LA ÉPOCA ALBERONI, 1715-1719:

         AÑOS 1717-1719.

 

         Alberoni en la cumbre del Estado.

 

En política interior española, el rey no contaba para nada en 1717, pues estaba encerrado en sus habitaciones y se negaba a ver a nadie. Sufría depresiones e incluso llegó a hacer testamento en el cual dejaba a Isabel de Farnesio y a Alberoni la Regencia de España. Sólo estas dos personas accedían al rey, y la oposición nobiliaria reaccionó y organizó conspiraciones, en las que participó Francia, pues el partido francés también estaba fuera del Gobierno español. Conspiradores conocidos fueron el duque de Veragua, el conde de Aguilar y el conde de Torres, cuyo objetivo se centró en eliminar a Alberoni. Alberoni organizó la forma de Gobierno dejando a los Secretarios de Despacho la política nacional, y dedicando sus esfuerzos a la política internacional.

En enero de 1717, Alberoni intentó el dominio completo del Estado mediante muchos mecanismos: En primer lugar repartió a sus incondicionales en cargos que requerían su máxima confianza:

Nicolás de Hinojosa en la Tesorería Mayor,

José Patiño como Intendente General de Marina y Presidente de la Casa de Contratación,

En abril de 1717, José Rodrigo Villalpando marqués de la Compuesta en el Departamento de Justicia, Gobierno Político y Hacienda.

Aprovechó la muerte de Rodrigo Manuel Manrique de Lara Ramírez de Arellano Mendoza y Alvarado, II conde de Frigiliana, para poner en el Consejo de Indias a Andrés Matías del Pez y Malzárraga, marino profesional e hijo de marino.

El objetivo era reducir al mínimo la labor de los Consejos a fin de decidir desde los gabinetes de la reina y del suyo propio. Y entonces pudo emprender una serie de reformas que convenían a sus planes y los de la reina.

Alberoni logró, a partir de entonces, que las Juntas de Gobierno se celebrasen en su casa, y de hecho las dirigía como si él fuera el rey, aunque no tenía poder oficial ninguno para hacerlo. Pero todos entendían que Alberoni era el hombre designado por los reyes. Más tarde, trasladaba los asuntos al rey no limitándose a ser un simple Secretario, sino dando al rey los consejos que le parecían oportunos. El rey le gratificó ampliamente con una gran fortuna, y además le hizo obispo de Tarragona, cardenal el 26 de agosto de 1717 y le propuso para obispo de Málaga, cargo al que renunció Alberoni porque tenía en perspectiva el arzobispado de Sevilla que quedaba vacante. Pero el Papa vetó este nuevo nombramiento.

La oposición a Alberoni estaba liderada por Giudice, Isidro de la Cueva marqués de Bedmar[1] e Isidro Casado Acevedo y Rosales marqués de Monteleón[2], trataban de eliminar a una persona que dominaba sobre todos los asuntos de Gobierno.

 

 

LAS REFORMAS DE 1717.

 

En 1717 se suprimieron las aduanas interiores salvo las de Navarra y País Vasco. Los diezmos de la mar (aduana portuaria) habían sido impuestos en Cantabria por Carlos V, quedando exentos de dicho impuesto los productos de consumo para la propia ciudad portuaria. El País Vasco situó las aduanas en los puertos de Valmaseda, Orduña y Vitoria, de modo que todo el país quedaba libre de impuestos aduaneros, y las aduanas de ese tipo fueron llamados “puertos secos”. Felipe V trasladó las aduanas a Bilbao, San Sebastián e Irún y los vascos protestaron porque ello suponía un alza de precios, pues hasta entonces tenían precios de la harina bajos por importación libre de impuestos. Hubo un motín en Bilbao el 4 y 5 de septiembre de 1717 en el que los campesinos de la cofradía de San Martín, denominados a sí mismos matxines, asaltaron las casas de los nobles acusándoles de complicidad con el rey. La revuelta se denominó la matxinada (machinada). La paz se logró eximiendo de aranceles a los abastecimientos destinados al País Vasco y devolviendo las aduanas en 1722 a sus antiguos emplazamientos de tierra. En 1726 fueron indultados los matxines. Así pues, se mantuvieron las aduanas de Castilla con Navarra y con el País Vasco. El País Vasco fue territorio libre de derechos de la mar o aranceles, hasta 1841.

En Andalucía, las aduanas se llamaron almojarifazgos. En el siglo XVIII, el arancel se subió en 1782 para proteger al artesanado autóctono.

Se reorganizó el monopolio comercial de Cádiz y la Casa de Contratación de Sevilla pasó a Cádiz en 1717. El 12 de mayo de 1717 se trasladó la Casa de Contratación desde Sevilla a Cádiz. Se argumentaba que ello evitaba que los barcos tuvieran que subir por el Guadalquivir, pero la realidad era que el verdadero puerto que centralizaba el comercio con América era Cádiz, y Sevilla sólo era la sede tradicional de la Administración. El promotor del traslado a Cádiz fue el gaditano Andrés del Pez. La Casa de Contratación permanecería en Cádiz hasta su extinción en 1790. Otro colaborador importante de Alberoni en Hacienda fue José Patiño, el cual fue destinado a Sevilla, para controlar la Casa de Contratación y la base naval de Cádiz.

Se reorganizó el sistema de flotas que iban a América (la concesión de privilegios a compañías privadas será a partir de 1730). Se estableció un sistema regular de “avisos” o correos marítimos,

En 1718, se prohibió importar tejidos de seda y algodón procedentes de Asia. Estas prohibiciones serían sustituidas por fuertes aranceles en 1744 para la seda y 1747 para la lana. Los aranceles ordinarios a la importación no solían ir más allá del 15%

Se creó la Real Compañía de Guardiamarinas (un colegio para militares).

Se reprimió el contrabando en Vizcaya.

Se reglamentó la importación de tabaco de Cuba.

Se impulsó el comercio Acapulco-Manila.

Se abrió fábricas de cristales, imprenta y paños.

 

 

Reformas de los Consejos en 1717.

 

En 20 de enero de 1717, Alberoni reglamentó los Consejos, antiguos organismos de gobierno de España, haciendo incompatible el ser miembro de un Consejo y ser Secretario de Despacho. Quería fortalecer a las Secretarías de Despacho. Pero en el caso del Consejo de Castilla, quiso reforzarlo, y suprimió la Secretaría de Despacho de Justicia pasando sus funciones al Consejo de Castilla.

En mayo de 1717, decidió reducir el poder de los Consejos, eliminando Secretarios de esos Consejos. Incluso el 2 de mayo desapareció el Secretario del Consejo de Hacienda, cuyas funciones pasaban íntegramente a la Secretaría de Despacho de Hacienda.

El 1 de mayo de 1717, Alberoni logró un decreto de unificación del Supremo Consejo de Estado y del Supremo Consejo de Guerra en una sola Secretaría, y puso a su frente a Juan Elizondo. Los Consejos tenían así un mínimo de funciones y estaban controlados desde la casa de Alberoni. El Supremo Consejo de Estado perdió sus atribuciones de gobierno, aunque seguiría habiendo consejeros de Estado más adelante, pero sólo honoríficos. De hecho, el Supremo Consejo de Estado ya no había jugado ningún papel en la Guerra de Sucesión, lo cual es significativo cuando la tarea propia de ese Consejo era la política exterior. El Supremo Consejo de Guerra, ya había sido reducido en 2 de octubre de 1706 refundiendo la Secretaría de Mar con la Secretaría de Tierra, e integrando la Secretaría resultante en el Consejo de Estado. El Consejo de Guerra quedaba subordinado a las Secretarías de Despacho, y aparecía solamente como órgano consultivo de éstas. A partir de este momento, la Secretaría de Despacho de Guerra, Marina y Comercio era la que controlaba al ejército y la armada.

El Consejo de Hacienda no desapareció en 1717, pero también se había vaciado de contenido, pues todos sus temas eran gestionados por el Consejo de Gabinete en 1701-1713 y en la Secretaría de Despacho de Hacienda en noviembre de 1714.

 

 

Reformas de las Secretarías de Despacho.

 

En 2 de abril de 1717 el Despacho Universal se dividió en tres Secretarías. Se despidió a Manuel Vadillo, Secretario de Despacho Universal desde tiempos de Carlos II y también al Presidente del Consejo de Hacienda y obispo de Cádiz Lorenzo Armengual de la Mota (lo cual le dio a éste ocasión de tomar posesión de su obispado para el que había sido nombrado en 1715, pero no había podido ejercerlo) y se repartió el poder en tres Secretarías de Despacho:

Secretaría de Despacho de Estado y Negocios Extranjeros. Aunque no tenía cargo alguno, Alberoni recibía todas las comunicaciones de los ministros extranjeros en su despacho denominado “despacho del rey”, con lo cual controlaba toda la política exterior. Como además tenía el poder de nombrar y destituir cargos, a través de sus colaboradores, Miguel Fernández Durán, y José Rodrigo Villalpando, controlaba el resto de acciones de Gobierno. La Secretaría de Estado y Negocios Extranjeros se ocupaba de las relaciones con países extranjeros, designación de funcionarios para esas funciones, atención de quejas y reclamaciones de extranjeros, y resolución de expedientes judiciales sobre esos asuntos.

