia. Pero creó una unidad política supranacional que unía los condados de Holanda, Zelanda y Frisia, para la cual nombró un Statuder, y un tribunal de justicia llamado Radd van Holland, integrado por un Presidente y ocho miembros de la nobleza. Sus territorios estaban todavía muy divididos entre los Países Bajos al norte, Luxemburgo en el centro, y los territorios de Borgoña al sur, todos ellos separados por zonas dominadas por el Rey de Francia. Mantuvo a los nobles como Gobernadores, pero intentó nombrar a los cargos municipales de ciudades y villas, con lo cual ganaba algún poder.

Borgoña, al sur de los territorios de los Países Bajos y en el centro de la actual Francia, estaba gobernada por un Consejo de la Alta Nobleza, unos 31 caballeros que se reunían como en la legendaria “mesa redonda”, y cada uno gobernaba un espacio del Pays de par Deçá. Era parte del apanage francés, territorios que debían volver a la Corona francesa en caso de morir el titular del territorio sin descendencia. Por ello, podían apelar al Parlamento de París como Tribunal Supremo. Pero actuaban como independientes. Pero en 1455, Felipe el Bueno creó un Tribunal Souverain, luego llamado Grand Conseil en 1473, con jurisdicción en todo el Pays de par Deçá, y residencia en Malinas, lo cual amenazaba con la independencia respecto a Francia.

Carlos el Temerario, 1433-1477, intentó unir Borgoña, Bravante, Luxemburgo y los Países Bajos y coronarse Rey, para lo cual creó un Parlamento y un Tribunal de cuentas que residían en Malinas, y levantó ejércitos para luchar contra el Rey de Francia. Las sublevaciones de varias ciudades de los Países Bajos propiciaron su debilidad, fue derrotado en 1476 y en 1477, y resultó muerto.

A comienzos de la Edad Moderna, Flandes tenía el mismo problema de toda Europa a fines de la Edad Media, y era que el excesivo poder de los nobles, cada uno en su territorio, impedía un ejercicio efectivo de poder de los reyes. Los Duques de Borgoña iniciaron la revisión de los privilegios de las villas, una lista numerosa de 700 privilegios, pero que eran los mismos que todos los nobles reclamaban en toda Europa frente a las monarquías autoritarias que estaban surgiendo: tener derecho a un Consejo propio para gobernar, reservar los oficios públicos a los naturales del país, y no ser sometidos a “servicios” (impuestos) que ellos mismos no aprobasen, ni crear moneda sin la aceptación de los naturales del país. El resto de las reclamaciones eran de tipo circunstancial.

Los señores de los Países Bajos podían reclamar y dominar en cualquier momento el Reino de Francia, lo cual era un factor de inestabilidad. No sólo ellos eran una amenaza, sino que su ejemplo hacía concebir esperanzas a otros poderes territoriales: en un momento dado, los suizos ocuparon Borgoña, los duques de Egmont y de Anjou pensaron en agrandar sus territorios, y los obispados creyeron llegada la hora de su independencia.

Este fue el problema que heredó Felipe el Hermoso en 1482, y del que se hizo cargo en 1494, cuando fue declarado mayor de edad. Poseía 11 ducados, condados y señoríos de los Países Bajos y algunos en Borgoña. Y de pronto, tuvo la gran idea de casarse con la infanta Juana de Castilla, segunda en la línea de sucesión en su país, y que resultó heredera del reino de Castilla a la muerte de su hermano. Y Francia tembló, porque un noble poderoso podía adquirir más poder que el Rey de Francia. La historia acabó con la muerte repentina, inesperada, e inexplicada, de Felipe el Hermoso en España.

Los Estados Generales de los Países Bajos eran la reunión de los procuradores de las “buenas villas”, pero fueron incrementados con procuradores de otros territorios. Las autoridades de cada territorio eran distintas, y el resultado era un maremágnum difícil de entender para los de fuera de la zona. La actuación del emperador Maximiliano, de conseguir la unidad de territorios, y la política de Carlos V de mantener la idea de su abuelo, generó una guerra con Francia, la cual podía perder sus derechos de apanage, sus derechos a recuperar esos territorios.

Pero los problemas no se arreglan con una muerte, y continuaron con Carlos I de España. El chico fue educado en Flandes, en medio de los problemas citados, y en lengua francesa, y no supo nunca hablar castellano correctamente, a pesar de ser rey de Castilla, ni le interesó demasiado Castilla, hasta la hora de su vejez, en la que escogió Castilla para sus últimos años de vida. A la muerte de su abuelo, el emperador Maximiliano de Habsburgo, heredó Austria, Estiria, Carintia, Carniola y Tirol y concibió la idea de proclamarse emperador de Alemania. El respeto a todos los territorios era imposible. Los alemanes le reclamaban que residiese en el imperio, que respetase sus leyes, que los oficios públicos fuesen desempeñados por naturales de Alemania, y que hablase alemán. Los españoles le reclamaron exactamente lo mismo, que residiese en Castilla, que respetase sus leyes, que los cargos públicos fuesen para naturales del país y que hablase castellano.