Secretaría de Despacho de Guerra, Marina y Justicia de España e Indias, Miguel Fernández Durán, marqués de Tolosa (que estuvo en el cargo hasta 1721, siendo sustituido por Baltasar Patiño), se ocupaba de la expedición de títulos de oficiales, resolución de asuntos judiciales tocantes a Marina y Ejército, abastecimientos y paga de soldados y relaciones con el Consejo de Guerra.

Secretaría de Despacho de Gobierno Político y Hacienda de España e Indias, José Rodrigo Villalpando, marqués de la Compuesta, en ese momento fiscal del Consejo de Castilla, se ocupaba de las relaciones del rey con los diversos Consejos, cargos palaciegos, nombramiento de cargos políticos de su ámbito, regalías, patronatos, impuestos, comercio y gastos de las demás Secretarías de Despacho. Como sus competencias eran muy amplias, la Secretaría de Despacho de Hacienda constaba de tres departamentos:

Secretaría de Justicia y Gobierno Político de Hacienda, gestionado por José Rodrigo Villalpando;

Superintendencia General de Hacienda, gestionada por Francisco Salcedo y Aguirre, marqués de Vadillo;

y Consejo de Hacienda propiamente dicho, gestionado como Presidente por Juan de Dios del Río González, marqués de Campoflorido.

Alberoni, que dirigía de hecho toda la política exterior, nombraba y deponía Secretarios y ministros de las Secretarías de Despacho, era en sí mismo en la práctica Secretario de Despacho Universal, aunque esta institución ya no existiese, por lo que la Secretaría de Despacho abolida recientemente, funcionaba en el despacho de Alberoni.

 

 

Reformas militares en 1717.

 

El 6 de junio de 1717, se publicaron las Ordenanzas de La Armada, uniformando las flotas de Galeras del Mediterráneo, Navíos del Océano, y Galeones de Indias en una sola Armada a efectos de mando, aunque tuvieran misiones militares distintas.

A principios de junio de 1717, Alberoni propuso a José Patiño como Intendente General de Marina, de modo que preparase en Cádiz una escuadra para sus proyectos italianos. Le pidió en principio una empresa menor, Cerdeña, pero Alberoni pensaba en Sicilia y en Nápoles. Patiño le dijo que España quedaría aislada internacionalmente y que el éxito no era seguro, pues no le daba tiempo para preparar la complejidad de una invasión. Y todo iba a suceder como Patiño había previsto.

Se decidió adquirir una flota: Se compraron algunos navíos a Génova, se construyeron navíos en Cataluña, Guipúzcoa y Galicia, se mejoró la base naval de Cádiz, se emprendió la construcción de la base de El Ferrol, se procuraron abastecimientos a los arsenales militares españoles. Se reformó el ejército despidiendo a muchos oficiales extranjeros contratados durante la Guerra de Sucesión, se creó un ejército mucho más poderos, que en 1718 alcanzó los 70.000 hombres, y se les dotó de vestuario, armas y paga. Se compraron 200 piezas de artillería en las fundiciones militares españolas, lo que aseguraba su suministro en el futuro en cuanto a no depender de las importaciones para reponer cañones.

También en Cádiz se abrió un astillero nuevo, el de Puntales, para fabricar barcos de guerra, y en 1728 botaba su primer barco, el Hércules, con 70 cañones.

 

 

Censo de Campoflorido.

 

En el proyecto de Nueva Planta para Castilla, era preciso un censo de población y un catastro de bienes. El 28 de julio de 1717 se ordenó hacer un censo de población sometida a impuestos, conocido como censo del marqués de Campoflorido. Con los datos obtenidos se elaboró un informe llamado Vecindario General de España (Biblioteca Nacional, manuscrito 2.274). El censo abarcaba toda España, menos el País Vasco y Mallorca, pero los datos son de diversos años, destacando Navarra, que envió datos de 1676-1679 (de 41 años antes). Galicia, Valladolid, Aragón y Cataluña enviaron datos de ese mismo año 1717. Soria y Cuenca enviaron datos sin precisar de qué año eran. Como era un recuento para pagar impuestos, por lo general no aparecen en él los exentos de impuestos (hidalgos y mendigos), pero algunas veces sí se les menciona. Galicia contabilizó mucha menos gente que la que tenía en realidad, pues sabemos que los obispos de Santiago y de Lugo tenían en sus listas mucha más gente que les pagaba impuestos, y a veces, la falta de apuntes sobre vecinos raya lo escandaloso. Cataluña apuntó a los cabezas de familia que eran contribuyentes, incluyendo caballeros y mendigos que no tributaban. Uztáriz propuso elevar las cifras en un 20%, pero ese porcentaje le pareció excesivo a estudiosos como Domínguez Ortiz, Pierre Vilar o Francisco Bustelo. El resultado del censo es muy pobre para nosotros, y Bustelo calculó que saldrían entre 1,2 y 2 millones de vecinos pecheros, lo que podía significar una población española de entre 5,6 y 9,5 millones de personas. La amplitud de la duda es, como puede colegirse de estas cifras, muy grande. Podríamos aventurar las siguientes cifras:

Castilla-León         328.000 vecinos

Galicia               118.000 vecinos

Asturias               30.000 vecinos

País Vasco             35.000 vecinos

Navarra               35.000 vecinos

Aragón                 75.000 vecinos

Cataluña             103.000 vecinos

Valencia               63.000 vecinos

Mallorca               21.000 vecinos

Extremadura           60.000 vecinos

Andalucía             230.000 vecinos

Murcia                 30.000 vecinos

(En esta relación, no aparece Canarias; Mallorca era el nombre de las Islas Baleares en ese momento; Castilla incluía a las actuales Cantabria y La Rioja; los límites provinciales no coincidían con los actuales, que datan de 1832).

Lo que nos daría una población aproximada de 1.140.000 vecinos, que aumentados en un 20% como se suele hacer para compensar ocultaciones y errores, serían 1.368.000.

 

 

Proteccionismo en 1717-1718.

 

El 1 de noviembre de 1717 se prohibió a los franceses introducir artículos americanos en España.

En 1717 Alberoni prohibió la entrada en España de sedas procedentes de China y Asia en general.

El 9 de junio de 1718 se prohibió a todos los extranjeros introducir artículos americanos en España. No sirvió de mucho la prohibición, porque los extranjeros buscaron hombres de paja españoles, generalmente gaditanos, que cubrieran las apariencias.

 

 

AISLAMIENTO INTERNACIONAL DE ESPAÑA EN 1717.

 

Tras el acuerdo del Abate Guillerme Dubois por Francia y James Stanhope por Inglaterra de 2 de enero de 1717, se reunieron en La Haya, el 4 de enero de 1717, Pierre Antoine de Chateneuf por Felipe II Duque de Orleans, y William Cadogan por Jorge I de Inglaterra, además de los delegados de las Provincias Unidas de Holanda. En 1718 se adhirió Carlos VI del Sacro Imperio Romano Germánico. Aunque eran cuatro las potencias, el acuerdo se denominó Triple Alianza de La Haya.

Los cuatro primeros puntos del acuerdo eran de trascendencia secundaria: se ratificaban los Tratados de Utrecht de 1713, Francia expulsaría de Avignon a Jacobo III Estuardo pretendiente al trono de Inglaterra, Holanda expulsaría de sus territorios a los partidarios de Jacobo III, y Francia destruiría las fortificaciones de Mardyke en el Canal de la Mancha. El quinto punto era una amenaza a España: se acordaba un pacto de ayuda mutua, por el que, en caso de que uno de los tres fuera atacado, los otros le socorrerían con un ejército, Francia e Inglaterra aportarían 8.000 infantes y 2.000 jinetes cada uno, y Holanda 4.000 infantes y 1.000 jinetes. El agresor que se esperaba no podía ser otro que España. La decisión implicaba declarar moral la ocupación de los Países Bajos e Italia, hecha por las potencias de la Triple Alianza, e inmoral la ocupación de los mismos territorios por España.

En 1718 se sumaría a la Triple Alianza el Sacro Imperio Romano Germánico, y la alianza se convertiría en Cuádruple, pero siguió conservando su antigua nombre. La adhesión de Austria se hacía sobre las bases de que Carlos de España gobernaría Parma y Toscana, pero como Estados feudatarios del Imperio Austriaco; que el emperador recibiría Sicilia; y que el Duque de Saboya recibiría Cerdeña.

El acuerdo de la Triple Alianza reforzaba el poder de Carlos VI de Austria y marginaba claramente a España que, en adelante, sólo podría aspirar a dominar la isla de Cerdeña.

 

 

Nuevas relaciones con El Vaticano.

 

Alberoni se sentía sólo en Europa y decidió mejorar las relaciones con el Papa pidiendo a Isabel de Farnesio que escribiera una carta al Sumo Pontífice. El Papa contestó con evasivas, porque en Italia estaba el ejército austriaco y no se quería comprometer. Roma envió a Aldobrandi para negociar en España, e Isabel de Farnesio le mandó detener en la frontera con orden de no dejarle pasar hasta que estuviera dispuesto a negociar desde cero todas las relaciones del Vaticano con España. Para limar asperezas, el Papa decidió el 12 de junio de 1717 nombrar cardenal a Alberoni.

José Rodrigo Villalpando, Secretario de Gobierno Político de Hacienda, en 1717 hizo un acuerdo con la Santa Sede en un momento difícil por ambas partes: España quería jurisdicción sobre los asuntos económicos y administrativos que la Iglesia se había reservado durante siglos; y el Papa se había declarado partidario del archiduque en 1709, provocando una división entre el episcopado español, manifiesta en el hecho de que el obispo de Lérida, Solís, se declaró fiel a Felipe V y condenó la prepotencia romana de querer decir quién tenía razón siempre, mientras el obispo de Murcia, Luis Belluga, declaró que era fundamental la obediencia al Papa y por tanto la Iglesia debía hacerse pro austríaca. El Concordato definitivo, tras muchas negociaciones, se produciría en 1753.

En 1717 Alberoni se dirigió contra Roma y exigió del Papa el diezmo de todas las rentas eclesiásticas que debía ser pagado al rey de España, el pago de cruzada, subsidio, excusa y millones. Negoció con Roma y concedió la reapertura de la Nunciatura en España en 1717. Se llegó a un acuerdo o Concordato con Roma, pero no se solucionaron ninguna de las cuestiones importantes que ambos discutían, ni el cese de los dineros que Roma se llevaba de España, ni la intromisión del Papa en el nombramiento de obispos, que el rey entendía le correspondía a él.

 

 

Política en contra de la Alianza de la Haya.

 

En política internacional, Alberoni jugó un papel revisionista-revanchista respecto a los Tratados de Utrecht y Rastatt, respecto a la Alianza de la Haya y en contra de las pretensiones de Austria. Era fundamental expulsar a Austria de Italia para colocar a los Farnese en esos territorios. Alberoni jugó las bazas de apoyar a Jacobo III Estuardo en Inglaterra, pretendiente al trono frente a los Hannover, que lo habían asumido a la muerte de la reina Ana; apoyar a la oposición al Regente de Francia; e intentar consolidar una alianza entre Rusia, Prusia y Suecia, para abrir un frente detrás de Austria. Era una política complicada, de estar a la contra de todos.

Austria acusó el golpe de Alberoni, y el 29 de mayo de 1717, el Inquisidor General español José Molines fue apresado en Milán por orden del emperador Carlos VI, cuando el inquisidor regresaba a España. José Molines, había sido nombrado Inquisidor General en 1717 sustituyendo a Giudice. Viajaba de Roma a España y fue detenido en Milán, muriendo en prisión, seguramente porque tenía 84 años de edad y estuvo mucho tiempo retenido. El paso por Milán no era necesario en el viaje de Molines, ni tenía sentido alguno, era un capricho de Molines. El 7 de julio de 1717 se supo en Madrid que Molines había sido arrestado, pero Alberoni estaba a punto de ser nombrado cardenal y no quería ningún escándalo, así que dejó pasar el tiempo. Austria no temía represalias del Papa porque en 1716, el emperador había enviado a Eugenio de Saboya a luchar contra los turcos y les había derrotado en agosto de 1716 en Peterwardein, y luego había tomado Belgrado en 1717, y seguía luchando en lo que se entendía que era la defensa del cristianismo, lucha que culminó en la Paz de Passarowitz de 1718 en la que Austria conquistó el norte de los Balcanes. Austria había también cultivado la amistad del Duque de Orleans Regente de Francia, y estaba muy segura en sus posiciones. En estas fechas, a Austria le interesaba una confrontación con España, de la que con seguridad obtendría Italia.

En junio de 1717, Alberoni dio por terminadas las negociaciones con el Papa sobre las reclamaciones romanas acerca de las regalías españolas. Al final de estas negociaciones, Alberoni fue nombrado cardenal.

Felipe V estaba indignado y reclamaba la guerra. En un paréntesis en medio de su postración y abatimiento psicológico, salió en un rebote emocional de alza de ánimo pidiendo la guerra.

Parece que Alberoni desaconsejaba la guerra, porque no tenía todavía hombres, ni barcos, ni dinero para emprenderla, pero Felipe V insistió en declararla y una parte del Gobierno se mostró partidario de la guerra. Hasta entonces, las violaciones del Tratado de Utrecht llevadas a cabo por Austria, pasaban como incidentes sin importancia a los ojos de las grandes potencias, lo que demostró, que los tratados internacionales de 1716 y 1717 se estaban haciendo contra España. El tema que preocupaba a los políticos europeos era que Alberoni estaba preparando una escuadra y un ejército españoles, con la excusa de dirigirlo contra turcos y berberiscos, pero que todos pensaban que se utilizaría en Italia. Los ingleses constataban que España, libre de Italia y de Flandes, que sólo le habían dado problemas militares y gastos cuantiosos, se empezaba a recuperar económicamente y ello le había permitido a Alberoni proyectar una escuadra y un ejército. Los ingresos de Hacienda españoles habían crecido un 30% y los gastos del Estado habían disminuido un 50%. A España, en este sentido, le había venido muy bien el Tratado de Utrecht, aunque éste se había hecho para debilitarla y poder repartirse sus territorios europeos y americanos.

Con Alberoni volvió la guerra[3]. Fue en 1717, apenas tres años después de acabada la guerra en Cataluña y dos después de acabada en Mallorca, guerras que habían supuesto grandes esfuerzos en impuestos para todos los españoles. Del mismo modo, Alberoni decidió imponer nuevos subsidios y arbitrios extraordinarios y lo estuvo haciendo hasta 1720, hasta que Alberoni fue despedido (diciembre de 1719) y acabó la guerra contra la Triple Alianza de la Haya, en 1720.

 

 

1717, la toma de Cerdeña.

 

En julio de 1717, Alberoni consideró llegado el momento de iniciar la fase activa de su política de recuperar territorios italianos para España. El 9 de julio, Alberoni comunicó a Francesco Farnesio VII Duque de Parma y padrastro de Isabel de Farnesio, que el 17 siguiente comenzaría la invasión de Cerdeña. El Duque de Parma era partidario de la guerra para recuperar Italia.

En primer lugar decidió buscar enemigos del emperador, y creyó que éstos podían ser el zar de Rusia Pedro I y el rey de Suecia Carlos XII, los cuales estaban en guerra entre ellos, pero podrían reconciliarse ante la perspectiva de ganar territorios a costa de Alemania. Alberoni prometió que les financiaría la guerra. El Zar no vio ventajas en esa propuesta de Alberoni. Carlos XII de Suecia se lo pensó un tiempo pero desistió al poco, lo que significaba que el emperador de Austria no tendría otros frentes de lucha en el norte y este de Europa. Entonces Alberoni buscó a Turquía, que ya estaba en guerra con Austria, pero Turquía fue derrotada en 17 de agosto de 1717 en Belgrado y el sultán decidió que no podía seguir con nuevas guerras. Buscó por fin Alberoni la alianza con Holanda y no la logró. El fracaso internacional de la política exterior española era evidente.

Había una flota en Cádiz, que Patiño estaba preparando “para una campaña contra los turcos”, pero la excusa no tenía sentido porque el principal implicado en la guerra contra los turcos era Austria (guerra en los Balcanes), y España no quería ayudar a Austria, sino aprovecharse de la situación de debilidad que provocaba la guerra Austria-Turquía. El 11 de junio de 1717, Patiño recibió órdenes de Alberoni de llevar la flota a Barcelona. Días después, y una vez en Barcelona, Patiño recibió orden de levantar una segunda flota en Barcelona, con objetivo de invadir Nápoles. Pasados unos días, se le dijo a Patiño que la expedición no iría a Nápoles sino a Cerdeña, que estaba peor defendida y tenía varios partidarios de España como el marqués de Castillo y el marqués de San Felipe. Además, Cerdeña podría servir de base de operaciones para futuras acciones sobre Sicilia y Nápoles. Incluso era posible que la isla de Cerdeña fuera canjeada por la de Sicilia en el futuro. Llegaron a Barcelona barcos de Cádiz, de Vizcaya y del Principado de Gerona, y se reunieron 9.000 infantes y 500 jinetes, 60 cañones y abastecimientos para tres meses.

Alberoni utilizó el pretexto de defender los tratados de Utrecht y Rasttadt que, según él, se habían roto al entregar Sicilia al emperador Carlos VI de Austria.

 

En 22 de julio de 1717, una flota española (9 navíos de línea, 6 fragatas, 100 barcos de transportes, 8.500 soldados, 500 caballos y unas decenas de cañones) salió de Barcelona para Cerdeña mandada por el belga Jean François Nicolás de Bette III marqués de Lede en tierra, y por Esteban Mari marqués de Mari, en el mar. La isla la había ocupado el almirante inglés John Leake en agosto de 1708 y había sido cedida por España a Austria en Utrecht 1714. España tenía el apoyo de muchos nobles de Cerdeña y tomó la isla en poco tiempo, entre agosto y noviembre de 1717. Una vez llegados a Cerdeña, la autoridad civil de Gobierno del territorio fue entregada al sardo Vincenzo Bacallar marqués de San Felipe.