Carlos V encontró un ejército eficaz, el castellano, forjado en las guerras de Granada y guerras de Italia, y creyó poder imponerse a Francia. Y encontró un país sumiso, Castilla, que ponía dinero y soldados a pedir de boca del Rey. Pero surgió el poder de los nobles y obispos flamencos, que también se creían con derechos al territorio, y apareció también la oposición de Francia. La guerra fue muy larga y no dio solución al conflicto.

Las soluciones de Carlos I de España, desde 1520 Carlos V del Sacro Imperio Germánico, se parecieron a la apanage francesa: colocó a su hermano Fernando en los dominios de la Casa de Habsburgo. Curiosamente, Fernando había sido educado en Castilla, en castellano y en la idea del autoritarismo. No supo resolver los asuntos de Estado europeos, que le sobrepasaron: no podía estar en todas partes a la vez, no podía comandar todos sus ejércitos en Italia, Países Bajos, el Mediterráneo, la lucha contra los turcos en Europa oriental, y la recuperación de los territorios de sus antepasados en Francia, y ni siquiera tenía equipo de confianza para resolverlos todos adecuadamente. No tenía una infraestructura de Estado. Al final de su vida, Carlos V se sentía fracasado. Las “grandes ideas” como la unidad de los príncipes cristianos, escondían su incapacidad para resolver sus problemas, y eso que empezaban a llegarle dineros procedentes de las capitulaciones con conquistadores de América. Pero el conflicto protestante fue un tema que le sobrepasó y nunca supo resolver, y ni siquiera encauzar.

En 1530, Carlos V creyó poder dominar los territorios holandeses y creó un Consejo Provincial en Bravante, otro Consejo Provincial en Flandes, otro Consejo Provincial en Luxemburgo, además de un Consejo de Justicia y un Consejo de Finanzas. Se diría que estaba copiando el sistema castellano. Un Regente era la autoridad suprema y un Consejo Privado limitaba de alguna manera la autoridad del Regente. Un Gobernador se ocupaba de cada provincia. Cada Provincia tenía su propio Tribunal de Justicia. Y como cada territorio tenía sus leyes y privilegios, el gobierno y la justicia eran complejísimos. Y la guerra con Francia continuaba.

En 1543, Carlos I dejó el gobierno de España a su hijo Felipe II, y el de los Países Bajos a los archiduques Maximiliano y María.

El fracaso empezó a manifestarse en 1548, cuando los Países Bajos abandonaron el imperio alemán y dejaron de aplicar esas leyes en su territorio y de aceptar tribunales superiores a los suyos. La solución ideada por Carlos V fue insólita y poco racional: en la Pragmática Sanción de 1549, decidió integrar los Países bajos con España, y les llevó a su hijo Felipe como encargado de Gobierno. Allí se dio la paradoja de que Carlos, que no sabía castellano, pusiera a gobernar a los holandeses a alguien que no sabía francés, ni flamenco, pero provenía de España. Y en 1550, Felipe II fue proclamado duque de Milán, territorio que no podía gobernar sino mediante un Gobernador, que fue el Duque de Alba.

Al caos organizativo se sumó enseguida el conflicto protestante, y muchos territorios flamencos se declararon protestantes, tal vez porque Carlos V era católico. Y Carlos optó por la represión pura y dura: los ejércitos entraban en los diversos territorios sin trabas de permisos ni venias de parlamentos, y ejecutaban a los líderes disidentes, o protestantes, pues lo uno se confundía con lo otro. Felipe II se declararía ultracatólico.

Y el caos generado, condujo a que Carlos V decretase en 1555 en Augsburgo el “cuius regio, eius religio”. Abandonaba el proyecto de unificar instituciones y de imponer sus criterios autoritarios y reconocía su derrota.

Tras la Dieta de Augsburgo de 1555, apareció un nuevo delito, el de herejía, el cual era perseguido por el Rey como una ilegalidad más. Y apareció un conflicto político, las Guerras de Religión.

Felipe II se obsesionó con el catolicismo como solución a sus problemas políticos, pero era un camino equivocado. Empeoró casi todos los problemas de la monarquía.

Carlos V estaba más preocupado por el problema de dominar Europa occidental, y en 1554 casó a su hijo y heredero con María Tudor, reina de Inglaterra, en condiciones de igualdad de jurisdicción de ambos esposos.

En 1555, Carlos V abdicó en los Países Bajos, y en 1556 en sus Estados españoles. Se los dejaba a Felipe II.

Cada territorio del imperio de Carlos V tenía su propio sistema jurídico, su propio sistema militar, su propio sistema de recaudación de impuestos y de efectuar gastos, y el estado normal era el de rebelión y de guerra. El sistema político no era pues eficaz.