El 30 de julio de 1717 salió de Barcelona una segunda escuadra mandada por Baltasar de Guevara en los barcos y por José Carrillo de Albornoz conde de Montemar en el ejército. Esta segunda escuadra llegó a Cerdeña el 10 de agosto, no encontró a la primera y decidió esperar órdenes. Como no llevaban agua, tuvieron que desembarcar a buscarla, y los sardos se enteraron de que iban a ser atacados. El virrey austríaco Rubí, solicitó refuerzos a Nápoles, Viena y Milán y mandó reclutar milicias. Estaba completamente sorprendido y sin defensas. Pero España no atacó.

El 20 de agosto, diez días más tarde que la segunda, llegó a Cerdeña la primera escuadra, la del marqués de Lede, y ya no había posibilidad de sorpresa pues los defensores de Cerdeña estaban preparados. El marqués de Lede asedió Cagliari y bloqueó marítimamente la isla, y también desembarcó algunos hombres para que controlaran los caminos del interior. Combatieron al marqués de Rubí, quien aguantó dos meses el ataque del marqués de San Felipe y posteriormente huyó hacia el norte de la isla. El 3 de octubre de 1717 capituló Cagliari, y en ese momento se levantó Sassari y algunos otros pueblos sardos a favor de los españoles. El resto de la conquista fue fácil y se hizo en dos meses. Los españoles dejaron en la isla 3.000 hombres al mando de José de Armendáriz y volvieron a Barcelona.

 

 

 

 

 

En 26 de agosto de 1717, Alberoni se hizo nombrar cardenal. Ya era obispo de Barcelona. A partir de ese momento trató de hacerse obispo de Málaga, cargo del que desistió al quedar vacante la archidiócesis de Sevilla. El arzobispado de Sevilla, era uno de los grandes de España en rentas, tras Toledo y Santiago. El Papa vetó a Alberoni para arzobispo de Sevilla. La amistad de Alberoni con el Papado no duró mucho, porque Alberoni pidió el arzobispado de Sevilla y el Papa no se le concedió, y Alberoni volvió a cerrar la Nunciatura y a expulsar al nuncio.

Las potencias occidentales se sorprendieron de que España hubiera podido levantar una escuadra y un ejército, y más todavía de que hubiera funcionado con éxito en Cerdeña. Consideraban que España había sido derrotada en 1713 y ya no tenía capacidad militar. España acusó a Austria de haber roto la neutralidad apresando al inquisidor José Molines como represalia a la derrota de Carlos VI en Cataluña. El emperador declaró que era España la que había traicionado al Tratado de Utrecht al emprender una acción bélica. Clemente XI escribió un Breve a Felipe V, con el lenguaje típico de los Papas que no se comprometen a nada hasta ver quién vence. Francia y Gran Bretaña condenaron la invasión de Cerdeña y el francés Saint Again, y el británico Bulbo, pidieron explicaciones de los hechos. Gran Bretaña propuso una negociación entre España y Austria, sugiriendo la cesión de Sicilia a Austria y que España se quedase en Cerdeña.

Viena pidió la guerra a España, pero la opinión pública vienesa se dividió, porque ya estaban cansados de guerras españolas que sólo beneficiaban a los austracistas catalanes, pero que pagaban ellos.

Parma jugó a engañar a todos, diciendo públicamente que no sabía nada de la guerra, lo cual era falso, ni participaba en nada, falso también. Y en privado, escribió una carta a Felipe V pidiendo que la acción bélica se extendiera a Sicilia y a Nápoles.

Alberoni pidió a Francia y a Gran Bretaña que le fuese concedido en Italia algo más que la promesa de sucesión en Parma y Toscana. Y decidió combinar la acción bélica que ya tenía en marcha, con campañas diplomáticas: acordó con el Sueco Göztz la reconciliación de Carlos XII de Suecia y Pedro I de Rusia y la lucha de ambos contra el Imperio Austríaco, e intentar prolongar la guerra Austria – Turquía. También le interesaba que Piamonte atacara Milán, mientras España atacaba Nápoles.

El duque de Parma negoció un Tratado entre Francia y España por el que España apoyaría al Duque de Orleans en la sucesión al trono francés y le cedería los Países Bajos Austríacos, pero el Regente de Francia no aceptó.

El abad Guillaume Dubois[4], Secretario de Estado de Francia, negoció en Londres un pacto por el que Carlos VI renunciaría a sus derechos a la Corona española, Felipe V aceptaría los Tratados de Utrecht en su integridad, el infante de España tendría Parma y Toscana como ducados feudatarios de Austria, y Cerdeña sería para Carlos VI, y más tarde se cambiaría por Sicilia. Carlos VI aceptó el Plan de Dubois, pero España no quería aceptarlo.

Alberoni negoció con Saboya, Suecia, Polonia y Rusia, y también con lo jacobitas británicos, tratando de evitar un pacto entre Austria, Gran Bretaña y Francia. El proyecto de invasión de Inglaterra desde Escocia fue un fracaso que, una vez más, se atribuyó a las tormentas.

Inglaterra consideró que si renacía una España poderosa perdería su dominio del Mediterráneo y quizás algo más, y se confirmó en la alianza contra España, Triple Alianza de La Haya, incorporando a Austria en agosto de 1718, Cuádruple Alianza.

Entonces Alberoni, que ya estaba perdiendo la fe en el poder de España, la que sí tenía cuando llegó en 1714, se entusiasmó al ver que sí se podía, y se pasó al bando español más beligerante, y propuso tomar Sicilia de igual modo que se había hecho con Cerdeña. Armó una segunda flota (30 naves de guerra, 350 transportes, 30.000 soldados y 6.000 caballos) y la puso a las órdenes del general Próspero de Verboom, quien debía entregar el mando, al llegar a Cerdeña, al marqués de Lede.

El marqués de Grimaldi envió a los embajadores en España un memorial con los incumplimientos de Utrecht y actos hostiles soportados por España, pero ello importaba poco a las potencias europeas.

El Papa Clemente XII se encolerizó y dijo haber sido engañado por Alberoni y Felipe V, cuando le dijeron que iban contra el turco y en realidad iban sobre Cerdeña. Felipe V ordenó de nuevo la salida de Roma de los españoles, la incautación de bienes eclesiásticos y la expulsión del nuncio Pompeyo Aldobrandi.

 

Nuevas reformas en España en 1718.

 

En 1718 se instituyó en Valencia el primer Ayuntamiento de nueva planta, con corregidor. Los corregidores solían ser militares. En 1719 se reguló por ley el establecimiento de corregidores en Valencia y Aragón, según modelo de los ayuntamientos de Castilla. El Corregidor era el Jefe Local supremo y representaba a la Corona, mientras el Intendente tenía funciones militares. En 1718 se autorizó al Corregidor a controlar las reuniones de los gremios para que éstas no fueran ocasiones de rebelión. El 1 de febrero de 1717 se había hecho la organización de los Corregimientos de modo que se crearon 10 Superintendentes que controlaban a los corregidores por zonas. Cada Corregidor sabía quién era su supervisor. Los Superintendentes eran los que informaban a la Sala de Gobierno del Consejo de Castilla sobre la situación económica y política de los corregimientos de su zona.

Los corregidores se quejaron, a partir de 1718, de haber sido relegados en autoridad al tener que someterse al Superintendente, y se valieron de la confusión de funciones que existía entre Superintendente, Corregidor e Intendente.

 

En 1718 se produjo una nueva reforma del Consejo de Hacienda fusionando las Salas de Gobierno, Justicia, Millones y Contaduría, dividiendo los muy altos cargos entre varios titulares: un Gobernador del Consejo de Hacienda, 6 ministros togados, 6 ministros de capa y espada, 2 contadores generales de Hacienda, y 1 Contador General Fiscal de Cuentas, pero multiplicando los cargos intermedios apareciendo 45 contadores de resultas, de títulos y de nombramientos.

Las modificaciones en el Consejo de Hacienda en el XVIII fueron muchísimas (más arriba hemos citado las principales) porque siempre funcionó mal. No se sabía si era mejor que gobernasen antiguos funcionarios de Audiencias y Chancillerías que sabían poco de la recaudación, o que gobernasen los administradores de rentas reales y arrendatarios de impuestos de la Corona que sabían demasiado de recaudación.

En 1701, Hacienda tenía un Presidente-Gobernador, un Gran Canciller, 8 ministros de capa y espada, 5 oidores de la Sala de Justicia y 4 Contadores Mayores.

En 1713 Orry había multiplicado los altos cargos, nombrándose a sí mismo Veedor General y nombrando 5 Presidentes, 18 Consejeros togados, 18 consejeros de capa y espada, 2 fiscales generales y 4 abogados generales.

En 1715, se habían reducido los puestos directivos a 9 ministros de capa y espada y 5 ministros togados, con 5 Consejeros de la Contaduría Mayor.