En el proceso español unificador de territorios y de instituciones, Flandes era una carga completamente inoportuna, pues añadía problemas y gastos, y un esfuerzo militar, que como se vio, España no estaba preparada para afrontar.

La herencia de Felipe II en Flandes estaba envenenada, y Felipe II decidió insistir en el autoritarismo y catolicismo a ultranza, contra todos y contra todo, lo que provocó más represión, pues impuso Gobernadores españoles, cuya suerte estaba condenada a largo plazo, si persistía la unidad contra la monarquía española y contra la unidad religiosa en el catolicismo. Felipe II insistió en la unidad religiosa en las Cortes de Segovia de octubre de 1565. Ni siquiera tuvo en cuenta que su padre y él mismo habían arruinado a España y no estaban en condiciones de seguir exigiendo nada. Sufriría tres quiebras de hacienda sin inmutarse, sin aprender nada de ellas. El Duque de Alba recibió poderes extraordinarios para incrementar la represión: procesó a unas 12.000 personas, condenó a 9.000 y ejecutó a 1.000, y ello provocó la reacción popular, que se sumó a la de los nobles. Intentó Alba cambiar las Ordenanzas, los Gobernadores, los Consejos, y las leyes, pero fue inútil. Tampoco sirvió de nada la política de Requeséns de ofrecer el perdón general y el respeto a los usos y costumbres locales. La realidad se imponía: los soldados no podían ser pagados y saquearon Malinas en 1574, y más tarde Amberes. La única solución viable, sine qua non, era la marcha de los soldados españoles, aunque Felipe II no aceptara lo que le parecía una derrota. En 1579, los católicos se unieron en Arrás, y los protestantes en Utrecht. Felipe II obtuvo muchas victorias, pero perdió aquella guerra, y dejó exhausta a Castilla y a España entera. La actuación de Carlos V y Felipe II en Flandes, no sólo fue un fracaso local, sino un fracaso personal, y un fracaso general de los Estados de la Monarquía Hispana.

En 1609, las Provincias del Norte en los Países Bajos, consiguieron su autonomía y se rompió la unidad del Estado. En 1617, el Duque de Saboya se rebeló y no fue castigado por ello. Y la Guerra de los Treinta Años significó que los territorios europeos de la Corona española se desgajaron de ella. El viejo modelo de Estado había fracasado. Pero España tenía más posibilidades de realizar las reformas hacia la racionalización de un Estado moderno.

 

 

 

LAS CONQUISTAS AMERICANAS.

 

Y en 1492 se descubrieron nuevas tierras más allá del Océano, cuyas dimensiones eran desconocidas y se tardó medio siglo en averiguarlo. Se llamaron las Indias, porque Colón había viajado con intención de llegar a las Indias de Asia, a por las especias, y en los primeros años creyó haber llegado a ellas. Los Reyes Católicos negociaron ante el Papa el derecho a someterlas y explotarlas, lo cual, como eran territorios infieles, significaba quedarse con toda la propiedad que encontraran. El Papa concedió Las Indias a los Reyes de Castilla, de Aragón, de Valencia, de Mallorca, de Murcia, etc. etc. y Fernando II de Aragón asumió que si el Rey, jefe del ejército, se llevaba siempre una parte de las riquezas conquistadas, él tendría una parte importante en los descubrimientos. Pero Isabel II no estuvo de acuerdo, y en su Testamento de 1504, dejó claro que las Indias eran de Castilla y León, los únicos que habían participado hasta entonces en la empresa del descubrimiento con dinero y hombres. Fernando II aceptó el testamento de Isabel y renunció a sus derechos sobre Las Indias en la Concordia de Villafranca. Desde entonces, todos los Gobernadores de Indias fueron castellanos.

La llegada de castellanos a América fue una hecatombe social y económica en América, pues como territorio de infieles, se desposeyó a los indios de sus tierras, de sus bienes inmuebles que fueron atribuidos a castellanos, y de muchos de sus bienes muebles que los castellanos consideraron de algún valor. Los indios debían trabajar como siervos para los empresarios castellanos, y ello dio lugar a graves excesos, denunciados por Montesinos en 1511, pues a los repartimientos de tierras siguieron repartimientos de indios, cuya existencia era similar a la esclavitud.

Pero la esclavitud de los indios no era legal. Las leyes decían que había límites a las horas y días de trabajo, que el empresario debía enseñar a leer a los indios y enseñarles cristianismo. Pero las leyes eran muy difíciles de aplicar al otro lado del océano, porque las autoridades peninsulares difícilmente hacían llegar su autoridad a las haciendas americanas. Los explotadores castellanos se inventaron el “requerimiento” un paripé por el que les leían un documento a los indios en el que decían que, o aceptaban las normas de la Corona de Castilla, o serían reducidos a la condición de esclavos. La ley decía que a los no cristianos se les podía tratar como le viniese en gana al conquistador. Como los indios no entendían el mensaje, se cumplía lo segundo. Y como la esclavitud estaba prohibida, se cambió de nombre a la realidad.

América fue conquistada mediante empresas privadas que, previamente, capitulaban con el Rey las condiciones de la conquista, y había poco que negociar, pues las condiciones eran las mismas que se habían aplicado en Andalucía y Canarias. Pero cada empresa realizada daba noticias de la existencia de muchas más tierras, una dimensión inmensa para un territorio castellano de menos de 400.000 kilómetros cuadrados. Estamos hablando de unos 30.000.000 de kilómetros cuadrados desde San Francisco al norte, a Cabo de Hornos al sur.

La primera capitulación se hizo con Colón, un pirata del Mediterráneo que, por sistema, no dijo nunca cuál era su pueblo, ni su familia verdadera, y posiblemente tampoco dijera nunca su verdadero nombre, como era norma de todos los piratas. Lo más probable es que fuera un pirata del Estrecho de Gibraltar. Sabemos de algunos hermanos porque éstos le ayudaron en el proyecto de navegar hacia occidente. Su profesión de pirata le hizo conocer cosas que los demás consideraban demasiado arriesgadas, las vías de escape cuando le perseguían, y supo que había vientos que conducían desde la latitud de Canarias hacia el oeste, y desde la latitud de Galicia hacia el este. No tuvo ni una sola duda a este respecto en su viaje de ida, ni en el de vuelta.

Las capitulaciones de Colón tuvieron lugar en Santa Fe de Granada el 17 de abril de 1492. Exigió privilegios desmesurados e imposibles de conceder, como obtener el 10% de todo lo comercializado desde las Indias que iba a descubrir, el empleo de almirante (lo cual nos deja estupefactos, pues era ser jefe de la Armada de Castilla), el empleo de Virrey (más estupefactos todavía, pues era una institución aragonesa de primer rango político), y Gobernador General de todas las tierras que descubriese y se descubrieran en adelante. Se le concedieron sus demandas porque se confiaba en que no regresara, pero hubo que reconsiderarlo todo una vez que alcanzó el éxito.

Un reino no era un negocio cualquiera hecho en una tasca, ni se podían hacer nombramientos de cualquier manera y para cualquier persona, como sucedía entre piratas. En 1509, Diego Colón fue nombrado Gobernador de La Española (Santo Domingo) por su hermano Cristóbal Colón. Inmediatamente se sucedieron nuevas capitulaciones con otros conquistadores, Hojeda y Nicuesa (en Nueva Andalucía-Colombia), y se replantearon las capitulaciones de Colón, lo cual dio lugar a un contencioso muy largo. Y luego pasó lo mismo en Darién (llamada entonces Castilla de Oro, y después, Panamá). Uno de los miembros de la expedición de Hojeda conquistó Santa María la Antigua y descubrió el Mar del Sur, un mar al sur de Panamá, que consideró “pacífico”. Y en 1513, Pedrarias Dávila fue nombrado Gobernador de Darién, y después Gobernador de Nicaragua, lo cual dejaba claro por parte de la Corona Española que los derechos de Colón eran limitados, y no ilimitados como pretendía su familia. Y en 1511 se estableció una Audiencia en La Española con jurisdicción sobre las tierras descubiertas.

 

 

El error de concepción del estado indiano.

 

Las Indias podían haberse organizado desde el primer momento con un sistema racional y centralista, pero hubo varios factores que llevaron a lo contrario:

Las Indias fueron otro elemento de dispersión de los órganos de Gobierno del Estado, a pesar de que podrían haberse adoptado sistemas racionales similares a los peninsulares. Eran un territorio conquistado a los infieles, y como tal, se tenía derecho a desposeerles de todos sus bienes e incluso del derecho de propiedad. Éste fue el gran fallo del sistema de conquista, que también pudo ser aprovechado para tener unas instituciones similares y parecidas a las peninsulares españolas. Prevalecieron los intereses privados, y surgieron dos comunidades de población: los pueblos de indios, los cuales se gobernaban autónomamente pero tenían pocos derechos, y las ciudades españolas que gozaban de todos los derechos e incluso el de gobernar grandes territorios de su entorno, a veces tan grandes como la Península Ibérica y más.

El error se originó en la concepción de que las tierras ya estaban ocupadas por Cipango (Japón), y sólo se descubrirían pequeñas islas intermedias pertenecientes a las Indias (India). Por ello, los Reyes Católicos pactaron con Colón un tratado de conquista, por el que la soberanía del territorio y los bienes del subsuelo pasaban a la Corona de Castilla, pero las tierras y bienes inmuebles se podían repartir entre los conquistadores, tras pagar el quinto real (20% de lo repartido). Se le concedió a Colón “las tierras e industrias que por su mano se descubrieran” y el 10% de todas las mercaderías que se exportaran o importaran desde aquellas tierras. Ello dio lugar a un pleito, pues Colón dijo que había descubierto la totalidad del continente americano, mientras otros conquistadores alegaron que ellos estaban descubriendo nuevos territorios ni siquiera imaginados por Colón. Colón sólo había descubierto algunas islas del Caribe. Y además, Colón creía que tenía derecho al 10% del 10% que cobraba la Corona en impuestos al comercio.