José de Carvajal[5] describió en 1746 el Consejo de Hacienda como una torre de Babel en donde nadie podía saber nada de los que pasaba realmente. Ensenada se esforzaría por delimitar las funciones del Consejo y de las dos Contadurías de Hacienda y Cuentas que se habían creado para intentar saber por dónde circulaba el dinero.

Y Floridablanca intentó cortar por lo sano en 1770 cortando todos los sistemas recaudatorios e imponiendo la “única contribución” que debía ser proporcional a la riqueza real de cada zona y de cada ciudad y pueblo, pero necesitaba un catastro o lista de ciudadanos, fincas y riquezas, que España no tuvo hasta muy avanzado el siglo XIX.

En 1834, se abolió por fin el Consejo de Hacienda para intentar una mejora en el proceso fiscal, pero habrá que esperar al siglo XX para que ese proceso empiece a funcionar.

El saneamiento financiero se había iniciado con los gabinetes franceses, y era mucho más fácil hacerlo en tiempos de paz.

Las monedas de vellón, 100% cobre, aparecieron desde 1718, pues antes tenían el 50% de plata, y cada vez menos plata desde 1566. De hecho, los escudos de oro y los reales de plata empezaron a escasear y se usó como moneda los vales reales. A partir del uso de los vales reales como moneda, lo que tiene lugar hacia 1750, la depreciación de los vales o el premio por la moneda buena es constante.

 

En 1718 se suprimió la Secretaría de Estado y de Despacho de Indias.

 

Se modificaron las relaciones con El Vaticano: El 26 de abril de 1718, el Consejo de Castilla hizo valer los derechos de regalía del Rey. Alberoni pidió prudencia en las relaciones con El Vaticano.

El ambiente del momento debía ser de renovación, de innovación, y en 1718 apareció en España el Catecismo Histórico, de Claude Fleury, recomendando la lectura de la Biblia. Inmediatamente fue prohibido por la Inquisición.

La cuestión de las relaciones de España con la Iglesia Católica era una cuestión ardua que enfrentaba a reformadores y conservadores. Los reformadores pensaban que la Iglesia debía someterse al poder civil, lo cual se denomina regalismo. El concepto de regalismo derivaba del de absolutismo. En el absolutismo, el rey debía dominar todos los territorios, súbditos a instituciones del reino. En este sentido, no se podía aceptar que otro soberano, el de los Estados Pontificios, ejerciese soberanía sobre intereses de Estados ajenos como el español.

En la implantación del regalismo, vemos influencia de las teorías deístas y de las teorías regalistas. Los defensores de que la Iglesia estaba por encima del Estado eran los jesuitas y por eso el enfrentamiento con los jesuitas. Las limitaciones que se le querían imponer a la Iglesia eran limitación de privilegios judiciales, limitación de actuaciones de la Inquisición cuando no tenía pruebas reales.

 

 

En 4 de julio de 1718, una Ordenanza de Intendentes, dada por Alberoni, trató de revitalizar la idea de implantar intendentes, y creía que la función supervisora que hacían en el ejército, debía implementarse vigilando la justicia municipal, la recaudación de Hacienda y la vigilancia de los funcionarios y fiscalización del gasto público, además de las funciones de “policía” (policía, en la época, significaba promoción económica de su zona geográfica desarrollando la agricultura, ganadería, industria, comunicaciones, sanidad y urbanismo), hacer censos de población, cuidar los abastos y el orden público, y fomentar el comercio y las fábricas. El Intendente hacía las funciones de Corregidor en la ciudad principal de la provincia, y recaudaba impuestos y fiscalizaba gastos públicos en toda su región dependiente, atendiendo también al desarrollo económico de toda la región.

La idea de Alberoni era implantar el Intendente como Gobernador de la provincia y como encargado de cumplir las funciones militares dentro de su jurisdicción. El Intendente debía permitir una serie de reformas en la administración territorial como formar tribunales de Hacienda provinciales, dependientes de Hacienda y Guerra (y no del Consejo de Castilla), integrados por un intendente, un contador y un pagador. Nombró unos 20 intendentes. Se opusieron a la nueva figura del intendente el Consejo de Castilla, las Audiencias y los Corregidores, cuyas funciones quedaban recortadas, y en 1721 suprimieron los intendentes de provincia y sólo quedaron los militares (allí donde había tropas o guarnición importante) pero perdiendo sus competencias en Hacienda, para mantener sólo las de vigilancia de rentas reales. En 1722 perderían también sus competencias judiciales, que llevaba el corregidor. Con ello, en 1722, sólo quedaban 9 intendentes, y 4 estaban en Aragón, Cataluña, Valencia y Mallorca, es decir, impuestos por derecho de guerra. Los otros cinco eran: Sevilla, Badajoz, Salamanca, Galicia, y Pamplona. Había que esperar a 1749 para que España aceptara la idea de los intendentes.

Algunos historiadores de la Corona de Aragón interpretan la Ordenanza de Intendentes de 1718, como un ataque a los territorios aragoneses y reducen la trascendencia de este documento a un intento de solucionar, mediante un reglamento, los problemas militares y de hacienda en los territorios aragoneses: alojar tropas, pagar la guerra, reorganizar el sistema tributario, temas todos de los que se ocuparía un Superintendente General que sería siempre castellano. Aprovechan la circunstancia de que Castilla se opuso y en 1721 se suprimieron los proyectos de intendencias en Castilla, para interpretar que el “reglamento” iba sólo contra Aragón, lo cual no parece exacto. Algunos aprovechan también la circunstancia de que el lector ordinario de temas de historia no sabe lo que era la función de “policía” en el siglo XVIII. Otro tema diferente fue que la implantación del Intendente en la Corona de Aragón significara muchos cambios: se expropiaron los bienes de los austracistas y se impuso un sistema tributario con repartimientos sobre los municipios catalanes, según el Catastro hecho en 1717, que decía la riqueza real de cada uno de ellos, a fin de que los impuestos fueran más justos. Ello significó que muchas familias pudientes perdieron sus privilegios y ocultaciones y empezaron a tributar, lo cual no les gustó nada.

 

 

 

Toma de Sicilia en 1718.

 

La segunda campaña de Italia, la de 1718, no iba a ser tan sencilla como la primera de 1717.

En 2 de agosto de 1718 se sumó Austria a la Triple Alianza de 4 de enero de 1717 y, se originó la Cuádruple Alianza. Sus puntos fuertes eran:

El fin primordial de la alianza era exigir a España el cumplimiento de los Tratados de Utrecht. Por ello, cada país firmante no agrediría a otro ni socorrería a sus enemigos, y en caso de ataque a uno de ellos, cada uno de los demás aportaría 8.000 hombres y 4.000 jinetes, o su equivalente en fuerza naval (Holanda la mitad de estas fuerzas) a disposición del atacado. Este punto ya estaba pactado en la Triple Alianza de 4 de enero de 1717.

En un Tratado entre el emperador de Austria y el Rey de Sicilia, Carlos VI reconocería a la Casa de Saboya sus derechos a la sucesión al trono de España, pero renunciando a los territorios italianos. Víctor Amadeo de Saboya entregaría a Carlos VI Sicilia y recibiría de él Cerdeña. Víctor Amadeo conservaría Milán y Monferrato.

Se acordaba exigir a España el cumplimiento de los siguientes puntos: Felipe V de España devolvería Cerdeña a Austria. Carlos VI reconocía la soberanía de Felipe V sobre España. España debía renunciar a todas sus pretensiones sobre territorios italianos, incluida Sicilia, y de los Países Bajos. Respecto a los ducados de Parma, Toscana y Plasencia, en adelante serían feudatarios del emperador Carlos VI, aunque pudieran pasar a la descendencia masculina de Isabel de Farnesio. No habría tropas españolas ni francesas en los ducados italianos, sino tropas suizas. Habría amnistía y devolución de propiedades para los prisioneros de guerra.

 

Se invitó a España y a Saboya a sumarse al Tratado de la Alianza de la Haya, pero España decidió luchar contra todos: Monteleón, el embajador de España en Londres lo protestó. El delegado español en París, Antonio Giudice príncipe de Cellamare recibió orden de apoyar a la oposición al duque de Orleans. El marqués de Berritilandi recibió órdenes para que procurase que Holanda abandonase la Cuádruple. Se buscaron contactos con Suecia y Rusia para que se pusiesen en contra de Austria.

Alberoni propuso a Víctor Amadeo II de Saboya[6], a quien España había cedido Sicilia en 10 de junio de 1713 (tratado refrendado en 13 de agosto de 1713) que se aliara con España, pero Víctor Amadeo II había cedido Sicilia a Austria a cambio de Cerdeña en 10 de noviembre de 1717. Y cuando España fue derrotada en Passaro el 11 de agosto de 1718, consideró más conveniente para él entrar con la Cuádruple Alianza contra España.