Y Colón creó nuevos conflictos políticos, pues se atrevió a nombrar Gobernador de las tierras del Caribe a su hermano Diego Colón, nombramiento que correspondía a los Reyes de Castilla. Los Reyes nombraron Gobernador a Francisco Fernández de Bobadilla y, como Diego Colón insistió en su error, se proclamó Virrey e inició una rebelión, se inició un conflicto absurdo, al que no se quiso encontrar solución, pues implicaba la guerra entre dominadores.

En 1499, se decidió relevar al “Almirante”, que fue el título que adoptó Colón por su cuenta y que no tiene sentido en el sistema de gobierno castellano, pero sí en un sistema de piratas. Los Reyes de Castilla decidieron hacer nuevas capitulaciones con nuevos “conquistadores”. La “conquista” era muy atractiva, pues Castilla autorizaba el saqueo de los pueblos conquistados, y la atribución de la propiedad del suelo y bienes muebles e inmuebles, salvo el quinto que se debía reservar para la Corona. Se prohibieron trueques de propiedades y exigencias de rescates. Se prohibió que un expedicionario entrase en territorio ya concedido a otro. Se prohibió esclavizar a la población. Los capitanes descubridores eran además la autoridad judicial en la zona, lo cual les hacía intocables y todopoderosos.

Los nuevos descubridores tenían una carga que cumplir: el pago a sus empresarios financiadores, los cuales les ponían fieles y contadores en todos los barcos, a fin de que llevasen las cuentas de lo conseguido y les obligasen a regresar por Sevilla o por Cádiz a fin de fiscalizar las riquezas que portaran los barcos, pagar el quinto del Rey, y quedarse con la parte pactada.

Las noticias eran que la tierra era buena y que el territorio era inmenso, y cada barco decía que era más y más grande. Los descubridores decidieron hacer repartimientos de tierras a los campesinos que quisieran instalarse en ellas. Y surgieron negocios especulativos contra los cuales se legisló que nadie pudiera vender una tierra sin que hubiera permanecido al menos tres años en ella.

Las Gobernaciones de América no pararon de crecer en la primera mitad del siglo XVI, años del “descubrimiento”: 1492, La Española; 1509, Puerto Rico; 1511, Cuba; 1513, Tierra Firme (en Panamá); 1522, Nueva España; 1525, Isla Margarita; 1526, Honduras; 1527, Guatemala; 1527, Nicaragua; 1528, Venezuela; 1532, Cartagena; 1534 Paraguay; 1540, Popayán; 1540, Nueva Extremadura; 1548, Santa Marta; 1548, Chile; 1561, Sonocusco; 1562, Quijos; 1564, Yucatán; 1568, Nueva Andalucía; 1569, Cumaná; 1569, Filipinas; 1569, Antioquia; 1572, Colimas; 1574, Nueva Vizcaya; 1574, Costa Rica; 1577, Florida; 1579, Nueva León; 1583, Trinidad y Guayanas; 1604, Nueva Granada; 1617, Río de la Plata; 1632, Mérida de Venezuela; además de otras muchas. En total eran 37 Gobernaciones.

En las capitulaciones de los “conquistadores” con el Rey, se hablaba de los derechos que mantendrían los indios, de la extensión de las caballerías y peonías que podrían adjudicarse a propietarios españoles, de las dimensiones de los solares de las casas… Pero las tierras descubiertas estaban muy lejos y eran muy difíciles de visitar y que el Visitador fuera honesto. Cada Gobernador podía nombrar Corregidores en las ciudades que dominase, lo que era otra fuente de ingresos. Uno de los grandes negocios era la administración de la justicia. Colón no había incluido este punto en sus capitulaciones porque creía que iba a China, pero al fundar La Isabela, creó alcaldes ordinarios y se reservó como Gobernador las apelaciones a sus sentencias. El rey no estuvo de acuerdo, y decidió que el tribunal de apelación fuera castellano, bien en Audiencias que se situarían junto a los territorios descubiertos, o bien en el Consejo de Indias.

 

 

El Gobierno de Indias.

 

Las Indias fueron incorporadas al Reino de Castilla y sometidas al Consejo de Castilla, pero era absurdo que este Consejo controlase el nuevo territorio descubierto, y se creó el Consejo de Indias para nombrar Virreyes y Gobernadores. Muy poco para las necesidades de la empresa americana. Las posibilidades reales de gobernar el territorio eran mínimas.