Todos los aliados de La Haya, y Saboya que se pasó a la Cuádruple, declararon la guerra a España, esperando obtener frutos de la guerra que se avecinaba. La guerra tuvo lugar entre 1719 y 1720. Alberoni no quería la guerra contra todos, pero Isabel de Farnesio impuso la idea de la guerra. Hubo una guerra diplómática en la que los embajadores en España, Stanhope y Nacré, abandonaron Madrid, y en respuesta, se ordenó a Monteleón abandonar Londres.

Gran Bretaña había preparado una flota de 20 navíos que debía salir para el Mediterráneo en 1718. España también tenía una flota preparada en junio de 1718, que en principio debía ir a Nápoles. Más tarde, España decidió que su flota fuera a Sicilia. En junio de 1718, la flota británica fue puesta a las órdenes de George Byng. Sus Instrucciones eran ponerse al servicio de Carlos VI de Austria, pero sin manifestárselo a España. Al llegar a Gibraltar, Bing envió aviso a Alberoni de que estaba en aguas españolas y de que su misión era restablecer la paz en Sicilia.

La flota española salió de Barcelona en 18 de junio de 1718, recogió a Armendáriz en Cerdeña y desembarcó en Siracusa el 1 de julio de 1718 con suma facilidad, pues colaboraban los sicilianos. Alberoni declaró la empresa de Cerdeña y Sicilia cruzada contra los turcos, pero dedicó el dinero “de cruzada” a la toma de Cerdeña y ello fue origen de un nuevo conflicto con la Iglesia. Por esos días estaba de visita en Madrid el Primer Ministro Inglés, Stanhope, y allí recibió noticias del desembarco español en Sicilia. Cuando más tarde, recibió noticias del ataque de Byng a los barcos españoles, salió aprisa de España.

El comandante supremo de la flota española era José Patiño. Llevaba a sus órdenes a Antonio Gaztañeta[7], a Esteban Mari marqués de Mari[8], a José Carrillo de Albornoz conde de Montemar, y a Jean François Nicolas de Bette marqués de Lede como jefe militar. La flota constaba de 12 navíos de línea, 17 fragatas, 7 galeras, 2 brulotes, 2 bombardas, 3 mercantes armados, media docena de barcos pequeños, y 300 transportes (alguna fuente dice que 433 transportes) que llevaban 30.000 hombres y 8.000 caballos (iban 4 regimientos de dragones, 8 batallones de guardias españolas y valonas), y llevaban abundante comida y herramientas para excavar y construir fuertes, 100 cañones de gran calibre, 25 cañones de campaña y gran cantidad de pólvora. La mayor parte de las naves habían sido confiscadas, junto con su tripulación, e incluso muchas eran extranjeras como 34 barcos ingleses, 22 franceses y 2 genoveses que habían sido confiscados en el puerto de Alicante.

La flota se dirigió a Cerdeña, donde cargó los soldados de Armendáriz, y desde allí puso rumbo a Sicilia, isla que conquistó en un mes. Lede desembarcó en Palermo, Trapani, Catania y Masina. Tanto Cerdeña como Sicilia estaban descontentas con la dominación austríaca que les había supuesto subidas de impuestos, y no ponían resistencia a la entrada de los españoles en las islas.

El 9 de agosto de 1718, la escuadra del almirante inglés Byng, se dirigió a Sicilia y pidió al español Gaztañeta una tregua de dos meses para hablar del asunto. Gaztañeta se negó a entablar conversaciones. El almirante británico Byng llevaba órdenes de hacer de intermediario y evitar los enfrentamientos en Sicilia y Cerdeña. Cuando llegó Byng, se encontró dos escuadras españolas, una a cada lado de Sicilia, una en Faro de Mesina, al este de la isla, y otra en el canal de Malta, al sur. Byng desembarcó 3.000 alemanes en Mesina y envió un mensaje a Lede pidiendo el fin de las hostilidades. Una vez que los españoles no aceptaron conversaciones pasó al ataque.

Los españoles deliberaron, opinando el irlandés Cammock y Esteban Mari que, ante una fuerza superior, debían refugiarse en puertos bien resguardados, mientras Gaztañeta y Patiño dijeron que, según sus informes, Byng venía como mediador y debían salir a la mar y unir las dos escuadras para poder hacer frente a un posible ataque británico. El 11 de agosto de 1718 se hicieron a la mar. La gestión de Antonio Gaztañeta fue pésima, pues cada barco fue por su cuenta en pequeñas flotillas de algunos mercantes con unos pocos barcos de guerra. Byng situó sus barcos junto a los de los españoles, y éstos, como no estaban en guerra, no actuaron. Antonio Gaztañeta defendía la postura de que los españoles no iban a ser atacados y por ello dispersó su escuadra enviando navíos a Malta y otros lugares estratégicos del Mediterráneo occidental. Byng atacó a flotillas de barcos dispersas, y muchas veces los españoles huyeron a tierra para abandonar los barcos y destruirlos o huyeron a Malta o a Cerdeña. Byng deseaba capturar al Real San Felipe mandado por Esteban Mari y no persiguió a los barcos menores, y cuando éste se vio atacado, mando varar e incendiar el barco, pero no hubo tiempo sino de escapar y los ingleses lo capturaron. Técnicamente hablando, no hubo batalla de Passaro, sino una desbandada de barcos por la punta sur de Sicilia, atacados por los ingleses cuando estaban solos o en pequeños grupos, y los españoles se limitaron a huir. Fue un desastre militar del que se culpó a Gaztañeta. Esa es la síntesis de la batalla de Cabo Passaro de 11 de agosto de 1718, un lugar entre el canal de Malta y aguas de Aosta. No es probable que Byng tuviera órdenes de atacar, pues Stanhope estaba en El Escorial. Más bien tomó una iniciativa por cuenta propia, lo cual le fue perdonado debido al éxito de la operación.

La noticia de la derrota española de Passaro llegó a El Escorial cuando Stanhope cenaba junto a Felipe V. El rey de España se enfureció y habló fuerte al Primer Ministro británico. Fuesen las cosas como fuesen, Gran Bretaña decidió aprovechar la ocasión y transportó tropas austriacas a Sicilia. Por su parte, España atacó a los barcos ingleses fondeados en puertos españoles.

La derrota española fue muy seria. Y además Byng puso cerco marítimo a Sicilia, procurando ayudar a los austríacos que había en la isla, y bloqueando las comunicaciones con España del ejército español en Sicilia. En Passaro, España había dispuesto de casi todo lo que tenía en marina, 29 navíos y 10.000 tripulantes marinos. Respecto a los 30.000 soldados transportados, hay que reseñar que los soldados de aquella época llevaban consigo su propio equipaje, familia y criados, por lo que las provisiones y agua necesarias para mantener a tanta gente eran muchas. Por eso eran necesarios tantos transportes. A la empresa se alistaron algunos franceses e italianos buscando fortuna. Passaro significó que en adelante, los españoles lucharan a la defensiva, pues no podían abastecer y renovar bajas en el ejército de Sicilia.

 

Europa llegó a una paz en el norte, cuando el 1 de septiembre de 1718 se firmó la Paz de Nystadt, tras la victoria de Rusia sobre Suecia. Suecia cedió a Rusia: Estonia, Livonia, isla de Dago, isla de Oesel y Viborg. Suecia retuvo a duras penas Finlandia meridional. Gran Bretaña era beneficiada por estos acuerdos, pues se aseguraba su abastecimiento de madera resistente a la carcoma, los palos para mástiles, la brea, hierro, cereales, cueros, lino necesario para cordajes…

El problema bélico en Europa era pues España.

 

 

La “huida hacia adelante” de España.

 

El 26 de septiembre de 1718, el marqués de Monteleón protestó por la acción británica en Sicilia, alegando que Inglaterra no era parte interesada en el conflicto. Pero los británicos estaban a sus intereses, y permitieron y colaboraron en el desembarco de un ejército austríaco en la isla. Era contravenir el Tratado de Utrecht, pero en este caso le interesaba a Inglaterra y no se consideró infracción al Tratado.

Inglaterra ofreció en 1718 a España devolver Gibraltar si España entraba en la Cuádruple y renunciaba a sus pretensiones italianas, pero los españoles rechazaron el ofrecimiento.

Tras el fracaso de Sicilia, Alberoni estaba acabado. El primer síntoma de ello que notó Alberoni es que no fue invitado a las sesiones de caza de los reyes. Alberoni fue a ver al rey a El Escorial el 17 de octubre de 1718, acompañado por el confesor Daubenton y por el embajador Nancré, e informó al rey de que Inglaterra ofrecía Gibraltar a cambio de que España ingresara en la Cuádruple Alianza. En la entrevista, encontró a la reina distante, y supo que estaba a punto de ser despedido. Alberoni sabía que un nuvo fracaso representaría su caída, pues él no tenía mérito ni cargo alguno para dirigir los destinos de España, y lanzó un “órdago” jugándose el todo por el todo: apoyó a Jacobo Estuardo para el trono de Inglaterra, conspiró contra el duque de Orleans (regente de Francia) e intentó una alianza con Suecia, Rusia y Prusia a fin de contrarrestar a la Alianza de La Haya.

Al comenzar noviembre de 1718, los embajadores de Inglaterra y de Francia se marcharon de España, lo que anunciaba proximidad de una guerra. Y entonces estalló en París el escándalo Cellamare, embajador de España en París, que había formado grupo político con el duque de Maine (hijo de Luis XIV y la Montespán) con intención de derrocar al Regente de Francia. El duque de Orleans, Regente de Francia, lo descubrió y despidió a Maine, que era preceptor de Luis XV y confiscó sus papeles.

En esta situación complicada, Felipe V se vino arriba y manifestó aceptar todas las guerras que vinieran. Alberoni se mostró más moderado.

El contraataque de Alberoni fue:

Organizar una conjura en Francia para expulsar al Regente duque de Orleans de su cargo y una guerra a Inglaterra que incluiría la sublevación de Escocia.

El encargado de la conjura española contra el Regente de Francia fue el italiano Antonio Giudice, duque de Giovenazzo y príncipe de Cellamare, 1657-1733, embajador de España en Francia. Cellamare complicó en la trama a algunos aristócratas franceses y a algunos jesuitas. Y en la noche del 2 de diciembre de 1718, un joven que trabajaba en la embajada española, dijo en un burdel que al día siguiente pasarían cosas. Como al día siguiente, el abate Portocarrero salía para España, fue detenido en Poitiers y registrado a fin de concretar las sospechas, y allí aparecieron las listas de los conspiradores contra el Regente. Cellamare fue encarcelado y expulsado de Francia. El duque de Maine, el duque de Villeroi y el cardenal Polignag fueron arrestados en Sceaux. La duquesa de Maine se confesó culpable de todo. Cellamare fue conducido a la frontera y se decidió que el asunto no se hiciera público.

El plan de ataque a Inglaterra era complejo: comprendía una alianza con el zar Pedro de Rusia, que debía atacar Alemania, una alianza con Carlos XII de Suecia, que debía desembarcar en Escocia y levantar a los escoceses contra Inglaterra, y una expedición española para conectar con los escoceses y suecos. En 11 de diciembre de 1718 murió Carlos XII de Suecia, Suecia se retiró del proyecto de guerra y el plan se vino abajo. Para la sublevación de Escocia en 1719, España mandó en marzo de 1719 una flota de apoyo que se hundió, perdiéndose el ejército y las armas que llevaban, posiblemente por vejez y mal estado de los barcos.

En febrero de 1719 visitó España Jacobo III Estuardo, el pretendiente católico a la Corona británica, y fue recibido con todos los honores.

 

 

La Real Fábrica de Paños de Guadalajara, 1719.

 

La gestión de Alberoni no podemos verla como completamente negativa en 1719, cuando estaba a punto de caer. Pero sí un tanto desesperada: inició en Guadalajara el proyecto de una gran fábrica de paños de importancia muy grande, pero en las prisas, puso a su frente a un sinvergüenza holandés.

En 1719 se instaló en Guadalajara la Real Fábrica de Paños de Guadalajara. Se había instalado primeramente en Aceca en 1717, como iniciativa de Alberoni, pero se trasladó a Guadalajara, apareciendo en escena el barón de Ripperdá. La mano de obra utilizada era de Leyden (Holanda), unos 50 tejedores que debían enseñar a otros españoles. Fabricaba tejidos de mala calidad a alto coste y tenía dificultades con los mercados, por lo que se recurría a Hacienda para cubrir los déficits. A pesar de la mala gestión de Ripperdá, sus buenas formas y palabrería engañaron a muchos, y llegaría a gobernar España en 1725. En 1731 se trasladó la gestión a la Junta de Comercio y ésta mejoró la calidad, lo que permitió obtener un poco de mercado y abrir nuevas factorías en San Fernando de Henares 1749 y en Brihuega 1750. En 1757 sería transferida a Los Cinco Gremios Mayores de Madrid, que redujeron salarios y ajustaron plantillas, al tiempo que aumentaban los precios, para hacer rentable la empresa, pero no lo consiguieron. En 1867 volvió a la Corona. Carlos III estaba dispuesto a financiar pérdidas y creó nuevas factorías en San Carlos 1777, San Nicolás 1787, introduciendo nuevos tipos de tejidos, pero la fábrica fracasa con el fracaso de la monarquía y tuvo que cerrar en 1822. En 1719 y 1720, la Real Fábrica de Paños tuvo sus primeros conflictos laborales. Y volvería a haber conflictos en 1729-1731.

Otras reales fábricas fueron

La de tapices de Santa Bárbara,

La de cristal de San Ildefonso,

La de porcelana del Buen Retiro.

La de cañones en Liérganes y La Cavada (Cantabria).

La de balas de cañón, bombas y granadas de Eugui (Navarra).

La de hojalata en Ronda, creada en 1715 con trabajadores alemanes, que sobrevivió a duras penas debido a las malas comunicaciones, escasez de agua y mercado reducido. Se cerró en 1780.

Las reales fábricas estaban exentas de derechos de aduana para la exportación de sus materias primas, tenían reservadas las materias primas producidas en España, y disfrutaban de un subsidio anual del Estado.

 

 

1719, Guerra contra España.

 

La situación diplomática a principios de 1719 era muy negativa para España: España estaba aislada internacionalmente y para lograr establecer unas conversaciones de paz, era preciso echar a Alberoni. Pero eso no sucedería hasta el 5 de diciembre de 1719.

La guerra contra España era la vieja guerra de siempre, con algunos cambios. Holanda no estaba entre los enemigos de 1718-19. Saboya se había sumado en 5 de noviembre a la lucha contra España, en la Cuádruple Alianza de La Haya.

 

En 27 de diciembre de 1718, Inglaterra declaró la guerra a España. Era un acto simbólico, pues de hecho se estaba en guerra desde agosto de 1718.

En marzo de 1719, una flota española salió hacia Inglaterra, pero la mala suerte hizo que un temporal acabara con algunos barcos en Finisterre (La Coruña) y otro temporal acabara con otros al llegar al Mar del Norte. El proyecto era desembarcar en Escocia a iniciar una guerra en las Islas Británicas, pero fue un fracaso.      En julio de 1719, Alberoni hizo que algunos soldados españoles desembarcaran en Escocia en apoyo de Jacobo Estuardo. La campaña fue un desastre de organización y acabó en fracaso.

Mientras tanto, el inglés conde de Stanhope atacaba por mar Santoña, San Sebastián, Vigo y El Ferrol. La flota angloholandesa mandada por Lord Cobhan, tomó Santoña en 12 de junio de 1719. Estaban escogiendo los puertos de corsarios que molestaban a los británicos y los astilleros que podían hacerles daño. En septiembre de 1719, los ingleses atacaron Ribadeo-Castropol (en el límite de Lugo y Asturias) y desde allí se dirigieron a los principales astilleros gallegos para destruirlos: en Vigo, el 10 de octubre de 1719 incendiaron los barcos y arsenales, luego pasaron Pontevedra, Marín, El Ferrol, ciudades que fueron saqueadas. En Vigo los ingleses se quedaron hasta 7 de noviembre, casi un mes.

 

El 9 de enero de 1719, Francia declaró la guerra a España, y envió a España a dos buenos conocedores del terreno: al duque de Berwick y al príncipe T`Serclaes de Tilly. Ambos entraron en el norte de España en 21 de abril de 1719 con 20.000 hombres. Entraron en Cataluña (Urgel), Navarra y País Vasco. El 18 de junio tomaban Fuenterrabía, poco después Pasajes, y el 17 de agosto San Sebastián. Después, sometió a todo el País Vasco, y los vascos se declararon simpatizantes de Francia. Los vascos ofrecían cooperación a los franceses a cambio del reconocimiento de sus fueros y libertades, pero Berwick rechazó la propuesta vasca, pues él había llegado a derrocar a Alberoni y no a ayudar a los vascos. España no pudo contraatacar a los franceses.

Felipe V se vino arriba una vez más y se empeñó en ser él el que saliera contra Berwick, pero Felipe V no era el objetivo, sino Alberoni. Alberoni no se acercó al campo de batalla ni dejó que se acercara el rey. Si las tropas españolas declaraban que querían librar a Francia de la opresión de su Regente, las tropas francesas decían que querían librar a España de la opresión de Alberoni.

Simultáneamente, Francia atacaba a España en el Mississipi en dos frentes, hacia Florida y hacia Texas y Nuevo México. Francia fracasó en su intento de desplazar de allí a las autoridades españolas, pero no dejó de causar gastos y alarma. Una flota francesa salió de Luisiana en mayo de 1719 y tomó Pensacola, a donde acudió una flota española desde La Habana. Los franceses resistieron en la ciudad de Pensacola hasta que en 1721 la tuvieron que devolver por el Tratado de Cambrai.

 

Posicionamiento de Austria: La Cuádruple conminó a Felipe V a devolver Cerdeña al emperador de Austria-Alemania. Carlos VI de Habsburgo emperador de Austria quiso estar a bien con la Alianza de La Haya: El emperador de Austria hizo el cambio de Sicilia por Cerdeña, cuando ambas islas estaban en manos de españoles y no disponía de ninguna. Para congraciarse con sus aliados de la Cuádruple, renunció a la Corona de España y reconoció el derecho del infante Carlos de España a los ducados de Parma y Toscana, cuando se extinguiese la descendencia por la rama masculina de los duques respectivos.