El Gobernador era la autoridad superior y tenía facultad para legislar y para administrar justicia, siempre asistido por el Presidente de la Audiencia y los Oidores de los tribunales de justicia. Tenía poder sobre los poderosos y se le encargó proteger a los indios (cuyo modo de vida resultante era lamentable), promover las obras públicas, castigar a los blasfemos y visitar los mercados. El Gobernador era nombrado por la Corona a propuesta del Consejo de Indias, y se comunicaba directamente con este Consejo a la hora de recibir instrucciones de gobierno y de informar y consultar. Tenía poder para repartir tierras, caballerías y aguas, para avecindar personas, repartir encomiendas y eximir de almojarifazgo (impuestos aduaneros) a algunos. Eran Capitán General. Controlaba la Hacienda pública. Su mayor limitación era el Juicio de Residencia que debía hacer al final de su mandato. El Gobernador americano, y luego el Virrey, era un retroceso en el proceso de control del Rey sobre todas las instituciones del Estado español, pero las circunstancias se impusieron a la racionalidad.

Para 1542, ya se tenía una idea de las dimensiones del territorio descubierto y se hicieron las Leyes Nuevas de Indias. Sustituían a las Ordenanzas Viejas dadas en Santo Domingo en 1528.

La justicia americana tenía tres niveles, desarrollados por el Alcalde, la Audiencia y el Consejo de Indias.

Los alcaldes de indios impartían la justicia en poblados indios, y tenían jurisdicción solamente en materia civil, y en lo criminal se debían limitar a prender a los delincuentes y entregarlos a la justicia española. Los alcaldes ordinarios gobernaban sobre los españoles y tenían jurisdicción civil y criminal.

La Audiencia se convirtió en órgano de gobierno y de justicia básico y se abrieron once: Santo Domingo; México; Guadalajara; Guatemala; Panamá, Santa Fe; Quito; Perú; Charcas; Santiago; y Manila. La Audiencia era un tribunal dotado de Presidente, Oidores y Alcaldes del Crimen. El Presidente era el Gobernador, que solía ser Capitán General de la provincia. La Audiencia, presidida por el Virrey o por el Gobernador, era bastante independiente, pues aunque el Virrey organizaba los tribunales y vigilaba la actuación de los jueces, decidía la composición de las Salas, el orden para despachar los asuntos y tenía capacidad para denunciar a los Oidores que no cumplían con sus funciones, debía hacerlo en secreto ante el Consejo de Indias, no podía intervenir en los casos, no tenía voto en las sentencias y no podía forzar la voluntad de los jueces sin exponerse a una denuncia grave de cualquier Oidor.

El Consejo de Indias gestionaba los asuntos de justicia de las Indias. Creado en 1511 como una Sala del Consejo de Castilla, se hizo autónomo respecto al Consejo de Castilla en 1524. Sus miembros eran nombrados por el Rey entre Virreyes, Gobernadores y Oidores con experiencia en Indias y Filipinas. El Presidente se reunía todos los sábados por la mañana con el Rey. Contaba con 12 Consejeros letrados, un Fiscal que era el Consejero más nuevo, un Secretario del Perú, un Secretario de Nueva España, un Escribano que tomaba nota de las declaraciones de los testigos, un Gran Canciller que refrendaba cada documento con su sello y cobraba las tasas correspondientes, relatores, contadores, astrónomo, cosmógrafo, cronista y abogado de pobres. Se ocupaba de todos los temas de Indias: propuesta de cargos para el gobierno, tráfico de pasajeros mercancías y libros, gobierno sobre la Iglesia americana, Junta de Guerra, control de los cargos americanos, Tribunal de Justicia en temas de más de 1.000 ducados y en temas de apelación. No tenía sede, sino que acompañaba al Rey en todo momento. Pero sus órganos de apoyo, como la Casa de Contratación y el Archivo de Indias estaban en Sevilla.

En 1535 se creó en las Indias la figura del Virrey al modo de los Virreyes aragoneses adoptados por Castilla desde finales del XV. Antonio de Mendoza fue en 1535 Virrey, Presidente, Gobernador y Capitán General de Nueva España, y Presidente de la Audiencia de México. Era autoridad superior a los Gobernadores de su zona o virreinato, superior a las Audiencias de su zona, y a las autoridades eclesiásticas. Representaba al Rey, mientras las demás autoridades sólo eran funcionarios del Estado. Legislaba mediante “Ordenanzas” sobre tributos, indios, minas, fuerza militar, construcciones de casas y caminos… Y hasta mediados del XVI, el Virrey nombró a los Gobernadores, asunto que más tarde se reservó la Corona. El Virrey presidía la Junta de Hacienda, la cual controlaba y disponía de las rentas reales (lo producido por las tierras atribuidas al Rey, y por los impuestos que se debían al Rey). El Virrey presidía la Junta de Guerra, la cual tenía jurisdicción sobre todos los militares

En 1581 se recomendó a los Virreyes reunir el Acuerdo dos veces por semana para tratar temas de legislación y de gobierno, pues había excesos que los Oidores querían poder poner de manifiesto. El Acuerdo era la reunión del Capitán General con los Oidores de la Audiencia. En lo demás, los Oidores debían obedecer en todo al Virrey. La disputa se originó en si los temas eran de justicia y competían a los Oidores, o eran de gobierno y competían en exclusividad al Virrey.

 

 

América como problema.

 

Los problemas de Carlos I de España y V de Alemania, crecieron por no saber resolver adecuadamente el de América. Lo que parecía un asunto sin importancia, un descubrimiento más del que se sacarían muchos beneficios, devino en la ocupación del territorio nuevo más inmenso que habían conocido los europeos de todos los tiempos. Y ese inmenso territorio debía ser gobernado desde unas instituciones poco preparadas para hacerlo. Si Isabel la Católica se había preocupado por el problema del gobierno de los nuevos territorios, no parece que los siguientes reyes de España pusieran el suficiente empeño en dar soluciones estables al problema. Más bien se preocuparon de las enormes ganancias para la Corona que suponían las nuevas conquistas.

Para empezar, los Reyes Católicos habían concebido los descubrimientos como un hecho menor, del que esperaban muy poco, y como tal hecho menor, se lo encargaron a particulares. Con cada nuevo empresario se hacía una capitulación en la que quedaba claro que la tierra era de la Corona, y la explotación agraria de la superficie se repartía entre los nuevos pobladores. El interés de los “conquistadores” radicaba en que los nuevos pueblos sometidos eran despojados de todos sus bienes, que se convertían en botín, del cual debían entregar la quinta parte al Rey, y el resto quedaba a su disposición. Igualmente podían disponer de las personas que encontrasen, pues no siendo cristianos, carecían de derechos políticos.

Este planteamiento, que hubiera sido válido para un pequeño territorio con no demasiado interés económico, cambió radicalmente en la primera mitad del XVI, cuando se conoció que el territorio descubierto era al menos 60 veces más grande que España, y podía ser todavía mayor.

Hernán Cortés, en 1519-1521, les comunicó a los Reyes españoles que el territorio descubierto podía ser seis veces mayor que España. Ello requería leyes e instituciones específicas, y no se le hizo caso.

Francisco Pizarro obtuvo en 1529 la concesión de 200 leguas de costa (1.200 kilómetros) y comunicó que los territorios descubiertos eran mucho mayores y faltaba mucho más por descubrir. El único inconveniente eran los Andes, tres cordilleras paralelas a la costa, que alcanzan altitudes superiores a los 4.000 metros, cuyo paso es muy difícil. Pero se exploró Colombia, accediendo desde el norte y desde el oeste.

Diego de Almagro buscó tierras al sur del territorio de Pizarro y se cansó de descubrir tierras, porque eran interminables. Fue ejecutado por Pizarro en 1538, tras una discusión por límites. Y los almagristas se tomaron la revancha y asesinaron a Pizarro en 1541. Se demostraba que la política española estaba fallando de plano.

Carlos V trató con cierto desprecio el hecho del descubrimiento de América, cuando en 1528 entregó a los Welser alemanes las costas de Venezuela a cambio de un préstamo de 143.000 ducados, que le habían hecho en 1516. No tenía sentido de Estado, y estaba pagando gastos propios, los de coronarse emperador, con bienes públicos del Estado castellano. La falta de sentido de Estado era evidente. La concesión fue revocada en 1545 atendiendo a estas mismas razones.

Se entregó el nuevo territorio a la improvisación: Cada porción del nuevo territorio se entregó a un Gobernador de poder omnímodo, y este Gobernador se encontró con todos los problemas que justifican la presencia y organización del Estado: necesitaba controlar a sus propios soldados, necesitaba controlar la población indígena, necesitaba explotar el territorio y hacerlo rentable para la Corona y para los “conquistadores”. Y por tanto, necesitaba instituciones de justicia, recaudadores de impuestos, constructores de caminos e instalaciones de gobierno, técnicos… Nada más empezar, se creó la Audiencia de Santo Domingo, dependiente de la Chancillería de Ciudad Real y, en último término, del Consejo Real. Se dependía de la honestidad y buena voluntad de  los nuevos gobernantes.

La improvisación estaba dando malos resultados: las concesiones a los conquistadores incluía unos kilómetros de costa, sin precisar la profundidad de la penetración. Y esa falta de precisión dio lugar a enfrentamientos entre “conquistadores” muy graves. Y lo peor del sistema era que el que más fuerza militar tenía se quedaba con más territorio. Eso es la ley de la selva, y no la civilización.

 

 

REFORMAS EN ITALIA.