Los alemanes y austríacos, protegidos desde el mar por los británicos, atacaban Sicilia en 1719-1720.   El 20 de junio de 1719, los austriacos habían llevado 20.000 hombres a Sicilia y presentaron batalla en Francavilla, 27 de junio de 1719, donde fueron vencidos por Lede, pero en agosto España perdió la isla. El conde de Mercy tomó Mesina y ello dejó a Lede en desventaja en Sicilia.

 

Posicionamiento de El Vaticano respecto a España: En 1719, Francisco Acquaviva arregló las relaciones de España con Roma, y volvió el nuncio Pompeyo Aldobrandi, que había sido expulsado en 1718. El concordato de 1717 fue denunciado, y su vigencia fue por tanto muy corta. El Papa recuperaba poder en España.

 

 

Rendición de España a finales de 1719.

 

En noviembre de 1719, España no podía aguantar más en Sicilia, los soldados estaban agotados porque nos les llegaban armas ni provisiones. Alberoni propuso a Holanda, la nación que no estaba luchando y que tenía relaciones con Inglaterra porque estaba en la Alianza de La Haya, la devolución de Sicilia y Cerdeña a cambio de Gibraltar y las plazas del norte de África que los ingleses habían capturado en 1719. Inglaterra no aceptó. Alberoni envió a Anníbal Scotti, ministro de Parma, a ofrecer a los aliados Sicilia y Cerdeña a cambio de Mahón y Gibraltar, pero los aliados respondieron que la condición previa de negociación era despedir a Alberoni. Felipe V se decidió a complacerles. Laura Pescatori el ama intrigante de Palacio, Guillerme Daubenton el confesor del rey, el duque de Parma y Anníbal Scotti recomendaban prescindir de Alberoni. Y hubo una campaña de difamación contra Alberoni en la que participó hasta la propia reina. Se le llegó a acusar de malversación, asesinato, infidelidad al estado sacerdotal, blasfemia y amancebamiento, y de no haber celebrado misa en los últimos seis años. Las acusaciones contra Alberoni, desprestigian a nuestros ojos actuales más a sus acusadores que a Alberoni.

El padre Daubenton habló con Felipe V recomendándole que despidiera a Alberoni. Isabel de Farnesio se dio cuenta de que era necesario destituirle, y habló en el mismo sentido al rey.

En 5 de diciembre de 1719, Felipe V despidió a Giulio Alberoni y le desterró. Annibal Scotti marqués de Scotti fue nombrado representante de Parma en Madrid, sustituyendo en ese puesto a Alberoni. Scotti fue un intrigante con pocos valores morales cuya política fue enfrentar a todos contra todos a fin de sacar adelante sus fines o su provecho personal. Isabel de Farnesio lamentó mucho el despido de Alberoni. Scotti se dejó sobornar por los franceses y por los ingleses a la vez, prometiéndoles a ambos colaboración en contra del otro. Pasó a ser un personaje muy secundario.

Alberoni salió de Madrid con destino a Génova el 12 de diciembre de 1719, pero el viaje fue muy accidentado. Alberoni se llevaba consigo un documento real que el rey no quería hacer público, y que daba plenos poderes a Alberoni para hacer y deshacer en España. La casa de Alberoni fue registrada, la carroza de Alberoni fue asaltada por unos “bandidos” que no encontraron el famoso documento, y Alberoni huyó como pudo a la frontera de Francia. El duque de Parma se negó a recibirle en sus Estados, el Papa se negó a recibirle en los suyos e incluso pidió a Génova que no acogiese a Giulio Alberoni. Génova hizo como que no se enteraba y dejó un tiempo para que Alberoni huyese, previo aviso secreto de que iban a detenerle. Alberoni desapareció durante dos años. Apareció después en Roma. En 1723, las cosas habían cambiado: el Papa confirmó que Alberoni seguía siendo cardenal y se negó a perseguirle tal y como le pedía Felipe V.

 

 

[1] Isidro de la Cueva y Benavides, 1652-1723, IV marqués de Bedmar, era un militar canario que fue Gobernador de los Países Bajos en 1697 y se declaró borbónico en 1700, pasando a virrey de Sicilia en 1702-1708. Posteriormente actuó en Madrid como Gentilhombre de Cámara, consejero de Estado, Presidente del consejo de Órdenes en 1713. Fuente: Marta Eugenia Gálvez Albúrez.

[2] Isidro Casado de Acevedo y Rosales, 1667-1739, I marqués de Monteleón, 1706-1739, había sido ministro plenipotenciario en Utrecht en junio de 1714, y era Gentilhombre de Cámara de Felipe V.

[3] David Alberto Abián Cubillo. Guerra y Ejército en el siglo XVIII. Universidad de Cantabria, 2013.

[4] Guillaume Dubois 1656-1723, fue preceptor del futuro duque de Orleans y le aconsejó casarse con mademoiselle de Blois, hija ilegítima de Luis XIV,lo que significó un futuro espléndido para ambos. Inmediatamente recibió una abadía como premio, por lo que siempre fue conocido como el abad Dubois. Pero su gran premio llegó a la muerte de Lusi XIV cuando el duque de Orleans se hizo Regente de Francia y Dubois negoció en La Haya con Stanhope la Triple alianza de La Haya. A partir de ese momento se le nombró Secretarío de Estado. En 1718 denunció la conspiración del príncipe de Celamare y los duques de Maine. En 1720 fue nombrado arzobispo de Cambrai, y en 1721 cardenal.

[5] José de Carvajal y Lancáster, 1698-1754, fue Secretario de estado entre 1746 y 1754.

[6] Vittorio Amedeo II de Savoia, 1666-1732, duque de Saboya, príncipe de Piamonte, conde de Aosta, Moriana y Niza, marqués de Saluzzo, y de Monferrato, Rey de Sicilia en 1713-1720,, rey de Cerdeña en 1720-1732, estaba casado en 10 de abril de 1684 con Ana María de Orleans, hija del francés Felipe I de Orleans. Había casado a su hija María Luisa Gabriela de Saboya con Felipe V de España. En 1702 había participado en la Guerra de Sucesión Española del lado de Francia y España, pero en 1703 decidió cambiar de bando y sumarse a la Triple Alianza de La Haya. Inmediatamente los franceses ocuparon Saboya, pero no conseguían dominar Turín y decidieron sitiarlo en 14 de mayo de 1706, siendo derrotados por un ejército austriaco-saboyano mandado por Eugenio de Saboya, en 2 de septiembre de 1706. Como se había puesto del lado de los vencedores, en Utrecht, 11 de abril de 1713, se le concedieron Alessandria, Monferrato, Pragelato, Valsesia, Langhe, y la promesa de Sicilia. Efectivamente, España le cedió Sicilia en 10 de junio de 1713 con las condiciones de que no podrái ser cambiada por otros territorios, en caso de extinguirse la rama masculina de los Saboya la isla pasaría a España, las inmunidades de los sicilianos serían respetadas y el rey de España sería propietario de los bienes incautados a los sicilianos acusados de traición. Y Víctor Amadeo II fue coronado rey de Sicilia en 24 de diciembre de 1713. El 14 de febrero de 1714 murió su hija María Luisa Gabriela, reina de España, y los lazos con España se perdieron. En 1717, en la Guerra de la Cuádruple Alianza, Víctor Amadeo II no se sentía seguro en una Sicilia invadida por los españoles, y en 10 de noviembre de 1717 cedió la isla a Austria a cambio de Cerdeña. Los españoles fueron derrotados en Passaro (Sicilia) en 11 de agosto de 1718, y Victor Amadeo II vio reforzada su posición. En 1720, en la Paz de La Haya, España reconoció la validez de la permuta de Sicilia por Cerdeña, y Víctor Amadeo II pasó a ser rey definitivo de Piamonte y Cerdeña.

[7] Antonio Gaztañeta, 1656-1728, era constructor de navíos, un técnico, y no exactamente un almirante experto en táctica militar.

[8] Esteban Mari, 1680-1742, marqués de Mari, había viajado con Andrés del Pez a Génova en 1715 a buscar a la nueva reina de España y por ese servicio fue ascendido a general. Sirvió después en la expedición sobre Mallorca que comandó Pedro Gutiérrez Ríos.

Post by Emilio Encinas

Emilio Encinas se licenció en Geografía e Historia por la Universidad de Salamanca en 1972. Impartió clases en el IT Santo Domingo de El Ejido de Dalías el curso 1972-1973. Obtuvo la categoría de Profesor Agregado de Enseñanza Media en 1976. fue destinado al Instituto Marqués de Santillana de Torrelavega en 1976-1979, y pasó al Instituto Santa Clara de Santander 1979-1992. Accedió a la condición de Catedrático de Geografía e Historia en 1992 y ejerció como tal en el Instituto Santa Clara hasta 2009. Fue Jefe de Departamento del Seminario de Geografía, Historia y Arte en 1998-2009.

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