 

El caos gubernativo italiano trató de remediarse en 1556 mediante el Consejo de Italia, el cual pretendía controlar la política de Sicilia, Nápoles y Milán. Estaba integrado por dos Ministros de cada Estado citado (uno de ellos natural, y el otro extranjero, español), y era el órgano de contacto entre el Rey y los territorios italianos.

 

 

LA INCORPORACIÓN DE PORTUGAL

 

La diversidad se incrementaría todavía más con la incorporación de Portugal a la Corona de Felipe II en 1581. En 1578, murió sin descendencia legítima el Rey de Portugal, Sebastián. Las Cortes de Portugal decidieron nombrar un Consejo de Regencia de cinco miembros, pues la decisión del Rey muerto de dejar el trono para el sobrino “que tuviese mejor derecho”, era muy imprecisa. Aprovechó esta indecisión un hijo bastardo del Rey Sebastián, llamado Antonio, el cual hizo correr la falsa noticia de que Portugal había sido invadido por las tropas españolas del Duque de Alba, lo cual enardeció a algunos portugueses y le proclamaron Rey. Su intento no sirvió de nada, pues fue vencido en Alcántara.

Las Cortes de Almeirín decidieron entregar la Corona a Felipe II, el cual se impuso tras derrotar a los señores portugueses que se oponían a la llegada de extranjeros. Y las Cortes de Thomar entregaron el reino a Felipe II en 16 de abril de 1581, pero manteniendo sus propios fueros y su autonomía administrativa. Las Cortes pidieron que Portugal no fuese anexionado a Castilla y que el Príncipe Diego se educase en Portugal. Introducían así mayor diversidad en la Corona de España. Don Diego murió al poco, y esa diversidad desapareció.

De nuevo hubo que crear un Virrey, y un Consejo de Portugal en 12 de noviembre de 1582.

Las Cortes de Thomar decidieron que el Consejo de Portugal tuviera dos Desembargadores de Pago (jueces de apelación), un Veedor de Facienda, un Canciller y un Obispo Presidente. Pero Felipe II prescindió del Canciller. También decidieron que hubiera una Secretaría de Estado, integrada por la Secretaría de Portugal y la Secretaria de Indias, y una Secretaría de Gracia.

En 1586, Felipe II asignó al Consejo de Portugal todos los negocios de los Reinos y Estados de la Corona de Portugal, lo que incluía territorios en el Atlántico y América. Y creó un Secretario de Estado que debía ser su medio de comunicación con el Consejo de Portugal.

En 1583 fue nombrado Virrey de Portugal el archiduque Alberto, pero en 1593 fue sucedido por una Junta de Virreyes integrada por cinco miembros. En 1599, se volvió al sistema de Virreyes únicos.

Se impuso un nuevo sistema de gobierno y se eliminó el Consejo Privado, que eran unos letrados que seleccionaban a las personas para cargos políticos y resolvían conflictos de jurisdicción entre ellos, la Casa da Justicia que despachaba suplicaciones, y la Casa do Civel que atendía apelaciones de personas privadas. El nuevo sistema se basaba en el Consejo de Estado del Virrey, el Desembargo do Paço que atendía apelaciones y suplicaciones, la Mesa de Consciencia e Órdenes que se ocupaba del fuero eclesiástico y de Órdenes Militares, y el Conshelo das Indias. La antigua Casa de lo Civel se trasladó a Oporto y se convirtió en un Tribunal Superior de justicia para el norte de Portugal, mientras Lisboa se ocupaba del centro y sur del Reino. Portugal fue dividido en 26 Corregimientos, o provincias, al estilo castellano.

Y cuando parecía que no habría conflictos políticos, apareció el conflicto religioso, debido a la idea fija de la necesidad del catolicismo. La guerra surgió en Flandes. Y como para la guerra se necesitan ejércitos, Portugal no quiso contribuir y apareció una segunda guerra, y en Cataluña una tercera por igual motivo.

Felipe II hizo una política belicosa que arruinó al Gobierno español, y quiso obtener rentas extraordinarias de Portugal, lo que no gusto en Portugal. Y además, los portugueses de familias altas quisieron todo tipo de nombramientos y cargos con el fin de enriquecerse, y el proyecto de unión con España se fue depreciando entre la sociedad portuguesa. Además, Felipe II nunca le concedió competencias precisas.

 

 

Post by Emilio Encinas

Emilio Encinas se licenció en Geografía e Historia por la Universidad de Salamanca en 1972. Impartió clases en el IT Santo Domingo de El Ejido de Dalías el curso 1972-1973. Obtuvo la categoría de Profesor Agregado de Enseñanza Media en 1976. fue destinado al Instituto Marqués de Santillana de Torrelavega en 1976-1979, y pasó al Instituto Santa Clara de Santander 1979-1992. Accedió a la condición de Catedrático de Geografía e Historia en 1992 y ejerció como tal en el Instituto Santa Clara hasta 2009. Fue Jefe de Departamento del Seminario de Geografía, Historia y Arte en 1998-2009.

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